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Los bosques públicos en el mundo occidental a fines del siglo XX: valores, creencias y gestión

J.J. Kennedy, M.P. Dombeck y N.E. Koch

Examen de los conceptos que definen la gestión de los bosques públicos.

James J. Kennedy es profesor del College of Natural Resources, Utah State University, Logan, Estados Unidos. Michael P. Dombeck es jefe del Servicio Forestal del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, Washington, D C., Estados Unidos. Niels Elers Koch es director y profesor del Instituto Danés de Investigaciones Forestales y del Paisaje, Hoersholm, Dinamarca.

Nota: Este artículo se basa en un trabajo de J.J. Kennedy y M.P. Dombeck titulado The evolution of public agency beliefs and behaviour: toward ecosystem - based stewardship, presentado en la Conferencia «Toward a Scientific and Social Framework for Ecosystem - Based Management of Federal Lands and Waters», Tucson, Arizona (7-14 de diciembre de 1995). Recibió el apoyo de la Oficina de Gestión de Tierras del Departamento de Industria de los Estados Unidos, de la que en ese tiempo M.P. Dombeck era Director interino y J.J. Kennedy su auxiliar especial, así como de la estación experimental agrícola de la Universidad del Estado de Utah, del Proyecto McIntire - Stennis 712 (Diario N° 4860) y de subvenciones cooperativas del Servicio Forestal del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos.

Los silvicultores y otros profesionales de base científica eran considerados al empezar este siglo como heroicos guardianes públicos en las nuevas sociedades industriales de Europa y los Estados Unidos (Weber, 1947; Veblen, 1963). Los forestales de los Estados Unidos y su líder carismático, Gifford Pinchot, se formaron según el modelo de sus colegas europeos. Integraban un movimiento progresista, que aspiraba a ser científicamente fuerte, no corrompido par intereses egoístas o par la política, dignos de confianza en su defensa del bien público en los bosques, lo mismo que sus colegas progresistas en hospitales, escuelas o laboratorios (Hays, 1959; Frome, 1962).

A mediados del siglo XX, los silvicultores europeos y estadounidenses se sentían confiados y legítimamente orgullosos par su contribución a sus economías y ecosistemas nacionales (Greeley, 1951; Hasel, 1971; Steen, 1976; FAO, 1989). Ofrecían al mundo valores de conservación, creencias y sistemas de gestión muy necesarios basados en el rendimiento sostenido para asegurar la oferta de madera y otros recursos a las pujantes naciones urbanas e industriales (Hays, 1959; Hummel, 1984; Wiersum, 1995).

Cuando el siglo toca a su fin, el mundo occidental entra de nuevo en una importante transición socioeconómica hacia una economía y una sociedad mundiales urbanas y posindustriales (Drucker, 1986; Reich, 1991). A diferencia del principio del siglo, se reconsideran con bastante escepticismo el elevado idealismo de los profesionales de la silvicultura, el derecho o la medicine, especialmente en los Estados Unidos (Rolston y Coufal, 1991; Nelson, 1995; Hess, 1996). Se cuestionan muchas políticas y prácticas tradicionales de gestión de los bosques y los recursos naturales. Quienes cuidan y administran los ecosistemas forestales (especialmente los de propiedad pública) se ven obligados a adaptar sus valores profesionales y sus conceptos de gestión a la diversidad, complejidad e interdependencia crecientes de los sistemas ecológicos y humanos, para seguir siendo en los aspectos sociopolítico y ecológico tan efectivos como antaño (Knight y Bates, 1995).

Este artículo examine los conceptos en que se basa la gestión de los bosques públicos (y de otros recursos naturales). Aunque se centra en la gestión de los bosques públicos y en los técnicos forestales, algunas de las observaciones son igualmente aplicables a la gestión con fines recreativos o generales de la fauna y la flora, las cuencas hidrográficas, las praderas de propiedad pública o privada, y a los profesionales correspondientes (Kennedy, Fox y Osen, 1995).

Creencias tradicionales sobre la gestión de los bosques y los recursos naturales

Evolución de las funciones de protección y servicio al usuario del personal forestal

Una de las razones de que los forestales y otros profesionales de los recursos naturales sean tan vulnerables a las críticas reside en sus papeles a menudo conflictivos en la gestión de tierras públicas con fines múltiples. En efecto, son al mismo tiempo protectores de recursos a largo plaza y proveedores de bienes y servicios para los ciudadanos de hay (Koch y Kennedy, 1991; Hytoenen, 1995). La Figura 1 ilustra la evolución general, en Europa y en los Estados Unidos, de los papeles de los gestores de los bosques públicos y las ideas de una administración mediadora (rendimiento sostenido o administración atenta al ecosistema) que pretende vincular y equilibrar estas responsabilidades a menudo conflictivas de protección y servicio.

