Discurso de S.E. Nadine Heredia, Primera Dama del Perú y Embajadora Especial de la FAO para el Año Internacional de la Quinua en ocasión de la ceremonia del Día Mundial de la Alimentación 2013

Muy Buenos días,

Es para mí un alto honor encontrarme con ustedes en esta Trigésima Tercera celebración del Día Mundial de la Alimentación.

El tema que nos reúne este año es de especial importancia porque pone frente a nosotros el gigantesco desafío de contar con Sistemas Alimentarios Saludables y Sostenibles para tener una población sana.

Cada día, la posibilidad de contar con alimentos nutritivos depende de múltiples factores como los precios internacionales de los alimentos; las condiciones socioeconómicas de las familias; su nivel educativo y su situación de vulnerabilidad.

Los estudios de organismos como FAO, FIDA y PMA, indican que el número de personas que padecen hambre y malnutrición se está reduciendo. Pero, aunque existen esfuerzos en el despliegue de estrategias y políticas de Estado, aun 842 millones de seres humanos en el planeta, carecen de alimento, estan malnutridos y no puedan tener una vida sana. La cifra sigue siendo abrumadora y torna inaceptable el gran desperdicio de alimentos que se genera en los países desarrollados.

Los resultados más alentadores se están logrando allí donde se articulan programas de desarrollo agrícola, educación en nutrición, desarrollo de infraestructura productiva, saneamiento doméstico, así como programas de alimentación para todas las edades y etapas de la vida. Todo ello en una mirada a largo plazo y con enfoque de género.

Pero no hay fórmula exitosa sin la voluntad política al más alto nivel y la acción integrada multisectorial que incluya a la salud pública y la educación, así como a los diversos actores vinculados al tema.

El crecimiento de la economía mundial en los últimos años, y en particular, el crecimiento sostenido que hemos tenido algunos países en desarrollo, ha sido clave para avanzar en la reducción del hambre, la desnutrición y la pobreza.

Pero, si no hay políticas de inclusión intencionalmente dirigidas a que el crecimiento beneficie a todos, no podremos reducir las desigualdades y las brechas entre, los pobladores del campo y la ciudad o entre los niños y niñas, por dar un ejemplo.

Como todos ustedes saben, solo los gastos de atención sanitaria derivados de la precaria alimentación en el mundo podrían representar un 5% de la productividad planetaria total, se imaginan cuanto significaría en términos de oportunidad de crecimiento y desarrollo la incorporación de esta enorme cantidad de gente en la dinámica de mercado?

Necesitamos canalizar recursos hacia los sectores más necesitados con un doble objetivo: primero, paliar de inmediato las urgencia de alimentación y salud, y, segundo, fomentar su adecuada inserción en los circuitos productivos, principalmente a partir de la educación y el fortalecimiento de capacidades.

Por ello, a las políticas de inversión y promoción, se han sumado, en países como el Perú, Políticas y programas de inclusión social  que dan soporte a las familias en situación de mayor vulnerabilidad, mientras logran salir de la pobreza y asumir el destino de sus vidas.

Pero por increíble  que parezca, la lucha contra el hambre tiene opositores. En una lógica instalada donde prima el beneficio, algunos olvidan que lo central de las políticas son las personas, y argumentan que es mejor “enseñar a pescar que entregar pescado”.

Nosotros decimos que hay situaciones en las que es necesario hacer ambas cosas: entregar alimento, al tiempo que se trabajan programas y estrategias para que cada familia pueda procurarse su propio sustento.

Por ello se requiere de voluntad política en todos los niveles de gobierno y una acción a largo plazo para incorporar la seguridad alimentaria y la nutrición en las políticas y programas, más allá de quién se encuentre a la cabeza del gobierno. 

Aquí no vale la lógica del rédito político. En este tema, la única meta aceptable es sumar, a través de los sucesivos gobiernos, con todos los actores involucrados, para alcanzar sistemas alimentarios saludables y sostenibles que garanticen el derecho a acceder a una alimentación nutritiva cada día.

Permítanme hacer alusión a Qali Warma; nuestro reciente programa de desayunos y almuerzos escolares que lleva 6 meses de implementación y llega a 2 millones 600  mil niños y niñas. No es fácil llegar con alimentos a las profundidades de la Amazonía ni a las alturas de los Andes. Hay aspectos que se deben ir ajustando casi a diario, pero el objetivo es mejorar las condiciones para que estos niños puedan desarrollar sus potencialidades, su inteligencia, su creatividad; todo aquello que el hambre y la malnutrición les arrancaría y privaría irremediablemente, poniendo un techo a su desarrollo.

