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Protección contra el fuego de los territorios rurales en Nueva Zelandia

por W. FORBES WRIGHT,

Funcionario de la Lucha contra Incendios del Servicio Forestal de Nueva Zelandia

Este trabajo ha sido preparado en relación con el Programa de Capacitación para la Lucha contra Incendios Forestales, del que se dió cuenta en un artículo publicado en el Vol. V, No. 4, de UNASYLVA. La FAO publicará próximamente un estudio titulado Elementos de la Lucha contra los Incendios Forestales.

LA protección contra incendios de las tierras forestales de Nueva Zelandia ha evolucionado convirtiéndose en un amplio sistema nacional de protección de todos los territorios rurales. Este sistema posee la gran virtud de proporcionar el nivel de organización adecuado a los riesgos de incendio que prevalezcan en cada distrito. La protección de los bosques, en las condiciones existentes en Nueva Zelandia implica la vigilancia del empleo del fuego en las tierras agrícolas vecinas; y a la inversa, la silvicultura resulta fundamental para la economía agraria del país, ya que en muchas tierras no-agrícolas son los bosques los productivos y lo que es más importante, porque la mayor parte de las propiedades forestales consisten en montes de protección de las vertientes. La protección de las zonas de cabeceras fluviales implica asimismo el mantenimiento de la adecuada cubierta vegetal en las escarpadas tierras de pastoreo. Por estas razones, la conservación del suelo y de los recursos hidráulicos para preservar la fertilidad de las tierras agrícolas y salvaguardar las fuentes de energía hidroeléctrica entraña la protección contra incendios, no sólo de los bosques, sino también de otras tierras rurales. La conclusión a la que se llega después de la experiencia adquirida en Nueva Zelandia es la de que la protección contra los incendios de bosques y la de otras tierras rurales son inseparables.

Nueva Zelandia es un país montañoso y esto hace que no haya lugar en que los poblados se encuentren muy lejos de escarpadas colinas o de sierras en donde haya que defender toda clase de vegetación protectora. El pastoreo de ovejas invade por todas partes las tierras forestales montañosas, en los valles, en das cabeceras de los principales ríos y en las cuencas de las altas montañas. En la mayor parte del país se goza de un clima casi ideal para la cría de ovejas bajo un sistema u otro: en las tierras altas para la producción de lana; al pie de las montañas y a niveles más bajos, para lana y consumo y en las llanuras fértiles y onduladas para engorde y producción de lana. En los distritos más húmedos la cría de ovejas cede el lugar a la cría de vacunos en los terrenos menos desiguales y en los mejores campos a la producción lechera. En las tierras apropiadas para la agricultura, así como también en muchas no agrícolas, se han talado o quemado los bosques. Un clima uniforme y una precipitación pluvial generalmente bien distribuida han permitido utilizar provechosamente, incluso las tierras pobres para la cría de ovejas. En monte bajo no bastaba con la quema, la siembra superficial, algunas vallas y el ganado. La quema estacional para combatir los pastos duros y proporcionar pastos frescos se ha hecho a da par del pastoreo de ovejas en las tierras más altas y pobres.

El roturado y la colonización de los pastizales y praderas naturales de Nueva Zelandia ha dado origen a algunas de las fincas más fértiles del mundo por unidad de mano de obra empleada. Sin embargo, hay que considerar también el reverso de la medalla: la erosión del suelo y la gradual pérdida de fertilidad del mismo en ciertas clases de terrenos; la inundación e inutilización de los productivos bajíos fluviales y distritos costaneros; la construcción de costosas obras de ingeniería para la regulación de los ríos, y la aceleración de la erosión natural. Esta última puede llegar a constituir una amenza a los sistemas hidroeléctricos de que especialmente depende el país para el suministro de energía eléctrica.

En retrospectiva puede apreciarse cómo la colonización del país por gentes carentes de tradiciones forestales necesariamente acarrearía la destrucción en gran escala de los bosques. Para los primeros colonos sólo parecía tener gran valor un limitado número de especies forestales, y sus necesidades inmediatas consistían en alimentos y productos de trueque. Pronto empezó a escasear la tierra apropiada para colonización y los colonos se vieron forzados a construir sus hogares y establecer su vida bajo las condiciones que encontraban. Esto significaba con demasiada frecuencia la roturación de terrenos que nunca debieran haber sido despojados de sus árboles y, a la larga, significó frecuentemente para los interesados la pérdida del arduo trabajo de toda una vida. En diferentes circunstancias estas personas se hubieran hecho acreedoras del agradecimiento de su país.

Medidas de conservación y rehabilitación

Afortunadamente, el clima suave y la precipitación adecuada de lluvias harán que regenere la cubierta vegetal sobre la mayor parte de la tierra degradada donde la erosión no ha llegado hasta la roca viva, si se eliminan los incendios y el pastoreo abusivo. Además de la organización de un sistema nacional de protección contra incendios, auspiciado por el Servicio Forestal de Nueva Zelandia, los departamentos del Gobierno vinculados a los intereses agrícolas y agrarios han establecido comités de aprovechamiento de tierras para que decidan el uso que se ha de dar a los campos propiedad de la Corona o que ésta haya de adquirir. Todas las tierras que requieren una ordenación tendente a la conservación de suelos y aguas o al aprovechamiento de renta constante, pasan a ser montes del estado y su administración corre a cargo del Servicio Forestal. El Consejo de Conservación de Suelos es el encargado de promover el mejoramiento de los métodos de cultivo en terrenos sujetos a erosión, tales como el abonado aéreo de las zonas montañosas.

