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Editorial

¡ Fuego !

La mayoría de los antropólogos calcula que el ser humano es capaz de producir fuego desde hace 20 000 años, y de «mantener» y controlar incendios espontáneos desde hace más de 500 000 años. El fuego, aprovechado inicialmente para calentarse, cocinar y estimular el crecimiento de diversos productos forestales alimenticios, pronto fue indispensable en el desmonte de tierras arboladas para |dedicarlas a la agricultura y al pastoreo. Precisamente por serlo, la historia de casi todas las culturas registra el uso de fuego como medio de ordenación. Por ejemplo, en el siglo VI a. C., durante la dominación de Cartago en el Mediterráneo, se quemaban plantas y árboles en Cerdeña, Italia, para facilitar la producción agrícola.

Usando el fuego como herramienta para preparar la tierra, pronto resultó evidente que si se desmanda, los efectos secundarios negativos son muchas veces mayores que los esperados beneficios. Por otra parte, al aumentar la presión demográfica sobre un recurso limitado, aunque renovable, y con el advenimiento de los conceptos de uso múltiple y valor múltiple, se hizo esencial utilizar el fuego, pero de manera controlada en un área predeterminada. Cuando los romanos arrebataron a los cartagineses el control de la cuenca del Mediterráneo, siguieron valiéndose de quemas en la preparación de tierras para el cultivo, pero al mismo tiempo protegían los bosques y castigaban con dureza a todo el que prendía fuegos ilícitos. Esta severidad estaba justificada porque las características combinadas del clima y de la vegetación de esos lugares, encierran un explosivo potencial de incendios destructivos. En este número, dos artículos de R. Vélez examinan los incendios forestales en el Mediterráneo, y las posibilidades de practicar una silvicultura protectiva.

No sólo en Europa meridional los incendios forestales son causa de destrucción. Todos los años arden muchos millones de hectáreas de sabana africana. En Asia, en 1982, un solo incendio dañó más de 3,6 millones de hectáreas en Kalimantan, Indonesia. En América del Norte, a pesar de los numerosos y complicadas medios de prevención y control, todos los años arden más de 2,3 millones de hectáreas. Dondequiera que en América Latina la temporada seca es prolongada, normalmente gran parte de la vegetación forestal muestra adaptación al fuego. En una entrevista, M. Salazar, Jefe de Protección Forestal de la Corporación Hondureña de Fomento Forestal, habla del control de incendios en América Central.

Al mismo tiempo que se generalizaba la preocupación por conservar y aprovechar con juicio los recursos forestales, se organizaban medios para mitigar la devastación de los incendios. Casi todos los países tienen ya servicios y programas de extinción. Aunque el costo por hectárea del control de incendios forestales es relativamente bajo, dada la magnitud de la superficie afectada el costo total es considerable. En todo el mundo, y sobre todo en los países en desarrollo es, por consiguiente, imperioso hacer uso eficaz de los escasos recursos disponibles. Desde hace más de 20 años la FAO presta asistencia técnica en este campo; la reseña un artículo escrito por J. Troensegaard, Oficial superior de plantaciones y protección forestal de la FAO. Otro artículo, por R. Saigal, describe un proyecto que se lleva a cabo en la India, con la ayuda de la FAO, para idear y ensayar desde el punto de vista socioeconómico, métodos mudemos de control de incendios forestales. De ambos artículos se desprende claramente la importancia de que la población local participe en las actividades de control de incendios.

Las campañas destinadas a crear conciencia entre la gente del campo acerca del perjuicio que causan los incendios no controlados, han surtido a voces un efecto contrario al deseado, ya que hicieron creer que el fuego es siempre indeseable. Más recientemente, se ha difundido la idea de que esa posición ni está justificada ni corresponde a la realidad. Utilizado bajo control y con finalidades precisas, el fuego es un medio valioso de ordenación forestal y de preparación de la tierra para el cultivo o el pastoreo. Además, para la gente del campo de muchas - ya que no de todas - regiones del mundo, el fuego sigue siendo el medio más eficaz y económicamente factible de ordenación. La realidad social y económica veda con frecuencia el uso de maquinaria pesada, herbicidas y otras técnicas para modificar los ecosistemas, que exigen elevado consumo de energía. Como ejemplo del uso del fuego controlado en la ordenación forestal, el artículo de D. Wade y J. Lundsford describe en detalle cómo se practican en el sudeste de los Estados Unidos las quemas prescritas.

El fuego es a veces enemigo, a voces amigo, según el uso a que se destine la tierra y según el valor que asuman unas cuantas variables ambientales; en cualquier caso, siempre repercute en los ecosistemas de recursos naturales. Es esencial, por consiguiente, tener en cuenta su efecto probable (tanto positivo, como negativo) al formular planes y programas de desarrollo forestal. En futuros números de Unasylva se tratarán otros aspectos de este complejo asunto.


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