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Capitulo 4: Las familias rurales


Capitulo 4: Las familias rurales

Una gran parte de las mujeres rurales vive en una familia, ya sea en su familia de origen o en la familia que ella misma haya formado. En este capitulo, se intentará perfilar a las familias rurales, por un método deductivo, a través de distintos fenómenos que inciden en la familia: la fecundidad, la mortalidad infantil, la composición de los grupos familiares, la nupcialidad y las relaciones de poder entre hombres y mujeres que en ellas se establecen.

4.1. Fecundidad y mortalidad infantil en las áreas rurales

La fecundidad en la Región ha experimentado cambios de gran magnitud en las últimas décadas. Desde l965, comenzó a observarse, en algunos países, cambios en la fecundidad que paulatinamente fueron extendiéndose al resto de los países. Mientras que alrededor de 1950 se observaba una fecundidad promedio extremadamente elevada, de 6 hijos por mujer, en el período 19851990, el promedio para la Región se ubica en 3,4 hijos por mujer (CEPAL/CELADE, 1993). Por lo tanto, lo primero que puede afirmarse respecto de las familias de Latinoamérica y el Caribe es que en la actualidad están compuestas por menos miembros que en el pasado.

Lo anterior no implica que se haya producido una disminución en los nacimientos: debido a que el descenso de la fecundidad es relativamente reciente y la estructura por edades de muchos países es todavía joven, los nacimientos anuales aumentaron de 7 a 12 millones entre 1950-1955 y 1985-1990, lo que, en términos absolutos, implicó un incremento de población en la mayoría de los países (CEPAL/CELADE, 1993). Es decir, hay más habitantes, pero agrupados en grupos familiares que en su mayoría tienen menos hijos.

El descenso de la fecundidad en resultado de un conjunto de factores socioeconómicos y culturales, que limitan la exposición a las relaciones sexuales, a la concepción y a la gestación, tales como el nivel de educación alcanzado, el lugar de residencia, la ocupación, la extensión de la cobertura en salud, los patrones de formación de uniones, entre los principales, las cuales actuarían sobre un conjunto de variables, denominadas "variables intermedias" o "determinantes próximos", las cuales, a su vez, afectan la fecundidad(11).

11 Al respecto véase: Davis y Blake, 1967: "Factores sociológicos de la fecundidad. El Colegio de México/CELADE, México. Bongaarts, 1978: "A framework for analysing the proximate determinants of fertility", Population and Development Review, vol 4, n° 1, marzo.

Si bien el descenso de la fecundidad es un fenómeno general en la Región, la transición de la fecundidad ha presentado heterogeneidades tanto entre los países, como al interior de ellos. Además, se inscribe en un proceso más amplio, denominado "transición demográfica", que significa que los cambios en la fecundidad se presentan acompañados de variaciones en la mortalidad.

La "transición demográfica" alude al proceso de cambio de la población observado en las sociedades occidentales, y consiste en la evolución desde niveles altos de fecundidad y mortalidad a niveles bajos en tales variables. Estos fenómenos estarían en relación con las transformaciones sociales y económicas derivadas de la modernización industrial (CEPAL/CELADE, 1993).

Según las tasas brutas de natalidad y mortalidad observadas en el periodo 1985-1990, los países de la Región se clasifican en cuatro etapas de la transición demográfica(12) (CEPAL/CELADE, 1993):

12 Se señala que si bien estas medidas no expresan completamente los niveles de fecundidad y mortalidad, determinan el crecimiento de la población y expresan la influencia de la estructura por edades. Adamas, no se considera la migración internacional, por su menor influencia en la evolución del crecimiento y la estructura de la población.

Un factor frecuentemente asociado a la transición demográfica es la urbanización, lo que permitiría afirmar que en las áreas rurales la fecundidad sería sistemáticamente mayor que en las áreas urbanas. Esta relación se basa en sustentos teóricos y evidencias empíricas que en general muestran que los países más urbanizados se sitúan en etapas más avanzadas de la transición demográfica. Sin embargo, la situación de algunos países de la Región muestra que no se da un relación de tipo causal entre ambos fenómenos: Bolivia se encuentra en la etapa incipiente de la transición demográfica y presenta un porcentaje de población urbana superior a Costa Rica, país que está en plena transición; Venezuela, que es el segundo país en Latinoamérica con el más alto porcentaje de población urbana aún no está en una etapa avanzada de la transición; Cuba, que se sitúa en la etapa avanzada de la transición demográfica, registra un nivel de urbanización menor que los países que están en su grupo (Argentina, Chile y Uruguay). Estos casos permiten señalar que los efectos de la urbanización sobre la transición se relacionan más con las transformaciones socioeconómicas y culturales propias de este proceso, que con la concentración de la población en las áreas urbanas (J. Chackiel y M. Villa, 1992).

Si bien las relaciones entre transición demográfica y urbanización no parecen ser de tipo causal, existen claras diferencias entre la fecundidad y la mortalidad entre las áreas urbanas y las rurales, las que son mayores en aquellos países en etapas menos avanzadas de la transición. Esto se debo a que la transición demográfica comienza en el medio urbano y en los sectores sociales más acomodados, para luego difundirse al resto de la población.

En relación a la fecundidad, en los países situados en una etapa avanzada de la transición demográfica, se observa una convergencia en la fecundidad de las áreas rurales y urbana-. Por ejemplo, en Chile y Cuba, las familias tanto urbanas como rurales tienen a tener aproximadamente 2 y 3 hijos. En loe países situados en plena transición, recién comienza a perfilarse esta convergencia. Por último, en 108 países de transición moderada e incipiente, se observa un descenso en la fecundidad en la. ciudades capitales, pero no se advierten cambios en las zonas rurales (J. Chackiel y M. Villa, 1992).

