El trabajo digno es fundamental para lograr la seguridad alimentaria y reducir la pobreza. En las comunidades rurales empobrecidas de todo el mundo, es frecuente que los hombres y las mujeres dependan totalmente de los ingresos procedentes de su trabajo, porque es el único bien que poseen. Sin embargo, a menudo las oportunidades de empleo son precarias y están mal remuneradas y las condiciones de trabajo pueden ser peligrosas. Dado que más del 85 % de los jóvenes vive en países en desarrollo, lo que representa aproximadamente el 24 % de los trabajadores pobres, resulta esencial ampliar las políticas e intervenciones nacionales y regionales relativas al empleo juvenil. La subocupación juvenil crónica y sus repercusiones en los medios de vida pueden atribuirse en parte a que los jóvenes tienen poco acceso a oportunidades de formación adecuadas. Para hacer frente a este problema, la FAO ha creado las escuelas de campo y de vida para jóvenes agricultores. Cuando los jóvenes triunfan, empujan el crecimiento económico e invierten más en sus familias y comunidades. Esto es lo que se trata de conseguir con estas escuelas.