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Editorial

Los bosques del Mediterráneo

Pese a que el Mediterráneo no se caracteriza por la existencia de vastas extensiones de bosques densos - los bosques mediterráneos sólo representan el 1,5 por ciento de la superficie forestada total del planeta -, los bosques de los países ribereños del Mediterráneo han desempeñado - y desempeñan todavía - una función esencial en el desarrollo de las civilizaciones que han florecido en ese entorno.

Los bosques del Mediterráneo aportan productos que son de importancia crucial para la actividad económica. Sin embargo, la madera tiene en ellos un papel menos decisivo y hay una gran variedad de productos, como los frutos, la corteza (el corcho), el caucho, las resinas y el forraje, que contribuyen a diversificar la economía. Tal vez las funciones más importantes de los árboles y los bosques de esta región son las funciones ecológicas: la protección del suelo y de su fertilidad, la protección de los cultivos frente al viento y la regulación del caudal de las aguas superficiales. La estrecha relación que se ha establecido entre el hombre y el bosque a lo largo del tiempo ha sido estable en ocasiones, pero más frecuentemente ha resultado desequilibrada y perjudicial para los bosques.

El impacto de la acción humana sobre los bosques de la cuenca del Mediterráneo se remonta a unos 12 000 años atrás, a los inicios de la agricultura y la ganadería en el Cercano Oriente, que supuso la tala de muchos de ellos. La mayor expansión de la agricultura se registró en la época romana (entre el siglo II a.C. y el siglo v d.C.). La ampliación de la frontera agrícola se tradujo en una rápida reducción de unos bosques ambientalmente frágiles. Además, la madera no era sólo la principal fuente de energía, sino también un material esencial para la construcción naval, actividad especialmente importante para esos imperios comerciales y guerreros. Desde el declive del imperio bizantino (hacia el 640 d.C.) hasta mediados del siglo XIX, los países exportadores e importadores estuvieron vinculados a través del mar, y la madera era el material fundamental para construir los barcos y uno de los principales productos comercializados.

En el siglo XIX se inició una nueva fase de desarrollo en la que los bosques de las zonas septentrional y meridional del Mediterráneo están resultando afectadas de forma muy distinta. En los países del Sur, caracterizados por el fuerte crecimiento demográfico, la escasez de recursos y el nivel de vida relativamente bajo, la población sigue dependiendo de los recursos forestales, e incluso ha aumentado esa dependencia. En ellos sigue existiendo una presión directa sobre los recursos. En cambio, en el Norte, la transformación de la agricultura, la industrialización y el crecimiento económico han llevado al abandono de la tierra de cultivo y a la regeneración espontánea de los bosques. Sin embargo, ese fenómeno ha estado acompañado de una acumulación desordenada y peligrosa de combustible forestal, que ha hecho aumentar el peligro de incendios forestales. Las numerosas funciones que desempeñan los bosques mediterráneos y su importancia para la población han adquirido un mayor relieve a finales de este siglo. Esta revitalización de la conciencia e interés han alentado numerosos estudios científicos de ámbito regional e internacional y han impulsado un gran número de programas relacionados con el futuro de los ecosistemas forestales del Mediterráneo.

En este número de Unasylva se examinan algunas de las múltiples facetas de la actividad forestal mediterránea, con autores procedentes de la región. En el artículo inicial, O. M'Hirit (coordinador de la red sobre el cedro de Silva Mediterranea) traza un cuadro panorámico de la riqueza de los bosques mediterráneos y de los desafíos a los que se enfrentan. C.M. Larbi (Presidente de la Asociación Internacional de Bosques del Mediterráneo) expone las iniciativas que se han adoptado en Túnez para elaborar enfoques integrados de la ordenación forestal que se ajusten a las características de la zona meridional del Mediterráneo. P. Quézel, F. Médail, R. Loisel y M. Barbero realizan un análisis de la diversidad biológica del ecosistema mediterráneo y de los problemas que plantea su conservación. G. Montero e I. Cañellas presentan los rasgos salientes de los bosques mediterráneos españoles y los resultados de unas prácticas de ordenación que han sido objeto de seguimiento durante más de 100 años.

Los incendios forestales constituyen una de las más graves amenazas para los bosques del Mediterráneo. D. Alexandrian, F. Esnault y G. Calabri analizan las tendencias en los incendios forestales en el conjunto de la región y las causas políticas subyacentes. En un recuadro relacionado, E. Rigolot examina brevemente diversos aspectos referentes a la utilización de la quema controlada como instrumento de ordenación forestal.

M.C. Varela se ocupa de la importancia y el potencial del alcornoque (Quercus suber) en la región mediterránea. M. Malagnoux y J.-P. Lanly estudian los esfuerzos que se han hecho, desde la antigüedad hasta el presente, para afrontar en común los retos a los que se enfrenta la cuenca del Mediterráneo. Como complemento de ese artículo, R. Morandini presenta una reseña histórica de la labor de Silva Mediterranea, el órgano estatutario de la FAO que se ocupa de la región y que acaba de cumplir su 50° aniversario.

Los bosques han tenido una importancia primordial en las vidas de la población en las diferentes civilizaciones que han florecido en la región mediterránea. Todavía conservan toda su importancia y si se aplica un sistema de ordenación basado en los principios que se exponen en este número de Unasylva, cabe esperar que en el futuro seguirán proporcionando productos y servicios esenciales.


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