El papal protector (Figure 1, fila superior) se inicia con una idea de conservación del bosque a largo plaza, producción máxima de las tierras (es decir, corrientes máximas de bienes y servicios) dentro de los límites del rendimiento sostenido. Esta idea conduce a una concepción más amplia de la gestión, en la cual se integran los propios ecosistemas forestales sanos y sostenibles, así como los beneficios múltiples (papal de proveedor) (Figure 1, fila inferior) que pueden conceder a las generaciones presentes.

Logotipo de la Oficina de Ordenación de Tierras de los Estados Unidos en los años cincuenta

Evolución de los papeles de gestores de recursos públicos y de las ideas básicas de la gestión, con referencia a bosques y prados

El rendimiento sostenido era la idea inicial de la administración en los comienzos de los movimientos conservacionistas en el mundo occidental (Wiersum, 1995). Limitaba el uso social actual de los bosques contraponiéndole el mantenimiento de la productividad de los recursos para generaciones futuras (Figure 1, fila media). En 1804 Hartig (jefe de la administración forestal prusiana, Berlín) instruía a su personal para que administrara los bosques «...utilizándolos en la mayor medida posible, pero de tal manera que las generaciones futuras tengan par lo menos tantos beneficios como la generación presente» (Schmutzenhofer, 1992). La «nueva silvicultura» (Kessler et al., 1992) y la administración sostenible del ecosistema en los Estados Unidos (Bureau of Land Management, 1994b; USDA, 1994; Council for Environmental Quality, 1995), así como la gestión integrada con fines múltiples (Saastamoinen et al., 1984; Hytoenen, 1995) y la gestión sostenible del ecosistema forestal en Europa (Koch, 1991; Naciones Unidas, 1993; Government of Denmark, 1994) van más allá de este enfoque centrado en el desarrollo sostenido. Los procesos que garanticen un ecosistema forestal sane y sostenible se consideran ahora en sí mismos objetivo central de la gestión, y no factores que limitan la obtención de producciones máximas con rendimiento sostenido (Kennedy y Quigley, 1993).

En el mundo occidental, los bosques han solido administrarse como fuentes de bienes y servicios para sus propietarios y usuarios; en Europa eran inicialmente propiedad de los nobles y más tarde de un sector más amplio de la sociedad (Fritzboeger y Soendergaard, 1995; Stridsberg, 1984). Hoy se empieza a ver en los ecosistemas forestales la base de unos bienes y servicios utilitarios, de una identidad social y espiritual (como leñadores, montañeros, ornitólogos, cazadores o guardabosques) y de otros valores sociales (Koch y Kennedy, 1991), a través de la evolución de las relaciones entre el bosque y la cultura humane (Harrison, 1992; Fernand, 1995). Sin embargo la gestión del ecosistema forestal está lejos de ser un concepto aceptado y manejable (Dixon y Fallon, 1989; President's Council on Sustainable Development, 1996). Menos discutible es la necesidad de que la teoría y la práctica del desarrollo económico y la gestión del ecosistema marchen juntamente en esa dirección en el siglo XXI (Shearman, 1990). El mundo occidental debe desarrollar y afinar estas nuevas ideas sobre las relaciones, el significado y la gestión de los bosques mediante el aprendizaje de otras culturas, los debates públicos y las actividades sobre el terreno.

También el papal del administrador de tierras públicas como suministrador de bienes y servicios ha evolucionado superando la simple perspectiva de cantidad de producción. Actualmente se presto más atención a consecuencias derivadas directa e indirectamente de los productos y a la relación con el usuario (cómo el público percibe, y en qué medida le influyen, las calidades de los servicios). En el movimiento conservacionista de los Estados Unidos de los años cincuenta, la mayoría de los usuarios de las tierras públicas eran visitantes distantes e infrecuentes, especialmente en los estados occidentales del país y en Alaska. Los administradores de tierras públicas ayudaban a suministrar agua, madera, salmones, ganado o patos a «usuarios» que estaban muy lejanos de las tierras productoras que consideraban como «suyas». Este alejamiento y a menudo la alienación del usuario facilitaron una concepción mecanicista de la producción y una orientación de la gestión basada en los recursos más bien que en el servicio al usuario o el valor social (Gluck, 1987; Koch y Kennedy, 1991; Kennedy y Thomas, 1995). La gestión de los recursos naturales es hay macho más un «deporte de contacto», al ser más numerosos y diversos los usuarios que participan directamente en el uso y la gestión de las tierras públicas: es coda vez más frecuente venir a los bosques y discutir los valores y modos de gestión tradicionales. Para muchos gestores de tierras públicas, ha sido larga y difícil la evolución que les ha llevado de ser protectores aislados de los recursos a servidores activos de los usuarios y negociadores (Fairfax y Achterman, 1977; Magill, 1988).

