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Ir a la raíz del problema: las causas de la deforestación y de la degradación forestal

Simone Lovera1


Resumen

Para el sector forestal debería ser una prioridad absoluta afrontar las causas directas y de base de la deforestación y la degradación forestal. La deforestación no puede compensarse sencillamente plantando más árboles. Si se toman en cuenta los numerosos problemas ecológicos, sociales y económicos asociados a las grandes plantaciones de árboles, presentarlas como solución a la deforestación es comparable con presentar un saco lleno de espinas de pescado como solución al agotamiento de las poblaciones de peces del mundo.

Las causas de base de la deforestación y de la degradación forestal son cuestiones transversales y se relacionan prácticamente con todos los puntos del programa del Congreso Forestal Mundial de 2003. En este trabajo se comentan las causas de base de la pérdida de bosques, por ejemplo, las pautas insostenibles de consumo, los acuerdos comerciales y la falta de reconocimiento de los valores no económicos de los bosques, así como la falta de participación de las comunidades locales y de los pueblos indígenas en las políticas e instituciones relacionadas con los bosques.

Se formulan las siguientes recomendaciones:

La acción mundial se debería concentrar principalmente en lograr que las iniciativas acertadas que han tomado las comunidades en el ámbito de la conservación, ordenación y restablecimiento forestales no sean arrolladas por la globalización dirigida por las empresas ni por otras causas de deforestación y degradación forestal.


Introducción: las causas de base son transversales

En parte a causa de una vigorosa y eficaz campaña de promoción realizada por organizaciones no gubernamentales (ONG) y organizaciones de los pueblos indígenas (OPI), los encargados de elaborar las políticas fueron reconociendo gradualmente la necesidad de atender las causas subyacentes de la degradación forestal en el decenio de 1990. En 1997 el Grupo Intergubernamental sobre los Bosques (IPF) recomendó que se organizara un taller mundial sobre las causas de base de la deforestación y la degradación forestal. Una coalición única de ONG, OPI y gobiernos organizó en enero de 1999 el taller mundial. Se aportaron más de 60 estudios de caso y documentos de análisis sobre las causas subyacentes de la deforestación y la degradación del bosque, de todo el mundo, con una versión elaborada del marco de diagnóstico aprobada por el IPF. Además se organizaron siete talleres regionales y un taller de pueblos indígenas. En este documento se destacan algunas de las principales conclusiones de este proceso. Cabe señalar que las causas de base de la deforestación y la degradación forestal no sólo son pertinentes para elaborar una evaluación acertada de la situación y las tendencias de los bosques. Se relacionan prácticamente con todos los puntos del programa del Congreso Forestal Mundial de 2003.

Árboles contra bosques

Podría ser conveniente reiterar que la deforestación es uno de los problemas más grandes que afronta la comunidad mundial. En los últimos años en algunos sectores ha habido una tendencia a trivializar las tasas mundiales de deforestación. Un argumento importante ha sido sumar tierras recientemente pobladas de árboles y presentarlo como compensación por la deforestación (FAO, 2001). Lamentablemente, casi la totalidad de las zonas contadas como reforestadas son en realidad "desiertos verdes", superficies interminables privadas de toda variedad de formas de vida y demás valores ecológicos. De conformidad con la definición adoptada el año pasado por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) no sólo cuenta como zona "reforestada" una plantación de eucalipto en monocultivo, sino asimismo cualquier huerto, jardín u otra superficie con más del 10 por ciento de cubierta forestal (CMNUCC, 2001).

Las grandes plantaciones de monocultivos tienen poco que ver con los bosques, y son muy problemáticas desde un punto de vista ecológico, social y económico. Según se documenta en estudios de caso de Chile (Catalán y Ramos, 1998) y del Brasil (Roldan, 1998), presentados para la Iniciativa sobre causas subyacentes, las plantaciones de árboles producen una extensa deforestación, así como el desplazamiento de pueblos indígenas y de otras comunidades locales (véase también Friends of the Earth International, 2000). En Sudáfrica, las mujeres de algunas comunidades locales hoy en día tienen que recorrer a pie muchos kilómetros para recoger leña, ya que han rodeado sus comunidades de "proyectos de reforestación", es decir, plantaciones de árboles inaccesibles para ellas (Carrere y Lohmann, 1996).

Las plantaciones de árboles también dejan que desear en cuanto a empleo: en Hawaii, una plantación de 10 000 hectáreas produciría de 40 a 60 empleos, mientras que la misma superficie utilizada en una agricultura diversificada crearía más de 4 000 empleos (Mattoon, 1998). En Brasil, cada empleo en las plantaciones de Bahia Sul Celulose exigió una inversión de entre 226 000 y 338 000 dólares EE UU. A la vez, otro proyecto de desarrollo en la misma región, con un nivel de inversión total equivalente, podía generar 150 000 empleos con un costo de apenas 300 dólares EE UU cada uno (Carrere y Lohmann, 1996). Las empresas de las plantaciones en Brasil producen casi 800 veces menos empleos por hectárea que la pequeña agricultura (Carrere y Lohmann, 1996). La falta de empleo y la falta de tierras no sólo son grandes problemas sociales en países como el Brasil, sino que también son la principal razón de la expansión de la frontera agrícola en los bosques vírgenes, como el Amazonas y la Mata Atlántica.

Presentar este tipo de "reforestación" como solución a la deforestación es comparable con presentar una bolsa llena de espinas de pescado como solución al agotamiento mundial de las poblaciones de peces. Por este motivo, el taller mundial sobre las causas subyacentes de la deforestación recomendó "Modificar la definición de bosque de la FAO y los conceptos relacionados con los bosques (deforestación, forestación, reforestación, plantaciones), a fin de incluir el enfoque de ecosistema según se definió en el Convenio sobre la Diversidad Biológica e introducir definiciones para los distintos tipos de bosques" (Verolme y Moussa, 1999).

Más en general, tiene poco sentido hacer de todo por secar el piso si el grifo sigue abierto. Conservación, protección y restablecimiento de los bosques deberían ser la prioridad absoluta del sector forestal. Para ello es condición afrontar las causas de base de la deforestación y la degradación forestal.

Afrontar el consumo insostenible

Las necesidades humanas y la demanda de productos forestales constituyen una evidente causa subyacente de la pérdida de bosques. A menudo se ha afirmado que, en teoría, puede producirse madera en forma sostenible, lo que supone que, en teoría, sea un producto sostenible. Lamentablemente, en el planeta tierra, casi la totalidad de la madera sigue produciéndose en forma totalmente insostenible. Casi todos los estudios de caso presentados en el taller mundial demostraron las devastadoras repercusiones de la explotación insostenible de madera en países tan diversos como la Federación de Rusia (Babintseva et al.. 1998; Kyalunziga y Lebedev, 1998), Chile (Catalán y Ramos, 1998), y el Camerún (Awung, 1998). Gran parte de esta madera incluso se produce ilegalmente: se calcula que alrededor del 50 por ciento de la madera tropical que llega a la Unión Europea se produce sin acatar las normas y los reglamentos de los países de producción (Matthew, 2001).

En vista de que la mayor parte de la madera se produce en forma insostenible, la actual demanda de madera es insosteniblemente alta. Es más, los niveles de consumo insosteniblemente elevados de otros productos forestales, y los cultivos que sustituyen los bosques, como la soya y la palma de aceite, son una importante causa de deforestación y también de degradación forestal. Las pautas insostenibles de consumo se señalaron como una importante causa de base de la deforestación en países tan diversos como los Estados Unidos (Steiner, 1998), Chile (Catalán y Ramos, 1998), Suecia (Lindahl, 1998), las islas de Andamán, en la India (Sekhsaria, 1998) y Colombia (Cortes Arboleda, 1998). Sin duda, parte de la demanda de madera satisface necesidades básicas, especialmente la demanda de leña de las comunidades rurales para uso no comercial. Con todo, nadie podría sostener que toda la publicidad impresa que llega por correo satisfaga una necesidad básica. Pero en 1997, la familia media de los Estados Unidos recibió 553 ejemplares de publicidad impresa por correo. Sólo en los Estados Unidos se desecharon casi 10 000 millones de catálogos de venta por correo (Abramovitz y Mattoon, 1999). También habría que destacar que hay pocos lugares donde la falta de consumo y el exceso de consumo estén tan injustamente separados en el mundo como en los productos forestales: un ciudadano promedio de un país en desarrollo consumió alrededor de 0,095 metros cúbicos de madera en rollos en 1990, a la vez que un ciudadano promedio de un país industrializado consumió alrededor de 1,141 metros cúbicos, más de 100 veces el consumo del primero (Abramovitz y Mattoon, 1999).

En consecuencia, una de las principales recomendaciones del taller mundial fue "elaborar, ejecutar y hacer valer políticas integrales y holísticas nacionales para modificar las pautas de consumo y de producción..." (Verolme y Moussa, 1999).

La ruina de Doha

A la vez que se hace cada vez más profunda la necesidad de afrontar las pautas insostenibles de consumo y producción de productos forestales y de los productos que repercuten en los bosques, la influencia creciente de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en la política de los países debilita cada vez más las políticas y medidas mismas que se necesitan para hacer frente a esos problemas. Los resultados de la IV Reunión Ministerial de la OMC celebrada en Doha (Qatar) en noviembre de 2001 podrían propiciar el surgimiento de más obstáculos para la creación de políticas eficaces que estimulen el consumo y la producción sostenibles. El mandato de Doha comprende negociaciones de gran alcance sobre el acceso de productos no agrícolas al mercado, comprendida la madera (Yu, 2002). Estas negociaciones debilitarán las políticas encaminadas a promover la gestión forestal comunitaria y el empleo secundario en el sector de productos forestales. Podrían conducir a la prohibición de medidas que impidan las prácticas de dumping en el sector de la madera, y de medidas para impedir la exportación de troncos sin elaborar, o de otras políticas para promover el desarrollo social y ecológicamente sostenible. Mientras tanto, los acuerdos existentes sobre "eliminación de obstáculos al comercio" ya constituyen un gran obstáculo para las políticas de etiquetado que permitirían al consumidor escoger entre madera producida en forma sostenible o en forma insostenible (Yu, 2002).

Pero el principal peligro de las actuales negociaciones comerciales procederá de las negociaciones del sector agrícola. En las negocaiciones agrícolas, los Estados Unidos de América del Norte y de la Unión Europea han promovido que los países en desarrollo se vean obligados a abrir sus mercados, a la vez que aquellos y ésta mantienen el nivel de sus subsidios sin modificarlos. Esto conducirá a que unos cuantos grandes productores de exportación ocupen en grande los mercados agrícolas del mundo. Las principales víctimas de esta expansión de la gran agricultura de exportación son los pequeños campesinos del mundo, que perderán sus mercados locales y, por lo tanto, sus fincas y sus medios de subsistencia. La expansión de la gran agricultura de exportación también constituye una de las principales causas directas y de base de la pérdida forestal, según se describe en los estudios de caso del Paraguay (Núñez e Ibarra, 1998), Hungría (Gyulai, 1998) y Colombia (Cortés Arboleda, 1998).

La economía monetaria en competencia con los valores

Las negociaciones comerciales en la OMC representan por sí mismas un reflejo de otra causa todavía más radical de la pérdida de bosques. Obran contra éstos aspectos económicos y las políticas económicas convencionales, ya que la mayor parte de los valores de los bosques nunca se reflejarán adecuadamente en las economías monetarias. Las políticas tienen que incorporar y basarse en los valores sociales, culturales y espirituales de los bosques. A este respecto el taller mundial recomendó "...integrar los valores sociales y ambientales relacionados con los ecosistemas forestales y utilizar esto en los procesos de toma de decisiones, en particular en la elaboración de los instrumentos legislativos y normativos para la conservación de los ecosistemas forestales (Verolme y Moussa, 1999).

Pero el conflicto entre la política económica convencional y los bosques es todavía más profundo. En el estudio de caso sobre la deforestación y la degradación de los bosques en Toga, país insular del Pacífico Sur, Denis Wolff determinó la monetización de la economía de Tonga, con sus repercusiones asociadas de mayor necesidad de ingresos en efectivo, comercialización de la agricultura para satisfacer esta necesidad de efectivo y la consecuente intensificación y expansión de la utilización agraria, como una de las principales causas de la deforestación en su país (Wolff, 1998). Rick Steiner describe en su estudio sobre la degradación del bosque húmedo costero cómo el gobierno de los Estados Unidos introdujo el concepto de explotación comercial entre las comunidades autóctonas de Alaska (Steiner, 1998).

"... el Congreso aprobó la ley de Derecho de asentamiento de la población autóctona de Alaska (ANCSA) en 1971... Esta ley era producto del senador de Washington Henry "Scoop" Jackson, que la ostentaba con orgullo como producto radical de la "ingeniería social". Como otros antes de él, pensaba que la población nativa de Alaska debía incorporarse en una forma de vida similar a la del resto de los estadounidenses, sobre todo, ya no debía de haber gobiernos de las tribus, sólo empresas. Con la ANCSA las 220 aldeas autóctonas de Alaska formaron empresas lucrativas, y se establecieron 13 empresas regionales. Todas las tierras y el dinero que se entregaron a través de la ANCSA se convirtieron en activos empresariales, algo por completo diferente a la ancestral relación con la tierra... Para muchos industriales, la ANCSA se convirtió en un medio cínico de abrir millones de acres de tierras ancestrales a la explotación comercial a corto plazo. Con un gesto de la pluma de Richard Nixon, la población autóctona de Alaska se inscribía en la explotación insostenible de los recursos naturales de Alaska, en particular el bosque de las costas..."

El desarrollo del potencial humano para conservar los ecosistemas con más biodiversidad del mundo exige primero y más que nada que las personas aprendan a apreciar y respetar los valores sociales, culturales y espirituales de los bosques. Es un gran desafío afrontar la falta de valoración de los bosques, y exige una estrategia de largo plazo. Requiere la integración de enfoques holísticos a los valores forestales en todas las políticas de investigación, tecnología y educación. Comienza por la educación sobre las funciones del medio ambiente de los bosques en la escuela primaria, pero también requiere integrar métodos de valuación holísticos en el programa escolar de silvicultura.

Asimismo, es esencial no presentar venenos como medicina. En fecha reciente ha habido una tendencia a tratar de adaptar la conservación de la naturaleza a las leyes de las economías monetarias en vez de al contrario. Con todo, las medidas normativas y los mecanismos de incentivos que tratan de adaptar los bosques a la economía neoliberal mediante la privatización y la comercialización de todas y cada una de las funciones forestales sólo marginarán más todavía los valores no monetarios de los bosques, y los derechos y necesidades de las comunidades -a menudo pobres de dinero- que dependen de esos valores forestales.

Hacia una auténtica gestión forestal comunitaria

Mientras tanto, los que crecieron en el bosque mismo han aprendido a adaptarse a la naturaleza. La población indígena y otros pobladores de los bosques en todo el mundo han demostrado que pueden respetar y vivir con los numerosos valores de los bosques. La gestión forestal comunitaria ha sido el logro ejemplar del decenio pasado. En todo el mundo, los pueblos indígenas y otras comunidades locales han demostrado que son capaces de elaborar y ejecutar modelos sostenibles de ordenación forestal. Sus funciones y responsabilidades se deberían respetar; la falta de participación de las comunidades locales en las decisiones sobre la gestión de los bosques se subrayó como causa de base de la pérdida de gosques en muchos estudios de caso, como los de Tailandia (Trakansuphakon, 1998), Chile (Huilcaman, 1999) y la India (Sekhsaria, 1998).

En teoría, la necesidad de asegurar la plena participación de las comunidades locales en la ordenación forestal y en las políticas e instituciones relacionadas con los bosques hoy en día tiene pleno reconocimiento. Pero en la práctica la gestión compartida entre todos los interesados es complicada.: "La observación de las negociaciones entre numerosos interesados indican que en la práctica es imposible lograr una situación de total imparcialidad. Persisten las diferencias de poder, por lo menos en las relaciones históricas entre los participantes... Por lo tanto es necesario mantenerse alerta y ocuparse explícitamente de las diferencias de poder... En vez de pensar que se han eliminado o neutralizado temporalmente las diferencias políticas en las negociaciones, los profesionales del sector necesitan... trabajar activamente para fortalecer el poder de decisión de los grupos desfavorecidos" (Edmunds y Wollenberg, 2002).

La base de la acción ha sido y seguirá siendo la apreciación de los pueblos indígenas y otras comunidades que viven de los bosques de los numerosos valores de los bosques, y no el pensamiento global. Con todo, si no se afrontan las causas subyacentes de la deforestación y de la degradación de los bosques, las mil flores que han dejado florecer estas comunidades serán pisoteadas por el exceso de consumo, la liberalización del comercio, la globalización dirigida por las empresas y otras políticas transectoriales y tendencias. La responsabilidad de la comunidad internacional es esa: impedir que los procesos mundiales perjudiquen la labor ya realizada.

Bibliografía

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