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Primeros pasos para el desarrollo integral de la cuenca hidrográfica de Phu Wiang, en Tailandia

P. van Ginneken y U. Thongmee

Peter van Ginneken y Uthai Thongmee fueron respectivamente Director y Director Nacional de Campo del Proyecto de la FAO THA/84/002 Desarrollo Integral de la Cuenca de Phu Wiang. En la actualidad se encuentra en los países Bajos.

En la ondulada campiña del nordeste de Tailandia, la cuenca de Phu Wiang parece ser el vestigio de un antiquísimo volcán. Un anillo de empinadas montañas rodea los llanos del fondo. La única entrada es la que practicó el río abriéndose paso entre las rocas.

Hasta hace poco, gracias a la protección de su geología, el valle quedaba prácticamente aislado del mundo exterior. Era refugio tradicional para quienes querían sustraerse a las guerras que desde la antigüedad han devastado el país. En realidad, sus actuales moradores dicen ser descendientes directos de aquellos colonos.

Ultimamente la población ha crecido. Han aparecido nuevas aldeas y arrozales por todo el fondo del valle. Incluso los bosques han sido talados y se cultivan pedazos de tierra marginal en que la producción es aleatoria.

Hay 32 aldeas, cada una un puñado de casas rodeado de huertos domésticos y de arrozales. Más allá de éstos, las escarpadas montañas cubiertas de bosque. La vida de las más de 3 000 familias residentes gira en torno a una agricultura que se reduce a la producción de arroz. Ningún otro cultivo es posible porque las lluvias son muy inciertas y las sequías prolongadas. Los huertos familiares aportan frutas y verduras y en los bosques se encuentra madera, vegetales comestibles y caza. Fuente adicional de proteína es lo que se pesca en los arroyos y lagunas.

En el decenio de 1950, con el cultivo del kenaf (Hibiscus sabdarifa), irrumpió en el valle la economía de mercado. Una docena de años más tarde se aclimató también la yuca o mandioca (Manihot esculenta), que en Tailandia no se come. Toda la cosecha se exporta a la CEE como pienso para ganado. Se cultiva incluso en tierra que no se aprovechaba cuando sólo se plantaba arroz. Con el auge de la mandioca, se aceleró terriblemente la destrucción de los bosques.

La cuenca hidrográfica de Phu Wiang

Hace 30 años, el 40 por ciento de Tailandia estaba cubierto de árboles pero, en la actualidad, no hay bosques ni siquiera en el 28 por ciento de la superficie del país. La deforestación ha sido especialmente rápida en el nordeste. Los árboles cubren sólo el 15 por ciento de la región. Una de las pocas zonas en que los bosques dominan el paisaje es la cuenca de Phu Wiang. En ella el 60 por ciento de la extensión total - 20000 ha - es bosque. La deforestación ha tomado nuevo ímpetu en los últimos años.

En 1981 el Gobierno nacional pidió a la FAO que, en colaboración con el PNUD, preparara un plan para el desarrollo integral de la cuenta de Phu Wiang o, más concretamente, de 300 km2 de un distrito de la provincia de Khon Kaen. Se dedicó el año 1982 a preparar el plan solicitado y a iniciar varias actividades, como la reforestación de superficies antes forestales, que habían sido invadidas por la agricultura. En 1985 comenzó la ejecución de un proyecto cuadrienal (THA/84/002) en virtud del cual el PNUD y la FAO ayudaban al gobierno tailandés a poner en práctica el antes mencionado plan. Los objetivos inmediatos eran:

· aplicar un plan integrado de uso de la tierra en la cuenca de Phu Wiang con el fin de evitar que se degradaran las cabeceras de las cuencas de captación;

· diversificar la economía rural, creando para ello nuevas fuentes de ingreso basadas en el debido aprovechamiento de los recursos forestales, agrícolas e hídricos;

· fortalecer la capacidad del Departamento Forestal para aprovechar la experiencia que obtenga en el planeamiento y ejecución del desarrollo integrado de cuencas hidrográficas.