Los objetivos de la protección contra incendios de los territorios rurales de Nueva Zelandia pueden resumirse como sigue:

(i) la preservación de los montes y demás vegetación protectora de los pastizales de montaña, para combatir la erosión; conservar los recursos de agua y producir madera;

(ii) vigilar la quema en terrenos en general escarpados, para la conservación del suelo y la corrección de torrentes;

(iii) la prohibición del fuego, siempre que la quema en tierras rurales vaya en contra del interés público;

(iv) la protección de 860.000 acres (348.000 Ha.)1 de bosques de coníferas exóticas sumamente inflamables destinados a suministrar, en el curso de una generación, la mayor parte de la madera que necesita el país;

(v) la protección de los montes de especies comerciales indígenas y de unos 500.000 acres (202.500 Ha.) de monte talado que pueden algún día regenerarse y producir madera indígena.

1 En este artículo, 1 acre = 0,405 ha.

Topografía

Nueva Zelandia es un país montañoso con menos de la cuarta parte de su superficie a menos de 660 pies (198 m.) de la curva de nivel. La longitud conjunta de las dos islas principales alcanza algo más de 1.000 millas (1.600 km.) con una latitud máxima de 280 millas (450 km.) y el principal sistema orográfico se extiende del extremo sudoeste de la isla del Sur hasta el noreste de la isla del Norte dividiendo ambas islas en dos regiones: oriental y occidental. La isla del Sur es con mucho la más montañosa de las dos; la sólida cadena de montañas cubierta de nieves perpetuas y de ventisqueros, conocida con la denominación de Alpes del Sur, cuyas cimas más altas alcanzan alturas de 12.347 pies (3.763 m.) se extiende a lo largo de toda la isla. El Monte Cook en los Alpes del Sur es el pico más alto del Dominio. En la isla del Norte las tierras altas ocupan la décima parte de la superficie y, salvo cuatro picos volcánicos, no sobrepasa de 6.000 pies (1.800 m.). Los dos volcanes en actividad, el Ruapehu y el Ngauruhoe, tienen 9.175 pies (2.797 m.) y 7.515 pies (2.291 m.) de altura, respectivamente. El Ruapehu es el pico más elevado de la isla del Norte. En ambas islas sólo existen superficies relativamente pequeñas de tierras llanas y éstas por lo general son zonas litorales, valles fluviales y cuencas altas en el interior. La mayor superficie de llanura, la Planicie de Canterbury en la isla del Sur, mide 150 millas (240 km.) de longitud por unas 40 millas (64 km.) en su parte más ancha.

Clima

Situado entre 30° 4' y 47° 2' de latitud S., el país se halla dentro de la zona de vientos del o llamados «roaring forties». Atravesando desde Australia mil millas de alta mar, estos vientos llegan cargados de humedad y al chocar con la cadena principal de montañas que se extiende de suroeste a noreste, da lugar a que la precipitación suela ser más fuerte en los distritos occidentales. Esto ocurre más señaladamente en la isla del Sur donde los Alpes del Sur forman una sólida barrera. Las cordilleras secundarias y las escarpadas depresiones entre las montañas modifican esta tendencia general de un lado húmedo y otro seco. Todas las zonas al Este de la cadena principal están expuestas a los vientos secos y cálidos del noreste, que pueden soplar durante varios días en los meses de verano y de otoño; estos vientos alcanzan especial violencia en la Planicie de Canterbury en la isla del Sur.

El clima de Nueva Zelandia se caracteriza por temperaturas relativamente suaves durante todo el año, una precipitación normalmente adecuada y bien distribuida y un gran número de horas de sol, incluso en los distritos húmedos, donde son sorprendentemente pocos los días de lluvia. En general los fuertes vientos y el sol brillante secan rápidamente la superficie aún después de la lluvia, y por eso en los parajes descubiertos el peligro de incendio puede surgir en el espacio de pocos días. El régimen de períodos cálidos y de sequías es muy complejo, y todavía no se ha logrado comprenderlo del todo. Casi todos los años se registra un periodo caluroso o casi una sequía en alguna parte del Dominio - por ejemplo, en 1949 en los distritos septentrionales de la isla del Norte, y en 1950 en los distritos de lluvias estivales del extremo Sur y la normalmente húmeda Costa Occidental de la isla del Sur. Un verano lluvioso en los distritos generalmente secos corresponde, a menudo, a una temporada seca en los distritos húmedos, pero sólo rara vez ocurren sequías de carácter general. Un periodo caluroso en los distritos húmedos pronto seca los musgos, los líquenes y los helechos membranosos de los bosques higrófitos, dando lugar a graves riesgos de incendio, incluso aunque las condiciones de humedad estén todavía, sobre el nivel que normalmente se considera critico. El complejo comportamiento meteorológico hace que resulte difícil el pronóstico; el régimen meteorológico depende de la desviación de los vientos reinantes por las cumbres montañosas, de forma que una ligera desviación de incluso sólo un grado o dos en la dirección del viento puede cambiar totalmente el régimen. Los microclimas constituyen más una regla general que una excepción.

