M. Malagnoux y J.-P. Lanly
Michel Malagnoux es Oficial forestal (Zonas áridas y leña). Dirección de Recursos Forestales, FAO.
J.-P. Lanly es Presidente de la Sección Bosques, Madera y Naturaleza del Consejo General del Desarollo Rural, Aguas y Bosques del Ministerio de Agricultura y Pesca, París.
Actuaciones a nivel regional para conseguir el manejo sostenible de los bosques en la cuenca mediterránea.
En tanto que la destrucción de los bosques tropicales ha suscitado interés a escala mundial durante los últimos años, la situación de los bosques del Mediterráneo apenas ha llamado la atención. Sin embargo, las evaluaciones de la FAO revelan que si los bosques tropicales desaparecen a un ritmo del 0,8 por ciento anual, la tasa de deforestación de los bosques de las zonas meridional y oriental de la cuenca del Mediterráneo es del 1,2 por ciento anual.
Es muy diferente la situación forestal del norte del Mediterráneo y la que prevalece en los países del sur de la zona. En los países del norte, la urbanización y el declive de la agricultura han dejado el paisaje en una situación de abandono, falto de la atención de unos propietarios que desconocen las buenas prácticas de ordenación. Así, se acumula el material leñoso combustible, y ello, unido a la sequía estival y los fuertes vientos que predominan en la región, aumenta el riesgo de incendios.
Las densas poblaciones rurales de las zonas costeras del sur y el este del Mediterráneo contribuyen más positivamente a mantener el equilibrio natural. Sin embargo, la pobreza y la necesidad de encontrar medios de subsistencia llevan a desbrozarlos bosques y las tierras forestadas para extenderla agricultura y, sobre todo, a sobreexplotar los recursos naturales para obtener leña y forraje, provocando una degradación insidiosa, progresiva y casi irreversible de los recursos forestales. La forestación de esas zonas de montaña regularizará los recursos hídricos y reducirá el riesgo de inundaciones aguas abajo. En esas regiones pobres, los forestales son los encargados de suministrar todos los servicios públicos. Pese a que el éxodo hacia los países más ricos del norte del Mediterráneo es muy intenso, la población continúa creciendo debido a la elevada tasa de natalidad. Con toda probabilidad, la mejora de las condiciones y el nivel de vida contribuiría a reducir la natalidad y permitiría que las poblaciones rurales permanecieran en sus tierras y las explotaran de forma más sostenible.
Reforestación de terrazas de ladera en Chipre
Plantaciones de olivos en Marruecos
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA COOPERACIÓN FORESTAL EN EL MEDITERRÁNEO
Desde hace mucho tiempo, la confluencia de intereses ha impulsado a diversos países del Mediterráneo a forjar una relación de cooperación para afrontar problemas forestales específicos: Francia y los países del Maghreb; el Líbano, la República Árabe Siria y Bulgaria; Italia, Albania y Túnez; España y Marruecos; Alemania y Turquía; y el Reino Unido y Jordania, Malta y Chipre han cooperado a lo largo de los últimos años. En el artículo del R. Morandini (pág. 49) se describe la creación, la trayectoria histórica y las actividades de Silva Mediterranea, el único foro internacional que se ocupa de las cuestiones relativas a los bosques del Mediterráneo.
El Proyecto de la FAO de Desarrollo del Mediterráneo, iniciado en 1959 atendiendo a una recomendación de Silva Mediterranea (Niza, 1956), fue la primera manifestación concreta de la necesidad de una acción integrada y duradera en materia de desarrollo forestal.
Bajo el patrocinio de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), siete países del sur de Europa crearon en 1962 el Centro Internacional de Estudios Superiores sobre Agronomía Mediterránea, al que se adhirieron posteriormente los países ribereños del sur y el este de la región. El Instituto que posee un centro en Jania, en Creta, que fue creado en 1983, lleva a cabo, entre otras cosas, una labor de investigación conjunta y actividades avanzadas de capacitación en materia de desarrollo rural integrado y silvicultura mediterránea.
Bonificación de tierras en Egipto
El Plan de Acción para el Mediterráneo, aprobado en 1975 en la Conferencia Internacional de Barcelona, se concibió con el objetivo inicial de organizar la lucha contra la contaminación en el Mediterráneo y sus costas. Rápidamente, se hizo evidente la necesidad de ampliar la protección a los ecosistemas continentales degradados y amenazados. El componente socioeconómico del Plan de Acción para el Mediterráneo ha cobrado forma en el Plan Azul, que se ocupa, en parte, de la conservación de los ecosistemas continentales y su fauna, flora y recursos genéticos. Comprende también varios escenarios posibles para los países mediterráneos y los bosques y espacios naturales. Estos estudios indican que la continuación de las tendencias actuales causaría graves danos a las zonas forestadas de la región oriental y meridional del Mediterráneo. El Plan de Acción preconiza una estrategia de gestión integrada de las tierras rurales y sus recursos, conciliando el crecimiento económico y la protección del medio ambiente, y comporta la participación de las poblaciones rurales afectadas.
El Mediterráneo, centro de una gran diversidad de civilizaciones Son muy numerosas las civilizaciones que han visto la luz y que han florecido y desaparecido en el Mediterráneo, una región caracterizada por una actividad comercial y migraciones incesantes durante varios milenios. El Mediterráneo sigue siendo una zona de intensa actividad comercial, con amplios desplazamientos de población desde las regiones meridionales y orientales, afectadas por una fuerte presión demográfica, hacia los países ricos del norte del Mediterráneo y de la península arábiga. La agricultura y los animales domésticos aparecieron en el Cercano Oriente hacia el año 10 000 a.C. Desde allí se extendieron hacia Grecia y Creta hacia el 6 000 a.C. y alcanzaron la cuenca occidental del Mediterráneo unos 5 000 anos antes de la era cristiana. El bosque mediterráneo ha sufrido un importante deterioro por efecto de la actividad rural, deterioro que se ha visto agravado por el desarrollo de la vida urbana y de la navegación. Por su escasez de recursos forestales, los egipcios tuvieron que depender de sus vecinos, especialmente los fenicios, para encontrar la madera con la que construir sus templos y sus barcos. Esa penuria podría explicar, al menos parcialmente, por qué, pese a la brillantez de su civilización, los egipcios no llegaron nunca a dominar el mundo mediterráneo. No puede decirse lo mismo de los cretenses, los fenicios, los cartagineses y los griegos, que unos tras otros dominaron el Mediterráneo gracias a sus poderosas flotas comerciales y de guerra construidas con madera que encontraban en sus propios países, donde ahora la buscaríamos en vano. Por su parte, los romanos sólo pudieron dominar el Mediterráneo cuando construyeron una gran flota comercial y militar con la madera de los bosques italianos y cuando destruyeron el poder marítimo de Cartago. Para calibrar más adecuadamente la importancia militar de los recursos de madera, basta con recordar que en el asedio de Constantinopla, en el año 717, el califato musulmán utilizó 1800 barcos. Más recientemente, el poder marítimo mediterráneo se desplazó hacia la península Ibérica, donde en los siglos XVI y XVII España y Portugal crearon unos formidables imperios coloniales gracias a las flotas que pudieron construir con la madera procedente de sus bosques. También la construcción urbana exigió cantidades ingentes de madera. Si bien es cierto que sólo las ruinas de piedra se han conservado hasta nuestros días, los múltiples incendios de Roma y de las grandes ciudades antiguas como Alejandría nos recuerdan que las ciudades antiguas se construían principalmente con madera. El enorme consumo de leña utilizada en la cocción de los ladrillos, la fabricación de la cal utilizada en el mortero, la cerámica, la metalurgia y la industria del vidrio se unía al de la calefacción de los baños públicos, las panaderías, la cocción de los alimentos y la calefacción doméstica. Ya en el siglo v a.C., Platón lamentaba la excesiva deforestación del Ática. Cuatrocientos años más tarde, Julio César se admiraba de la extraordinaria extensión de los bosques de la Galia que, sin embargo, salvo por algunas masas importantes, ya habían retrocedido notablemente para dedicar la tierra a la agricultura y la ganadería. La admiración de César reflejaba sobre todo la excesiva deforestación del mundo romano, es decir, de la cuenca del Mediterráneo. |
EL PROGRAMA DE ACCIÓN FORESTAL DEL MEDITERRÁNEO
A pesar de todos los esfuerzos de carácter científico, técnico y financiero que se han hecho hasta la fecha, la degradación y reducción de la cubierta forestal y vegetal natural prosiguen a un ritmo alarmante. Esa es la razón por la que la Comisión Forestal de la FAO para el Cercano Oriente (Túnez, 1987), Silva Mediterranea (Atenas, 1989 y Faro, 1992) y el X Congreso Forestal Mundial (París, 1991) recomendaron la puesta en marcha del Programa de Acción Forestal del Mediterráneo (PAF-MED). La iniciativa recibió un nuevo impulso de las recomendaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), celebrada en Rio de Janeiro en 1992, en las que se hacía un llamamiento para que todos los países adoptaran y aplicaran planes o programas nacionales de acción forestal encaminados a la mejora, conservación y desarrollo sostenible de sus bosques. Este programa internacional de acción forestal debe servir, entre otras cosas, como marco para formular y ejecutar planes nacionales. El Programa de Acción Forestal del Mediterráneo, aprobado en la reunión del Comité Silva Mediterranea de 1992, constituye un marco conceptual para facilitar la revisión de la política y planificación forestales y para armonizar y reforzar la cooperación internacional en los ámbitos de la conservación y el desarrollo de los bosques mediterráneos. Dado que la responsabilidad de la gestión, conservación y explotación sostenible de los bosques está distribuida entre diversos niveles de la administración en numerosos Estados, corresponde a cada país, con arreglo a su constitución y legislación, elaborar y aplicar los planes forestales en los niveles administrativos adecuados.
CONCLUSIÓN
Es necesario señalar la especial importancia de los bosques en el ámbito mediterráneo. Como en todas partes, el bosque contribuye a la producción de recursos que constituyen la base de una gran parte de la actividad económica. Pero en el Mediterráneo, la madera desempeña una función menos dominante y una multiplicidad de productos, como las frutas, la corteza (el corcho), las gomas, las resinas y el forraje propician una economía diversificada. Además de sus funciones ecológicas de protección de los ecosistemas y depósito de biodiversidad, los bosques y las tierras forestadas del mundo mediterráneo tienen una importancia mayor para el turismo y el ocio que en cualquier otra zona. Pero en la región mediterránea, las funciones fundamentales de los bosques y tierras forestadas son las que guardan relación con la protección del suelo agrícola y de su fertilidad, la protección de los cultivos frente al viento y la regulación del caudal de las aguas superficiales.
Vivero forestal en la República Árabe Siria
El sector forestal del Mediterráneo sólo recibe el 5 por ciento (77,5 millones de dólares EE.UU.) del total de la ayuda destinada al desarrollo del sector forestal mundial, cantidad insuficiente dada la situación de los bosques y tierras forestadas de la zona. Todos los países del Mediterráneo deberían trabajar conjuntamente para conseguir fondos más cuantiosos, porque sólo contribuyendo a la sostenibilidad del desarrollo mediante actividades forestales de conservación y forestación será posible conseguir un desarrollo agrícola y rural en esos países.