Los campesinos y el bosque - Conflictos de interés

Desde el punto de vista del Gobierno, no cabía la menor duda acerca de los objetivos. Se pensaba que la degradación del bosque era simplemente debida a la pérdida de cubierta forestal causada por la intrusión de gente local. Al contrario que en otras partes de Tailandia, no había problemas del tipo que se suelen plantear con la presencia de minorías étnicas, el asentamiento de extraños, o con un rápida crecimiento demográfico. Tampoco los cultivos prohibidos - amapola, mariguana constituían un problema. Simplemente, la tierra usurpada se dedicaba a un cultivo comercial: la mandioca. En opinión del Gobierno no era, por tanto, tan trascendente para la población local como hubiera sido si se tratara de cosechas alimentarias esenciales para subsistir. Nadie vivía en esas tierras. Todas las aldeas estaban fuera del bosque. Lo que hacía falta en Phu Wiang era cambiar la manera de usar la tierra de aquella comunidad estable para evitar una segura destrucción del bosque.

Ese era el objetivo que perseguía el gobierno al solicitar ayuda para llevar a cabo el proyecto. Evidentemente las prioridades de la población local eran otras: satisfacer las necesidades de alimento e ingreso de todas las familias. Había, por consiguiente, grandes probabilidades de conflicto.

Según el punto de vista de los aldeanos, el proyecto no era sino otro paso adelante en el proceso de restringir el acceso al bosque, proceso que se había iniciado en 1957 cuando, a raíz de un inventario nacional, se declararon «reserva forestal» todas las tierras no cultivadas o sin propietario. Los campesinos ya no tenían jurídicamente derecho a hacer uso gratuito de la tierra, ni de otros recursos del bosque.

Con la aclimatación del kenaf (Hibiscus sabdarifa) en el decenio de 1950 se introdujo en Phu Wiang la economía de mercado

En 1970 se otorgó a un aserradero la concesión para explotar comercialmente la madera de la reserva forestal de Phu Wiang; a los campesinos se les prohibía recoger leña o cortar árboles, ya que eso podía afectar negativamente las utilidades de la empresa. Camiones cargados de trozas atravesaban las aldeas camino del aserradero, manteniendo viva en los campesinos la conciencia de que los árboles ya no pertenecían a la comunidad local. Para compensar la pérdida que eso representaba, los campesinos aprovecharon los nuevos caminos de acceso para internarse más profundamente que nunca en el bosque para desmontar parcelas y cultivarlas Esta invasión ilegal aumentó de 100 ha en 1976 a 1500 ha en 1984 y a 3000 ha en 1987.

La general preocupación por la suerte de los bosques dio lugar a que, desde 1988, se aplicaran rígidamente las disposiciones vigentes para protegerlos. Guardas forestales respaldados por el ejército expulsaron a los campesinos de la reserva forestal de Phu Wiang. En 1989 se promulgó la legislación revocando todas las concesiones madereras, incluso la de la reserva forestal de Phu Wiang; el Gobierno llegó a pensar en declarar la reserva parque nacional, en cuyo caso hubiera sido ilegal la recogida de hongos y otros vegetales.

Papel de la ordenación de cuencas hidrográficas

Los objetivos del proyecto de Phu Wiang eran, por un lado, la conservación y mejora ecológica de los recursos forestales y, por otro lado, el desarrollo socioeconómico de la población local. El primero se expresó en forma de cifra de producción, como número de hectáreas por plantar. El segundo - diversificar la economía rural creando para ello nuevas formas de ingreso - se especificó muy vagamente, dejando pendientes los detalles al proyecto. Por consiguiente, antes que nada, había que formular y adoptar la estrategia que mejor permitiera alcanzar los objetivos y distribuir las actividades en consecuencia.

La reforestación en parcelas invadidas empezó en 1982, en coincidencia con las fases de planeamiento del proyecto. Enseguida se vio que evidentemente a los campesinos no les gustaban las actividades del Departamento Forestal en materia de plantación y de hacer valer la ley. Pensaban que, al negárseles el acceso a la reserva forestal para cultivar y extraer madera, se les restaban oportunidades para trabajar e incrementar su ingreso. Aunque el plan de desarrollo de la cuenca de Phu Wiang preveía la posibilidad de asignar parte de la tierra forestal a los campesinos para que practicaran ciertas formas de agrosilvicultura y de agricultura, lo cierto es que las secciones más apropiadas para ello habían sido las primeras en ser repobladas con especies de crecimiento rápido: Eucalyptus camaldulensis, Leucaena leucocephala y Acacia auriculiformis.

