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Limitaciones de los recursos forestales de la América Latina

Por WILLIAM VOGT

TODO sector de la raza humana disfruta - o sufre las consecuencias - de sus propias supersticiones. Existen pocas supersticiones tan profundamente arraigadas, como la creencia de que la América Latina es rica en recursos forestales maderables. Es verdad que la región comprendida entre el río Bravo y el Cabo de Hornos incluye una de las más grandes extensiones de bosques existentes; es igualmente cierto que muchos de estos bosques podrían ser convertidos en madera útil y comercial, aunque millones de hectáreas han sido ya taladas e incendiadas, con resultados muy costosos para las naciones latinoamericanas; pero ano así, la persistencia en una política - o falta de ella - que ha caracterizado los cortes hasta el presente, puede muy bien conducir al desastre. Es importante pues examinar con espíritu crítico la creencia de que la América Latina cuenta con grandes riquezas forestales.

El desarrollo del entendimiento ecológico, en la actual quinta década del siglo XX, nos ha despertado a la realidad de que no podemos en justicia, excepto en muy contadas ocasiones, pensar en un agrupamiento de árboles solamente como madera; pues si bien es cierto que se les puede considerar así, también lo es que en la mayoría de las regiones del mundo, debemos valorizar sus relaciones con el medio ambiente total - como protectores de cuencas, de la fauna silvestre, estabilizadores de los suelos, etc. En un mundo que sufre las consecuencias de la sobrepoblación y donde constantemente se están descubriendo nuevos usos para la madera, el estudio de los recursos forestales carece de sentido si no es enfocado hacia sus relaciones con los conglomerados humanos. A la luz de la ciencia moderna la tendencia, característica no solamente de la América Latina sino de la mayor parte del mundo, de considerar un grupo de árboles solamente en cuanto a uno de los factores antes mencionados, no tiene justificación posible. Tanto en teoría como en la práctica, el significado de cualquier árbol es el de constituir una función (en el sentido matemático) del medio que lo rodea. Su valor comercial puede ser determinado por las facilidades de transporte, por la inflación que exista en un lugar situado a 15,000 kilómetros de distancia, o por que sobrevenga la guerra en otro continente; pero su valor social - no solamente distinto de, sino en ocasiones opuesto a, su valor en dinero - puede ser determinado por la pendiente del terreno en que se encuentra, la precipitación pluvial, los suelos, la cantidad total de árboles disponibles, las consideraciones estéticas, los seres humanos que los usan directa o indirectamente, etc.1

[1 Alfred Korzybski, Science and Sanity (segunda edición, Lancaster, Pennsylvania: Science Press; 1941)]

Estas no son "verbalizaciones" filosóficas o académicas. Son hechos reales y rudos que afectan el bienestar y aún las probabilidades de supervivencia de millones de hambres, mujeres y niños en el mundo.

La mayor parte de los ambientes son complejos, pero el medio ambiente de la América Latina lo es casi en su totalidad. A través de la embrollada madeja formada por los bosques de la América Latina, se deslizan tres hebras de colores brillantes.

La primera de éstas es una geografía dinámica y frecuentemente violenta. La mayor parte de la América Latina está situada dentro de los trópicos. Esto significa altas temperaturas, precipitaciones intensas, así como una desecación casi tan intensa como la lluvia. La destrucción de la cubierta forestal, al exponer el suelo a la intemperie, lo somete a aumentos de temperatura que puedan llegar a 17° C.,2 y al total de las consecuencias de una precipitación pluvial que, como en el caso de Costa Rica, llega en ocasiones a 2,800 milímetros al mes.3 El calor intenso del sol acelera la oxidación a tal grado que el suelo que ha sido asiento de un rico bosque tropical puede perder, en el espacio de una década, su capacidad para alimentar algo más que un chaparral empobrecido. Las lluvias concentradas producen la lixiviación de los minerales, y aunque la acumulación del humus en el suelo puede producir muy buenas cosechas por un reducido número de años, la exposición a las lluvias destruye rápidamente su capacidad productiva.

[2 Jean-Paul Harroy, Afrique, terre qui meurt (Bruselas: Marcel Hayez, 1944)

3 Comunicación personal del Sr. Carlos Lankester.]

Las altas temperaturas y los chubascos, en parte por su influencia perjudicial sobre la agricultura, y en parte debido al hecho de que crean condiciones propicias al desarrollo de enfermedades del hombre, tales como las disentirías, el paludismo, la cistosomíasis, etc., aumentan la resistencia del medio contra la intervención humana. Esto es motivo de las concentraciones de seres humanos en lugares situados a altitudes superiores de 700 metros, donde el agricultor se vé obligado generalmente sembrar en las laderas (frecuentemente con pendientes en exceso de 46 grados) y donde la erosión del suelo hace rápidos progresos.

Con la excepción de las pampas argentinas que no tienen paralelo en su riqueza, la América Latina dispone de muy pocos terrenos a nivel dentro de la zona templada, excepto en los altos valles intermontañosos, que son, por supuesto, muy limitados en su extensión. Las tierras planas, no erosionables, aparte de las áreas ya mencionadas, consisten casi en su totalidad de superficies con precipitación pluvial deficiente, como la Patagonia y la región noreste del Brasil, o de extensiones tales como el valle del Amazonas y los llanos de Venezuela, que sufren las consecuencias de las limitaciones impuestas por el clima tropical. En la mayor parte de las tierras de la América Latina el cultivo más adecuado es el de los árboles.

Una zona de Costa Rica, antes cubierta por árboles como éstos, está siendo convertida en campo de pasto reo. Los resultados serán el azolve de los ríos y, durante le estación de sequía, la muerte de mucho ganado por falta de agua.

