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La quema como medio de ordenación forestal: El uso de quemas controladas en el sur de los Estados Unidos

D. Wade y J. Lundsford

Dale Wade y James Lundsford son expertos en extinción de incendios del Servicio Forestal del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos.

Este artículo describe el empleo, en el sur de los Estados Unidos, de quemas deliberadas como medio de ordenación de bosques y pastizales.

La idea que en los Estados Unidos se tiene acerca de la utilidad de las quemas ha cambiado con el tiempo. Los colonizadores vieron que los indios prendían fuego a los pinares vírgenes y adoptaron ellos mismos esa costumbre para hacer más accesibles los bosques, para facilitar la caza, reducir el peligro de incendio espontáneo y, sobre todo, para mejorar la cantidad y calidad del pasto. Pero más adelante, los incendios provocados intencionalmente después de extraer la madera dejaron millones de hectáreas desprovistas de arbolado, donde las quemas anuales practicadas con el fin de «vivificar» la hierba impedían la regeneración del pinar.

Al agudizarse el problema de los incendios espontáneos y al percibirse la necesidad de un intervalo de varios años sin fuego para que los nuevos pinitos pudieran arraigar bien, muchos ingenieros forestales abogaron por evitar toda clase de fuego en el bosque. Otros consideraron que podría ser indispensable en algunos ecosistemas meridionales, sobre todo donde predominaba el pino longifolio. Los prejuicios y discusiones han sido desplazados por nuevos conocimientos científicos que justifican el uso de quemas controladas.

Las quemas controladas consisten en aplicar concientemente fuego a la materia combustible selvática existente en cierta superficie, en condiciones atmosféricas determinadas, con finalidades muy precisas.

Anualmente se pone fuego controlado a 3,25 millones de hectáreas en el sur de los Estados Unidos, la mitad de las cuales con fines de ordenación forestal. La mayor parte del resto se quema para beneficio de la agricultura y la ganadería.

OBJETIVOS DE LA QUEMA CONTROLADA

De las quemas se derivan considerables beneficios para el bosque, a saber: se reduce la materia combustible peligrosa; se prepara el suelo para sembrar o plantar; se mejora el hábitat de la fauna silvestre; se eliminan los sobrantes de la corta; se controlan enfermedades, etc.

PINAR DE PINOS LONGIFOLIOS antes de las quemas controladas...

Con una sola quema bien planeada se alcanzan varios objetivos. Por ejemplo, se reduce el peligro de incendios a la vez que se mejora el hábitat de la caza y, casi siempre, se facilita el acceso al bosque. Pero las quemas no dan siempre el resultado apetecido. Si las condiciones no son adecuadas, perjudican el recurso que se pretendía beneficiar. En resumen, la quema controlada es un instrumento de manejo sumamente complejo al que sólo se debe recurrir con precaución cuando se conozcan bien las condiciones reinantes.

Eliminar materia combustible peligrosa

En los pinares del litoral del Atlántico y el Golfo de México se acumulan rápidamente gran cantidad de elementos combustibles. En cinco o seis años la materia (en su mayor parte muerta) de los estratos inferiores, expuesta al peligro de incendiarse, es una amenaza para todo el recurso. Lo más práctico es aplicar una quema bajo control.

El intervalo más apropiado entre dos quemas practicadas con el fin de eliminar combustible depende de la rapidez con que se acumule la materia indeseable, de las quemas anteriores, del valor de los árboles, etc. Puede bastar un año, pero para casi todas las finalidades es preferible dejar que transcurran tres o cuatro.

Eliminar restos de la corta

Después de extraer la madera queda ramaje no comercializable, disperso por todo el suelo, o concentrado en los cargaderos, según el método seguido para la corta. Estos residuos constituyen un estorbo tanto para las personas como para la maquinaria empleadas para replantar.

En los pinares que producen mucho desperdicio se acostumbra juntarlo en hileras para quemarlo. No obstante, esa práctica debe ser evitada por los problemas que plantea el humo y por la posibilidad de que se degrade el terreno. Más conveniente suele ser poner fuego al ramaje disperso, sobre todo si los estratos superiores del bosque no tienen valor comercial.

Preparar el terreno para la siembra o plantación

La quema controlada es muy apropiada para restablecer los pinares por siembra directa, por plantación, o por regeneración natural. En terreno abierto, despeja el suelo y controla la vegetación indeseable mientras arraigan los plantines. La quema devuelve al suelo elementos nutrientes, dejándolos a disposición de la siguiente cosecha de madera.