Un elemento crucial era la autoridad. En la reserva, el Departamento Forestal era la única autoridad en materia de ordenación, pero sus distintas dependencias se ocupaban de diferentes aspectos. A la Dirección de Ordenación de Cuencas Hidrográficas le correspondía replantar las zonas usurpadas. Sin embargo, una vez plantados los árboles, la responsabilidad de su manejo y aprovechamiento recaía sobre otras dependencias. El uso y protección del bosque natural no eran de la incumbencia del proyecto ni de la Dirección de Ordenación de Cuencas Hidrográficas. Esta fragmentación de responsabilidades impedía casi por completo al proyecto negociar incluso pequeñas modificaciones experimentales en el uso de la tierra para demostrar sus beneficios a la población local.

Sin embargo, fuera de la reserva forestal la autoridad recaía sobre los campesinos (en las tierras de propiedad privada) o sobre las aldeas (en las tierras de propiedad común). En estas tierras se podía pensar en otras formas de aprovechamiento, si las aceptaban los aldeanos por corresponder a necesidades sentidas como tales.

Dadas estas condiciones, la estrategia del proyecto no podía ser sino trabajar a lo largo de tres líneas paralelas de acción: primera, continuar la obra de rehabilitación iniciada por el Departamento Forestal consistente en plantar árboles en tierras de la reserva, con el respaldo, siempre que era posible, de actividades compatibles que generaban ingreso y trabajo para las familias locales; segunda, discutir los problemas de uso de la tierra con los campesinos y autoridades locales y negociar formas más adecuadas de ordenación, con actividades de extensión como complemento; tercera, reunir datos concretos acerca de las necesidades, limitaciones y costos y beneficios de los cambios que se consideraban más aconsejables. Esta última línea de acción incluía también todo lo referente a instituciones y discusiones con las autoridades gubernamentales. En la base de esta estrategia se encontraba la esperanza de que esas tres líneas de acción pudieran eventualmente consolidarse en una ordenación verdaderamente integral de la cuenca.

Participación popular

En vista de que la población local participaba en la toma de decisiones sobre el uso de la tierra donde el Departamento Forestal no tenía autoridad directa, había que empezar por saber cuáles eran verdaderamente sus necesidades y preferencias.

Aunque el proyecto nunca tuvo nada que ver directamente con las medidas tomadas para que se respetara la ley y escapaba en parte a la hostilidad consiguiente, en sus relaciones con los aldeanos no dominaba ni mucho menos, la confianza y la franqueza. Con el fin de salvar ese obstáculo que impedía conocer de primera mano la actitud de los pobladores de Phu Wiang hacia los objetivos y actividades del proyecto, se buscó la cooperación de la Universidad de Khon Kaen. El Proyecto de Sistemas Agrícolas de dicha Universidad había acumulado, con ayuda de la Fundación Ford, bastante experiencia en procedimientos apropiados para acopiar información. Había perfeccionado técnicas que le permitían evaluar rápidamente las condiciones reinantes en el campo y reunir en poco tiempo los datos pertinentes.

Se hizo una encuesta utilizando dichas técnicas rápidas y, además, el procedimiento normal a base de un cuestionario. Revelaron que los campesinos eran contrarios a la repoblación. La mayoría de ellos se dedicaba al cultivo de mandioca en parcelas ganadas al bosque y prefería que se le concediera el derecho a cultivar tierras de la reserva forestal. De todos modos, se daba cuenta de que las plantaciones representaban algunas utilidades en potencia, más que nada en forma de puestos de trabajo. La especie preferida para las plantaciones era el eucalipto, porque así se podía seguir cultivando mandioca entre los árboles durante tres anos, hasta que el rendimiento bajaba demasiado. Leucaena y Acacia echaban copa cerrada con más rapidez y permitían cosechar mandioca sólo un año después de efectuada la plantación. Cuando se les preguntó qué árboles debería plantar el Departamento Forestal en las tierras invadidas, indicaron preferencia por muchas de las especies locales de latifoliadas. Si fueran ellos mismos los que tuvieran que plantar árboles en provecho propio, preferirían árboles frutales.

Los resultados de la encuesta indicaron claramente que percibían el valor del bosque natural como recurso y que apreciaban la utilidad de muchas especies de árboles, hierbas, animales y hongos para uso doméstico.