Los rigurosos factores limitativos de las tierras bajas de los trópicos y de las regiones semiáridas han ejercido su influencia en la distribución de las poblaciones humanas, distribución que significa peligros de los que apenas nos hemos empezado a dar cuenta. Puede decirse que la América Latina se enfrenta, dentro de sus propias fronteras, al problema que presentan cuando menos 20 y probablemente 40 millones de personas desplazadas, dilema que por su proporción convierte en un "juego de niños" la solución del problema de las personas desplazadas en Europa. Estas decenas de millones de personas en la América Latina no se encuentran desplazadas en el sentido político, sino en un sentido ecológico. Se han establecido en tierras en declive, cuyo cultivo, bajo nuestro sistema económico actual, puede dar por resultado solamente una rápida, y en muchos casos permanente destrucción de los medios de subsistencia. Solo mediante un proceso de autofagía pueden producir su propio alimento y las fibras para sus vestidos y otros propósitos, y abastecer las crecientes necesidades en las ciudades. Los economistas que se regocijan con la idea de aumentar la "producción" sobre tales tierras están ciegos al hecho de que la gente que vive en ellas existe solamente por una perversión del mito de Prometeo: pueden disfrutar de una comida suculenta pero no es sino su propio hígado el que se están comiendo.

La segunda hebra de las tres a que he aludido, también predominante en el enmarañado medio ambiente de la América Latina, está enraizado profundamente en el pasado aborigen; es la vieja costumbre de la milpa, o sea la agricultura móvil o ambulante que, empleada por los primitivos habitantes de todo el mundo, especialmente en los trópicos, ha sido útil de acuerdo con esas condiciones primitivas. Esta práctica implica la tala y quema de los bosques para su cultivo por un breve lapso, hasta que su fertilidad desciende a un nivel improductivo, para entonces ser abandonados - por períodos hasta de 30 o 40 años - mientras la vegetación se restablecía por sí misma, formándose nuevamente una cubierta de humus, y restableciendo parcialmente su fertilidad. El bosque tropical es un sistema biológico cerrado que, tomando bióxido de carbono y agua del aire se puede sostener pero que, una vez que se rompe el cielo, todo el sistema se derrumba irremediablemente.

En la actualidad, con el aumento de la población en toda la América Latina y con mejores mercados para los productos alimenticios, ya no es posible dejar descansar las tierras por un período de tiempo suficiente para que su fertilidad se recupere por sí misma. La verdad es que no hay suficientes tierras que puedan ser destinadas al cultivo. Como resultado, el período de descanso de los terrenos agrícolas se ha reducido, se han exprimido hasta los últimos tributos del suelo, y las laderas de las montañas se desmoronan y sus tierras se depositan en los ríos. Millones de hectáreas han sido tan devastadas por este maltrato, que no es probable que pueda ser restablecida su productividad, en el término de vida de la actual generación humana.

Los medios de adaptación de las normas humanas a las limitaciones impuestas por las leyes naturales, y de escapar del abuso al suelo que significan las prácticas aborígenes, está por supuesto dentro de los alcances de la ciencia moderna, pero nos encontramos con la tercera influencia dominante en el complejo: la tradición del gobierno centralizado, importada al Nuevo Mundo de la Península Ibérica. En la mayoría de los países latinoamericanos que tienen que ajustarse por sí solos a los nuevos patrones económicos de un mundo tecnológico, el interés del gobierno, y su apoyo se registran en proporción directa con la distancia que separa a los sitios de producción de una o dos grandes ciudades. Las "regiones apartadas" son a menudo consideradas como regiones de explotación. Los sistemas de caminos se desarrollan más bien para tener un acceso a la capital, que para el desarrollo de las provincias. Las facilidades de sanidad, educación escolar y otras, que dan vida a una región y la hacen atractiva a los colonos, se realizan también por lo general en la ciudad principal y en una o dos de las ciudades satélites. Las áreas forestales, por lo común, se encuentran fuera del alcance de la actividad del gobierno y, como resultado, quedan relegadas a segundo término y no llaman la atención.

Esta condición es sólo un resultado parcial de la baja capacidad productiva de muchas de las tierras en la América Latina. Los llanos de Venezuela, el distrito Ceará del Brasil, la selva del Perú, las planicies de Guanacaste en Costa Rica, etc., al igual que extensas áreas de Arizona, Nuevo México y las Dakotas occidentales en los Estados Unidos, tienen tan baja capacidad productiva (es tan exigua la riqueza que pueden producir) por kilometro cuadrado, que son incapaces de proveer a las necesidades de grupos de población lo suficientemente grandes para justificar el sostenimiento de escuelas modernas, hospitales, sistemas de agua potable, de drenaje, caminos, y salas de espectáculos - las amenidades que nosotros consideramos parte del alto nivel de vida moderno. Estos es responsable, en gran parte, de la considerable concentración de la población en las grandes ciudades. En tanto que en algunas partes del mundo los caminos han sido construídos para abrir nuevos territorios, su efecto en muchos, si no en la mayoría de los países latinoamericanos, ha sido el de un sifón que provoca la movilización de la población rural hacia las grandes ciudades. Un poderoso factor que también contribuye sobremanera a agudizar el desplazamiento es la subordinación urbana de la cultura hispánica que le concede el más alto valor a las actividades resultado de la vida en las ciudades. El campesino o habitante de los poblados rurales, que es considerado como socialmente inferior dentro del patrón cultural anglosajón, es aún menos estimado conforme a la cultura latinoamericana. Aún en los agrónomos preparados y los profesionistas forestales se observa el criterio de que, una vez terminandos sus estudios en una escuela técnica, deben hacerse cargo de un trabajo de oficina y pasar la mayor parte de su tiempo en la ciudad.

¿Que tienen que ver todos estos factores con la situación forestal de la América Latina? Se han combinado con otros muchos, tal como la falta de bosques de una sola especie forestal, para el desenvolvimiento de un patrón social en relación con los bosques disponibles; condición que hace que, desde un punto de vista europeo o norteamericano, sean considerados los recursos forestales de la América Latina como completamente nulos. Consecuentemente, la utilización de los bosques en la América Latina debe ser considerada con un criterio completamente libre de ideas preconcebidas.

