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Evaluación del estado nutricional y la vulnerabilidad

Estado nutricional: indicadores para la acción

Las medidas antropométricas ofrecen una indicación excelente del estado nutricional de los grupos y personas vulnerables. Normalmente son el componente central de los sistemas de vigilancia de la nutrición que se han desarrollado durante los últimos 25 años. Sin embargo, si se quiere que ofrezcan una base para la acción deben complementarse con otros tipos de información sobre las razones por las que las personas están insuficientemente alimentadas.

La mejora del estado nutricional de todas las personas en todos los países es uno de los objetivos acordados unánimemente en muchas conferencias y cumbres internacionales celebradas durante los últimos 25 años. Comparte este objetivo la iniciativa del SICIAV adoptada entre varios organismos, que se estableció como parte del Plan de Acción de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación en 1996. El aporte insuficiente de calorías (o subnutrición), examinado en los artículos precedentes, es una de las causas principales del mal estado nutricional y, frecuentemente, de muertes prematuras. No obstante, el mal estado nutricional (o desnutrición) puede derivarse también de otros factores, como una dieta insuficientemente diversa o carente de micronutrientes decisivos, y de un mal estado de salud, que impide al cuerpo absorber o aprovechar las calorías y micronutrientes.

Como se ha indicado en números anteriores de esta publicación, el estado nutricional de las personas suele evaluarse utilizando la antropometría, es decir, tomando medidas corporales, como el peso y la altura, que se comparan después con promedios de personas bien nutridas de la misma clase de edad y sexo. Las medidas antropométricas pueden describirse como indicadores de resultado, en cuanto que reflejan el resultado final (en una persona) de todos los factores que influyen en el estado nutricional. Hay formas más complejas de evaluar el estado nutricional, especialmente en lo relativo a carencias de vitaminas y minerales, pero en general son más difíciles de utilizar en amplia escala en países con servicios médicos y otros recursos limitados. Los sistemas de recolección de datos antropométricos y otra información que se utilizan para explicar por qué el estado nutricional es bueno o malo, o ha mejorado o empeorado, se denominan sistemas de vigilancia nutricional.

Se examinan aquí los indicadores más utilizados del estado nutricional, incluyendo su aplicación dentro de sistemas de vigilancia nutricional y programas de mejora de la nutrición:

Se apoya el examen con ejemplos de realizaciones conseguidas por programas de países que han aplicado estos indicadores.

¿Cuáles son los indicadores del estado nutricional?

En el Cuadro 5 se resumen los indicadores antropométricos más utilizados para evaluar el estado nutricional de los niños y los adultos. Todos ellos implican la medición directa de la altura y peso de la persona, seguida de una comparación con lo que es normal o aceptable para el sexo y edad de la misma.

La comparación es especialmente importante en el caso de niños menores de cinco años, ya que los niños sanos están todavía creciendo rápidamente en esta etapa de sus vidas. Estos indicadores del estado nutricional presentan varias ventajas:

Los sistemas de vigilancia nutricional varían mucho. Algunos utilizan datos recogidos por trabajadores profesionales de la salud en clínicas; otros emplean información obtenida por residentes en la comunidad, especialmente capacitados para esta finalidad. Algunos aplican técnicas de muestreo diseñadas para producir estimaciones nacionales fiables; otros aún se sirven de técnicas de encuesta más participativas realizadas en lugares que se consideran especialmente representativos, llamados lugares centinela. Casi siempre se incluyen medidas antropométricas de peso/altura porque proporcionan una información muy útil con un costo relativamente bajo. No obstante, pueden medirse varios otros indicadores, como los precios de mercado de los alimentos, indicadores de la producción agropecuaria y otros sistemas de medios de subsistencia, y datos de morbilidad y mortalidad. El único factor que tienen en común los sistemas de vigilancia es que la información se recoge periódicamente al cabo del tiempo a fin de controlar las tendencias.

Cuadro 5. Indicadores antropométricos utilizados normalmente en sistemas de vigilancia nutricional

Indicador antropométrico

Lo que se mide

Contextos en que se utiliza

Niños

   

Insuficiencia ponderal

La insuficiencia ponderal (peso bajo para la edad) representa tanto un crecimiento lineal insuficiente como malas proporciones corporales a causa de la desnutrición.

La insuficiencia ponderal es el factor más comúnmente recogido en los sistemas de seguimiento del crecimiento.

Retraso del crecimiento

El retraso del crecimiento (baja estatura para la edad) mide el retraso del crecimiento a largo plazo como resultado de la desnutrición crónica.

El retraso del crecimiento está relacionado con la pobreza y puede evaluarse en situaciones estables para medir cambios al cabo del tiempo.

Emaciación

La emaciación (bajo peso para la altura) es el resultado de desnutrición aguda.

La emaciación es el indicador evaluado más comúnmente en las encuestas sobre nutrición en las emergencias.

Adultos

   

Índice de masa corporal (IMC)1

La «delgadez» (bajo peso para la altura) es el resultado de desnutrición aguda.

El índice de masa corporal es el indicador utilizado para evaluar el estado nutricional de los adultos. Es particularmente importante cuando los adultos pueden ser tan vulnerables o más que los niños a la desnutrición, por ejemplo, en emergencias.

Bajo peso al nacer2

Se mide a los niños de pecho, pero este indicador está relacionado con una mala nutrición de las madres.

El bajo peso al nacer es un indicador útil en situaciones estables, en las que puede utilizarse para medir cambios en la malnutrición maternal al cabo del tiempo. Es particularmente importante en países de Asia donde la malnutrición de las madres es común.

Ancianos

   

Índice de masa corporal

La «delgadez» (bajo peso para la altura) es el resultado de desnutrición aguda.

Aunque hay problemas en la utilización IMC para evaluar la desnutrición en los ancianos, es muy útil en las emergencias.

1 El IMC se trató en El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2000, p. 10-12.
2 A diferencia de otros indicadores, el peso al nacer se mide sólo una vez.

Métodos utilizados a nivel nacional

Los gobiernos nacionales y sus asociados internacionales en el desarrollo necesitan estimaciones nacionales del estado nutricional para determinar las regiones donde los rendimientos son peores o mejores que en otras, a fin de planificar la asignación de los recursos y evaluar si se está progresando en la lucha contra la desnutrición.

Se incorporan indicadores antropométricos en dos tipos básicos de sistemas de vigilancia empleados a nivel nacional: los basados en encuestas por muestreo en gran escala repetidas, y los basados en estadísticas compiladas por servicios sociales o de salud.

Encuestas en gran escala repetidas. Se diseñan estas encuestas para producir promedios estadísticamente representativos a nivel nacional. Se evalúan las condiciones de salud y las condiciones socioeconómicas conexas junto con el estado nutricional, como base para mejorar la planificación y evaluación de programas de inversión sectorial. En países más pobres y con capacidad institucional y recursos presupuestarios limitados, los organismos internacionales proporcionan frecuentemente asistencia a los gobiernos para realizar tales encuestas. En los sectores de la nutrición y la salud, hay dos importantes esfuerzos de colaboración internacional de este tipo: el programa de encuestas demográficas y de salud, patrocinado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, y el programa de la encuesta a base de indicadores múltiples, patrocinado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). En el sector socioeconómico, se registra a veces el estado nutricional de los miembros del hogar además de otros indicadores, por ejemplo en el programa del estudio de medición de los niveles de vida, patrocinado por el Banco Mundial en un gran número de países. Los indicadores antropométricos para distintos países que se presentaron en El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 1999, procedían de este tipo de encuestas nacionales. La última compilación de estas series de datos nacionales puede consultarse en el sitio de la OMS en Internet, www.who.int/nutgrowthdb/

Estadísticas administrativas o de servicios. Los datos sobre indicadores antropométricos se obtienen frecuentemente en clínicas y escuelas. Por ejemplo, se pesa y mide a los niños pequeños llevados a las clínicas como parte del seguimiento normal de su crecimiento o cuando reciben tratamientos específicos o vacunas. Se suelen enviar estos datos a la capital del Estado para elaborarlos y utilizarlos. Asimismo, hay sistemas escolares nacionales que exigen el registro de la edad de todos los escolares y la medición de su peso y altura. Es evidente que, si el uso de servicios oficiales de salud es muy selectivo o sólo una minoría de los niños asiste a la escuela, la imagen resultante del estado nutricional nacional estará gravemente sesgada. En cambio, si la gran mayoría de la población nacional utiliza estos servicios básicos, las estadísticas resultantes, si se compilan y analizan con cuidado, pueden ofrecer una imagen útil, como se expone en el recuadro sobre Costa Rica y Panamá.

Costa Rica y Panamá: datos de censos escolares para el seguimiento de los progresos

Costa Rica comenzó a levantar censos escolares en 1979 y completó su quinto censo en 1989. Los datos recogidos mostraban que el retraso del crecimiento había disminuido un 45 por ciento para 1985. Se cree que este descenso es un indicador válido de las mejoras en la calidad de la vida y la reducción de la inseguridad alimentaria en el país durante este período. Esto contrasta con la situación de Panamá, donde la prevalencia del retraso del crecimiento medida por medio de censos escolares aumentó del 19 al 24 por ciento entre 1985 y 1988. Se considera que esta tendencia refleja la crisis sociopolítica y la migración interna del campo a la ciudad que estaba ocurriendo entonces.


