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Implicaciones para el desarrollo

Ha llegado el momento de restablecer el equilibrio entre las mujeres y los recursos forestales. Mientras éste muchas veces se puede restaurar por medio de unas modificaciones sencillas en los proyectos, asimismo requiere un apoyo político de alto nivel. Resulta cada vez más evidente que la participación de las mujeres en proyectos forestales es crucial. Los silvicultores y los planificadores tienen por ende que acordarse tanto de las mujeres como de los hombres cuando están preparando sus proyectos.

cómo posiblemente reaccionarán en el futuro las mujeres y los planificadores: las mujeres comunican a los planificadores sus necesidades y sus conocimientos (1); se desarrollan proyectos que se benefician de la participación de las mujeres (2); por ende, los proyectos pueden ir dirigidos a las necesidades de las mujeres (3)

La mujer en los proyectos forestales

Las mujeres tienen un papel significativo que desempeñar en cada fase de un proyecto forestal, sea como grupo separado o sea como miembros de la comunidad en juego. Se necesita su aportación desde la etapa inicial, que consiste en la identificación de posibles problemas, hasta la ejecución y la evaluación del proyecto. Hace más de 20 años, por ejemplo, se incitó a los silvicultores ghaneses a que adoptasen el sistema ‘taungya’ que consiste en plantar cultivos por entre las filas de árboles jóvenes. Los silvicultores reconocieron muy pronto el papel fundamental de las mujeres ya que eran ellas quienes tradicionalmente se ocupaban del cultivo de los huertos. Hoy en día tienen los silvicultores y las mujeres ghanesas una larga historia de fructífera colaboración.

Según las circunstancias en que se desarrollen se pueden justificar tanto los proyectos que vayan encaminadas a las mujeres como los que se dirijan hacia las mujeres y los hombres juntos. Si, como parte de un proyecto, las mujeres se ocupan de una actividad que tradicionalmente es considerada de los hombres, y la mejoran, muchas veces ellas pierden su nuevo papel en cuanto termine el proyecto. Por ende hace falta asegurar que las mujeres que participen en la planificación y la ejecución de un proyecto sigan desempeñando un papel en su realización y reciban los beneficios apropiados que se obtengan de él. Un método para conseguir este fin es diseñar proyectos que proporcionen beneficios a las mujeres y a los hombres. Esto constituye una razón importante para no adoptar proyectos de los cuales puedan beneficiarse sólo las mujeres. Al fin y al cabo semejantes proyectos puede ser tan odiosos como aquéllos que planifican los hombres para los hombres y que privan a la mujer de todo control del proyecto y de todo beneficio que se pueda obtener de él.

No obstante, hay circunstancias bajo las cuales parece que se pueden justificar proyectos que ofrezcan beneficios exclusivamente a las mujeres: cuando existe un marcado tabú a que los hombres y las mujeres sin compromiso trabajen juntos; donde hay que superar los efectos de discriminación anterior; donde el jefe de familia de muchas familias o de la mayoría de ellas es una mujer; donde las mujeres se especializan en tareas que pudieran hacerse más fructuosas con ayuda externa; y donde las mujeres ellas mismas solicitan cierta autonomía para que no se vean en conflicto con los hombres o compitiendo con ellos (Ruth Dixon).

Uno de los factores que da lugar al optimismo entre los que planifican proyectos de desarrollo forestal que vayan dirigidos a obtener beneficios para las mujeres es que normalmente son éstas las que más necesitan estos beneficios. Por ende las ventajas potenciales son muy altas.

Las ventajas que pueden surgir de un proyecto que asocie a los hombres y a las mujeres se vieron claramente, por ejemplo, en Camerún donde los hombres destruyeron las empalizadas alrededor de las plantaciones aldeanas y las mujeres que necesitaban la leña ayudaron en la reparación de las empalizadas y consiguieron persuadir a los hombres a que diesen la bienvenida al proyecto. En Guinea, las mujeres han solicitado proyectos bajo los cuales los hombres y las mujeres se reúnen para plantar árboles. Les parecía a las mujeres que si ellas los plantasen sin la ayuda de los hombres podría ocurrir que los hombres lo tomasen a mal si se retrasasen las comidas o hubiese mujeres demasiado preocupadas con el proyecto.

La segregación sexual no ha de llevar necesariamente a que las mujeres participen sólo en proyectos de subsistencia. En Filipinas las mujeres están participando felizmente en unos proyectos que tienen por finalidad el cultivo de árboles destinados a la venta.

Los planificadores acaban de darse cuenta de la aportación que pueden hacer las mujeres al desarrollo forestal. Las mujeres tienen unos conocimientos indígenos y únicos de las especies de árboles de las que ellas se aprovechan, y estos conocimientos pueden incorporarse en la estrategia que se adopte para la feliz administración de los recursos forestales. Por exemplo, en Kenia, las mujeres que acompañaron a los silvicultores y a los agentes divulgadores que trabajaban en el terreno sabían identificar más de 20 especies de arbustos leñosos que desconocían por completo los otros miembros del grupo. El compartir este tipo de conocimiento con los silvicultores lleva a la posibilidad de un uso mejorado de los recursos disponibles.

Ocho etapas hacia la restauración del equilibrio

cuando están organizando la silvicultura local los planificadores deberían

1EXPLORAR las cuestiones de sexo mediante conversaciones bilateralescon las mujeres campesinas, reconociendo que los interses de los hombres y los de las mujeres pueden ser distintos, y por ende que los proyectos de desarrollo les pueden afectar de una manera distinta
2INVESTIGAR las costumbres, tabúes, y la presión del trabajo.que limitan las posibilidades de las mujeres, comprendiendo que los conocimientos específicos y el sentido común pueden en gran parte superar estos límites
3ESTIMULAR la participación a todo nivel de las mujeres eny analizar las maneras en que los proyectos las incluyen o las excluyen
4INTERCAMBIAR información con individuos a todos los nivelescon las mujeres de la zona sobre las actividades forestales, con los silvicultores sobre una mayor participación de las mujeres, con los planificadores sobre el papel de la mujer en el desarrollo forestal
5APOYAR a los grupos de mujeres y fomentar laque ayuden a las mujeres a participar en la formulación de políticas y en el proceso político, y fortalezcan la solidaridad entre las mujeres
6COLABORAR para asegurar el acceso a la tierra y a los árbolesreconociendo los derechos tradicionales de las mujeres, asegurando que ellas no se vean excluidas cuando se produzca la venta de las tierras a individuos, y buscando soluciones originales al dilema de las mujeres sin tierras
7COLABORAR para suministrar acceso al crédito e ingresos ade manera directa a individuos o a determinados grupos de mujeres
8CONSULTAR con las mujeres antes de introducir nuevas tecnologías o nuevos tipos de árbolesasegurando por ende que se hayan tenido en cuenta las necesidades de las mujeres y que se haya estudiado el impacto que puedan tener sobre su vida estas novedades

Límites a la participación

Se pueden resumir sucintamente los factores que militan contra la total participación de las mujeres en proyectos forestales: las mujeres carecen de tierra, de tiempo y de dinero; suelen estar muy mal organizadas; disponen de un restringido acceso al poder político y muy limitadas posibilidades de influir sobre los que toman las decisiones importantes; suelen ser más analfabetas que los hombres, y no tienen nada con que garantizar el crédito; y hay límites sobre los empleos que pueden tomar y la distancia que pueden viajar.

En un mundo en que escasea la tierra disponible, algunos de los factores que impiden que las mujeres participen en proyectos de desarrollo son parecidos a los que excluyen a los hombres. Un factor clave es la tenencia de tierras. Ya que crecen lentamente los árboles son pocos los agricultores que estén preparados a plantarlos, a no ser que confíen en que puedan disfrutar de los beneficios que lleven. Hay que garantizar que gocen de una tenencia segura de las tierras y de los árboles. Si esto muchas veces constituye un problema para los hombres casi siempre lo constituye para las mujeres. Además, la legislación que se introduce para garantizar la tenencia de tierras suele empeorar la situación de las mujeres. Es muy frecuente a la vez que erróneo suponer que cuando algo se le da al hombre necesariamente se le está dando a la mujer también. Ejemplos de esta actitud errónea han surgido en Gambia y en Kenia donde las mujeres que tradicionalmente gozaban de la tenencia de tierras la perdieron cuando jurídicamente se asignó la propiedad de éstas a hombres que eran jefes de familia o estaban emparentados con la mujer que lo era. A las mujeres se les dejaban las responsabilidades que tradicionalmente habían tenido pero sin ningún derecho a las tierras que cultivaban. Las mujeres desprovistas de derechos jurídicos de las tierras no tienen nada con que garantizar el crédito que necesitan si van a comprar las herramientas, las semillas y los fertilizantes de que adolecen.

La tenencia de tierras constituye sólo un aspecto del problema general de los derechos de la mujer, problema que puede influir de una manera esencial sobre la realización de los proyectos forestales. Las personas que no tienen tierras no tienen dónde plantar árboles. Además, las mujeres que no tienen derecho alguno a servirse de ciertos árboles—lo que es el caso en varias sociedades tradicionales— no tienen ningún incentivo para plantarlos. Y donde las costumbres prohiben a ciertas mujeres a plantar árboles ellas tienen poca o ninguna posibilidad de participar en los proyectos forestales, ni siquiera en aquéllos que pudieran proporcionarles beneficios sustanciosos.

Si las mujeres han de participar en proyectos de repoblación forestal es imprescindible que dispongan del tiempo libre que exige su participación, lo que es raras veces el caso. En realidad, cuanto más pudieran beneficiarse de un proyecto menos es probable que dispongan del tiempo libre para hacerlo. Por ejemplo, la recolección del forraje en los pueblos montañosos de Nepal exige hoy en día muchísimo tiempo pero muchas veces ha resultado difícil persuadir a las nepalesas a que plantasen árboles forrajeros. La razón principal para su desgana es que ellas están frecuentemente demasiado ocupadas en la recolección del forraje como para disponer del tiempo libre que hace falta. Un estudio puso de manifiesto que por término medio las mujeres de estos pueblos trabajan 10,81 horas al día, cifra que se puede comparar con las 7,51 horas que trabajan sus maridos.

La falta de movilidad constituye otro estorbo a su participación. En muchas sociedades las mujeres o no tienen las mismas libertades de viajar que tienen los hombres, o se ven imposibilitadas de trabajar fuera de la casa. A menudo las mujeres están deseosas de que se supriman estas limitaciones las cuales les parecen anticuadas, por mucho que hayan sido socialmente útiles en el pasado. De todas formas, las mujeres más empobrecidas han aprendido a obedecer los imperativos de la sobrevivencia y no las limitaciones teóricas que pretenden dictar el papel social que ellas deberían desempeñar.

En algunos casos el dilema se puede resolver por el uso del sentido común. En Kenia, las mujeres se negaron a participar en un proyecto de apicultura porque se ubicaban las colmenas en los árboles y se les prohibía a las mujeres trepar a los mismos. La solución del problema consistía en bajar las colmenas. En Sudán se resolvieron las limitaciones vigentes sobre la movilidad colocando los viveros dentro de los recintos de las mujeres. La solución al problema de la comunicación entre los hombres empleados por un proyecto y los grupos de mujeres puede que consista en emplear a mujeres como parte del proyecto. Mientras que no todos los límites a la participación de las mujeres se puedan solucionar tan fácilmente como éstos, las medidas políticas pueden ayudar en gran parte a resolverlos.

Desarrollando nuevas políticas para el futuro

Las políticas sensatas pueden superar algunos problemas. Lo que hace falta sobre todo es que cuando se elabora un proyecto se tengan en cuenta a las mujeres (aunque no exclusivamente). Lo esencial es que se evalúe separadamente el impacto que dicho proyecto pueda tener sobre las mujeres y sobre los hombres, y que se analicen los beneficios que pueda proporcionar a los dos grupos. Las cuestiones de sexo exigen un análisis esmerado si se van a evitar efectos involuntarios sobre un grupo o el otro.

Puede que haga falta una investigación preliminar que averigüe de un modo exacto la posibilidad que un proyecto afecte a las mujeres. Estos afectos no son siempre obvios. Frecuentemente en el pasado se ha cometido el error de introducir nuevos cultivos o nuevos productos que había que tratar con fuego o secar durante muchas horas. Estas novedades fácilmente pueden aumentar los ingresos de los hombres, pero suponen una desventaja para las mujeres que tienen que dedicar largas horas a la penosa recolección de la leña que necesitan.

Hay que investigar tanto las necesidades, los intereses y el talento de las mujeres que se verán afectadas por determinados proyectos forestales así como sus deseos de participar en ellos. En la práctica, dicha investigación tiene que interesarles a las mujeres tanto en el diseño del proyecto como en su ejecución. Al hacer esto, uno eliminaría automáticamente muchas de las normas menos deseables de años pasados—por ejemplo en proyectos que tenían por finalidad el empleo de muchas mujeres en los viveros sólo porque se les podía pagar menos que a los hombres.

Otro aspecto fundamental que habrá que analizar más detalladamente en el futuro es el papel de la mujer dentro de la economía de mercado. Ya que las mujeres tradicionalmente han actuado dentro del sector de subsistencia, uno se ve tentado de elaborar proyectos que les ayuden sólo a desempeñar su papel tradicional. En la realidad, urge que las mujeres se incorporen de un modo más completo dentro de la economía de mercado y que se les facilite el mismo crédito y la misma tenencia de tierras de que disfrutan los hombres.

Si se pudiera encontrar un modo de facilitar la participación de mujeres, junto con un número bastante nutrido de expertos que estén lo suficientemente dotados de la sensibilidad que se requiere como para ponerse en contacto con la gente que vive en la zona indicada y llevar a cabo las investigaciones preliminares, y si se pudiera identificar las cuestiones de sexo al principio de la planificación del proyecto, es muy posible que los proyectos forestales que se realicen en el futuro sean innovadores.

Tanto las mujeres campesinas como los silvicultores podrían conseguir muchos beneficios de este proceso. El capacitar a las mujeres a que se beneficien en mayor grado de los recursos forestales puede resultar una de los maneras más positivas y ambientalmente más benignas de luchar contra la pobreza rural.


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