Prevención, mitigación y adaptación

Esta sección se centra en la revisión de las medidas que pueden adoptarse para prevenir, mitigar y adaptarse a los posibles efectos del cambio climático en las plagas y, por tanto, en la sanidad vegetal. Dado que existen interdependencias entre los ecosistemas vegetales, se incluye información sobre las especies plaga y otras especies (por ejemplo, beneficiosas o sin efectos económicos conocidos) en la agricultura, la horticultura, la silvicultura y los hábitats no gestionados, por dos razones principales (Juroszek y von Tiedemann, 2013a). En primer lugar, debe establecerse un enfoque interdisciplinario para la gestión de plagas y enfermedades, ya que los conocimientos adquiridos en diferentes disciplinas pueden complementarse entre sí y, por lo tanto, deben intercambiarse y utilizarse entre disciplinas (Jactel et al., 2020; Wilkinson et al., 2011). En segundo lugar, muchas especies de plagas, especialmente las generalistas móviles y las que no se limitan a un determinado hábitat, viven tanto en ecosistemas gestionados como en los no gestionados. Los enfoques interdisciplinarios son particularmente importantes si las especies de plagas cambian su rango de hospedaje al cruzar entre ecosistemas no gestionados y gestionados, lo que resulta en nuevas especies de plagas emergentes en un cultivo o viceversa (Jones, 2016).

Prevención

La forma más eficaz de prevenir y limitar la propagación internacional de las plagas a través del comercio y los movimientos de pasajeros es regular su circulación mediante medidas fitosanitarias, y garantizar la aplicación de las mejores prácticas agrícolas para reducir la incidencia de las plagas a un nivel bajo.

Los aspectos normativos

Según Carvajal-Yepes et al. (2019) y Giovani et al. (2020), la legislación fitosanitaria de importación es la primera línea de defensa en cualquier prevención de la propagación internacional. El objetivo de un sistema fitosanitario de reglamentación de las importaciones es prevenir o limitar la introducción de plagas reglamentadas con los productos básicos importados y otros artículos y pasajeros reglamentados. Un sistema fitosanitario de reglamentación de las importaciones suele constar de dos componentes: un marco normativo de legislación, reglamentos y procedimientos fitosanitarios; y un servicio oficial, la organización nacional de protección fitosanitaria (ONPF), responsable del funcionamiento o la supervisión del sistema (NIMF 20, 2019). La ONPF tiene una serie de responsabilidades en el funcionamiento de un sistema de reglamentación fitosanitaria de las importaciones, incluyendo ciertas responsabilidades identificadas en el Artículo IV.2 de la CIPF (Secretaría de la CIPF, 1997). En relación con las importaciones, estas incluyen, entre otras, la vigilancia, la inspección, la realización de ARP y la capacitación y desarrollo del personal.

Para que un sistema de regulación fitosanitaria de las importaciones siga siendo eficaz en una situación de cambio climático, será aún más importante contar con una buena capacidad de evaluación de riesgos y emplearla para evaluar posibles escenarios de riesgo, teniendo en cuenta el cambio climático. También será crucial la puesta en marcha de actividades de vigilancia y control que funcionen y estén bien organizadas. Los servicios oficiales tendrán que llevar a cabo encuestas y seguimientos con mayor asiduidad, a fin de detectar con prontitud tanto las nuevas introducciones, (incluidas las que se establecen también a causa de los parámetros climáticos cambiantes) como los cambios en la situación de la plaga y poder reaccionar con rapidez (Carvajal-Yepes et al., 2019; Lopian, 2018; Giovani et al., 2020; FANFC/Banco Mundial, 2011).

Análisis de riesgo de plagas

La piedra angular de todo sistema eficaz de reglamentación fitosanitaria de las importaciones es la disponibilidad de un análisis de riesgo de plagas (ARP) en una Organización Nacional de Protección Fitosanitaria (ONPF). El ARP proporciona a la ONPF la justificación de las medidas fitosanitarias para prevenir la introducción de plagas, mediante la evaluación de la evidencia científica que permite determinar si un organismo es una plaga (NIMF 2, 2019). El análisis de riesgo de plagas evalúa la probabilidad de introducción y dispersión de la plaga y la magnitud de sus posibles consecuencias económicas en un área definida, utilizando pruebas biológicas u otras pruebas científicas y económicas. Puede identificar posibles opciones de manejo que puedan reducir el riesgo a un nivel aceptable. Además, puede utilizarse para establecer normas fitosanitarias. El ARP también considera los productos básicos y los riesgos asociados a ellos desde una zona de origen concreta. Se ha elaborado un conjunto de normas específicas de ARP que pueden utilizar los países en diferentes situaciones, bajo los auspicios de la Secretaría de la CIPF3.

Dado que el cambio climático influye en la biología y la epidemiología de las plagas, será necesario intensificar las actividades de ARP a nivel nacional, regional e internacional e incorporar los aspectos del cambio climático en la evaluación de los riesgos fitosanitarios (Lopian, 2018). La introducción y propagación de plagas invasoras graves solo puede evitarse si las ONPF son conscientes de los riesgos, y esta conciencia es principalmente el resultado de un ARP. En este contexto, es importante garantizar que los impactos del cambio climático se reflejen adecuadamente en la metodología y el proceso de ARP para que los evaluadores de riesgos puedan analizar correctamente los riesgos y sugerir medidas de mitigación.

Vigilancia y seguimiento

Una de las actividades más esenciales de las ONPF es la vigilancia y el seguimiento de las plagas, lo que les permite detectar a tiempo las plagas recién introducidas y, en consecuencia, adoptar medidas inmediatas de control y erradicación. Normalmente, cuanto antes se detecte una plaga tras su introducción, mayores serán las posibilidades de que las medidas de erradicación tengan éxito. En consecuencia, uno de los principales componentes de una estrategia para hacer frente a los peligros de la introducción de plagas en un contexto climático cambiante debe ser la vigilancia y el seguimiento (FAO, 2008) para permitir la detección de nuevas introducciones de plagas. Por lo tanto, no es de extrañar que gran parte del trabajo desarrollado bajo los auspicios de la Secretaría de la CIPF se haya centrado en la vigilancia y la detección, incluyendo una NIMF (NIMF 6, 2018) y un manual sobre vigilancia (Secretaría de la CIPF, 2016), junto con un conjunto de protocolos de diagnóstico para detectar e identificar plagas y enfermedades.

La variabilidad climática causada por el cambio climático tendrá efectos considerables en el diseño y la aplicación de programas adecuados de vigilancia y seguimiento llevados a cabo por los servicios oficiales. Según la NIMF 6 (Vigilancia), la idoneidad del clima y otras condiciones ecológicas de la zona para la plaga es uno de los factores que pueden determinar los lugares seleccionados para la vigilancia. Sin embargo, todavía hay muchas incógnitas sobre la idoneidad de las condiciones climáticas específicas para cada especie.

Todavía no se conocen bien los efectos del cambio climático en la distribución de las especies, y los efectos del cambio climático en los microclimas y sus especies son actualmente objeto de debate e investigación. Si bien se sugiere que los microclimas pueden funcionar como amortiguadores de la extinción de especies mediante la creación de los llamados “microrefugios” (Suggitt et al., 2018), también se reconoce que los conocimientos que se poseen sobre los efectos del cambio climático en los microclimas y su ecología son aún demasiado insuficientes y que es necesario seguir investigando para estimar con mayor precisión las futuras condiciones climáticas que experimentarán los organismos en los microclimas (Maclean, 2020). Los futuros programas de vigilancia y control deberán tener en cuenta los resultados de estas investigaciones. Las actividades de vigilancia, sin embargo, pueden no limitarse únicamente a las encuestas oficiales. La posibilidad de recurrir a la “ciencia ciudadana” para la detección de las amenazas fitosanitarias emergentes es una herramienta prometedora y debería seguir siendo utilizada.

Cooperación internacional e intercambio de información

El cambio climático desplazará las zonas agroclimáticas (King et al., 2018). Este cambio puede dar lugar a nuevos flujos comerciales, proporcionando productos agrícolas a los países que más sufren su escasez. En los casos en los que la producción de cultivos para especies específicas sufre desplazamientos debido al cambio de las condiciones climáticas, las rutas comerciales para estas especies también se verán modificadas (Lopian, 2018). Además de esto, el IPCC predice que el cambio climático dará lugar a un aumento del comercio agrícola internacional tanto en términos de volumen físico como de valor comercial (IPCC, 2014b).

El desplazamiento de las zonas de producción agrícola, los cambios en los flujos comerciales y el consiguiente aumento de los volúmenes del comercio agrícola internacional, junto con el escaso conocimiento del comportamiento de las plagas en las nuevas condiciones climáticas y de los ecosistemas, dan lugar a una falta de información fiable y científicamente verificable en la que los evaluadores de riesgos y los reguladores puedan basar sus evaluaciones y medidas de mitigación. Esta limitación podría paliarse mediante el establecimiento de una red internacional de intercambio de información fiable dedicada a proporcionar a los servicios oficiales información sobre la aparición de plagas y sus posibles vías de propagación. Sin embargo, aunque la Secretaría de la CIPF tiene un mandato de intercambio de información, las actividades de intercambio de información realizadas son extremadamente limitadas y tienen un carácter más bien pasivo, con la publicación de informes realizados por las partes contratantes. Por lo tanto, aún queda mucho por hacer para mejorar el intercambio internacional de información.

Prácticas preventivas de gestión de plagas

Las mejores prácticas disponibles para la gestión de plagas incluyen, por ejemplo, la producción de semillas y material de siembra limpios, sistemas de alerta temprana, buenas herramientas de diagnóstico y tratamientos eficaces, como los recubrimientos de semillas (Gullino, Gilardi y Garibaldi, 2014b; Gullino y Munkvold, 2014; Munkvold, 2009; Munkvold y Gullino, 2020; Thomas et al, 2017), junto con el muestreo y el seguimiento asociados. Otras prácticas óptimas incluyen el uso de cultivares resistentes cuando estén disponibles, la adopción de prácticas culturales que promuevan la sanidad vegetal, los sistemas de gestión integrada de plagas, la aplicación de medidas higiénicas rigurosas y el uso de productos biológicos de protección de los cultivos. Estas prácticas serán aún más importantes ante las crecientes y cambiantes amenazas de las plagas debido al cambio climático, y es probable que sea necesario realizar algunos ajustes para mantener su eficacia: por ejemplo, la rotación de cultivos puede incluir especies mejor adaptadas a las condiciones climáticas locales y puede ser necesario intensificar el régimen de aplicación de fungicidas (véase el cuadro 4).

Cuadro 4. Ejemplos de algunas hipótesis sobre la posible influencia del cambio de la composición atmosférica y del clima en determinadas estrategias o herramientas de gestión de las enfermedades de las plantas
Fuente: Modificado a partir de Juroszek y von Tiedemann (2011).