Joven de Phu Wiang con una carga de mandioca, que se cultiva en medio del bosque para exportarla

No ponían en duda la necesidad de proteger los bosques; en realidad, los aldeanos propusieron que ellos mismos participaran en su protección. A pesar de que se daban cuenta de los problemas de degradación del ambiente y de erosión, casi nadie dijo haber hecho algo para contenerlas en los campos que ellos mismos cultivaban. Sus conocimientos acerca de cómo controlar la erosión y proteger la fertilidad del suelo eran, sin duda, insuficientes. No era pues, posible esperar que una comunidad aldeana se ocupara por sí misma de ordenar de manera sostenida el uso de su tierra.

Con el fin de mejorar la comunicación entre el proyecto y la población local, las ocho aldeas más cercanas a la reserva forestal nombraron «agentes voluntarios de enlace». Los aspirantes al nombramiento tenían que saber leer y escribir, haber nacido en la aldea en que vivían y haber demostrado interés por el bienestar colectivo. Se consultaba acerca de ellos a los dirigentes locales, a los maestros y a los monjes. La mayor parte de los interesados estaba sin trabajo, pero eran jóvenes relativamente bien instruidos, como es normal en todo el nordeste de Tailandia, donde el nivel de la enseñanza es bastante elevado, pero escasos los empleos. El proyecto pagaba a dichos voluntarios como mano de obra no especializada con el fin de mantener bajos los costos para poder extender el plan a otras zonas sin buscar finanzas adicionales. Se le dijo a los agentes que no debían considerarse empleados del proyecto o del Gobierno, sino de su aldea. Estaban en libertad de aceptar cualquier otro empleo que les pareciera mejor.

Una vez terminada su orientación inicial, los voluntarios hicieron un inventario de su aldea y dibujaron un mapa de la misma. Después, se reunieron en cada aldea durante un par de días con un grupo de unas 50 personas para analizar los problemas planteados para su desarrollo. El personal del proyecto y funcionarios locales del Gobierno especializados en desarrollo de la comunidad, en extensión agrícola y en zootecnia expusieron sus respectivos programas y participaron en las discusiones. Las sesiones inaugural y final fueron presididas por la máxima autoridad del distrito.

Con el fin de encaminar las discusiones hacia el uso sostenible de la tierra se mostraron a los participantes en las dos primeras reuniones filminas y vídeos que ilustraban actividades de ordenación de cuencas hidrográficas en otras partes de Tailandia y en el extranjero. Más adelante, el personal del proyecto filmaba con equipo vídeo portátil escenas locales para hacer resaltar en las discusiones cuáles eran los problemas y sus soluciones. Esos vídeos tomados inmediatamente antes de las reuniones contribuyeron mucho a que la gente se decidiera a exteriorizar su manera de pensar.

En la mayor parte de las reuniones los participantes convinieron en que los recursos naturales no eran ya tan abundantes como solían ser, y que era indispensable incrementar la producción en la tierra disponible para que alcanzara a satisfacer todas las necesidades de la familia. Querían ayuda del Gobierno, pero sólo para la plantación de árboles frutales, para pequeña ganadería (particularmente de aves de corral), para piscicultura, y para la cría del gusano de seda.

El proyecto, conjuntamente con las dependencias oficiales competentes en cada caso, organizó y llevó a cabo toda una serie de cursillos intensivos y de programas de extensión para capacitar precisamente en esas actividades a los aldeanos. La enseñanza incluía no sólo clases, sino también la visita a una estación experimental o explotación modelo. Se elegía a los participantes en consulta con los dirigentes locales y con los voluntarios, los cuales llevaban un registro de las actividades por las que se interesaba cada familia. El personal del proyecto asistía a reuniones semanales con los voluntarios para darse cuenta de la medida en que se adoptaban las nuevas prácticas recomendadas. En las aldeas los voluntarios colocaron grandes tableros donde aparecía el mapa del lugar y sus casas, coloreadas de distinta manera según el programa en que estuviera participando, y además estadísticas semanales de ventas, número de beneficiarios, etc., así como avisos de interés general.

