Página precedente Indice Página siguiente


Importancia de los Eucaliptos para la Repoblación de las Zonas Aridas

por A. METRO,

Director del Centro de Investigaciones Forestales de Rabat, Marruecos

Dedicamos estas observaciones a aquellos que, tras un profundo estudio, comprenden la urgencia de una labor colectiva de repoblación forestal en las zonas subtropicales del globo para elevar el nivel de vida de muchísima gente.

Es cierto que hay otras muchas tareas a que atender, pero muy pocas serán las que en los programas generales, y en particular dentro del cuadro de actividades de la FAO, sean tan urgentes y de tan vasto alcance.

El fitosociólogo, que estudia la composición de las asociaciones vegetales, su evolución natural y su dinamismo bajo el influjo de distintos factores, se da cuenta hasta qué punto todo elemento lanoso, hasta el más insignificante matorral, queda sistemáticamente eliminado de las inmediaciones de ciertos centros rurales. Esto es lo que, de degradación en degradación, da lugar a esos paisajes inmensos donde en la primavera la exuberancia con que pululan las plantas anuales hace olvidar por un momento, con la belleza de su colorido, lo que serán los veranos sin sombra, los húmedos otoños y los inviernos sin fuego.

El daño saltará también a la vista de quien, a principios del invierno, haya presenciado cómo las bandas de mujeres y niños van desenterrando raíces, recogiendo abrojos, o levantando estiércol para ponerlo a secar y quemarlo. También en las míseras aglomeraciones de chozas que existen en las afueras de las grandes ciudades modernas del Africa se observa una idéntica escasez crítica de leña y de madera para otros usos.

Estos paisajes esterilizados son indudablemente obra del hombre, como lo demuestran un poco en todas partes los numerosos bosques sagrados, los «morabitos» del Norte de Africa o los pequeños bosques que rodean a los templos y los monasterios chinos - o como lo atestiguan los extensos rodales conservados probablemente gracias a la inseguridad e inestabilidad durante siglos en que los hombres vivían en grupos muy reducidos dentro de las limitadas fronteras de su tribu.

Estos hermosos rodales tales como los de cedro o de ciertas variedades de roble en Africa del Norte desempeñan perfectamente el papel que desde todo punto de vista cabe esperar de ellos; están en equilibrio con la zona circundante que protegen y las regeneraciones naturales suceden invariablemente a las cortas metódicas que se les aplica. En una palabra, se puede practicar una moderna silvicultura intensiva.

El autor de este artículo considera que algunas especies de eucaliptos pueden resolver muchos de los problemas de la repoblación de las zonas áridas. En este arbolado de E. camaldulensis, en el norte de Africa, puede apreciarse la buena forma en que se desarrolla esta especie.

Entre estos dos tipos extremos, que desgraciadamente ocupan superficies de dimensiones muy diferentes1, existen grandes extensiones de bosques intermedios, lo cual no deben interpretar erróneamente los hombres de ciencia. Dichos bosques, como sucede a menudo con los rodales de tuya, ciprés, enebro o argania, no están ya formados más que por series de árboles aislados, desvinculados, carentes de suelo forestal, sin vegetación asociada; impotentes para luchar contra la erosión hídrica o eólica e incapaces de reproducirse naturalmente en el medio en que ahora viven.

1 Las últimas guerras han hecho necesaria la extracción de madera de rodales hasta entonces privilegiados.

Estos viejos y sufridos testigos, víctimas de innumerables vicisitudes, han compartido durante mucho tiempo su suerte con la de las poblaciones que viven miserablemente a sus expensas. Es posible que lo sigan haciendo todavía muchos años. Pero no participan más que de un dinamismo implacablemente regresivo, quedan fuera de su medio y forman parte del pasado.