Fuente: Boletín de Alimentación y Nutrición, 1991.

Métodos utilizados a nivel comunitario o local

Se realizan mediciones directas para evaluar el estado nutricional de las poblaciones a nivel comunitario o local aún en los casos en que forman parte de un programa nacional. Se analizan dos métodos que utilizan indicadores antropométricos y de otro tipo.

Etiopía: encuestas en pequeña escala repetidas ayudan a orientar la ayuda alimentaria y evaluar los efectos de las intervenciones


Después de tres malas cosechas consecutivas en la zona del norte de Omo en Etiopía, en abril de 2000 Concern Worldwide realizó una encuesta sobre nutrición. La prevalencia de la emaciación era del 25,6 por ciento, siendo grave en un 4,3 por ciento. Como respuesta, Concern prestó asistencia terapéutica y de alimentación complementaria orientada a los grupos vulnerables, y suministró una ración general. Como se habían consumido los suministros de semillas, Concern distribuyó también semillas de los principales cultivos básicos, como tef, batatas, trigo, maíz y frijoles. Además de determinar la necesidad aguda de intervención en zonas específicas, los resultados de la encuesta facilitaron a Concern la información necesaria para señalar toda la región de Wolayita como necesitada de atención urgente. Como resultado de ello, se concedió a la región carácter prioritario para la distribución de alimentos del Programa mundial de alimentos (PMA).

Se realizó una segunda encuesta tres meses después, en la que se determinó una mejora espectacular en el estado nutricional (un 6,4 por ciento de prevalencia de la emaciación y sólo el 1 por ciento de emaciación grave). Una tercera encuesta realizada en octubre demostró que el nivel de desnutrición se había estabilizado (prevalencia de emaciación del 7,2 por ciento y de emaciación grave del 1 por ciento). Se atribuyó en general la mejora a las intervenciones. La estabilización de la desnutrición y la llegada inminente de otra cosecha permitieron a Concern ir eliminando la ración general. El programa de alimentación terapéutica se interrumpió también en octubre y continuó la alimentación complementaria sólo hasta que el gran número de beneficiarios hubieran alcanzado su peso adecuado.


Fuente: Concern Worldwide, Etiopía.

Encuestas en pequeña escala repetidas. A nivel comunitario o local pueden utilizarse de tiempo en tiempo encuestas en pequeña escala con una amplia variedad de contenido y un enfoque flexible, tanto para definir las dimensiones iniciales de un problema, como para seguir el mejoramiento a medida que se aportan recursos para lograrlo. En tales encuestas se utilizan indicadores uniformes del estado nutricional y la compilación de información adicional pertinente para conocer tanto las causas inmediatas del mal estado nutricional como las causas a plazo más largo de la pobreza subyacente.

Seguimiento del crecimiento. El seguimiento continuo del crecimiento (normalmente peso y altura según la edad) de los niños puede ser realizado por profesionales en clínicas de los servicios sanitarios nacionales o por miembros capacitados de la comunidad en las aldeas. Su objetivo principal es evaluar el estado nutricional de cada niño y movilizar recursos locales para apoyar actividades relacionadas con la nutrición. A las familias con niños en riesgo se puede ofrecer un suplemento alimentario y/o asesoramiento sobre nutrición. Normalmente se mide a los niños cada mes.

El seguimiento del crecimiento se solía hacer principalmente en las clínicas, a las que las madres tenían que acudir, perdiendo el tiempo productivo que tanto necesitan para otras tareas. Hoy en día, la disponibilidad de nuevos tipos de básculas para el registro directo de los datos permite realizar el seguimiento del crecimiento en otros lugares de la comunidad, y no sólo en las clínicas. Las nuevas básculas son más sólidas y pueden mantenerse en un lugar público central de la aldea, como la escuela o el municipio. Además, están conectadas directamente con un gráfico de crecimiento que facilita la entrada de los datos (véase la Figura 6). Los trabajadores de salud de la comunidad están bien situados para garantizar que utilicen estos servicios las madres y niños más desfavorecidos.

Figura 6. Báscula de registro directo

Fuente: M. Meegan, D. Morley y R. Brown. 1994.
En Transactions of the Royal Society of Tropical Medicine and Hygiene, 88: 635-637.

El UNICEF, las ONG internacionales y, más recientemente, los programas de nutrición financiados por el Banco Mundial han fomentado el seguimiento del crecimiento basado en las comunidades. Un elemento importante de este método es que habilita a las comunidades para actuar basándose en la información referente a la nutrición que ellas mismas han recogido e interpretado.

El método puede funcionar muy bien cuando los promotores nutricionales comunitarios tienen la capacitación adecuada y están equipados con recursos suficientes. Puede dar también una cobertura más completa de la población menor de cinco años que el método basado en las clínicas. En el recuadro sobre Bangladesh se describe un sistema se seguimiento del crecimiento en gran escala basado en las comunidades y se destaca la importancia de la gestión eficaz de dicho sistema.

Estos ejemplos de utilización de indicadores de la nutrición muestran que, cuando hay voluntad política y recursos suficientes, las comunidades locales, en colaboración con estructuras gubernamentales descentralizadas, pueden afrontar eficazmente las causas inmediatas del mal estado nutricional de los grupos vulnerables (factores como el aporte energético insuficiente e infecciones que reducen la ingestión y absorción de alimentos). Pero ¿cómo pueden estos grupos hacer más y afrontar las causas subyacentes o radicales de la inseguridad alimentaria? Hay acuerdo general en que, para alcanzar esta etapa ulterior, se necesita investigar más a fondo a nivel local la viabilidad y sostenibilidad de los sistemas de medios de subsistencia predominantes en la comunidad (véase la sección sobre la descripción de la vulnerabilidad en Guatemala, pág. 17).

Bangladesh: Mejora de la calidad del seguimiento del crecimiento basado en la comunidad


El programa nacional de nutrición de Bangladesh incluye un sistema de seguimiento para ayudar a la adopción de decisiones. El sistema utiliza datos de los distintos niveles administrativos (aldea, unión y upzila) antes de agregarlos a nivel nacional. De la compilación de datos sobre el peso mensual de los niños de hasta 24 meses y sobre el aumento de peso de las mujeres embarazadas se encarga la organización Community Nutrition Promoters, integrada por mujeres de la comunidad capacitadas por ONG contratadas y supervisadas por funcionarios de nutrición de la comunidad. Los datos se utilizan para provocar una respuesta apropiada en cada nivel administrativo. Por ejemplo, se señalan las aldeas con más del 5 por ciento de niños gravemente desnutridos para que el agente competente de la comunidad o del gobierno se encargue de asegurar que se adopten las medidas oportunas. Se eligen también para la adopción de medidas complementarias las aldeas con una cobertura inferior al 80 por ciento en el seguimiento del crecimiento o con menos del 90 por ciento de niños y mujeres que reciben suplementos alimentarios. Los datos sobre nutrición se utilizan también para evaluar la eficacia de las aportaciones del programa. Por ejemplo, se ha podido evaluar el impacto del suplemento alimentario diario (equivalente a 600 kcal) suministrado selectivamente a mujeres embarazadas con un índice de masa corporal (IMC) bajo. Después de haber recibido el suplemento, se demostró que los hijos de estas mujeres tenían una mejor recuperación del peso y un mayor peso al nacer que los de las mujeres con un IMC más alto pertenecientes a grupos de ingresos más elevados. Como es normal en realizaciones de este tipo, la fiabilidad de los datos constituye un objeto de preocupación especial. Los problemas varían desde defectos mecánicos de las básculas, hasta imprecisiones de lectura y registro y, en algunos casos, la mala interpretación intencional de los datos por parte de los agentes de la comunidad que desean que los rendimientos obtenidos parezcan mejores. Una vez reconocidos estos problemas, los administradores del programa están realizando comprobaciones de la calidad que incluyen la repetición del pesaje al día siguiente, la mejora de la calidad y fiabilidad de las balanzas y una mayor supervisión de apoyo de parte de los promotores de nutrición de la comunidad.


Fuente: J. Shoham, F.Watson y C.Dolan. 2001. The use of nutrition indicators in surveillance systems. Overseas Development Institute, Londres, Reino Unido.

Vigilancia nutricional en emergencias

En general, en las situaciones de emergencia se utilizan los mismos métodos de antropometría nutricional que en las situaciones normales. No obstante, en las emergencias se hace más hincapié en la utilización de la emaciación (bajo peso para la altura) como indicador, ya que los problemas agudos de acceso a los alimentos que suelen ocurrir en tales períodos pueden provocar la pérdida rápida de peso. Hay también diferencias decisivas en la forma en que se realiza el trabajo de vigilancia nutricional, debido a las complicaciones logísticas y de seguridad típicas de las emergencias. Los actores pueden ser también distintos: cuando hay una interrupción total o parcial de la capacidad del gobierno de intervenir para prestar asistencia (más frecuentemente como resultado de una guerra civil), son los organismos internacionales de ayuda quienes asumen la carga principal de los socorros.