Hechas estas salvedades, tiende a haber más hijos por mujer en el campo que en las ciudades. Las Encuentas Nacionales de Demografía y Salud, realizadas en algunos países durante la década de los ochenta, dan cuenta de este fenómeno (cuadro 11). Se ha observado además que un número importante de mujeres rurales declara sistemáticamente que una elevada proporción de su fecundidad real no es deseada, es decir que han tenido más hijos de loe que ellas hubiesen querido tener (CEPAL/CELADE, 1993). En la mayoría de los países sobre los cuales se tiene información, la fecundidad real no deseada es, incluso, mayor que la declarada por mujeres urbanas (cuadro 12). Ello podría ser un indicador de que las mujeres en las área. rurales tienen un menor acceso a métodos de planificación familiar. Convendría, sin embargo, realizar estudios específicos de mayor profundidad que tiendan a esclarecer el papel que en ello juegan los factores culturales y en especial la resistencia al cambio. Queda claro, sin embargo, que al menee para algunos países, pareciera no estar vigente el ideal de la familia numerosa, sino que hay muchos nacimientos que las mujeres no han sabido o podido evitar.

CUADRO N° 11: AMERICA LATINA: TASAS GLOBALES DE FECUNDIDAD POR AREA DE RESIDENCIA

   

Area de residencia

País

Período

Urbano

Rural

Total

Guatemala

1983-1987

4.1

6.5

5.6

Bolivia

1984-1989

4.0

6.4

4.9

Paraguay

1987-1990

3.6

1.6

4.7

Perú

1984-1986

3.1

6.3

4.1

México

1984-1986

3.1

5.2

3.8

Rep.. Dominicana

1983-1986

3.1

4.8

3.7

Brasil

1983-1986

3.0

5.0

3.5

Colombia

1981-1986

2.9

4.9

3.3

FUENTE: CEPAL/CELADE, 1993: 47. Información en base a los Informes Nacionales de las Encuestas Demográficas y de Salud

CUADRO N°12: AMERICA LATINA: PORCENTAJES DE FECUNDIDAD NO DESEADA POR AREA DE RESIDENCIA

   

Area de residencia

País

Año

Urbana

Rural

Total

Bolivia

1989

35.0

35.9

36.0

Brasil

1986

16.1

27.5

19.8

Colombia

1986

12.3

20.7

15.9

Ecuador

1987

16.2

17.6

17.1

El Salvador

1985

14.6

25.0

27.0

Guatemala

1987

63.3

10.8

12.5

Perú

1986

21.9

42.3

35.9

Rep. Dominicana

1986

-

31.3

26.3

*La fecundidad no deseada se calcula para un periodo de tres años anteriores a la Encuesta, atendiendo a si los hijos fueron deseados o no. El porcentaje corresponde a la proporción de la fecundidad no deseada respecto de la total

FUENTE: CEPAL/CELADE, 1993: 46. Información en base a los Informes Nacionales do las Encuestas Demográficas y de Salud de

En las familias rurales de América Latina y el Caribe, la mortalidad infantil también es superior a la de las familias urbanas. En los países de transición incipiente y moderada, cerca de dos tercios de las defunciones infantiles se producen en las áreas rurales, donde además ocurre la mitad o mas de los nacimientos (J. Chackiel y M. Villa, 1992). Asimismo, la mortalidad infantil es mayor en la población indígena: un estudio reciente realizado en reducciones de indígenas de Chile encontró una tasa de mortalidad infantil para 1985 de 45 por mil, mientras que la nacional era de 20 por mil y en los sectores de altos ingresos de la capital del país era inferior a 10 por mil, es decir, casi cinco veces menor al estimado para estas reducciones indígenas (UFRO/INE/FII/PAESMI/ CELADE, 1990). Datos recientes para algunos países muestran las diferencias urbano-rural en la mortalidad infantil (cuadro 13).

Los diferencias en la mortalidad infantil entre áreas urbanas y rurales tienen especial importancia, ya que la muerte de los niños menores de un año se asocia fuertemente con factores de tipo exógeno que inciden sobre su salud. A nivel de la familia, los recursos económicos con que cuenta, la educación de la madre y el tipo de atención y cuidado que puede prestarle al niño, la" creencias sobre el origen y tratamiento de las enfermedades, los servicios sanitarios de la vivienda, actúan sobre un conjunto de variables intermedias que determinan el proceso de saludenfermedad del niño (Behm-Rosas, 1990). La carencia de tierra y la elevada proporción de indigentes en las zonas rurales de la Región, aspectos analizados en el capítulo 1, podrían ser factores asociados a las elevadas tasas de mortalidad infantil del estrato. El hecho de que la definición de pobreza e indigencia este asociada a los ingresos, deja sin embargo, fuera del análisis, a la proporción de población rural cuya estrategia producanimalvegatal, productiva esta centrada en la diversifieación-complementacion animal-vegatal, por cuanto hay evidencia (Lnaz-Valdivia, 1990) que dicho modelo se centra mas en el consumo y el ahorro que en la generación de ingresos, dando paso en general a una mejor alimentación del grupo familiar, dejando implícita la probabilidad de que en ese grupo en particular, las tasas de mortalidad infantil sean más bajas.

En suma, gran parte de las familias rurales de América Latina y el Caribe han entrado en la transición demográfica, de manera heterogénea según los países, ni bien, en general, presentan una fecundidad y mortalidad infantil más elevadas que las familias de la" áreas urbanas. Es decir, hay cambios, las mujeres rurales viven en núcleos familiares mas pequeños, quisieran poder controlar su fecundidad, pero no siempre cuentan con los medios para hacerlo.