Para la regeneración natural es esencial saber de antemano cuándo es la fructificación y en qué fecha empieza a caer la semilla. Si la fructificación es insuficiente, conviene aplazar la quema. No es necesario ni conveniente dejar al descubierto la tierra; es preferible que la cubra una delgada capa de hojarasca que proteja el suelo. Por lo general se debe practicar la quema varias semanas antes de que caiga la semilla. El momento preciso varía según la especie y el lugar.

....EL MISMO PINAR después de las quemas controladas en el sotobosque

Mejorar el hábitat de la fauna

La quema controlada está particularmente indicada para ordenar el hábitat de la fauna silvestre cuando predominan los pinos americano, longifolio, dulce o cubano. La quema periódica favorece a las especies animales que necesitan espacio abierto, mientras que un mosaico de parcelas quemadas y sin quemar contribuye a la abundancia y diversidad de la fauna. Las cuatro especies que más se cazan en el sur de los Estados Unidos - ciervo, paloma, perdiz y pavo - se benefician con las quemas controladas. También le aprovechan a algunas especies de pantera, de tortuga, de culebra y de picamaderos que están amenazadas de extinción.

Para que el fuego bonifique realmente el hábitat es esencial disponer como es debido la magnitud, la frecuencia y el momento de la quema. Al planearla, es preciso tener en cuenta los requisitos biológicos - como la época en que las aves anidan - de las especies preferidas. También hay que pensar en el estado vegetativo del pinar y en los cambios que el fuego pueda provocar en la composición del sotobosque.

Combate de la vegetación indeseable

Todas las otras plantas dificultan o retrasan el desarrollo de la especie cultivada: el pino. Lo que es peor, los árboles y arbustos del estrato inferior, cubiertos de agujas y follaje seco, actúan como «escalera» que facilita la propagación del fuego hacia arriba.

La mayoría de las veces no es práctico ni conveniente erradicar todas las plantas bajas. Es preferible aplicar quemas controladas para limitar la competencia con la especie cultivada, dejando lo suficiente para que pueda alimentarse la fauna y aumentar la diversidad biológica.

Control de plagas y enfermedades

El tizón - una micosis - debilita y llega a matar a los plantines de pino longifolio. Una vez contraída la infección, lo más práctico es una quema ligera que elimine las agujas contagiadas sin dañar la yema terminal. La quema controlada resuelve algunos de los problemas que plantea la podredumbre de la raíz de Fomes annosus al alterar el microambiente del suelo del bosque. En los montes Apalaches se aplica fuego a los viveros de Pinus strobus con el fin de destruir los gorgojos que invernan en los conos.

Mejorar los pastizales

Las quemas poco intensas incrementan la disponibilidad, calidad y cantidad de hierbas y pastos, haciéndolos más apetitosos. Con ellas se elimina la materia muerta de escaso valor nutritivo, la cual enseguida queda reemplazada por brotes de elevado contenido en proteínas, fósforo y calcio. El ganado tiende a concentrarse en las áreas recién quemadas, por lo que conviene dividir el pastizal en, por ejemplo, tres partes, y poner fuego a una de ellas cada año, con el fin de que el ganado no esquilme ninguna.

Mejorar el aspecto

Las quemas controladas mejoran también los aspectos estético y recreativo de los pinares. Los aclaran, por ejemplo y dejan más visibles las plantas ornamentales. Una manera práctica de mantener atractiva una mezcla de especies es, sin duda, el recurso periódico a quemas controladas.

Facilitar el acceso

Poniendo fuego al sotobosque antes de extraer sus productos se facilitan los movimientos, el marcado de los árboles y la corta. También conviene, antes de proceder a la tala, eliminar la materia seca acumulada, para mayor seguridad de los marcadores y cortadores que así tendrán mejor visibilidad.

PASTIZALES MEJORADOS como resultado de quemas controladas

Perpetuar las especies que se beneficien de la quema

Muchas plantas tienen adaptaciones estructurales, tejidos especializados o características reproductivas que les permiten prosperar en un medio asiduamente tratado a fuego. Bellísimas flores, y entre ellas algunas orquídeas que figuran en la lista de especies amenazadas, se benefician con las quemas. No bastan éstas, sin embargo, para perpetuar ninguna especie vegetal o animal. Es indispensable entender cuáles son las necesidades particulares de cada una para practicar la quema en el momento más indicado y con la intensidad debida.

Efectos sobre el medio ambiente

Las quemas controladas influyen directa o indirectamente sobre el medio ambiente. Para evaluar sus costos y beneficios es indispensable saber cómo afecta el fuego a la vegetación, a la fauna, al suelo, al agua y al aire.

