El triunfo de una comunidad de Sudán del Sur en la lucha contra la malnutrición


Las mujeres de Marial Ajith desarrollan el potencial de su comunidad

Adut Akuei en su parcela de col rizada en la comunidad de Marial Ajith, Sudán del Sur. ©FAO/Mattia Romano

03/06/2019

Adut Akuei solía ir todas las noches al hospital para visitar a la pequeña Akol Akot, su nieta de tres años, que padecía de malnutrición grave. Adut y su hija Angong a menudo solo podían darle un plato de asida, a base de sorgo molido. No estaba recibiendo todos los nutrientes que necesitaba de sus alimentos, y la forma en que los lavaban también la hacían susceptible de contraer enfermedades de origen alimentario, que impedían la absorción de nutrientes y debilitaban aún más su cuerpo.

“Cuando la tenía en mis brazos, estaba tan delgada que pensaba que no podría salir adelante. Siempre recé para que sobreviviera”, recuerda Adut con lágrimas en los ojos.

Adut vive en la comunidad de Marial Ajith, en el noroeste de Sudán del Sur. Esta zona es muy fértil y cuenta con muchos ríos y charcas. La producción agrícola solía ser importante y las hortalizas se exportaban de la región al resto del país. Años de conflicto, sin embargo, han hecho de esta zona un lugar peligroso para cultivar la tierra; mucha gente abandonó sus hogares y perdió sus medios de subsistencia. La inseguridad y la violencia hicieron de este lugar un sitio con gran inseguridad alimentaria, dependiente de la ayuda humanitaria. Como muchas otras mujeres de Sudán del Sur, Adut y Angong perdieron a sus maridos y hermanos a causa del conflicto. Nunca regresaron a Marial Ajith.

Pero con la ayuda de la FAO, Adut y las demás mujeres están poniendo todo de su parte para desarrollar el potencial de la comunidad. A finales de 2018, la FAO –con financiación de los Gobiernos de los Países Bajos y Noruega–, comenzó a ayudar a las madres a mejorar y diversificar la dieta de sus hijos para combatir la malnutrición.

Como parte del proyecto, las mujeres recibieron primero cupones para adquirir alimentos nutritivos, como leche, carne, pescado y verduras variadas, que ni ellas ni sus hijos tenían en su dieta. También recibieron formación sobre cómo lavar, cocinar y conservar de forma adecuada varios tipos de alimentos. Además, la FAO suministró semillas de hortalizas, herramientas agrícolas (como bombas de pedal para regar), información y capacitación para obtener diferentes tipos de hortalizas y cultivos para su consumo.

Izda: una joven utiliza una bomba de pedal suministrada por la FAO para regar. Dcha, Atong Akol Tiit muestra feliz el dinero que ha conseguido. ©FAO/Mattia Romano

Desde el inicio del proyecto, Adut ha aprendido a alinear y espaciar cultivos, desherbar su huerto y usar equipos de riego. Las mujeres comenzaron a cultivar la parcela el pasado noviembre con semillas que recibieron de la FAO, y en solo seis meses no solo producían sus propios alimentos, sino que también compraron sus propias semillas y ya no dependen de la distribución de la FAO. Adut gestiona ahora una parcela de tierra donde otras 40 mujeres trabajan juntas para producir sus alimentos.

“Antes de aprender a cultivar, solía cortar pasto y buscar leña, y la transportaba al mercado para venderla”, dijo. “Ahora cultivamos todo lo que necesitamos y ya no necesitamos caminar durante una hora hasta el mercado”, añade, en referencia a los tomates y hortalizas locales -como rijilla y jir jir- y col rizada, cebollas, berenjenas, amaranto, okra y zanahorias que la comunidad produce actualmente.

Los resultados del programa han logrado una gran transformación. Akol Akot, la nieta de Adut, se ha recuperado completamente y ha vuelto a la escuela.

Para complementar su alimentación a largo plazo, la FAO proporcionó cupones de inversión a todas las familias de la comunidad para comprar un mínimo de tres cabras y cinco pollos. Gracias a la formación recibida, ahora pueden obtener leche de las cabras y huevos de las gallinas y vender sus excedentes.

La capacidad de las mujeres para dedicarse a la agricultura como negocio ha mejorado, al igual que sus ingresos, lo que ha permitido cubrir el actual déficit de producción local y la demanda de hortalizas, que antes se importaban sobre todo de países vecinos.

Los beneficiarios aprenden prácticas agrícolas, que les proporcionan ingresos para comprar alimentos, complementar sus dietas y atender otras necesidades básicas. ©FAO/Mattia Romano

Marial Ajith es solo una de las comunidades apoyadas por la FAO, que ha trabajado con un total de 2 000 familias en un período de tres meses. Desde la creación de sus huertos, las mujeres han obtenido un total de 53 000 USD en ventas, obteniendo ingresos para comprar alimentos, complementar sus dietas y cubrir otras necesidades básicas.

Las consecuencias de una nutrición inadecuada se han revertido en poco tiempo. Al tener acceso inmediato a alimentos nutritivos, la mayoría de las mujeres no tienen que regresar a los centros de alimentación terapéutica. Han cambiado sus prácticas y se dedican a producir hortalizas en sus huertos.

Las comunidades esperan que el acuerdo firmado recientemente traiga por fin resultados tangibles para la paz en el país. Esto permitirá que continúen los progresos realizados y permitirá ampliar el proyecto a otros lugares necesitados. La paz es imposible sin seguridad alimentaria, y no habrá seguridad alimentaria sin paz. Un mundo con #HambreCero comienza por la paz.

Sustainable Agriculture for Economic Recovery program - Wau, South Sudan

Más información

 

 

1. No poverty, 3. Good health and well-being, 5. Gender equality, 16. Peace justice and strong institutions