En cuanto a pendiente, clima, temperaturas favorables, suelos, etc., solamente el 5 por ciento4 de las tierras de la América del Sur puede, de acuerdo con el concepto de la civilización occidental moderna, ser considerado como arable. (Si las tierras bajas, particularmente a lo largo de los lechos de los ríos se aprovechasen para el cultivo del arroz mediante el empleo de búfalos acuáticos como sucede en Asia, y tal como ha sido aconsejado por los dirigentes asiáticos para hacer frente al problema de una excesiva población, el problema de la tierra arable en la América Latina podría ser considerado desde un punto de vista completamente diferente). Una proporción muy grande de este 5 por ciento queda adyacente a los ríos. En ninguna otra parte del mundo está la agricultura, que constituye la base de la existencia de la vasta mayoría de la población latinoamericana, tan inmediatamente asociada a sus sistemas hidrológicos, y en ninguna parte del mundo está el régimen hidrológico equilibrado en medida tan delicada, tan vulnerable al desequilibrio. La ecología de la América Latina, como la de Africa y la de los trópicos asiáticos, es peculiarmente difícil de soportar. La América Latina, desde México hasta el sur de Chile, ha sido gravemente afectada por perturbaciones en sus regímenes hidrológicos, principalmente como resultado de la desforestación. La pobreza se ha extendido, los niveles de vida han bajado, llegando en algunos países casi al margen de la muerte por inanición, debido a la falta de una utilización apropiada de los bosques. Nueve años de estudio de la ecología de la América Latina me han convencido de que no hay factor de más importancia para el futuro bienestar de esta granárea, con una población de 150 millones de habitantes que sigue aumentando rápidamente, que una interrelación racional entre las poblaciones humanas, los bosques y el agua.

[4 Frank A. Pearson y Floyd A. Harper, The World's Hunger (Ithaca, New York: Cornell University Press. 1945).]

Consideraremos esta relación en algunas de las naciones de la América Latina, que tomaremos como ejemplo:

La desforestación, debida a las actividades mineras, había llegado a ser una amenaza tan obvia en 1540 que los aborígenes mexicanos de la región de Taxco pidieron al Virrey de Mendoza que protegiera sus tierras y sus abastecimientos de madera mediante reglamentos forestales. Las más antiguas leyes forestales en el Nuevo Mundo fueron promulgadas por un decreto del Virrey en febrero de 1550,5 y muchas de sus características aún pueden ser consideradas como racionales y válidas para la explotación forestal. Basta con observar el paisaje alrededor de Taxco, en la actualidad, todo hendido y cacarañado, como la cara de un hombre viejo que ha vivido en la disipación, para darse cuenta de que a pesar de las medidas adoptadas en 1550, la sabiduría del Virrey tuvo muy pocos efectos. Las laderas de las montañas han sido desnudadas no solamente de su vegetación sino también de su suelo. Los riachuelos que en alguna ocasión corrían constantemente durante todo el año son ahora corrientes intermitentes, alternando entre avenidas incontenibles y sequías absolutas. Los manantiales han desaparecido. Mucha de la tierra ha sido de hecho convertida en un páramo improductivo.

Barrancas hondas o torrenteras que cortan el suelo fértil debido a los escurrimientos resultantes de la des forestación en Costa Rica; un pueblo fué destruido en este lugar. La desforestación en las pendientes más altas para la siembra de maíz, es una amenaza para las ricas plantaciones de café en la parte baja.

[5 Boletín del Archivo General de la Nación (México), Vol. II, páginas 260-263.]

Lo que es verdad en la región de Taxco es aún más penosamente cierto en muchas otras partes de la altiplanicie mexicana. En cientos de miles de kilómetros cuadrados, las tierras que en épocas lejanas produjeron ricos bosques de coníferas, y que ahora podrían ser fuente de un enorme ingreso para México, han perdido no solamente sus árboles sino también su suelo arable. En aquellos sitios en donde antaño crecían grandes pinos, ahora apenas pueden sostenerse con dificultad unas plantas de maguey.

Es obvio que este suelo ha ido a parar a alguna otra parte. Ha sido deslavado hacia cientos de lagos, represas hidroeléctricas y otros depósitos, lagunas, abrevaderos y ríos. El sedimento infértil ha cubierto valiosas tierras aguas-abajo. Los lechos de los ríos se han elevado con los sedimentos y las corrientes han tenido que buscar nuevos cauces. Los pantanos en las costas son cada día más extensos.

Sin el bosque que amortigua la caída de la lluvia, y sin las raíces de los árboles que retienen el suelo en su lugar, con toda probabilidad la erosión se ha visto acelerada en un cien porciento. Sin la capa de humus que absorba la lluvia y permita su introducción hasta el manto freático, la proporción del escurrimiento ha aumentado. Aun cuando no se disponen de datos, es un hecho bien cierto que han desaparecido miles de manantiales que en un tiempo sostuvieron conglomerados humanos y que contribuían con sus lentos y claros escurrimientos a la formación de las corrientes permanentes. El hombre ha convertido cientos de miles de kilómetros cuadrados en desiertos ecológicos, en aras de una rápida y lucrativa cosecha de árboles y de unos cuantos años de exigua producción de maíz y de pastos. Ha reducido la capacidad productiva de esta tierra hasta el punto de hacer desaparecer su fertilidad. Aún en la época del conquistador Cortés, fueron formuladas protestas por esta desordenada explotación de los árboles para las construcciones urbanas.6 La destrucción ha continuado, por lo menos basta 1947, cuando el Presidente Alemán restringió enérgicamente todo el corte de maderas en las tierras pertenecientes al Estado.

[6 Lesley B. Simpson, Many Mexicos (segunda edición, New York: G. P. Putnam's Sons, 1946).]

Muchos de los bosques que ano quedan en el altiplano de México están en condiciones deplorables. Los incendios sin control y el pastoreo han destruido el complejo forestal, y han reemplazado el monte bajo, normal y autoreproductivo, por unas extensiones de pastos que más bien parecen jardines, de muy baja capacidad de manutención. En algunas áreas, tales como las de los parques nacionales cerca de la ciudad de México, donde he calculado que la edad de los árboles es de 60 a 80 años, en realidad no existe reproducción. Aún cuando todas las actividades del pastoreo se excluyeran inmediatamente, y se organizara con una efectividad de un 100 por ciento la protección contra los incendios en estos bosques, no existe posibilidad de que México pueda eliminar la etano improductiva entre los árboles maduros y sus reemplazos.