Rwanda: control de la eficacia de las intervenciones en emergencias


Cuando centenares de millares de refugiados hutu huyeron de Rwanda tras el genocidio de 1994, se establecieron cuatro campos de refugiados en el este de Zaire (actualmente, República Democrática del Congo). Encuestas nutricionales realizadas en ellos en agosto determinaron graves niveles de desnutrición (emaciación) en el 17-23 por ciento de los niños menores de cinco años. En respuesta se suministró una ración general de 2 100 kcal por persona al día que debería haber sido suficiente para restablecer un estado nutricional saludable. Sin embargo, repetidas encuestas realizadas en octubre determinaron que persistía en dos de los campos un nivel inaceptablemente elevado de emaciación.

Las razones de ello aparecieron claramente cuando se recogieron datos adicionales por medio del seguimiento de la cesta de alimentos, que indicó cuáles eran las raciones de ayuda alimentaria recibidas realmente en los hogares. Se puso de manifiesto que, en dos de los campos, el 32 y el 29 por ciento de las familias, respectivamente, recibían menos de 1 000 kcal por persona al día. Esta distribución desigual estaba directamente relacionada con la desnutrición, siendo los hogares encabezados por mujeres los que se llevaban la peor parte.

De estos resultados se concluyó que era preciso cambiar el método de distribución de las raciones. Debido a la enorme cantidad y rapidez de la afluencia de los refugiados, los organismos internacionales habían utilizado las estructuras administrativas locales existentes en los lugares de origen de Rwanda para facilitar la distribución de los alimentos. Habían distribuido alimentos a los jefes de los municipios, los cuales se encargaban después de asignar las raciones a los hogares. Los dirigentes de las comunidades habían favorecido a algunos hogares en relación con otros, normalmente por razones políticas. Los datos sobre la cesta de alimentos, junto con los de la encuesta repetida, ayudaron a los organismos a promover otro sistema de distribución que permitiera hacer llegar los alimentos a los grupos menores de hogares y en último término directamente a cada hogar. Después de estos cambios, los resultados de encuestas repetidas realizadas en diciembre y enero demostraron que los niveles de emaciación habían disminuido y se habían estabilizado en tasas aceptablemente bajas (2,5 a 5 por ciento).


Fuente: J. Shoham, F. O'Reilly y J. Wallace. 2001. Humanitarian crisis and conflict: food assistance and nutritional security issues. En E. Clay y O. Stokke, eds. Food aid and human security, cap. 6. Londres, Frank Cass.

Muchas organizaciones de socorros siguen la norma de prestar en las emergencias asistencia alimentaria general o específica cuando la emaciación es superior al 20 por ciento. En muchos casos, la insuficiencia de recursos y la falta de tiempo hacen imposible la utilización de los indicadores antropométricos estándar y la realización de un estudio completo de la población en riesgo durante las emergencias. En tales circunstancias, se utilizan otros indicadores menos exactos pero que se miden más rápidamente, como la circunferencia del brazo, aplicando a la vez una estrategia de muestreo razonable y fiable para abarcar a los grupos de población a los que se tiene acceso.

Se pueden emplear también otros indicadores no antropométricos para la vigilancia nutricional en las emergencias.

En el recuadro sobre Rwanda se ofrece un ejemplo de cómo la información complementaria recogida en una población de refugiados ayudó a determinar la desigualdad y corregir la falta de rendición de cuentas en un sistema de distribución de alimentos.

Caminos hacia la seguridad alimentaria: opciones para los pobres en Guatemala

La pobreza es un factor determinante de la inseguridad alimentaria.

El estudio de los sistemas de medios de subsistencia de la población pobre es un primer paso esencial para determinar sus posibilidades de mejorar su propia suerte. La caracterización de los grupos vulnerables es una forma útil de hacerlo, como demuestra la experiencia de Guatemala.

En la Cumbre Mundial sobre la Alimentación celebrada en Roma en 1996, los líderes identificaron las cuestiones fundamentales a las que es preciso responder para orientar toda acción:

La caracterización de los grupos vulnerables es un método desarrollado por la FAO para ayudar a los países a encontrar respuestas a estas preguntas. Este método, que se describió en detalle en El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2000, se basa en el supuesto que las personas con inseguridad alimentaria se encuentran dentro de los grupos más amplios de población expuestos a distintos factores de vulnerabilidad, como bajos ingresos, tenencia insegura de la tierra o un empeoramiento de la base de recursos naturales. Mediante la identificación y caracterización de grupos vulnerables homogéneos, es posible determinar, dentro de cada grupo, quiénes padecen inseguridad alimentaria, dónde se hallan y por qué la padecen. También es posible determinar las opciones de que disponen los distintos grupos para mejorar sus ingresos y otros aspectos de su situación que contribuyen a la seguridad alimentaria.

En esta sección se presenta información procedente de una serie de perfiles que se han preparado para grupos vulnerables en Guatemala, junto con sugerencias sobre nuevos caminos por los que estas personas puedan salir de la vulnerabilidad y alcanzar un futuro mejor.

Figura 7. Proporción de los grupos vulnerables en la población nacional

Los grupos vulnerables

En Guatemala, la vulnerabilidad y la inseguridad alimentaria son predominantemente fenómenos rurales. Aproximadamente los tres cuartos de la población viven en zonas rurales, y casi los dos tercios de ellos adolecen de vulnerabilidad o inseguridad alimentaria.

En las zonas urbanas y periurbanas, la proporción de la población vulnerable es del 10 por ciento aproximadamente y gran parte de las personas de esta categoría han emigrado recientemente de las zonas rurales buscando una vida mejor.

La Figura 7 muestra los seis grupos vulnerables que se han identificado en Guatemala y la proporción de la población nacional que pertenece a cada uno. Cuatro de los grupos están integrados por agricultores en pequeña escala, y se distinguen entre sí por diferencias en sus entornos agroecológicos y por las pautas de migración de su fuerza de trabajo. Estos cuatro grupos, junto con los pescadores artesanales de las costas del Atlántico y del Pacífico, suman el

45 por ciento de la población nacional. Los trabajadores temporeros en Ciudad de Guatemala y su periferia constituyen otro 2,5 por ciento de la población clasificada como vulnerable.

Cada grupo vulnerable se encuentra en una región geográfica con condiciones agroecológicas, pautas de producción y estructuras sociales específicas. Los mapas de las Figuras 8, 9 y 10 indican estas regiones, junto con su densidad de población y morfología de la tierra. Las características de cada región contribuyen a la vulnerabilidad de los grupos, pero ofrecen también oportunidades de cambio.

El contexto nacional

Según un censo de 1994, la población de Guatemala a mediados de los años noventa era de unos 8 millones de habitantes. Datos recientes indican que la cifra podría superar ahora los 11 millones. Además del rápido crecimiento demográfico natural (2,5 por ciento en el período 1981-94), se registra el regreso de un gran número de personas que habían huido a países vecinos escapando al conflicto civil, especialmente desde que se firmaron los acuerdos de paz en 1996.

Una elevada proporción de la población total (42,8 por ciento) está formada por poblaciones indígenas, que predominan en la región montañosa occidental donde representan un 70 por ciento de la población. Pero se pueden encontrar casi en todas las partes del país bolsas de poblaciones indígenas, que cultivan maíz en pequeñas parcelas y trabajan artesanalmente o venden su fuerza de trabajo.

La emigración estacional de agricultores en pequeña escala que buscan trabajo como jornaleros en grandes plantaciones ha sido desde hace tiempo un sistema de subsistencia característico para muchos campesinos pobres en Guatemala. Actualmente, otros movimientos de población en gran escala están extendiendo la frontera agrícola, frecuentemente de formas insostenibles. Además de obtener tierras por medio de programas oficiales de asentamientos, muchas personas desplazadas por el conflicto están tratando de regresar ahora a sus hogares de origen o de encontrar nuevos lugares donde establecerse en propiedad. Personas económicamente marginadas sin ninguna otra opción se dedican también a cortar árboles y roturar tierras para el cultivo del maíz, principalmente a altitudes elevadas en el altiplano y en la selva tropical húmeda de Petén, al norte.

Figura 8. Regiones donde viven los grupos vulnerables

Figura 9. Densidad de población de las regiones geográficas

El cultivo del maíz es importante tanto cultural como económicamente. Entre las poblaciones indígenas de toda América Central, el maíz representa la regeneración y la nueva vida. La mayoría de los hombres atribuyen gran importancia a su función como productores de maíz y recorrerán grandes distancias para encontrar una pequeña parcela donde poder cultivarlo, independientemente de cualquier otra cosa que hagan para asegurar la subsistencia de sus familias.

Normalmente se cultiva el maíz en parcelas muy pequeñas (minifundios), mientras que la agricultura comercial se practica en grandes plantaciones o haciendas (latifundios). La propiedad de los latifundios es inequívoca, mientras que los agricultores en pequeña escala rara vez poseen sus tierras incondicionalmente. Incluso aquellos a los que se ha concedido el título de propiedad no pueden estar seguros de que sus títulos serán aceptados en los tribunales. Muchas pequeñas parcelas se encuentran en tierras comunales administradas por leyes consuetudinarias o por las autoridades municipales. Es posible que pequeños agricultores reciban la concesión de derechos de uso de tierras comunales tradicionales o que las alquilen al municipio, o simplemente roturen y cultiven tierras no colonizadas. Algunos cultivan también en régimen de aparcería tierras pertenecientes a un latifundio.

El analfabetismo entre los campesinos alcanza un promedio del 60 por ciento, mientras que entre las mujeres es del 80 por ciento aproximadamente, lo que refleja una importante diferencia en sus funciones respectivas, asignándose a la mujer la función de «ayudante silenciosa».

Figura 10. Morfología de la tierra de las regiones geográficas

Los perfiles

En las páginas siguientes se caracterizan los diferentes grupos vulnerables con inseguridad alimentaria en Guatemala. Dentro de cada grupo, pueden distinguirse subgrupos homogéneos, algunos con mayor inseguridad alimentaria que otros (Figura 11). Estos perfiles ofrecen información sobre el entorno geográfico, los sistemas de subsistencia dominantes y los principales problemas con que se enfrentan estos grupos y subgrupos. Esta caracterización constituye la base para identificar las oportunidades de mejorar los métodos de subsistencia y la seguridad alimentaria de cada grupo.

Figura 11. Conexión de la inseguridad alimentaria y la vulnerabilidad dentro de cada grupo vulnerable

Agricultores en pequeña escala en tierras de transición en el este

Entorno geográfico. Las tierras de transición del este se hallan en la cuenca del río Motagua, a altitudes de 500 a 1 500 metros, donde viven los pequeños agricultores más vulnerables.

El clima es cálido y seco y expuesto a frecuentes sequías, y los suelos son muy pobres.

Se practica la agricultura intensiva para la exportación (bananos, café y horticultura) en grandes haciendas sobre las laderas más bajas y cerca del fondo de los valles, desde donde hay fácil acceso al Atlántico. La construcción es una industria creciente en las ciudades en expansión de la región.

Sistemas de subsistencia de la población vulnerable. Los pequeños agricultores cultivan maíz y frijoles para el consumo doméstico, junto con algunas frutas y hortalizas para los mercados locales, y venden su trabajo a los latifundios. Debido a las pequeñas dimensiones de su parcela, a los escasos rendimientos y a los bajísimos sueldos del trabajo agrícola, estos agricultores frecuentemente no producen ni ganan lo suficiente para satisfacer necesidades básicas mínimas.

El 10 por ciento de las personas de este subgrupo son miembros de familias con poca o ninguna tierra en propiedad y que cultivan tierras comunales o en régimen de aparcería a altitudes superiores a 1 500 metros (subgrupo A). El 65 por ciento pertenecen a familias con menos de 0, 25 ha (4 manzanas) de tierra a altitudes inferiores a 1 500 metros (subgrupo B). El 25 por ciento son miembros de familias sin tierras, que emigran estacionalmente para alquilar tierras en valles o en la región del norte a fin de cultivar maíz (subgrupo C).

Oportunidades. Gran parte de esta región está ocupada por latifundios, por lo que la mayoría de los pequeños agricultores difícilmente pueden conseguir tierras adicionales. Los del subgrupo A tienen esencialmente las mismas opciones que los de las zonas occidentales. Las posibilidades con que cuentan los agricultores del subgrupo B son:

Para aprovechar estas opciones, los agricultores deberán tener acceso a servicios de extensión, semillas o plantones mejorados, una buena información sobre el mercado y créditos. Necesitan asimismo incrementar su poder de negociación, posiblemente mediante la constitución de asociaciones de agricultores.

Las familias del subgrupo C pueden buscar la formación profesional de los jóvenes para satisfacer la demanda creciente de mano de obra semiespecializada en las industrias agroexportadoras, así como de carpinteros, tallistas, herreros y mecánicos. También hay oportunidades para el trabajo en el servicio doméstico.

Pequeños agricultores en tierras bajas y altas del norte

Entorno geográfico. Las tierras bajas del norte consisten en una selva húmeda (0 a 500 metros), tropical en gran parte virgen, que representa casi la mitad del territorio nacional; están escasamente pobladas y la producción de ganado en ranchos es la principal actividad productiva. Las tierras altas del norte forman un perímetro boscoso mucho menor (500 a 2 000 metros) en el extremo sur de esta región.

Están confluyendo a estas tierras muchas personas internamente desplazadas o económicamente marginadas, así como otras que han regresado después de los conflictos. Vienen también al norte de esta región muchas familias sin tierras procedentes de las tierras de transición del este para cultivar maíz durante períodos breves.

Sistemas de subsistencia de la población vulnerable. Los nuevos colonos y los emigrantes estacionales practican el cultivo sobre residuos de tala y chamicera, cultivando la tierra durante un año o dos y marchándose después. Debido a la fragilidad del medio ambiente (laderas pendientes expuestas a la erosión en las partes más altas y escasa fertilidad del suelo en las zonas boscosas desbrozadas), la sostenibilidad de la agricultura es precaria. Además, el rápido avance de la frontera agrícola amenaza la selva restante, así como la biodiversidad y los ecosistemas que sostiene. Los inmigrantes aplican sistemas de cultivo de sus regiones de origen que no son necesariamente apropiados al nuevo entorno y cortan árboles para vender la madera. La falta casi total de derechos a la tierra estimula también a los agricultores a explotar en exceso la base de recursos antes de abandonarla.

El 20 por ciento de los habitantes de esta región pertenecen a familias sin tierras asentadas ahora temporalmente en las tierras bajas o en las altas (subgrupo A).
El 80 por ciento pertenecen a familias con pequeñas explotaciones que reclaman la tierra pero no tienen ningún título legal. Muchas familias de ambos subgrupos tratan de enviar por lo menos a un miembro varón de la familia a la capital, a México o a los Estados Unidos para que encuentre trabajo (subgrupo B).

Oportunidades. La existencia de lugares arqueológicos mayas muy importantes, junto con la belleza natural y la biodiversidad de la selva tropical húmeda, ofrecen la oportunidad de desarrollar una importante industria ecoturística, vinculada al establecimiento de áreas de conservación protegidas. Esto implicaría:

La capacitación en «conservación por el uso» de los recursos forestales a fin de generar ingresos adicionales podría proporcionar beneficios inmediatos a los pequeños agricultores de ambos subgrupos.

Pequeños agricultores en tierras volcánicas, tierras de transición y tierras altas del oeste

Entorno geográfico. Las tierras volcánicas, tierras de transición y tierras altas del oeste constituyen el altiplano de Guatemala. Las altitudes varían de 500 a 4 000 metros; hay pocas carreteras y es escaso el acceso a servicios sociales básicos. La región está densamente poblada y adolece de tasas muy elevadas de deforestación con la consiguiente erosión del suelo en las laderas más pendientes.

Sistemas de subsistencia de la población vulnerable. Las altitudes mayores del altiplano están habitadas principalmente por poblaciones indígenas que cultivan una o dos cosechas de maíz y frijoles al año durante la estación húmeda y emigran a trabajar en las plantaciones de azúcar y café del sur durante el resto del año. También cortan y venden madera como fuente de ingresos suplementarios. En algunos lugares se cultivan también trigo, papas y hortalizas.

Las familias que no tienen otra posibilidad emigran a la región del norte. Lo mismo que en otras zonas, muchas tratan de enviar por lo menos a un miembro de la familia a México o a los Estados Unidos. A altitudes inferiores, la agricultura está más diversificada y hay más oportunidades de participar en el mercado.

El 54 por ciento de la población de la región son miembros de familias con poca o ninguna tierra en zonas marginales de laderas muy pendientes (subgrupo A). El 19 por ciento son miembros de familias con menos de 4 000 m2 (1 a 10 cuerdas) en laderas menos pendientes (subgrupo B). En estos dos subgrupos se registran en general elevadas tasas de analfabetismo, viviendas muy pobres, malas condiciones higiénicas y prácticas sanitarias, y actitudes culturales que favorecen el mantenimiento del sistema tradicional de subsistencia basado en el maíz. Estas personas tienen una desconfianza en las organizaciones oficiales derivada del período del conflicto. No obstante, los dirigentes indígenas tienen influencia y hay una fuerte presencia de las ONG en muchas zonas.

El 22 por ciento son miembros de familias con 4 000 a 6 000 m2 (10 a 15 cuerdas) que pueden producir algunos cultivos para el mercado (subgrupo C). El 5 por ciento son miembros de familias con actividades agrícolas diversificadas en los valles y que disponen de los conocimientos para encontrar empleo en el sector creciente de los servicios de protección ambiental (subgrupo D).

Oportunidades. No se han desarrollado todavía sistemas agroforestales para adaptarlos a altitudes superiores a 1 500 metros, por lo que es necesario hacerlo. Otras posibilidades inmediatas para mejorar la condición de estas poblaciones de las tierras altas son:

El agua limpia de los manantiales de montaña representa una importante fuente natural en el altiplano y podría explotarse mediante:

Pequeños agricultores en las llanuras costeras del sur

Entorno geográfico. Las llanuras de la costa del Pacífico Sur, a una altitud de 0 a 500 metros, disponen en general de buenos suelos y terrenos llanos con algunas colinas. Existe una buena red de carreteras y el acceso por mar a los mercados de México y América Central.

La agricultura está dominada por grandes explotaciones y ranchos que producen para la exportación, principalmente caña de azúcar, banano y ganado en las llanuras y café en las colinas. En toda la región, los pequeños agricultores cultivan tierras marginales expuestas a inundaciones que frecuentemente causan notables pérdidas de cosechas, especialmente de maíz.

Se ha registrado una pronunciada reducción de la demanda de fuerza de trabajo agrícola debido a la contracción del mercado del café y a la mecanización de las explotaciones azucareras. Además, los pequeños agricultores locales que venden su fuerza de trabajo se enfrentan con la fuerte competencia de los emigrantes del altiplano.

Las personas de origen indígena que han regresado después del conflicto se han reasentado en comunidades organizadas en el ámbito del programa de «patrimonio cultural mixto». Muchas de ellas prefieren cultivar maíz, pese a disponer de buenas oportunidades de producir una mayor variedad de cultivos. Son frecuentes los conflictos locales por el acceso a la tierra o a los servicios gubernamentales entre los agricultores asentados y los que han regresado.

Las zonas de manglares de la costa han sido una fuente importante de madera, pero el recurso está cada vez más sobreexplotado.

Sistemas de subsistencia de la población vulnerable. El 58 por ciento de los habitantes de esta región pertenece a familias sin tierras cuya subsistencia depende de la venta de su propia fuerza de trabajo; algunas toman también en arriendo tierras para cultivar maíz. Estas personas pueden emigrar a la capital, a las plantaciones de café y banano de los departamentos cercanos o a México o a los Estados Unidos en busca de trabajo (subgrupo A). El 21 por ciento pertenece a familias con una superficie de un dieciseisavo a un cuarto de hectárea (1 a 4 manzanas) de tierras pobres que producen maíz para su propio consumo y abandonan sus comunidades durante breves períodos para trabajar en los latifundios (subgrupo B). Otro 21 por ciento son familias con una superficie de un dieciseisavo a un cuarto de hectárea (1 a 4 manzanas) de buenas tierras que producen maíz y otros cultivos para el mercado; normalmente, al menos un miembro de la familia vende también localmente su fuerza de trabajo agrícola de cuando en cuando. Muchas de estas familias se han reasentado después de su regreso (subgrupo C).

Oportunidades. Los pequeños agricultores del subgrupo A pueden beneficiarse de un programa de mejoramiento ganadero para obtener ingresos. El programa debería centrarse en animales pequeños, como aves de corral, cerdos y cabras.

Las opciones para los pequeños agricultores de los subgrupos B y C son:

Comunidades que viven de la pesca artesanal en las costas del Atlántico y el Pacífico

Entorno geográfico. Los pescadores artesanales de la costa del Atlántico viven en situación de aislamiento físico (los asentamientos están situados a lo largo de una faja de arena que separa el océano de las marismas). El hábitat es extremadamente pobre, con una ausencia total de servicios básicos como agua limpia, saneamiento, atención de salud, electricidad, gas y transporte. No existen grupos ni cooperativas organizados.

La base de recursos ícticos en el Atlántico se está reduciendo debido al número creciente de pescadores y a la extracción intensiva del plancton de manjua del que se alimentan los peces. Las pesquerías artesanales de los manglares orientales forman ahora parte de una reserva natural. Debido a las restricciones aplicadas a sus derechos a explotar alimentos silvestres en la reserva del manglar y a la falta de acceso a tierras cultivables, las familias pescadoras subsisten casi exclusivamente a base del pescado que capturan; sólo unas pocas poseen gallinas o cerdos.

En la costa del Pacífico, las comunidades pesqueras artesanales coexisten con asentamientos agrícolas y flotas pesqueras industriales. Se encuentran distintas especies de peces de alto valor comercial y la infraestructura de comercialización está bien desarrollada. Los pescadores artesanales que utilizan embarcaciones con motores pequeños se hallan en desventaja con respecto a sus competidores industriales, no sólo por razón del equipo, sino también porque su acceso a los servicios y mercados es más limitado.

Sistemas de subsistencia de los grupos vulnerables. En la mayoría de las comunidades pesqueras artesanales, unos pocos miembros menos pobres poseen embarcaciones y redes, mientras que la mayoría trabajan como tripulaciones y reciben una parte de la captura para su consumo y venta local. Las mujeres se encargan de elaborar el pescado y venderlo en el mercado local o, en la costa del Pacífico, a los comerciantes.

El 25 por ciento de las familias de pescadores artesanales pertenecen a comunidades aisladas sin ningún acceso a la tierra. Viven en la costa del Atlántico, principalmente en los manglares al este del río Dulce, pero también al norte del mismo (subgrupo A). Los varones de este subgrupo pescan con redes en piraguas, mientras que los niños recogen camarones en las marismas. La captura se consume o se vende localmente. El otro 75 por ciento pertenece a comunidades dispersas a lo largo de la costa del Pacífico, con acceso a pequeñas cantidades de tierra productiva y oportunidades de trabajo estacional en los ranchos y haciendas (subgrupo B). Muchas de las embarcaciones de propiedad de este subgrupo están motorizadas y una proporción considerable de la captura se vende en mercados mayores a lo largo de la costa.

Oportunidades. La realización de programas orientados a necesidades específicas de las comunidades pesqueras artesanales de la costa del Pacífico (subgrupo B) podría ayudarles a modernizarse. Las posibles medidas son:

Trabajadores temporeros en barrios pobres de Ciudad de Guatemala y su periferia

Entorno geográfico. Los trabajadores temporeros de Ciudad de Guatemala se enfrentan con una inestabilidad y riesgos considerables. Aunque han emigrado de otras regiones para mejorar su condición, muchos siguen estando empleados irregularmente. Los barrios pobres donde encuentran alojamiento son insalubres y están expuestos a frecuentes inundaciones. No existen redes de seguridad social, con la excepción de algunos programas selectivos de ayuda alimentaria y las actividades de organizaciones religiosas.

El grado de inseguridad alimentaria de estos trabajadores empleados irregularmente generalmente refleja la duración de su estancia en la zona urbana o periurbana. Con el tiempo, su situación tiende a mejorar, así como la calidad de sus hogares, su propiedad, niveles de ingresos y estabilidad y acceso al capital social y urbano. Sin embargo, mientras su empleo permanece incierto, siguen siendo vulnerables.

Sistemas de subsistencia de los grupos vulnerables. Todos los miembros de la familia trabajan, incluso los niños analfabetos. Sin embargo, los ingresos de la familia, obtenidos mediante varias actividades marginales diversificadas, siguen siendo extremadamente bajos e inciertos, y se utilizan casi totalmente para pagar el alquiler de la vivienda y comprar alimentos. Los niños, frecuentemente abandonados sin atención, son particularmente vulnerables a la inseguridad alimentaria, las enfermedades y la explotación sin escrúpulos.

El 9 por ciento de las personas de este grupo pertenecen a familias encabezadas por mujeres y con muchos hijos, frecuentemente de padres diferentes. Suelen vivir en nuevas barriadas míseras y se les considera irresponsables e incluso de dudosa reputación. No sólo carecen de ingresos previsibles, sino que están sujetos a discriminación social y aislamiento, lo que, a su vez, agrava la situación desfavorecida de sus hijos. La mayoría de estas familias son extremadamente pobres y padecen inseguridad alimentaria crónica (subgrupo A).

El 69 por ciento pertenecen a familias con un trabajador temporero que alquila una parcela de tierra o una pequeña casa rudimentaria en barrios pobres más establecidos. Se dispone de ingresos irregulares obtenidos principalmente por los hombres, pero éstos los gastan con demasiada frecuencia en alcohol y drogas (subgrupo B).

El 22 por ciento pertenecen a familias con al menos un miembro empleado en un trabajo asalariado más o menos regular, establecidas normalmente en barrios pobres, pero con un marco familiar y nivel de vida más estables. Sin embargo, es posible que se sacrifique la calidad de los alimentos para comprar una casa a crédito o pagar la educación de los hijos (subgrupo C).

Oportunidades. El establecimiento de guarderías daría a las mujeres la oportunidad de trabajar más regularmente y beneficiaría directamente a los niños vulnerables de los subgrupos A y B

Las mujeres y los jóvenes de todos los subgrupos podrían beneficiarse de:

Impactos negativos recientes en la seguridad alimentaria

Las sequías, inundaciones, ciclones, temperaturas extremas, terremotos y conflictos siguen poniendo en peligro los progresos hacia la seguridad alimentaria en muchos países en desarrollo.

Los países en desarrollo son los más castigados por las catástrofes naturales del mundo y las padecen en medida desproporcionada porque carecen de recursos para afrontarlas y reconstruir los medios de subsistencia después de ellas.
Los gobiernos que están ya ahogados económicamente se ven obligados a desviar sus escasos recursos para aliviar los efectos de las sequías, inundaciones o terremotos, reduciendo así sus esfuerzos a largo plazo para mejorar la seguridad alimentaria y estimular el progreso económico. Cuando a la calamidad natural se suma un conflicto humano el avance hacia la liberación del hambre es aún más difícil.

De octubre de 1999 a junio de 2001, 22 países se han visto afectados por sequías, 17 por inundaciones y huracanes, 14 por guerras o conflictos civiles, 2 por terremotos y 3 padecieron inviernos excepcionalmente fríos. Cada catástrofe deja una secuela característica de daños que exigen una respuesta diferente en cada caso, pero con demasiada frecuencia se adoptan las medidas demasiado tarde y son insuficientes.

Las situaciones de sequía que se desarrollan gradualmente, permiten prever más fácilmente las consecuencias, pero, aún así, la alerta temprana no garantiza necesariamente una acción internacional concertada y oportuna. Las inundaciones, ciclones, graves tempestades y, sobre todo, los terremotos dejan a la población afectada a merced de reacciones internacionales espontáneas. Los climas inhóspitos causan dificultades en el mejor de los casos, pero cuando se producen temperaturas extremas, los resultados pueden ser casi tan graves como los de otras catástrofes, poniendo en grave dificultad las frágiles economías. Aunque durante el período en examen se han producido pocos nuevos brotes de conflictos civiles o guerras, los ya existentes desde hace tiempo siguen desplazando a millones de personas dentro de los países y dispersando a centenares de millares a través de las fronteras como refugiados, pese al despliegue de las fuerzas internacionales para el mantenimiento de la paz.

África

La grave sequía que comenzó en 1999 y continuó en 2000, devastó las cosechas y el ganado en África oriental, dejando a millones de personas desesperadamente necesitadas de ayuda alimentaria. En Etiopía y Kenya, se perdieron grandes cantidades de ganado y muchas personas murieron de inanición, pero también en Eritrea, Somalia, Sudán, Uganda y la República Unida de Tanzanía se padecieron las consecuencias.

Pese a las alertas dadas por el Sistema mundial de información de alerta (SMIA) de la FAO, la respuesta internacional para el suministro de alimentos de urgencia tardó en ponerse en marcha y se evitó sólo en pequeña medida la generalización de las muertes por inanición. En enero de 2001, las Naciones Unidas lanzaron un llamamiento interinstitucional a fin de obtener 353 millones de dólares EE.UU. para ayudar a los países del Cuerno de África a recuperarse de los efectos de la sequía, pero en abril de 2001, los donantes se mostraban todavía reacios a responder. Según un coordinador humanitario regional de las Naciones Unidas, la respuesta para Kenya, uno de los países más afectados, había proporcionado hasta ese momento sólo el 3 por ciento de la cantidad solicitada.

En el África austral, en febrero y marzo de 2000 inundaciones sin precedentes azotaron el centro y sur de Mozambique, perjudicando gravemente o destruyendo la infraestructura y causando grandes pérdidas de cultivos y ganando. También en este caso la asistencia internacional, empezó con lentitud, si bien se aceleró posteriormente y permitió al país evitar una grave catástrofe. Aún así, la asistencia internacional para la rehabilitación y reconstrucción ha sido mucho menos generosa. Aunque Mozambique es uno de los países más pobres del mundo, había logrado progresos económicos constantes desde el final de su guerra civil en 1992. Si no se facilita una considerable asistencia internacional, los modestos avances económicos logrados en años recientes se malograrán y quedarán frustradas las esperanzas de alcanzar los objetivos establecidos por la Cumbre Mundial sobre la Alimentación en 1996.

Dos ciclones y una tormenta tropical azotaron Madagascar a comienzos del 2000 causando graves inundaciones y pérdidas de vidas, el desplazamiento de más de 10 000 personas y grandes daños a la infraestructura del país. En total, quedaron afectados 1,14 millones de hectáreas de cultivos y se estima que la producción se perdió totalmente en 200 000 ha a causa de las inundaciones. Además de las fuertes pérdidas de cultivos alimentarios, se registraron graves daños en los principales cultivos de exportación como los de café, vainilla y clavo. Madagascar es, como Mozambique, un país pobre que en años recientes había logrado algunos progresos gracias a las reformas económicas.

Además de la miseria, los conflictos y sus consecuencias, la persistencia de prolongadas guerras civiles ha continuado causando sufrimientos a millones de personas en África. En Sierra Leona, pese al despliegue de la fuerza de mantenimiento de paz de las Naciones Unidas, continúa el desplazamiento en gran escala de la población rural. Hasta 1,2 millones de personas desplazadas internamente en las zonas controladas por los rebeldes se hallan fuera del alcance de los organismos humanitarios y su estado nutricional y de salud son causa de grave preocupación. Sierra Leona lleva cierto tiempo dependiendo decisivamente de la ayuda alimentaria internacional debido al trastorno constante de las actividades de producción alimentaria interna.

Figura 12.Países afectados recientemente por catástrofes naturales y de origen humano

En Angola, 25 años de guerra civil han provocado el desplazamiento de más de 2,5 millones de personas, la mayoría de las cuales padecen malnutrición y enfermedades. Existe una situación análoga en la República Democrática del Congo. Según estadísticas de las Naciones Unidas, al menos un tercio de la población del país, es decir, 16 millones de personas, padece malnutrición, debido en gran medida a sus constantes desplazamientos. En otras zonas del África subsahariana, persisten los combates en Burundi, Liberia, Sudán y Uganda.

Las minas de tierra han llegado a ser también una amenaza para la vida de las comunidades rurales, tanto durante los conflictos como después de ellos. En Eritrea, por ejemplo, muchos de los 1,5 millones de personas desplazados de las mejores tierras de cultivo del país a causa de la guerra con la vecina Etiopía son reacios a volver a sus zonas de origen por temor a morir víctimas de las minas de tierra.

Asia

En Asia central, un total de los 4 millones de personas más afectadas por la sequía en Armenia, Georgia y Tayikistán necesitan ahora asistencia. También Jordania, Iraq y la República Árabe de Siria se han visto afectadas por dos años consecutivos de sequía; los pequeños agricultores y los pastores son los más gravemente afectados y necesitan urgentemente ayuda alimentaria.

En Afganistán, la sequía decimó las cosechas y el ganado en todo el país y se señalaron muertes por inanición. La situación se ha agravado ulteriormente a causa de la escalada de la prolongada guerra civil y del durísimo invierno, y la población se desplaza masivamente de las zonas rurales a las ciudades y al otro lado de las fronteras en busca de alimentos y cobijo. Se señalan muertes por congelación, especialmente en zonas del oeste y norte.

En la República Islámica del Irán, la sequía de 2000 fue la prolongación de una de las tres sequías padecidas en los últimos 30 años que afectó gravemente a 18 de las 28 provincias del país. Se tuvieron que importar casi 7 millones de toneladas de trigo en 1999/2000, con lo que el país se ha convertido en uno de los mayores importadores mundiales de este cereal. En Pakistán, la sequía devastó los cultivos en la provincia occidental de Baluchistán y en la provincia meridional de Sindh. En la India, se padeció en el estado de Gujarat la peor sequía de los 100 últimos años, que provocó una grave escasez de agua en más de 18 000 aldeas. Resultaron también afectados los estados de Rajasthan, Madhya Pradesh y Andhra Pradesh.

Bangladesh, Camboya, China, India, la República Democrática Popular Lao, Nepal, Tailandia y Viet Nam figuran entre los países que padecieron los efectos de catástrofes como inundaciones, ciclones, tormentas tropicales y terremotos. En Camboya, otro de los países más pobres del mundo, las peores inundaciones sufridas en 40 años provocaron varios centenares de muertes y la destrucción general de las cosechas, infraestructura, bienes y medios de comunicación. En la India, que fue el país más afectado, graves inundaciones devastaron los estados de Himachal Pradesh, Bihar, Bengala Occidental y Assam. También en la India, se produjo en el estado Gujarat un terremoto que causó decenas de millares de muertes.

En Mongolia, dos inviernos consecutivos (1999/2000 y 2000/2001) de extremo frío, con temperaturas de hasta 50 °C bajo cero, causaron la muerte de 3,6 millones de cabezas de ganado, que representan más del 10 por ciento de la cabaña nacional. Más de un tercio de la población del país, principalmente pastores nómadas, obtienen exclusivamente del ganado su subsistencia e ingresos. Por ello, una gran proporción de la población quedó empobrecida y con una elevada inseguridad alimentaria; esta situación se mantendrá durante varios años hasta que se repongan plenamente las cabañas.

En enero de 2001 las temperaturas alcanzaron sus niveles más bajos de los últimos 50 años en la República Popular Democrática de Corea, acentuando la precaria situación de la población ya debilitada por años de escasez de alimentos, falta de electricidad y combustible para calefacción y acceso limitado a los servicios de salud.

América Latina

En América Central, una serie de catástrofes naturales, como una prolongada sequía, el huracán Keith y terremotos, afectaron gravemente a la producción agrícola. En El Salvador se padecieron varios terremotos seguidos en enero y febrero de 2001, que produjeron la muerte de más de 1 000 personas y causaron extensos daños en las viviendas y la infraestructura de comunicaciones. Aunque se habían cosechado los principales cultivos alimentarios, se sufrieron graves daños en el sector vital del café.

En América del Sur, fuertes lluvias y un período de sequía obligaron al Gobierno de Bolivia a declarar zona catastrófica la mayor parte del país en febrero de 2001, induciendo la prestación de ayuda alimentaria de la comunidad internacional.

Número de personas afectadas por las catástrofes


En todo el mundo, el número de personas que se estima han resultado afectadas por situaciones de escasez de alimentos causadas por catástrofes ha variado de 52 millones en octubre de 1999 a 60 millones en octubre de 2000, y 62 millones en abril de 2001.


Estrategias a largo plazo necesarias

Los modelos de predicción del cambio climático corroboran la impresión de que van a aumentar la incidencia, intensidad y extensión geográfica de las sequías e inundaciones. Algunos de los países con ingresos más bajos del mundo son los más gravemente afectados.

La prestación oportuna de asistencia internacional podría evitar en muchos casos la generalización de muertes por inanición y contribuir a mitigar los peores efectos económicos. Además de esta asistencia de emergencia, se necesita otra ayuda para la rehabilitación y reconstrucción. Sin embargo, si van a aumentar las catástrofes, como cree la comunidad científica internacional, es imprescindible adoptar estrategias a largo plazo para ayudar a los países a prepararse rápidamente para afrontarlas e invertir la tendencia al calentamiento mundial en un plazo de mediano a largo. Además de la reducción de las emisiones de gases de invernadero, es preciso adoptar medidas preventivas como la reforestación, la conservación de suelos y aguas (a nivel de cuencas hidrográficas) y el empleo de cultivos tolerantes a la sequía. También es importante el establecimiento de redes de seguridad para las regiones más afectadas y de mejores sistemas de alerta.

VIH/SIDA: una crisis sin igual

Aunque la epidemia del VIH/SIDA se percibe todavía y trata esencialmente como una cuestión de salud, es preciso reconocer que para millones de hogares y comunidades y regiones enteras devastadas por la enfermedad y la muerte, el acceso a los alimentos se ha convertido en una prioridad principal.

Se estima actualmente que unos 36 millones de personas están infectadas en todo el mundo con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), el 95 por ciento de los cuales vive en países en desarrollo. Suponiendo que cada caso de VIH influye directamente en las vidas de otras cuatro personas, la enfermedad afecta ya a más de 150 millones de personas. Durante 2000 se registraron 5,3 millones de nuevas infecciones con el VIH, y casi 3 millones de personas murieron como consecuencia del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). La prevalencia de esta enfermedad sigue aumentando. La India y Sudáfrica, cada uno de ellos con más de 4 millones de personas infectadas, tienen el mayor número de enfermos de VIH/SIDA. Por regiones, donde mayor es la epidemia es en el África subsahariana, con más de 25 millones de personas afectadas por el VIH/SIDA. Factores biológicos y sociales hacen a las mujeres más vulnerables que los hombres, especialmente en la adolescencia y la juventud. En muchos lugares, las tasas de infección con el VIH son de tres a cinco veces más altas entre las jóvenes que entre los jóvenes.

La epidemia se propaga con una rapidez escalofriante. El África austral, donde mayor es la prevalencia de la enfermedad, ofrece un ejemplo de lo que puede ocurrir en otras regiones si no se toman medidas preventivas eficaces. Por ejemplo, en Botswana, en 1984 estaba afectado menos del 1 por ciento de los adultos, mientras que en 2000 la prevalencia ha ascendido al 35 por ciento.

La enfermedad suele afectar a los miembros más productivos de la sociedad, con consecuencias catastróficas para la agricultura y otros aspectos del desarrollo económico y social. Pueden sucumbir tanto los ricos como los pobres, pero estos son más vulnerables a sus efectos. El VIH/SIDA prolonga y acentúa la pobreza al cabo del tiempo, despojando a los hogares de sus bienes y agotando el capital humano y social. Estas características hacen que la enfermedad contribuya simultáneamente a reducir la producción de alimentos y el acceso económico a ellos, asestando un doble golpe a la seguridad alimentaria.

Figura 13. Número estimado de personas que viven con el VIH/SIDA en todo el mundo 1999

Impacto en la seguridad alimentaria y la nutrición

Los efectos sobre la seguridad alimentaria y la nutrición se experimentan:

... en los hogares. Tan pronto como cae enfermo de VIH/SIDA el primer adulto se pone en movimiento una espiral descendente que afecta al bienestar del hogar. Su primera consecuencia es la reducción de la capacidad de trabajar en la producción y elaboración de alimentos y la dedicación de más tiempo y dinero a la atención de salud, en detrimento de otras actividades relacionadas con la alimentación. Es posible que los niños se vean obligados a interrumpir su asistencia a la escuela porque el hogar necesita su ayuda o no puede pagar ya los honorarios escolares. La muerte del primer adulto supone gastos adicionales para el funeral y la reducción permanente de la capacidad productiva del hogar. Prácticas socioculturales pueden agravar aún más los problemas del hogar, por ejemplo, cuando la esposa que sobrevive no puede mantener el acceso a la tierra que tenía el marido difunto. La disparidad entre el hombre y la mujer, además de contribuir a la propagación del SIDA, aumenta la miseria entre las mujeres en las sociedades afectadas por la enfermedad.

La etapa siguiente puede ser que la esposa del primer adulto caiga enferma, lo que agudiza y acumula los problemas y acelera la espiral descendente. La familia puede encontrarse sin reservas de dinero, frecuentemente se endeuda y se ve obligada a vender el ganado y otros recursos productivos, hundiéndose en la miseria.
Se agotan los sistemas tradicionales de ayuda mutua pues los parientes no pueden cuidar de los hijos cuyos padres han muerto. Llega a ocurrir que el hogar se reduce a un grupo empobrecido de ancianos y niños.

Para una persona pobre infectada con el VIH/SIDA, la malnutrición y la enfermedad forman un círculo vicioso. Una dieta insuficiente incrementa el riesgo de infecciones secundarias y acelera la progresión del VIH/SIDA, lo que, a su vez, provoca un empeoramiento ulterior del estado nutricional. En cambio, las dietas más sanas y equilibradas de que disfruta la población más rica ayudan a resistir a la enfermedad y mantener cierta calidad de vida. Después de la infección con VIH, la aparición del SIDA y de infecciones secundarias se retrasa en las personas con un buen estado nutricional.

... a nivel comunitario. El VIH/SIDA afecta de distintas formas a la agricultura y a la producción alimentaria a nivel comunitario. La primera y más evidente es la reducción de la fuerza de trabajo. La FAO calcula que, en los 25 países más afectados de África, han muerto de SIDA 7 millones de trabajadores agrícolas desde 1985 y es probable que ocurran otros 16 millones de muertes en los dos próximos decenios. Se teme que la fuerza de trabajo disminuya entre el 10 y el 26 por ciento en los diez países donde más grave es la epidemia.

La agricultura comercial resulta igualmente afectada que la de subsistencia en pequeña escala, ya que los trabajadores emigrantes están particularmente expuestos a la infección. Por ello escasea la mano de obra para la escarda y la recolección.
La morbilidad y mortalidad de los empleados eleva los costos sociales y de salud de las empresas, las cuales pueden perder también trabajadores cualificados y experimentados. Esta reducción de la productividad y competitividad puede hacer que disminuyan las oportunidades de empleo y repercutir gravemente en otras empresas locales, como las proveedoras de insumos.

Además de los productores y elaboradores de alimentos resultan también afectadas las instituciones que los apoyan. Los servicios de investigación y extensión agrarias, lo mismo que los de salud y educación, quedan desbaratados al enfermar y morir su personal. La prestación de cuidados a los miembros enfermos de la familia, la asistencia a los funerales y la observancia de períodos de luto reducen aún más el tiempo productivo de los que se mantienen sanos.

Figura 14. Propagación del VIH en África, 1984-99

Cuando el VIH/SIDA afecta a muchos hogares de una comunidad, los mecanismos tradicionales de esa comunidad para el cuidado de los huérfanos, los ancianos, los débiles y los muy pobres se ven desbordados y pueden incluso desbaratarse. La gente queda sin dinero ni tiempo para dedicarse a organizaciones de la comunidad. La pérdida generalizada de adultos activos trastorna los mecanismos de transferencia de conocimientos, valores y creencias de una generación a otra. Desaparecen las técnicas agrícolas porque los niños no pueden ver cómo trabajan sus padres. Por ejemplo, se señaló que en Kenya, de los hogares encabezados por huérfanos, sólo el 7 por ciento tienen un conocimiento suficiente de las prácticas agrícolas. Todos estos problemas pueden infligir daños duraderos a la capacidad de la comunidad para producir y comprar alimentos.

... a nivel nacional. Los efectos en los hogares y comunidad pueden crecer progresivamente de forma que quede afectada toda la vida de la nación. El país pierde a importantes responsables de las decisiones y profesionales altamente cualificados y, cuando las tasas de prevalencia son elevadas, muchos departamentos del gobierno central no pueden prestar ya los servicios de su competencia. El aumento del gasto con cargo al presupuesto para la salud obliga a tomar fondos de inversiones productivas, como servicios, insumos y créditos agrícolas.

Se reducen los suministros alimentarios nacionales y aumentan los precios de los alimentos lo que afecta sobre todo a la población pobre. La desintegración de empresas comerciales puede minar la capacidad del país para exportar y, por lo tanto, para obtener ingresos en divisas y crear puestos de trabajo, lo que limita aún más el acceso de los pobres a los alimentos.

Un resquicio de esperanza


Mulenga creció en una pequeña ciudad rural de Zambia. Su padre era un tendero que vendía insumos a los agricultores de las aldeas cercanas.

Su madre trabajaba como enfermera en el hospital del distrito. Los padres de Mulenga no estaban casados, pero llevaban viviendo juntos varios años. Cuando su madre se transfirió a un hospital a algunos centenares de kilómetros de distancia, la relación entre ellos empezó a tensarse y, al poco tiempo, se rompió. Al pasar el tiempo, ambos cónyuges pasaron por una serie de relaciones más esporádicas. Era a fines de los años ochenta en que la gente no había oído hablar todavía del VIH. Mulenga era todavía pequeña y, cuando se marchó su madre, quedó con su padre que la atendía lo mejor que podía.

Mulenga era lista e iba bien en la escuela. Cuando tenía 13 años, su padre, con lo poco que ganaba en la tienda, consiguió enviarla a la escuela secundaria. Fue entonces cuando la salud del padre comenzó a empeorar. Adelgazó y estaba frecuentemente enfermo. Tampoco la madre de Mulenga se encontraba bien desde hacía cierto tiempo, pero Mulenga no podía verla regularmente pues costaba demasiado el viaje. Cuando la enfermedad impidió trabajar a su padre, resultaba cada vez más difícil llegar al final del mes y pronto no pudieron pagar la escuela. Poco después de que cumpliera los 14 años, la madre de Mulenga murió. Quedó destrozada, lo mismo que su padre que empezó a gastar en bebida el poco dinero que les quedaba. Se dio cuenta de que lo que le sucedía a él era lo mismo que había sucedido a la madre de Mulenga.

Apenas un año después de la muerte de la madre de Mulenga, murió también su padre de SIDA. El alcohol hizo empeorar rápidamente su salud. Perdió el apetito y cayó muy enfermo. Mulenga tuvo que llevarlo muchas veces al hospital. Como no pudo trabajar ya, se vio obligado a cerrar la tienda y venderla.

Mulenga quedó ahora desamparada. A los 15 años, era considerada una persona mayor según las normas locales y se la suponía capaz de cuidarse a sí misma. Los parientes de su padre vinieron al funeral y se llevaron todas sus posesiones. Quedó sin nada más que la promesa de que podría quedarse durante algún tiempo en la pequeña choza situada detrás del patio de uno de los amigos de su padre. Su preocupación diaria era cómo llegar al final del mes. Cuando su padre se puso muy mal y no podía levantarse ya, tuvo que dejar totalmente la escuela para cuidarlo. Para sobrevivir tenía que realizar trabajos extraños, pero su falta de formación le abría muy pocas posibilidades. Algunos hombres le pedirían que les acompañara a echar un trago y ella aceptaría pensando así ganarse su favor y conseguir trabajo. Pero joven e inexperta como era, pasaría a acostarse con ellos. Conocía los riesgos de contraer el VIH, pero había perdido toda esperanza y se sentía impotente para evitar lo que le estaba ocurriendo. No veía otra solución para sobrevivir.

Los tiempos eran difíciles para todos y, cuando Mulenga se dio cuenta de que no podría encontrar un trabajo fijo, empezó a ir con viajeros que paraban en la ciudad y que encontraba por las noches en los bares locales. Se acostaría con ellos y ganaría un poco de dinero. Otras muchachas le contaron que habían ido a la capital y que allí se podía ganar mucho más dinero, pero comprobaba que, aunque volvían con dinero, no tenían buen aspecto.

Buscando un rayo de esperanza, Mulenga se unió a un grupo juvenil que había recibido apoyo de una organización local de desarrollo. Los miembros del grupo se reunían todas las semanas y hablaban sobre sus vidas, sus problemas y sus esperanzas. Escuchó allí relatos de otras personas que habían pasado por trances semejantes. De estas conversaciones, dedujo que había otras formas de sobrevivir y decidió matricularse en un curso de formación que ofrecía el grupo. Una vez obtenido el título, solicitaría un pequeño préstamo para volver abrir la tienda de su padre. Desde que se cerró la tienda, los agricultores de los alrededores habían tenido que gastar más tiempo y dinero viajando a la ciudad vecina para encontrar los insumos que necesitaban. Algunos habían abandonado sus parcelas. A través del grupo juvenil, Mulenga había visto una oportunidad para iniciar una nueva vida.


¿Qué información se necesita para combatir la inseguridad alimentaria relacionada con el VIH/SIDA?


La lucha contra la inseguridad alimentaria relacionada con el VIH-SIDA debe basarse en un buen conocimiento tanto de los factores que contribuyen a su propagación como de sus consecuencias. Para orientar las decisiones sobre dónde, cuándo y cómo intervenir a fin de alcanzar estos dos objetivos interconexos, se necesita información básica sobre:

  • pautas de propagación en las comunidades afectadas;
  • clara determinación de los grupos más en riesgo de infección;
  • repercusiones en el estado nutricional y medios de subsistencia de las poblaciones afectadas;
  • tipos de intervención que son a la vez viables y rentables.

Para las familias, el efecto inmediato del VIH/SIDA se deja sentir en la salud y el estado nutricional de la persona afectada. Una segunda fase son los efectos en la capacidad del hogar afectado para producir y/o comprar alimentos con una menor fuerza de trabajo o menos ingresos, y una mayor demanda de recursos para la asistencia sanitaria y el apoyo social.

Evaluación de la propagación de la epidemia. Para conocer la magnitud de la epidemia en las comunidades afectadas se necesita información sobre su propagación. Es evidente que compete al sector de la salud la función directiva para obtener esta información. Tanto el sector sanitario oficial como los sistemas tradicionales de asistencia en la comunidad pueden ser buenas fuentes para obtener indicadores de la prevalencia, incluyendo las tasas de asistencia de los pacientes de VIH/SIDA a los servicios de salud, así como las tasas generales de mortalidad y las tasas de morbilidad para estados conexos como emaciación, diarrea, tuberculosis y neumonía.

Identificación de los grupos más en riesgo de infección. Un buen conocimiento de la epidemiología de la enfermedad (quién resulta infectado y por qué) es importante para diseñar las medidas encaminadas a reducir su propagación. La comunidad local y sus asociados deben comprender las funciones de grupos en riesgo tales como: i) trabajadores emigrantes que pasan largos períodos fuera del hogar y la familia; ii) trabajadores y turistas que viajan mucho; iii) muchachas y mujeres jóvenes con poca o ninguna ayuda; y iv) quienes trabajan como prostitutas o utilizan sus servicios. Teniendo en cuenta que se plantean cuestiones de género, la información sobre el estado de la mujer y su acceso a recursos económicos y servicios de salud reproductiva es también imprescindible. La lucha contra la epidemia exige afrontar cuestiones delicadas como las actitudes y prácticas sexuales, por ejemplo la utilización de preservativos.

Conocimiento y seguimiento de los efectos en el estado nutricional y en los medios de subsistencia. El impacto de la epidemia en la nutrición y la seguridad alimentaria dependerá de la forma en que las comunidades y hogares afectados consiguen sus medios de subsistencia y de las estrategias de subsistencia que emplean para afrontar los aspectos económicos y de atención del VIH/SIDA. Para el seguimiento se necesita información sobre: i) los principales sistemas de subsistencia (fuerza de trabajo y productividad agrícola) y los mecanismos de supervivencia; ii) la capacidad de las instituciones gubernamentales y locales (incluyendo las ONG y los curanderos tradicionales) de proporcionar los servicios necesarios; iii) cambios demográficos (tasas de familiares a cargo, equilibrio de sexos); y iv) todo lo que precede considerado dentro de la dinámica de la comunidad o los grupos de medios de subsistencia específicos. Evaluaciones participativas pueden ayudar a identificar los efectos sobre la viabilidad de los alimentos y el acceso a los mismos, los ingresos, la atención y las prácticas de alimentación, así como sobre el estado nutricional. Los sistemas de información sobre la alimentación y nutrición, basados en la comunidad, pueden proporcionar la base para planificar, orientar, vigilar y evaluar las intervenciones.

Intervenciones viables y rentables. El seguimiento y la evaluación de las intervenciones relacionadas con el VIH/SIDA son esenciales. Los interesados en todos los niveles (comunidad, local, nacional, mundial) deben recibir los resultados para que adopten decisiones informadas sobre elecciones frecuentemente difíciles entre la atención más humana a los enfermos y moribundos y el apoyo necesario para poner fin a la propagación de la enfermedad y proveer a los sobrevivientes.
La información sobre la epidemia debe implicar a todos los interesados. Hace falta también fortalecer los sistemas existentes de vigilancia alimentaria y nutricional a fin de que se puedan evaluar las consecuencias del VIH/SIDA para la seguridad alimentaria. Sin embargo, teniendo en cuenta la pesada carga que esta crisis supone para muchos gobiernos, en la mayor parte de los casos se necesitará asistencia exterior.


Necesidad de una acción urgente

El VIH/SIDA representa un enorme desafío humano y de desarrollo. Aún así, la experiencia de varios países muestra que se puede afrontar este desafío y poner freno a la epidemia. Por ejemplo, en Uganda la infección llegó al máximo a comienzos de los años noventa, en que la población afectada se estimaba en el 15 por ciento. Diez años después, los niveles de la infección se han reducido a la mitad gracias a la adopción de una estrategia de prevención que contó con un elevado compromiso político y la amplia participación de los interesados. También en Tailandia las tasas de infección proyectadas para 2000 disminuyeron a 0,9 millones frente a los 1,4 millones proyectados en 1994. Estos resultados muestran que la sociedad no es impotente para frenar la epidemia y que algunos países poseen enseñanzas sobre los métodos y soluciones que funcionan. Para afrontar la epidemia se necesitan estrategias de prevención y mitigación:

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