Efectos sobre la vegetación

El fuego intenso o prolongado puede dañar o matar una parte o toda una planta. Por supuesto, características como el espesor de la corteza y el diámetro del tallo, influyen sobre su vulnerabilidad. Los árboles pequeños son más susceptibles que los grandes.

La corteza de los pinos del sur de los Estados Unidos - en general más gruesa que la de las especies latifoliadas - es buena aisladora. Estas últimas sufren más con el fuego que los pinos, los cuales, si tienen un diámetro de por lo menos 10 centímetros a nivel del suelo, quedan protegidos por su corteza. En cambio, la copa es muy vulnerable a temperaturas superiores a 58 °C. Las agujas toleran una exposición a 54 °C durante cinco minutos pero mueren al cabo de pocos segundos si se someten a 62 °C.

Los combustibles forestales arden a temperaturas muy elevadas. Afortunadamente los gases se enfrían enseguida, de modo que, si hay viento, la temperatura de la columna supera en muy pocos grados a la normal a corta distancia por encima de las llamas. Por consiguiente, para las quemas debe siempre soplar algo de viento que disipe el calor y frene su ascenso a las copas. Si bien los pinos sobreviven incluso a quemaduras considerables, su desarrollo se retrasa un año o más.

Aunque la corteza de pino sea buena aisladora, el cambium sufre si se prolonga la exposición del cuello de la raíz a los rescoldos. Es probable que así ocurra en pinares en cuyo suelo se haya acumulado una gruesa capa de materia orgánica. Si el calor penetra, mueren algunas raicillas y organismos benéficos.

En los Estados Unidos no se suelen practicar quemas en bosques de latifoliadas destinadas a la corta. Aunque el fuego no llegue a matar este tipo de árboles de gran tamaño, deja cicatrices que impiden la venta de la parte inferior del fusto y facilitan la entrada de insectos y enfermedades.

Una quema indebida puede alterar adversamente la composición por especies del pinar, particularmente cuando se confía en su regeneración natural.

Efectos sobre el suelo

Las quemas afectan al suelo de muy diferente manera según su frecuencia, duración e intensidad. También influyen las características del propio suelo. Las quemas controladas que se practican en el sur de los Estados Unidos apenas ocasionan cambios perceptibles en la cantidad de materia orgánica superficial. En realidad, se conocen casos en que aumentó. Tampoco provocan cambios en la estructura mineral porque su exposición a temperaturas elevadas es muy breve. No obstante, cuando se pone fuego a montones o hileras de ramaje, o cuando hay poca humedad, puede ocurrir que la temperatura se mantenga alta el tiempo suficiente para que se prenda la materia orgánica o para que se altere la estructura de las arcillas del suelo.

Al crecer un pinar una norte cada vez mayor de los nutrientes queda aprisionada en la vegetación y no está disponible para ulterior aprovechamiento hasta que las plantas mueren y se descomponen. Las quemas de baja intensidad aceleran ese proceso, devolviendo al suelo nutrientes que enseguida quedan al alcance de otras plantas. En algunas condiciones la quema incrementa la fijación de nitrógeno en el suelo en proporción que compensa con exceso el que se pierde pasando directamente a la atmósfera mientras dura la combustión. El nivel de fósforo disponible aumenta en los suelos arenosos y se liberan cationes básicos que contribuyen a neutralizar la lluvia ácida.

LAS QUEMADURAS se producen cuando las llamas llegan a las copas

Preocupa especialmente al ingeniero forestal cómo influye la quema sobre el escurrimiento y la erosión. Es indispensable tomar precauciones para quemar en laderas inclinadas el ramaje sobrante de una corta, ya que mientras no crezca nueva vegetación habrá escurrimiento y erosión del suelo. En la técnica llamada de corta y quema que se sigue para preparar el suelo en el sur de los Estados Unidos, la fase de quema debe terminar hacia mediados de septiembre, para que la vegetación herbácea tenga tiempo de germinar y cubrir el terreno para el invierno. No debe intentarse la quema en suelos muy vulnerables.

Efectos sobre el agua

Las quemas dirigidas incrementan pasajeramente escurrimiento de agua de lluvia, dando lugar a que arrastre partículas en suspensión, y nutrientes y otra materia orgánica en disolución, que rebajan la calidad del agua de los ríos y lagos a que va a parar. Para evitarlo, déjense sin quemar algunas bandas de tierra a lo largo de los ríos y lagos e impídase que se consuma por completo la capa de fermentación.

