AYBAK, norte de Afganistán,
mayo de 2002-- Los agricultores del norte de Afganistán
combaten contra un enemigo silencioso. La economía de
Afganistán, tras tres años de sequía y muchos años de guerra,
florece finalmente gracias a los cultivos y a una paz relativa,
pero se ve amenazada por cientos de millones de langostas que
avanzan por los campos y las laderas de las montañas.
Más de 200.000 hectáreas de terrenos agrícolas se
encuentran infestados y, en consecuencia, el 70 por ciento de
los cultivos y el sustento de casi cuatro millones de personas
están en peligro. La FAO, junto con los campesinos, los expertos
de la protección nacional de plantas, las organizaciones no
gubernamentales y los organismos internacionales, ha lanzado una
campaña para combatir la peor plaga de langostas que se haya
abatido sobre Afganistán en los últimos 30 años. Tres, de las
nueve provincias, se encuentran gravemente afectadas (Baghlan,
Samangan y Qunduz). Las invasiones de la
langosta marroquí no son nuevas para las poblaciones de las
provincias norteñas de Afganistán. Están acostumbradas a
mantener los brotes bajo control de forma mecánica, excavando
trincheras para atrapar a las langostas jóvenes.
Durante los dos últimos años, las condiciones han sido
favorables para las langostas. "Por motivos de
seguridad, los talibanes no dejaban que las personas trabajasen
en el campo y pudieran controlar así las zonas
infestadas", dice Shah Mahmuud, un experto afgano de la
FAO. "Muchos agricultores escaparon a las ciudades y
tuvieron que abandonar su tierra. Con una situación política tan
inestable nadie prestaba atención al control de las langostas.
El gobierno era débil, sin un adecuado servicio de protección de
plantas en función. Durante este período, la comunidad
internacional perdió también interés en Afganistán y la lucha
contra las langostas recibió menos recursos".
A pesar de que la campaña contra las
langostas empezó este año muy tarde, debido a los problemas de
seguridad, una vez puesta en marcha muchas personas se
movilizaron en las provincias afectadas, como Samagan, donde el
gobernador declaró el estado de emergencia. La ciudad fue
cerrada y más de 10.000 personas participaron en el control
mecánico. Cavaron pequeñas trincheras alrededor de las
superficies donde las langostas incubaban, con la ayuda de
trozos de plástico y mantas, dieron la caza a los insectos
llevándolos a las trincheras donde los enterraron. Este método
se lleva ahora a la práctica en las zonas más altas donde las
langostas incuban más tarde. La estrategia
tiene éxito con las bandadas de langostas jóvenes de movilidad
limitada. Los agricultores han conseguido eliminar de esta forma
millones de ellas y, a primeros de mayo, unas 81.000 hectáreas
infestadas habían sido sometidas a este tratamiento. Pero a
medida que las langostas crecen, se expanden en zonas más
amplias donde es más difícil emplear la forma de control
mecánico. Para obtener resultados en las zonas de mayor
difusión, la FAO ha aportado insecticidas no permanentes para
completar la campaña de control mecánico. A los agricultores se
les preparó adecuadamente y fueron dotados con ropa de
protección; la FAO distribuyó más de 1.500 pulverizadores
manuales. Ahora se pueden contemplar filas
de campesinos vestidos de naranja, con pulverizadores,
deslizándose por los campos e intentando desesperadamente frenar
la avanzada de las langostas. Se han montado también
pulverizadores en los remolques para fumigar superficies incluso
más amplias, siempre que el terreno permita el paso de los
vehículos. Hasta ahora más de 21.000 hectáreas han sido tratadas
con insecticidas. Una alfombra de insectos muertos tapiza ya
vastas zonas de terrenos cultivables, allí donde ha tenido lugar
el control mediante substancias químicas.
"A pesar de algunas pérdidas localizadas,
hemos conseguido mantener bajo control los daños y parece ser,
en general, que estamos ganando la batalla. Uno de nuestros
colaboradoresmás importantes la organización no gubernamental
irlandesa GOAL acaba de llevar a cabo una supervisión en
Samagan. Hasta el 1 de mayo, de 219.187 hectáreas de trigo,
5.827 habían sido destruidas por las langostas, menos del 3 por
ciento", afirma Andrew Harvey, coordinador de la FAO en
la campaña contra las langostas de Mazar-I-Sharif.
"Nuestro objetivo principal es limitar al
nivel más bajo posible el daño a los cultivos. Quedan todavía
unos 30 o 40 días de campaña, y para esa fecha se espera que la
cosecha de trigo esté plenamente en marcha. La amenaza para los
cultivos estará entonces superada. Los responsables del plan de
protección de las plantas en Afganistán, los campesinos, las
organizaciones no gubernamentales y los organismos
internacionales están llevando a cabo una tarea impresionante
con unas condiciones de trabajo muy difíciles. Si conseguimos
mantener los daños al nivel actual, o impedir que superen el
cinco por ciento, podremos retenernos razonablemente
satisfechos, pero las próximas semanas serán definitivas al
respecto y demostrarán cuales han sido nuestros
logros", agrega Harvey Es una
carrera contra el tiempo. La FAO planea ahora transportar por
avión más insecticidas, plásticos y redes a las zonas que no son
accesibles por carretera. Y el próximo reto
está ya a la vuelta de la esquina. Cada langosta hembra pone
alrededor de tres vainas de huevos, cada una de los cuales
contiene un promedio de 30 a 35 huevos. "Tenemos que
organizar una vigilancia eficaz de los lugares donde se
depositan los huevos, a finales de verano y en otoño, para estar
preparados para la incubación de primavera y saber donde va a
tener lugar. Está previsto que el control preventivo para la
próxima primavera comience antes, los campesinos se movilizarán
con más rapidez para efectuar el control mecánico y, si hacen
falta los insecticidas, esperamos incluir en el arsenal los
compuestos con materiales benignos para el ambiente, entre
ellos bioplaguicidas", dice Harvey.
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