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Silvicultura preventiva de incendios forestales

R. Vélez

Ver presentación en el artículo anterior.

Este artículo se basa en un documento preparado para la 13a reunión del Comité CFA/CFE/CFCO sobre cuestiones forestales del Mediterráneo, celebrada en septiembre de 1987 en Zaragoza, España.

Durante nuestros años de estudiantes, muchos de nosotros aprendíamos en voluminosos textos cómo se debía tratar una masa forestal para conseguir árboles de troncos rectos, limpios, de grandes diámetros, que produjeran madera de calidad. Después, al salir del ámbito académico descubríamos que había muy pocas masas que se dejasen tratar así; la mayor parte del territorio estaba deforestado y lo primero era crear las masas; también la mayor parte de ese territorio tenía condiciones ecológicas que harían casi imposible conseguir esos «troncos rectos, limpios, etc.»; los agentes deforestadores no habían desaparecido, sino que se activaban en cuanto comenzaba a crecer una nueva masa forestal aparentemente incompatible con sus intereses (agrícolas, ganaderos, urbanísticos). En fin, descubríamos que habíamos nacido en el Mediterráneo y no en Escandinavia y que necesitábamos una silvicultura cuyos objetivos estuvieran más cerca de la protección que de la producción.

Una de las exteriorizaciones de los agentes deforestadores, cuya intensidad crece año tras año, la constituyen los incendios forestales. Una silvicultura de protección, una silvicultura para el Mediterráneo, tiene que incluir necesariamente normas que mejoren la autoprotección de las masas forestales frente al fuego. Se exponen seguidamente algunas ideas con una recomendación final sobre este tema.

CONSIDERACIONES SOBRE LA RESISTENCIA AL FUEGO

Evidentemente el medio forestal está formado por materia orgánica combustible, característica que no puede ser modificada por ninguna actividad de las que tratan de prevenir los incendios. Sin embargo, el incendio es algo más que combustión, es fuego que se desplaza, que se mueve sobre los materiales combustibles. Por ello la prevención tratará de impedir ese desplazamiento. Dificultar la propagación del fuego será el objetivo de las medidas preventivas relativas al medio.

Dos principios deben orientar el diseño de estas medidas: primero, el concepto de resistencia al fuego de las especies forestales. Segundo, la resistencia a la propagación del incendio en la vegetación forestal.

Las especies resisten al fuego de dos maneras: pasivamente, gracias a gruesas cortezas que protegen el cambium (alcornoque) o a la presencia de yemas durmientes que reponen la parte aérea muerta por el fuego (pino canario, prácticamente todas las frondosas, muchos matorrales); activamente, gracias a intensas diseminaciones después del fuego, que reponen los individuos muertos por el fuego (pinos, eucaliptos, jaras, etc.).

La mayoría de las especies que pueblan los ecosistemas mediterráneos resisten al fuego de una o de ambas formas, como consecuencia de una adaptación en el tiempo a los fuegos repetidos. La velocidad de regeneración activa o pasiva no es, sin embargo, la misma en todas ellas. Por tanto el ritmo de repetición de los fuegos contribuye a la selección natural. Cuanto más intenso sea, menores serán las posibilidades de regeneración de las leñosas y mayores las de las herbáceas. Por el contrario, la desaparición del fuego durante un plazo prolongado producirá la invasión del pastizal por los matorrales y en un futuro la llegada de las especies arbóreas.

UN MONTE ABIERTO CON UN SOTOBOSQUE SECO es más propenso a los incendios

La resistencia de las especies al fuego se puede analizar también considerando su inflamabilidad, es decir, la facilidad con que desprenden llamas (gases inflamables) para una cantidad dada de calor. Ello depende fundamentalmente del contenido de humedad que varía a lo largo del período vegetativo para las partes vivas y según la humedad ambiente para la hojarasca, ramillas y demás combustible muerto. En estudios de inflamabilidad realizados en el Centro de Silvicultura Mediterránea, INRA, Aviñón (Francia) y en el Laboratorio del Fuego, INIA, Madrid (España), se ha establecido una gradación de las especies típicamente mediterráneas (véase la tabla).

El grado de resistencia a la propagación del incendio es una consecuencia de la estructura de la cubierta vegetal que se puede ilustrar con algunos ejemplos. Una plantación joven, en la que se ha trabajado el suelo, eliminando toda la vegetación que puede hacer competencia, es resistente a la propagación mientras el suelo se conserve limpio y las plantas jóvenes sean pequeñas y separadas.

