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Resumen Ejecutivo

A principios del siglo XXI, fenómenos impresionantes siguen transformando la agricultura mundial y las economías rurales. Entre los que más llaman la atención están el crecimiento demográfico constante, las demandas de alimentar a esa población y mejorar su calidad de vida, la influencia de la acción humana en los rincones más lejanos de la Tierra, la manipulación directa de la naturaleza en el plano genético, la globalización cada vez mayor de la economía mundial, así como las profundas repercusiones y la inmediatez de la informática y la tecnología de la comunicación.

A lo largo de los años setenta y ochenta el interés internacional se concentró en los aspectos de la agricultura capaces de responder directamente a las inquietudes cada vez mayores por la futura seguridad alimentaria, la productividad y la sostenibilidad. En los años noventa esa reflexión cristalizó en un planteamiento que se denominó agricultura y desarrollo rural sostenibles (ADRS), cuyo propósito consistía en fomentar -en los sectores agrícola, forestal y pesquero- un desarrollo sostenible cuyo sello es que "conserva la tierra, el agua y los recursos genéticos vegetales y animales, no degrada el medio ambiente y es técnicamente apropiado, económicamente viable y socialmente aceptable".

En fecha más reciente, a partir del concepto del carácter multifuncional de la agricultura y la tierra (CMFAT) ha surgido un nuevo criterio analítico y de interpretación para entender mejor la complejidad y la importancia continua de los nuevos sistemas agrícolas y de utilización de las tierras que se han venido presentando en todo el mundo, y evaluar también sus relaciones con otros sectores de la economía y la sociedad. El concepto del CMFAT procede del de ADRS y lo enriquece, abarca la variedad entera de las funciones ambientales, económicas y sociales relacionadas con la agricultura y la utilización de las tierras. El análisis del carácter multifuncional de la agricultura permite entender mejor las posibles relaciones, sinergias y compensaciones necesarias para lograr una agricultura y un desarrollo rural sostenibles. El planteamiento del CMFAT brinda un concepto analítico orientado a la normatividad para el cumplimiento de los objetivos de la ADRS.

LAS FUNCIONES MÚLTIPLES DE LA AGRICULTURA Y LAS TIERRAS

La función primordial de la agricultura sigue siendo la producción de alimentos y de otros productos básicos, y contribuir a la seguridad alimentaria, tarea compleja que exige un medio ambiente favorable y políticas que garanticen la estabilidad y equidad social, cultural, política y económica. La combinación de las funciones económica, social y ambiental de la agricultura puede contribuir al cumplimiento de esos objetivos. La actividad agrícola y la utilización correspondiente de las tierras también generan una amplia gama de productos y servicios no alimentarios, configuran el medio ambiente, afectan a los sistemas sociales y culturales y contribuyen al crecimiento económico.

La agricultura y la utilización correspondiente de la tierra tienen numerosas funciones de consideración:

Entre las tres funciones hay evidentes relaciones mutuas. Su importancia relativa depende de las opciones estratégicas locales y nacionales. Las funciones múltiples pueden ser pertinentes en muchos ámbitos, desde el local, al nacional, el regional y el mundial. Las distintas funciones y sus consecuencias pueden actuar en diferentes horizontes temporales; en realidad, algunas innovaciones y transformaciones pueden presentar desventajas a corto plazo, como una productividad menor, antes de que se produzcan sus beneficios generales económicos y ambientales de largo plazo. Otro aspecto de la complejidad de las funciones múltiples es que pueden producir diversas repercusiones que varíen en el tiempo y el espacio. Tomar decisiones bien informadas exige una evaluación transparente de las ventajas de las posibles sinergias y necesarias concesiones mutuas de la agricultura y la tierra.

Por ejemplo, un sistema agrícola local todavía puede tener múltiples funciones en los países industrializados con industrias bien establecidas, donde la economía de los servicios tenga mayor peso y la población rural sea reducida,. En una región montañosa, los cultivos de temporada siguen teniendo valor económico para la alimentación y los forrajes, a la vez que la ganadería puede proporcionar una variedad de bienes. El paisaje tiene valor como lugar de esparcimiento y recreación para sus visitantes de sitios próximos o remotos. La función ambiental de la cuenca hidrográfica consiste en mantener la calidad y cantidad de las aguas, y evitar la erosión río abajo. Las zonas boscosas brindan productos de recolección, madera y beneficios atmosféricos y para los suelos. Por último, la vitalidad sostenida de la economía rural en su conjunto conserva el legado cultural y garantiza la disponibilidad de mano de obra para el cuidado de los recursos naturales. Las decisiones de utilización de las tierras y de creación de puestos de trabajo exigen encontrar un equilibrio entre los beneficios económicos de corto y de largo plazo, así como considerar las consecuencias de la utilización de las tierras: las transformaciones realizadas en las partes altas de una cuenca hidrográfica pueden repercutir en las actividades y los recursos de río abajo.

En los países en desarrollo, la agricultura puede seguir teniendo una función económica central al suministrar bienes para consumo o transformación internos, o materias primas y productos terminados para el mercado internacional. El empleo de gran parte de la población depende sobre todo de estas actividades, pero también se extiende a la atención de los recursos locales, que repercute en el medio ambiente. La función económica además abarca el cuidado a largo plazo y el uso sostenible de los recursos naturales, y cada vez más otras actividades como las industrias artesanales y el turismo. Las decisiones de inversión en nuevas formas de utilización de la tierra implican encontrar el equilibrio entre los costos y los beneficios de corto y largo plazo (por ejemplo, los ingresos inmediatos de los cultivos comerciales respecto a la pérdida de los hábitat naturales y de sus funciones), así como consideraciones de las consecuencias sociales de algunos fenómenos (como la conversión de la pequeña propiedad en grandes plantaciones, la agricultura mecanizada y la de riego).

EL MARCO CONCEPTUAL

Si bien desde hace mucho tiempo se ha reconocido el carácter multifuncional de la agricultura y la correspondiente utilización de las tierras, el documento propone un nuevo planteamiento coherente para realizar una ponderación comparativa y evaluar esas funciones múltiples, con miras a lograr una agricultura y desarrollo rural sostenibles. Este planteamiento describe las relaciones de los aspectos de la agricultura multifuncional relativos al mercado, los recursos, institucionales y geográficos. Permite incorporar las dimensiones espacial, proporcional y temporal. Acoge las regiones con diferentes características, para ayudar a elaborar políticas óptimas que tomen en cuenta las circunstancias y las preferencias locales. Postula una relación general entre el desarrollo de la capacidad institucional y la posible contribución de la agricultura multifuncional y la utilización de las tierras al desarrollo sostenible.

La utilización de estos principios básicos en los estudios de casos permite sacar tres conclusiones para futura confirmación práctica:

EL FUTURO

El conocimiento de los factores críticos para incrementar la sostenibilidad de la agricultura se ha enriquecido a partir de las posibilidades de sus funciones múltiples en las zonas rurales. Se requiere la participación de todos los interesados, contar con medios eficaces de coordinación de las actividades y de la toma de decisiones, colaborar con otros participantes locales y el concurso de la sociedad civil. Los residentes de las comunidades rurales, sobre todo los agricultores, siguen desempeñando una función central en el cuidado de las tierras agrícolas y el medio ambiente. La apreciación de su contribución central ha calado gradualmente en el gobierno y en los organismos privados de los países urbanizados, industrializados y en desarrollo. Con todo, la responsabilidad última para asegurar la viabilidad de los sistemas agrícolas y el medio ambiente sigue incumbiendo al sector público, y se requieren medios para atender los intereses contrapuestos, las necesidades inmediatas y las condiciones de la sostenibilidad a largo plazo, que ponderen adecuadamente los objetivos generales de equidad y disminución de la pobreza.

Los posibles campos de acción son:

Los procesos nacionales e internacionales

La capacidad de distinguir las funciones de la agricultura en los contextos precisos permite entender las posibles direcciones de la política y las actividades futuras. Contribuir al objetivo general del desarrollo sostenible supone mejorar la seguridad alimentaria y fortalecer las sinergias entre las funciones ambiental, económica y social de la agricultura y la utilización correspondiente de las tierras. Las prioridades y los procesos nacionales para fijarlas variarán, y las opciones dependerán de los procesos públicos de toma de decisiones. Seguirá incumbiendo a los organismos del Estado y a la administración pública la responsabilidad principal de tomar esas decisiones y ejecutarlas.

Los organismos regionales e internacionales desempeñarán una función cada vez mayor en la formulación de políticas conjuntas centradas en las ventajas comparativas del comercio y el desarrollo, con objetivos sociales específicos que repercutan en los asuntos relativos a la equidad, a la igualdad de oportunidades para las mujeres, y al acceso a los recursos. Quizá la principal dificultad para lograr que sean sostenibles la agricultura y la correspondiente utilización de las tierras consiste en reconciliar el objetivo primordial de lograr la seguridad alimentaria con los propósitos ambientales. Ambos tienen un carácter internacional inherente. El proceso de la Comisión sobre Desarrollo Sostenible (CDS) ofrece un ámbito común para reconocer la función perdurable e insustituible de la agricultura en el futuro, aprovechando las posibles sinergias entre el medio ambiente y los distintos sectores de la economía y la sociedad.

Con todo, podría no ser suficiente. Hace falta colaborar hacia la coordinación de los sistemas e instituciones mundiales a los que incumben todas las dimensiones del aprovechamiento de las tierras. Los métodos y las instituciones pertinentes también abarcan la macroeconomía, la política pública y la planificación en general. También hacen falta iniciativas en el contexto de los numerosos convenios pertinentes que reglamentan todo lo referente al medio ambiente, el comercio y la sociedad.

Los sectores de particular interés constante para el futuro son:

Distinguir las funciones ambiental, económica y social de la agricultura y de la tierra ya enriquece considerablemente la apreciación de la transformación de la función tradicional de la agricultura. Avanzar todavía más hacia la sostenibilidad exigiría una colaboración más estrecha entre las instituciones responsables de la agricultura y de la utilización de la tierra, la economía, las políticas públicas y la planificación en general. La FAO, como plataforma neutra para el debate internacional, seguirá dedicando sus esfuerzos a asuntos críticos para el futuro de los alimentos y la agricultura.

Agradecimientos

Los documentos de exposición y de análisis son los dos principales documentos técnicos para la Conferencia. Los colaboradores más destacados en la preparación de dichos documentos fueron Michel Griffon, Parviz Koohafkan, que orientó una parte importante del proceso de análisis, Jules Pretty y Thomas L. Price, junto con Miguel A. Altieri, Nadine Azzu, Prem Bindraban, Hans Jansen, Ivo Morawski, Lawrence Smith y Leo van der Berg. Peter Saunders desempeñó un papel decisivo en calidad de editor técnico.

Louise Fresco ha supervisado el proceso de preparación y conclusión de los documentos. Se reconoce con agradecimiento el apoyo y orientacián general de H. Carsalade, J. de Leeuw y A. Sawadogo.

Se han recibido observaciones y sugerencias útiles de procedencias muy distintas. El amplio proceso de examen ha contado con las aportaciones prestadas dentro de la FAO por Doyle Baker, Gustavo Best, Luis Botero, David Cooper, Jacques-Paul Eckebil, Louise Fresco, Kisan Gunjal, Lucas Janssen, Peter Kenmore, Kay Killingsworth, Eric Kueneman, Andrew MacMillan, Wendy Mann, John Monyo, Terri Raney, Dirgha Tiwari, Richard Trenchard, Loy Van Crowder, Niek Van Der Graaff, Annemarie VanZeijl y Jacques Vercueil. Merecen especial agradecimiento las detalladas recomendaciones de los revisores externos: W.H.B. Aarnik, J.J. Neeteson, E.M.A. Smaling y G.G.J. Thissen, en los Países Bajos; Douglas Forno y sus colegas del Banco Mundial; Gérard Viatte y Wilfrid Legg de la OCDE; y Tim Aldington y Robert Brinkman como consultores.

Constance Neely y Robert Hart, de la Universidad de Georgia (SANREM), han prestado una aportación decisiva para el éxito de la Conferencia electrónica y del proceso de "análisis".

Thomas L. Price desempeñó las funciones de secretario en el proceso de redacción y revisión. Su contribución fue posible debido al apoyo del Gobierno de los Estados Unidos de América.

La preparación de los documentos fue posible gracias a la contribución financiera del Gobierno de los Países Bajos.

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