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Turismo para la conservación, conservación para el turismo

P. Dabrowski

Reflexiones sobre la relación entre turismo natural, conservación del medio ambiente y desarrollo sostenible.

Piotr Dabrowski es vicepresidente de la Sociedad Polaca para el Turismo, con sede en Cracovia.

Nota: Este artículo es una adaptación del original publicado por el Centro Naturopa del Consejo de Europa.

Los términos «conservación de la naturaleza» y «turismo», tal como los entendemos actualmente, se remontan a la primera mitad del siglo XIX y, en gran parte, han recorrido caminos paralelos. Su raíz común fue la ideología del romanticismo con su nueva visión de la naturaleza en su estado salvaje, a la que ya no se consideraba como algo siniestro y repugnante. Por el contrario, la naturaleza no sólo se convirtió en un valor en sí mismo, sino que el deseo de ponerse en contacto con ella también llegó a ser uno de los factores fundamentales del desarrollo turístico.

La actitud hacia los monumentos históricos siguió una evolución parecida. Durante el período del romanticismo la gente, reconociendo el valor de los vestigios del pasado, empezó a organizar museos. El adjetivo «gótico» perdió su significado peyorativo. Al descubrimiento de los monumentos, siguió naturalmente la necesidad de explorarlos, realidad que contribuyó a dar nuevo impulso al desarrollo del turismo.

Se produjo también una reacción positiva: la gente que disfrutaba del turismo a su vez hallaba nuevos intereses culturales y objetos naturales durante sus viajes; documentando las diversas amenazas que se cernían sobre la naturaleza y la cultura, fueron a menudo sus primeros defensores.

En la historia de muchos países de Europa y de América del Norte podemos apreciar numerosos ejemplos de los esfuerzos que han llevado a cabo los miembros de las organizaciones turísticas, individual o colectivamente, con miras a proteger la naturaleza y la herencia cultural.

A finales del siglo XIX comenzaron a aparecer las primeras señales de que el veloz desarrollo de la industria turística, considerada como parte de la economía, podía amenazar la naturaleza y la cultura. En 1913 el profesor Jan Gwalbert Pawlikowski - abogado, alpinista, y uno de los protectores de la naturaleza más activos - escribió en su libro profético Cultura y naturaleza: «Algunas personas, impulsadas por la belleza de la naturaleza, quisieron compartir sus impresiones con los demás. Por esta razón, procuraron facilitar el contacto con ella mediante la construcción de caminos, senderos y refugios. El público dócil comprendió que la naturaleza debía ser bella, porque el espíritu de aquella época exigía que fuera así... Hablando seriamente, el hombre moderno necesita algunas comodidades, de modo que los refugios cedieron el paso a los hoteles, a los que el negocio de abastecimiento de comidas y bebidas alcohólicas brindó su apoyo interesado. ¿No es acaso en el interés de una finalidad superior que el amor a la naturaleza debería contribuir a la riqueza nacional, representada, al menos, por los propietarios de hoteles? Así, en los senderos se colocaron pasamanos y postes con carteles indicadores, los caminos angostos se transformaron en carreteras e, incluso, la habilidad de la ingeniería llegó a hacer milagros: completó la obra de Eróstrato, violando la montaña y llevando el tendido de líneas ferroviarias hasta sus cumbres».

Lamentablemente, el desarrollo sucesivo confirmó la exactitud de este diagnóstico, que no valía sólo para las regiones montañosas. Las décadas siguientes se caracterizaron por el predominio de intereses económicos y consumistas, insensibles ante la devastación del medio ambiente. Una cierta desilusión cundió a finales del decenio de 1960, y al respecto el informe de U'Thant puede considerarse como un momento decisivo para el despertar de la conciencia ecológica a escala mundial. Se empezaron a buscar medios adecuados para conciliar el desarrollo económico con la seguridad ecológica, esfuerzos que, en sentido teórico, se vieron coronados con la formulación de la Estrategia Mundial para la Conservación.

En términos de turismo, este cambio de orientación fue posible gracias a que, junto a la amplia industria del turismo comercial, ha seguido existiendo una fuerte inclinación hacia el turismo natural tradicional, basado en el conocimiento, el regocijo y la satisfacción que producen el contacto con la naturaleza, los monumentos históricos y los pueblos de culturas diferentes; un turismo en el que el esfuerzo físico no se vive como una incomodidad, sino más bien como un motivo de satisfacción, es esa maravillosa sensación que se experimenta al conquistar la cumbre de una montaña, después de muchas horas de escalada. Uno puede vivir la aventura del turismo solo o acompañado, en este último caso, podemos distinguir un aspecto adicional y humano del turismo: la conciencia de una relación más íntima con otra persona y de una profunda emoción común.

Por consiguiente, los principios del ecoturismo no son algo nuevo. Se trata de un retorno a las fuentes y de un redescubrimiento de los valores sepultados por el cemento armado y ahogados por el estrépito de los automóviles.

Ecoturismo y áreas protegidas

Las áreas protegidas son regiones de importante atracción turística que se declaran tales en tres situaciones:

· Cuando las regiones turísticas explotadas muy intensivamente pasan bajo protección. Es el caso típico de los parques nacionales de montaña.

· Cuando una región se convierte en lugar de interés después de haber sido puesta bajo protección. ¿Quién hubiera pensado que enormes pantanos y turberas se convertirían en una atracción hasta que los naturalistas no empezaron a exigir su protección?

· Cuando una región se pone bajo protección, entre otras razones, para proteger su carácter turístico, por ejemplo, de la explotación industrial. Éste es el objetivo que se persigue con la protección de muchos paisajes.

En todos estos casos, si el turismo se transforma en un movimiento a gran escala, tarde o temprano se producirán graves conflictos entre las exigencias de protección y la industria turística.

La comprobación frecuente de la devastación del ambiente natural y cultural que causa el desarrollo dinámico y en gran escala del turismo comercial origina muchas veces una actitud restrictiva o incluso prohibitiva en personas que, profesional o emocionalmente, están relacionadas con la conservación de la naturaleza. Este tipo de actitud se manifiesta en una tendencia cuyo objetivo es alejar el turismo de las áreas protegidas. Por este motivo, se acusa muchas veces a los conservacionistas de la naturaleza de ser fundamentalistas, impedir el progreso y obstaculizar el bienestar de la comunidad local, y querer organizar reservas exclusivas para científicos y/o gente rica. La reacción puede ser una rápida explotación forestal o transformación turística de estos lugares, con el propósito de actuar antes de que se adopten eventuales medidas proteccionistas. Una pesadilla recurrente de los turistas que aman la naturaleza es la de hallar regiones enteras de gran interés convertidas en grandes extensiones destinadas a la recreación, denominadas con elegancia «parques», o cerradas al público porque han sido declaradas reservas estrictas.

Límites de la información sobre el «turismo verde»

Para que el ecoturismo sea una solución o, por lo menos, mitigue los conflictos mencionados anteriormente, se requiere que todas las partes interesadas en este sector muestren buena voluntad y dispongan de información precisa, especialmente las instituciones para la conservación de la naturaleza, las comunidades locales y los organizadores del turismo comercial. Todas deberían conocer la utilidad del ecoturismo, sus virtudes, sus desventajas y sus posibles limitaciones.

Los conservacionistas deberían ser conscientes de que es imposible e inoportuno erradicar el turismo. Imposible porque la presión y las expectativas son demasiado grandes; e inoportuno porque un turismo bien conceptualizado ofrece a la gente valores importantes, y podría ser la mejor forma de educación ambiental.

Las autoridades responsables de la conservación de la naturaleza deberían tener en cuenta el turismo al tomar decisiones sobre el plan de administración de un área determinada. Resultan decisivas a este respecto las reglas para el uso sostenible del turismo y los cálculos adecuados sobre la densidad turística que una región determinada puede soportar. Éste no es un desafío cualquiera, sino que implica la realización de estudios en gran escala acerca del medio ambiente, la economía y la composición social. No basta calcular el umbral de tolerancia del medio ambiente. Por definición, el ecoturismo, de un lado, no debería devastar el ambiente cultural, y, del otro, debería brindar las satisfacciones y los beneficios esperados a todas las partes interesadas.

Sólo cuando se especifican todas estas limitaciones básicas y el propósito de conservación resulta claro, puede proyectarse una intervención de política. Este procedimiento no debería ser únicamente de carácter administrativo, sino que debería contar con la colaboración de todas las personas interesadas. Es preciso informar a las comunidades locales y a los turistas, de modo apropiado y convincente, sobre las limitaciones necesarias.

El ecoturismo depende esencialmente de la actitud de las comunidades locales. Con frecuencia las áreas atractivas por sus cualidades naturales y turísticas son pobres en comparación con otras del mismo país. De aquí que las autoridades locales acepten con placer la posibilidad de afluencia de capitales y de nuevas inversiones mediante el turismo, incluso sin hacer caso de sus graves consecuencias para el medio ambiente y la cultura local. En todos los países podemos hallar ejemplos de este tipo. Un caso típico sucedió hace unos años en la región de los lagos Masurian, en el este de Polonia. Un empresario europeo occidental quería construir un hotel en una península virgen del gran lago polaco Shiardwy. Las autoridades locales, tentadas por los beneficios económicos previstos, aceptaron con interés dicha oferta, a pesar de que la península y todo el lago formaban parte de un parque. La población local se opuso a esa decisión, lo que provocó la intervención de las autoridades centrales polacas. La controvertida inversión fue impedida, pero hasta ahora nadie ha elaborado o sugerido una alternativa de desarrollo positivo.

Educación e información

¿Cómo podrían las organizaciones turísticas sin fines de lucro y los administradores de las áreas protegidas controlar las perspectivas atractivas de desarrollo en armonía con el medio ambiente que ofrece el turismo sostenible?

Desde luego, habría que comenzar por la educación ambiental. Sin un conocimiento básico de los procesos ambientales, no pueden comprenderse los objetivos del turismo verde. Esta forma de desarrollo no promete una expansión rápida de las inversiones o un crecimiento económico veloz, pero permite a largo plazo una mejora significativa de la situación económica, sin destruir el paisaje, la cultura local, la arquitectura o la agricultura. Cuando se trata de conservación y mejora del medio ambiente, el ecoturismo es garantía de un aprovechamiento sostenible de los recursos naturales.

Es obvio que por sí solas las actividades de educación e información son insuficientes. A menudo las autoridades locales carecen de los recursos y la habilidad organizativa necesarios para tomar las iniciativas que se requieren para impulsar el turismo sostenible. Necesitan asesoramiento, actividades de fomento y ayuda organizativa, sobre todo en cuanto a directrices, porque nada puede persuadir más que un buen ejemplo.

Las organizaciones turísticas (por ejemplo, los clubes y las organizaciones ambientales no gubernamentales) y los administradores de las áreas protegidas, ya sea que cuenten con una tradición de cien años o hayan surgido sólo en la década de 1970, pueden contribuir al desarrollo del ecoturismo de diferentes maneras:

· Las organizaciones no gubernamentales representan los intereses que tienen los turistas en la gestión de la conservación de la naturaleza. También proporcionan información sobre el turismo verde a sus miembros y cooperan en proyectos de desarrollo.

· Un papel parecido pueden desempeñar las organizaciones turísticas con miras a sensibilizar las comunidades locales. Ante todo, pueden mostrar las ventajas del turismo sostenible y de los métodos para coordinar actividades apropiadas. La mejor ayuda consiste en cooperar con la comunidad local, por ejemplo, desarrollando y promoviendo centros de información turística en una región determinada. En esta etapa inicial las organizaciones turísticas también pueden preparar excursiones y vacaciones en su región e investigar la posibilidad de crear puestos de trabajo locales: organizadores, guías, expertos en temas relacionados con la naturaleza, etc., quienes podrían elaborar y coordinar proyectos apropiados.

· El turismo sostenible no podrá desarrollarse si no satisface determinados criterios económicos; es decir, debe ser rentable. A este respecto, las organizaciones turísticas prestan su ayuda creando la demanda, y estableciendo empresas privadas, como por ejemplo oficinas turísticas locales. El ecoturismo podría orientarse especialmente hacia los operadores en pequeña escala, porque este tipo de «producto» requiere una preparación cuidadosa y una realización impecable. Cada viaje es diferente y reviste un carácter singular. En esto consiste el trabajo, no en el envío de nutridos grupos de turistas a hoteles lujosos. No cabe duda de que el turismo sostenible es más costoso que el turismo masivo; sin embargo, ahora que la gente va tomando cada vez mayor conciencia de la ecología, está más dispuesta a pagar un poco más por una mejor calidad del producto, como por ejemplo, una relajación saludable, activa e inteligente que les haga sentir que están preservando la naturaleza y contribuyendo a su conservación.

· Las organizaciones turísticas deberían promover la comprensión y el respecto del medio ambiente entre sus miembros, advirtiendo que el turismo sostenible tiene sus límites. Tienen que respetar, sobre todo, la capacidad de acoger turistas de un área determinada, de forma que no se exceda el umbral de tolerancia ecológica. Sería mucho mejor que se respetaran estas restricciones por una autolimitación de los propios turistas, en lugar de que lo hagan las autoridades mediante disposiciones administrativas.

· Muchas organizaciones sin fines de lucro disponen de amplios contactos internacionales, que también pueden utilizarse con provecho a fin de desarrollar el turismo verde. Por una parte, pueden colaborar en la divulgación de información en los países en que el turismo sostenible ano no es muy popular, y, por otra, pueden promover internacionalmente las regiones donde el ecoturismo está bien desarrollado.

CONCLUSION

El turismo constituye actualmente un sector importante de la economía mundial. Seguramente es menos perjudicial para el medio ambiente que, por ejemplo, la industria de guerra, pero no deja de plantear una serie de problemas. El turismo sostenible puede contribuir, hasta cierto punto, a la solución de estos problemas. Sin embargo, para aprovechar esta oportunidad, hay que eliminar diversos obstáculos, entre ellos los que surgen a causa de malentendidos y falta de información.

Este artículo ha tratado de indicar algunas de las potencialidades y exigencias de este sector, con la esperanza de poder contribuir a nuevas investigaciones, contactos y cooperación a nivel internacional. Los esfuerzos en este terreno deberían basarse en la comprensión de que la conservación es condición indispensable para el turismo sostenible. El turismo que respeta las reglas del desarrollo sostenible ofrece perspectivas para una acción eficaz en el ámbito de la conservación de nuestra herencia común.


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