El agua de lluvia lixivia las cenizas arrastrando los nutrientes minerales y haciéndolos penetrar en el suelo. Si éstos son arenosos, posiblemente los haga llegar a la capa freática antes de que alcancen a captarlos las raicillas de la nueva vegetación. Las especies que pueblan los ecosistemas meridionales en que se ha hecho uso de las quemas han desarrollado características que les permiten retener y aprovechar eficazmente los nutrientes liberados por el fuego.

Efectos sobre el aire

Las quemas pueden ejercer efectos deletéreos sobre el aire, en particular, limitando la visibilidad. En escala regional sólo sufre la calidad del aire cuando se queman muchas hectáreas en un mismo día. Más frecuentes son los problemas locales, que a veces se agudizan si se desprende mucho humo en poco tiempo como, por ejemplo, cuando el ramaje está húmedo y la combustión es incompleta.

Los problemas se atenúan practicando la quema en días en que el viento aleje el humo de los lugares donde es más indeseable. Antes de prender fuego es indispensable tomar en cuenta cuales serán los efectos del humo.

Efectos sobre el bienestar y la salud humana

El humo puede ejercer efectos inmediatos o diferidos sobre la salud humana. Por ejemplo, el personal empleado en las quemas dirigidas con frecuencia padece irritación de los ojos y de las vías respiratorias. En algunas circunstancias, la exposición a grandes concentraciones de monóxido de carbono es causa de ofuscación y errores de criterio.

Más del 90 por ciento de las partículas emitidas por las quemas dirigidas son tan pequeñas que penetran sin dificultad en las vías respiratorias. Contienen centenares de productos químicos, algunos de los cuales son tóxicos. La exposición repetida y prolongada, incluso a concentraciones relativamente pequeñas de humo, puede provocar dificultades respiratorias o cáncer. No obstante se calcula que el peligro de cáncer es inferior a uno en un millón.

Efectos sobre la fauna

Las quemas afectan a la fauna de manera indirecta por dar lugar a cambios en la alimentación y en el abrigo. En general aumenta la cantidad de brotes aptos para el ramoneo, por lo que mejoran las condiciones para los ciervos y otros herbívoros. También mejora el hábitat de las aves y otros pobladores de marismas.

Los efectos potencialmente negativos para la fauna son la destrucción de los nidos y, en algunos raros casos, mortalidad directa. No obstante, es posible evitarlos recurriendo a técnicas apropiadas. Nunca se debe prender fuego todo alrededor de la zona deseada (véase la sección sobre quemas circulares, pág. 35) porque muchos animales quedan atrapados. También causa daños innecesarios en los árboles la confluencia de todos los frentes de fuego en el interior de dicha zona.

Las quemas no benefician el hábitat de los peces; pueden afectarlo adversamente si desaparece la vegetación de las orillas, con lo que aumentará la temperatura del agua.

CONSIDERACIONES SOBRE EL ESTADO DEL TIEMPO Y DEL COMBUSTIBLE

Para planear y ejecutar una quema es indispensable saber cómo afectan al fuego separada y combinadamente todos los elementos del clima: viento, humedad relativa, temperatura, lluvia y estabilidad del aire circundante. De todos estos factores la humedad del combustible es el más crítico para el desarrollo de la quema.

Viento

Las quemas responden bien a las previsiones cuando la dirección y velocidad del viento son constantes. Para la mayor parte de las configuraciones topográficas y del estado de la materia combustible, la velocidad preferible del viento a nivel de los ojos es la comprendida entre 2 y 5 km/h. Con vientos más violentos, el fuego se propaga con demasiada rapidez e intensidad. Por otra parte, es necesario contar con alguna corriente que encamine las llamas e impida que el calor alcance la copa de los árboles. Tal vez tenga aún más importancia la constancia que la velocidad del viento.

Deben aprovecharse los momentos en que el viento sea más constante por su fuerza y dirección para pegar fuego a las zonas de topografía y combustibilidad más difíciles. Las partes relativamente fáciles pueden quemarse cuando las condiciones del viento sean peores. Al planear la quema conviene pensar cómo puedan influir sobre las corrientes de aire accidentes topográficos como caminos, calveros, etc.

Para quemar ramaje en terreno descubierto no es preciso que haya viento, ya que no hay copas de árboles que puedan chamuscarse. En cuanto al humo, cuanto más fuerte sea el viento, mejor se dispersa, siempre que viento abajo no haya alguna zona en que moleste particularmente. Si se trata de quemar ramaje disperso, pueden presentarse problemas para contener el fuego si el viento a nivel del ojo es de más de 5 ó 6 km/h. Si los ramajes están apilados o en hilera es aceptable que el viento alcance de 12 a 16 km/h.