Principalmente como uno de los resultados de la falta de vegetación, los mantos de agua están descendiendo en México (como sucede en otros muchos países) y existen muy pocas ciudades de alguna importancia que no confronten la amenaza, o la certeza, de una escasez de agua. De igual modo que los norteamericanos, los mexicanos procuran a cosí, cada día más elevado obtener abastecimientos de agua. No se han percatado de lo falaz de la posición en los Estados Unidos y de su error al no darse cuenta de que el agua subterránea es limitada y sólo puede ser reemplazada por la infiltración del agua que desciende de las nubes. No cabe la menor duda de que en toda la América Latina se está repitiendo de manera general el error de Norteamérica en la destrucción de las cuencas.

Como es de esperarse, con la creciente proporción de escurrimientos libres, los desastres debidos a las inundaciones tienden a aumentar. En los últimos meses de 1944, alrededor de 300 personas perecieron ahogadas en las tierras bajas de México, como consecuencia de las inundaciones que, en su mayor parte, se originaron en las pendientes desforestadas.7

[7 William Vogt, Mexican Natural Resources - Their Past, Present, and Future. Informe sobre las Actividades de la Sección de Conservación. Dirección de Cooperación Agrícola Unión Panamericana, 1943-1946 (Wáshington: Unión Panamericana Junio de 1946).]

La gran riqueza de México en bosques puros, o casi puros, de coníferas que aún se encuentran en las tierras altas, ha constituido al mismo tiempo que un tesoro, una calamidad para el país. La tala absoluta ha sido lucrativa en la ausencia de una política de aprovechamiento y administración racional de los bosques, y no sólo las florestas han sufrido, sino también el total del complejo de la tierra y del medio ambiente social. Los bosques situados en las tierras bajas de México, en Yucatán, Tehuantepec, etc., hasta ahora han quedado libres de la explotación debido a su carácter mixto. Es cierto que de extensas áreas se han obtenido maderas de mucho valor, y que la milpa, empujada hacia adelante por la presión cada vez mayor de los conglomerados humanos de población, ha sido la causa de la quema de grandes superficies de bosques. De las conversaciones con los madereros se deduce que se presenta un nuevo peligro: el de la tala absoluta. A medida que grandes áreas de bosques tropicales son talados, especialmente donde crecen sobre suelos porosos como los de Yucatán, sobrevendrá un profundo cambio ecológico, que una vez más convertirá grandes extensiones de bosques en desiertos o semidesiertos. Aquí, como en otras muchas partes de la América tropical, podemos ver la acción de la degeneración de la tierra tan vívidamente descrita para Africa por Harroy.8

[8 Harroy, op. cit.]

A medida que nos encaminamos hacia el sur, en Guatemala encontramos una situación aún más seria que la ya descrita en México. La presión de la población, en relación con las áreas de tierra cultivable, es mucho mayor en esta hermosa república. Los campos para el cultivo del maíz ahora se encuentran en laderas tan inclinadas que comunemente se dice que la siembra ha sido llevada a cabo con escopeta. En muchas partes de estas tierras altas existen sitios en los que la vegetación ha sido despiadadamente cortada originando un cambio tal en el ángulo de reposo del suelo, que toda la ladera se ha desplomado sobre el valle a su pie. El sistema de la milpa aquí también predomina. A fines de la estación seca de 1945, el humo originado por las quemas era tan espeso en la región de Atitlán que me fué imposible tomar fotografías. Standley informa,9 que por falta de combustibles en algunas comunidades indígenas de Guatemala no es posible hacer tortillas, y los habitantes tienen que conformarse con una masa espesa de maíz.

[9 Paul B. Standley, "The Forests of Guatemala," Tropical Woods, 67, 1941.]

Esto fija nuestra atención en el problema principal de los bosques de la América Latina: ¿ Cómo disponer de suficientes abastecimientos de leña y de carbón ?

Centenares barrancas marcan el suelo en El Salvador. La flecha indica uno de los campos de maíz que dieron origen a la erosión.

Cuando menos son 75 millones de personas las que dependen de estos combustibles para todas sus necesidades de cocina, calefacción, y en muchos casos para la industria. Los ferrocarriles que dependen de la madera de las montañas que cruzan, han provocado la explotación en miles de kilómetros cuadrados. En el valle Urubamba del Perú, por ejemplo, el ferrocarril ha sido en gran parte responsable del deslave de los suelos en las laderas de las montañas. En el Brasil, debido a la extensa desforestación, la leña para las locomotoras es transportada algunas veces en camiones desde lugares apartados, hasta en 152 kilómetros, de las vías.10 En algunos países todavía se funden los metales utilizando para ello el carbón vegetal, como en el siglo XVI.

[10 M. L. Cooke, Brazil on the March (New York: Whittlesey House, 1944).]

Es probable que ninguna actividad silvícola y forestal sea en sí tan importante para la América Latina como la de la leña, y ano así, es casi seguro que ninguna nación latinoamericana la produce en rendimiento continuado; es decir, en ninguna parte iguala la cantidad de leña a la cortada. Si tan sólo para reparar el daño causado por la elaboración del carbón vegetal, cuyos hornos son causa principal de incendios en los bosques - estaría más que justificado un programa extenso de investigación y de escuelas forestales, tanto por lo que respecta al elemento humano como a la erogación en efectivo. Tendrá que ser implantado.

El Salvador, que no dispone de carbón mineral o de petróleo, con muy pocos productos de exportación, excepción hecha del café que representa un valor anual de 15 a 20 dólares per capita, y con recursos hidroeléctricos poco adecuados durante la estación de lluvias y una seria falta de energía eléctrica en la estación seca, rápidamente queda colocado en las mismas condiciones de carestía de combustible que prevalecen en Guatemala, y que ha descrito el Profesor Standley. Dos millones de habitantes, cantidad que aumenta en proporción de 40,000 por año, viven aglomerados en 13,000 kilómetros cuadrarlos de superficie, y disponen aproximadamente de solo 1 millón de hectáreas de tierra arable.

