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Reflexiones


Börje K. Steenberg

C. Hollis Murray

Louis Huguet

S. Dennis Richardson

Timothy Peck

J.E.M. Arnold

Oscar Fugalli

Stanley L. Pringle

Alf Leslie

Josef Swiderski

Gumersindo Borgo

Michel Khouzami

Börje K. Steenberg


Según consta en su Constitución, dos de los cometidos de la FAO son la conservación de los recursos naturales y el perfeccionamiento de los métodos de producción. Si se redactara ahora, probablemente se incluiría en el texto el término sostenibilidad.

En los primeros tiempos de la FAO, la reconstrucción del mundo desgarrado por la guerra exigía disponer de madera y la actuación de la FAO se centraba en el aprovechamiento de los bosques y la conservación de la madera. Pero los intereses del ser humano evolucionan, así como el conjunto de valores que determina sus necesidades. Lo mismo ocurre con respecto a los usos a los que se destinan los bosques.

Los usos a los que se destinan los bosques son sumamente variados y el predominio de unos u otros depende de la importancia relativa de los elementos que constituyen el sistema de valores del momento. Digo del momento porque los valores forestales son enormemente cambiantes. La nómina de valores forestales es cada vez más larga e incluye valores materiales, económicos, protectores, espirituales, éticos y culturales.

La longevidad de los árboles exige que los componentes esenciales de una política forestal sean aceptables hoy y también en el futuro. Sólo así las inversiones destinadas a la urgente tarea de conservar y regenerar los bosques estarán más en consonancia con las necesidades.


Börje K. Steenberg, de nacionalidad sueca, ingresó en la FAO como Director de Montes y posteriormente fue designado Subdirector General del Departamento de Montes al crearse el Departamento en 1970. Abandonó la FAO en 1974 y en la actualidad reside en Estocolmo.

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C. Hollis Murray


A finales de los años sesenta y comienzo de los setenta la Dirección de Montes (que pasó a ser el Departamento de Montes en 1970) desplegó un gran esfuerzo para ayudar a los Estados Miembros a identificar y evaluar el potencial de sus recursos forestales. Prestaba asesoramiento y apoyo para el desarrollo de industrias primarias. Ya en esa época se prestaba gran atención al fortalecimiento de las capacidades nacionales (aunque la expresión no se había acuñado todavía) mediante el establecimiento de instituciones de capacitación a todos los niveles.

En los años setenta, el nuevo Departamento de Montes inició una serie de proyectos de inventariación forestal para determinar las posibilidades de aprovechamiento de los bosques y para identificar aquellas zonas en las que era necesario adoptar medidas de preservación/conservación. Junto a las actividades de inventariación y evaluación aumentó la necesidad de prestar asesoramiento y asistencia a los países, no sólo para determinar la cuantía de sus recursos sino la forma de aprovecharlos en la consecución del desarrollo.

Se pidió a la Organización que asesorara y guiara a los gobiernos en sus negociaciones con las empresas multinacionales, dado que la mayor parte de los países en desarrollo no estaban preparados para tratar con esos poderosos gigantes industriales. En algunos sectores cundió la preocupación de que la Organización pudiera comprometer su neutralidad entrando en conflicto con los intereses de una empresa influyente de un importante Estado Miembro. Pero hay que decir que no se planteó ningún conflicto cuando la Organización prestó asistencia a los gobiernos en algunas negociaciones delicadas.

Estuve apartado del Departamento de Montes desde finales de 1973 hasta comienzos de 1989, por lo cual no quisiera tener que explayarme sobre ese período. En los años en que desempeñé el cargo de Subdirector General (de 1989 a 1994) aumentó extraordinariamente el interés internacional por los temas forestales. Se estaba ejecutando el Programa de Acción Forestal Tropical, que suscitaba el interés de los ecologistas y de las organizaciones no gubernamentales, que lo examinaban con gran atención. El debate sobre la función de los bosques y del sector forestal en el proceso preparatorio de la CNUMAD subió de tono y la cuestión del desarrollo forestal sostenible acabó por dominar la Cumbre de Rio.

De cara al futuro, la FAO sigue detentando una posición de primacía indiscutible, a pesar de que han aparecido otras organizaciones que se interesan por el sector forestal. En efecto, la FAO es la única organización internacional que cuenta con un acervo amplio de conocimientos especializados. En el transcurso de los años ha acumulado una base de información técnica sobre los bosques y las cuestiones forestales que no admite parangón y su facilidad de acceso a los gobiernos le otorga una ventaja comparativa en muchos aspectos. Goza también de una posición de privilegio para elaborar enfoques interdisciplinarios en los ámbitos de la silvicultura y de la utilización de la tierra porque la Organización abarca todas las disciplinas relacionadas, la agricultura, la pesca y los aspectos globales del desarrollo económico y social del mundo rural.