Después de las reuniones, se invitaba a los monjes de más alto rango de los 25 monasterios budistas de la cuenca a discutir las actividades. Al principio las criticaban adversamente, motivados por su idea de que las familias campesinas sufrían por causa de la prohibición de explotar la reserva forestal. Sin embargo, una vez convencidos de que, con la invasión del bosque por parte de los lugareños, se llegaría a la destrucción del recurso y, por consiguiente, a un ambiente empobrecido como herencia para las generaciones futuras, y de que las actividades del proyecto tenían por objeto intensificar de manera sostenible la producción de las tierras del valle, los monjes decidieron cooperar e incluso cedieron terrenos de los templos para demostraciones, etc.

El proyecto organizó también una gira por todo el nordeste con los dirigentes principales de cada aldea para instruirlos en los principios budistas del desarrollo. Se visitaban las aldeas en que, animados por dirigentes y monjes especialmente dinámicos, los pobladores habían dado mayor impulso al desarrollo y se les inculcaban ideas de respeto por la naturaleza, disciplina, ayuda mutua, confianza en sí mismos, etc. En un poblado vieron cómo un grupo de campesinos, no teniendo capital para invertir, invirtió su propio trabajo en la construcción y explotación intensiva de un estanque y de los diques y campo circundante para la cría simultánea de peces, de patos y pollos, y en la siembra de hortalizas y frutales, usando el estiércol como fertilizante. En otra aldea se demostraba cómo se había aprovechado la tierra de propiedad común para cultivar moreras con que criar gusanos de seda. Observaban así los campesinos diversas maneras de substituir el cultivo de la mandioca como fuente principal de ingreso por otras ocupaciones que, además, tenían la virtud de repartir mejor las entradas por todo el año.

El proyecto dio trabajo a gente del lagar: algunas campesinas regando en un vivero

Posteriormente, muchos de esos aldeanos más progresistas comunicaron al proyecto que ya estaban practicando el cultivo integral de su propia tierra y que podían servir de modelo para la capacitación de sus vecinos.

Tuvieron particular éxito la cría de gusanos de seda, los frutales y la piscicultura. Se fueron abandonando las explicaciones en clase por capacitación sobre el terreno a cargo de especialistas; se hacían también visitas a las explotaciones de los campesinos que más habían adelantado y a las de los templos. Aumentaba constantemente el número de hombres y mujeres que participaban en las actividades sin que por ello aumentaran significativamente los gastos del proyecto. Para hacer frente a la necesidad de hacer pequeñas inversiones, como por ejemplo en sericicultura, se creó un fondo rotatorio. Proporcionaba los insumos (semilla de morera, plantines, etc.) a condición de que fueran devueltos en especie una temporada más tarde. El índice de cumplimiento fue muy elevado.

La superficie dedicada al cultivo de la morera aumentó y los ingresos derivados de esa actividad llegaron a ser significativos. Hubo que disipar la esperanza de que el proyecto proporcionara gratuitamente construcciones de cemento para la cría de los gusanos. En cambio, el proyecto organizó a las familias para que hicieran por sí mismas pequeñas mejoras en el manejo higiénico de los gusanos y compraran semilla de mejores variedades de morera. Al acercarse el final del período de vigencia del proyecto, varias familias estaban ya en situación de practicar la sericicultura en condiciones industriales.

Se hizo resaltar la necesidad de mejorar gradualmente los árboles frutales. Los voluntarios y muchos campesinos aprendieron a injertar, y el proyecto les proporcionaba las herramientas y el material vegetal necesario. En los últimos tiempos se había llegado a cosechar y vender buenas variedades de mangos, pomelos y guavas, lo cual fue animando a los campesinos menos atrevidos a adoptar también su cultivo.

Se limitó deliberadamente la ayuda a la piscicultura. Sólo se prestaba maquinaria para la construcción de estanques a escuelas y otras entidades públicas. Para los estanques privados, al principio el proyecto traía los alevines, pero más adelante se limitaba a estimular iniciativas colectivas de modo que cada grupo se encargara de buscar y transportar sus insumos.

El programa de capacitación y extensión abarcó otros temas con desigual éxito. La mejora de la ganadería (vacas y búfalos) se concentró en la producción de forraje. La costumbre era apacentar a los animales en tierra comunitaria, en el bosque, o en los arrozales después de cosechados. En la temporada de las lluvias, cuando el campo estaba todavía verde y la mano de obra familiar era indispensable para el cultivo, muchas familias retenían a los animales en casa, alimentándolos con forraje traído del campo o del margen de los caminos. El proyecto delimitó algunas parcelas en la reserva forestal para pasto y, más adelante, plantó forraje entre los árboles de crecimiento rápido. Esto último demostró la utilidad de plantar hierbas forrajeras para dar de comer al ganado estabulado y se permitió a algunos campesinos cortarla y responsabilizarse en parte del mantenimiento y control de esas parcelas. Por primera vez en la historia de Phu Wiang los campesinos empezaron a plantar hierba forrajera también en su propia tierra.

Los programas de vacunación de aves de corral eran indispensables para combatir las enfermedades prevalecientes, pero al acabar el proyecto no eran todavía suficientes. En cuanto a la producción de hongos y a la apicultura, pocas familias las tomaron en serio. Por lo que hace a las prácticas de conservación del suelo, diversificación de los cultivos y agrosilvicultura en las parcelas de propiedad privada, los campesinos demostraron cierto interés, motivado probablemente por los insumos que el proyecto proporcionaba gratuitamente - semilla, fertilizantes y a veces hasta mano de obra - que por su propio convencimiento de la necesidad de adoptarlas.

Originalmente, las actividades de capacitación se limitaron a las ocho aldeas más próximas a la reserva forestal, pero más tarde se extendieron a todos los interesados de todas las aldeas de la cuenca; en total, se beneficiaron de esta enseñanza más de un millar de personas.

Las actividades de extensión se concentraron sobre todo en los jóvenes. Para crear conciencia, se organizaron concursos escolares; por ejemplo, uno para premiar el mejor slogan. Se imprimió el elegido en las camisetas de los jóvenes. Las escuelas en su conjunto, e individualmente los alumnos, compitieron también en actividades de agricultura integral y agrosilvicultura. Se preparaba a los jóvenes a actuar como punta de lanza del desarrollo de toda la comunidad.

En todas las actividades de capacitación el proyecto trabajaba a nivel distrital en contacto con un comité asesor presidido por la máxima autoridad del distrito. El director tailandés del proyecto hacía de secretario, y entre los miembros se contaban dirigentes, representantes de las principales dependencias públicas, del centro agrícola regional y hasta de la Universidad de Khon Kaen. Siempre se consultaba al citado comité asesor para la toma de decisiones importantes y, poco a poco, llegó a ser una verdadera tribuna para la discusión de iniciativas para el desarrollo de toda la región. Aunque al principio este comité veía con cierta prevención a los agentes voluntarios, acabó por recomendar que su nombramiento se extendiera a todas las aldeas de la cuenca. La actuación de los voluntarios en las ocho aldeas en que primero se habían nombrado fue evaluado y se cambiaron los que tuvieron peor calificación. En cambio, los que se destacaron fueron hechos responsables también de otras aldeas vecinas y se les aumentó el salario.

De vuelta al bosque

Todas las actividades antes mencionadas, que tenían lugar en parcelas privadas y en tierras de la aldea, para satisfacer necesidades sentidas por los campesinos, no constituían más que una de las tres líneas de acción del proyecto. Nunca se olvidó, sin embargo, que el lindero del bosque separaba dos mundos. Había plena conciencia de que, a pesar de toda la actividad reinante fuera del bosque, si desaparecieran, los controles y las sanciones, los campesinos reanudarían su trabajo en la reserva mientras no se dieran cuenta que de ese modo estarían actuando en contra de su propio interés. De momento les interesaba más bien la agricultura que la madera y más las utilidades económicas inmediatas, que mantener para siempre la calidad del medio ambiente.

Al principio el proyecto permitió que los campesinos siguieran sembrando mandioca entre los árboles recién plantados, a condición de que no les perjudicara de ninguna manera. Los campesinos parecieron aceptar esta condición y las plantaciones crecieron como se esperaba. Más adelante, al intensificarse la preocupación nacional por proteger los bosques, el Departamento Forestal dejó de tolerar la siembra intercalada de mandioca en las plantaciones. La experiencia que para entonces habían ganado, tanto los campesinos como el proyecto, resultó muy útil. En efecto, gracias a ella se contaba con cifras concretas de costos y beneficios y era posible compararlas con las del cultivo exclusivo de mandioca y de la plantación de eucaliptos sin mandioca intercalada.