Y cuando precisamente para conservar o restaurar allí donde todavía sea posible estos últimos vestigios de bosques hacen falta cuidados, descanso y protección, ¿qué suerte les reserva la evolución demográfica actual? La demanda de madera de las poblaciones aumenta al compás del progreso de las poblaciones multiplicando por su incremento demográfico y, por consiguiente, los bosques sufrirán en progresión geométrica.

La necesidad de trabajo y de alimento obliga y más a los campesinos a roturar y cultivar toda la tierra inculta sin que nadie se oponga. Ahora bien, el cultivo de los campos va expulsando a los rebaños y por ello hay que pensar que muy pronto en muchas regiones y sobre vastas superficies, el pastoreo sólo será posible en los bosques. Allí se concentrarán los rebaños y contra este determinismo únicamente cabrá oponer barreras morales, reglamentos o consejos.

Sería un gran error tratar de expresar la magnitud del problema sirviéndose exclusivamente de la noción clásica del «Porcentaje de vuelo». Los porcentajes de vuelo calculados para regiones demasiado extensas constituyen en realidad una media engañosa entre los sectores muy arbolados y otros que lo están insuficientemente o que carecen en absoluto de árboles. Además, al hacer figurar en un «porcentaje de vuelo» aparentemente exacto a todos estos bosques de los que tanto se ha abusado y sobre los que pesa una gravosa hipoteca, se falsea la gravedad de la situación. El problema debe abordarse desde un punto de vista múltiple, dando especial importancia a la evolución dinámica de los rodales. En una inmensa faja de tierra estéril de aridez artificial, que pasa por España, el Africa Septentrional, las grandes islas del Mediterráneo, Libia, el Medio Oriente, Irán, Pakistán, China; sobre extensiones para calcular las cuales se requeriría un esfuerzo de varios anos, el árbol no ocupa el lugar que exigen las necesidades vitales de orden inmediato, y ano futuras, de las poblaciones locales (madera, tanino, etc.), y la lucha contra la erosión en todas sus formas (radiación solar, erosión hídrica eólica, etc.).

El desarrollo de estos argumentos generales y su ilustración con ejemplos concretos, rebasaría los límites de esta exposición. Tanto estudiando a fondo con el rigor del biólogo o en perspectiva desde un plano mundial como lo ven el economista y el sociólogo, la denudación marcha a la par del progreso material y demográfico. ¿Es que vamos a dejar que tome fuerza de ley y resignarnos a considerarla como un símbolo de la evolución ciega del mundo civilizado o como un aspecto histórico del desperdicio de nuestros recursos?

¿Vamos a contentarnos con mitigarla, frenando su marcha con medidas estrictamente conservadoras, o es preciso que dados nuestro concepto de la solidaridad humana y nuestro apego a lo eficaz, el mundo aborde y tome en serio el problema de la repoblación forestal?

La repoblación

Es importante precisar debidamente que el problema que se plantea no es únicamente el de abastecer de madera, corteza o productos madereros, a aquella mitad de la población mundial privada de disfrutar de estos recursos por la incuria de sus antepasados. Algunos técnicos1 han demostrado que aún quedan en el mundo bosques suficientes que pueden ofrecer una fuente casi inagotable para abastecer al mundo de leña, madera de embalaje y de construcción, papel, materias nutritivas, etc.

1 Especialmente EGON GLESINGER en: «The Coming Age of Wood».

Pero para ello sería preciso poner término al desenfrenado despilfarro que se practica y proceder a su ordenación racional, tanto en el plano industrial como en el forestal, atendiendo especialmente a su regeneración y evitando la laterización de los suelos tropicales. Puede afirmarse que en escala mundial y desde el punto de vista económico, el porcentaje de vuelo es todavía suficiente.

Pero no se trata solamente de este punto de vista. En cada una de las regiones denudadas de los países de la zona estéril se plantea un problema de aprovechamiento racional de las tierras, el de su aptitud. Varios autores han mostrado cómo la noción de equilibrio entre la «silva» y el «saltus» y el «ager» es la que2 debiera guiar al agrónomo y al economista en su actitud respecto al destino que conviene dar a ciertas tierras mediterráneas.

