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Capítulo VIII - Mejora de las situaciones: Soluciones y estrategias


8.1 Viabilidad de las soluciones forestales
8.2 Orientaciones estratégicas para la acción
8.3 Alcance de las estrategias en materia de leña


Los resultados de los análisis presentados en los capítulos precedentes han puesto de relieve la gravedad y las dimensiones del déficit que existe entre las disponibilidades accesibles y compatibles con un régimen de producción sostenida, por un lado, y las necesidades actuales mínimas de leña, por otro. Recuérdese, además, que el déficit afectaba en 1980 a unos 920 millones de personas y que para el año 2000 esa cifra podría multiplicarse por dos o por tres si persistieran las tendencias actuales. En vastas zonas del Africa occidental y oriental y en el subcontinente indio la leña podría no desempeñar para entonces más que una función marginal. Por otro lado, todas las experiencias recientes han mostrado que ninguna energía sustitutiva puede reemplazar a la leña, en condiciones técnicas y socioeconómicas aceptables, en una escala que pueda mitigar tan sombrías perspectivas. Ello significa que, al menos en los dos últimos decenios de este siglo, la población rural del tercer mundo, y probablemente también los estratos urbanos más pobres, seguirán dependiendo en forma preponderante de los recursos vegetales inmediatamente disponibles en el medio que la rodea. Esa situación persistirá hasta que se den las condiciones necesarias para una difución masiva de las energías sustitutivas de la leña, e incluso entonces será necesario un intervalo de tiempo para que la penetración de una nueva tecnología modifique sensiblemente la situación, haciendo sentir su impacto. De todas maneras, el hecho de que cada vez se aprecie más claramente la verdadera naturaleza del problema y sus dimensiones constituye ya un primer paso importante para su solución o al menos para la inversión de las tendencias actuales.

El problema, pues, es de excepcional gravedad y es indispensable, una vez planteado, examinar, aunque sólo sea brevemente, las soluciones posibles. Hasta la crisis energética de los años setenta se consideraba que la transición del uso de leña al empleo de energías comerciales era un proceso obvio y eran poquísimas las intervenciones deliberadas encaminadas a controlar o mejorar los aprovisionamientos de leña. Hoy día, sin embargo, la leña, como fuente renovable de energía de origen local, tiene importancia estratégica además de social. Es, pues, necesario movilizar todo el potencial de las intervenciones forestales para resolver el problema y mantener los aprovisionamientos. En este capitulo, por tanto, se analizará el grado de viabilidad de las soluciones forestales encaminadas a aumentar las disponibilidades de leña y se mostrará que no puede bastar una solución sencilla o única, sino que se requieren diversas intervenciones, combinadas en estrategias que respondan a las distintas situaciones específicas. Se pondrá de relieve igualmente que en la mayoría de los casos existe una serie de obstáculos similares - una especie de denominador común - que actúan como freno, y que la eliminación de esos obstáculos puede desempeñar una función importante en la puesta en marcha de un proceso dinámico de desarrollo.

8.1 Viabilidad de las soluciones forestales


8.1.1 Aumentar la productividad de las formaciones naturales
8.1.2 Constituir nuevos recursos: Plantaciones
8.1.3 Integrar las soluciones forestales


Las soluciones forestales orientadas a aumentar las disponibilidades de madera para usos energéticos se basan en una mayor movilización del potencial de las formaciones naturales o en el establecimiento de nuevos recursos. Ambos tipos de soluciones deben generalmente aplicarse juntos, dado el imperativo de obtener resultados lo antes posible que imponen las situaciones de déficit de leña. Las condiciones ecológicas, en particular la aridez y el relieve, constituyen un factor limitativo importante, pero ano cuando las repercusiones de las soluciones forestales en el aprovisionamiento de leña sean limitadas, la función que el árbol desempeña en la conservación del ambiente y en las economías agrícolas y pastorales locales hacen imprescindible el recurso a esas soluciones. Es esencial que el problema de la leña y sus soluciones se afronten teniendo presente la ordenación integrada del territorio y los sistemas de cultivo, dado que, para las poblaciones interesadas, todos esos elementos constituyen un todo indisoluble. Estas consideraciones, por otro lado, hacen recordar que una eventual solución forestal del problema de la leña no puede prescindir de la problemática global de la compleja función que desempeñan los recursos forestales en la economía rural y de sus diversas aportaciones, tanto productivas como protectivas. Por ese motivo, las soluciones forestales del déficit de leña son inseparables de la política forestal y de la ordenación de los bosques, a las cuales, por otro lado, dan nuevo impulso e importancia, dado que las soluciones forestales deben orientarse no sólo a las masas de vegetación leñosa de todas dimensiones sino también a la asociación de árboles forestales, incluso aislados, con los sistemas de cultivo o de pastoreo, teniendo en cuenta el papel que todos esos elementos pueden jugar en el aprovisionamiento.

8.1.1 Aumentar la productividad de las formaciones naturales

La explotación por parte del hombre, el apacentamiento del ganado y las destrucciones debidas al fuego o a otros agentes, en particular de carácter climático, se combinan para limitar o reducir la productividad natural potencial de las formaciones naturales, en particular los bosques abiertos, las sabanas boscosas, y las sabanas y estepas arbóreas y arbustivas. En general, la productividad de esas formaciones puede aumentarse en forma importante con una explotación más racional de la biomasa leñosa disponible y recurriendo a métodos de protección relativamente sencillos. Algunos estudios recientes, en particular los realizados por la FAO, han puesto de relieve que el volumen de materiales leñosos disponibles para leña es de 75 m3 por hectárea en la región de Terai, en el Nepal, de mis de 80 m3 por hectárea en el cerrado brasileño y de 30 m3 en la zona centro-meridional del Alto Volta. Cantidades importantes de esas disponibilidades se desperdician a menudo, bien por tratarse de residuos de la explotación comercial, bien a causa de los incendios provocados por los agricultores migratorios o los pastores o incluso en el mareo de programas oficiales de desmonte y colonización. Para mejorar la productividad de las formaciones naturales bastan a veces intervenciones relativamente sencillas: con disposiciones para prohibir la tala o el pastoreo se ha conseguido duplicar la productividad en algunas formaciones de sabana. En otros casos, basta incluir la producción energética entre las funciones de la ordenación forestal. La complejidad de todas estas intervenciones radica en su interacción con la creciente necesidad de disponer de nuevas tierras de cultivo o de pastoreo para la población y en la necesidad indispensable de conseguir la adhesión de esta.

Los obstáculos existentes son, de todas formas, muy importantes:

- dificultad de administrar vastas extensiones de formaciones naturales de baja productividad media con servicios forestales mal afianzados y con limitadas disponibilidades de personal y de medios;

- falta de interés por parte de la población, a la que tradicionalmente se ha tenido al margen de la gestión de los recursos forestales, a las que, por otra parte, considera como una forma de ocupación del suelo que está en conflicto con sus necesidades inmediatas;

- dificultad de luchar contra los incendios y evitar su propagación;

- dificultad de organizar el pastoreo y evitar el libre vagar de los rebaños, cuya densidad puede ser muy superior a las posibilidades de la cubierta herbácea, con la consiguiente utilización de la vegetación lanosa;

- falta de información sobre los recursos existentes y sobre las posibilidades de incrementar su productividad en leña, en particular asociándola con otras necesidades fundamentales de producción y protección;

- estado de degradación, a veces muy avanzado, de la vegetación leñosa, que, a pesar de las medidas de protección adoptadas, no está en condiciones de reconstituirse en forma importante, especialmente cuando las condiciones ecológicas son poco favorables.

