Página precedente Indice Página siguiente


Posibilidades forestales en Etiopía

por E. H. F. SWAIN,

ASESOR DE SILVICULTURA DE LA ASISTENCIA TÉCNICA DE LA FAO

SEIS meses de estancia en Etiopía no bastan para que nadie hable con autoridad sobre problemas forestales de un país que es tan vasto como Francia y Alemania juntas. Lo más que se puede hacer es presentar un bosquejo de impresiones basadas en los datos recogidos y en las deducciones a que se ha tratado de llegar, además de rendir el debido homenaje a los dos precursores que han informado sobre exploraciones forestales en ese país tan poco concocido; me refiero a W. E. M. Logan, Conservador Adjunto de Montes de la Costa de Oro, que trabajó en Etiopía en servicios de guerra, y a Glen Russ, miembro de la Misión Técnica de los Estados Unidos en los años 19441946.

Antecedentes generales

Las condiciones forestales dependen en buena parte de la mutua acción de hombres y árboles. Estos factores en Etiopía parecen haber sido los siguientes:

1. Un pueblo que se caracteriza por su buen natural y un perfecto código de cortesía, y que ha vivido lejos de influencias extrañas en regiones montañosas de atmósfera encarecida rodeadas de desérticas tierras bajas.

2. La preocupación de este pueblo libre e independiente por la producción agrícola y ganadera, base de su sencilla subsistencia en suelos rojos y negros donde se desconocen el hambre y la desnutrición y que actualmente mantienen a unos 15.000.000 de personas.

3. La libre elección de tierras, desde el principio de la colonización, prescindiento de planos y de títulos de propiedad; las incautaciones y cambios de propiedad por causa de las guerras; la concesión imperial de tierras bajo el dominio absoluto del propietario y en concepto de bienes vinculados (gultrist) o de propiedades de dominio absoluto que constituyan bienes libres (rists); y los arrendamientos imperiales.

4. La tradición de que los árboles maderables son «árboles reales que pertenecen al Emperador y al Gobierno», tradición claramente afirmada hace 60 años por Su Majestad Imperial Menelik II, pero que todavía no figura en las leyes escritas, y cuya aplicación a las concesiones llamadas rist es dudosa.

5. La costumbre en los asentamientos de respetar los, «árboles reales», pero aclarar el terreno en torno a los mismos y quemar los desechos de manera que también ellos sucumben.

6. La denudación forestal que, al extenderse desde el norte hasta el húmedo sur, ha despojado de árboles los suelos, desde el fondo de los valles fluviales hasta la cima de los picos más altos, por cuya razón ha desaparecido el mantillo y el agua ha arrastrado la tierra vegetal, que ha ido a enriquecer los cultivos de Egipto o a yacer inerte en las arenas del desierto.

7. La superviviencia de selvas vírgenes entre las colinas del sur y del suroeste, donde los animales carnívoros, la malaria, las guerras, la topografía y la ausencia general de caminos, han disminuído la presión de la población sobre la tierra y los bosques son comercialmente inaccesibles.

8. El clareo anual por medio del fuego en las zonas forestales del sur, que marca el avance ininterrumpido de una población cuyo 99 por ciento es agrícola y que busca nuevas tierras de labor.

9. La tradicional conformidad con la producción local que se vende en puestas a orillas de los caminos.

10. La poca importancia relativa que tienen los caminos y carreteras para este tipo de economía indígena.

11. La independencia que el país mantuvo siempre con respecto a la economía mundial, independencia a la que no ha afectado gran cosa el hecho de que en este siglo se construyera un ferrocarril de vía estrecha que, a través de un desierto improductivo conecta una capital política con un puerto en manos extranjeras, teniendo además en cuenta que los costos elevados y los regímenes fiscales limitan las importaciones y las exportaciones casi a un puro intercambio de café y cueros por algodón y papel (artículos que podrían producirse en la propia Etiopía), así como automóviles y artículos modernos destinados en su mayoría al grupo gobernante y la pequeña población extranjera.