En este contexto, el Tercer Informe Nacional de Cumplimiento de los ODM–2013 de las Naciones Unidas, trae buenas noticias para mi país. El Perú ya alcanzó los Objetivos de Desarrollo del Milenio en reducción de la pobreza y se ubica entre los cinco países con mejores resultados en este campo. Asimismo, entre 1991 y el 2012, logramos reducir el porcentaje de niños y niñas menores de cinco años con desnutrición crónica,  superando la meta establecida para el 2015.

Estos logros son el resultado de haber mantenido una consistente política de Estado que combina crecimiento económico, incremento sostenido del gasto social, mejor calidad y focalización de los programas sociales e incremento de la inversión pública, especialmente la orientada a mejorar  servicios básicos como agua y saneamiento.

Señoras y señores,

Este Día Mundial de la Alimentación nos pone frente al reto de avanzar en los logros, recuperar los aprendizajes e identificar lo que aún queda por hacer.

Estamos avanzando en mejorar la producción, la disponibilidad y acceso a productos nutritivos; tenemos que avanzar más en la educación para cambiar hábitos de consumo y alimentarnos de manera saludable.

Hemos avanzado en tecnología agrícola, investigación, mejora de semillas, infraestructura; hagamos que el diálogo sea mayor con los conocimientos ancestrales. Experiencias como las de los promotores campesinos, permiten implementar fórmulas inclusivas y más eficaces en desarrollo agrícola.

Las familias agricultoras tienen un rol fundamental en todo esfuerzo por lograr la seguridad alimentaria.  Hacemos bien en revalorar sus saberes y tecnologías, pues gracias a estos conocimientos lograron  por miles de años preservar cultivos hoy mundialmente reconocidos por su altísimo valor nutritivo, como la quinua.

Somos muchos los que buscamos un mundo con hambre cero,  muchos más de los que estamos acá. Por eso reiteramos el pedido que hicimos en el lanzamiento del AIQ: hagamos todo lo posible, para que los súper alimentos,  aquellos que pueden librar del flagelo del hambre a la humanidad, no sean tratados y comercializados con las mismas reglas egoístas y monopolizadoras que rigen muchas veces el comercio mundial.

Reafirmemos el compromiso de ampliar las alianzas con  movimientos, organizaciones de base, ongs y empresarios, a quienes nos une el objetivo de lograr la seguridad alimentaria.  La suma de sus estrategias exitosas y los programas del Estado permitirán ampliar los resultados.

Sigamos con fuerza ensayando aquello que nos ha dado resultado: las estrategias integradas que involucran fuertemente la participación de las familias agricultoras y buscan a su vez el empoderamiento de las niñas y las mujeres. Esa es la oportunidad de romper el círculo de transmisión generacional de la malnutrición y la pobreza.

Asimismo, requerimos trabajar en base a las evidencias y metas para medir resultados, fortalecer el seguimiento y profundizar la evaluación de nuestras intervenciones.

Aún tenemos un largo camino por recorrer y siempre será mejor hacerlo juntos. Desde ya nos comprometemos a apoyar a la FAO en las iniciativas que emprenda en el año 2014 declarado el Año Internacional de la agricultura familiar.

Estimados Amigos,

El Perú es un país privilegiado en cuanto a biodiversidad. Nuestra compleja geografía ha dotado al territorio de infinidad de microclimas y zonas de vida que permiten la existencia y el cultivo de todo tipo de alimentos. Somos un país libre de transgénicos y así nos queremos conservar.

Celebramos el haber aportado a la alimentación nutritiva de la humanidad desde hace muchos años con productos como la papa, el maíz y la quinua.

Creemos que asegurar sistemas alimentarios sostenibles es una exigencia ética que implica reordenar las prioridades de los gobiernos, para invertir primero en la nutrición y la vida sana de las poblaciones. No se puede dejar a los mercados la decisión de quién vivirá y quien no; quien lo hará desarrollando su potencial y quién ya perdió desde el inicio toda posibilidad.

Este es un trabajo de largo aliento que solo verá resultados si los sucesivos gobiernos de nuestros países se comprometen con una firme voluntad a que no falte el pan de cada día en las manos de cada niño, cada anciana, cada poblador. Así vendrán tiempos mejores.

Muchas gracias