Como era lógico, las utilidades inmediatas del cultivo combinado eran intermedias entre las de la plantación (menores) y las del cultivo (mayores). Cierto que las plantaciones sólo darían beneficios tangibles cuando se cosecharan los árboles, lo cual no se había pensado consentir inicialmente. Las elevadas utilidades que reportaba el cultivo de mandioca eran debidas a que se realizaban en tierra recién desmontada y, por lo tanto, especialmente fértil. Los campesinos confesaban que el rendimiento del monocultivo de mandioca bajaba después de los primeros años y que periódicamente tenían que dejar descansar la tierra durante un par de años para que recuperara fertilidad. La información reunida permitió llegar a la conclusión de que, en definitiva, con la rotación de eucalipto intercalado con mandioca, el rendimiento del trabajo y el valor añadido durante los tres primeros años de cada rotación, resultan aproximadamente iguales a los del monocultivo de mandioca.

Selección de capullos de gusano de seda en Phu Wiang, donde la cría del gusano es importante fuente de ingresos

Más tarde se experimentó la siembra de hierbas forrajeras en las plantaciones de tres años - al suprimir el cultivo de mandioca - y dado que los campesinos aprovechaban el forraje, este sistema agrosilvícola que incluía árboles, tal como exigía el Departamento Forestal, resultaba aún más viable económicamente.

En el proyecto se daba por supuesto que el interés de los agricultores no se manifestaría plenamente mientras no recibieran las utilidades económicas de la componente maderera. Los campesinos saben que existe la posibilidad de vender anticipadamente a intermediarios los árboles, pero en la situación actual del mercado no reciben más que una fracción de su verdadero valor. Es indispensable invertir el sentido del proceso de enajenación de la tierra forestal y el proyecto quería participar activamente en este proceso.

Mientras duró la ejecución del proyecto no fue posible llevar a la práctica el sistema agrosilvícola recién descrito con participación de campesinos. En su lugar se organizó un curso de capacitación en el uso de madera de especies de crecimiento rápido para beneficio de carpinteros y amas de casa. Para los primeros, con el fin de que aprendieran métodos sencillos de preservación de la madera rolliza. Para las segundas, para que adquiriesen experiencia en la mejor manera de usar esa leña y el carbón vegetal hecho a base de las especies disponibles. Es interesante mencionar que una de las partes del cursillo que más apreciaron los participantes fue la explicación de cuáles eran sus derechos a utilizar la madera y a hacer carbón, dadas las prohibiciones vigentes.

Aunque el proyecto no llegó al punto de hacer que los campesinos participaran en la ejecución de planes agrosilvícolas en el interior de la reserva forestal, éste es el elemento fundamental de un nuevo proyecto que se propone como continuación del anterior y que está siendo analizado mientras se escribe este artículo. Sí se creara un parque nacional, no abarcaría todo el bosque, sino que se dejaría fuera una parte para practicar en ella la silvicultura comunitaria.

Observaciones finales

Algunas veces, cuando el personal del Departamento Forestal visitaba Phu Wiang, se evidenciaba cierta confusión acerca del papel de la ordenación de cuencas. Para la Dirección de Ordenación de Cuencas Hidrográficas del Departamento Forestal cuyo título traducido literalmente del tailandés es «Dirección de Rehabilitación de Cabeceras»su papel es reforestarlas para rehabilitarlas. Para muchos de los especialistas forestales todo lo relacionado con extensión agrícola era secundario para la ordenación de la cuenca. Para ellos, por consiguiente, el proyecto era un éxito, ya que se había sacado a los campesinos del bosque, dejándolos satisfechos con su suerte, y se habían plantado muchos árboles, un elevado porcentaje de los cuales sobrevivía. Para otros, y entre ellos el personal del proyecto, apenas se habían dado los primeros pasos; faltaba lo principal.

Phu Wiang es un ejemplo del estado de adelanto que ha alcanzado la ciencia de la ordenación de cuencas hidrográficas. Demuestra que la extensión y la protección del bosque son complementarias. Aunque de pequeña escala, no hay que subestimar la importancia de un proyecto como Phu Wiang. Es más realista esperar el éxito de una adaptación gradual a la situación local, que esperarlo de un cambio radical de política que no tome en cuenta la situación existente. No es posible hacer todo al mismo tiempo. Las aspiraciones inmediatas de la población son tan importantes como las del Gobierno. Ambas partes tienen mucho que aprender, y la participación popular es indispensable para averiguar quién tiene razón.

Bibliografía

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