En el período posterior a la CNUMAD es de la mayor importancia avanzar hacia la ordenación sostenible de los bosques del mundo, tanto de la zona boreal y templada como de la subtropical y tropical, y preparar el terreno para una ulterior evolución o transformación de los Principios Forestales en un acuerdo universal jurídicamente vinculante que pueda aplicarse a todos los bosques. En la realización de todas estas importantes actividades, el Departamento de Montes debe mostrarse dispuesto a cooperar estrechamente con otras organizaciones internacionales, privadas, del ámbito universitario y ONG que se ocupan activamente de las cuestiones forestales y ambientales. Debe establecer asociaciones y reconocer los aspectos positivos de cada uno de los asociados.

Finalmente, la FAO debe hacer cuanto esté en su mano para crear y fortalecer la capacidad de los países y de sus instituciones para ordenar y conservar a sus recursos forestales de manera sostenible.


C. Hollis Murray se integró en el Servicio de Política Forestal en 1968. Posteriormente, fue oficial de operaciones de proyectos para la región de América Latina y el Caribe y luego pasó a formar parte de la Dirección de Recursos Forestales. Después de trabajar durante un período fuera de la Organización y, a continuación, en la Oficina del Director General de la FAO, el Sr. Murray fue nombrado Subdirector General del Departamento de Montes en 1989, cargo que desempeñó hasta su jubilación en 1994.

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Louis Huguet


Según uno sea pesimista u optimista por naturaleza considera que un vaso que contiene agua est medio vacío o medio lleno. La misma divergencia se plantea, en estos años conclusivos del siglo XX, con respecto a los bosques mundiales. Los afirman que los bosques nunca han estado mejor, aunque reconocen que hay algunos problemas que deben ser resueltos, problemas cuya gravedad minimizan y que consideran transitorios. En cambio, los sostienen que los bosques est n condenados, en el mejor de los casos a la degradación y, en el peor, a desaparecer completamente. Mi actitud es de , de que la comunidad internacional, enfrentada a un peligro que no negamos, no debe abandonar la esperanza sino reaccionar porque nunca es seguro que sobrevenga lo peor.

Los países en desarrollo sufren una presión excesiva de la población rural, cada vez más numerosa, presión que necesariamente da lugar a la destrucción de los bosques, al igual que ocurrió no hace tanto tiempo en los llamados países desarrollados. Con todo, esos mismos desafíos se plantearon en los países desarrollados cuando estaban inmersos en el proceso de desarrollo. Además, en los países desarrollados las tecnologías mejoradas y las técnicas necesarias para su transferencia están mucho más avanzadas ahora que en la época de la . Este hecho podría compensar la complejidad de los desafíos actuales, siempre que los países desarrollados y en desarrollo avancen conjuntamente y puedan disponer de los recursos necesarios.

La FAO, que abarca todas las actividades fundamentales del desarrollo rural (la agricultura, la ganadería, la silvicultura y la pesca) cuenta con todos los elementos necesarios para promover y coordinar la que es necesario llevar a cabo en los países en desarrollo para garantizar la conservación de los bosques o de una parte de los mismos.

Finalizaré con unas palabras del Candide de Voltaire, que concluye la obra diciendo:

"Todo esto está muy bien, pero ahora debemos cuidar nuestro jardín"
(esto es, ocuparnos de nuestros asuntos).


Louis Huguet, de nacionalidad francesa, desempeñó diversos cargos en la FAO, tanto en el campo como en la Sede, durante m s de 30 años y fue Director de Recursos Forestales desde 1977 hasta su jubilación en 1980. Desde entonces, es consultor independiente.

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S. Dennis Richardson


A punto de cumplir, como Unasylva, los 50 años de actividad profesional en el campo de la silvicultura (en los sectores del aserrado, la ordenación forestal, la educación, la investigación y, sobre todo, la política forestal) me sorprende descubrir que es más fácil mirar hacia adelante que hacia atrás.

A lo largo de estos años se han registrado muchos cambios y ha habido muchas cuestiones importantes. Sorprendentemente, tal vez, las que exigen una mayor reflexión no son de carácter técnico. Es cierto que en muchas de ellas influye la tecnología pero en mi catálogo personal de cuestiones transcendentales de los últimos 50 años (así como los desafíos que se plantean para el próximo medio siglo) ocupa un lugar más importante la percepción cambiante de los objetivos de la silvicultura y sus dimensiones socioeconómicas y políticas.

El interés cada vez mayor que suscitan a escala mundial los temas forestales se explica por el aumento de la conciencia ecológica y (lo que tal vez es más importante) por la publicidad inmediata que la tecnología electrónica moderna da a los aspectos conflictivos en relación con los recursos naturales. A la nueva glasnost se ha sumado la ruptura de la soberanía en las cuestiones ambientales, en el espacio, en alta mar y, cada vez más, en tierra firme. Los monitores de teledetección (y los activistas de los movimientos ecologistas) no reconocen fronteras nacionales. Los temas se han globalizado y el número de personas interesadas se ha multiplicado.