La evolución futura del papal del administrador de tierras públicas incorporará una mayor consideración de los resultados y de las ideas de servicio al usuario en un amplio contexto de valores sociales a corto y a largo plaza (Kennedy y Thomas, 1995). Más que manipuladores de recursos físicos, los administradores de tierras públicas son a menudo negociadores de valores sociales y agentes para la solución de conflictos, y lo serán más aún en el futuro (Hytoenen, 1995; Kennedy, Fox y Osen, 1995). Para ello será precise que la reflexión sobre sostenibilidad de los recursos forestales y otros recursos naturales supere la perspectiva biológica y ecológica incorporando sistemas económicos y socioculturales regionales que consideren los aspectos de relaciones humanas en las funciones de los bosques y sus diversos valores sociales (Shearman, 1990; Brunson y Kennedy, 1995; Fernand, 1995). Más que como una simple gestión del ecosistema, la administración de tierras públicas debe concebirse más ampliamente como gestión de sistemas sostenibles (incluidos los sistemas ecológicos, socioculturales y económicos relacionados entre sí) en una asociación de colaboración o solidaridad.

Del modelo mecanicista a la concepción orgánica de la gestión forestal

Una de las razones de la dificultad que experimentan muchos profesionales y organismos que se ocupan de los recursos naturales en occidente para adaptar sus valores y su gestión a la perspectiva del siglo XXI es el notable éxito que han tenido en el siglo presente (Clarke y McCool, 1985; Nelson, 1995; FAO, 1988 y 1989). Los organismos especializados y los profesionales han conseguido en general asegurar un rendimiento sostenido de madera, agua, y bienes y servicios recreativos o relativos a la fauna y la flora de las tierras públicas. Organismos como el Servicio Forestal del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos crecieron en tamaño, presupuesto y apoyo sociopolítico en los primeros 80 años de este siglo. No es sorprendente que un organismo tan exitoso en la era industrial en los Estados Unidos haya asumido una perspectiva mecanicista en su pensamiento y su gestión sobre los bosques, sus usuarios y su personal (Taylor, 1957; Schiff, 1966).

Características del modelo mecanicista

El modelo mecanicista plantea la gestión considerando el mundo en términos bastante simples, fraccionados y lineales, a diferencia de la perspectiva del modelo orgánico que ahora despunta (Capra, 1983; Kennedy y Quigley, 1993) (Cuadro 1).

CUADRO 1. Comparación del modelo mecanicista con el modelo orgánico

MODELO MECANICISTA
Primeros 75 años del siglo XX

MODELO ORGANICO
Final del siglo XX

Orientado a sistemas sencillos, independientes.

Concibe un mundo compuesto de sistemas complejos, autoorganizados, muy integrados.

Reduce la complejidad de los sistemas aislando y separando subsistemas.

Concibe una organización de sistemas y procesos integrados e interrelacionados.

Plantea una perspectiva lineal y de cause a efecto de la organización de los sistemas y procesos.

Establece relacionas multifacéticas, de efectos cumulativos, de un sistema cíclico y sinérgico.

Recurre a la lógica deductiva y a modelos sencillos de aumento de la eficiencia.

Recurre a una lógica inductiva e integradora y a modelos complejos y abiertos de simulación.

Muchos forestales y otros gestores de recursos naturales formados en los primeros 75 años de este siglo siguieron el modelo mecanicista. Su formación les llevaba normalmente a controlar un mundo complejo y confuso dividiéndolo en subsistemas separados, racionales y manejables.

En los organismos como el Servicio Forestal de los Estados Unidos, el modelo mecanicista introdujo diversos conceptos, a saber:

· consideración estrecha de los ecosistemas forestales (modelos y gestión sencillos de productividad maderera);

· gestión de los bosques y del fuego (plantaciones intensivas, lucha contra las plagas forestales, norma de apagar todos los fuegos antes de las 10 de la mañana) (Schiff, 1962);

· uso de modelos (programación lineal, modelos FORPLAN de planificación forestal nacional de los años ochenta);

· pensamiento dicotómico (madera frente a recursos no madereros, valores económicos frente a valores no económicos);

· organismos estructurados (jerarquías lineales o atribuciones funcionales estrictamente definidas);

· comportamiento organizado (lealtad incuestionada a los superiores jerárquicos, transferencias frecuentes del personal con poca consideración de las consecuencias para las familias) (Kennedy y Thomas, 1992);

· relaciones con el público (educando al público no informado sobre la gestión adecuada y científica de los bosques nacionales) (Brunson, 1992);

· concepciones sencillas de la economía rural y del papal de los bosques públicos (el suministro sostenido de madera dará estabilidad al empleo en la comunidad) (Schallau, Maki y Beuter, 1969; Gomoll y Richardson 1996);

· investigaciones de alcance estrecho y proyectos que no tenían muchas veces relación con las necesidades de la sociedad y de la gestión (National Research Council, 1990).

Los bosques (y otros ecosistemas naturales) de Europa y Estados Unidos se han concebido y administrado a menudo como los primitivos sistemas de producción de automóviles de Henry Ford (McGee, 1910). Unos profesionales coda vez más especializados buscaban en general relaciones y soluciones de cause a efecto con un solo factor. La complejidad y la diversidad solían considerarse como enemigas. Los especialistas forestales trataban deductivamente de simplificar, compartimentar y dominar a la naturaleza (Cuadro 2). La formación de los técnicos forestales los destinaba a ser especialistas «omnipotentes» (Behan, 1996) racionales, objetivos e independientes y administradores maestros del modelo mecanicista; lo mismo, par lo demás, que muchos ingenieros, médicos y otros profesionales de mediados de siglo.