Las tierras y su aprovechamiento

La fotografía muestra el escenario típico de uno de los vastos bosques formados por el hombre en Nueva Zelandia, en los cuales se da primordial importancia a la eliminación del temor del fuego.

Abajo presentamos una vista de un camino forestal característico, donde pueden verse los macizas de coníferas rodeados de franjas de especies frondosas. El aviso, esmaltado en metal, es un modelo de los que utiliza el Servicio Forestal del Estado en Nueva Zelandia.

La superficie conjunta de ambas islas suma 66 millones de acres (26.730.000 Ha.). El 34,8 por ciento monte o matorral; el 10,5 por ciento vegetación alpina y subalpina y rocas descarnadas; el 21,2 por ciento praderas de espiguilla; el 27,3 por ciento praderas de siembra; el 2,3 por ciento tierras cultivadas y huertas; el 1,2 por ciento bosques exóticos y el 2,7 por ciento zonas residenciales, caminos, ríos donas y zonas secundarias sin cultivar. De 43.000.000 de acres (17.415.000 Ha.) de tierra en explotación, 31.750.000 acres (12.858.750 Ha.) están dedicados a la producción pecuaria, 5.000.000 de acres,(2.025.000 Ha.) a la producción lechera, y 26.750.000 acres (10.833.750 Ha.) predominantemente al pastoreo de ovejas.

Bajo estas condiciones resultaría impracticable un sistema nacional contra incendios en tierras rurales si éste no fuera aceptado por la colectividad agrícola. Satisface poder decir que la legislación muy completa puesta en vigor recientemente para este fin, recibió el apoyo de la Organización Nacional de Agricultores - Federated Farmers of New Zealand.

El sistema de praticultura y ganadería que se practica generalmente en Nueva Zelandia es único en muchos sentidos, y tiene fama de dar el mayor rendimiento de productos del mundo, por unidad de mano de obra contratada. Además de exportar grandes cantidades de carne, mantequilla, queso, etc., Nueva Zelandia, que ocupa el séptimo lugar en cuanto al número de ovejas, es el tercer productor y exportador de lana. Esta especialización en praticultura ha sido motivada por dos importantes factores: el clima favorable y el empleo de abonos artificiales. En los campos llanos o ligeramente ondulados donde ambos factores se complementan, no existen grandes riesgos de incendio o de erosión, ya que el mismo ganado destruye dos pastos secos y duros y la tierra es en extremo fértil; al principio gran parte de esta tierra altamente productiva no era fértil y sólo ha llegado a serlo gracias al sistema de ordenación empleado.

La situación es menos satisfactoria en los terrenos más altos y escarpados donde resulta difícil o impracticable el empleo de abonos. Tal es el caso de las praderas de espiguilla de la isla del Sur y de las tierras forestales más altas y roturadas de ambas islas, y es en estos lugares donde la erosión causada por la continua quema o por el pastoreo abusivo plantea los problemas más graves. Los pastos de los terrenos montañosos, las «danthonias» y el «brown top» indígenas, maduran temprano con poco follaje y si no los consume el ganado o se queman, se vuelven insípidos y las ovejas no medran. Los fuegos son feroces si se encienden cuando los pastos están maduros y ocasionan tal daño al suelo que la fertilidad disminuye claramente. Hoy día la quema en esta clase de tierras está prohibida durante los períodos de gran riesgo de incendio. No obstante, si se quiere detener la disminución de fertilidad del suelo es esencial prescindir por completo de esta práctica, y reemplazarla con el empleo del ganado.

A largo plazo la completa solución de este problema es cuestión de economía y del adecuado aprovechamiento de la tierra. Lo más probable es que las tierras que a la larga sólo pueden ser explotadas a expensas de la colectividad vuelvan a propiedad de la Corona, y entonces quedarán sujetas a ordenación forestal, bien sea para su explotación maderera o para protección de las vertientes. Los terrenos susceptibles de estabilización mediante una cubierta permanente de hierba requerirán para que recuperen su completa fertilidad un tipo de ordenación más intensiva: resiembra, abonado superficial; control del pastoreo mediante una subdivisión más estrecha, y población con ganado adecuado para terrenos montañosos. El perfeccionamiento del sistema de ordenación ha sido tarea difícil sino imposible para los ocupantes de dichas tierras que cuentan con reducidos ingresos financieros, como lo refleja la reciente creación de una Junta de Tierras Marginales encargada de proporcionar ayuda financiera bajo ciertas condiciones de ordenación previamente concertadas. Un nuevo factor que puede resultar importante en la ordenación de tierras marginales es el abonado superficial desde el aire.