En un monte bajo de encina en el que hay numerosos brotes de cepa, la propagación es fácil. Un monte adulto en el que los árboles tengan gruesos troncos y amplias copas que sombrean el suelo y limitan la regeneración del sotobosque, dificultará la propagación del fuego. Un monte adulto y denso de pino silvestre da mucha sombra y carece de sotobosque, por lo que la propagación del fuego será difícil. Un monte abierto de pinos, alcornoques, encinas, permitirá gran insolación del suelo y el nacimiento de numerosas especies heliófilas, que formarán un denso sotobosque, en el que fácilmente se podrá iniciar y propagar un incendio.

De estos ejemplos se deduce que la resistencia a la propagación depende de la continuidad horizontal y vertical de los combustibles. Las interrupciones en la continuidad contribuirán a dificultar la propagación del fuego, limitando sus daños y facilitando su extinción. Otro factor que debe tenerse en cuenta es el viento. El monte alto frena el viento más que el matorral, y éste más que el pastizal. En las crestas, donde el viento cambia, y en las vaguadas, por las que se encauza, el arbolado puede ser un obstáculo al incendio, porque reduce la velocidad del viento.

Respecto del controvertido tema de la plantación por terrazas en la creación de nuevas masas, no se puede afirmar que las terrazas contribuyan claramente a mejorar o empeorar la estructura de la masa en cuanto a resistencia a la propagación del fuego. Inicialmente las terrazas aumentan la separación entre las filas de árboles, creando discontinuidad horizontal. No obstante en ese espacio pueden prosperar plantas heliófilas que crearán continuidad y por tanto actuarán a favor de la propagación. Las terrazas supondrán un obstáculo, a veces importante, para el tránsito por el monte durante los trabajos de extinción si se desencadena un incendio.

SELECCION DE ESPECIES Y ESTRUCTURA DE LA MASA

De las consideraciones anteriores se pueden extraer algunas conclusiones en cuanto a selección de especies. Existen algunas especies de géneros propios de zonas áridas (Atriples, Tamarix, etc.) con alto contenido de sales, que arden mal, y que podrían experimentarse en algunos lugares.

Desde luego no parece que la solución a los incendios esté en la sustitución de unas especies por otras, ya que prácticamente todas arden en las duras condiciones de los veranos mediterráneos.

Inflamabilidad de algunas especies arbóreas o arbustivas mediterráneas

Especies muy inflamables todo el año

Calluna vulgaris (brecina)

Erica arbórea (brezo)

Erica australis (brezo)

Erica herbácea (brezo)

Erica scoparia (brezo)

Phillyrea angustifolia

Pinas halepensis (pino carrasco)

Quercus ilex (encina)

Thymus vulgaris (tomillo)

Especies muy inflamables sólo en verano

Anthyllis cytisoides

Cistus ladaniferus (jara pringosa)

Genista falcata (aulaga)

Pinus pinaster (pino resinero)

Quercus saber (alcornoque)

Rosmarinus officinalis (romero)

Rubus idaeus (zarza)

Stipa tenacissima (esparto)

Ulex parviflorus (aulaga)

Especies moderadamente o poco inflamables

Arbutus unedo (madroño)

Cistus albidus (jara estepa)

Cistus salvifollius (jara)

Erica multiflora (brezo)

Juniperus oxicedrus (enebro)

Olea europaea (acebuche)

Quercus coccifera (coscoja)

Fuente: Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias, Laboratorio del Fuego, Madrid.

Ahora bien, si las medidas relativas a la vegetación no pueden basarse en su resistencia intrínseca, sí deben orientarse a dificultar la propagación creando discontinuidades, evitando las superficies muy extensas monoespecíficas y creando diferenciales de inflamabilidad que «desconcierten» al fuego. En particular, todos los puntos donde haya humedad suficiente, principalmente vaguadas, deben aprovecharse para plantar especies que se beneficien de esa humedad.

El objetivo sería crear «mosaicos» de especies, integrando otras actividades que den lugar a discontinuidades, como carreteras, cortafuegos de protección de las líneas eléctricas, cultivos, zonas recreativas, etc. Asimismo la explotación del bosque debería tratar de mantener la espesura del mismo, para limitar el crecimiento del sotobosque. Sería también interesante mantener las laderas orientadas hacia los vientos dominantes bien cubiertas con vegetación alta que los frene, abriendo los cortafuegos a sotavento.