La desconfianza y el recelo frecuentes ante la complejidad y la diversidad del ecosistema forestal alimentaban una perspectiva de los bosques acosados par muchas fuerzas hostiles de entropía como incendios, insectos, animales (venados o ganado) o incluso el uso humane. Guardabosques y técnicos forestales se sentían llamados a proteger a los bosques de la dinámica interna del ecosistema y de la entropía externa. Con una visión mecanicista y combativa tan simple del ecosistema, los silvicultores se creían a menudo capaces de controlar el aparente caos de incendios forestales, insectos o enfermedades e incluso aumentar el número y el tipo de uses recreativos. Los nuevos adelantos tecnológicos y genéticos de los años cincuenta contribuyeron a esta ilusión de control. El bosque - y el mundo en general - parecía previsible, manejable y necesitado de una mano firme. A mediados de siglo los administradores de bosques públicos estaban también ampliamente facultados tanto para fijar los objetivos de los bosques como para escoger las opciones y los medios de gestión de los bosques para el público europeo o estadounidense. En función de los valores sociales de mediados de siglo, generalmente administraron bien los bosques y se hicieron merecedores del respeto público (Frome, 1962; Clarke y McCool, 1985).

Se precisan modelos orgánicos más complejos, diversos e interrelacionados para comprender el contexto ambiental, económico y sociopolítico del mundo de hay y para adaptarse a él. No se quiere decir con esto que el pensamiento y la gestión centrados en un objetivo, compartimentados y mecanicistas no tengan un uso cotidiano adecuado. Pero tal pensamiento y tal gestión fragmentarios deben adquirir significado dentro de un modelo orgánico y un contexto temporal más amplios que integren la gestión específica de la fauna y la flora o de las actividades recreativas en un conjunto ecológico, socioeconómico y político más vasto y a más largo plaza. El desarrollo y la adopción de tal modelo orgánico de pensamiento y referencias no se realizan sin dispute, amenaza e incertidumbre, en particular teniendo en cuenta los antecedentes de muchos de los responsables actuales de las decisiones respecto a los bosques (Magill, 1988; Kennedy, Fox y Osen, 1995). Sin embargo, la mayoría de los profesionales que están aún lejos de la jubilación no tienen la opción de negarse a esta invitación al cambio.

En los años noventa, la dinámica de las cuestiones ambientales complejas e interrelacionadas (por ejemplo, la administración del salmón del Pacífico en las cuencas hidráulicas forestales, la marchitez de los bosques europeos, el calentamiento mundial) y la aparición de nuevas disciplinas y conceptos integradores, como la ecología del paisaje (Botkin, 1990; Naciones Unidas, 1987), han contribuido a extender y flexibilizar los límites tradicionales de la silvicultura y la gestión de los recursos naturales y el me dio ambiente.

En el Cuadro 2 se comparan las perspectivas del modelo mecanicista y del modelo orgánico referidos a los ecosistemas forestales. En el Cuadro 3 se mencionan las implicaciones que estos conceptos tienen en la gestión forestal y en la administración de los bosques públicos. No se pretende presentar dicotomías polares, sine describir una parte de una variable gradual en la gestión de los bosques públicos. Representan un proceso evolutivo en el que los silvicultores van madurando y confiando más en su capacidad para captar y abarcar diversos sistemas ecológicos y socioeconómicos o políticos interrelacionados y más complejos.

CUADRO 2. Evolución, en Europa y en los Estados Unidos, del modelo mecanicista en la concepción de los ecosistemas forestales y otros ecosistemas hacia perspectivas de modelo orgánico

MODELO MECANICISTA Primeros
75 años del siglo XX

MODELO ORGANICO
Final del siglo XX

Bosques (malezas, fauna silvestre o ríos) contemplados y administrados a menudo como sistemas de producción mecánica.

Ecosistemas forestales considerados como «un gran sistema conceptual» más que como «una gran máquina».

Los bosques se componen de partes separables e identificables, con dimensiones y limites claros.

Ecosistemas forestales compuestos de subsistemas interactivos e interdependientes con limites borrosos (Roberts, 1995).

Atención primaria dirigida a la estructura forestal, y secundariamente a la función o el proceso forestales.

Lo que tradicionalmente se clasificaba como estructura del ecosistema puede verse a menudo como formas recurrentes en un conjunto de relaciones del ecosistema. Se presta atención también a la función c el proceso.

La comprensión de las partes componentes del bosque equivale a la comprensión de todo el sistema.

Relaciones que condicionan y adaptan el entendimiento (redes y procesos). Los modelos dinámicos sinérgicos, reflejan mejor los ecosistemas forestales.