Montes

Los primitivos montes y matorrales de Nueva Zelandia cubren aproximadamente el 62 por ciento de su superficie, y probablemente la tercera parte o la mitad de ésta podía haberse transformado en buenos pastizales sin un notable aceleramiento de la erosión. Una característica peculiar de la primitiva vegetación, es que ésta se ha formado a lo largo de un prolongado período de aislamiento, libre del hombre y del pastoreo y de ramoneo de animal alguno salvo el «moa» (Dinornis robustus), género de aves no volátiles, de las que algunas especies alcanzaban 10 pies (3 m.) de altura. La colonización del país por sucesivas ondas de Polinesios, que comenzó hará unos mil años, probablemente no influyó gran cosa en los montes propiamente dichos, aunque existen leyendas indígenas y otras pruebas de que hubo grandes incendios. Las especies más grandes de «moa» vivían en matorrales y en praderas abiertas, y los cazadores maoríes utilizaban el fuego para llevarlos hacia los pantanos. Cuando estas aves quedaron exterminadas los maoríes protegieron los montes cuidadosamente como fuentes importantes de alimentos tales como aves, bayas y raíces. Cualquier daño ocasionado a los montes o a los árboles acarreaba el castigo de los culpables dentro de una misma tribu, o la guerra entre tribus.

El límite superior de los montes era de unos 3.500 pies (1.070 m.) una faja subalpina de matorral que se extendía hasta los 4.000 pies (1.200 m.); y sobre ese nivel, vegetación alpina de una u otra clase que gradualmente dejaba paso a la roca pelada de las cumbres. Allí donde la precipitación pluvial era escasa, 30 a 35 pulgadas (760-890 mm.) o menos, los montes dejaban paso a las praderas naturales cubiertas de espiguillas y compactos herbazales. En estas condiciones, la erosión natural era lenta y los terrenos degradados tenían tiempo de rehacerse.

Se calcula la actual superficie de monte y matorral en 23 millones de acres (9.315.000 Ha.); no se conoce la proporción exacta de monte en relación al matorral debido a los numerosos tipos de propiedad existentes del Estado, privada y de las tribus maoríes. La superficie mínima absoluta de monte y matorral necesaria para controlar la erosión se calcula en 20 millones de acres (8.100.000 Ha.); por tanto la superficie existente parece suficiente, pero sin embargo no está debidamente distribuida y sólo 12 millones de acres (4.860.000 Ha.) están legalmente considerados como tierras forestales. Sobre los montes y matorrales de propiedad particular no existe más control que la prohibición de las quemas en época en que el tiempo ofrece peligro de incendios. Gran parte de la zona de monte bajo subalpino de cualquier tipo de propiedad ha sufrido daños a causa del fuego y del pastoreo, de forma que muchos montes están en regreso debido a la acelerada erosión de las zonas altas.

En esta fotografía se ven dos motobombas de patrulla (con propulsión en las cuatro ruedas) cupo uso se ha generalizado en el Servicio Forestal de Nueva Zelandia para luchar contra los incendios; entre ellas aparecen dos camiones-cisternas que forman también parte de esta clase de equipos. En la página opuesta, un camión equipado con radio actuando en un incendio real. La radio, como elemento de lucha contra el fuego, se está utilizando cada vez más.

Montes indígenas

Los montes indígenas de Nueva Zelandia pertenecen en conjunto a esa gran división de la vegetación de la tierra llamada monte higrófito y se dividen en dos clases: subtropicales y subantárticos. Los primeros forman una masa mixta de frondosas y coníferas, y los segundos una masa pura de dos o más especies de haya (Notófagos). Entre estas clases principales existen otras muchas intermedias. En términos generales, los montes mixtos son los situados en las mejores tierras a nivel más bajo y accesible, y los de haya son montes protectores situados en el corazón de las montañas de ambas Islas. Los montes de ambos tipos están en su mayoría sobremaduros y paralizados. Las principales especies comerciales de coníferas en los montes mixtos, que hasta ahora han suministrado la mayor parte de la madera para cubrir las necesidades nacionales, son de crecimiento en extremo lento e inestables en actuales estaciones, probablemente debido a pasados cambios climáticos. Estas especies no se regeneran después de taladas, salvo en algunas estaciones favorables; la segunda cosecha suele consistir en frondosas de poco valor. Estos bosques no pueden ya proporcionar toda la madera que exija el país y deben ahora conservarse para proporcionar las mejores calidades de madera acabada necesarias; los montes exóticos pueden suministrar las calidades inferiores. Desde el punto de vista de la protección contra incendios, la principal característica de estos montes es su incapacidad de reproducirse naturalmente y la dificultad de la repoblación artificial. Los problemas dasocráticos y silvícolas que presentan estos montes mixtos no tienen paralelo en ninguna otra parte del mundo. Los hayales son más abordables y fáciles de ordenar; pero son muy inflamables y el incendio de un monte de haya puede significar su destrucción definitiva. Son inciertos los años de semillación y un incendio a nivel del suelo de un monte entre los años de semillación matará los árboles; el monte sólo podrá autorepoblarse gracias a la lenta extensión de los montes vírgenes vecinos, proceso que por lo menos tarda varios siglos. Los montes mixtos, por el contrario, en condiciones meteorológicas normales no son inflamables, pero en condiciones anormales han sufrido incendios destructivos. Los daños que normalmente ocasiona el fuego en este tipo de bosques proceden del incendio del matorral y de los helechos que arrasa todo hasta las márgenes del bosque; los árboles abrasados mueren y los helechos y las matas invaden el lugar, creando salientes vulnerables desde los que sucesivos incendios penetran ano más adentro. La superficie de monte que en realidad queda destruida en un sólo fuego no es en general grande pero a menudo representa una pérdida definitiva, y es precisamente la suma de estos incendios relativamente pequeños que tienen lugar año tras años en todo el Dominio lo que causa preocupación. Las superficies taladas resultan naturalmente muy inflamables y cuando se incendian pueden quedar definitivamente inutilizadas para fines forestales. La quema repetida origina la total denudación del suelo y la erosión devastadora.

Montes exóticos

Los bosques exóticos del Estado están en su mayoría formados de Pinus radiada (pino de Monterrey), P. laricio (pino salgareño), P. ponderosa, P. strobus (de Lord Weymouth), P. patula y abeto Douglas (Pseudotsuga taxifolia) y en menor grado de especies tales como el Alerce y el ciprés de Lawson (Cupressus Lawsoniana). El P. radiata, el P. laricio y el abeto Douglas ocupan la mayor extensión de superficie. El objetivo de crear montes exóticos fué el de suplementar los montes indígenas que estaban en rápida regresión y la política forestal se puede resumir como «conservación de los montes indígenas y expansión de los montes exóticos». Todas las especies exóticas introducidas con éxito han sido de crecimiento extremadamente rápido, pero el P. radiata resultó extraordinario, por lo que hubo compañías por acciones dedicadas a repoblación que plantaron montes sumamente extensos de esta especie. La superficie total de montes de especies exóticas es de 860.000 acres (348.300 Ha.), de la cual 450.000 (182.260 Ha.) son montes del Estado y el resto propiedad de compañías de repoblación forestal, autoridades locales y otras. El monte del Estado más extenso tiene 262.000 acres (106.110 Ha.) efectivamente arbolados, de una superficie aproximada de 344.400 acres (139.382 Ha.), y posiblemente sea uno de los bosques más grandes del mundo creados por la mano del hombre y una de las mayores concentraciones de crecimiento anual de madera. El mayor monte exótico de propiedad particular tiene 160.000 acres (64.800 Ha.) cubiertos de árboles. En un futuro cercano los montes exóticos constituirán la fuente productora de casi todas las maderas blandas, madera para papel y demás productos forestales que se emplean en Nueva Zelandia, y proporcionarán considerables excedentes de exportación de madera, papel para periódicos y pasta de papel.

El peligro de incendio en los montes exóticos es muy grande y el hecho de que la labor de silvicultura llevada a cabo en la mayoría de ellos haya sido insignificante hace que este peligro resulte aún mayor. Los montes tropicales están en su mayoría situados en la meseta volcánica central de la Isla del Norte, donde los veranos son secos por regla general. Todos los montes exóticos del Estado disponen sin embargo de eficaces organizaciones contra incendios, y las pérdidas originadas por el fuego son pequeñas. Los montes de propiedad privada han sufrido graves pérdidas pero las Compañías Forestales más importantes están ya bastante bien organizadas respecto a protección contra incendios y quedan comprendidas en el radio de acción del Servicio Forestal y de la red meteorológica y de vigilancia aérea.

El servicio forestal de Nueva Zelandia

Hacia fines del último siglo, cuando se empezó a advertir que los recursos forestales no eran inagotables y que la destrucción desconsiderada e incluso desenfrenada estaba ocasionando pérdidas casi irreparables, se creó en el Departamento de Tierras y Levantamiento Topográfico (Lands and Survey Department) una Sección de Silvicultura responsable del gobierno de los montes de las propiedades reales. En 1874, 1885 y 1908 se dictaron medidas legales para la defensa de los montes. Estas disposiciones resultaron en gran parte inoperantes; en general eran prematuras en relación con las exigencias de la opinión pública; se carecía del personal suficiente para imponer su cumplimiento; y el acceso y las comunicaciones en los distritos rurales eran primitivos y difíciles. No fué sino hasta la creación del actual Servicio Forestal, en virtud de la Ley de Montes de 1921-22, que la administración y defensa de los montes del Estado quedó satisfactoriamente organizada.

En resumen la política nacional es la siguiente:

(i) asegurar amplias provisiones de madera tanto para la actual como para la futura población de Nueva Zelandia;

(ii) proteger y regular el caudal de los ríos mediante la conservación de los montes protectores en todas las cabeceras fluviales importantes;

(iii) conservar montes productivos en tierras no agrícolas que desarboladas podrían convertirse en eriales empobrecidos;

(iv) someter a ordenación forestal todos los montes existentes o futuros, de que dependen el caudal de los ríos, la fertilidad del suelo, el clima y la salud pública.

Estos principios han gobernado las operaciones del Servicio Forestal durante los últimos treinta años. La Ley de Montes de 1949, no aportó cambio alguno a los principios rectores, pero consolidó las enmiendas a la ley original y volvió a definir, con algunas ampliaciones, las responsabilidades del Servicio Forestal en la defensa y ordenación de los montes del Estado para fines de conservación de aguas, estabilización del suelo y aprovechamiento equilibrado de la tierra. La ley estipula concretamente la adquisición de las tierras, cualquiera que sea el sistema de tenencia de las mismas, que presenten verdadera o incipiente erosión.

La política de defensa contra incendios del Servicio Forestal, parte de la premisa de que, no obstante el clima generalmente favorable, el fuego constituye la mayor amenaza para los bosques y la vegetación protectora de Nueva Zelandia: en unas cuantas horas un incendio puede destruir la labor de siglos para formar un valioso complejo de vegetación.

Medidas de defensa contra incendios

La Ley de Montes de 1921-22, dispone la creación de distritos de incendio, consistentes en un monte del Estado y una zona de terreno circundante, de anchura suficiente para proporcionar una razonable protección, y para fijar temporadas de veda durante las cuales no pueden encenderse fuegos sin la previa autorización escrita de un funcionario forestal. En lo que respecta a los distritos de incendio, la ley solo puede aplicarse para la defensa de aquellos montes en dos cuales, para la administración del distrito, se disponga de funcionarios forestales; por tanto la ley incluye otras disposiciones de carácter mas general, para la protección de los montes del Estado. El principio de la protección por medio de la creación de distritos de incendio se amplió en 1925 para incluir también a los montes de propiedad particular de una superficie de 200 acres (81 Ha.) por lo menos. Los funcionarios ejecutivos de las compañías de repoblación y demás propietarios forestales fueron nombrados, según la Ley de Montes, guardias forestales honorarios de los montes para los efectos del gobierno de los distritos. En 1932 y 1940, se enmendó la Ley de Tierras para ofrecer idéntica protección a las dunas turberas y otras ciertas zonas.

Las disposiciones de la Ley de Montes relativas a la defensa de los mismos fueron aplicadas en la forma más estricta posible en aquel entonces en que la Magistratura no siempre estaba bien dispuesta al respecto. Estas eran tácticas enérgicas, pero resultaban indispensables en una colectividad tradicionalmente acostumbrada al libre aprovechamiento de los bosques y a la destrucción de los mismos.

Esto resultó satisfactorio en la medida de su alcance, pero quedaban grandes extensiones cubiertas de vegetación inflamable sobre las que no posaba ninguna autoridad para vigilar el empleo del fuego, incluso durante peligrosas condiciones meteorológicas. En estas zonas, podían ocurrir grandes incendios que acababan por causar daños y destrucción a la propiedad agrícola, a los bosques o la vegetación protectora. En la mayoría de los casos, las empresas forestales privadas se limitaban a cumplir estrictamente sus obligaciones legales y no intervenían a menos de que sus propiedades se vieran amenazadas. En muchos casos, a incendios que podían haberse combatido fácilmente como pequeños focos, se les dejaba adquirir proporciones que imposibilitaban el hacerles frente con los limitados recursos de las compañías interesadas, y había que recurrir al Servicio Forestal para que ayudase en la lucha contra el fuego. La necesidad de una legislación de defensa contra incendios de alcance nacional, se hizo sentir desde hace largo tiempo, pero hasta 1946, año en que los bosques particulares sufrieron incendios desastrosos, no se contó con el apoyo público para legislar a este respecto. En el año siguiente se dictó la Ley de Incendios Forestales y Rurales.

La Ley de Incendios Forestales y Rurales (Forest and Rural Fires Act) de 1947, tuvo como base la experiencia adquirida por el Servicio Forestal de Nueva Zelandia durante sus 30 años de vida en la defensa contra incendios, y las disposiciones en ella incluidas son, en consecuencia, tan sensatas que, salvo las enmiendas secundarias que dicten las variantes circunstancias, podrá mantenerse por muy largo tiempo. En la actualidad no hay prácticamente tierra en Nueva Zelandia en donde no exista cierto tipo de autoridad para la defensa y prevención contra incendios.

La Legislación de defensa contra incendios en Nueva Zelandia, puede resumirse como sigue:

(i) Ley de Servicios de Incendios de 1949 que estipula la creación de Distritos Urbanos de Incendios, principalmente en las zonas comerciales y residenciales, bajo el mando de los Jefes de Servicios Urbanos de Incendios;

(ii) Ley de Montes de 1949 que estipula la prevención y defensa contra incendios en los montes del Estado que no estén protegidos por un Distrito Rural de Incendios;

(iii) Ley de Incendios Forestales y Rurales de 1947 que estipula la creación de Distritos Rurales de Incendios y la prevención y defensa contra incendios en todo el resto del Dominio.

Disposiciones de la ley de incendios forestales y rurales de 1947.

La Ley de Incendios Forestales y Rurales dispone que las tierras en las que anualmente se repitan situaciones de gran peligro de incendios queden comprendidas dentro de los Distritos Rurales de Incendios administrados por los Comités Rurales de Incendios o el Ministro de Montes; el resto del Dominio, a excepción de ciertas zonas, quedará bajo el gobierno de los Concejos de Condado que son nombrados como Autoridades de Incendios con poderes para declarar el estado de alerta en períodos en que sea grande el peligro de incendio. De esta forma, la importancia de la organización y los gastos que acarrea la defensa contra incendios están en relación con los riesgos existentes en cada distrito, y la lucha queda a cargo de hombres que conocen a fondo las condiciones locales y que no impondrán restricciones inútiles.

Consejo de conservación de suelos y defensa fluvial

La Ley de Conservación de Suelos y Defensa Fluvial de 1941, establece medidas de prevención y defensa contra incendios. La administración de la Ley está a cargo de un Consejo compuesto por las Jefes Permanentes de diversos Departamentos gubernamentales y por 5 representantes de organismos locales. Estipula la creación de Distritos de Conservación de Suelos, bajo la autoridad directa del Concejo o de un Comité nombrado por el mismo, y la constitución de Distritos de Cabeceras Fluviales fiscalizados por Juntas elegidos. Hasta ahora sólo se ha creado un Distrito de Conservación de Suelos y, de acuerdo a la Ley de Incendios Forestales y Rurales, el Concejo es la autoridad de incendios del Distrito. Han sido constituidas 11 Juntas de Cabeceras Fluviales que, de acuerdo con lo estipulado en la Ley de Conservación de Suelos y Defensa Fluvial, gozan de ciertos poderes limitados para prohibir legalmente que se enciendan fuegos. La Ley de Incendios Forestales y Rurales no confiere a estas Juntas autoridad ninguna a menos que los Concejos de Condado incluidos en un Distrito de Cabecera Fluvial, de acuerdo con las disposiciones de la Ley de Incendios Forestales y Rurales, nombren funcionarios del Servicio de Incendios a funcionarios de la Junta.

Disposiciones de la ley de montes de 1949 referentes a incendios.

Los montes del Estado que, por dificultades administrativas no estén protegidos por un Distrito Rural de Incendios, lo están en virtud de lo dispuesto en la Ley de Montes. Estas dispociones pueden resumirse como sigue:

(i) constituye delito el encender fuego sin previa autorización legal, en tierras de un monte del Estado, o dentro del radio de una milla a su alrededor, si peligra con ello cualquier producto del monte; asimismo es delito descuidar un fuego capaz de extenderse al monte;

(ii) constituye delito dejar cualquier cosa ardiendo o en rescoldo en los montes del Estado;

(iii) los concesionarios legales de un monte del Estado deberán proporcionar el equipo contra incendios necesario. Se concede el derecho de recurso ante el Tribunal de Apelaciones;

(iv) toda persona que advierta un fuego en tierras forestales del Estado o a menos de una milla de distancia de las mismas, debe tratar de extinguirlo, o en caso de no poder apagarlo, avisar al Funcionario Forestal y regresar seguidamente al lugar del incendio hasta que éste quede extinguido o que un funcionario forestal le autorice a marcharse;

(v) los concesionarios y los colonos tienen idénticas obligaciones y deben utilizar a sus empleados para combatir el fuego;

(vi) los hombres útiles de más de 18 años de edad podrán ser movilizados para combatir el fuego; la Ley de Compensación de Trabajadores de 1922 se refiere a la remuneración y protección de dichas personas;

(vii) los gastos en que haya incurrido el Servicio Forestal para extinguir un incendio correrán a cargo del propietario de la tierra en que el fuego se haya iniciado, si el fuego amenazaba a montes del Estado, o bien a cargo del propietario de la tierra que resultó protegida, si así lo acuerda el Ministro. Se concede el derecho de recurso ante el Tribunal de Apelaciones de Incendios.

Organización de defensa contra incendios del servicio forestal.

La Organización del Servicio Forestal para la Defensa contra Incendios, ejerce sus funciones en todo el Dominio, abarcando los montes del Estado, los bosques de otras propiedades de la Corona, los parajes pintorescos reservados y los parques nacionales. La Organización asume también la responsabilidad de asegurar la cooperación y uniformidad en la administración de la Ley de Incendios Forestales y Rurales por otras autoridades de servicio contra incendios.

La creación de un servicio para pronosticar los peligros de incendios y poner en guardia contra ellos, es una de las funciones esenciales de la Organización de Defensa contra Incendios. Se ha establecido una red nacional de estaciones meteorológicas y de emisoras de radio, que durante la temporada de incendios transmiten dos veces al día a la Oficina Central del Servicio Forestal en Wellington los datos meteorológicos registrados. Cualquier situación de peligro de incendio que se presente en algún lugar del país, en el término de una hora ya es conocida en Wellington, por los datos registrados en las estaciones, lo que permite adoptar la acción pertinente, tal como asesorar a las Autoridades del Servicio de Incendios; prevenir radiofónicamente y avisar al personal de campaña para que actúe conforme lo requieran las circunstancias.

Situada en la cumbre de una colina en el centro del bosque, esta estación vigía es un modelo de las que se emplean en los bosques del Estado en Nueva Zelandia. En este país, el accidentado escenario del fondo es mucho más frecuente que la extensa zona llana que aparece en la página 6.

La Oficina Central del Servicio Forestal comprende una Sección de Inspección de Incendios, responsable de la inspección general de la Organización de Defensa contra Incendios. El personal de dicha Sección está formado por el Jefe de la Inspección de Incendios, un Inspector de la Organización de Defensa contra Incendios y un Funcionario de Comunicaciones. Incumben a la Sección las siguientes tareas:

(i) asegurar que la Organización de Protección contra Incendios actúe eficazmente dondequiera que recaiga sobre el Servicio Forestal la responsabilidad de desempeñar sus funciones;

(ii) la inspección periódica de la organización contra incendios del distrito;

(iii) la capacitación del personal en la defensa y lucha contra el fuego, y hacerse cargo de las conferencias a pronunciar durante los cursillos de defensa contra incendios celebrados en el Centro de Capacitación en Silvicultura de Rotorua (a estos cursillos también asisten funcionarios de otros Servicios de Incendios);

(iv) el asesoramiento y orientación de los Servicios de Incendios;

(v) las operaciones de coordinación durante un incendio importante.

En el caso de condiciones muy graves y de continua lucha en cualquier determinado distrito, se traslada el equipo y el personal de relevo necesarios de distritos en ese momento a salvo. Todos los años antes, de comenzar la temporada de incendios se establecen planes para coordinar la ayuda de las fuerzas armadas y de otras instituciones similares, en caso de grave urgencia.

En una Junta de Conservación de Bosques el funcionario en jefe en el terreno es el funcionario de la Inspección de Incendios, y tiene la responsabilidad de: (i) asegurar la eficacia de las Organizaciones de Defensa contra Incendios dentro de la Junta de Conservación; (ii) establecer les planes contra incendios de la Junta de Conservación y de la Estación; (iii) coordinar las operaciones de extinción de incendios; (iv) atender a las relaciones públicas, asuntos legales y administración general; (v) mantener la cooperación de otros servicios de incendios y (vi) lograr la uniformidad y adecuación del equipo contra incendios en todas las operaciones de explotación dependientes del Servicio Forestal.

La defensa contra incendios en los montes exóticos del estado.

Los riesgos de incendio en los montes exóticos son muy grandes, y siempre existe la posibilidad de fuegos destructivos. Por otra parte, estos montes exóticos están generalmente dotados del personal adecuado; cuentan con buenos caminos y su organización contra incendios alcanza un alto nivel de eficacia.

En todos los bosques de gran extensión, existen puestos de vigía del tipo adoptado por el Servicio Forestal de los Estados Unidos. En cada bosque suele haber por lo menos dos con objeto de poder localizar los fuegos. Los puestos de vigía están equipados con detectores de incendios, radios y teléfonos. Se mantiene un cuerpo bien entrenado de bomberos en la Jefatura Forestal o a corta distancia de ella y en los principales bosques en Subjefaturas según las condiciones meteorológicas. Quando el tiempo es propicio al peligro de incendios la norma es que el primer grupo de bomberos deberá partir al minuto de haberse recibido una alarma. Las precauciones internas se hacen cumplir estrictamente, y en cooperación con los propietarios de las tierras vecinas se ejerce una severa vigilancia de los fuegos dentro del distrito de incendios.

Las Reales Fuerzas Aéreas de Nueva Zelandia asumen la vigilancia aérea durante la temporada en que existan mayores riesgos de incendios en los distritos de da meseta central de la Isla del Norte, donde se encuentran los principales montes exóticos que son propiedad del Estado y de particulares. En épocas de gran peligro de incendios también se mantienen patrullas aéreas en otros distritos.

Bosques indígenas

Para la protección de los bosques indígenas es mucho menor la organización que se necesita. En los bosques vírgenes los incendios no se extienden rápidamente en condiciones normales, pero son en extremo difíciles de controlar; la profunda capa de humus y de cubierta muerta, los viejos troncos enterrados de madera sin pudrir, y los tocones secos en pie, todos pueden arder a fuego lento durante un largo período y lanzar chispas mas allá del límite del área incendiada cuando se producen vientos fuertes. Los planes contra incendios en los montes indígenas consisten generalmente en detalles de las zonas a proteger, contactos con obreros disponibles de los aserraderos, cuadrillas de obras públicas y otros hombres del distrito. El equipo consiste en su mayoría en bombas portátiles, sierras, hachas, descepadoras y bombas a motor. El agua es el medio más eficaz de combatir estos incendios. La zonas taladas, son muy inflamables y en este caso el agua es también el mejor medio de lucha contra el fuego.

Es imposible vigilar directamente la mayoría de los bosques indígenas y para estar informado hay que contar con los aserradores, los vigilantes honorarios, los colonos y otras personas animadas por el deseo de servir a la comunidad.

Conclusión

Nueva Zelandia se convirtió en Colonia Británica en 1840, pero no se creó el Servicio Forestal hasta 1922. Los primeros ochenta años de colonización europea podrían llamarse la era de la «tala y la quema»; en los siguientes treinta años se verificaron grandes cambios: fué creada una organización nacional de protección contra incendios y el número de incendios forestales se redujo casi a aquellos causados por accidente o por falta de conocimientos sobre el comportamiento del fuego.

El aprovechamiento de los bosques para fines recreativos es cada día mayor y el Servicio Forestal estimula deportes tales como el alpinismo, las excurciones, la caza de venados y jabalíes, y la pesca de truchas, al igual que otras distracciones más reposadas, como meriendas campestres y paseos por el monte. Merced a un sistema docente y relaciones públicas, el Servicio ha emprendido la tarea positiva de crear una clara tradición forestal y como la generación más antigua de neozelandeses está mostrando cada día mayor aprecio por los bosques y la silvicultura, está surgiendo una nueva generación que pone a la silvicultura en el lugar natural que le corresponde en la vida nacional. Esta es la mejor protección de los bosques y contra los incendios rurales.


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