Otros cambios son de carácter político: el reconocimiento creciente de economías múltiples y el paso de la planificación impuesta a la planificación orientada y a la privatización, así como la búsqueda de fórmulas institucionales y administrativas novedosas.

La transparencia de los problemas debe ir acompañada de la transparencia de las soluciones. Tengo la convicción de que el mayor desafío en el ámbito de la conservación no es la orientación sexual de los pandas gigantes, ni las lechuzas moteadas, ni siquiera la diversidad biológica, sino el aumento de la fertilidad del suelo para alcanzar el desarrollo sostenible en un mundo que se resiste a aceptar los conceptos económicos del crecimiento permanente.

Existe una distinción entre la formación de las políticas y su formulación; la primera es un proceso político en el que los especialistas forestales no pueden contribuir más que las masas de población que se verán afectadas por las políticas; en cambio, la formulación de las políticas es un proceso especializado que exige aptitud de parte de los planificadores, economistas, sociólogos, abogados y profesionales de las ciencias forestales. La principal tarea de los especialistas forestales es la aplicación de las decisiones. Han sido preparados para ello y, además, en el transcurso del tiempo han adquirido una madurez que les permite reconocer sus limitaciones y la necesidad de buscar la cooperación de otras personas interesadas y de otras disciplinas. La resistencia a aceptar la participación de este núcleo más amplio y la tendencia a escuchar únicamente a los más vociferantes y a los que detentan el poder político sólo puede dar lugar a una imagen distorsionada sin perspectiva.

Posiblemente, John Maynard Keynes es el economista más influyente de este siglo. Su observación de que "a la larga todos moriremos" resume la esencia de la economía neoclásica y las limitaciones de los horizontes a corto plazo. Cuando se debaten los aspectos económicos de la ordenación forestal sostenible y, en particular, la ordenación comunitaria de los bosques naturales, los problemas surgen de nuestra preocupación por las cuestiones inmediatas. Dentro de esos parámetros la sostenibilidad es una estupidez económica. Pero poco a poco se empieza a aceptar la necesidad de adoptar un enfoque holístico que contemple la ecología, la economía y la ética como parte de un todo -un círculo interconectado- que en este momento no parece estar acabado.

En un artículo reciente, Fri planteaba tres interrogantes:

"¿Es más fácil conseguir el desarrollo sostenible en un conjunto dado de instituciones políticas y económicas que en otro?"; "¿deben integrarse los valores en los que se sustenta el desarrollo sostenible en los sistemas éticos dominantes?"; y, por último, "si la respuesta a estas preguntas es afirmativa, ¿estamos dispuestos a aceptar los resultados?".
Concluye afirmando que el escenario político, económico y ético en el que se trata de conseguir la sostenibilidad (incluida la silvicultura sostenible) determinará el éxito o el fracaso.

Otra publicación fundamental en este debate es la titulada "Revisionist view of tropical deforestation and development", de Michael Dove (1993). Dove comienza con una parábola de Kalimantan, que relata que el descubrimiento de un diamante puede acarrear la desgracia a un pobre minero. Luego afirma que la parábola puede aplicarse, de forma más general, al desarrollo de los recursos en los bosques tropicales y que el principal desafío no consiste en ofrecer nuevas oportunidades de desarrollo a las poblaciones que dependen de los bosques sino en aprovechar mejor las existentes. Otros estudios de casos demuestran la predisposición de las fuerzas políticas y económicas de la sociedad a aprovechar satisfactoriamente los recursos de los bosques tropicales. La solución de los problemas de conservación de los bosques tropicales no puede comenzar por la búsqueda de recursos que los habitantes de los bosques ya no poseen sino identificando y modificando las fuerzas institucionales que limitan la propiedad de los habitantes de los bosques y el uso productivo de los recursos existentes.

Fri, R.W.1992. Questions that seem important. Resources, (Spring 1992) 107: 1-5.


S. Dennis Richardson,, de nacionalidad neozelandesa, ha ocupado numerosos puestos de responsabilidad en el curso de una carrera de casi 50 años, entre ellos los de Director del Instituto de Investigación Forestal de Nueva Zelandia, titular de la Cátedra de Ciencias Forestales en la Universidad de Gales, Especialista forestal superior para el Banco Asiático de Desarrollo y Director del Consejo Forestal de Nueva Zelandia.

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Timothy Peck


Algo que me llamó enseguida la atención cuando pasé a formar parte de la Secretaría de la FAO/CEPE en Ginebra en 1959 fue el espíritu de camaradería y el deseo de cooperar que reinaban entre los numerosos delegados y expertos que participaban en las reuniones y en otras actividades. En parte ello podía deberse, como afirman festivamente los técnicos forestales, a la fraternidad natural que existe entre el personal forestal del mundo entero, pero también puede explicarse por el hecho de que al sector forestal no se le atribuía una gran importancia política y por eso no suscitaba tensiones entre los países. Aunque ahora tanto la opinión pública como los políticos conceden mucha más atención a los bosques y al sector forestal, cabe esperar que continúe el espíritu de cooperación que existía en otro tiempo.