En términos del futuro, se espera un avance en la Transición demográfica en todos los países de la Región. Basándose en los nivelen y tendencias de la fecundidad, se proyecta que en el último quinquenio del siglo las mujeres tengan en promedio 2,8 hijos y que alrededor del año 2.020 se llegue a 2,1 hijos, es decir, el nivel requerido para que una población mantenga el número de sus integrantes. El análisis por países revela que los situados en los grupos I y II llegarían a este nivel 10 años más tarde que el promedio de la Región. Bahamas, Barbados, Cuba, Martinica y Puerto Rico están actualmente en este nivel, mientras que las mujeres del resto de los países de los grupos III y IV, tendrían en el año 2.010 un promedio de hijos inferior a 2,5.

CUADRO N° 13: AMERICA LATINA: TASAS DE MORTALIDAD INFANTlL* POR AREA DE RESIDENCIA

   

Area de residencia

País

Periodo

Urbana

Rural

Total

Bolivia

1979-1989

79

112

96

Brasil

1976-1986

76

107

86

Guatemala

1983-1987

65

84

79

Perú

1981-1986

54

101

76

Rep. Dominicana

1976-1986

72

71

68

México

1982-1987

23

64

56

Colombia

1976-1986

38

41

39

Paraguay

1980-1990

32

38

35

* tasas por mil

FUENTE: CEPAL/CELADE, 1993: 47. Información en base a los Informes Nacionales de las Encuestas Demográficas y de Salud

No obstante estas proyecciones, no puede descartarse que las estrategias de desarrollo y la continua expansión de las comunicaciones en muchos países influya sobre sectores sociales cada vez más amplios, fomentando la idea de la familia pequeña mediante la difusión de determinados patrones de consumo y de vida y el acceso generalizado a los métodos de control familiar (CEPAL/CELADE, 1993).

Independientemente de lo anterior, la difusión de patrones culturales tendientes a la reducción de la fecundidad y la extensión de programas de planificación familiar, podrían jugar un importante papel en las áreas rurales, especialmente en los países situados en los grupos I y II. En ausencia de estos elementos, las tendencias actuales de la fecundidad rural en estos países indican que se mantendrá por sobre los promedios urbanos durante varias décadas mas.

En los países del grupo III debiera producirse una disminución paulatina de las diferencias rural-urbana, mientras que en los del grupo IV se observa cierta convergencia en la fecundidad de ambas áreas. Sin embargo, debe recordarse que el comportamiento promedio oculta las heterogeneidades presentes al interior de los países, olvidando la presencia de sectores sociales que pueden demandar tanta atención como aquellos que tienen un paso significativo en los países situados en los grupos I y II.

Las proyecciones realizadas respecto de la mortalidad infantil señalan que sólo 8 países de América Latina alcanzarán la meta de la Organización Mundial de la Salud, denominada "Salud para todos en el año 2.000": una tasa de mortalidad infantil inferior a 30 por mil. En el Caribe, la mayoría de los países ya ha alcanzado esta meta, con tasas inferiores a 20 por mil, con excepción de Guyana (56 por mil) y Suriname (33 por mil) (CEPAL/ CELADE 1993).

En relación a las áreas rurales e" importante considerar que la reducción de la mortalidad infantil en la Región ha tenido como rasgo común a todos los países los programas de vacunación masiva y de rehidratación oral y la ampliación de la cobertura y los servicios de salud. Además, la reducción de la fecundidad ha jugado un rol importante al disminuir la proporción de los nacimientos con mayor riesgo de muerte (CEPAL/CELADE, 1993). Además del impulso de iniciativa" similares para la. áreas rurales, sería recomendable verificar en un contexto más amplio, si en efecto los modelos productivos basados en el uso intensivo de la mano de obra, con estrategias de producción diversificadas, han dado lugar a familias con menores índices de mortalidad infantil, por cuanto tales resultados podrían sentar algunas bases para la recomendación de políticas a los países de la región.

4.2 Estructura tipo de familia en las áreas rurales

Las últimas décadas han asistido a un cambio profundo en las características de las familias rurales de Latinoamérica y el Caribe. Estos cambios han implicado la modificación de los estereotipos centrados en las familias extensas, con matrimonio" tempranos, elevados niveles de fecundidad y gran permanencia de BUS miembros, bajo la autoridad del "pater familias". Hoy en día existe una tendencia:

Si bien esto no resulta totalmente aplicable a todos los países de la Región, ni a todas las áreas geográficas al interior de los países, es posible postular que la tendencia en la organización de las familias rurales seguirá en la dirección señalada, fundamentalmente en relación a la predominancia de las familias nucleares.

En América Latina y el Caribe la familia nuclear en el tipo de familia más difundido. Este fenómeno no es reciente: cifras para Chile, Argentina, Brasil, Costa Rica y Guatemala muestran que ya era predominante en los años sesenta y setenta, representando aproximadamente entre 50% y 68% del total de familias. El porcentaje de familias extendidas se situaba entre 20% y 36% y las familias compuestas entre 12% y 19% (CEPAL, 1993).

Un fenómeno notable, que contradice los supuestos que se manejan habitualmente es que la preeminencia de la familia nuclear se ha asociado generalmente con la modernidad, la industrialización y la urbanización, ea decir, con categorías opuestas al mundo rural. Sin embargo, en las áreas rurales de la Región la familiar nuclear es también predominante, e incluso su proporción ha llegado a ser superior que en las áreas urbanas. En Perú, las familias nucleares en 1984 representaban 53,4% en las áreas urbanas y 58,0% en las áreas rurales (Mercado: "Familia, sexualidad y Planificación familiar. Textos básicos de educación en población"; en CEPAL 1993). En República Dominicana, según el censo de 1981, en las zonas urbanas 47% de los hogares eran nucleares, 34% extendidos y 9% compuestos; en las zonas rurales, en cambio, los hogares nucleares representaban 55%, los extendidos 28% y los compuestos 5%. (Durate y Gómez: "La familia en la República Dominicana: tendencias y características" en CEPAL 1993).