La necesidad de contar con más tierras es tan aguda, que prácticamente obliga el desplazamiento humano hacia las laderas de las montañas, donde siembran maíz en pendientes de más de un 100 por ciento. En esas condiciones, y sin medidas de control tales como las costosas terrazas de piedra de los antiguos Incas o de los modernos habitantes de Java, es prácticamente imposible retener el suelo en su lugar. En estas circunstancias la necesidad de combustible se va agudizando inevitablemente. Aquí también están desapareciendo los manantiales. Hace algunos años que está en estudio un proyecto de desarrollo integral como el de Tennessee Valley Authority de los Estados Unidos (TVA), en el río Lempa, que tiene su origen en Guatemala y cruza El Salvador. Esto requeriría la completa despoblación de las pendientes agudísimas río arriba y crearía el problema del reacomodo de la población que hubiera que desalojar. Es tanto el sedimento, procedente de los campos de maíz casi verticales que va a parar al río, que cualquier presa que se construyera se convertiría, en muy corto tiempo en una trampa o depósito para el sedimento. El día 28 de agosto de 1946, el río Lempa llevaba una carga de sedimento equivalente a 170,208 toneladas métricas por día.11

[11 "W. C. Bourne, T. W. McKinley, C. P. Stevens y M. Pacheco, Preliminary Survey of Conservation Possibilities in El Salvador (San Salvador: Servicio Cooperativo Interamericano de Salubridad Pública, 1847) .

La frontera norte de El Salvador, adyacente a Honduras, donde la población de Ocotepeque, hace algunos años, fué arrasada por una inundación que resultó de la desforestación, está cortada y hendida por centenares de torrenteras erosionadas que en ocasiones llegan a profundidades de 15 o 20 metros. Estas torrenteras vacían su subsuelo estéril en los cortos ríos del país, cuyas avenidas torrenciales, esparciendo esta arena sobre las buenas tierras aguas-abajo, son motivo de gran preocupación nacional. Actualmente una de las necesidades cardinales de El Salvador, es el establecimiento de un vasto programa de reforestación para destinar las tierras al uso más adecuado, para evitar la formación de las torrenteras o cárcavas, y controlar así las aguas que cuando no tienen freno son uno de los más peligrosos enemigos del hombre.

Costa Rica cuenta con la ventaja de una población reducida si se considera en relación a su área en producción. No obstante, como en el caso de México, su población se concentra en las salubres y productivas planicies altas, donde la tierra nunca debió haber sido despojada de su vegetación y sembrada con maíz y café. Esto trae consigo los resultados funestos que son de esperarse. Costa Rica presenta muy interesantes problemas forestales y, en ese sentido, resume algunas de las dificultades forestales que asisten en la América Latina. Costa Rica posee, por ejemplo, magníficas agrupaciones puras de encino copeyi. Este árbol parece haber sido desconocido tanto por los forestales como por los comerciantes en maderas, hasta que se buscó una ruta para la carretera interamericana. Desde que se abrió el bosque, la destrucción se ha hecho de manera casi ilimitada.12

[12 "William Vogt, The Population of Costa Rica and Its Natural Resources (Washington: Unión Panamericana, Julio de 1946).]

Los ríos en Costa Rica están acumulando tanto sedimento que se impone el cambio de ubicación o el abandono de los puertos.

Restos de un bosque de encinas. Este bosque protegía una cuenca muy importante. Las pendientes al fondo, anteriormente cubiertas con árboles, ahora sólo muestran una pradera muy pobre, en la que en algunos sitios la erosión ha dejado al descubierto la roca.

Las laderas muy inclinadas son desprovistas de su vegetación; algunas áreas han sido quemadas - aunque afortunadamente la humedad ha reducido los incendios en los bosques - y mucho terreno presenta un aspecto de como si las Divisiones Panzer hubiesen pasado sobre él.

Estos bosques de encino, que constituyen una de las más admirables agrupaciones de árboles que ano quedan en el Hemisferio Occidental, han sido recomendados como parque nacional, con el fin de que su belleza y su interés científico puedan ser conservados, por lo menos en parte, para las generaciones venideras. Una desenfrenada destrucción de los árboles no sólo destruría su gran valor científico, sino que acabaría rápidamente con la tierra. La precipitación pluvial es en esta región aproximadamente de 4 metros por año. Los suelos son delgados y en pendiente y no es posible que produzcan muchas cosechas. Algunas áreas cercanas, que se informa fueron arrasadas en los últimos 25 años, han degenerado en pastos de baja calidad entre los que los helechos Pteris sp., predominan. La mayor parte del control de las aguas que corren a través del valle El General, hacia el cual Costa Rica tiene la intención de extender su agricultura, depende de este bosque de encinas.

Una lección objectiva poco reconfortante de lo que la destrucción en esta cuenca podría llegar a significar, puede encontrarse en la costa del Pacífico de Costa Rica, en la provincia de Guanacaste. En la vertiente del Pacífico, la mayor parte del área ocupada por el hombre ha degenerado en los pastizales de baja calidad que ya han sido mencionados en renglones anteriores. En esta región los ríos, que podrían haber sido un importante fuente de fuerza hidroeléctrica, han variado en proporción de 100 a 1 en las estaciones intermedias entre las de fuertes avenidas de las corrientes, y las de secas, principalmente como resultado de la desforestación. En las planicies de Guanacaste, en un principio cubiertas, al menos en su extensión sur, por bosques tropicales, los ríos van tan cargados de sedimentos que ha sido necesario cambiar varias veces los puertos hacia aguas-abajo, con el fin de que sigan siendo accesibles a las embarcaciones. Las avalanchas de agua procedentes de las tierras altas inundan a tal grado la parte sur de Guanacaste que el ganado tiene que ser desalojado para que no perezca ahogado. En la misma región, cuando se han hecho intentos para reemplazar los bosques por pastizales, el ganado muere de sed durante la estación de secas.

Esta perturbación del régimen hidrológico ha tenido lugar bajo condiciones relativamente primitivas. Las regiones en donde se originan las aguas del río Guanacaste apenas habían sido tocadas por el hacha del leñador y por la antorcha del agricultor; pero tan pronto como se abrió la carretera panamericana que atraviesa estas cuencas, y debido a la falta de control, los bosques comenzaron a ser arrasados, y la mayor parte de Guanacaste, que es el asiento de la importante industria ganadera de Costa Rica, será inhabitable dentro de muy poco tiempo.

Con una sola tormenta se llena esta represa de energía hidroeléctrica en Venezuela, con detrito procedente de las pendientes desforestadas de los Andes.

En la parte central de Costa Rica, la región cercana a San Ramón, como resultado de la desforestación y la consiguiente erosión del suelo, se semeja en mucho a las magueyeras de México. La represa hidroeléctrica de la población de Heredia ha perdido aproximadamente el 75 por ciento de su capacidad de almacenamiento - a pesar de los constantes esfuerzos para limpiarla de los sedimentos - debido a la destrucción de los bosques y a la siembra del maíz en sus cuencas.

Costa Rica aún posee grandes extensiones de bosques. Cuando se considera la riqueza potencial que significan, surja la pregunta de que en qué forma son más importantes como fuente de inmediata riqueza para esta pequeña República ricamente dotada: como madera comercial, o como reguladores de las aguas en las laderas de las montañas de la Nación. Tendrá que desarrollarse en este país un sistema, y las técnicas de rendimiento continuo en la explotación de sus maderas, ya que no valdría la pena convertir miles de kilómetros cuadrados de bosques en desiertos por el valor monetario que una simple cosecha de árboles pueda representar.

Un técnico forestal con amplia experiencia en las condiciones de los bosques de Venezuela afirma que aproximadamente la mitad de sus árboles de alto valor maderable han sido talados. Ya sea que esta estimación sea o no correcta, lo cierta es que el régimen hidrológico de Venezuela - y no es exageración el afirmarlo - ha sido arruinado por la desforestación de las pendientes Andinas que predominan en el país. En algunas otras naciones más densamente pobladas, la destrucción de la tierra es más general, pero en ninguna de las naciones que conozco la dinámica de la destrucción de la tierra es más violenta qué en Venezuela.

Nuevamente encontramos aquí la misma escena que ya nos es familiar: el 70 por ciento de la población del país aglomerada dentro del 13 por ciento de su superficie total, que constituyen sus tierras altas. Proporcionan un indicio del efecto que ocasiona esta concentración los que podríamos llamar peneplanos de aluvión que aun subsisten en algunos de los valles de la altiplanicie e indican que el suelo aluvial, en un tiempo disponible para fines agrícolas, anteriormente formaba capas de varios cientos de metros de profundidad, y constituía extensos terrenos casi planos propios para la producción de cosechas. Las pendientes de las montañas, de acuerdo con los informes de los primeros viajeros, estaban densamente pobladas por especies forestales. La desforestación que siguió a la llegada de los españoles aceleró el escurrimiento de la precipitación pluvial (precipitación que en algunos lugares llega hasta 4 metros al año), ocasionando cortes profundos a través de los depósitos aluviales, y los suelos, de magnífica calidad en superficies de cientos de kilómetros. que fueron arrastrados al mar. Los campos dedicados al cultivo del maíz que antes medían varios centenares de metros de ancho, ahora se han reducido a fajas no mayores de 20 a 30 metros, y es tal la cantidad de suelo que se ha ido desgarrando solamente de las pendientes, que muy extensas áreas ya no podrán ser cultivadas. Algunos campos no están produciendo más de dos o tres bushels de trigo por acre.13 (Aproximadamente de 145 a 218 kilogramos por hectárea.)

[13 William Vogt, The Population of Venezuela and Its Natural Resources (Wáshington: Unión Panamericana, Diciembre de 1946).]

Los venezolanos hablan ahora del régimen "anárquico" de sus ríos, ignorando el hecho de que es el hombre y no los ríos el que procede en forma anárquica. El suelo, al ser arrastrado de las tierras altas, ha venido a cubrir amplias extensiones de tierras bajas a nivel y ha levantado el lecho de los ríos. Las corrientes, cuyos deslizamientos regulaba la existencia de bosques tropicales, ahora alternan entre avenidas torrenciales y períodos de casi completa sequía. A medida que los lechos de los ríos se elevan debido al ensolve procedente de las tierras altas, las aguas tienden a buscar nuevas salidas. Los ríos serpentean lentamente de aquí para allá, como la cola de un tigre enfurecido. La población de Garcitas, sobre el lago Maracaibo, ha sido destruida ya por el río Chama. La importante población porteña de Santa Bárbara está amenazada de inundación por el río Chama y el río Zulia, que lentamente se han venido juntando.

A través de los Andes, cientos de ríos vacían millones de toneladas de agua de lluvia sobre los llanos, que alternativamente son inundados y desecados. Se tienen informes de que en el año de 1946 aproximadamente 15,000 cabezas de ganado se ahogaron sólo en la región de San Fernando de Apure. Esta importante ciudad, capital de Estado, queda aislada anualmente por semanas o por meses, debido a las inundaciones incontroladas que proceden de las avenidas de las tierras altas.

Las estaciones hidroelétricas revelan el efecto destructivo de estas aguas sin control. La de Valera tiene un tanque de asentamiento de 2.5 x 15 x 20 metros, con una toma de entrada de 2.5 x 1.5. Es tal la cantidad de sedimento que entra al tanque durante la estación de lluvias, que tiene que ser limpiado todos los días. A pesar de esto, tanto sedimento pasa por las compuertas de las esclusas, que las aspas de las turbinas tienen que ser reemplazadas en unos cuantos meses, debido a su desgaste total por el material sólido. Se han hecho intentos heróicos para desasolvar uno de los vasos de almacenamiento para fines hidroeléctricos de la ciudad de San Cristobal, pero la erosión en las cuencas es tan violenta que, después de una sola tormenta, el vaso de almacenamiento se llena a su máxima capacidad con piedras, grava y arena.

El control de la erosión, asumiendo que los seres humanos puedan también ser controlados, puede convertirse en realidad en los Andes venezolanos por medio de los pastos. Sin embargo, la destrucción del humus, y por consiguiente de su poder retentivo del agua, está tan extendido y es tan completo, que la restauración de los bosques, como un medio para el control de las inundaciones, puede muy bien requerir varías décadas. Es posible formarse una idea de la dificultad de la tarea para el técnico forestal, cuando el imperativo de la reconstrucción lenta, a través de la inevitable sucesión de plantas, es analizado en relación con un antecedente social en el cual la agricultura nómada y los incendios provocados son un lugar común y en que la población humana está aumentando rápidamente. Es un hecho desafortunado, poco agradable e inevitable, el saber que la mayor parte de las tierras altas de Venezuela deberían haber sido conservadas como bosques y nunca haber sido puestas al cultivo. Venezuela no tiene problemas más difíciles e inmediatos que el que representa el reacomodamiento de 1 o 2 millones de personas, a quienes por su desprecio a los factores limitativos de las tierras altas es difícil si no imposible, convencer de que permanezcan en las tierras bajas. No todos los bosques de los Andes venezolanos han sido talados; pero se está llevando adelante rápidamente la explotación, a medida que los nuevos caminos hacen accesibles los bosques. Gran parte de esta área no debería haber sido explotada, ni aún en forma de cortes selectivos. Aquí nos encontramos con otro medio ambiente en el cual el corte de un solo árbol puede perturbar el ángulo de reposo del suelo de manera que el resultado inmediato es un deslave.

La región de la costa del Perú es casi un desierto ininterrumpido. Las pendientes orientales de sus cadenas de montañas, nuevamente caracterizadas por bosques pluviales con carencia casi absoluta de terrenos a nivel, están sujetas a las limitaciones que ya hemos descrito. Hasta muy recientemente, ha sido más barato para los residentes de Lima comprar madera de pino procedente del Estado de Oregon en los Estados Unidos, que el producto de sus propios bosques. Si no se fomenta una política forestal adecuada, aún sería preferible, para la supervivencia del Perú, importar todas las maderas del extranjero.

A medida que nos encaminamos más al sur, hacia el interior de Chile, escapamos a las limitaciones que imponen las altas temperaturas de los trópicos, pero cuando viajamos hacia el sur de Santiago, en la famosa zona de los vientos huracanados, a. la altura del paralelo 40°, tenemos nuevamente que enfrentarnos al problema de las lluvias torrenciales. La explotación de los bosques en el sur de la parte central de Chile ha dado ya resultados desastrosos. Miles de hectáreas que debieran haberse mantenido cubiertas de árboles han sido limpiadas y sembradas con trigo. La pérdida de la fertilidad del suelo, la erosión y los bajos rendimientos son tendencias que se han generalizado mucho.

Periodo

Rendimiento de Trigo

Canquenes

Chanco

Quirihue

Florida

Mulchén

Traiguén

Imperial

Collipulli

(Quintales por hectárea)

1911-1917

8.7

9.7

7.7

11.2

10.3

11.3

12.0

13.4

1918 1924

8.6

7.2

...

...

9.9

11.1

12.6

9.9

1925-1931

8.0

6.8

7.3

7.3

8.0

10.1

10.9

8.8

1932-1939

5.9

4.7

4.8

6.7

7.7

10.2

9.9

7.2

*Un quintal equivale a 100 libras.

Una muestra será suficiente para dar idea de la situación.14

[14 Manuel Elgueta G. y Juan Jirkal H., "Erosión de los Suelos de Chile." Boletín Técnico Núm. 4 (Santiago de Chile: Departamento de Genética y Fitotécnica, Ministerio de Agricultura, enero 1943).]

Osorno, la principal ciudad meridional de Chile, fué en un principio puerto marítimo, pero la sedimentación resultante de la destrucción de los bosques lo ha aislado del mar desde hace mucho tiempo. Corral, actualmente el puerto marítimo principal de la parte sur de Chile, está igualmente amenazado con la misma suerte que Osorno. Aysen, en la linea divisoria de Chile, se encuentra casi aislado por los sedimentos arrastrados que se han acumulado en el fiord que lo hace accesible.

Chile se ha preocupado activamente en ampliar su programa de cortes de madera y los forestales están acostumbrados a referirse al mismo como a un aumento en la "producción." No obstante, si no se hace el corte sobre bases selectivas y de rendimientos continuados y no se toman las medidas adecuadas para la reforestación, sería más exacto traducir la palabra "producción" por "destrucción". Muchos de los bosques en el sur de Chile crecen sobre una capa tan delgada de suelo y en terrenos de tan gran declive, que un solo corte provoca la erosión que arrastra el suelo hasta dejar visible la roca. Sobre gran parte del archipiélago Huaitecas, por ejemplo, existen muy pocas probabilidades de lograr más de una sola cosecha de árboles. Las misma situación se observa, por supuesto, en el Hemisferio Norte, sobre la capa de rocas arcáicas, donde un simple corte, especialmente si es seguido de quema, deja las laderas completamente desnudas.

No todos los bosques de la América Latina se presentan en pendientes vulnerables. Millones de hectáreas, particularmente en la cuenca del río Amazonas y en las llanuras de las costas, están distribuidas sobre terrenos planos o casi a nivel. Estos bosques, por supuesto, no los forman agrupaciones puras de árboles y se sabe relativamente poco de la utilidad de la mayoría de sus especies. Una explotación que sea a la vez económica y ecológicamente racional requerirá mucho más estudio e investigación de la realizada hasta la fecha. Es muy probable que existan vastas riquezas encerradas en estos bosques - riquezas que pueden ser obtenidas sin peligro solamente a base de una explotación racional. Aquí se presenta una gran barrera, intelectual al mismo tiempo que geográfica. Es lógico suponer que un programa coordinado de investigación, financiado internacionalmente, constituiría una de las más prometedoras inversiones para los gobiernos en un mundo que tanto necesita de la madera.

Por otra parte, de ningún modo habría que dejar intactos todos los bosques que se encuentran en las laderas inclinadas. Sin embargo, cualquier plan para su explotación deberá tomar en consideración los numerosos factores trascendentales y complejos que se presentan, muchos de los cuales han sido mencionados va en este artículo. No parece irracional insistir en que cualquier programa de utilización de maderas en tierras inclinadas debiera ser considerado en relación con sus efectos sobre la tierra y también de acuerdo con el bienestar, no solamente de la población aguas - abajo, sino de todos aquellos que, en este mundo en crecimiento, ocuparán las partes inferiores de las cuencas, durante los próximos cien años.