2 KUHNHOLTZ LORDAT: «La Silva, le Saltas et l'Ager de Garrigue».

No sería inútil insistir sobre este importante tema. Sin embargo, para limitarnos a nuestro sistema no consideremos sino aquello que se refiera a la aptitud forestal. Este término puede tener diversa acepción según lo empleen los botánicos o los ingenieros de montes. Conviene, por tanto, precisar el sentido en que nosotros lo utilizamos.

A un plazo más o menos largo, la evolución natural de un suelo libre de toda intervención humana, le lleva tarde o temprano, en la mayoría de las regiones del mundo y principalmente en aquellas que nos interesan, a cubrirse de matorral y después a poblarse de diversas especies forestales, cuya sucesión conduce a la larga a la climax.

Es posible que éste sea el origen de la palabra «bosque», cuyos equivalentes en las lenguas latinas derivan del latín foris (fuera) y designaban originariamente las tierras libres de cultivo y de viviendas.

Sin embargo, esto no siempre es cierto; algunos suelos, más allá de ciertas altitudes o latitudes, o debido a su composición química, jamás evolucionarán naturalmente hacia su climax, sino que formarán praderas, estepas, o desiertos. Estos suelos no poseen lo que los biólogos podrían llamar aptitud forestal, en cambio los otros sí la tienen.

Este concepto encierra una definición aún más restringida para el ingeniero de montes que trabaja en bien de la humanidad, no sólo en pro del árbol sino por medio de él. Entre las tierras de aptitud forestal biológica y que con frecuencia proceden de antiguas roturaciones, existen las que, como sucede en la zona templada de Europa, pueden mantener indefinidamente cultivos o praderas. Estas tierras indudablemente poseen una aptitud agrícola o forrajera.

En otros terrenos, por el contrario, contando con una estabilidad económica mundial, el bosque reporta más utilidades a largo o mediano plazo que cualquier otra clase de explotación, ya se trate de cultivos, prados, huertos, etc. que acabarían por agotar el suelo o arruinarlo por erosión. Estos suelos poseen aptitud forestal y debieran dedicarse a la silvicultura o a la explotación.

En el balance de esta rentabilidad deben entrar no sólo los ingresos líquidos sino también todas las utilidades indirectas e imponderables derivadas de la protección que ofrece el bosque al propio suelo y a las tierras adyacentes, así como de su papel moderador del clima (rompevientos), etc. Esta aptitud es una cuestión de topografía, de naturaleza del suelo, de clima y, en numerosos casos, de un complejo económico o histórico.

Las dos fotografías que aparecen en esta página dan una idea de lo que puede conseguirse en el Africa Septentrional con los modernos métodos de plantación. Arriba, parte de una de las grandes zonas que se han repoblado en Marruecos utilizando acacias (zonas obscuras) y eucaliptos (zonas claras).

La fotografía inferior muestra otro lagar de Marruecos, el monte degradado de Mamora, donde se ven manchas de robles insuficientes para formar un bosque y actualmente interplantadas con Eucalyptus camaldulensis. En el primer plano se aprecian ya los efectos de la erosión.

Así, por ejemplo, ciertos suelos, como consecuencia de repetidos abusos, se han degradado hasta tal punto que sólo pueden ya destinarse a bosque o a explotaciones mineras. En tal caso, la repoblación forestal pudiera ser la única alternativa.

Por esto, la repoblación forestal debe considerarse en cada país, no como un problema técnico aislado, sino como uno de los componentes de una política forestal de conjunto, integrada a su vez en un plan general, en el que intervienen múltiples consideraciones, que no es preciso enumerar aquí.

Existe, sin embargo, cierto número de dificultades que constituyen en cierto modo el denominador común de todos estos problemas de repoblación.