12. El alborear de una nueva era de administración fija en una capital permanente, con lo cual se liquida toda una historia de traslados de un centro a otro, en busca de nuevos rodales para la leña y madera de construcción necesarias para satisfacer las necesidades de la comunidad imperial. Esta nueva era se hizo posible en 1906 con la introducción y plantación de Eucalyptus globulus las colinas de Entotto, de donde habían desaparecido con gran rapidez los rodales de enebros indígenas (con frecuencia llamados cedros).

13 La unificación de Etiopía, ano incompleta, que depende de:

(i) la construcción de carreteras modernas a través de regiones escabrosas y que lleguen a todas las partes de Etiopía;

(ii) el perfeccionamiento de una organización administrativa así como de las leyes y sistemas en un nuevo centro de gobierno, con una capital nueva fundada a fines del siglo pasado, y la extensión de semejante organización a las provincias que aún queden por unificar.

14. El renacimiento etíope ocurrido después de la guerra bajo el impulso de Su Majestad Imperial Halle Selassie, Emperador de Etiopía, quien ha comprendido inmediatamente que la presión de una población mundial cada vez más numerosa obliga a Etiopía a tomar las medidas convenientes para el futuro.

15. La persistente desconfianza hacia las ideas modernas sobre economía y el complejo sistema político por el cual se rige el resto del mundo.

Etiopía

Estos son, pues, los antecedentes del problema forestal etíope. En medio de dificultades sin cuento, a pesar de antiguos derechos y costumbres; en un ambiente multilingüe que retarda toda forma de acción, el Ministerio de Agricultura está esforzándose en elaborar con estos elementos, y con ayuda de la FAO, la primera política forestal de Etiopía.

Sin embargo, antes de aconsejar una política forestal hay que separar, estudiar y sopesar sus elementos constitutivos, que son, en primer lugar, los climas, los bosques y las rutas económicas.

Los climas de Etiopía

Etiopía está situada cerca del ecuador, y se extiende entre los 3 y los 18 grados de latitud norte, lo que hace que el clima sea cálido con pocas diferencias estacionales. Sin embargo, el país desciende hasta 100 metros bajo el nivel del mar Rojo y el golfo de Aden para elevarse luego, bruscamente, a 2.250 metros y formar la escabrosa base de una serie de picos, los cuales, en el Semién, alcanzan alturas de unos 4.000 metros sobre el nivel del mar. Partiendo de estas montañas las lluvias han originado torrentes que llegaron a descastar incluso la misma abrupta base con gargantas de 600 a 1.300 metros de profundidad.

En este terreno encontramos, estratificados, una serie de climas estacionalmente poco semejantes, diferenciados por variaciones regionales en el régimen de lluvias, lo cual, según la elevación, da por resultado toda una gama de tipos de terreno que comprende desde tórridos desiertos hasta picos helados en invierno, donde las tormentas de granizo reemplazan a la nieve.

Ninguno de esta serie de climas impide por sí mismo la formación de montes compuestos de especies adecuadas. La sequía es factor limitativo en este país cuyas aguas alimentan el caudal del Nido.

El promedio anual de precipitación pluvial en Etiopía oscila entre 25 y 2.600 milímetros, y sin embargo, ni siquiera las precipitaciones más copiosas eliminan ese característico elemento de sequía. Las isoyetas no son las que determinan la distribución vegetal sino la duración anual de la temporada de sequía que puede medirse sencillamente contando el número de meses del año en que el promedio anual de lluvia es menor de 50,8 milímetros, o sea 2 pulgadas.

Así pues, Adamitullo y Shashamana situadas en la depresión etiópica, registran cerca de 600 milímetros de precipitación anual cada una; pero la vegetación de Adamitullo tiene que soportar seis meses de sequía al año, mientras que la de Shashamana, siete u ocho.