CONCLUSIONES

Deducidas del estudio del Sr. Vogt por técnicos de la Dirección de Silvicultura y Productos Forestales de la FAO.

Un proceso tan extenso como el que describe en términos expresivos el Sr. Vogt, forzosamente requiere un estudio completo y la aplicación estricta de medidas que alivien y resuelvan la situación.

La responsabilidad recae por supuesto, en cada uno de los gobiernos, que deben aceptarla en beneficio de sus propios intereses nacionales.

Conviene subrayar el hecho de que, problemas urgentes y de características generales similares relativos al deterioro de bosques y de cuencas, se han presentado ya en otras regiones y que se ha logrado detener su desarrollo mediante un enérgico plan de acción. Una simple enumeración de las diversas medidas que han surtido efecto en otros lugares, puede servir para indicar que la tarea por realizar en la América Latina, aunque formidable en sí, no es imposible de llevar a cabo.

(1) En primer lugar debe adoptarse formalmente una política para evitar que se siga extendiendo la práctica de la agricultura nómada sobre las laderas susceptibles de erosión. El hecho de que se ejerza el control mediante el establecimiento de reservas forestales, la zonificación, o de otra manera, no tiene importancia, pues el punto cardinal consiste en que se establezca el control por el bien general. Igualmente, decidir cual tipo de maquinaria administrativa se deba establecer es mucho menos importante que la urgente necesidad de establecer una autoridad que, después de un estudio adecuado de los hechos en cada situación particular, tome decisiones y las haga cumplir. La experiencia ha demostrado que una política decisiva y una eficaz autoridad administrativa pueden detener el proceso de degradación. Es evidente que el primer paso consistirá en detener cualquiera extensión del daño evitable.

(2) Enseguida surge la necesidad de atender la compleja tarea de restablecer los bosques y las cuencas dañados o destruidos. Es obvio que los incendios deben ser controlados. Ya sea que el fuego resulte del desmonte de los terrenos - como una supuesta ayuda al pastoreo - de actividades madereras, o por accidente, los incendios agravan los efectos nocivos de la agricultura nómada y atrasan los procesos naturales de la regeneración. Debe implantarse tanto una política clara y precisa como una legislación adecuada, mediante la organización de grupos de trabajadores en el campo con la autoridad suficiente para poner fin a los métodos primitivos. La experiencia en muchos países ha evidenciado que, con empeño suficiente, tal programa puede llevarse a la práctica con buen éxito.

(3) Es esencial que las operaciones de corte de los árboles se haga con precaución y cuidado, de modo que las áreas en explotación sean campo propicio para nuevos bosques y no sufran por la erosión. Los métodos variarán conforme a los diferentes tipos de bosques. El principal objetivo es impedir la extensión de las tierras áridas. Especialmente en el caso de los bosques de propiedad pública, esto implica la activa labor de brigadas rurales integradas por técnicos forestales, para la aplicación de las prácticas silvícolas más adecuadas. Tales organismos deben tener la fuerza legal y autoridad administrativa que convenga al desempeño de su cometido.

(4) Una vez que se haya logrado controlar la agricultura nómada y los incendios, se debe ejercer una acción efectiva para estimular y acelerar la restauración de la cubierta forestal. Con frecuencia convendrán los cultivos especiales, en donde requiera demasiado tiempo la repoblación natural con especies útiles.

En todo caso, solamente sería de desearse la aplicación de programas extensos y costosos de reforestación después de que se haya logrado un control en cierto grado de importancia de las fuerzas primitivas de destrucción. Lo mismo es verdad con respecto a los diversos métodos para controlar la erosión rápida y las inundaciones, mediante las prácticas de conservación del suelo. Estos métodos combinan la ingeniería y la silvicultura y, aunque costosos, gran número de los países latinoamericanos tendrán que utilizarlos, en vista de la situación descrita por el Sr. Vogt. De hecho, cuando se ha llegado a una etapa en que las pendientes no pueden retener por más tiempo el suelo arable, mientras no se logre nuevamente la estabilidad del terreno, es imposible el establecimiento de la vegetación. Los especialistas determinarán los sitios en que convenga implantar estos costosos proyectos, que incluyen el drenaje y la construcción de zanjas, presas y muros de retención, para obtener los mejores resultados. En la mayoría de los casos, este trabajo debe hacerse en las partes superiores de las cuencas, va que es ahí donde nacen las curtientes y los torrentes que causan las inundaciones, y de donde se produce el deslave de los suelos cosa que asolva los ríos y los deltas.

Paralelamente a las medidas de acción positiva que se sugieren en los párrafos anteriores, deben ejecutarse dos programas muy importantes y difíciles. El primero requiere que se informe y se eduque a las personas directamente interesadas, respecto al por qué deben cambiar su manera tradicional de labrar la tierra, y sobre los beneficios que obtendrán con la substitución. El apoyo público es siempre esencial cuando se proyectan cambios de esta naturaleza. Los métodos de información publica son bien conocidos, pero deben por supuesto, adaptarse a cada tipo particular de población.

El segundo programa implica la creación de una base sólida, mediante una amplia labor de investigación y experimentación, para el desarrollo de las prácticas silvícolas, el uso apropiado de la tierra, la conservación del suelo y el control de las inundaciones. Los principios generales y los métodos efectivos deben, por lo general, ser adaptados a las condiciones particulares de los bosques y de los suelos, por lo que la investigación local es también muy necesaria.

En resumen, el artículo del Sr. Vogt hace ver que el uso adecuado de la tierra, la silvicultura, la conservación del suelo y del agua constituyen problemas de la mayor importancia para la América Latina. Constituyen para los gobiernos y los pueblos latinoamericanos, al mismo tiempo una prueba a su firmeza de esfuerzo y una oportunidad para producirse con eficacia.

Las fotografías que figuran en este articulo se deben a la cortesía del autor y de la senõra Marjorie W. Vogt.


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