Las superficies forestales deberían estar fraccionadas por áreas cortafuegos de gran anchura, hasta 200 m, en las que se acentuarían las discontinuidades mediante podas, desbroces, plantaciones diferenciales, apertura de pistas y, en algún caso, de fajas cortafuegos con suelo desnudo. Estas áreas cortafuegos son necesarias siempre en los perímetros de las masas, separando el terreno forestal del agrícola o del urbano.

METODOS DE MODIFICACION DE COMBUSTIBLES

La creación de discontinuidades, tanto horizontales como verticales, requiere el empleo de diversas técnicas de eliminación de combustibles, entre las que se pueden citar el desbroce mecánico, el desbroce manual, la poda manual, el fuego prescrito, el pastoreo controlado y el empleo de fitocidas.

En cada caso deberán emplearse las técnicas más adecuadas, seleccionadas teniendo en cuenta las condiciones sociales, ecológicas y económicas. Por ejemplo, en zonas con problemas de desempleo el desbroce manual deberá ser preferido. Si existe demanda de terreno para ganadería, el pastoreo controlado será muy interesante, ya que permitirá obtener un rendimiento económico a la vez que se limpian las áreas cortafuegos.

El fuego prescrito es una técnica muy económica que requiere, no obstante, adiestramiento específico para utilizarlo. En combinación con el pastoreo controlado puede ser muy recomendable. Una de las versiones más prometedoras del fuego prescrito sería la quema controlada de zonas agrícolas y matorrales, organizada colectivamente en las comarcas en las que la población rural utiliza el fuego tradicionalmente para rejuvenecer la vegetación. Esto requiere desde luego una intensa labor de extensión agraria para conseguir un consenso en el empleo de esta técnica que racionalizaría el uso del fuego por parte de la población rural.

El empleo de fitocidas debe ser siempre muy limitado dado su costo y las dificultades para controlar sus repercusiones.

El desbroce mecánico requiere el empleo de maquinaria adaptada a los distintos combustibles y terrenos. Entre esta maquinaria deben considerarse las astilladoras, que permiten el aprovechamiento energético de los combustibles extraídos. No obstante, en la actualidad se cuestiona la economicidad de estos aprovechamientos, dados sus costos en comparación con los precios del producto. Realmente sólo podría plantearse su interés económico con una base de subvenciones justificada por la necesidad de desbrozar y podar para crear discontinuidades en el combustible.

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

En más casos de los convenientes se confía más en apagar el incendio realizando fuertes inversiones en maquinaria (aviones, autobombas), que en prevenirlos mejorando la autoprotección de las masas. Para ello sería altamente recomendable emprender dos acciones concretas de modo coordinado entre los países mediterráneos interesados.

El primero es divulgar los conocimientos y experiencias sobre modificación de combustibles para armonizar y mejorar las técnicas de silvicultura preventiva. Para ello se podría constituir un equipo de expertos que elaborasen un «Manual de silvicultura preventiva de incendios forestales», cuyo contenido podría recoger los siguientes temas: conocimientos técnicos actuales de silvicultura preventiva de incendios forestales; combustibles forestales; técnicas de modificación de los combustibles forestales (fuego prescrito, pastoreo controlado, desbroce y trituración, fitocidas, sustitución de especies); silvicultura preventiva (estructura de las masas forestales, áreas cortafuegos); ejemplos de realizaciones concretas.

El segundo es realizar coordinadamente un estudio comparativo de los métodos de conservación de áreas cortafuegos, evaluando su costo y eficacia. La modificación de los combustibles vegetales se hace principalmente en las llamadas áreas cortafuegos. Los objetivos de este estudio serían: evaluar los métodos manuales y mecánicos de desbroce en términos de coste y de duración de sus efectos reductores del combustible vegetal; realizar pruebas de fuego prescrito en el área mediterránea, comparando sus resultados y costes con los métodos manuales y mecánicos de desbroce; ensayar como alternativa para la conservación de los cortafuegos la introducción de especies rastreras con alto contenido de sales y baja inflamabilidad, del tipo Atriplex y otros, estudiando su mantenimiento mediante pastoreo controlado.

Estas acciones podrían ser coordinadas a través de la recientemente creada Red de investigación sobre manejo de fuegos forestales del Comité CFA/EFC/CFCO sobre cuestiones forestales mediterráneas Silva Mediterranea. Está claro que para que estos esfuerzos sean efectivos, deben integrarse en un programa de cooperación regional de vasto alcance y a largo plazo.


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