Puesta en tela de juicio de la complejidad, diversidad y adaptabilidad de la naturaleza.

Apreciación, respeto y coparticipación en las fuerzas y ciclos que gobiernan la naturaleza.

Un tropel de fuerzas de entropía hostiles y caóticas existen dentro y fuera de los bosques (incendios, insectos, excursionistas, público ineducado, predadores).

Los ecosistemas forestales son abiertos y autorrenovables, y soportan muchas fuerzas que en un principio podrían parecer disruptivas y caóticas.

Los forestales pueden entender plenamente y controlar los bosques (así como la fauna silvestre, los incendios forestales o los grupos de usuarios).

El ecosistema y los sistemas sociopolítico y económico deben inspirar la formación de los forestales.

CUADRO 3. Evolución, en Europa y en los Estados Unidos, del modelo mecanicista en la concepción de la gestión forestal hacia perspectivas de modelo orgánico


MODELO MECANICISTA
Primeros 75 años del siglo XX

MODELO ORGANICO
Final del siglo XX

Perspectiva común de la gestión








Norma conductora: el máximo rendimiento sostenido de madera, caza o pastos (orientación productiva) y la eficiencia económica (Wiersum, 1995).

Sistemas forestales sostenibles, sanos (orientación al proceso), al servicio de valores sociales cambiantes, mercantiles y no mercantiles (Dixon y Fallon, 1989).

Las plantaciones de coníferas intensivamente administradas son el objetivo del control y la. eficiencia.

Bosques diversificados y polivalentes (incluidas plantaciones) cuencas hidráulicas y regiones ecológicas para valores sociales múltiples y cambiantes.

El silvicultor debo desplegar múltiples esfuerzos para proteger al bosque de las fuerzas de entropía hostiles interiores o exteriores (incendios, insectos, vegetación competitiva, usuarios políticos o recreativos).

Los forestales y los administradores de bosques pueden contribuir a que los ecosistemas forestales tengan salud suficiente para adaptarse a muchos uses y fuerzas.

Los bosques son recursos para ser usados, controlados y administrados para la producción de bienes y servicios para los seres humanos.

Ecosistemas forestales sanos y resistentes como sujetos de valores, en relaciones utilitarias, simbólicas, de identidad, significativas, etc. con los seres humanos y sus culturas.

Atracción ejercida par la nueva tecnología de la edad industrial: máquinas, productos químicos, programación lineal, genética, etc.

Replanteamiento del equilibrio de la tecnología en la innovación gestora, la eficiencia y el uso de recursos.

Era de la gestión: la acción paternalista de control es básicamente de sentido único, fluye del silvicultor al bosque y a otras fuerzas exteriores (incluidos los usuarios del bosque).

Era de facilitación: silvicultores en asociación con los bosques, con colegas diversos e interdisciplinarios y con el público para la gestión en colaboración de sistemas socioeconómicos, ecológicos y otros.

El mundo es previsible: exige juicios racionales, planificación, diseño de modelos y control.

El mundo no responde a cánones previsibles y exige una disposición conceptual abierta, atenta y adaptable.

Modelo de crecimiento y desarrollo económico: acumular capital, aumentar el uso de recursos, producir más (Rasker, 1994).

Evolución hacia perspectivas de sostenibilidad y calidad comunitaria (calidad de la vida) (Hyman, 1994).

Imagen del silvicultor respetado




Era de grandes silvicultores independientes y poderosos (Behan, 1968; Hess, 1996).

Era de equipos interdisciplinarios, poder compartido y diversidad forestal como reflejo de la diversidad nacional.

Gestión patronal: el responsable es un experto forestal concienzudo e informado.

Gestión compartida: los forestales facilitan un proceso democrático más abierto de participación pública, servicio al usuario amplio.

Los expertos forestales ordenan los bosques para la gente.

Gestión de los ecosistemas forestales en armonía con el bosque y con las personas.

Profesional objetivo, con formación en ciencias de la naturaleza y tal vez economía.

Ciencias tradicionales de la naturaleza con el contrapeso y el refuerzo de la filosofía, la sociología y las técnicas de comunicación.

Perspectiva cronológica

Tendencia a especializarse en subsistemas forestales o ecológicos, a menudo con burocracias separadas.

La especialización debe estar vinculada, validada y ser operacional en sistemas ecológicos, políticos y socioeconómicos más amplios.

Perspectiva especial



Objetivos para el año fiscal, horizontes de proyecto, o rotación de rodales.

Visión más amplia y a más largo plaza de las condiciones futuras deseadas.

Enfoque en el rodal forestal.

Expansión al ecosistema, el paisaje y las dimensiones espaciales de la región ecológica.

Enfoque local y regional.

Visión regional. nacional. mundial.

CUADRO 4. Evolución, en Europa y en los Estados Unidos, de las premisas, los valores, las estructuras y el comportamiento de los organismos gestores de bosques (y de otros recursos naturales)


MODELO MECANICISTA Primeros
75 años del siglo XX

MODELO ORGANICO
Final del siglo XX

Premisas, valores y creencias organizativas






Imperativo antientrópico: diseño, control y gestión de las fuerzas disruptivas y caóticas dentro y fuera de los organismos gestores de recursos forestales públicos.