El hecho de que haya más familias nucleares en las zonas rurales que en las zonas urbanas no se da en todos los países. En Uruguay, por ejemplo, en 1985, existía un mayor porcentaje de familias nucleares en la zonas urbanas que en las rurales, a posar de que en ambos contextos la familia nuclear es predominante: 59:3% y 56,5%, respectivamente. La familia extensa representaba 19,9% en el área urbana y 17,2% en el área rural, mientras que la compuesta era mayor en éstas última área (10,5% contra 5,8%). Cifras más recientes para Venezuela (1990) muestran algo semejante, vale decir que la mayoría (51,8%) de las familias rurales son nucleares, pero en las zonas urbanas este porcentaje es levemente superior: 54,8%. Las familias de tipo extendido y compuesto representan prácticamente el mismo porcentaje en ambas zonas: 26% y 12% (Instituto de la mujer, España-FLACSO Chile, ed. 1993. Volúmenes correspondientes a cada país).

Como se ha visto, la familia en las áreas rurales de la Región es predominantemente nuclear, por lo que puede pensarse que el ideal mayoritario de familia es de es tipo, aún para aquellas personas que no pueden lograrlo. No obstante, la proporción de familias no nucleares es importante, especialmente la de tipo extendido. Frente a ello, cabe la pregunta de si la familia de tipo extendido obedece a que no es materialmente posible subsistir de otra forma o si constituye una opción de la vida familiar. Al parecer, la existencia de familias extendidas respondería a una estrategia de subsistencia. Al respecto, se ha postulado que las familias rurales que se relacionan con el mercado laboral tienden a ser nucleares. Las que producen para el consumo interno utilizan preferentemente mano de obra familiar, dando origen a familias compuestas o extendidas (CEPAL 1986).

Concordando con lo anterior, un estudio en que se analizan tres historias de vida de campesinas de la zona central de Chile, señala que la familia rural en las últimas décadas apareció como refugio al deterioro económico, como un lugar de retención de la mano de obra, ya que las oportunidades de empleo urbano y rural impedían la migración y la independencia de los hogares más jóvenes. La familia se convirtió en un lugar de resistencia a la crisis económica por la que atravesó el país, en la década de los ochenta, tendiendo a transformarse en familia extensa cuando existían condiciones salariales o de producción familiar que así lo exigían (Valdés, 1992).

Las mujeres rurales forman una familia propia a edades más tempranas que las mujeres urbanas. Sin embargo, en ambas mujeres la edad tiende a ser relativamente temprana. Considerando como indicador la edad promedio a la primera unión, datos disponibles para algunos países muestran diferencias de alrededor de 2 años. La edad promedio en las áreas rurales va desde 19 años en República Dominicana hasta 21,7 años en Perú. En las áreas urbanas, se extiende desde 20,8 años en República Dominicana hasta 23,3 en Costa Rica. Sin embargo, en el Caribe (Guyana, Jamaica y Trinidad Tobago) la edad promedio a la primera unión en las rurales es relativamente mayor que en las áreas urbanas ( alrededor de 0.6 años, cuadro 14).

CUADRO N° 14: AMERICA LATINA Y EL CARIBE: EDAD PROMEDIO A LA PRIMERA UNION POR AREA DE RESIDENCIA 1975-1980

   

Area de residencia

 

País

Año

Urbana

Rural

Diferencia

Colombia

1976

22.7

20.6

2.1

Costa Rica

1976

23.3

20.8

2.5

Rep.. Dominicana

1975

20.8

19.0

1.8

Ecuador

1979/80

22.9

21.1

1.8

Guyana

1975

19.8

20.3

-0.5

Haití

1971

22.3

21.5

0.8

Jamaica

1975/76

18.9

19.5

-0.6

México

1976/77

22.6

20.6

2.0

Panamá

1975/76

22.2

19.6

2.6

Paraguay

1979

23.2

21.1

2.1

Perú

1977/78

23.2

21.7

1.5

Trinidad y Tobago

1977

20.7

21.5

-0.8

Venezuela

1977

22.2

19.9

2.3

FUENTE: Naciones Unidas, División de Población, "Fertility Behaviour in the Context of Development. Evidence from the World Fertility Survey". Serie Population Studies n° 100. En Naciones Unidas: Patterns of First Marriage: timing and prevalence, Nueva York, 1990: 155

Las diferencias en la edad promedio de la primera unión de las mujeres rurales y urbanas se explican porque los factores que inciden en la edad de las mujeres para unirse en pareja se relacionan con el nivel de educación, el lugar de residencia, y el tipo de ocupación que han desempeñado: la edad es más elevada cuando la mujer tiene un mayor nivel de educación, reside en ciudades y ha trabajado en una ocupación moderna (CEPAL, 1993).

La edad promedio considera todos los tipos de unión, por lo que es interesante centrarse en las formas de uniones existentes: al parecer, la diferencia entre loo tipos de unión guarda relación con factores de tipo cultural, como son, por ejemplo las costumbres del grupo étnico (Naciones Unidas, 1990).

América Latina y el Caribe es el continente del mundo donde la convivencia o unión consensual es mayor. Y ello no puede considerarse, en general, una señal de emancipación de las mujeres sino por el contrario de su pobreza y bajo poder contractual (CEPAL, 1993). Las uniones consensuales son mayoritarias en Haití, República Dominicana, Panamá y El Salvador. En el resto de los países, se aprecian proporciones importantes, con excepción de Puerto Rico y Chile, donde la importancia de este tipo de unión es mínima: 5,4% y 4,6%, respectivamente (cuadro 15, gráfico 10).