Gambela y Bure, en el lluvioso sudoeste, registran una media anual de 1.270 milímetros; pero Gambela tiene cinco meses de sequía y Bure sólo tres. Si la flora de Bure tuviera que soportar cinco meses de sequía en vez de tres, disminuiría mucho, tanto en composición como en rendimiento. Gambela y Bure tienen distintos regímenes pluviales y térmicos y cada uno de ellos su propia frecuencia de flora.

Existen en todo el país muchos ejemplos similares y lo que en realidad decide la distribución de los montes es la duración de la temporada de sequía. Por desgracia, sólo funcionan actualmente en Etiopía 10 estaciones meteorológicas que constituyen la única fuente de datos sobre las condiciones climáticas. Hay que recurrir a los concocimientos que se posean sobre la vegetación y las altitudes para conseguir información sobre los detalles, como por ejemplo, estudiando la distribución de las plantaciones de café.

La naturaleza ha decretado que el habitat del café se encuentre situado en regiones libres de heladas y de sequías. De las tres especies comerciales que existen en el mundo, las denominadas C. robusta y C. libérica no pueden sobrevivir ni en las partes más lluviosas de Etiopía. La llamada C. arabica es la más resistente de las tres y de ella se han conseguido estirpes adecuadas para Etiopía. Estas estirpes sólo medran (sin riego) en los meses de sequía, si no pasan de tres pero son más de uno. Así, pues, vemos como la zona cafetera de Etiopía se define climáticamente como situada por debajo de la línea de heladas, a unos 2.240 metros de altitud, y con un régimen pluvial de 2 a 3 meses de sequía.

El bejuco cauchífero Landolfia y las especies frondosas características del Africa oriental (pero no del Africa central, donde no hay sequías) se encuentran dentro de este régimen de lluvias propicio para el café. Pero, por el contrario, el Enebro Abisinio (Juniperus procera) se adapta a mayores altitudes, frías y secas, donde aumenta de diámetro a razón de una pulgada cada diez años. Entre ambos extremos, o sea en parajes abrigados a alturas menores, crece el Podocarpus gracilior.

REGIMENES CLIMATICOS DE ETIOPIA

Zona

Altitud (metros)

Temperaturas medias meses fríos (grados centígrados)

Temperaturas medias meses cálidos (grados centígrados)

Precipitación anual media (milímetros)

Número de meses de sequía

1. Regímenes de 11 a 12 meses de sequía

(a) Desierto de Ogaden (Etiopía Sudoriental)

300 - 1.000

24 - 29

29 - 34

50 - 125

12

(b) Tierras altas de Eritrea Noroccidental

300 - 1.670

23 - 28

32 - 36

50 - 200

12

(c) Desiertos litorales de Eritrea y Danakil

0 - 1.000

21 - 26

31 - 36

25 - 200

11

(d) Desierto de Awash

1 - 1.000

20 - 24

29 - 33

150 - 250

11

2. Regímenes de 8 a 10 meses de sequía

(a) Laderas Noroccidentales (Sudán) de Etiopía

500 - 1.000

23 - 26

30 - 33

400 - 650

8

(b) Laderas bajas somalíes (Etiopía Sudoriental)

1.000 - 1.670

19 - 23

24 - 28

250 - 500

8

(c) Tierras altas de Eritrea

1.000 - 1.670

18 - 22

28- 33

350 - 500

9 - 10

(d) Tierras altas de Eritrea

1.670 - 2240

16 - 18

21 - 27

500 - 750

8 - 9

(e) Tierras altas de Eritrea

2.240 - 3.000

8 - 16

14 - 20

450 - 550

10

3. Regímenes de 6 a 7 meses de sequía

(a) Laderas occidentales (Sudán) de Etiopía

500 - 1.000

23 - 27

30 - 34

800 - 1.000

6 - 7

(b) Depresión y escarpa de Harrar

1.000 - 1.670

17 - 22

24 - 29

500 - 800

5 - 7

(c) Laderas bajas somalíes (Etiopía Sudoriental)

1.000 - 1.670

17 - 20

24 - 27

500 - 600

6 - 7

(d) Escarpa Nororiental de Etiopía

más de 2.240

11 - 13

16 - 18

1.000 - 1.500

6

4. Regímenes de 5 meses de sequía

(a) Meseta de Harrar

1.670 - 2.240

16 - 19

19 - 22

750 - 1.000

5

(b) Tierras altas de Etiopía Noroccidental

1.670 - 2.240

14 - 17

20 - 22

1.200 - 1.450

5

(c) Tierras altas de Etiopía Nororiental

2.240 - 2.760

13 - 15

18 - 19

700 - 1.300

5

(d) Laderas Noroccidentales (Sudán) de Etiopía

500 - 1.000

22 - 26

28 - 31

850 - 1.300

5

5. Regímenes de 2 a 4 meses de sequía

(a) Tierras altas de Galla

1.670 - 2.240

17 - 19

22 - 26

1.300 - 2.000

2 - 4

(b) Tierras altas de Arussi-Bale

1.670 - 2.240



1.200 - 1.750

2 - 3

(c) Tierras altas de Arussi-Bale

más de 2.240



1.200 - 1.750

2 - 3

(d) Escarpa de Eritrea

500 - 1.000

18 - 20

20 - 31

700 - 900

3

(e-f) Escarpa de Eritrea

1.000 - 2.240





(g) Escarpa de Eritrea

más de 2.240

13 - 14

20 - 21

1.000 - 1.200

3

De esta suerte, a pesar de los escasos datos meteorológicos, podemos construir un esquema climático de Etiopía-Eritrea, como base para analizar los problemas forestales de la zona. Dicho esquema es el siguiente:

Entre los meses más fríos y los más calurosos, la oscilación modal es de 5-7 grados centígrados. En las tierras bajas y secas, se amplia a 8-10 grados, excepto en el desierto sudoccidental de Ogaden, donde se reduce por ser más elevadas las temperaturas invernales. En las tierras altas de Eritrea la oscilación alcanza el máximo, pues ahí la sequía veraniega permite que actúe en toda su fuerza el calor solar. En otras partes, las lluvias y la nebulosidad reducen las temperaturas del verano, y hacen que la primavera, en razón de su sequedad, tenga el mes más tórrido del año, el conocido como «verano etiópico».

Si bien las diferencias estacionales de temperatura son anormalmente pequeñas, las existentes entre el día y la noche resultan anormalmente grandes. Si se juzgan sólo por las temperaturas diurnas, los veranos nublados y húmedos son más fríos que los inviernos cálidos, y los etíopes consideran el verano del calendario como «invierno». Pero las temperaturas nocturnas del invierno son bastante bajas como para dar a esa estación la temperatura media del mes más frío, tanto en las tierras altas como en las bajas.

Los etíopes no se atienen a las estaciones del calendario y prefieren guiarse por sus propias sensaciones de frío y calor, y hay que reconocer que los árboles exóticos parecen inclinarse al punto de vista etíope. Estas son algunas de las dificultades que se presentan cuando se quieren comprender las causas y las razones climáticas de las tierras altas ecuatoriales.

Tipos de monte

Si se coloca la mano izquierda sobre la mesa, con los dedos cerrados y el pulgar extendido, se tendrá una idea aproximada de la manera como Etiopía se alza sobre sus desiertos, inclinándose de derecha a izquierda. Los dedos son las tierras altas del norte, los nudillos son las cumbres y los intersticios las gargantas abiertas por las aguas. El dorso de la mano representa la zona meridional, que tiene la temporada de sequía más corta y es la más fértil. El pulgar se alarga como un puente hasta el borde del desierto y el puerto marítimo de Berbera, en la Somalía inglesa.

