A medida que nos acercamos al nuevo milenio, creo que ha llegado el momento de una movilización mundial para afrontar el mayor problema del mundo de hoy: el hambre y la inseguridad alimentaria. Con esta finalidad, he tomado la iniciativa de convocar una Cumbre Mundial sobre la Alimentación en noviembre de 1996, en la que se reunirán en Roma Jefes de Estado y de Gobierno de todas las naciones del mundo.
Lo que esperamos, en primer lugar, de esta reunión es atraer la atención mundial hacia el hecho de que, pese a los notables incrementos de la producción mundial de alimentos, el hambre y la malnutrición se hallan aún masivamente presentes en el mundo contemporáneo. Los sufrimientos humanos y la devastación que cada día provoca esta plaga son de dimensiones mucho mayores que los causados por cualquier guerra, epidemia o catástrofe natural. Sin embargo, son demasiado pocas las personas que tienen una conciencia exacta de la naturaleza y magnitud del problema. No obstante vivamos en una era de la información, los medios de difusión se ocupan de la inseguridad alimentaria solamente cuando acontecimientos excepcionales ponen en primer plano algunas de sus manifestaciones más dramáticas.
En segundo lugar, la Cumbre trasmitirá el mensaje fundamental de que las muertes y los sufrimientos provocados por la inseguridad alimentaria son tan innecesarios como intolerables. El acabar con el hambre y la malnutrición, lejos de ser un sueño utópico o poético, se halla al alcance de la tecnología moderna, los recursos y el conocimiento de los problemas causantes de que disponen nuestras sociedades modernas. La historia reciente ofrece ejemplos excelentes que demuestran la posibilidad de resolver problemas incluso de inseguridad alimentaria masiva y extrema.
Por último, el conocimiento y la conciencia de este problema mundial deben traducirse en un amplio apoyo y compromiso para una acción política eficaz. La Cumbre ofrecerá a los representantes de los países al más alto nivel político la ocasión de examinar las distintas dimensiones de la seguridad alimentaria mundial y de adoptar varios principios y compromisos fundamentales, así como un plan de acción. Confío en que la Cumbre satisfaga las esperanzas y expectativas de millones de personas y dé el impulso y la inspiración necesarios para una nueva «cruzada» en favor de la seguridad alimentaria para todos.
La FAO está realizando un esfuerzo especial para facilitar a la Cumbre información y apoyo analítico suficientes sobre las múltiples dimensiones conceptuales, técnicas y de política del problema alimentario. Como una contribución más al debate, la seguridad alimentaria será objeto de un examen completo en la publicación de 1996 de El estado mundial de la agricultura y la alimentación.
El tema de la seguridad alimentaria ocupa también un lugar prominente en la edición de este año de El estado mundial de la agricultura y la alimentación. En el contexto de situaciones y acontecimientos muy diferentes, la imagen general que trasluce del presente informe es la de un progreso alentador en muchos sectores que benefician directa o indirectamente a la alimentación y la agricultura. En efecto, en 1994 y 1995 se ha consolidado la recuperación económica mundial tras el descenso de 1990-93; se ha seguido progresando en la liberalización y reforma económicas en muchos países; se ha registrado una recuperación de los precios internacionales de los productos básicos que ha proporcionado a muchas economías exportadoras de productos agrícolas los ingresos en divisas que les permiten consolidar la base de un crecimiento sostenido. Estas novedades favorables registradas en el contexto mundial, junto con una serie de logros importantes en los distintos países y regiones, configuran lo que probablemente se recordará como un período de posibilidades y esperanzas para muchos países del mundo en desarrollo.