Las actividades del servicio forestal encaminadas a conseguir una gestión más intensiva de las zonas forestales han de realizarse de concierto con los servicios de desarrollo rural y de ganadería y con la participación directa de las poblaciones locales. Es indispensable que la población adopte una actitud positiva y, más aún, dinámica frente a la protección y la administración de los recursos forestales de los que depende su aprovisionamiento y para ello es preciso sensibilizarla en forma continua, haciéndole ver la función que desempeña el elemento forestal en su bienestar y en su economía local.

En muchos casos, un medio particularmente eficaz para conseguir que la población rural se sienta responsable de sus propios recursos forestales consiste en confiarle su administración y dejar en sus manos los beneficios de la explotación, ofreciéndole al mismo tiempo la ayuda técnica de los servicios forestales. La labor de estos últimos resulta así profundamente modificada respecto a la orientación tradicional: en vez de actuar directamente sobre las masas forestales habrán de sostener las actividades que realice la población misma en función de las necesidades que ella sienta, prestando el apoyo técnico y logístico necesario para mejorar las probabilidades de éxito1. En los primeros momentos, el servicio forestal deberá dedicarse a mostrar a la población lo que debe y puede hacerse y las ventajas que pueden derivarse.

1 Esta nueva orientación de la actividad forestal y las profundas modificaciones que impone han sido expuestas en varios documentos de la FAO, en particular en el titulado "Actividades forestales en el desarrollo de comunidades locales", FAO, Roma, 1978.

Por otro lado, los recursos forestales situados en las proximidades de mercados importantes, como los grandes centros urbanos, habrán de seguir siendo administrados directamente, en muchos casos, por el servicio forestal, en una perspectiva de explotación racional con finalidades múltiples que concurra al aprovisionamiento estable de los consumidores en condiciones económicas satisfactorias. Al mismo tiempo es preciso evitar que el aprovisionamiento de leña se encauce hacia las ciudades, en detrimento de la población rural, generalmente más pobre.

Si se hace un esfuerzo importante para superar las dificultades aquí enumeradas, en muchas zonas donde existen formaciones naturales ano relativamente importantes la mejora de la gestión de los recursos puede traducirse a plazo medio (en unos 10 o 15 anos) en un aumento sensible de la capacidad de producción de combustibles leñosos. Si al mismo tiempo se intensifican otros tipos de explotación de los bosques, se mejora la productividad agrícola y, cuando la situación lo requiera, se sedentariza la agricultura, el ritmo anual de deforestación podría reducirse en forma importante y las disponibilidades de leña podrían aumentar considerablemente.

En muchas situaciones es posible un cálculo relativamente sencillo: un aumento medio del 20% en la productividad de las formaciones forestales accesibles, en conjunto, constituye un objetivo realista y que no requiere inversiones considerables. Si se compara ese aumento de las disponibilidades con la extensión equivalente de plantaciones que, en las condiciones medias de productividad existentes, sería necesario establecer y con el costo elevado que ello entrañaría, es fácil apreciar cuánto convenga conceder atención prioritaria a la mejora de la productividad de las formaciones naturales, objetivo difícil de conseguir, si, pero de eficacia particularmente interesante.

8.1.2 Constituir nuevos recursos: Plantaciones

A menudo es indispensable crear nuevos recursos madereros para la obtención de energía, sobre todo si Be tiene en cuenta que las poblaciones que dependen de esa fuente de energía están en general concentradas en regiones que han estado sometidas a una deforestación intensiva, con el resultado de que las formaciones naturales restantes no están en condiciones de asegurar los aprovisionamientos, ni ano cuando se mejorara su productividad. Con frecuencia, pues, se ha preferido recurrir como solución a las plantaciones forestales, por la relativa facilidad con que es posible establecerlas y las buenas posibilidades de éxito que ofrecen. Sin embargo, existen algunas dificultades importantes que limitan la viabilidad y el impacto de las plantaciones, en particular las condiciones ecológicas, la disponibilidad de tierras suficientemente favorables, la actitud de la población y el costo de su realización.

a) Las condiciones ecológicas de las zonas deficitarias, en especial por lo que se refiere al clima y al suelo, son a menudo poco favorables para las plantaciones, cuya productividad experimenta variaciones con frecuencia desfavorables e imprevisibles. Es relativamente fácil que las plantaciones den buen fruto durante los primeros años, pero es más difícil sostener un nivel satisfactorio de productividad hasta el final. La información y los datos de investigación disponibles sobre especies exóticas y locales, técnicas de plantación y de gestión, mantenimiento y prevención de enfermedades son a veces insuficientes, y su difusión deja a menudo que desear. Con frecuencia se subestiman esos obstáculos y se inician proyectos en gran escala sobre la base de una extrapolación de los resultados obtenidos en parcelas de investigación, que han recibido cuidados especiales y en las que se ha trabajado en condiciones y a una escala que no son significativas. Por otro lado, en muchas ocasiones no se aprecia toda la complejidad de los trabajos de protección y mantenimiento que son necesarios para conseguir una productividad óptima.

Todos estos aspectos técnicos requieren atención primordial: las plantaciones forestales han de enfocarse con la misma perspectiva que todas las demás inversiones agrícolas. Una plantación no es más que un cultivo de árboles que exige una selección de especies y procedencias, una elección del lugar y una serie de acciones que garanticen el mejor resultado posible, condición indispensable para su rentabilidad.

b) La disponibilidad de tierras situadas en zonas favorables para las plantaciones forestales constituye un problema general, pues a menudo es precisamente la necesidad de tierras de labor lo que ha determinado la deforestación y ha hecho que fuera necesario establecer plantaciones. Es raro que los agricultores estén dispuestos a ceder tierras para plantaciones, a no ser que sus condiciones de fertilidad las hagan de valor marginal. Puede pensarse en varias soluciones:

- hacer plantaciones en zonas marginales, con el doble objetivo de restablecer tierras denudadas o sujetas a la erosión y producir madera, pero los resultados, desde el solo punto de vista de la productividad, raras veces son alentadores;

- volver a plantar determinadas superficies forestales previo desmonte de la vegetación natural existente: esta solución resulta a menudo costosa, sobre todo por 100 gastos que entraña el desmonte, y no está justificada más que cuando se ha verificado precedentemente, con un estudio a fondo de la situación, que la vegetación existente está demasiado degradada y es preferible correr los riesgos inherentes a una nueva plantación antes que intentar aumentar la productividad de una vegetación que tiene la ventaja de estar ya adaptada a las condiciones ecológicas locales. En todos los casos, las condiciones del lugar deben ser tales que permitan esperar obtener una productividad razonable. Esta es generalmente la solución que mejor se presta para las plantaciones en gran escala realizadas por los servicios forestales en tierras de propiedad pública;

