Creo que el incremento de la preocupación por la nutrición que se ha producido en los últimos años es muy importante y muy positivo. La realización de la ICN-2 precisamente en el período de definición de la agenda de desarrollo post-2015 puede dar un mayor impulso a la entrada a fondo del enfoque nutricional en esta agenda.

Sobre el capítulo 2, en los elementos necesarios para la generación de entornos favorables para combatir la malnutrición echo en falta la coherencia de políticas. Son muchos y diversos los ámbitos de política en los que se adoptan decisiones que tienen un impacto sobre la malnutrición: desde la regulación de los mercados financeros que especulan con materias primas alimentarias hasta las políticas de promoción de los agrocombustibles, pasando por la regulación de la publicidad de determinados alimentos o los criterios de compras públicas de alimentos para instituciones educativas, sanitarias y de otros tipos, etc. Sin un avance decidido en la coherencia de políticas va a ser difícil poder luchar contra la malnutrición desde sus causas. El apartado 2.2. habla de políticas coherentes, pero creo que esto, siendo importante, no cubre el enfoque de impulsar la coherencia  en todas las políticas.

En el apartado 3.1. se abordan los sistemas alimentarios. Me parece que es un punto clave en la lucha contra la malnutrición. En este apartado de afirma que "las metas y objetivos de nutrición deben considerarse junto con las demás funciones y finalidades de los sistemas alimentarios". En mi opinión, la finalidad de alcanzar una decuada nutrición para toda la población debería estar en la cúspide de los sistemas alimentarios, debería ser la clave de bóveda, debería informar y orientar la toma de decisiones. Cada actuación, cada eslabón de la cadena alimentaria, cada actor que participa debería cuestionarse si contribuye o no a ese fin primordial de mejorar la nutrición. Por tanto, no se trata de poner el objetivo de nutrición junto a las demás funciones y finalidades de los sistemas alimentarios, sino por encima de ellas.

Me resulta muy interesante el enfoque de establecer incentivos a las dietas sanas. La realidad es que, en términos generales, una dieta sana y equilibrada suele resultar más costosa que una dieta nutricionalmente inadecuada. A la larga, esto cuesta mucho dinero por las intervenciones de asistencia sanitaria que se requieren para hacer frente a los problemas generados por la malnutrición. Invertir recursos con carácter previo -en forma de incentivos a las dietas nutricionalmente saludables-, además de ser positivo desde un punto de vista de salud, puede ser también rentable económicamente para un país.