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Factores que afectan la viabilidad de los pequeños agricultores


La globalización y la penetración en el mercado conducen a un colapso ecológico que está socavando la sostenibilidad de la agricultura de pequeña escala en general. La degradación del suelo se está acelerando, la organización social y comunitaria está cayendo, los recursos genéticos se debilitan y las tradiciones se están perdiendo. La erosión del suelo y la deforestación son tal vez los síntomas principales del ciclo vicioso de la pobreza y la degradación ambiental. Muchos pequeños agricultores se han convertido en agentes de destrucción, al sobreexplotar los recursos naturales, motivados por la escasez de tierras y la falta de oportunidades económicas.

Numerosos factores están afectando negativamente la viabilidad de los pequeños agricultores, entre los que se incluyen:

El libre comercio y la competencia desleal de los países del norte, que hacen que los precios de los productos agrícolas domésticos bajen.

La concentración de las mejores tierras en manos de unos pocos propietarios poderosos.

El control de los principales mercados por algunas corporaciones multinacionales.

La existencia de políticas en contra de los campesinos a favor de las importaciones en vez de la producción doméstica donde los pequeños productores pueden competir.

El surgimiento de la biotecnología y las patentes de semillas.

La privatización de los organismos de investigación y de extensión pública.

La orientación hacia la exportación y el enfoque monocultivista de las políticas convencionales.

La falta de fondos para proyectos de investigación y desarrollo de una agricultura sostenible.

Al mismo tiempo, la mayoría de las políticas agrícolas pasadas y actuales no han apoyado prácticas y tecnologías que incluyan aspectos sociales y ambientales. Entre los ejemplos comunes podemos mencionar:

Los incentivos y subsidios económicos para plaguicidas y fertilizantes que tienden a perpetuar la dependencia agroquímica, aun cuando son evidentes los impactos negativos en el medio ambiente.

Los subsidios o políticas que prescriben plantar variedades uniformes, junto con los requisitos de usar insumos asociados que refuerzan la dependencia química.

Las políticas agrarias que minan la seguridad de la propiedad de los pequeños agricultores y en consecuencia desalientan las inversiones en prácticas sostenibles.

Las políticas del comercio y el mercadeo que promueven las inversiones en cultivos inadecuados para los agricultores más pobres, o que crean oportunidades de mercado no equitativas.

Las políticas sectoriales y de reforma macroeconómica no generan un medio ambiente apropiado para los agricultores pequeños y pobres. En la mayoría de los casos el crecimiento agrícola se concentra en el sector comercial y no se ha movido de ahí. Hoy se pueden observar varias tendencias negativas que afectarán drásticamente el alcance y la dinámica de la agricultura familiar y rural en los países en desarrollo, entre ellas mencionamos[238]:

La escasez de tierra debido a la distribución desigual y al crecimiento de población está obligando a que los granjeros subdividan sus parcelas entre los miembros de la familia, lo que provoca una marcada reducción en la relación tierra/persona.

La falta de oportunidades económicas en las áreas rurales está provocando la migración a las ciudades, especialmente de hombres y mujeres jóvenes (entre los 10 y 20 años de edad). Esto deja el trabajo de la granja en manos de una población envejecida y produce un agudo vacío sociocultural.

La liberalización del comercio ha reducido la protección en una época en que los precios de los productos básicos han alcanzado mínimos históricos, imposibilitando que los pequeños agricultores compitan en los mercados domésticos. Ha habido una marcada disminución en la cantidad de tierra cultivada con productos tradicionales como maíz y frijoles, pero también café y otros cultivos comerciales. La caída de precios de esos cultivos y la falta de crédito, como también las largas distancias hasta los mercados, son factores que llevaron a un gran empobrecimiento del sector de los pequeños agricultores.

Como los programas y subsidios gubernamentales se concentraron en los agricultores comerciales grandes y medianos, la investigación y extensión apropiadas para los sistemas agrícolas orgánicos permanecieron limitados o inexistentes.

El gran desafío del futuro supone la promoción de cambios institucionales y de políticas que apoyen a los pequeños agricultores.

Recuadro 10: Programa de agroecología en la municipalidad de Comanche, región andina, Bolivia

La municipalidad de Comanche se encuentra al noreste de la Provincia de Pacajes, a 70 km de La Paz. Consiste de 29 comunidades agrícolas Aymaras que incluyen a 1 237 familias con un promedio de cinco personas. El ingreso anual per cápita es de 150 $EE.UU. y el 15 por ciento de las familias agricultoras no poseen tierras. Esta área geográfica cubre aproximadamente 500 km2 e incluye cadenas montañosas, cerros y planicies. La temperatura promedio es 7,8°C pero varía entre -15°C y 25,6°C con heladas que afectan severamente a los sistemas productivos. La precipitación anual es solamente 561,7 mm, que se agrava en los años de sequía cuando las precipitaciones no exceden los 150 mm/año. Uno de los mayores problemas que enfrentan estas comunidades es la degradación del suelo. Las altas concentraciones naturales de sal, los procesos erosivos causados por el viento y las lluvias y el exceso de pastoreo han producido la pérdida de los suelos y reducido la productividad.

La familia promedio tiene acceso a 34 ha, de las cuales el 8 por ciento se destina a los cultivos anuales y el resto al pastoreo. Los cultivos que se producen son muy diversos, por ejemplo, existen 45 ecotipos de patatas (Solanum tuberosa y Solanum andigena), cinco variedades de quinoa y otros tubérculos andinos, pero hay muy poca diversidad en cuanto a las especies cultivadas. Sin embargo, el ganado es muy variado en términos de especies, razas, sexo y edad de los animales, lo cual constituye un invalorable recurso genético con siglos de adaptación a las condiciones locales. Este es el caso de las ovejas y vacas, pero también el de las especies sudamericanas de camélidos originarias de la región. La principal fuente de alimento de estos animales heterogéneos son las tierras naturales de pastoreo donde se pueden identificar 84 especies de hierbas y arbustos de alta montaña y de altitud media. Sin embargo, estos terrenos han sufrido una fuerte erosión por causa del exceso de pastoreo.

En 1991, se inició un programa agroecológico con la participación del Consejo de Desarrollo del Comanche (CODECO), el gobierno municipal, en representación de las comunidades y los Servicios Múltiples de Tecnologías Apropiadas (SEMTA), una ONG para el desarrollo rural. El programa tenía tres objetivos principales: el manejo sostenible de los recursos naturales; la introducción de técnicas agrícolas orgánicas con el propósito de mejorar los ingresos y la seguridad alimentaria local; y la mejora de la salud y la higiene básica a través de la educación, fortaleciendo la posición de las mujeres en las comunidades.

Entre los años 1994 y 1997 se introdujeron varias técnicas, incluyendo la creación de surcos para infiltración, la plantación de cultivos para forraje (como Dactylis glomerata y Festuca spp.), y la siembra y mejora de las pasturas naturales, fertilizadas con abono animal. Se fomentó la producción de forraje a través del cultivo de alfalfa, avena y cebada que producen altos rendimientos y su conservación como ensilaje y heno. Se mejoró el manejo del ganado bovino y ovino y se seleccionaron cuidadosamente los animales para reproducción y engorde en las épocas donde hay más forraje. También se construyeron embalses para recoger el agua para consumo y riego.

El programa tuvo varios logros, uno de los cuales fue la recuperación de 6 341 ha de tierra. Al comienzo del programa, la granja promedio de 34 ha tenía 24 ha de tierra degradada o no cultivada. Las técnicas introducidas lograron que se recuperara un promedio de 10 ha por granja, lo que significó una expansión del 42 por ciento en las tierras de pastoreo. Se mejoraron las praderas con el aumento de las poblaciones de la diversidad botánica nativa y con la incorporación de variedades nuevas. Éstas se adaptaron bien a la zona, y la producción de pastura aumentó de 1 400 kg de materia seca por hectárea a 5 700 kg/ha. Todo esto, junto con una mejor producción de forraje, aumentó la capacidad de carga de animales por hectárea y tuvo un impacto significativo en los ingresos de las familias.

La cubierta herbácea ha reducido la erosión y mejorado la capacidad de la tierra para retener el agua: la humedad del suelo aumentó entre el 200 y 500 por ciento. La construcción de represas con una capacidad de 30 000 m3 mejoró la disponibilidad de agua potable y de riego.

La introducción de majadas móviles permitió una mayor participación de las mujeres en las actividades ganaderas. Al disponer de más tiempo, ellas comenzaron a tener más influencia en el proceso de toma de decisiones dentro del seno familiar. Ahora pueden dedicar más tiempo a otras actividades.

La mayor productividad, tanto en la cría de animales como en los cultivos de forraje, fortaleció la seguridad alimentaria de la región. Las tecnologías agroecológicas introducidas mejoraron la cantidad y la calidad de los alimentos para el consumo propio y durante los seis años del programa, el ingreso familiar promedio se incrementó en un 40 por ciento principalmente por las mejoras de las actividades agropecuarias. El aumento en la producción de carnes también favoreció las ventas. El reconocimiento de las condiciones ecológicas de la región produjo una preferencia de los mercados por la carne producida en Comanche, aunque no tuviera la certificación orgánica.

Fuente: suministrado a la FAO por Andrés Yurevic, de el Consorcio Latinoamericano sobre Agroecología y Desarrollo (CLADES), 2001


[238] Lamarche, 1993.

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