- multiplicar los árboles en todo el espacio rural, fuera de las tierras forestales: la diseminación masiva de árboles, en forma de bosquecillos colectivos o individuales, huertos caseros o árboles aislados, en todos los espacios libres del paisaje rural representa evidentemente una solución prometedora para aumentar las disponibilidades de leña. La integración del árbol en la agricultura, en particular la agrosilvicultura, constituye una extensión de la gestión de los recursos forestales y ofrece posibilidades muy flexibles para resolver el conflicto entre agricultura y bosques, combinando los distintos intereses de la población y multiplicando los beneficios que se pueden obtener directamente de una misma parcela. En muchos casos, esta solución era ya parte integral de los sistemas tradicionales de aprovechamiento del espacio. A esto hay que añadir el efecto decisivo que puede tener en la utilización de las tierras la mejora y la intensificación de la producción agrícola, gracias a las cuales pueden quedar disponibles algunas tierras para la plantación de árboles destinados a la producción de leña.

c) La actitud de la población es un factor determinante. La población no se siente interesada por las plantaciones de gran extensión, inmovilizadas para usos forestales durante largos períodos, para establecer las cuales no se le ha consultado y cuya producción no le aportará beneficios directos, substanciales y equitativamente distribuidos. En el mejor de los casos, su actitud no será más que pasiva y a menudo se manifestará una hostilidad más o menos abierta, que se traducirá en talas clandestinas y dará lugar a una degradación que hará inútiles todos los esfuerzos hechos. Es bien sabido que, si plantar un árbol es relativamente fácil, es mucho más difícil convencer a un campesino a que dedique parte de su tierra a la plantación de árboles y los proteja y los cuide hasta que alcancen la madurez.

La solución es una sola, aunque multiforme: hacer participar activamente a la población desde las fases iniciales hasta la obtención de los beneficios finales. La plantación debe responder a necesidades que la población sienta y debe constituir para la gente una operación interesante, de cuya protección y gestión se deriven más beneficios que de toda alternativa posible de destrucción o aprovechamiento diverso del mismo suelo.

En esta perspectiva, hay que hacer hincapié en dos aspectos determinantes la capacidad de toda plantación forestal de responder contemporáneamente a varios objetivos (madera, frutos, forraje, protección, etc.) si se procede a una elección juiciosa de las especies y de las técnicas, y la participación sin equívocos de la población en plantaciones cuyo objeto primordial sea satisfacer sus necesidades domésticas de energía y de otros productos. Condición fundamental para que los programas de plantación tengan éxito es hacer que toda la población tome conciencia de la importancia del problema de la leña y de la función e interés que todos tienen en la mejora de los aprovisionamientos de ese combustible. La función informadora y animadora del personal forestal, antes que su función técnica, es esencial para favorecer esa toma de conciencia.

d) El costo es sin duda alguna un obstáculo para aumentar las superficies plantadas en proporción a las necesidades y el déficit probable. Las observaciones hechas por la FAO, el Banco Mundial y otros organismos coinciden en fijar los costos del establecimiento y manutención de plantaciones a gran escala en la región saheliana en 1981 en cifras muy superiores a 1000 dólares EE.UU. por hectárea, con una productividad media esperada de 4 a 7 m3/ha/año. Son posibles dos soluciones: recurrir a la financiación exterior o movilizar los recursos locales con la colaboración de las poblaciones interesadas.

En el primer caso, es necesario evaluar cuidadosamente las aportaciones positivas de los programas financiados con préstamos, en particular por lo que se refiere a la solidez de los elementos que condicionan la rentabilidad financiera (rendimiento, calidad y valor de los productos, vencimientos, etc.). Hay que considerar también con particular atención las medidas concomitantes que son necesarias y los recursos humanos, la infraestructura y las instituciones que se requieren, dada su función determinante para la buena marcha de la operación hasta su término. Podrá mejorarse además la rentabilidad modificando el concepto tradicional de productividad forestal, adoptando un régimen más breve de rotación y produciendo mayores cantidades de madera de poco diámetro.

La participación de la población local en las operaciones, haciéndole percibir los beneficios que puede obtener, permitirá atender con recursos locales una parte importante de los gastos de establecimiento, en particular los relativos a mano de obra. Sin tener en cuenta el valor del suelo, el precio de mercado de los insumos que el Estado debe aportar para un programa de plantación comunitaria representa, en un programa normal a gran escala, de un tercio a un cuarto de los gastos totales por m3.1 Lo importante, una vez mis, es sensibilizar a la población y ofrecerle una apoyo real mediante medidas apropiadas de incitación y asistencia técnica, sin olvidar, naturalmente, la formación de personal supervisor y todos los aspectos de asistencia institucional.

1 Potential for Fuelwood and Charcoal in the Energy Systems of Developing Countries, preparado por Meta Systems, Inc., como contribución de los Estados Unidos al Grupo Técnico de las Naciones Unidas sobre Madera y Carbón Vegetal, de cuya secretaría se encargó el Departamento de Montes de la FAO.

8.1.3 Integrar las soluciones forestales

En la mayoría de los casos, la mejora y el aumento de los aprovisionamientos de leña habrán de basarse en un programa complejo que incluya desde actividades de aumento de la productividad da las formaciones naturales hasta trabajos de constitución da nuevos recursos. Las condiciones específicas de cada situación determinarán las repercusiones que es posible esperar y la importancia relativa que ha de darse a esas distintas soluciones forestales. La importancia efectiva de la leña en la economía rural y un análisis detallado de los costos y beneficios permitirán obtener indicaciones preciosas para mejorar la eficacia de esas actividades. Cuando las situaciones ecológicas sean particularmente difíciles o la densidad de la población sea elevada, es probable que las soluciones forestales no puedan desempeñar más que una función limitada y se requieran otras intervenciones complementarias. Pero es importante subrayar que en todos los casos las soluciones forestales deberán estar integradas en un plan de aprovisionamiento y distribución que garantice el acceso de la población a los combustibles que necesite en condiciones económicas y estables. Habida cuenta del poso y el volumen de los combustibles leñosos, la distribución espacial de los recursos en relación con la demande, la infraestructura de transporte y la organización de la distribución son aspectos importantes que no pueden pasarse por alto al determinar la viabilidad y el impacto de las soluciones forestales. En particular, hay que velar por que se asegure el aprovisionamiento de los grandes centros urbanos o de las zonas más pobladas sin que ello vaya en detrimento de las poblaciones de las zonas rurales vecinas.

Por su complejidad y por la importancia de lo que está en juego, las soluciones forestales han de estar integradas en la política forestal nacional, de la que deben constituir un capítulo importante. Dicha política debe encarnar el reconocimiento efectivo de la importancia que tiene la contribución energética de los recursos forestales y poner de manifiesto la decisión de las autoridades políticas de intervenir deliberadamente en ese campo a todos los niveles.