Dificultades debidas al medio físico

Por lo pronto, dentro de los límites geográficos que nos hemos fijado, los ingenieros, en su labor de repoblación, tropezarán con condiciones ecológicas sumamente duras.

Los climas de tipo mediterráneo que suelen prevalecer en los países de esta región se caracterizan por largos veranos soleados, secos y calurosos, durante los cuales el termómetro sube fácilmente a 45° C a la sombra, sin que caiga ni una gota de lluvia desde el 1° de junio hasta el 1° de octubre. No obstante esto, los inviernos suelen ser bastante fríos.

Estos climas son, además de rudos, en extremo variables. La pluviosidad anual, a menudo bastante elevada, reviste la forma de fuertes aguaceros concentrados en pocos días durante los cuales se pierde por escurrimiento una gran proporción del agua caída. El balance de lluvias es muy aleatorio.

Todos estos extremos se ven agravados por la degradación de las zonas que hay que repoblar, cuyo mesoclima no suaviza la menor cubierta del suelo ni ningún rompevientos. En el verano, la temperatura de los suelos llega a 70° C y la atmósfera se ve afectada por vientos desecantes. Se ha sobrepasado el límite de degradación tras el cual resulta casi imposible la regeneración artificial, incluso de las especies indígenas.

Dificultades debidas al factor humano

No cabe duda de que la mayor parte de las poblaciones se han visto obligadas por una imperiosa necesidad material a degradar su propio patrimonio hasta la ruina. Han llegado a veces a un punto en que las consideraciones del presente tienen precedencia sobre las del futuro.1 Además, muchos de los países del Medio Oriente están poblados por tribus de origen nómada, ajenas por completo al concepto de la silvicultura como medio de aprovechar la tierra.

1 En ciertas zonas de Marruecos, donde el Estado ha emprendido la repoblación de tierras colectivas, las tribus a las que pertenecen se enriquecerán considerablemente. Es preciso, sin embargo, indemnizar a dichas tribus todos los años hasta que llegue el momento en que puedan gozar plenamente del aumento del usufructo.

Dificultades debidas a la magnitud de los problemas

Si se quieren realmente abordar los problemas de economía rural, referentes a la aptitud de las tierras en estos países, habrá que emprender la labor en una inmensa escala. No sólo las necesidades actuales de madera son muy crecidas e Irán aumentando al ritmo que hemos dicho, sino que las tierras de aptitud forestal suelen ser casi siempre sumamente extensas. Sería vano esperar que su repoblación reportara un beneficio directo, a menos de llevarla a cabo en masa. La repoblación no surtirá efecto eficaz contra la erosión eólica o contra el escurrimiento, si no abarca vastas extensiones.

Desde otro punto de vista, la plantación de bosques con fines económicos sólo podrá justificarse si éstos son capaces de producir el mínimo vital de consumo de fábricas de tipo normal, como por ejemplo las dedicadas a la producción de celulosa.2 Esto lo han comprendido y demostrado perfectamente algunas grandes empresas españolas y portuguesas.

2 Podemos decir, a título de ejemplo, que una fábrica para la producción de pasta de madera o de celulosa no puede funcionar con una capacidad productiva menor de 20.000 toneladas al año. Esto corresponde aproximadamente a las posibilidades de un perímetro de repoblación de 6.000 a 10.000 hectáreas.

Ahora bien, en las condiciones ecológicas que hemos indicado, la labor de repoblación resulta costosa; es necesario trabajar intensamente el suelo para compensar las deficiencias climáticas, ya sea abriendo zanjas siguiendo las líneas de nivel en las pendientes, o procediendo a labores más profundas, allí donde sea posible, en los llanos.