Sin embargo, lo menos que podemos permitirnos es caer en la complacencia. Junto con las nuevas oportunidades, surgen viejos problemas y nuevos riesgos. La turbulencia en los mercados financieros a fines de 1994 sirvió para hacernos recordar que las perspectivas del mercado y las situaciones económicas pueden cambiar frente a persistentes desequilibrios económicos. Se está recuperando la economía mundial, pero millones de personas, sobre todo en los países de Africa, que están menos integradas en la economía mundial, no han visto todavía sus beneficios. Aunque debemos felicitarnos de los importantes adelantos en la reforma de las políticas sectoriales y macroeconómicas, los pobres siguen siendo especialmente vulnerables a plazos medio y corto incluso a cambios que se prevé les beneficiarán a la larga. Los beneficios inesperados derivados del fortalecimiento de los precios de los productos básicos representan un alivio financiero y una oportunidad de desarrollo para los exportadores agropecuarios; pero no es posible esperar que este período se prolongue indefinidamente, y dichos beneficios deben considerarse en el contexto del prolongado descenso anterior de los precios reales de los productos y de los profundos desequilibrios estructurales de los mercados agrícolas. La agricultura se ha beneficiado de la mejora del clima económico en muchos países; sin embargo, los incrementos de producción siguen siendo insuficientes en gran parte del mundo en desarrollo, y muchos países -de los cuales al menos 15 se hallan en Africa- se enfrentan actualmente con graves situaciones de escasez de alimentos. Por otra parte, la reducción reciente de los suministros en los mercados de cereales y las perspectivas de una disminución de las existencias gubernamentales en los principales países exportadores vuelven a plantear la cuestión de la suficiencia de tales existencias en el contexto de la seguridad alimentaria mundial. Estos acontecimientos coinciden de forma adversa e inquietante con una tendencia a la reducción del flujo de la ayuda alimentaria y de la asistencia exterior para la agricultura.
Los problemas de los mercados agrícolas son el tema central del capítulo especial de este año, «Comercio agrícola: ¿Comienzo de una nueva era?», asunto que tiene importantes repercusiones directas e indirectas en la seguridad alimentaria. En este informe se señala que el comercio agrícola ha crecido considerablemente en los dos últimos decenios dando a los consumidores el acceso a más alimentos, mejores y más baratos, a la vez que ha constituido también una fuente importante de empleo y divisas. No obstante, los beneficios del comercio agrícola se han repartido de forma muy desigual, y los mercados siguen adoleciendo de una intervención y protección distorsionantes.
Se examinan estas cuestiones en el contexto de los principales cambios registrados en el clima económico, institucional y de mercado para el comercio agrícola en el pasado reciente. Se sugiere que podría comenzar una nueva era con la liberalización de la economía mundial, la presencia cada vez mayor de los países en desarrollo en los mercados mundiales, las importantes transformaciones en las antiguas economías de planificación centralizada, el impulso hacia acuerdos comerciales regionales, y los cambios en los mercados mundiales y las normas procedentes de la conclusión de la Ronda Uruguay. Además, el presente informe trata la cuestión complicada y controvertida de la interacción del comercio con la protección ambiental y la sostenibilidad de la producción.
El orden comercial que surgirá de esta interacción cada vez más complicada de factores e influencias es difícil de prever. Cabe esperar que un contexto cada vez más liberal e integrado fomente el comercio, estimule los esfuerzos para mejorar la competitividad y dé lugar a un bienestar general. Sin embargo, los efectos de la Ronda Uruguay podrían resultar pequeños a breve plazo y probablemente ser desiguales entre los países y mercados específicos. Según previsiones actuales, habrá pocos cambios en los precios internacionales de los productos tropicales y subirán algo los de los productos de clima templado, lo que indica una distribución asimétrica de las oportunidades, los riesgos y las pérdidas en las distintas situaciones. Además, pese al impulso general hacia regímenes comerciales más abiertos y disciplinados, es probable que el proteccionismo, en sus formas tradicionales o en otras nuevas, siga infestando los mercados agrícolas. Por ello, es probable que los países con déficit de alimentos tengan que pagar más por sus importaciones, y que los más pobres de ellos padezcan una inseguridad alimentaria mayor, al menos inicialmente, mientras que el acceso al mercado y la competitividad continuarán siendo problemas difíciles para muchos países en desarrollo, incluso para los mejor pertrechados con vistas a la producción y exportaciones agrícolas.
Espero que este informe contribuya a crear una mayor sensibilización no sólo sobre las nuevas oportunidades, sino también sobre los problemas e incertidumbres que la comunidad internacional deberá afrontar en la era que se inicia.
Jacques Diouf
DIRECTOR-GENERAL