Es evidente que los climas forestales de Etiopía son los de esta mano de tierras altas, con el Régimen Núm. 4 con una sequía de 5 meses, a lo largo de los dedos, y el Núm. 5 con una de 2 a 4 meses, en el dorso. Mil años de movimiento hacia el sur no han dejado sino residuos de los bosques de Régimen Núm. 4. Los montes de Régimen Núm. 5 están sufriendo la misma reducción en el sudeste. En el remoto e inaccesible sudoeste permanecen intactos y aún sin aprovechar.

Sin embargo, los bosques que en Etiopía han sobrevivido a la acción del hombre cubren hoy día una superficie aproximada de 60.000 kilómetros cuadrados, es decir, tres veces la extensión de monte alto de la vecina Kenya, desde donde las maderas de árboles idénticos característicos del Africa Oriental, llegan a los mercados de ultramar gracias a 965 kilómetros de ferrocarril, mientras Etiopía no exporta nada por falta de rutas de acceso.

Se han hecho una serie de intentos de clasificar los tipos de monte tropical. En 1938, T. Burt Davy, basándose en los datos de la India, definió seis tipos principales, de la manera siguiente:

1. Alto conífero de montaña
2. Higrófito superior de montaña
3. Higrófito inferior perennifolio de montaña
4. Caducifolio húmedo
5. Perennifolio de llanura
6. Semiperennifolio

A pesar de sus 1.300 a 6.300 milímetros de promedio anual de lluvias, y de su denominación general de «monte higrófito», la principal limitación de estos seis tipos tropicales de monte, es su período anual de sequía.

Existe una clara relación entre el Monte Alto Montañoso de Coníferas, de la clasificación de Davy (Monte Conífero Seco de la India, según Champion), y el tipo etiópico de monte conífero de Régimen 4 (c), con sus cuatro meses de sequía y sus 700 a 1.300 milímetros de promedio anual de lluvias. Las especies etiópicas que sirven de indicadores son el Juniperus procera (enebro abisino), mezcladas con el Hagenia abyssinica (Kusso antihelmintico), Olea chrysophylla, Rhus (Zumaque), Ilex (Acebo), Allophylus (Alófilo), Bersama y Schefflera. El mismo tipo de Juniperus, con el Olea y el Widdringtonia abunda en Kenya entre los 2.000 y los 3.000 metros de altitud, en un régimen climático equivalente. Se le vuelve a encontrar hacia el nivel del mar, muy al sur, en la Unión Sudafricana; pero también allí las temporadas de sequía y las temperaturas son exponentes de la causa de su presencia, compensando la altitud con la latitud.

Los regímenes 4 (a) y 4 (b) de Etiopía tienen temperaturas similares a las del Monte Higrófito, Perennifolio, Inferior de Montaña, de Davy, pero su menor pluviosidad y la doble duración del período de sequía excluyen este tipo de vegetación leñosa. Sin embargo, el Régimen 5 (a) lo admite, aunque con una media de precipitación anual reducida.

La prolongación de la sequía y la menor precipitación, cambia el Monte Higrófito, Perennifolio, Inferior, Montaña, de la clasificación de Davy, en Caducifolio, Húmedo, caracterizado por montes de teca y de Terminalia en la India y el Paduak de las islas Andamán. Sin embargo, la sección que corresponde al Régimen Etiópico Núm. 5 (a), de mayor pluviosidad y menor período de sequía, apenas admite este tipo, pues excluye los árboles caducifolios y lo convierte en Monte Perennifolio de Llanura, que en la India y Ceilán se encuentra entre el nivel del mar y los 900 metros de altura.

EL monte Semiperennifolio de Davy no es más que una diferenciación de su tipo Perennifolio de Llanura, registrando el período en que la humedad del suelo no es adecuada, y sirve como transición entre el coto forestal y las praderas, o como eslabón que conecta los bosques caducifolios húmedos con los tropicales secos. El Régimen 4 (d), de Etiopía, se aproxima al Semiperennifolio de Davy, pero es más cálido y seco, con el efecto consiguiente sobre la vegetación leñosa de la zona.

