Actuar a tiempo para garantizar la seguridad alimentaria de los agricultores del sur de Madagascar


Cuando dependes de la lluvia para sobrevivir, ¿qué ocurre cuando no llueve?

En Ankily, Soalay y los demás habitantes de esta aldea del sur de Madagascar han sufrido repetidas sequías y cosechas fallidas. Estos cambios en el clima han dañado la resiliencia de los agricultores y alimentado el círculo vicioso de la pobreza. ©FAO

26/04/2019

A sus 56 años, Soalay ha perdido la cuenta de todas las sequías que ha visto en Ankily, su aldea en el sur de Madagascar. Como muchos otros, se ha visto obligado a emigrar en busca de trabajo cuando las cosechas han fallado, comerciando con pollos en Mahajanga, ciudad portuaria septentrional a donde muchos habitantes del sur del país acuden en tiempos difíciles.

La última sequía en el sur de Madagascar ha resultado especialmente pertinaz, y este padre de 12 hijos, con seis nietos, ha luchado por conservar su tierra y sus bueyes. “Esta sequía fue muy dura. Los adultos –dice– sólo comíamos una vez al día. Los niños se alimentaban de frutos que recolectaban en la maleza”.

En todo el mundo, la intensidad y frecuencia de los riesgos naturales, como las sequías, están aumentando. Las amenazas naturales, por ejemplo, ocurren ahora casi cinco veces más a menudo que hace 40 años. En algunos de los lugares más afectados, una crisis seguirá a otra, despojando cada vez más de activos conseguidos tras mucho esfuerzo –y limitados– a la población más pobre y vulnerable.

Por su carácter insular, Madagascar está particularmente expuesta a fenómenos meteorológicos extremos, como ciclones, inundaciones y sequías, que se están intensificando con el cambio climático. Los pequeños campesinos constituyen aproximadamente el 70% de la población malgache, y los retos a la agricultura en el clima seco y semiárido del sur de Madagascar se ven agravados por las sequías recurrentes, los fuertes vientos y la sedimentación. Las malas cosechas –como resultado de las condiciones climáticas extremas– crean un círculo vicioso de pobreza.

Madagascar cuenta ya con una de las tasas de pobreza más elevadas de África, con un 75% de la población viviendo con menos de 1,25 USD al día, el umbral internacional de pobreza.

La mayoría de los agricultores del sur del país cultivan parcelas muy pequeñas, de menos de una hectárea, básicamente para producir alimentos para sus familias. Cualquier pérdida de producción dificulta incluso el poder cubrir las necesidades domésticas. En zonas remotas que carecen de carreteras o infraestructuras, a menudo las comunidades agrícolas tienen un acceso limitado a servicios básicos como agua y electricidad, así como a mercados para vender sus productos. En estas zonas, son casi imposibles de encontrar formas alternativas de obtener ingresos.

Desde 2014, tres campañas agrícolas sucesivas han fracasado en el sur de Madagascar debido a las repetidas sequías. Muchos hogares se han visto obligados a depender de estrategias de supervivencia precarias: vender sus animales a precios bajos, emigrar en busca de empleo temporal o alimentarse a base de alimentos silvestres, como el cactus rojo.

El sistema de alerta temprana establecido en marzo de 2017 predijo otra sequía grave. La FAO distribuyó semillas de hortalizas de ciclo corto y equipos de riego para garantizar la seguridad alimentaria. ©FAO

Para Zarafonomeny, otra aldeana de Soalay, la recolección de leña y el cultivo de pequeñas cantidades de un vegetal de hoja verde local conocido como trenza es su alternativa en tiempos de sequía severa. Pero esto no es suficiente para que esta joven de 23 años –y madre de cuatro hijos–, pueda mantener a su familia y construir un futuro más estable. Ella y los demás aldeanos necesitaban soluciones más adecuadas para hacer frente a la sequía.

En marzo de 2017, la FAO, junto con el Gobierno malgache y otros asociados, estableció un sistema de alerta y un plan de acción temprana para vigilar el riesgo de sequía y, en consecuencia, mitigar sus efectos. En septiembre de 2017, toda la información apuntaba a la ocurrencia de otra sequía grave. Cuando comenzó la temporada agrícola en noviembre de 2017, se demostró que las señales de alerta temprana eran correctas. Muchas zonas sufrieron cosechas fallidas o casi fallidas.

Afortunadamente, el proyecto de acción temprana de la FAO ha proporcionado a Zarafonomeny y a otros campesinos de su aldea semillas de cereales, legumbres, hortalizas y tubérculos de ciclo corto, junto con sistemas de microirrigación, bombas y tanques para almacenar el agua. Esta combinación permitió a los aldeanos iniciar la temporada agrícola a tiempo y obtener al menos dos buenas cosechas en un período de seis meses. También se impartió capacitación a los campesinos sobre mejores prácticas agrícolas, incluyendo la diversificación de cultivos, el uso de fertilizantes orgánicos, la lucha contra las enfermedades de las plantas y la mejora del almacenamiento de las cosechas.

Zarafonomeny y los demás habitantes de la aldea se sentían felices por la introducción de un sistema de irrigación que les ayudaba a depender menos de la lluvia para producir alimentos y generar ingresos. ©FAO

Zarafonomeny y su comunidad estaban especialmente contentos con este sistema de riego. “El equipo de riego de la FAO me permitió producir diversas hortalizas: algunas nos las comimos y el resto las llevé al mercado local para venderlas”, explica. “El dinero que gané me permitió cubrir algunas necesidades diarias, como comprar arroz, aceite y jabón”.

“La comunidad celebró la llegada del equipo”, añade Soalay.

Los beneficios de la irrigación y de las semillas de hortalizas fueron, con mucho, la ayuda más importante para los agricultores vulnerables. El uso de equipos de riego les permitió producir hasta tres veces más de lo normal. Las familias trabajaron también en estrecha colaboración para asegurarse de que el equipo se mantuviera en buenas condiciones y se utilizara de manera equitativa, lo que contribuyó a la sostenibilidad de las intervenciones más allá de esta sequía específica.

En colaboración con los gobiernos nacionales y sus asociados en los ámbitos humanitario, científico y de desarrollo, el enfoque de la FAO de alerta y acción temprana supervisa los riesgos y traduce las alertas en intervenciones tempranas. Al trabajar para las personas pobres –que son vulnerables a los cambios climáticos y otras crisis–, la FAO se esfuerza por garantizar que mantengan sus medios de subsistencia, la confianza en sí mismas y, sobre todo, la dignidad para hacer frente a retos futuros. Actuar a tiempo salva vidas y medios de subsistencia, refuerza la resiliencia de las personas, alivia la presión sobre unos recursos humanitarios exhaustos y nos acerca al #HambreCero. 


Más información:

 

1. No poverty, 2. Zero hunger, 13. Climate action