La ejecución de un programa completo de repoblación plantea, por consiguiente, problemas de crédito que, en la mayoría de los casos, solamente puede resolverlos el Estado. Dada la situación actual, es indispensable que el capital participe en la obra. La escasez por la que ahora se atraviesa se debe precisamente a que en las últimas décadas la industria papelera apenas ha contribuido, si es que lo ha hecho, a la producción forestal o a la labor de repoblación en la Europa Occidental. Debemos mencionar de paso que el sistema moderno de los fondos forestales nacionales tiende justamente a unir, en flexible colaboración, al capital privado con los fondos públicos.

Sea lo que sea, podemos estar seguros de que ni el Estado ni el capital particular han de arriesgarse en esta operación costosa sin tener antes la garantía de una utilidad substancial y rápida.

Elección de especies

Para este tipo de repoblación, el silvicultor tiene que elegir especies que respondan a las siguientes exigencias:

(1) adaptación al medio físico (especies resistentes a las sequías estivales);
(2) adaptación al factor humano (especies que retoñen bien de cepa y sean resistentes al fuego);
(3) rentabilidad industrial.

Cierto es que de acuerdo a sus conocimientos actuales los botánicos y los silvicultores estiman que los resultados más estables, en lo que toca a protección del suelo, y por consiguiente los más conformes a la aptitud forestal de las tierras que hay que repoblar, se obtendrán en la mayoría de los casos gracias a las especies pertenecientes a la flora autóctona.

Desgraciadamente, por lo menos en lo que respecta a la vegetación mediterránea, se trata de especies de crecimiento relativamente lento, y, en todo caso, de rentabilidad escasa y tardía (salvo algunas especies de pino y de cedro que por otra parte no pueden emplearse en suelos cuya pase de cierto límite máximo). Hay, pues, que recurrir ineludiblemente a especies exóticas.

En general, los silvicultores europeos cuentan con una larga tradición en materia de aclimatación que con sus alzas y sus bajas, se remonta al siglo XVI. Saben que el empleo de especies exóticas debe organizarse metódicamente preparando arboretos y que la elección de especies para introducir debe hacerse sin aterrarse a priori a conceptos geográficos o ecológicos demasiado estrechos.

El cartesianismo no es doctrina apropiada para tratar los problemas que plantea la naturaleza y hay que suplir el concepto excesivamente racional que solemos hacernos con imaginación y audacia, haciendo intervenir ampliamente la noción de adaptabilidad de las especies.

Necesidad de incrementar las investigaciones

Para abastecer los arboretos de los países subtropicales denudados, y sobre todo para aumentar su escaso número, es preciso que equipos de ecólogos, silvicultores y pedólogos, vayan explorando, dirigidos por botánicos locales, los sectores todavía densamente arbolados de las zonas tropicales y subtropicales, especialmente en Australia, en el sur de California y en México, en las bajas estribaciones del Himalaya, etc., y procedan a una amplia elección de especies.

También es necesario incrementar el intercambio de semillas forestales y hacer que se establezcan cada vez más en un plano internacional las cordiales relaciones entre las estaciones de investigación, los coleccionistas y los comerciantes. Estas relaciones se pueden mejorar mediante contactos personales en el terreno y en el laboratorio. La labor en este sentido ya se ha iniciado, el camino está trazado y ahora basta seguir adelante.

Esta idea fué la que inspiró a la Dirección de Silvicultura de la FAO a proyectar el viaje de estudios que a fines de 1952 debe llevar a un grupo de silvicultores de todos los países a tierras del continente australiano para mostrarles:

(1) por una parte, la variedad ecológica de este continente y la amplitud de posibilidades que ofrecen las especies que allí se han aclimatado (en particular las innumerables especies de eucalipto);

(2) por otra parte, la forma en que los australianos, gracias especialmente a los estudios efectuados por un importante organismo científico e industrial, el C.S.I.R.O., han logrado sacar el más diverso y mejor partido de estos recursos aparentemente únicos;

(3) cómo un gran país moderno vive prácticamente una era del eucalipto, utilizándole para construir sus casas y puentes; en sus minas; para postes de telégrafos; papel de diario y de escribir; cartón; obtención de madera multilaminar, madera curvada, etc.

A este respecto ya se ha avanzado bastante desde que hacia 1860, a iniciativa principalmente de Ferdinand Von Mueller, se introdujeron toda clase de especies de eucalipto en numerosos países (Estados Unidos, Ceilán, Brasil, Kenya, Ecuador, Jamaica, Puerto Rico, Chile, Paraguay, Perú, India, Africa del Sur, Uganda, Nigeria, Camerón, Congo Belga, Turquía, Israel, Italia, España, Portugal, Francia y Africa del Norte).

En la fase en que se encuentra este vasto experimento colectivo en el mundo, y aunque no la conozcamos más que por una parte de su aspecto mediterráneo, nos parece conveniente, sin embargo, hacer algunas observaciones. Lo primero es que, según parece, existen varias especies de eucalipto que poseen cualidades excepcionales que las hacen aptas para la repoblación en las difíciles condiciones en que se hace en los países subtropicales y a las que hemos hecho referencia anteriormente. Varias de estas especies (E. camaldulensis, globulus, cladocalyx, gomphocephala, sideroxylon) tienen en efecto una gran adaptabilidad y ofrecen todas las posibilidades de aclimatarse en ambientes muy diferentes de los que caracterizan su habitat que es sin embargo bastante limitado.1

1 Salvo, hasta cierto punto, el del E. camaldulensis.

Estas especies son relativamente resistentes, de fácil cultivo, y en la mayoría de los países subtropicales, la rapidez de su crecimiento les pone pronto al abrigo de los peligros del pastoreo dándoles simultáneamente una productividad muy señalada. Son además poco tolerantes y eliminan la cubierta herbácea impidiendo así la propagación de los incendios del sotobosque; retoñan fácilmente de cepa, y eventualmente resisten a este tipo de fuego que suele ser la plaga permanente de tantas empresas forestales. Estas cualidades nos permiten darnos una idea de hasta qué punto estas especies se adaptan a lo que hemos denominado el factor humano.

En Marruecos, en las proximidades de los grandes perímetros de repoblación emprendida desde hace veinte años, ya sea por particulares o por el Estado en tierras patrimoniales o de propiedad colectiva de las tribus, se está despertando un gran movimiento de simpatía popular por lo que los campesinos marroquíes han dado en llenar el callito. Se distribuyen plantas jóvenes, a veces sustraídas de los viveros, y se plantan los árboles individualmente alrededor de algunas casas o pueblos. Este movimiento está apenas en su fase inicial pero no parece utópico esperar que, con el tiempo, este interés individual por el árbol se transforme en una conciencia forestal colectiva.

Fomento del interés en el árbol

Cada silvicultor debe hacer un sincero examen de conciencia: ¿ quién de ellos, a medida que va profundizando sus conocimientos profesionales, no queda perplejo a cada momento por la complejidad de los problemas de la biología forestal? ¿Es que pueden estar acaso estos problemas intelectualmente al alcance de masas cuyos horizontes se limitan a los de la faena y el pan cotidianos? ¿Es que siquiera están al alcance de sus minorías selectas? Personalmente opino que una forma relativamente rápida y segura de inculcar en todos estos pueblos el respeto y el amor hacia su patrimonio forestal natural, consiste en hacerles participar en la plantación de árboles que les ofrezcan un interés material palpable y relativamente inmediato. Desde el punto de vista pedagógico para tener una noción del bosque, es preciso tenerla antes del árbol. Psicológicamente esto es todavía mucho más importante.

En este articulo el autor hace notar cómo, en algunas partes de Marruecos, los «fellahs» por iniciativa propia, empiezan a plantar árboles, especialmente eucaliptos, alrededor de sus viviendas, lo que demuestra el éxito que ha tenido el despertar un interés por la silvicultura donde anteriormente no existía. En la fotografía, puede verse una de estas plantaciones; el propietario está orgulloso delante de los árboles que ahora rodean su casa.