Humedad relativa

La humedad relativa expresa la cantidad de vapor de agua que contiene el aire en comparación con el máximo que pueda contener a la presión y temperatura del momento. Para las quemas controladas debe preferirse una humedad relativa comprendida entre el 30 y el 55 por ciento. Si la humedad relativa es inferior al 30 por ciento, la quema es peligrosa, ya que el fuego será más intenso y se propagará a manchas fuera de la zona deseada, por llegar a ellas rescoldos ardientes. Cuando la humedad relativa es superior al 60 por ciento es fácil que se salven de la quema algunas manchas, o que ardan insuficientemente para los efectos deseados.

Los cambios de humedad relativa afectan con mucha más rapidez a la materia fina combustible suspendida encima del suelo que a la dispersa por tierra. Efectivamente, cuando las agujas y otros residuos no están en contacto directo con la tierra húmeda quedan mejor ventiladas y soleadas.

Cuando se quema ramaje apilado, una vez que prenden las piezas más gruesas no cambian las características de la hoguera aunque varíe la humedad relativa. Desde luego, si ésta es baja, hay peligro de que el fuego se propague a otros montones o de que sea proyectado a lo lejos.

Temperatura

Como ya se indicó, 62 °C son el umbral de temperatura que resulta fatal para la mayor parte de los tejidos vivos expuestos un instante a la acción del calor. Para las quemas bajas en invierno se recomienda que la temperatura del aire sea inferior a 15 °C. En cambio, en la temporada de crecimiento, si se quiere eliminar vegetación indeseable, conviene que sea superior a 25 °C. Por supuesto que, en estas condiciones, hay peligro de que la temperatura suba hasta dañar tallos y copas bajas. Los pinos no sufrirán si su copa es alta.

LA EROSION DEL SUELO es el resultado negativo de quemas en laderas inclinadas

La temperatura afecta en muy gran medida la humedad de la materia combustible. Si sube mucho ésta se seca enseguida. Si está al sol, se calienta mucho más que el aire circundante y el vapor pasa al aire aunque la humedad relativa de éste sea elevada. En cambio, las temperaturas inferiores a la de congelación retrasan la propagación del fuego porque se consume calor extra en derretir el hielo antes de eliminarlo como vapor de agua. Por consiguiente, en esas condiciones aunque haya poca humedad, el fuego avanza lentamente y deja sin quemar áreas demasiado grandes.

Se suelen quemar las zonas despejadas cuando la temperatura del aire es elevada. En efecto, no hay que preocuparse por las copas de árboles y el calor del sol favorece la dispersión del humo.

Lluvia y humedad del suelo

Es indispensable contar con información acerca de la precipitación en la zona de la quema, ya que la lluvia afecta la humedad del suelo y de la hojarasca. Es muy importante que el suelo esté suficientemente mojado para que las raíces y los microorganismos de la tierra queden protegidos. Siempre conviene dejar una delgada capa de materia orgánica como defensa para el suelo. Es imperativo suspender las quemas en períodos de sequía prolongada, no reanudándolas hasta que llueva abundantemente.

La lluvia empapa más a la broza que se encuentra al descubierto que a la existente bajo los árboles. No obstante, también aquélla se seca antes por su mayor exposición al sol y al viento. Esta diferencia en la rapidez del secado facilita el control del fuego. Permite quemar una zona despejada pocos días después de una lluvia abundante, cuando aún están mojados el ramaje y el suelo de los bosques contiguos y es fácil evitar que las llamas se propaguen más allá de lo deseado.

La humedad del combustible menudo depende muy directamente de la lluvia, de la humedad relativa y de la temperatura. Debe preferirse que la humedad de la capa superior (pinocha y hojas recién caídas) esté comprendida entre el 10 y el 20 por ciento. Cuando es inferior al seis por ciento, se dañan las raíces e incluso el suelo. Cuando sube al 30 por ciento. la combustión es lenta e irregular y muchas veces no se completa la quema.

Para apreciar aproximadamente la humedad superficial, basta tomar unas cuantas agujas de pino y doblarlas una a una por la mitad. Si se quiebran cuando la distancia entre ambas puntas es de entre medio y un centímetro, la humedad es del 15 al 20 por ciento. Si no se quiebran, están demasiado mojadas y no arden bien. Si se rompen en varios pedazos pequeños, están demasiado secas, y aunque por debajo el suelo esté más mojado, hay peligro de dañarlo o de perder control del fuego. Por supuesto, la única manera de determinar con precisión la humedad, es tomar una muestra para secarla en el horno.

Antes de prender fuego conviene comprobar si la capa inferior de hojarasca está húmeda para que, aun chamuscada, se salve un manto protector del suelo.

Si se trata de quemar restos de la corta, es preferible hacerlo cuando estén secos, ya que así prenden con facilidad y arden rápidamente por completo. Sufre menos el suelo cuando se queman sin apilarlos, pero si hay que consumir ramaje de 4 ó 5 cm de diámetro, puede ser indispensable amontonarlo. Antes de hacerlo, déjense pasar varias semanas para que se seque. El interior de esos montones retiene la humedad durante mucho tiempo, sobre todo si son compactos e incluyen mucha broza menuda.

Estabilidad atmosférica y dispersión

Se dice que la masa de aire es estable cuando se opone al movimiento vertical. El fuego calienta el aire y es causa de que ascienda verticalmente. Si la atmósfera es inestable, el producto de la combustión sube deprisa por ser su temperatura muy superior a la del aire circundante. La columna gana en altura mientras la masa de aire permanezca relativamente estacionaria y siga recibiendo calor de la combustión a ritmo más rápido que el de enfriamiento. Cuanto más vigorosa sea esta corriente de convección, mayor es el ímpetu con que afluye aire al fuego, avivándolo y acelerando la convección. Así se mantiene mientras no haya indicios de cambio, como sería la aparición de llamaradas fuera de los límites. No ocurrirá esto si todo se ha planeado debidamente.

Cuando la atmósfera es estable, la temperatura desciende poco al aumentar la altura. Cierto es que el aire caliente sube, pero sólo mientras está más caliente que el circundante. Por consiguiente, una masa estable de aire frena los movimientos de convección y mantiene los productos de la combustión a poca altura sobre el suelo.

Al quemar terreno desmontando en preparación para replantar, conviene que se establezca una corriente ascensional violenta que arrastre el humo a la alta atmósfera. El aire frío que, al mismo tiempo, converge con fuerza en el fuego, tiende a contenerlo en la zona deseada. Es indispensable comprobar que toda la materia incandescente de la columna de convección arda por completo, de modo que los rescoldos no provoquen incendios si caen fuera de la zona de la quema.

TÉCNICAS DE LA QUEMA

Se conocen diferentes técnicas para practicar quemas. Siempre se elegirá la más apropiada para obtener los resultados apetecidos con las condiciones topográficas y atmosféricas existentes, sin perjudicar el recurso forestal.

Se puede proceder a favor del viento (fuego frontal), en dirección contraria (fuego a contraviento), o perpendicularmente (fuego lateral). El fuego frontal se propaga con rapidez y sus llamaradas son anchas y altas; es el más intenso. El fuego a contraviento es el más débil y el que se propaga más despacio, cualquiera que sea la velocidad del viento. El fuego lateral presenta características intermedias.

Fuego a contraviento

Se prende a lo largo de un camino, un campo arado, un arroyo o cualquier lindero, y se le deja progresar hacia el punto de donde viene el viento. Este es el tipo de fuego más seguro para las quemas controladas, siempre que se mantengan constante la velocidad y dirección del viento. Es el que abrasa menos y el que mejor se presta a la quema en pinares jóvenes o con materia combustible gruesa.

Fuego frontal por fajas

Partiendo de un cortafuegos se prenden frentes sucesivos paralelamente en contra del viento, espaciados de modo que ninguno pueda adquirir mucha violencia antes de alcanzar al precedente o al cortafuegos. La distancia entre frentes dependerá de la altura prevista para las llamas.

La quema frontal por fajas se prende y extingue rápidamente y dispersa el humo en condiciones óptimas. No obstante, si un frente de fuego alcanza a otro y arden conjuntamente, la combustión será más intensa de lo previsto y habrá peligro de que se chamusquen las copas.

Ocasionalmente, en terreno descubierto con broza bien dispersa, es admisible prender un solo frente, dejándolo avanzar empujado por el viento hasta quemar toda la zona. Hay que tener mucho cuidado de no perder el control del fuego en este tipo de quema.

Quema con viento lateral

Esta técnica consiste en prender frentes de fuego paralelos a la dirección del viento. Exige conocer a fondo cómo se comporta un fuego en estas condiciones. Se usa muchas veces en los flancos de quemas frontales o a contraviento. Con frecuencia se recurre a esta técnica como suplemento de quemas a contraviento con tiempo muy húmedo. Es apropiada para quemas de poca extensión o incluso extensas si se teme que el fuego frontal pueda resultar demasiado intenso. Nótese que exige un viento de dirección constante, con todas las actividades muy bien coordinadas.

FIGURA 1: fuego a contra viento

Encendimiento por puntos

Si se sabe hacer, existe la posibilidad de prender fogatas en retículo, las cuales darán lugar a una quema de mucha mayor intensidad que si se hiciera a contraviento, aunque menor que en las frontales. La clave del éxito en este método es el espaciado de los puntos de ignición y la tempestividad de su encendido.

Se empieza por prender un frente, viento abajo en el retículo y, cuando haya avanzado de tres a seis metros en contra del viento, ensanchando así la faja de seguridad, se procede a prender siempre en contra del viento, líneas de hogueras, hasta que todo el bloque reticular esté en llamas.

Para que se chamusquen lo menos posible las copas, conviene espaciar el reticulada de modo que el fuego de cada hoguera alcance al de la hoguera que hay viento abajo antes que el de sus flancos, es decir, antes de que se haya formado todo el frente. Así el avance tiene lugar por puntos móviles, en lugar de por frentes.

Por supuesto, cuanto más cercanos estén los puntos de ignición, antes se juntan. Conviene recordar que un conjunto de pequeñas hogueras ardiendo simultáneamente puede impulsar la columna convectiva ascensional con la misma fuerza que un solo fuego grande. La separación de las fogatas y su encendido hay que ajustarlo siempre de acuerdo con las condiciones de la materia combustible y del tiempo.

Fuegos central y circular convergente

Cuando es preciso reducir o eliminar los residuos de una tala rasa en terreno despejado que se prepara para replantar, se necesita fuego intenso. Si la calma es absoluta o hay viento ligero variable, conviene a veces prender fuego simultáneamente a todo el perímetro. Los frentes convergen y existe el peligro de que atrapen en el centro a los animales silvestres o de que inflamen las copas.

FIGURA 2: fuego frontal por fajes

FIGURA 3: quema con viento lateral

Al igual que en todas las demás técnicas de quema se empieza por crear una faja de contención, prendiendo en primer lugar un frente viento abajo. Después se pone fuego a todo el perímetro para que las llamas se junten en el centro. Es frecuente encender antes que nada una o más fogatas en el centro con el fin de que, por convección, se origine una columna ascensional y la consiguiente afluencia de viento bajo que favorezca la convergencia de los frentes de fuego.

Quema de montones o hileras de residuos

Los restos dispersos de una corta deben ser quemados lo antes posible. No obstante, cuando hay mucha materia gruesa, se hace necesario juntarla para prolongar el tiempo de combustión de modo que se consuman incluso las piezas mayores. Lo mejor es reunir toda esa broza en montones circulares o, por lo menos, en hileras.

Esta última solución, más económica, es peor para el terreno por varias razones. Elimina materia orgánica superficial y, como la broza raramente se consume por completo, lo que queda dificulta ulteriormente la plantación. Incluso cuando las hileras están debidamente espaciadas pueden estorbar los movimientos de la maquinaria y de la fauna silvestre. En cambio, los montones circulares no obstaculizan los movimientos ni la plantación, sin contar con que la quema es más segura y plantea menos problemas de humo.

PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA QUEMA CONTROLADA

Aunque los requisitos indispensables para llevar a cabo una quema bajo control varían en función de las condiciones del terreno y del tiempo, así como de los objetivos de ordenación que se persigan, algunos son de aplicación general.

Planeamiento

Para llevar a cabo una quema controlada es preciso que un experto redacte el plan detallado. Es preferible disponer de impresos que prevean todos los datos necesarios para el plan.

El plan debe exponer las razones para llevar a cabo la quema como, por ejemplo, preparar el terreno para la siembra, reducir el peligro de incendio, mejorar el pasto, etc. Es indispensable que cuantifique todas las actividades, entre otras, qué extensión se desea quemar, qué intensidad deberá tener el fuego, cuánta hojarasca se quiere que subsista.

FIGURA 4: encendimiento por puntos

FIGURA 5: fuego central y circular convergente

Parte esencial del plan serán las instrucciones precisas para prender el fuego y contener la quema. Constarán de una sección escrita y de un mapa detallado. Este último indicará los límites de la quema que se proyecta; la topografía, las líneas de control; la dirección prevista para la columna de humo; las zonas que podrían ser perjudicadas por el humo; a qué se destinan las tierras adyacentes; dónde se encuentran el equipo y el personal necesarios para llevar a cabo la quema y para casos imprevistos, etc. La parte escrita mencionará la técnica adoptada para prender el fuego, indicando dónde y cuándo y durante cuánto tiempo, arderá éste; el personal y el equipo necesarios para prender, mantener, vigilar y controlar el fuego; instrucciones para cada persona.

Preparación

Consiste en adoptar todas las medidas necesarias para que el terreno esté dispuesto a la quema y para que las herramientas y el equipo estén en condiciones de funcionar. Es esencial hacer bien todos los preparativos para que la quema rinda los beneficios que se esperan de ella a un costo aceptable.

La preparación del terreno suele estar a cargo de un equipo formado por un capataz, un tractorista y un ayudante a pie. Su misión es encontrar y especificar cuáles serán las líneas de control. Este personal tiene que saber cuáles son los objetivos, así como las condiciones previstas del terreno y del tiempo. Como línea de control deberán elegir, en la medida de lo posible, barreras naturales como caminos, campos cultivados, etc. Sólo en los casos más indispensables recurrirán al arado, usándolo siempre a lo largo de curvas de nivel. Conviene que busquen líneas de control que permitan ejecutar la quema por jornadas.

Tendrán que eliminar todo tipo de materia capaz de facilitar que el fuego salte las líneas de control como, por ejemplo, plantas rastreras, broza colgante, etc. Tendrán, además, que sembrar todas las pendientes en que el suelo pueda quedar desnudo después de la quema, para evitar que posteriormente sufra por la erosión. Finalmente, situarán en el mapa todas las líneas de control, indicando también cuáles son las zonas de mayor peligro.

Ejecución de la quema

Terminados el planeamiento y la preparación, se puede proceder a la quema en cuanto se presenten las condiciones atmosféricas deseadas. En el sur de los Estados Unidos, una cuadrilla compuesta por un jefe y de tres a seis ayudantes, puede con facilidad quemar bajo control hasta 100 ha diarias. Dos o tres de esos ayudantes van provistos de herramientas de mano y otro maneja un tractor con arado, para intervenir en casos de emergencia. En las quemas muy extensas hace falta un segundo vehículo que facilite los movimientos y garantice la seguridad de todos. En estas quemas extensas es importante contar con aparatos de radio para la intercomunicación. Es conveniente llevar también motosierras.

El personal estará listo para prender fuego por la mañana, tan pronto como lo permitan las condiciones atmosféricas, dejando después el máximo de tiempo para limpiar y patrullar los frentes. Normalmente, lo mejor es planear quemas que se puedan completar en un día.

Antes de iniciar el trabajo, el jefe de equipo debe asegurarse de que todo el personal está provisto de la ropa y equipo de seguridad necesarios, a saber: ropa de manga larga resistente al fuego, botas de cuero que no resbalen, gafas de seguridad, casco, guantes y agua potable. Lo primero será prender una pequeña fogata para darse cuenta de cómo arde y del humo que se desprende; en este momento es aún posible anular la quema si las condiciones no coinciden con las planeadas. Si son aceptables, el jefe indica al personal que empiece a prender fuegos. Durante la quema todo el personal debe vigilar las condiciones y estar dispuesto a cambiar lo que se precise, e incluso a usar el arado en caso de emergencia. Constantemente hay que recorrer el perímetro, incluso después de la quema, hasta que ya no haya peligro de que se reavive o de que desprenda humo.

Evaluación

Las finalidades son determinar hasta qué punto se lograron los objetivos previstos y reunir datos útiles para quemas futuras. ¿Estuvo bien preparada la quema? ¿Se alcanzaron los objetivos? ¿Se siguió a la letra el plan? ¿Estuvieron justificados los cambios, si los hubo? ¿Se mantuvieron las condiciones del tiempo, de la materia combustible, del fuego y del humo, dentro de los límites planeados? ¿Qué efectos ejerció la quema sobre el suelo, el aire, la vegetación, el agua y la fauna? ¿Quedó el fuego contenido en la zona prevista? ¿Fue correcta la técnica elegido para la quema? ¿Fueron los costos proporcionados a los beneficios? ¿Qué se podría haber hecho mejor?

Debe hacerse una primera evaluación inmediatamente después de la quema, tal vez la mañana siguiente. Deberá hacerse otra más definitiva durante o después de la primera temporada de crecimiento subsiguiente a la quema.

CONCLUSION

El fuego no es de por sí destructivo ni constructivo; simplemente es causa de cambios. Que estos cambios sean deseables o indeseables depende de su compatibilidad con los objetivos perseguidos. En el sur de los Estados Unidos, los especialistas han aprendido a manipular el tiempo y la intensidad del fuego de modo que provoquen en la fauna y en la flora los cambios que puedan necesitar tanto ellas como la humanidad en general de manera aceptable para el medio ambiente.

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