Organización abierta, acogedora, adaptable: personas que trabajan como copartícipes, que pueden responder a un mundo interno y externo complejo y cambiante.

Era conservacionista del bosque: el temor a la vulnerabilidad engendraba a menudo una actitud antagonista frente a la naturaleza humane y a la complejidad y la dinámica del sistema natural.

Era conservacionista en colaboración: actitud de respeto cooperación y adaptación frente a muchas fuerzas externas (incendios, insectos, usuarios o política local) e internas (diversidad profesional par sexo o grupo étnico, limitación del presupuesto, necesidad de ocuparse de los niños) potencialmente desorganizadoras.

Fe exagerada en la ciencia para iluminar las decisiones de los silvicultores y dar las respuestas para el logro de los objetivos.

La ciencia y científicos representan valores y capacidades que se precisan para definir la actitud del organismo o para evaluar, realizar y supervisor opciones de planificación y gestión.

Con los conocimientos especiales y la tecnología debidos, el bosque y el mundo son previsibles en gran parte, se postula una actitud racional, planificadora, mediante el diseño de modelos y el control.

La naturaleza y el mundo moderno no son totalmente previsibles: es necesario adoptar una actitud abierta, atenta acogedora y adaptable.

Objetivos conservacionistas tradicionales: lo que interesa son los productos forestales el desarrollo económico y los usuarios de los productos (los negociantes en maderas).

Visión y objetivos más amplios e influyentes.

El organismo asume los valores conservacionistas pero premia la lealtad burocrática, la productividad y el comportamiento favorable al mantenimiento de la organización (Kennedy et al., 1992).

Reconocimiento y recompense de los esfuerzos tendientes a plasmar los objetivos primordiales del organismo (Farnham y Mohai, 1995).

Diseño y estructura de la organización






Estructura jerárquica rígida del personal (Twight, 1985) y gestión científica (Schiff, 1966).

La rigidez jerárquica se flexibiliza, poder compartido con diversos colegas de equipo y asociados (otros organismos y público).

Era de informar y educar: control patriarcal de sentido único, que fluye de los gestores jefes a los recursos, los empleados y el público.

Era de administración y facilitación: colegas diversos e interdisciplinarios y público en diálogo colaborador y planificación/gestión sostenible (Shearman, 1990).

Sólo los forestales deben ocuparse de la gestión del bosque.

Los gestores forestales son biólogos naturalistas, economistas, edafólogos, ecologistas, arquitectos paisajistas, silvicultores y otros.

Creciente especialización en recursos forestales y, a menudo, aislamiento y alienación de especialistas (Kennedy, 1987).

Reconocimiento de muchas especialidades ambientales diversas ciencias sociales y aptitudes personales, e integración de los especialistas en equipos.

Objetivos de producción fijados de arriba abajo y responsabilidad orgánica.

Más actuación de abajo arriba y autonomía de las Comunidades en la planificación y la gestión.

Modelos centralizados, técnicos, de programación lineal determinan prioridades y planificación.

Consenso y resolución de conflictos a nivel de la comunidad en equipos de planificación y consulta.

Procesos y comportamientos estructurales



Idealización profesional: se administra para el bien de los recursos forestales (Duerr y Duerr, 1975). El forestal conoce el bien cuando lo ve.

Gestión de valores sociales a corto y a largo plazo de sistemas forestales ecológicos, socioculturales y económicos sostenibles (Kennedy y Thomas, 1995).

Gestión patronal: forestal (o biólogo naturalista, guardabosques u otro experto) atento, consciente, que cuida de las tierras públicas en beneficio de todos.

Coparticipación en la gestión: los gestores facilitan un proceso más abierto y democrático de participación pública, servicio al usuario y de colaboración.

Aceptación y aplicación de leyes y procedimientos

Necesidad de simplificar, humanizar y facilitar reglamentos.

En Nueva Zelandia, una silvicultura eficaz basada en el establecimiento de plantaciones de pinos exóticos era aceptable en los años setenta...

Función de los gestores de los recursos forestales públicos

La mayoría de los servicios forestales públicos en Europa tuvieron su origen como parte de los ejércitos reales que protegían los derechos de la nobleza sobre la caza y sobre las tierras (Fritzboeger y Soendergaard, 1995). El Servicio Forestal de los Estados Unidos se constituyó bajo la fuerte influencia del servicio forestal prusiano y asimiló en buena medida sus valores, su organización y su funcionamiento (Twight, 1983 y 1985). Fue el primer gran organismo de los Estados Unidos con fines de conservación y sirvió como modelo general de organización para crear más tarde el Servicio de Parques :Nacionales o el Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de los Estados Unidos (Clark y McCool, 1985).

...pero no lo era la tala de los bosques autóctonos

Los organismos estadounidenses de gestión de los bosques y los recursos naturales se ocuparon durante los dos primeros tercios de este siglo, de leyes y reglamentos, transferencia de tecnología, control del use, desarrollo de infraestructuras, planificación estratégica y dominio de la tecnología para hacer frente a las fuerzas externas de entropía de los bosques. Jerarquías patriarcales de personal, clasificación estricta de las tareas y posibilidades de ascenso, autoridad centralizada y responsabilidad presupuestaria rígida eran los procedimientos para combatir la entropía orgánica interna (Schiff, 1966). Esta herencia de valores y creencias permitió a menudo en los años cincuenta y sesenta que los organismos realizaran actividades muy concretes, coherentes y según criterios tradicionales - exitosas (Cuadro 4). El Servicio Forestal de los Estados Unidos, par ejemplo, redactó la mayor parte de sus propias leyes en este siglo hasta la promulgación de la ley de Eriales (1964) y la ley de Política Ambiental Nacional (1969). En este aspecto y según otros criterios corrientes para medir el éxito de una organización, tales como el respeto público (Frome, 1962), la lealtad y cohesión de sus empleados (Kaufman, 1960; Kennedy y Thomas, 1992), la influencia política (Gulick, 1951; Culhane, 1981; Clarke y McCool, 1985) y la efectividad de sus actuaciones (Gold, 1982), el Servicio Forestal de los Estados Unidos fue un sistema burocrático de gran eficacia. Lo mismo cabe decir de otros organismos estadounidenses y europeos gestores de recursos forestales, como la Oficina de Gestión de Tierras, la Comisión Forestal del Reino Unido, los servicios forestales de Suecia o Dinamarca al final de la era industrial del mundo occidental (alrededor de 1970). El aspecto oscuro de esta efectividad burocrática del modelo mecanicista de los años cincuenta sería, sin embargo, la gran dificultad para reconocer los muchos cambios sociopolíticos que pronto ocurrirían en una transición socioeconómica urbana posindustrial, y para adaptarse a ellos (Reich, 1962; Hultman, 1984; Brunson y Kennedy, 1995). En el combate contra las fuerzas hostiles internas y externas de entropía, los gestores de los recursos naturales a veces se distanciaron de la tierra, de sus colegas y de los usuarios o de otros sectores de la sociedad. Hoy se están reconsiderando muchos de los postulados, los valores y las creencias básicas tradicionales de aquellos organismos.

El cambio en los organismos gestores de los recursos naturales europeos y estadounidenses se manifiesta actualmente en las nuevas perspectivas que proponen en publicaciones como Blueprint for the future (Bureau of Land Management, 1994a), Strategies for sustainable forest management (Government of Denmark, 1994) o The forest service ethics and course to the future (USDA, 1994); en el menor burocratismo de la estructura de los organismos, los sistemas presupuestarios o los sistemas de ascensos; en la mayor y más diversa participación pública en la planificación, la gestión y la vigilancia de los bosques; y en las apreciaciones de los valores ambientales y social es de lo s ecosistemas forestales multiestatales o multinacionales (Naciones Unidas, 1987 y 1993).

El libro pionero de Wheatley (Leadership and the new science, 1992) es una buena base para trazar nuevos caminos para la gestión de los recursos naturales públicos y para el papal de los organismos en el próximo siglo. Senge en The fifth discipline (1990) y Kofman y Senge (1995) realizan una aplicación pragmática ampliada de este nuevo pensamiento del modelo orgánico o la orientación sistémica. El Cuadro 4 resume la orientación de profesionales y organismos que se ocupan de la gestión de los recursos naturales.

Los forestales

En 1950 casi todos los administradores de bosques públicos eran técnicos forestales (Cuadro 4, sección final). Actualmente en Estados Unidos y en Europa hay muchos tipos de profesionales dedicados a investigación, planificación, gestión e inspección o vigilancia en torno a los bosques (edafólogos, ecologistas, arquitectos paisajistas, sociólogos o planificadores de actividades recreativas). Aunque hay una dinámica saludable entre unos trabajadores diversificados par su profesión, su sexo y su procedencia étnica, lo cual puede contribuir a evitar la miopía e inflexibilidad del pensamiento particularista en los organismos (Kennedy, 1987 y 1988; Thomas y Mohai 1995), hay que reconocer los peligros de disfunción. En los Estados Unidos los especialistas en madera, minerales, prados, o los ingenieros al servicio de organismos diversos a menudo disputan con sus colegas dedicados a la fauna y la flora, las actividades recreativas o el media ambiente.