Limitaciones del eucalipto

Estas inmensas ventajas que ofrecen un pequeño número de especies de eucalipto y los grandes éxitos forestales que han conseguido, no deben hacernos olvidar que no bastan para resolver totalmente el problema planteado. Por una parte, su empleo, aunque muy extendido está limitado ecológicamente, ya sea por los fríos invernales o bien por una aridez excesiva; por otra parte, sus cualidades no responden totalmente a ciertas necesidades tecnológicas.1

1 Podría también reprochárseles que no proporcionan suficiente mantillo. Esta es una cuestión discutible que en todo caso puede remediarse, por ejemplo mediante la plantación simultánea de acacias como sotobosque.

Especialmente se sabe que la maderas obtenidas de eucaliptos de especies idénticas en diferentes localidades rara vez poseen las mismas cualidades y difieren según hayan crecido en Australia, en su habitat, o en Africa del Sur. La rapidez de crecimiento y el esfuerzo celular que implica parece afectar adversamente a la calidad de la madera.

¿Existen entre las especies de eucaliptos introducidas en diversos países durante los últimos 75 años otras que nos ofrezcan mejores posibilidades o más generales tecnológica y ecológicamente?

¿Y, entre las especies cultivadas en las plantaciones, no existirán subespecies, variedades, o razas, incluso híbridos naturales, cuyo estudio tecnológico y ecológico sea susceptible de ofrecer fructuosos resultados economicos? Es en este doble aspecto que se impone la colaboración técnica internacional. No cabe duda de que es necesario poner en conocimiento de los ingenieros que se ocupan de repoblación todos los interesantísimos estudios efectuados en Australia sobre las diversas especies de eucaliptos, principalmente los realizados por los servicios forestales y el C.S.I.R.O. Pero no es menos imperioso hacer un estudio detallado de las posibilidades de aclimatación de dichas especie en los medios ecológicos, en extremo diversos, que prevalecen en las diferentes regiones del mundo.

En cierto modo, ha llegado el momento de completar la observación australiana con el balance de un experimento mundial que dura ya casi un siglo y al que no se ha prestado la debida consideración.

Es verdad que estas cuestiones han sido objeto de obras importantes publicadas en Africa del Sur, en Sudamérica, en Nueva Zelandia, en los Estados Unidos y en diversos países mediterráneos. Seguramente omitimos algunos, y, precisamente porque deploramos estas omisiones involuntarias, es por lo que deseamos personalmente con todo afán que se lleve a cabo un estudio colectivo, metódico y exhaustivo de la cuestión.

Conclusión

En resumen, estamos convencidos de que en gran parte de las zonas subtropicales existen muchas tierras de aptitud forestal. Analizando la cuestión desde el punto de vista económico-social, estas tierras están predestinadas a la repoblación.

El problema es urgente y vasto, así como difícil, humana y técnicamente. Para resolverlo, los peritos forestales tienen a su disposición cierto número de especies de eucalipto cuyo cultivo es relativamente sencillo y que responden a las exigencias esenciales. En un plano práctico, su empleo se impone inmediatamente a todos aquellos que tengan el sentido de su responsabilidad respecto a las poblaciones en cuestión, y que sin dejarse influir por consideraciones teóricas, sentimentales o estéticas quieren realizar una obra eficaz.

Es importante, sin embargo, no dejarse llevar hacia una solución fácil. Es preciso seguir explorando metódicamente todas las regiones del mundo que ofrezcan posibilidades de encontrar especies convenientes y, en todo caso, hay que sacar el mejor partido posible del eucalipto empezando inmediatamente el balance de cien años de experiencia.

De esta forma, habremos cumplido colectivamente, en el tiempo y en el espacio, el principio de productividad que implica que al terminar su jornada de trabajo, el obrero quede convencido de la utilitad de su obra.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente