Subrayando "cultura" en agricultura

Además de ver elevados sus ingresos, los agricultores encargados de SIPAM pueden aprovechar este reconocimiento especial para salvaguardar su modo de vida.

Datos clave

Imaginémonos una cesta de alimentos llena de cereales de un oasis del Sahara, patatas cultivadas a 4 000 metros de altura en la zona peruana de los Andes o en un archipiélago remoto de Chile y arroz producido en empinados bancales de China o Filipinas. Todos estos alimentos proceden de sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial (SIPAM). Se trata de sistemas alimentarios que han evolucionado a lo largo de milenios en paisajes remotos y hostiles, así como en condiciones climatológicas extremas, gracias a los conocimientos de las poblaciones indígenas. La FAO ha determinado cerca de 200 sistemas de este tipo en todo el mundo, ha celebrado sus contribuciones a lo largo de milenios y les ha prestado apoyo para velar por que estos conocimientos se transmitan a las generaciones venideras. Estos sistemas alimentarios especiales contribuyen en el plano local a la seguridad alimentaria, la ordenación de los recursos naturales y la conservación de la diversidad genética. Por desgracia, su supervivencia está en peligro como consecuencia de la modernización. Al designarlos como SIPAM, la FAO les da mayor visibilidad, les confiere respeto y contribuye a su supervivencia.

Han pasado unos 12 000 años desde que los seres humanos abandonaron la práctica de la caza y recolección. Habían concebido la idea de ahorrar y plantar semillas de una campaña a la siguiente, lo que significaba que, en lugar de tener que andar incesantemente en busca de alimentos, podían permanecer en un lugar. Podían así centrarse en la creación de comunidades y, a la vez, en el desarrollo de sistemas agrícolas adaptados al clima del lugar que les permitieran sobrevivir e incluso prosperar en las tierras donde se asentaban. A medida que una generación mejoraba el legado de la anterior, estos ingeniosos sistemas transmitían, siglo tras siglo, conocimientos autóctonos.

Al día de hoy persisten en todos los continentes del planeta ingeniosos sistemas agrícolas que se remontan a otros siglos. Lejos de estar anclados en el pasado, estos sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial (SIPAM) pueden aportar contribuciones al actual mundo agrícola. Son semejantes a los sitios del patrimonio mundial de la UNESCO, con la diferencia de que estos últimos son monumentos que se aspira a conservar, mientras que los SIPAM son sistemas vivos que seguirán evolucionando en función de las necesidades y la demanda de quienes los mantienen, es decir, los pequeños agricultores, los practicantes de la agricultura familiar y los pueblos indígenas, que a menudo son la población más pobre de todas.

Un legado orientado al futuro
La FAO calcula que unos 500 millones de hectáreas de todo el mundo se dedican a sistemas del patrimonio agrícola que conservan sus tradiciones singulares mediante una combinación de servicios sociales, culturales, ecológicos y económicos que benefician a la humanidad. Los agricultores filipinos elaboraron en las laderas sistemas de riego que les permiten compartir agua de un terreno a otro. Los cultivadores de papas de la zona peruana de los Andes aprendieron a rodear sus terrenos de zanjas para llenarlas de agua que de día se calienta a la luz del sol y por la noche desprende un vapor tibio que protege los cultivos de las heladas. Los agricultores de los oasis de los desiertos de Argelia, Egipto, el Irán, Marruecos y Túnez elaboraron complejos sistemas de riego y huertos dispuestos en múltiples capas de los que se aprovecha la sombra de las palmeras de dátiles para plantar fruta, hortalizas y cereales destinados a alimentar a su población.

Estos sistemas tradicionales, presentes en países desarrollados y en desarrollo, son a un mismo tiempo eficientes e ingeniosos. De no ser así, no habrían sobrevivido ni servido de sustento a tantas generaciones nada más que con las herramientas más rudimentarias. Y sin embargo, a menudo hoy es frecuente que no se reconozca lo que pueden aportar. Como ocurre con muchos sistemas agrícolas, han de hacer frente al desarrollo rápido, la globalización, la urbanización, los desastres naturales y los efectos del cambio climático. Asimismo, tienen en su contra la idea de que lo tradicional no es compatible con una producción agrícola moderna y eficiente.

Desde que la alianza echó a andar en 2004, la FAO ha declarado 19 sitios de SIPAM en 14 países en el marco de un proceso con arreglo al cual los propios países solicitan tal consideración. Un comité científico evalúa las solicitudes, que aprueba un comité directivo internacional establecido por la FAO.

Los SIPAM ofrecen una conservación dinámica y medios de vida sostenibles
La designación de los SIPAM no se queda en la mera determinación de sistemas agrícolas interesantes para que aparezcan en instantáneas atractivas. También celebra el patrimonio, y la población local se enorgullece cuando se selecciona como SIPAM un sistema heredado de sus antepasados y perpetuado por ellos mismos.

En el sitio de China declarado SIPAM donde se practica la piscicultura en arrozales los productores percibieron más ingresos de la comercialización de sus productos, y el turismo pasó de 2 000 visitantes en 2004 a 25 000 en 2010. La autoridad local valora en tal medida la designación como SIPAM que ha erigido a la entrada del pueblo un monumento de mármol a los peces. En Argelia, las oportunidades de trabajo generadas por el proyecto han hecho que los jóvenes agricultores vuelvan a interesarse en los sistemas de los oasis. El número de jóvenes que trabajan e invierten en los oasis aumentó de un 2 % a un 23 %.

Pero, además de ver elevados sus ingresos, los agricultores encargados de SIPAM pueden aprovechar este reconocimiento especial para salvaguardar su modo de vida, sus paisajes, la biodiversidad agrícola y los sistemas de conocimiento. La FAO presta apoyo adicional a escala gubernamental promoviendo políticas e incentivos a favor de la conservación.

La labor de los SIPAM se conoce con el nombre de “conservación dinámica”. En vez de conservarse los sitios como museos donde se honra el pasado, la evolución y el cambio persisten en el marco de una visión integral de la “agri-cultura”. Las comunidades e instituciones locales pueden aprovechar las tradiciones ancestrales y singulares de los SIPAM promoviendo y comercializando los bienes y servicios que producen y añadiéndoles valor, pero, a la vez, los herederos de estos sistemas pueden seguir poniéndolos en práctica, mejorándolos y transmitiéndoselos a las generaciones venideras.

 

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