El Cuadro 4 (primera sección) también delata una fe exagerada en los científicos y los gestores de formación científica para determinar tanto los fines de los bosques públicos como los medios de gestión eficaces para alcanzarlos. Organizaciones como los servicios forestales de los Estados Unidos, Suecia o el Reino Unido a menudo se han comportado como aristocracias científicas y tecnológicas, con planes bienintencionados, ricos en datos y con apoyo informático para transformar diversos bosques (y otros ecosistemas) en sistemas forestales utilizados intensivamente, accesibles a los vehículos, productores de madera y con usos múltiples. Estos planes de modelo mecanicista para los bosques públicos podían haber sido adecuados para los valores sociales del mundo occidental en los años cincuenta y sesenta de este siglo. No lo eran en los años setenta y ochenta, y contribuyeron a enfrentamientos importantes entre valores sociales industriales y posindustriales.

Actualmente los silvicultores y los administradores de los ecosistemas forestales están asumiendo más bien un papel facilitador y negociador, ayudando a los ciudadanos de una democracia a determinar objetivos a largo plazo para los bosques públicos y parámetros generales para las opciones de gestión (por ejemplo, normas para los planes de corta y extracción de madera), dentro de los cuales los profesionales toman decisiones operacionales a corto plazo (por ejemplo, participación de consejos de usuarios recientemente establecidos en todos los distritos forestales nacionales y estatales de Dinamarca). En lugar del modo tradicional de gestión de los bosques para el público basado en informar y educar, hay se trata más bien de determinar para los ecosistemas forestales y las comunidades de intereses objetivos y sistemas de vigilancia y control de acuerdo con los cuales los profesionales realicen su gestión junta con el público (Cuadro 4, secciones 2 y 3). Los gestores del ecosistema ya no son aristócratas profesionales, sine servidores públicos (Magill, 1988); y no hay que olvidar que la mayoría de los usuarios del bosque público a los que deben servir no han nacido todavía.

Conclusiones

Para tener éxito en el siglo XXI, los profesionales y los organismos públicos que se ocupan del ecosistema forestal tendrán probablemente que hacer alga más que adoptar nuevas formas y orientarse hacia los usuarios. Será precise un cambio más profundo y un pensamiento sistémico más integrado. Kofman y Senge (1995) han concluido que para que organizaciones como Ford o IBM cambien, deben mirar en profundidad y en lo más remoto de su herencia cultural occidental para innovar radicalmente en las normas y las formas de pensamiento estructurado, sentido de la vida y comportamiento. Creen que se necesita un pensamiento y un comportamiento nuevos de modelo orgánico para curar la disfunción de los organismos manifestada en un pensamiento fragmentado y la solución de problemas como objetivo; en la glorificación del ánimo competitivo, y en hábitos de gestión de estilo reaccionario y heroico.

La administración sostenible del ecosistema es una orientación prometedora, de modelo orgánico, frente a las tierras y las aguas públicas, que se está adoptando en Estados Unidos y en Europa con diversos nombres y formas. Es una evolución lógica y una maduración de valores y conceptos de conservación para uses múltiples y rendimiento sostenido (Wiersum, 1995). Pero la gestión sostenible del ecosistema debe considerarse como un largo camino evolutivo (no una meta fija y definida). Esta concepción incluyente, a largo plaza e integrada de una administración basada en el ecosistema es también compatible con las «organizaciones discentes» de Senge (1990).

La evolución paradigmática que los autores del presente artículo, Senge (1990) y otros sugieren supone un cambio fundamental en la manera de concebir y realizar una organización. Como el cambio paradigmático de la física cuántica en el orden científico newtoniano (Capra, 1983), estos cambios son tan profundos que requerirán probablemente una o dos generaciones de evolución para llegar a imponerse. Como en la administración basada en el ecosistema, la transición a culturas de modelo orgánico requerirá perseverancia y adaptabilidad al tiempo que los organismos que se ocupan de los bosques y los recursos naturales prosiguen un cambio de orientación que conducirá de la conservación protectora a la conservación colaboradora; de las burocracias patronales a las organizaciones entre iguales; de la jerarquía patriarcal a los equipos abiertos, adaptables e interdisciplinarios; de los especialistas de pensamiento lineal a los integradores sinérgicos; de los gestores de productos a los gestores y administradores de valores sociales; de los operarios técnicos a los facilitadores de gestión basada en el ecosistema.

Aunque el cambio socioeconómico y político (Bennis, 1966; Naciones Unidas, 1987 y 1993; Knight y Bates, 1995) continuará impulsando los valores y creencias de conservación de los bosques públicos hacia una teoría y una práctica de modelo orgánico (como la administración basada en el ecosistema), hay todavía factores poderosos que se resisten al proceso, tanto dentro como fuera de las profesiones y los organismos públicos que se ocupan de los recursos naturales. Se ha de estar dispuestos a someter a prueba abiertamente y adaptar estas nuevas creencias inspiradas en modelos orgánicos frente a las voces y los grupos discrepantes. No se ve, sin embargo, futuro alguno en el siglo XXI para una manera de pensar y un comportamiento cerrados (en lugar de abiertos), estrechos (en lugar de sistémicos e incluyentes), a corto plaza (más que a largo plaza) o mecánicos (y no orgánicos) en las organizaciones dedicadas a los recursos naturales públicos, par muy cómodos y seguros que parezcan los viejos modos de pensar.

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