8.2 Orientaciones estratégicas para la acción


8.2.1 Acciones de corto a medio plazo
8.2.2 Acciones de medio y largo plazo


En la mayor parte de las situaciones identificadas, el impacto que tendrán con el tiempo las soluciones forestales no permitirá resolver a breve plazo las tensiones y problemas derivados de la insuficiencia de leña. En la práctica, será siempre necesario recurrir a una serie de intervenciones sobre los principales parámetros de la oferta y la demanda. Es indispensable, en otras palabras, afrontar el problema con una estrategia bien definida, cuyas orientaciones generales es posible indicar pero cuyos ingredientes específicos deberán combinarse en cada caso según la situación concreta. Lo primero que es preciso subrayar es que toda estrategia en materia de leña debe estar estrechamente ligada a la situación energética nacional y, en particular, a un claro reconocimiento de la importancia que reviste esa fuente de energía en relación con las demás energías disponibles y con los diversos grupos de usuarios y sus necesidades. La producción de madera-energía ha de colocarse además en el contexto más amplio de la contribución global de la vegetación forestal y de los árboles a la economía rural y nacional y al mantenimiento de la productividad del medio. La producción de energía es un aspecto importante de la contribución del sector forestal al desarrollo, pero no el único.

Con ocasión de los preparativos para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Fuentes de Energía Nuevas y Renovables, celebrada en Nairobi, un grupo técnico de expertos se dedicó a estudiar a fondo el problema de la leña y el carbón vegetal, preparando, como contribución principal para la Conferencia, una estrategia titulada "La leña: Energía para la supervivencia y el desarrollo"1.

1 Informe del Grupo Técnico sobre leña y carbón vegetal sobre su segundo periodo de sesiones, Naciones Unidas, Asamblea General, febrero de 1981. A/CONF.100/PC/34.

En las páginas que siguen se examinarán sucintamente los principales aspectos de esa estrategia y sus repercusiones, para poner de relieve la amplitud y la complejidad de la tarea que hay que realizar.

Toda estrategia para la leña debe combinar necesariamente actividades a breve plazo con otras a plazo más largo e intervenciones destinadas a aumentar el aprovisionamiento con otras orientadas a disminuir la demanda. Sólo así será posible atacar el problema en todos los frentes y evitar que se agrave en forma incontrolada antes de que las soluciones a plazo más largo empiecen a producir sus efectos. Se han identificado, pues, seis tipos principales de acción, orientadas tanto hacia la oferta como hacia la demanda de leña.

8.2.1 Acciones de corto a medio plazo

8.2.1.1 La sustitución o el empleo complementario de otras fuentes de energía, en particular comerciales, puede ser indispensable en las situaciones más graves para completar los recursos de leña, claramente insuficientes para cubrir aunque sólo sea las necesidades mínimas. En algunos casos puede tratarse sólo de una acción temporal, para aliviar la presión que grava sobre los recursos restantes y ganar tiempo para establecer nuevos recursos y esperar que empiecen a producir. Hasta ahora esas intervenciones se han limitado al ambiente urbano, como en el caso de la campaña de "butanización" del Senegal, pero han chocado con el obstáculo de los costos de los combustibles sustitutivos y del equipo necesario para su utilización y con problemas de aceptación por parte de la población, por tratarse de combustibles con características diferentes de los tradicionales. La sustitución resulta particularmente difícil en los usos domésticos y encuestas recientes han mostrado el apego de las amas de casa a los combustibles tradicionales. De todas maneras, es indudable que en las situaciones de escasez aguda la introducción de combustibles sustitutivos será cada vez más necesaria para asegurar la satisfacción de las necesidades energéticas mínimas. Para acelerar el impacto de la sustitución habrá que orientarse ante todo hacia aquellos usos en que es más viable, como las industrias rurales, los hornos de ladrillos, los talleres de alfarería, etc., de manera que la concentración de los usuarios haga mis fácil la intervención, pero es necesario siempre asegurar un aprovisionamiento regular. A plazo más largo, habrá que fomentar el empleo de energías sustitutivas renovables en todos los terrenos, a medida que se vaya disponiendo de la tecnología y el equipo necesarios para ello en condiciones técnicas, sociales y económicas adecuadas a los distintos usos específicos.

8.2.1.2 La distribución de combustibles leñosos debe organizarse y controlarse de manera que se asegure un aprovisionamiento regular, evitando que se produzcan grandes variaciones estacionales y que se creen situaciones localizadas de escasez aguda a poca distancia de zonas excedentarias, fenómenos ambos que se han observado en particular en Africa. En la mayor parte de los casos, los problemas que se encuentran para organizar la distribución se deben a falta o insuficiencia de infraestructuras de comunicación y transporte, a la necesidad de pasar de una organización tradicional informal a un sistema moderno y bien estructurado, a la dificultad de controlar los mecanismos de determinación de los precios y al efecto perturbador de las fuertes concentraciones de la demanda, como los grandes centros urbanos, o de situaciones de oligopolio de la oferta. Raras veces se interviene deliberadamente en estos aspectos, que sin embargo son fundamentales en una perspectiva de utilización racional de los recursos para atender la demanda. El paso de la leña de producto tradicionalmente libre y gratuito a mercancía valorizada y monetarizada debe hacer que se preste cada vez más atención a la importancia de la comercialización y a la necesidad de favorecer una distribución eficaz en condiciones económicas regulares y equitativas. La transformación de la leña en un bien económico como otros ha de llevar a una mayor eficacia en su producción y su utilización.

8.2.1.3 La mejora de las técnicas de conversión afecta a varias operaciones, que van desde la recogida misma hasta la transformación de la madera en carbón vegetal, pasando por su elaboración con vistas al transporte y a la entrega al consumidor de un combustible que permita obtener los mejores rendimientos posibles en los distintos usos. Entre esas técnicas, cuya finalidad es un mejor aprovechamiento de los recursos existentes, cabe mencionar el secado de la leña, el mejoramiento de las condiciones de transporte y la promoción de métodos de carbonización de mejor rendimiento. De esa manera será posible suministrar combustibles de mejor calidad, ampliar el abanico de la biomasa utilizable como combustible, mejorar las condiciones de manipulación y transportabilidad y producir, a partir de la misma cantidad de materiales leñosos, mayores cantidades de carbón de calidad igual o superior. El empleo de mejores técnicas de conversión puede permitir ahorros importantes, reduciendo la madera necesaria para atender el mismo consumo energético. Estas intervenciones suponen un esfuerzo particular para difundir conocimientos y técnicas adecuados, agrupar a los productores, de modo que puedan mejorar su productividad y su capacidad de inversión, y establecer circuitos de distribución que favorezcan una organización económica eficaz sin repercusiones negativas en los puestos de trabajo.

8.2.1.4 La mejora de las cocinas y estufas de leña es especialmente importante si se tiene en cuenta el bajo rendimiento término de los combustibles obtenidos por métodos tradicionales, que es del orden del 5 al 10% de la capacidad calorífica de la madera. Dada la importancia que tiene el consumo doméstico de leña, hay que trabajar sobre todo en la mejora de las cocinas caseras, sin olvidar, sin embargo, otros usuarios como los secaderos de té o tabaco, los hornos para el ahumado del pescado, los hornos de pan, eta. Utilizando cocinas y estufas más eficientes es posible, sin grandes problemas, economizar un tercio o más de combustible, reduciendo en esa misma proporción las necesidades de leña. Para conseguir ese resultado es preciso intervenir a diversos niveles, incluidas las características y la preparación del combustible y los métodos y el equipo de cocina y de calefacción. Empleando materiales y tecnologías disponibles localmente es posible fabricar cocinas y estufas mejores a precios muy módicos, inferiores a 10 dólares EE.UU. por unidad, con una inversión que, dados los precios corrientes de la leña, se amortiza en general en poco tiempo. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que los aspectos sociales, culturales y nutricionales y la resistencia a modificar un aspecto importante de la vida familiar son elementos determinantes para la aceptabilidad de una solución técnicamente adecuada y pueden retrasar considerablemente su difución y su impacto. No hay que pensar, pues, en obtener grandes resultados a breve plazo: pueden conseguirse resultados importantes, pero para ello es preciso prestar gran atención a las condiciones locales, preparar en colaboración con los usuarios modelos adecuados y de valor comprobado, hacer experimentos en condiciones normales de utilización, sostener el proceso de difución con el apoyo técnico necesario y hacer participar en los trabajos de promoción a las organizaciones y asociaciones locales. Por otro lado, ésta es la solución que ofrece mejores posibilidades a corto plazo en las situaciones más graves, y merece, por tanto, atención y una seria preparación, para asegurar que tenga éxito.

8.2.2 Acciones de medio y largo plazo

Las intervenciones destinadas a mejorar rápidamente la situación en materia de leña son un medio importante para reducir las tensiones y facilitar la realización de actividades cuyo impacto se hará sentir de manera más duradera y a plazo más largo. Esencialmente se trata, en todos los casos, de aumentar las disponibilidades de leña, bien sea mejorando la productividad de los recursos existentes o estableciendo nuevos recursos. De ambas posibilidades, ya examinadas desde el punto de vista de su factibilidad en la sección precedente, se tratará brevemente en las páginas que siguen.

8.2.2.1 El aumento de la productividad de las formaciones naturales existentes merece una atención que responda a la importancia de su contribución a los aprovisionamientos, que generalmente es grande. El análisis de numerosas situaciones pone de relieve que las formaciones naturales constituyen el elemento esencial de las disponibilidades y que una proporción importante de ellas es todavía poco accesible o totalmente inaccesible. Por otro lado, en las superficies accesible es posible a menudo aumentar la productividad en un 50 e incluso en un 100%. Excepto en los casos de degradación importante, las formaciones naturales (bosques, formaciones arbóreas y arbustivas) ofrecen una posibilidad de aumentar las disponibilidades de leña aplicando métodos relativamente sencillos de protección y de administración racional de los recursos. Tres son los aspectos que han de considerarse: movilización más total de la biomasa disponible, evitando abandonar desechos y elementos recuperables de pequeñas dimensiones: aumento de la productividad propiamente dicha de la biomasa existente, mediante métodos que estimulen el crecimiento; y mejora del acceso a los recursos, controlándolo al mismo tiempo.

Las condiciones de acceso de los usuarios a los recursos de leña revisten particular importancia, dado que condicionan no sólo el aprovechamiento efectivo de los recursos sino también la actitud de la población frente a ellos. La accesibilidad depende de toda una compleja serie de factores físicos, económicos y jurídicos y a menudo es inseparable de la utilización racional de los recursos. La mejora de las condiciones económicas de producción y comercialización de los recursos puede favorecer sin duda alguna el acceso a recursos que hasta ahora, en las condiciones normales de recogida de leña sobre la base del derecho de usufructo, son marginales. En la medida en que la población que vive alrededor de los bosques participe en la explotación de la leña y obtenga de esa manera puestos de trabajo y beneficios directos, en condiciones de acceso definidas en forma más positiva y menos reglamentada, se sentirá interesada y llegará incluso a participar en la conservación y en la gestión de los recursos de leña. Esto vale no sólo para los bosques propiamente dichos sino también para las formaciones abiertas o arbustivas, que a veces constituyen los únicos recursos disponibles localmente.

La producción de madera-energía era una dimensión tradicional de la administración de los bosques, que se ha olvidado en los últimos decenios. Es preciso redescubrirla y aplicar a ella todos los progresos de la técnica y de la información. Es preciso, sobre todo, sostenerla en las políticas nacionales y con medios proporcionales a los resultados esperados y apoyarse en la población, para desmultiplicar los esfuerzos. Se requieren, sin duda alguna, soluciones innovadoras y probablemente las inversiones humanas son tan importantes, en este campo, como las financieras.

8.2.2.2 La creación de nuevos recursos mediante plantaciones es en muchos casos, a largo plazo, un elemento indispensable, que ha de complementar a cuanto se haga sobre los recursos aún restantes. Según el carácter específico de las distintas situaciones y problemas existen numerosas posibilidades, que se pueden agrupar en tres tipos: plantaciones a gran escala, de ordinario costosas, orientadas hacia un mercado concentrado y generalmente monetarizado, como una aglomeración urbana; plantaciones comunales, para satisfacer las necesidades de una comunidad; y plantaciones individuales o familiares. En los dos últimos casos, parte de la producción se consume localmente y el resto puede llevarse al mercado, lo que permitirá obtener ingresos monetarios.

Los factores técnicos y socioeconómicos que han de tenerse en cuenta a la hora de decidir la importancia relativa que ha de darse a cada uno de esos tipos de plantación son muchos y muy complejos. En todos los casos, sin embargo, es indispensable integrar el programa de plantación en la ordenación del territorio, teniendo presentes las demás necesidades y usos del espacio rural.

En la mayor parte de las situaciones estudiadas y, por tanto, en la mayoría de los países a que se refiere este análisis, los programas actuales de plantación resultan insuficientes. Basándose en el análisis hecho, el Grupo Técnico sobre leña y carbón vegetal ha recomendado que se quintuplique el ritmo actual de plantación de árboles destinados a la producción de combustible, recomendación que ha sido recogida por la Conferencia de Nairobi y se ha incorporado en el Programa de Acción de Nairobi. Se trata de un esfuerzo considerable, que, en la perspectiva tradicional de confiar su realización a los organismos oficiales, requiere enormes recursos financieros. Por otro lado, esa aceleración del ritmo da plantación sólo será posible si se recurre a la colaboración activa y en masa de la población rural, se redistribuyen los esfuerzos a nivel individual, de manera que se multiplique la plantación de árboles en todos los espacios inutilizados, y se insta a los individuos y a las colectividades a movilizar todos los recursos locales, en particular tierras y mano de obra, en beneficio propio y en el marco más amplio de la contribución múltiple de la silvicultura a la satisfacción de sus necesidades. Programas de este tipo se han iniciado recientemente en China, India, Indonesia, la República de Corea y Tanzanía y muestran el camino que hay que seguir.

Por otro lado, para que esos esfuerzos sean realmente masivos y den los resultados apetecidos es preciso que se basan en una política claramente definida y cuenten con el apoyo de toda una serie de medios técnicos, financieros e institucionales. Es indispensable contar con una sólida base técnica, y todas las actividades deben enfocarse de manera que respondan a las posibilidades, los medios, las necesidades y las estructuras de las poblaciones interesadas. El ritmo de las actividades de plantación deberá estimularse y acelerarse tanto recurriendo a sistemas de crédito y ofreciendo incentivos como insistiendo en los demás beneficios y funciones de los árboles en el contexto de la economía rural. Será necesario, además, saber aprovechar las ocasiones que ofrecen otros aspectos del desarrollo rural, tales como la racionalización del aprovechamiento del territorio, una mayor integración de la utilización del espacio, la búsqueda de una agricultura más productiva, los programas sociales para combatir el subempleo y la pobreza rural, etc.

Todos los análisis muestran que las estrategias han de establecerse caso por caso, en función de las condiciones específicas, pero todas ellas deberán reunir cuatro características fundamentales:

i) combinar una serie da intervenciones orientadas tanto hacia las necesidades y el consumo como hacia los aprovisionamientos;

ii) combinar intervenciones con efectos inmediatos con otras a plazo más largo, pero programadas siempre sobre la base de una evaluación critica del factor tiempo;

iii) realizar todas las actividades a escala suficiente: no existe en ningún caso el peligro de sobreestimar las intervenciones necesarias, pues sólo con programas masivos pueden conseguirse efectos apreciables;

iv) movilizar masivamente a la población y hacer que participe activamente en todos los trabajos, de los que deberá ser responsable y beneficiaria.

La realización de los programas necesarios representa un auténtico desafío, por razón de su complejidad y de su amplitud, pero es indudable que el agravarse de las situaciones haría necesario un esfuerzo ano mayor y más costoso, al que vendrían a añadirse las consecuencias negativas que ese agravamiento tendría para la vida de los habitantes de esas zonas y para los recursos naturales.

8.3 Alcance de las estrategias en materia de leña


8.3.1 Adaptación y potenciamiento de las estructuras institucionales
8.3.2 Formación
8.3.3 Participación de la población
8.3.4 Investigación


Una vez subrayada la gravedad de las situaciones de crisis energética debidas a la escasez aguda de leña y la complejidad relativa de las soluciones necesarias, la última sección de este capitulo se propone poner de relieve la importancia de los obstáculos existentes y, al mismo tiempo, la función estimuladora que la problemática de la leña puede desempeñar en favor del desarrollo. Seria un grave contrasentido entender el problema de la leña y sus soluciones como un simple problema de subsistencia que no afecta en realidad más que a los estratos más pobres, más aislados y menos desarrollados de las sociedades del tercer mundo o como un problema de mera transición a fuentes de energía y tecnologías más avanzadas, porque si bien es cierto que los estratos más pobres son los más afectados por este problema, no lo es menos que la importancia de la leña en los balances energéticos nacionales y su cualidad intrínseca de sistema renovable, descentralizado y poco costoso de acumulación de energía solar hacen de ella una auténtica fuente de energía estratégica, cuyo potencial es preciso movilizar plenamente al servicio del desarrollo. A la hora de evaluar las intervenciones necesarias es importante subrayar que la movilización de esfuerzos y de recursos humanos y financieros, siempre solicitados para una multitud de tareas y de prioridades, va más allá del mero aprovisionamiento de materiales energéticos, por esenciales y difíciles de reemplazar que sean. Es preciso percibir claramente que las estrategias recomendadas representan una ocasión especial para eliminar determinados obstáculos que constituyen auténticos impedimentos del desarrollo y ofrecer la oportunidad de adaptar y potenciar las estructuras institucionales, movilizar y formar los recursos humanos, y potenciar la investigación aplicada. No es necesario sólo resolver un problema grave sino, al mismo tiempo, aprovechar la ocasión para poner en marcha una dinámica de desarrollo entre las poblaciones interesadas, mediante un proceso activo y responsable de búsqueda de la autosuficiencia energética que responda a los criterios del desarrollo rural.

8.3.1 Adaptación y potenciamiento de las estructuras institucionales

La conciencia de la dimensión social de las actividades forestales es en muchos casos un fenómeno reciente, y la contribución esencial de la leña al aprovisionamiento energético constituye una de las manifestaciones más evidentes de la importancia que tiene el elemento forestal para el desarrollo de las poblaciones rurales. A posar de ello, la preocupación fundamental de las políticas forestales sigue siendo, en muchos casos, la conservación del patrimonio forestal y el desarrollo industrial: los bosques siguen siendo parte del patrimonio nacional, la población sigue alejada de esa parte del espacio y las actividades silvícolas siguen siéndole extrañas. Los beneficios de las actividades forestales en que puede participar o que puede realizar son meramente marginales y, por otro lado, se ve privada de las zonas destinadas a intervenciones forestales, sin compensación alguna en forma de derechos de usufructo u otros productos. Los inconvenientes de las estructuras tradicionales en un mundo caracterizado por el crecimiento demográfico y las exigencias del desarrollo son manifiestas en estos casos y exigen un espíritu innovador, que se traduce en las nuevas orientaciones de la silvicultura comunitaria que actualmente se van difundiendo. Ello ha sido posible porque los funcionarios forestales han sido los primeros en tomar conciencia de la crisis energética rural derivada de la escasez creciente de leña y han visto en ese campo una de las dimensiones sociales más importantes de la actividad forestal.

Las estrategias en materia de leña exigen que se modifiquen y adapten las estructuras existentes. La importancia de la leña para el aprovisionamiento energético impone una revisión de las condiciones de acceso a los recursos, acceso que debe, si, controlarse, pero, al mismo tiempo, debe garantizar el aprovisionamiento. La rigidez de las estructuras territoriales o su evolución no debe representar ni crear un obstáculo para el acceso a las disponibilidades de leña y menos aún disuadir a la población de plantar árboles, cuya propiedad no quedará muy clara que condicionarán el uso de una parcela que mas tarde podría ser necesaria para otros fines.

La legislación y los reglamentos deberían evolucionar en la misma dirección: no seguir teniendo los bosques cerrados a la población que depende de ellos, sino integrar las actividades forestales en la ordenación general del territorio, para atender las necesidades de la población y favorecer su desarrollo.

La función de los servicios forestales a este propósito es fundamental y entraña una profunda transformación respecto a su tarea tradicional de órganos ejecutivos directos de programas definidos dentro de su propio ámbito. Las estrategias en materia de leña sólo podrán dar fruto si la población interviene como actor principal, con el apoyo técnico activo, comprensivo y constante de los servicios forestales. Ello supone al mismo tiempo un cambio en la forma de actuar, que debe consistir tanto en estimular la acción de otros como en intervenciones directas, y un potenciamiento de la eficacia técnica, para multiplicar los ejemplos de buenos resultados, que constituyen siempre la mejor forma de persuasión.

Para que la población llegue a estar verdaderamente interesada en los trabajos destinados a la protección y el aumento de los recursos de leña es preciso que sienta que esas actividades responden a sus necesidades y la beneficien directamente. Ello sólo será posible si la administración descentraliza el proceso de decisión y las responsabilidades operacionales, confiándolas a aquellos niveles en los que se perciben mejor las necesidades de la población, es posible entablar un diálogo con ella y pueden ponerse en práctica soluciones innovadoras para responder a problemas específicos locales. Por ejemplo, los factores socioculturales podrán mover a establecer en una región plantaciones colectivas en mayor escala que en otra, en la que será preferible multiplicar la plantación de árboles sobre todo a nivel individual, recurriendo tanto a especies frutales como forestales. Las intervenciones relacionadas con la leña, pues, ofrecen una ocasión evidente de modificar las relaciones tradicionales de la administración forestal con la población y adoptar enfoques directos que respondan a sus intereses y a sus necesidades.

En la mayor parte de los casos, la solución de los problemas de carestía de leña deberá aplicarse dentro de un marco más amplio que tenga en cuenta las demás contribuciones productivas ay protectivas de la vegetación forestal y prevea una estrecha asociación con los demás usos del suelo y una integración en los programas de explotación y desarrollo rural. Eso supone un diálogo y una coordinación sobre el terreno con los demás servicios técnicos agropecuarios, de manera que la integración del árbol en el espacio rural se refleje también en una integración de los métodos empleados por las distintas disciplinas y competencias que intervienen en ese mismo espacio. El objetivo último debe ser mostrar al campesino, en forma comparativa, las ventajas de una solución integrada de utilización del espacio que combine los árboles con el cultivo.

Esa adaptación de las estructuras institucionales aquí brevemente sugerida es indispensable para traducir rápidamente en actividades y resultados concretos las estrategias adoptadas en relación con la leña y, al mismo tiempo; pondrá de manifiesto hasta qué punto los gobiernos están decididos a llevar adelante esa estrategia y a apoyarla políticamente, factores ambos esenciales para arrastrar a la población.

8.3.2 Formación

El marco institucional no puede evolucionar en forma significativa y tangible más que si el personal que ha de hacer realidad esa evolución está preparado a sus nuevas tareas y adopta una nueva actitud. Casi en todas partes, las intervenciones en gran escala que son necesarias se ven obstaculizadas por falta de personal o porque su preparación es insuficiente. En muchos casos, la inadecuación del personal forestal representa el principal impedimento para intensificar las actividades forestales, y esa carencia se manifiesta sobre todo entre el personal técnico que trabaja sobre el terreno, que es el más indispensable. La aplicación de una política para la leña habrá de pasar pues, necesariamente, por un análisis critico de la capacidad del personal existente y de las actividades de formación complementaria que son indispensables.

Para aumentar el personal calificado es preciso, además de mejorar la capacidad formativa de las instituciones existentes, recurrir a soluciones flexibles y más económicas, que multipliquen el número de técnicos sin multiplicar al mismo tiempo el de funcionarios. Dada la función decisiva que desempeña el personal técnico de campo, su formación merece suma atención. Será necesario, casi siempre, potenciar las instituciones ordinarias de enseñanza y, al mismo tiempo, multiplicar los cursos de formación acelerada, de reconversión y de perfeccionamiento. Cuando las instituciones nacionales no estén en condiciones de responder inmediatamente a las necesidades de formación, podrá recurrirse a soluciones plurinacionales durante el período de transición, bien utilizando instituciones existentes en países vecinos que reúnan condiciones análogas u organizando programas especiales para la preparación de personal docente.

La novedad de las nuevas orientaciones estratégicas respecto de las actividades forestales tradicionales impone una revisión a fondo del contenido de los cursos de formación forestal, tanto en lo que se refiere a los aspectos técnicos como en lo que atañe a los socioeconómicos. Es preciso conceder atención especial a la inserción de masas boscosas o árboles en el territorio, al conocimiento de las especies locales y de las especies de crecimiento rápido y producción múltiple, a los métodos de regeneración y aumento de la productividad de las formaciones naturales, a los métodos de plantación y ordenación de bosques artificiales y a las relaciones entre la agricultura, el pastoreo y la silvicultura, por no citar más que algunos de los aspectos más sobresalientes.

Es evidente que, para que los programas orientados a la producción de leña-energía tengan éxito, las personas son más importantes que las técnicas, y la preparación sociológica y económica del personal forestal es esencial. Dicha preparación ha de estar orientada hacia la comprensión de las realidades sociales, culturales y económicas específicas de las poblaciones a cuyo servicio deben trabajar: los caracteres particulares de las economías de subsistencia o de transición, la función del árbol y su integración en el espacio rural, las estructuras y los procesos de decisión y de distribución de los recursos y los beneficios, son algunos de los aspectos esenciales para comprender las necesidades y las motivaciones de la población y ofrecer a los técnicos una guía para su actuación.

Una revisión a fondo de la formación forestal es, pues, condición previa para que las intervenciones en materia de leña puedan hacerse realidad y tener éxito. Y esa revisión ha de hacerse urgentemente, para poder actuar con fruto antes de que, en muchos casos, la situación se degrade de manera irreversible.

8.3.3 Participación de la población

El interés de la población y su participación activa son factores esenciales, que han determinado el éxito o el fracaso de todos los programas emprendidos hasta la fecha. Constituyen, además, el único medio disponible para desmultiplicar los esfuerzos y conseguir los resultados en gran escala que son necesarios. Para estimular el interés y la participación son útiles la información y los trabajos de extensión, pero también son importantes otros factores internos, como la organización social, la instauración de procesos equitativos de decisión y de distribución de los costos y los beneficios, la clara conciencia de las consecuencias que tienen la escasez aguda de leña y la deforestación, la función dinámica que pueden desempeñar algunos grupos especialmente afectados, como las mujeres, y la integración de las actividades orientadas a la producción de leña en un marco global de desarrollo.

En muchos casos en que la leña constituye un problema, la población rural está absorbida por otros muchos graves problemas de supervivencia y centra toda su atención, en lo inmediato, en los problemas de abastecimiento de agua y producción de alimentos. El aprovisionamiento de leña para la obtención de energía y las consecuencias negativas de la deforestación no se sienten como prioridades importantes, al menos hasta que la degradación no ha alcanzado tal gravedad que es ya prácticamente irreversible. Es, pues, esencial informar a la población del proceso de degradación en que puede verse envuelta y de los peligros que acarrea, haciéndole ver al mismo tiempo, mediante demostraciones y actividades de extensión, que puede desempañar una función activa e incluso conseguir invertir esas situaciones y que obrando así contribuye también a satisfacer las otras necesidades. Por todo ello, es especial elegir cuidadosamente las especies que han de plantarse, de manera que se utilicen también especies conocidas de la gente, se aumente la disponibilidad de forrajes o alimentos al mismo tiempo que la de leña, se creen puestos de trabajo y se generen ingresos, se obtengan los primeros productos y servicios en el plazo más breve posible, etc. Al mismo tiempo, la difusión de técnicas sencillas y apropiadas contribuye a hacer tomar conciencia al individuo de la función activa que puede desempeñar.

Las actividades de información y de extensión han de orientarse ante todo a aquellos grupos de la población que intervienen más directamente en el aprovisionamiento y la utilización de combustibles leñosos. Desde ese punto de vista, la función de las mujeres puede ser esencial, tanto en el plano de la sensibilización como en el de la acción, pues son ellas quienes sufren directamente los problemas de la escasez de leña, dado que, aparte de ser las mujeres quienes suelen ocuparse de recoger la leña y de utilizarla en el hogar, en algunos casos juegan un papel esencial en su comercialización. Estudios recientes han puesto además en evidencia el impacto potencial que las mujeres pueden tener en la producción, mediante el establecimiento de viveros o de plantaciones individuales junto al huerto familiar o en los campos. Las mujeres, pues, por razón de sus necesidades energéticas y de la función activa que normalmente desempeñan en las sociedades tradicionales, han de ser consideradas sistemáticamente como un elemento dinámico de decisión y de acción, en todas las etapas.

La sensibilización de la población será tanto más viva y rápida cuanto más vaya acompañada de alicientes que compensen a los campesinos por las tierras, tiempo de trabajo o producción agrícola que pierdan a causa de las plantaciones, les inciten a proteger y cuidar sus aprovisionamientos de leña y combine las actividades forestales con otros trabajos que respondan a necesidades sentidas como más inmediatas (caminos, escuela, sanidad). Esos alicientes podrán revestir múltiples formas, como aportaciones monetarias o de otro tipo, subvenciones, créditos, etc. y constituyen un medio poderosos de motivación, que ha de adaptarse a las necesidades y a las características específicas de cada comunidad rural.

Por último, conviene destacar el impacto que el proceso de movilización de esfuerzos en torno al problema de la leña puede tener en la dinámica de desarrollo de una colectividad rural, debido, ante todo, a las múltiples utilidades de la vegetación forestal, que van desde el aprovisionamiento de madera, indispensable para el fuego y para la construcción, hasta el mantenimiento de un medio viable y productivo, incluido el suministro de alimentos para el hombre y para el ganado. Ejemplos como el de la República de Corea y el del estado de Gujarat en la India muestran que un esfuerzo organizado, con participación de la población, en el sector de la leña puede servir de catalizador del proceso de desarrollo, de crecimiento económico y de transformación social. Muchas de las condiciones que han permitido el éxito de esos programas son exclusivas de ellos, pero otros ejemplos más limitados, en condiciones tan difíciles como las del Sahel, muestran que la tarea, bien que ardua, es perfectamente posible. Dada la complejidad del problema de la leña y la necesidad de intervenir a lo largo de toda la cadena que va desde la producción hasta la utilización, todo programa de acción de cierta amplitud afecta, en una u otra forma, a numerosos aspectos de la vida y la organización de una comunidad rural: ordenación del territorio, intensificación de la agricultura e integración del árbol, organización silvo-pastoral, recogida y comercialización de combustibles leñosos, organización de su aprovechamiento doméstico, agrupación o asociación de los individuos para la realización de los trabajos necesarios y la distribución del producto, participación de las mujeres y los niños... Por encima del mero aprovisionamiento energético, al impacto de un programa de ese tipo coincide con las orientaciones profundas del desarrollo: mejora de las condiciones de vida de los estratos más pobres; contribución a la autosuficiencia; reforzamiento del proceso de participación y de decisión a nivel local; diversificación de actividades y creación o multiplicación de puestos de trabajo y de ingresos, gracias a las demás aportaciones de las actividades forestales; estabilización o mejora do las condiciones del medio, haciéndolo más apto para la vida y para la actividad económica, y transición hacia una organización económica estructurada en la que los esfuerzos, la producción y los beneficios se distribuyan de forma equitativa. Estos programas, pues, son particularmente aptos para fomentar la iniciativa y la organización de los esfuerzos individuales y colectivos en el mundo rural y para desencadenar un proceso dinámico de desarrollo.

8.3.4 Investigación

Las soluciones fundamentales a los problemas técnicos de la leña son ya, más o menos, conocidas y se basan en tecnologías relativamente sencillas que las hacen más fáciles de aceptar y de aplicar en los países en desarrollo que las tecnologías necesarias para todas las demás formas de energía renovable. De todas maneras hay que decir que en los últimos tiempos la investigación ha concedido poca importancia a los aspectos de producción y utilización de madera-energía y que, para preparar sin tardanza programas de acción en la escala necesaria, es necesario un volumen considerable de investigación.

Las necesidades de investigación se han examinado en varios estudios recientes, en particular en un documento conjunto de la FAO y el Banco Mundial publicado en 19811. En todos esos estudios se subraya la necesidad absoluta de intensificar la investigación sobre los aspectos técnicos, con vistas a aumentar la productividad en biomasa y energía de las formaciones leñosas y promover un aprovechamiento más eficaz de los aprovisionamientos disponibles. Al mismo tiempo, es preciso prestar atención sistemáticamente a los aspectos más nuevos de la integración de las actividades forestales en el desarrollo rural, atendiendo a sus funciones tanto protectoras cuanto productivas. A este propósito, ha de concederse prioridad al establecimiento de sistemas agrosilvícolas integrados, utilizando especies de crecimiento rápido y producción múltiple, eventualmente leguminosas. En tercer lugar, es esencial que los esfuerzos de investigación se orienten también hacia las ciencias humanas y los aspectos socioeconómicos de las colectividades locales, su forma actual de organización y su posible participación en las actividades de producción y utilización de combustibles leñosos. Condición indispensable para el éxito de toda acción que se inicie es conocer las necesidades y las aptitudes de la población local y muy a menudo se carece todavía de las informaciones más elementales a ese propósito.

1 Forestry Research Needs in Developing Countries - Time for a Reappraisal? FAO/Banco Mundial. Agosto, 1981.

Al mismo tiempo que se da una nueva orientación a los esfuerzos de investigación es indispensable potenciar los medios humanos y materiales para la investigación en los países mismos en que han de realizarse los programas. Sólo así será posible tener plenamente en cuenta las características específicas locales y encontrar soluciones realmente adecuadas. El intercambio sistemático y la rápida difusión de información sobre los resultados, éxitos y fracasos y sobre todas las novedades que se produzcan contribuirá a fomentar y acelerar el impacto de los programas. Es claro que, la mayor parte de las voces, la formación de investigadores es condición indispensable para el potenciamiento de la investigación.

Se puede concluir diciendo que, si bien existen situaciones de gravedad evidente, es posible darles solución inmediatamente, a condición de basarse en una estratificación de las características específicas de cada situación y de intervenir con una combinación apropiada de actividades que se orienten tanto hacia el aprovisionamiento como hacia la distribución y la utilización de la leña. Dos factores clave pueden contribuir a acelerar la puesta en práctica de las soluciones:

a) las ventajas de la biomasa forestal como fuente de energía local y renovable que aporta al mismo tiempo otros bienes y servicios, entre los que cabe señalar su impacto estabilizador en el medio ambiente;

b) la relativa sencillez de las técnicas que han de aplicarse, que no exigen innovaciones tecnológicas fundamentales sino solamente un esfuerzo especial para difundir las informaciones y los conocimientos existentes y motivar a quienes han de aplicarlas.

Los obstáculos son múltiples, pero los trabajos necesarios pueden y deben realizarse, recurriendo a los recursos disponibles localmente y a la participación activa de la población. Tanto por la naturaleza de los obstáculos institucionales, económicos y sociales que es preciso superar como por la multiplicidad de los aspectos que intervienen en la producción, distribución y utilización de combustibles leñosos, los programas relativos a la leña no se circunscriben a la sola dimensión del aprovisionamiento energético sino que ofrecen además una ocasión particularmente favorable para la movilización de esfuerzos y para dar impulso dinámico al desarrollo, mediante la mejora de la situación energética en el marco de una base económica más sólida y de mejores condiciones de vida.


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