Hasta los años setenta, el interés predominante en el sector forestal en gran parte de Europa era, si no en la teoría sí al menos en la práctica, la producción de madera. Pero otros aspectos comenzaron a cobrar cada vez mayor importancia. Satisfechas en buena medida sus necesidades materiales, la acomodada población europea, cada vez más urbanizada, comenzó a pensar en obtener otros beneficios de los bosques, relacionados sobre todo con el esparcimiento y la conservación de la naturaleza, y al mismo tiempo cobró cada vez mayor conciencia de la necesidad de proteger el medio ambiente.

Más recientemente, los técnicos forestales europeos, que creían haber hecho una buena labor como administradores del patrimonio forestal, empezaron a ser criticados por prestar excesiva importancia a la producción de madera en detrimento de otras funciones de los bosques. Los especialistas forestales, aunque dotados de una gran competencia técnica, se sentían perdidos cuando debían entablar un diálogo con el público y justificar sus actuaciones. Comprendieron también que carecían de la información necesaria para sostener un debate de esas características y para adaptar las prácticas forestales, en caso necesario, a la utilización polivalente de los bosques. Es cierto, sin embargo, que en los últimos años se ha procurado utilizar prácticas y equipos forestales más respetuosos con el medio ambiente y que los temas forestales han merecido cada vez mayor atención en las altas esferas políticas, particularmente en las conferencias ministeriales sobre la protección de bosques en Europa, la primera de las cuales se celebró en Estrasburgo, en 1990, y la segunda en Helsinki, en 1993.

En los años noventa, la silvicultura europea se enfrenta a un cúmulo de nuevas presiones y desafíos que pueden hacer que en el siglo XXI tenga características muy diferentes de las que tiene en la actualidad. Uno de los cambios posibles (para bien o para mal) puede ser la pérdida de influencia de los especialistas forestales en la formulación de políticas y en la adopción de decisiones que afectan al sector forestal. Las actividades forestales se integrarán cada vez más con otros aspectos, como la planificación global de los recursos y de la tierra, el desarrollo rural y la protección del medio ambiente, y una serie de personas ajenas al sector forestal influirán más decisivamente en su evolución. En conjunto, éste es un período fascinante para quienes están involucrados en el proceso de cambio. A veces desearía encontrarme al comienzo de mi carrera para intervenir en estos acontecimientos apasionantes. Sin embargo, tras un momento de reflexión reconozco que el protagonismo debe corresponder a la próxima generación. Debo limitarme a desearles suerte y a mostrarme como un espectador profundamente interesado.


Timothy Peck, de nacionalidad británica, perteneció a la División Mixta FAO/CEPE de la Agricultura y la Madera, con sede en Ginebra, desde 1959 hasta 1993. En 1978 fue nombrado Jefe de la Sección de la Madera y en 1989 Director de la División. Actualmente vive en Vaud, Francia, y es Presidente de la Junta del Instituto Forestal Europeo y Asesor Regional de las Naciones Unidas sobre silvicultura e industrias forestales para los países de Europa central y oriental con economías en transición.

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J.E.M. Arnold


Cuando comencé a trabajar como economista forestal al finalizar la década de los cincuenta, el aspecto al que se daba mayor importancia en el ámbito del desarrollo era la creación de un sector industrial moderno. Se consideraba que la industrialización permitiría acumular rápidamente el excedente de capital necesario para mantener y diversificar el crecimiento. En esta óptica, el sector agrícola quedaba relegado a una función de apoyo. Se daba por supuesto que la riqueza que se estaba creando en el sector urbano alcanzaría también a la población rural.

En el proceso de consecución del desarrollo mediante el crecimiento industrial se atribuía un papel importante a las industrias forestales. Sus productos eran ampliamente utilizados en todo el sector moderno de la economía y suministraban insumos a otras industrias, a cuyo crecimiento podía contribuir la presencia de industrias forestales. Por otra parte, los mercados internacionales de productos forestales ofrecían la posibilidad de obtener ingresos en divisas.

Mediada la década de los setenta, era de todo punto evidente que una estrategia del desarrollo basada únicamente en la industria tenía graves limitaciones y que era una auténtica locura descuidar la agricultura. Hubo de reconocerse no sólo que era imprescindible fomentar la agricultura sino también que sería imposible mantener el crecimiento económico en tanto una parte sustancial de la sociedad continuara sumida en la pobreza. Por consiguiente, las teorías sobre el desarrollo comenzaron a conceder mayor importancia al sector rural: al desarrollo rural, a la agricultura y a la satisfacción de las "necesidades elementales de los pobres".

Fue esta mayor atención a la agricultura y a la economía rural el factor que más contribuyó en los años setenta a aumentar la conciencia de que la población rural dependía de los bosques y los árboles para satisfacer algunas de sus necesidades fundamentales. Una serie de iniciativas de ámbito nacional e internacional pusieron en marcha nuevos programas, políticas y legislación que modificaron materialmente el sector forestal en muchos países.

Este cambio esencial se ha llevado a cabo en buena medida a través de un proceso de aprendizaje basado en la prueba y el error. A menudo, la producción y utilización local de bienes y servicios forestales se inscribían en sistemas sociales y de recursos complejos, en el seno de los cuales la mayor parte de los factores que influyen en nuestra capacidad de aportar soluciones en el sector forestal son ajenos al mismo.

La permanente evolución de las teorías y prioridades del desarrollo registrada en los años ochenta y noventa ha hecho más difícil saber cuál ha de ser la respuesta del sector forestal. En el concepto actual de seguridad alimentaria los bosques juegan un papel más importante para satisfacer las necesidades de la población que en los planteamientos anteriores. El proceso de ajuste estructural y la insistencia en la descentralización, la desregulación y la privatización de los servicios estatales que conlleva inciden decisivamente en el marco institucional tradicional del sector forestal. Y el concepto de desarrollo sostenible introduce un factor adicional en el debate sobre la silvicultura y el desarrollo.

Todo ello lleva a veces a plantear al sector forestal exigencias que no son congruentes o compatibles entre sí. La adaptación del sector forestal a esas exigencias y a otras de carácter más general en los ámbitos de la política y del desarrollo sigue constituyendo un reto formidable. Aunque la respuesta a las demandas cambiantes de los últimos decenios ha sido bastante satisfactoria no se ha progresado en la misma medida en el proceso de plasmar las enseñanzas derivadas de esos cambios en teorías y medidas concretas que sustituyan a las que han quedado desfasadas. No quiere ello decir que en el sector forestal no pueden adoptarse iniciativas para responder a las necesidades y oportunidades actuales hasta que se haya actualizado la base de conocimientos. Pero continuar avanzando sin haber documentado y asimilado adecuadamente las enseñanzas del pasado entraña riesgos indudables. Es necesario que exista un equilibrio entre el hacer y el aprender.


J.E. Michael Arnold,estuvo en la FAO desde 1964 hasta 1986; fue el primer Director del Programa FAO/ASDI sobre la contribución forestal al desarrollo de las comunidades locales y luego jefe del Servicio de Políticas y Planificación Forestales. En la actualidad pertenece al Oxford Forestry Institute.

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Oscar Fugalli


Cuando se acuñó la expresión "ordenación sostenible" se produjo una explosión de júbilo casi universal y muchos pensaron que a partir de entonces ya se sabía qué era lo que había que hacer y cómo hacerlo, que se había conseguido la clave para solucionar el problema; era necesario sostener la productividad de la tierra porque así el desarrollo sería sostenible y permitiría conseguir una sociedad sostenible. Fue una sorpresa memorable para todo el mundo excepto para los técnicos forestales que conocían bien ese tema (pero que no habían podido o no habían querido difundirlo). La capacidad de autosostenerse, de sostener a los demás y a la sociedad en su conjunto es el concepto predominante en estos momentos. De todos los usuarios de tierras, el usuario de los bosques era el único que sostenía, e incluso tal vez aumentaba, a perpetuidad la productividad de la tierra que le había sido confiada. ¿Acaso el agricultor, el pastor, el cazador y el minero se preocupaban en la misma medida?

Hay que afirmar con rotundidad que la visión tradicional del técnico forestal se reducía al componente forestal de los ecosistemas forestales, de cuya existencia tal vez nunca había tenido conciencia. Pero las condiciones generales del medio ambiente serían ahora mucho mejores si los dirigentes políticos de todos los países hubieran dotado a los técnicos forestales de los recursos y el apoyo necesarios para concebir y ejecutar planes de trabajo encaminados a la obtención de un rendimiento sostenido en el componente forestal de los ecosistemas terrestres. Pero durante décadas, e incluso siglos, no se ha apreciado el valor y las repercusiones de la labor del técnico forestal. ¿Ha habido incapacidad de comunicación por su parte o acaso no se le ha querido escuchar?

Parece que de cuantos utilizan la tierra, la mayor parte de ellos con muy escasa o ninguna tradición por lo que respecta a la sostenibilidad, el especialista forestal es el único que debe defender o justificar su trabajo.

Es de lamentar que la generación de especialistas forestales a la que pertenezco no haya sabido apreciar plenamente la fuerza de la "marea verde" que se avecinaba. Esos especialistas forestales, solos en primera línea, se vieron barridos por la ola para quedar de nuevo solos ... pero detrás.

A los especialistas forestales de la generación actual hay que decirles que deben sentirse orgullosos de su trabajo y del trabajo de sus predecesores. La ordenación forestal sostenida no es muy diferente de la ordenación forestal sostenible. Es, tan sólo, un concepto más limitado pero la diferencia es sólo marginal. El concepto básico, que siempre hemos conocido pero que otros ignoraban o decidieron ignorar, es similar, si no idéntico. Es necesario dejar de estar a la defensiva y participar intensamente en la lucha por mejorar el medio ambiente y la calidad de la vida para la sociedad.

Otra observación puede hacerse al futuro especialista forestal, a quien está considerando si debe o no dedicarse a la carrera forestal. Todavía creo que esta profesión merece la pena, que puede dar satisfacciones profesionales y de otro tipo. Pero para que estén mejor preparados a afrontar a los numerosos y diversos representantes de los numerosos y diversos intereses existentes, les recomendaría que consiguieran primero un título en ciencias forestales, luego una especialización en relaciones públicas y finalmente otra en psicopatología.


Oscar Fugalli,, de nacionalidad italiana, perteneció a la FAO desde 1951 hasta 1982. Luego fue Director del Programa Especial de la IUFRO para los países en desarrollo. En la actualidad, divide su tiempo entre Roma y Viena, donde se encuentra la sede de la IUFRO.

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Stanley L. Pringle


Mi colaboración con la FAO comenzó en 1959 en Africa oriental, cuando Kenya, Uganda y lo que entonces se llamaba Tanganica estaban unidos en una federación administrada por la Alta Comisión del Africa Oriental. Se me encomendó la tarea de estudiar la demanda de madera en los tres países, evaluando la situación del momento y las perspectivas de futuro. La decisión de realizar ese estudio se adoptó en el marco del Programa Ampliado de Asistencia Técnica, precursor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. El proyecto preparó una serie de técnicas de muestreo para calcular la utilización de productos de la madera importados o que no se elaboraban en las f bricas nacionales, así como el volumen de madera utilizado para cocinar y calentarse.

Mientras realizaba el trabajo de campo, la mañana del día de Año Nuevo de 1960, en el momento en que salía el sol en la llanura seca y yerma del centro de la provincia de Karamoja, en la zona nororiental de Uganda, contemplé una imagen que nunca se borrar de mi memoria. Un karamojano alto y completamente desnudo caminaba descalzo por la llanura con una carga de leña sobre la cabeza. No era posible precisar la distancia que había recorrido ni la que le quedaba por recorrer, pero sin duda era enorme pues no se apreciaba a simple vista ninguna construcción ni formación forestal alguna de la que pudiera proceder la madera. En ese momento comprendí con toda claridad el valor que tienen los productos madereros en esa región del mundo. En los estudios sobre el consumo de madera que realizamos posteriormente se señalaba que la población que vivía en esas zonas se encontraba en una situación crítica.

Poco antes de abandonar la FAO, en 1981, recibí una llamada telefónica desde Londres, de un periodista que buscaba información para escribir un artículo impactante sobre la demanda de madera o la mala utilización de los bosques. Le indiqué que podía escribir sobre el problema de la leña pero me respondió: "!Oh, ese tema ya lo tratamos el año pasado!".

Durante los más de veinte años que permanecí en la FAO, mi trabajo consistió en realizar estudios "de tendencias y perspectivas". El contenido esencial de esos estudios eran las proyecciones de la oferta y la demanda de productos forestales, incluida la parte que procedía del comercio. Aunque algunos usuarios tomaban esos estudios como predicciones del futuro, en realidad pretendían señalar los desequilibrios y las medidas que podían adoptarse para corregirlos de manera adecuada.

Aspiro a ser merecedor de un pequeño reconocimiento por mi participación en un proceso relevante en el sector forestal internacional. A finales de 1960, la FAO y la UNCTAD mantuvieron una serie de reuniones conjuntas, en las que actuaba como cosecretario, en el transcurso de las cuales sugerí que los países en desarrollo exportadores de madera tropical constituyeran un organismo de la madera tropical para fomentar el comercio de madera tropical, particularmente de las especies menos conocidas, y para conseguir y poner a disposición de los Estados Miembros información sobre el mercado que pudiera ser útil para el desarrollo de la actividad comercial. Se elaboró una propuesta de proyecto que no llegó a hacerse efectiva, entre cosas, por la preocupación de algunos países industrializados de que dicho organismo pudiera llegar a monopolizar la exportación, y por la falta de apoyo financiero. Mucho después, cuando comenzaron a reducirse los suministros de madera tropical y aumentaron los precios, algunos países consumidores industrializados mostraron su disposición a sumarse a una iniciativa de la UNCTAD, apoyada técnicamente por la FAO. El proceso se inició con la celebración de numerosas reuniones preparatorias y desembocó en un acuerdo sobre la madera tropical y en la creación de la Organización Internacional de las Maderas Tropicales.


Stanley L. Pringle,, de nacionalidad canadiense, trabajó en la FAO desde 1969 hasta 1980, año en que se jubiló como Director del Servicio de Políticas y Planificación. En la actualidad es consultor internacional sobre temas forestales y vive en Columbia Británica.

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Alf Leslie


Tres son las condiciones fundamentales que deben cumplirse para que las industrias forestales contribuyan al desarrollo. La primera es que la transformación de la madera en rollo se lleve a cabo en el país de origen. Cuanto más lejos lleguen las actividades de transformación en el proceso de producción tanto mejor. En segundo lugar, los trabajadores no deben ser inmigrantes sino nacionales del país. La tercera condición es que la explotación y ordenación de los bosques prevea la reposición adecuada y suficiente de las masas forestales con objeto de preservar el suministro de materia prima.

En varios casos, bien documentados, en los que se han cumplido esas condiciones, se ha demostrado la exactitud de la tesis que con tanta elocuencia formuló Jack Westoby en 1962, según la cual las industrias forestales pueden ser un poderoso instrumento para afrontar los problemas del subdesarrollo económico y social [NdR: ver Unasylva, 16(67): 168-201]. Sin embargo, lo cierto es que en la mayor parte de los bosques tropicales se han ignorado por completo esos requisitos, con unos resultados que están aún mejor documentados. Esto ha llevado a condenar la tesis, incluso por parte del propio Westoby, en lugar de condenar las prácticas inadecuadas.

Hay dos hechos incontrovertibles que deben afrontarse en relación con la conservación de los bosques tropicales, a la que se ha incorporado ahora la cuestión del desarrollo. El primero es que, pese a que el mundo trata de ignorarlo en un alarde de hipocresía, la conservación depende, sobre todo, de que se ofrezca otro medio de vida, garantizado y permanente, a los centenares de millones de personas que en sus actuales condiciones no tienen más alternativa que continuar la tala de los bosques para plantar cultivos alimentarios. El segundo es que, pese a las afirmaciones en contrario, la industrialización forestal es uno de los pocos medios que puede permitir conseguir ese objetivo en la escala y la continuidad necesarias. En efecto, la ordenación y utilización, con un rendimiento sostenido, de los bosques tropicales para la obtención de madera industrial es una condición necesaria para su conservación.

El paso del concepto de rendimiento sostenido al sistema más amplio y más exigente de la ordenación sostenible, en el marco de la CNUMAD, añade un nuevo requisito a los tres que se acaban de señalar. La extracción de madera para fines industriales ha de realizarse de tal forma que no inflija daños permanentes e irreversibles a los ecosistemas forestales, al medio ambiente y al entorno social y ecológico que depende de ellos. Es necesario aceptar que el cumplimiento de ese requisito entrañará un costo adicional importante, mayor tal vez del que pueden soportar, en su condición actual, las industrias forestales de los trópicos. ¿Cabe, pues, albergar alguna esperanza?

Tengo la convicción de que así es, aunque para ello deben modificarse radicalmente los métodos de producción industrial. Será necesario descubrir y aplicar sistemas innovadores de investigación y fomento del mercado, así como normas de elaboración y de prestación de servicios para mercados especializados. Más que las tecnologías, son las actitudes y los conceptos los que deben modificarse radicalmente. Para poder avanzar, ese proceso de reorientación exigirá el impulso que sólo puede provenir de una organización como la FAO. Prescindiendo de la popularidad e ignorando los intereses creados debe ponerse el acento en la función indispensable de las industrias forestales para la conservación de los bosques tropicales. Se requiere una gran capacidad de imaginación, así como integridad intelectual y determinación para contrarrestar la desinformación y desorientación a las que está sometida la opinión pública.


Alf Leslie, de nacionalidad neozelandesa, fue Director de la Dirección de Industrias Forestales desde 1977 hasta 1981.

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Josef Swiderski


Contra lo que podría pensarse, no es fácil para un antiguo funcionario de la FAO como yo comentar las experiencias profesionales del pasado y seleccionar aquéllas de las que pueden extraerse la enseñanzas más significativas. No obstante, después de reflexionar sobre esta cuestión creo poder afirmar que las conclusiones más importantes son las más sencillas.

En los últimos años, tanto los países industrializados como en desarrollo están prescindiendo de las estructuras rígidas del estado centralizado y dejando en manos de las empresas libres y de las fuerzas del mercado las actividades de desarrollo, con resultados positivos para todos. Nunca se insistirá bastante en la necesidad de promover y reforzar un enfoque orientado hacia el mercado para la realización de las actividades de desarrollo en el sector forestal.

Otro punto en el que creo necesario hacer hincapié es la importancia crucial del factor humano en las iniciativas de desarrollo. Antes de iniciar un proyecto deben dedicarse el tiempo y los esfuerzos pertinentes a encontrar las personas adecuadas para el trabajo. Este requisito obvio y sencillo, pero verdaderamente imprescindible, para el éxito se ignora o se olvida en muchas ocasiones.

Quisiera resaltar también la importancia de las reuniones organizadas por el Departamento de Montes de la FAO. Algunos critican este aspecto del trabajo de la Organización, afirmando que hay "demasiadas reuniones y demasiados documentos". Desde que abandoné la FAO he participado en numerosas reuniones profesionales organizadas por otras instituciones, reuniones inspiradas muchas veces con el propósito oculto de promover los productos y servicios de los organizadores. A menudo se echa de menos la independencia e imparcialidad de las reuniones de la FAO y de la documentación conexa.


Josef Swiderski, de nacionalidad estadounidense, fue Director de Industrias Forestales de la FAO entre 1966 y 1979. Desde entonces es consultor internacional en el sector de las industrias forestales.

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Gumersindo Borgo


Mi experiencia me lleva a pensar que los objetivos establecidos para los proyectos forestales, en general, deben ser menos ambiciosos y más realistas, ajustándose mejor al tiempo y a los recursos disponibles. Es mejor fijar y conseguir objetivos más moderados que tener que justificar el fracaso por no haber alcanzado metas más ambiciosas. En este orden de cosas, la misma naturaleza del sector forestal exige prolongar el marco temporal de los proyectos forestales e incluir desde el principio una fase de seguimiento de los proyectos.

Una condición indispensable para conseguir resultados satisfactorios es seleccionar el personal adecuado para el puesto de asesor técnico principal de los proyectos forestales de la FAO. Ante todo, los asesores deben contar con un mínimo de 10 a 15 años de experiencia de campo que garantice su adecuada formación. Por lo dem s, no se necesitan genios ni luminarias sino profesionales normales y responsables, capaces y comprometidos. Deben saber "vender" sus ideas y al mismo tiempo respetar a sus homólogos nacionales y aprovechar sus conocimientos.

En el amplio espectro de necesidades de asistencia técnica, la motivación y la creación de capacidad son los aspectos más importantes y transcendentales. El viejo aforismo que dice "si encuentras a un hombre hambriento en el mar no debes darle pescado sino enseñarle a pescar" encierra una gran dosis de verdad. En general, la FAO ha venido desempeñándose con eficacia, particularmente en sus primeros años de existencia, en la esfera de los proyectos forestales encaminados a crear instituciones educativas, especialmente en los niveles superiores. Sin embargo, es mucho lo que queda todavía por hacer en este campo, sobre todo en la creación de capacidad técnica. Una de las claves del éxito es la producción y difusión de guías y manuales claros y prácticos. Un buen ejemplo de la tarea realizada en este campo es la cooperación con el Instituto Forestal de Chile. Creo, además, que el Departamento de Montes debe continuar apoyando plenamente la silvicultura comunitaria y los proyectos de desarrollo comunitario, cuyo principal objetivo es la mejora de las condiciones de vida de la población local.


Gumersindo Borgo, de nacionalidad mexicana, comenzó a trabajar en la FAO en 1965 y se jubiló en 1986 después de haber sido asesor técnico principal sobre proyectos en Colombia, Argentina, Nicaragua, Paraguay, Bolivia, Costa Rica y Perú, y después de haber trabajado en la Sede de la FAO.

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Michel Khouzami


Los países de la región del Cercano Oriente necesitan asistencia técnica externa para llevar a cabo sus actividades de desarrollo. Para que sea realmente útil, esta asistencia debe ser inteligente, complementaria y limitada en el tiempo. Prestar una asistencia inteligente supone, ante todo, identificar las dificultades reales para el desarrollo forestal nacional y encontrar las soluciones adecuadas. Ello exige la participación activa de organismos nacionales tanto en el proceso de conceptualización como de ejecución. Algunos donantes han impuesto iniciativas y objetivos sin tomar en consideración la realidad sociopolítica del país beneficiario y esa actitud ha causado más problemas de los que ha resuelto. Para que tenga efectos duraderos, la asistencia internacional debe complementar los esfuerzos nacionales, lo que quiere decir que la ejecución del proyecto debe estar a cargo de expertos nacionales, aunque no posean la más elevada calificación técnica. La función del experto externo es asistir al personal nacional, pero no sustituirlo.

Finalmente, la asistencia debe ser limitada en el tiempo, esto es, debe prolongarse sólo durante el tiempo necesario para crear capacidad nacional a fin de poder continuar el trabajo comenzado. En este sentido, la creación de capacidad nacional es la asistencia más preciada y útil que un donante o un organismo pueden ofrecer a un país beneficiario. Entre los proyectos más valiosos a los que han prestado asistencia la FAO y el PNUD en la región del Cercano Oriente durante el último medio siglo hay que mencionar la Ecole forestière de Salé, en Marruecos y la Ecole forestière de Bouka, en Siria. Ambas instituciones, una de alcance nacional y otra regional, desempeñan una función esencial en la formación de ingenieros y técnicos forestales para todos los países de la región.


Michel Khouzami, de nacionalidad libanesa, fue oficial forestal de la Oficina Regional de la FAO en el Cercano Oriente y el norte de Africa desde 1978 hasta 1989 y Secretario General Adjunto del Décimo Congreso Forestal Mundial entre 1990 y 1993. En la actualidad es consultor forestal independiente, asociado al Ministerio Libanés de Agricultura en Beirut.


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