Charbit ("Famille et nupcialité dans la Caribe" 1987, en CEPAL 1993), analizando la importante proporción de uniones consensuales en el Caribe, señala que el principal factor determinante de las uniones consensuales es la pobreza. Basándose en entrevistas en profundidad, pero confirmada con datos cuantitativos, acerca del ciclo de vida de la mujer en unión consensual, especialmente de aquellas que tienen hijos de varios compañeros, elabora una interesante descripción: se trata por lo general de mujeres pobres y sin instrucción, que carecen de conocimientos en sexualidad y planificación familiar, por lo que suelen tener embarazos precoces no deseados. Además, tienen escasa formación para el trabajo y no se conciben a sí mismas como trabajadoras capaces de automantenerse. Por lo tanto, centran su confianza y aspiración en el matrimonio. No plantean exigencias al hombre ni antes de después de mantener relaciones sexuales o conyugales, ya que asumen que el tener un hijo les asegurará el apoyo de sus parejas.

En cuanto a la duración de las uniones consensuales, éstas tienden a ser más inestables que las legales en lo" países de mayor desarrollo relativo, como por ejemplo, Costa Rica y Colombia. En países menos desarrollados, como México y Perú, pueden llegar a ser más permanentes, debido tal vez a la influencia de factores socioculturales, especialmente en la población indígena, que les otorgan un mayor respaldo "acial (Krumholz y Alcántara: "Patrones de nupcialidad: edad al casarse y estabilidad conyugal" 1982, en CEPAL 1993).

CUADRO N° 15: AMERICA LATINA Y EL CARIBE: MUJERES EN UNION CONSENSUAL* (%)

País

Año

%

Argentina

1980

13.0

Brasil

1980

12.7

Chile

1982

4.6

Colombia

1985

29.1

(Costa Rica

1984

19.0

Cubo

1981

37.5

Ecuador

1982

28.6

El Salvador

1971

52.6

(Guadalupe (1)

1975

16.9

Guatemala

1981

45.9

(Guyana (2)

1980

21.3

Haití

1982

67.6

Jamaica

1982

47.5

Martinique (1)

1976

19.1

México

1980

14.4

Nicaragua

1971

40.8

Panamá

1980

53.5

Paraguay

1982

22.8

Perú

1981

26.7

Puerto Rico

1980

5.4

Rep.. Dominicana

1975

62.6

Trinidad y Tobago (3)

1980

26.1

Uruguay

1975

10.0

Venezuela

1981

33.4

* porcentaje de mujeres en esta unión sobre el total de mujeres de 15 a 49 años en algún tipo de unión

FUENTE: "Patterns of first marriage: timing and prevalence" Naciones Unidas, 1990: 135

GRAFICO 10: AMERICA LATINA Y EL CARIBE: MUJERES EN UNION CONSENSUAL (%)

Datos disponibles para algunos países muestran situaciones diversas en los tipos de unión que mantienen las mujeres rurales. En Cuba y Guatemala, por ejemplo, la mayoría de las mujeres entre 15 y 49 años tienen pareja (alrededor de 65%). Sin embargo, mientras que en Cuba existe 25,0% de mujeres casadas y 43,2% de unidas (1987), en Guatemala (1989) 25,9% de las mujeres son convivientes y 40,3% están casadas (Instituto de la mujer, España-FLACSO Chile, ed. 1993. Volúmenes correspondientes a cada país). En Colombia, en los casos de familias nucleares y extensas, 70% de las uniones son legales y 30% son uniones de hecho (FAO 1991d). En El Salvador, 61,7% de las uniones en el campo son uniones libres y en Venezuela constituyen la regla común (FAO 1991b). En términos legales, en Guatemala y Cuba existe reconocimiento jurídico a las relaciones de hecho, mientras que en Colombia, aunque no tienen reconocimiento legal, existe jurisprudencia favorable al respecto (FAO 1991b).

Un tema que ha adquirido especial relevancia en las últimas décadas es el de la jefatura femenina del hogar, que al igual que la unión consensual podría ser una señal de poder y de autonomía de la mujer o bien de su vulnerabilidad. No se dispone de cifras oficiales a nivel de la Región, ni tampoco específicamente para las áreas rurales. Sin embargo, pareciera haber consenso acerca de que entre 20% y 40% de los hogares de América Latina y el Caribe tienen jefatura femenina (CEPAL/CELADE, 1993:65). En FAO (1992b: 43) se señala que en Latinoamérica los hogares con jefatura femenina van desde 15% a 30%, y que una cantidad importante de ellos esté localizada en las áreas rurales. Según la misma fuente, en el Caribe las jefas de hogar representan 40% o 50%.

Datos disponibles para 12 países de la Región, señalan que la jefatura de hogar femenina es mayor en las áreas urbanas. En las áreas rurales, varía entre 11% y 19% (cuadro 16). Esto señala que la jefatura femenina es un fenómeno más propio del medio urbano, que del medio rural.

A la pregunta sobre el significado de la jefatura femenina del hogar, puede responderse que es sobre todo una señal de pobreza. Las jefes de hogar tienden a pertenecer a hogares pobres y suelen reproducir la pobreza intergeneracionalmente. De acuerdo con varios estudios, esto se deberla a que suelen tener más dependientes, a los salarios más bajos que reciben y a que deben cumplir funciones económicas y domésticas. Esto último limita sus posibilidades de elección del empleo y horarios, ya que deben compatibilizarlos con el cuidado de los hijos, por lo que se ven obligadas a aceptar salarios más bajos (CEPAL/CELADE, 1993).