El Higrófito Superior, de Montaña, de la clasificación de Davy, se aproxima al Higrófito Templado de Shantz y Marbutt, quienes, sin embargo, agrupan juntos a los de Juniperus procera y Podocarpus gracilior y sin embargo ambos son montes de período de sequía. El Monte Higrófito Tropical de Shantz y Marbutt, registrado en la Costa de Marfil y en los Camerones, no se da en Etiopía, porque Etiopía carece de tal régimen climático húmedo.

W. E. M. Logan aplica la designación de Monte Higrófito Tropical, Superior, de Montaña, tanto al monte etiópico de Podocarpus como a dos montes etiópicos de frondosas de Régimen 5 (a) combinados. Para los montes de Juniperus utiliza el tipo de Monte Alto, Conífero, de Montaña, de la clasificación de Davy, pero le antepone el adjetivo «tropical», aunque el tipo se extienda desde la frontera del Sudán con la Eritrea Septentrional, hacia el sur, hasta la provincia del Cabo.

Glen Raes rechaza todas das clasificaciones existentes de monte higrófito como incompatibles con los tipos de bosque etiópicos y, en su lugar, adopta las siguientes diferenciaciones:

1. Monte mixto de coníferas
2. Montes de frondosas del Sudoeste y del Oeste
3. Montes de galería.

La clasificación es sencilla y directa, pero excesivamente simplificada.

A todas estas clasificaciones les falta la correlación esencial con sus regímenes climáticos, del cual son sus tipos de monte verdaderas expresiones de vegetación. Tampoco es mi intención tratar de efectuar, en este punto, tarea tan compleja para un territorio donde los climas aparecen confundidos por su complicada topografía.

Sin embargo, no se tarda en advertir que el Juniperus procera es capaz de tolerar cinco meses anuales de sequía en las heladas cordilleras etiópicas, de suelo delgado, y que se debe diferenciar este Monte Templado Mixto, de enebros, del Monte Templado, Mixto, de Podocarpus que Glen Russ agrupa juntos.

El Podocarpus gracilior no puede ascender las ásperas alturas de las colinas secas, ni llegar a los bordes del desierto, ni extenderse tanto hacia el norte o el sur como el Juniperus. Su velocidad de crecimiento es casi igual de lenta, pero su resistencia a la sequía es menor. Busca una habitat más suave y la compañía de especies frondosas menos resistentes. Encuentra su lugar en los valles más bajos y protegidos donde se le unen las frondosas, más aventuradas, que pertenecen a los regímenes de corto período de sequía, tales como las Ekebergia; Ruepellianum; Celtis kraussianum; Olea hochstetteri; Syderoxylon acantha y Apodytes. Aunque los valles de Podocarpus se entrelazan con las colinas de Juniperus, y aunque ambas especies se mezclan en la zona fronteriza (si bien el Podocarpus se abriga siempre bajo el Juniperus) sus características, habitat y tipo son diferentes.

El Monte Templado Mixto de Podocarpus es realmente el eslabón entre el Monte Templado Mixto de Juniperus y los Montes Subtropicales de Frondosas del régimen climático con 2 a 4 meses de sequía, tipo que Logan coloca en la Asociación Pouteria-Albizzia de su Monte Higrófito, Superior, de Montaña, y que Raes designa como Montes de Frondosas del sudoeste y oeste de las tierras altas de Etiopía.

Entre ambos, registran en dichos montes de frondosas los siguientes árboles madereras, sin incluir entre ellos ninguna especie centro-africana:

Pouteria (Sersalina) ferruginea
AIbizzia schimperiana
Sapium ellipticum
Allophylus abyssinica
Gallinería coffeoides
Schefflera abyssinica
Dracaena steudneri
Polyscias ferruginea
Milletia ferruginea
Teclea nobilis
Maesa lanceolata
Pygeum africanum
Ficus spp. (en estado óptimo)
Cordia abyssinica
Croton microstachya
Mitragyna sp.
Erythrina sp.