CUADRO N° 16: AMERICA LATINA: MUJERES JEFAS DE HOGAR POR áreas (%)

Países

Año

Urbana

Rural

Total

Brasil

1989

-

-

20.1

Costa Rica

1992

24.2

16.3

20.0

Cubo

1981

34.1

14.0

28.1

Chile

1989

-

-

21.0

Ecuador

1989

18.3

-

-

Guatemala

1987

21.0

11.0

15.0

Panamá

1990

-

-

22.3

Paraguay

1990

20.1

13.4

17.0

Perú

1991

19.3

15.9

17.3

Rep. Dominicana

1984

29.2

18.6

24.1

Uruguay

1985

-

-

23.0

Venezuela

1990

-

-

21.3

FUENTE: Elaborado en base a "mujeres Latinoamericanas en Cifras" FLACSO-CHILE, INSTITUTO DE LA MUJER DE ESPAÑA, 1993 (Volúmenes correspondientes a cada país)

Dado la definición tradicional del hombre como jefe de hogar, es lógico esperar que las jefes de hogar se encuentren en su mayoría sin pareja. En Costa Rica, por ejemplo, del total de mujeres jefas de hogar en áreas rurales en 1984, 10,8% estaba casada y 5,4% se declaró como unida. Las viudas y solteras presentaron similares porcentajes: 30,6% y 30,1%, respectivamente. La" divorciadas ascendían a 4,0%, mientras que las separada" representaban 19,1% del total de mujeres jefes de hogar. (Instituto de la mujer, España-FLACSO Chile, ed. 1993, Costa Rica). Similar situación se encontró en reducciones indígenas de Chile: las mujeres jefas de hogar eran en su mayoría viudas (59,7%), las solteras representaban 25,5% y las que mantenían algún tipo de unión (conviviente, casado por civil o mapuche) representaban sólo 7,1% (UFRO/INE/FII/PAESMI/CELADE, 1990).

Si bien estas cifras revelan que la mayoría de las mujeres jefas de hogar se encuentra sin pareja, sumando las casadas y unidas en Costa Rica, resulta que alrededor de 16% de las jefes de hogar tienen compañero y 7,1% de las indígenas chilenas también lo tienen. Si bien éstas constituyen una minoría, representan de alguna manera una situación suigéneris pues se trata de hogares en los cuales, a posar de la existencia del hombre, es la mujer quien asume el rol de jefa de hogar. Dado que no se cuenta con mayor información al respecto, se podría pensar que la declaración del estado civil de casada o conviviente sea algo meramente formal, y que en la práctica el hombre esté ausente del hogar. Estas cifras también podrían indicar que se está produciendo, al menos en estas mujeres, un cuestionamiento de la relación de poder tradicional en esas parejas, asunto que seria interesante investigar.

4.3 Familia y división del trabajo por género

Un aspecto importante de considerar es la estructura de relaciones al interior de la familia campesina, especialmente en el ámbito productivo y de la división del trabajo por género. En general se ha observado que hay una clara división del trabajo por género y también por edad. En Bolivia, por ejemplo, la familia campesina articula tanto el trabajo productivo como el reproductivo para la subsistencia familiar. Las familias son de estructura patriarcal, la división del trabajo está basada en una distribución genérica y etária del trabajo. La familia esté organizada en comunidades donde la representación de la familia es asumida por el hombre (FAO 1991b).

En los hogares con jefatura femenina podría pensarse que la mujer asume el rol productivo, que antes desempeñaba un hombre. Sin embargo, un estudio de tres hogares dirigidos por mujeres, ubicados en el departamento de Santa Ana, El Salvador, encontró una realidad diferente (Lok 1993). En las fincas en las que falta el esposo o compañero, ya sea por muerte, abandono o migración temporal, no hay cambios drásticos en la división del trabajo por género. Los cambios operan en la distribución del tiempo dedicado a las tareas de la finca y en el papel que juega la jefa de hogar en la toma de decisiones: por lo general, la mujer busca que las torean que antes realizaba su compañero sean realizadas por otros hambres (hermano, vecino, jornalero) mientras que ella juega un papel dominante en la toma de decisiones.

Lo anterior nos remite a la fuerza de las clasificaciones (Bernstein, 1987) o divisiones entre el mundo de lo privado y el mundo de lo público, y entre hombres y mujeres, que moldean la distribución del trabajo al interior de las familias campesinas. Esto se observa también en otro estudio realizado en dos municipios del departamento de Jutiapa, Guatemala (Urueta y Karremans, 1993), donde se encontró una delimitación del trabajo por género bastante clara: el terreno de acción de la mujer es 18 esfera doméstica y las actividades más alejadas de la casa corresponden a los hombres. La esfera doméstica no excluye a la mujer de actividades generadoras de ingreso (por ejemplo, de la crianza de especies menores, o del procesamiento post cosecha), pero ella no siempre decide acerca del destino de la. ganancias, ya que es el hambre quien considera como su derecho tomar las decisiones mas importantes de la finca. Los niños ayudan a sus padres al principio sin distinción de género, pero comienzan a concentrarse en actividades definidas como propias de su género: los hombres entre los ocho y diez años y las mujeres a los once años. La mujer trabaja en las actividades consideradas como masculinas en períodos de escasez de mano de obra masculina, pero las abandonan cuando la necesidad de hacerlas desaparece.

Según los autores, se observa en la economía campesina, en general, gran flexibilidad en las estrategias productivas, tratando de minimizar riesgos y de cubrir la falta de tierras o de mano de obra en determinados momentos. Dicha flexibilidad se nota en los cambios de tareas asignadas a cada género y a los menores de edad. Sin embargo, los autores señalan que esto no implica que una nueva tarea, resultado de una innovación, será desarrollada por cualquier miembro de la familia: "... en condicionen 'normales' los hombres se dedican a lo que es tradicional para ellos y las mujeres a lo típico suyo" (op. cit. pág. 106). La flexibilidad implicaría la posibilidad de cambios en la división del trabajo, pero según los autores una división de responsabilidades e ingresos mas favorable para la mujer se debe basar en las pautas culturales existentes, compartidas por hombres y mujeres.

Este último planteamiento es contradictorio y a la larga consagra el inmovilismo. Permitir que las mujeres accedan a roles de poder y decisión, significa cuestionar las pautas culturales existentes. No se puede pedir a aquello que se pretende cambiar, vale decir las pautas tradicionales de división del trabajo entro los sexos, que sea a la vez factor del cambio. Por el contrario, la experiencia histérica muestra que los cambios en la definición de los roles de género nunca se han producido simultáneamente en hombres y mujeres. El cuestionamiento de las pautas culturales discriminatorias hacia la mujer debe partir en primer lugar por la acción de ella misma.

Respecto de la familia extensa, el estudio citado observó en los hogares que la componen que la producción de cultivos "e da separadamente y el manejo de ganado es compartido. Las mujeres cooperan entre sí en otras actividades: preparación de comidas, cuidado de los hijos cuando alguna no puede hacerlo, y labores similares.

4.4 Conclusiones y recomendaciones

En la actualidad, las familias son más pequeñas que hace cincuenta pero también que hace diez años. Hay más habitantes en América Latina y el Caribe pero agrupado" en familias que son, en promedio, de menor tamaño. Y esto, debido a que la fecundidad ha disminuido: en 1950 las mujeres en promedio tenían 6 hijos, mientras que actualmente el promedio es de 3,4 hijos. Esto no ha implicado una reducción en 108 nacimientos: los nacimientos anuales aumentaron de 7 a 12 millones entre 1950-1955 y 1985-1990, lo que se tradujo en un incremento de población en la mayoría de los países.

El descenso de la fecundidad se relaciona con factores socioeconómicos y culturales que actúan sobre un conjunto de "variables intermedias" que inciden sobre su comportamiento. Además, se inscribe en el proceso denominado de "transición demográfica" que ha sido experimentado en forma diferencial por los países de la Región.

La transición demográfica es un proceso, que históricamente se observó primero en sociedades occidentales, y consiste en el paso de niveles altos de mortalidad y natalidad a niveles bajos. Ha sido asociada con los cambios socioculturales y económico. derivados de la modernización industrial.

Los países de la Región han sido clasificados, según sus niveles de mortalidad y natalidad actuales, en cuatro etapas de la transición demográfica. Bolivia y Haití se sitúan en la etapa "incipiente", mientras que Argentina, Bahamas, Barbados, Chile, Cuba, Guadalupe, Jamaica, Martinica, Puerto Rico y Uruguay, están en la etapa "avanzada". El resto de los países se sitúa mayoritariamente en la etapa de "plena transición", con niveles de natalidad moderada y mortalidad moderada y baja.

Si bien teóricamente es esperable encontrar una asociación entre urbanización y transición demográfica, en algunos países de la Región no se produce una relación causal entre ambos fenómenos, explicándose la transición demográfica por otras transformaciones socioeconómicas y culturales.

La transición demográfica comienza en los sectores urbanos más acomodados y luego se extiende al resto de los sectores. De acuerdo a las estadísticas manejadas, las mujeres rurales de América Latina y el Caribe, muestran mas hijos que las urbanas . Ello por supuesto no considera la fenomenología del aborto que presumiblemente es más alto en la ciudad que en el campo; en éste último entorno, pareciera manejarse criterios mas sólidos de respeto a la vida del hijo concebido. Las diferencias entre los niveles de natalidad y mortalidad de las áreas urbanas y rurales son mayores en los países situados en las etapas menos avanzadas de la transición demográfica.

Las mujeres rurales en promedio, tienen más hijos que las urbanas; un porcentaje de ellas, diferencial según país, y considerando 8 países de la región, declara que algunos de BU. hijos no fueron deseados. Ello podría significar, bien, que la idea de una familia pequeña se está extendiendo, 6 que las condicione" materiales para la subsistencia en el campo se han deteriorado.

Las familias rurales tienen mas hijos, pero también, como es la regla la mortalidad infantil es también mayor especialmente en la población indígena. Esto se debe a las deficientes condiciones de vida de las familias rurales que afectan la salud de los niños: escasos recursos económicos del hogar, deficiencias sanitarias de la vivienda, bajo nivel educacional de las madres campesinas, creencias populares no siempre acertadas referidas al origen y tratamiento de las enfermedades.

Se prevé que en la mayoría países de América Latina y el Caribe, la fecundidad tenderá a estabilizarse durante la segunda década del próximo siglo, con un promedio de 2,1 hijos por mujer. Sin embargo, los países situados en la etapa incipiente y moderada de la transición demográfica y especialmente las áreas rurales del resto de los países, no alcanzarían ese promedio si no se difunden pautas culturales tendientes a la reducción de la fecundidad y sobre todo si no se extiende la cobertura y calidad de los programas de planificación familiar. De no existir ese esfuerzo sostenido en materia de planificación familiar, las tendencias actuales de la fecundidad en las áreas rurales indican que sus niveles se mantendrán sobre los urbanos durante varia" décadas más.

Todavía mueren muchos niños en las áreas rurales de América Latina y el Caribe y las proyecciones relativas a la mortalidad infantil no son alentadoras. Señalan que sólo 8 países de Latinoamérica llegarán a una tasa inferior a 30 por mil a finales de este siglo, presentando los países del Caribe, con excepción de Guyana y Suriname, una situación mejor. La mortalidad infantil se mantendrá elevada también en las áreas rurales, a menos que se amplíe la cobertura y los servicios de salud y se apliquen en forma masiva programas de vacunación y de rehidratación oral.

Las familias rurales ha experimentado cambios profundos en las últimas decaídas, modificándose los patrones culturales centrados en familias numerosas y extensas, matrimonios tempranos y fuerte autoridad paterna. Actualmente los comportamientos se orientan en base a patrones similares a los urbanos, vale decir hay una tendencia a las familias nucleares, las parejas tienen menos hijos, se ha retardado la edad del matrimonio. La" estadísticas oficiales hoy dan cuenta de los hogares donde existen hogares con Jefatura femenina.

Un fenómeno digno de ser destacado es que las familias rurales de América Latina y el Caribe son predominantemente nucleares y en algunos países la proporción de familias nucleares e. incluso superior en el campo a la observada en las áreas urbanas. Esto señala que el ideal de familia predominante en las áreas rurales es del tipo nuclear y cuestiona los supuestos que asocian a la familia nuclear con la modernidad, la industrialización y la urbanización, es decir, con categorías opuestas al mundo rural.

Si bien las familias nucleares predominan en las áreas rurales, existe una proporción importante de familias extensas, cuya existencia pareciera responder, -al igual que en las ciudades-a estrategias de sobrevivencia de las familias campesinas más que a una concepción de la vida familiar.

La edad al formar una pareja es más elevada cuando la mujer tiene un mayor nivel de educación, reside en ciudades y ha trabajado en una ocupación moderna. Estas cuestionen no se dan en el medio rural y explican por qué las mujeres rurales de América Latina y el Caribe tienden a unirse en pareja a una edad menor que las mujeres urbanas.

Una peculiaridad de América Latina y el Caribe se refiere al tipo de unión, siendo el continente con mayor incidencia de las uniones consensuales, si bien "e observan diferencias entre los países Las uniones consensuales son mayoritarias en Haití, República Dominicana, Panamá y El Salvador mientras tienen una importancia mínima en países como Puerto Rico y Chile. En cuanto a su duración, tienden a ser menos estables en países con mayor desarrollo socio-económico relativo. En los de menor desarrollo, muchas veces responden a patrones culturales y de grupos indígenas, lo cual les otorga mayor respaldo social y por ende estabilidad.

Las diferencias de proporción de uniones consensuales en las áreas rurales de los distintos países de América Latina y el Caribe no parece obedecer a un patrón causal claro y es un asunto que sería interesante de explorar en mayor profundidad. Por ejemplo, en Cuba 25% de las mujeres que tienen pareja están casadas y 43,2% unidas mientras que en Guatemala 25,9% son convivientes y 40,3% están casadas; en Colombia 70% de las uniones son legales y 30% son uniones de hecho; en El Salvador, 61,7% de las uniones son uniones libres y en Venezuela constituyen la regla común. Las diferencian tal vez se explican por la mayor o menor adhesión a las normas de la Iglesias Católica pero parecieran no deberse a si la uniones consensuales son o no reconocidas legalmente. países donde hay reconocimiento legal de las uniones consensuales muestran proporciones muy diferentes de las mismas en las áreas rurales.

La jefatura de hogar femenina en las áreas rurales de la Región es un fenómeno que ha adquirido interés creciente en el último tiempo, si bien no existen cifras oficiales que estimen su magnitud. Sin embargo, basándose en la información de algunos países, se observa que la jefatura de hogar femenina es un fenómeno mas propio del medio urbano, y que en las áreas rurales comprende entre 11% y 19% de los hogares.

La mayoría de las jefa. de hogar se encuentra sin pareja. Sin embargo, existe una proporción baja, pero no despreciable, de mujeres que se declaran Jefes de hogar y tienen pareja, lo que podría indicar un error u distorsión voluntaria al declarar el estado civil o bien un indicador de que en ellas se este produciendo un cuestionamiento de las relaciones tradicionales de poder al interior de las parejas. Es también un punto que sería interesante de investigar mas de cerca.

Las jefas de hogar tienden a pertenecer a hogares pobres y suelen reproducir la pobreza a troves de la. generaciones. Si se recuerda las desventajosas condiciones ya descritas que enfrentan las mujeres rurales en su inserción productiva, se comprende la estrecha relación entre pobreza y jefatura de hogar femenina, especialmente cuando el sustento familiar depende exclusivamente de ella. En ese sentido, las mujeres jefas de hogar constituyen un grupo objetivo específico que debe ser considerado prioritario en la formulación de políticas para las mujeres rurales.

Como ya "e analizó en el capítulo relativo a la inserción productiva de las mujeres rurales, las estructura de relaciones productivas al interior de las familias rurales se basa en una división genérica y etária del trabajo, donde el hombre es el que asume la representación de la familia y la toma de decisiones. Se ha observado que en situaciones de crisis esta división se ve alterada, pero regresa en tanto la crisis se supera.

Esto apunta a la fuerza de la internalización de los roles asignados tradicionalmente a cada género en la familia. Sugiere además que para superar la rígida delimitación del ámbito privado y público, se requiere de una sensibilización de todos los miembros de la familia, y de los organismo" e instituciones cuya voluntad es contribuir al desarrollo socio-económico y cultural de las áreas rurales de la Región.

Las accione" mas eficaces para lograr efectos en las familias serán aquellas indirectas, es decir que tengan una base material y concreta, por ejemplo, en programas vinculados a mejoramiento de la producción agrícola. Otra forma de sensibilización hacia la igualdad de oportunidades en la familia que debiera hacerse en forma paralela es a través del sistema de educación formal, vehiculando en el currículum de las distintas asignaturas un nuevo concepto de familia.

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