Son las tipos de monte, correspondientes a los climas forestales anteriormente citados, los que dan a Etiopía su actual superficie forestal reducida, por mano del hombre, de 50.000 kilómetros cuadrados; superficie que podría doblarse merced a la repoblación forestal.

Sin embargo, dichos tipos no agotan el potencial forestal de Etiopía. El Régimen Climático Núm. 3, que registra de 6 a 7 meses de sequía al año, es el habitat de la Sabana Boscosa Tropical, de Logan, de la Sabana de Altas Hierbas, de Russ, o del Monte Tropical Seco de Shantz y Marbutt. Las quemas, anuales para el pastoreo han degradado este tipo de monte seco, reduciendo sus especies constitutivas hasta dejar sólo las más resistentes al fuego y espaciándolo hasta hacerle parecer un huerto. Las especies supervivientes pertenecen a géneros como: Combretum, Terminalia, Schrebera, Zizyphus, Syzgium, Lonchocarpus, Iapnea, Faurea, Stereospermum, Gardenia, Cussonia, Hymenodicton, Hauswolfea, Gymnosporea, Acacia, Vitex Ehretia, Bauhinia, Protea, Grewia y Dodonea. Los últimos siete géneros se encuentran representados en Australia en un régimen climático equivalente.

Si se le protege contra el fuego y se le proporciona un abrigo de arena podría prosperar aquí el Callitris glauca australiano, primo del Widringtonia del Africa oriental. También podrían medrar varios eucaliptos australianos; los acacias australianos sin espinas podrían darse bien, mucho más que el acacia senegal, el árbol productor de la goma arábiga, que se multiplica en la zona oriental del Sudán con 6 ó 7 meses de sequía y con un promedio anual de 650 milímetres de lluvias en suelos negros y quebradizos de arcilla, o con 450 milímetros en arenales (y que proporciona al Sudán 20.000 toneladas de exportaciones al año).

Sin embargo, la última especie requiere un calor estival más alto del que proporciona el régimen etiópico de 6 a 7 meses de sequía. En consecuencia, reaparece en las tierras bajas, costeras y lacustres de Kenya, donde encuentra el calor necesario para formar la goma arábiga, y donde, sin embargo, se cuenta con los suficientes meses de sequía durante los cuales exuda la gema de su corteza resquebrajada.

Russ describe este tipo de monte seco como el más extendido en Etiopía donde cubre la mitad del territorio. Se desarrolla más abajo que los montes altos y desciende las laderas, encontrando períodos cada vez más prolongados de sequía, hasta que tiene que ceder el sitio a la Sabana desértica de Acacias, clasificada por Russ; a los Espinares de Logan, o al Monte espinar de Shantz y Marbutt, en el punto donde los meses de sequía oscilan entre ocho y once y donde a causa de la sequía perenne, termina el potencial forestal de Etiopía.

Especies exóticas

Hemos echado un vistazo a la situación forestal de Etiopía. El comportamiento de las especies exóticas arroja más luz sobre el asunto.

A fines del siglo pasado, Menelik II trasladó su corte al lugar donde la Emperatriz pensaba levantar la «Ciudad de la Nueva Flor», a la sombra de las vastas y elevadas colinas de Entotto. Estas estaban cubiertas de espesos montes de Juniperus-Podocarpus, y prometían a aquellos a quienes la denudación forestal habla recién arrojado del lugar de procedencia, un aprovisionamiento inagotable de madera.

Menelik II creyó asegurar doblemente la situación reafirmando, en forma de ley oral, la antigua tradición del derecho de patrimonio imperial sobre los árboles maduros. No cayó en la cuenta de que los resultados deseados sólo podrían obtenerse protegiendo hasta su madurez a los árboles jóvenes, y por esa razón fracasó en su intento de fundar la política forestal de Etiopía. Permitió que se siguieran cortando para la roturación árboles jóvenes, los cuales sirvieron también de combustible para los hogares, siendo consecuencia de esto el que se destruyeran los árboles y no se respetara la ley imperial.

Las colinas Entotto quedaron totalmente denudadas. Parecía que los jardineros de la «Ciudad de la Nueva Flor» tendrían que abandonar otra vez su pretendido Edén, para buscar madera en las tierras bajas de Galia.

En tal coyuntura llegó Mondon-Vidaillet, Ingeniero de Montes francés, con semillas de eucaliptos australianos. Uno de éstos era una especie resistente de las abruptas colinas australianas, capaz de aprovechar tanto las lluvias de invierno y de verano como la nieve. La especie se multiplicó prodigiosamente. Se plantaron a razón de 20.000 árboles por hectárea, y se hicieron clareos de aprovechamiento a los cuatro, quince y veinticinco años. Los 800 árboles que se dejaron por hectárea tenían un volumen de 570 metros cúbicos a los veinte años y de 1080 a los cuarenta.

Los clareos dieron duelas para cerca, palos delgados para zarzas, toukouls de argamasa y, finalmente, postes para los andamios de albañilería de los edificios imperiales. Hubo también leña en abundancia, aprovechándose incluso los fardos de follaje en los toukouls para cocinar las tortas ingera que consume el pueblo.

Quien quisiera asegurar su futuro plantaba una parcela de este Bahaar Zarf, el «Extraño Arbol venido de Ultramar». Ahora, la silvicultura es la industria principal en los alrededores de Addis Abeba, con su población de 300.000 habitantes. Cualquier día de mercado se puede ver a los propietarios forestales acudir a la ciudad, llevando a hombros sobre su cabeza, o cargado sobre agobiados borriquillos el producto de su inversión. Este trafico representa el 90 por ciento del mercado y todo se debe a una sola especie de árbol.

Actualmente están ensayándose otras. El Grevillea robusta despliega su llovizna de oro viejo en el reseco otoño etíope, semejante a la primavera australiana. El Acacia melanoxylon crece junto al Eucalyptus globulus australiano; el Acacia mollissima, productor de tanino, florece también de la misma manera que el Casuarina. Medran cipreses mexicanos, californianos y mediterráneos, a pesar de que el repentino período de sequía resquebraja mortalmente la corteza de los árboles endebles. Crece también ahí un pino de la Isla de Norfolk y se puede ver el Pinus radiata, muy castigado por el calor invernal en la cima de las colinas del noreste y, sin embargo, próspero en los valles abrigados.

Lo más significativo en el éxito de estas especies exóticas es que todas ellas provienen de habitats con periodo de sequía, y han tenido que sobrevivir a los primitivos sistemas de sembrar en febrero en el momento de las insuficientes primeras, lluvias, así como a la plantación a raíz descubierta seis meses más tarde, durante los diluvios que anuncian la prolongada sequía que se alarga de octubre a febrero.

En consecuencia, si se aborda el problema desde un punto de vista más científico y con técnicas más eficaces, Etiopía bien puede crear una nueva y vasta riqueza forestal.

Conclusión

Un estudio, por superficial que sea, permite advertir el hecho de que los montes etíopes pueden contribuir considerablemente a desarrollar la vida económica del país. Uno de los primeros pasos indispensables consiste en orientar a la juventud capacitada hacia la creación de un servicio y de una industria forestales. Sin embargo, todavía queda un enorme problema que obstruye el camino que conduce a dicha política forestal e incluso, la senda del renacimiento etíope en general. Ningún país ha progresado sin disponer de rutas de transporte importantes desde el punto de vista económico.

Los países vecinos tuvieron que hacerlo. Etiopía puede conseguirlo, y con mayor provecho, porque ninguno de los vecinos ha contado jamás con una zona tan continua de productividad potencial gracias a la cual pudiera proyectar su principal camino hacia el progreso.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente