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Reforestación en tacotales en la comunidad indígena Cabecar, Talamanca, Costa Rica


DEBORAH LEAL RODRÍGUEZ, MSC.
Agroforestería Tropical, Pococí, Limón, Costa Rica.

Introducción

Lograr la continuidad en el manejo de los arboles por los productores después de su siembra es uno de los principales desafíos enfrentados en la diseminación de tecnologías forestales y agroforestales. Entre las causas del desanimo de los productores, está el costo de los insumos y mano de obra, el cual es proporcional al nivel de tecnología utilizado durante la fase de capacitación, ocurriendo casi siempre la adaptación de tecnologías recomendadas por los proyectos de reforestación, dentro del marco del efecto multiplicador, hacia la adecuación a las condiciones socioeconómicas del productor y de la zona (Nascimiento de Almeida, 1998; Current et al., 1995; Geifus, 1997, 1998; Camero, 1994).

Un aspecto interesante a considerar es que el costo de producción para el productor puede ser superior al de plantaciones comerciales, ya que el manejo de los arboles normalmente es realizado en intervalos de tiempo libre, no en jornales completos como en plantaciones comerciales. Por otro lado, el productor comúnmente encuentra dificultades en emplear los insumos comerciales a tiempo, principalmente porque no cuenta con capital disponible y los arboles no representan retorno financiero a corto plazo (De León, 1990).

Además de no considerar la estabilidad económica y el conocimiento tradicional de los productores, el cual posibilita el manejo de los arboles en diferentes sistemas de la finca e incluso el retorno económico de los mismos; los proyectos de reforestación no siempre han dado énfasis a la evidente preferencia en el mercado interno por las especies maderables nativas en relación a las exóticas. Así que, una gran parte de la madera consumida en Costa Rica permanece siendo extraída de zonas de bosque, potreros y otros sistemas agroforestales tradicionales de la finca (Current et al., 1995).

En este trabajo evaluamos los aspectos del manejo local que han permitido el éxito en el primer año de reforestación en tacotales en una zona de bosque húmedo tropical en Costa Rica. Considerando la reforestación como un proceso enfocado, principalmente, a la mejor integración de las prácticas agroforestales, para el beneficio de la finca como un todo; en lugar a la sobrevaloración de los beneficios económicos tangibles generados por los árboles.

Materiales y métodos

Area de estudio

La Comunidad Indígena Cabecar de Gavilán Canta, está localizada en la Cordillera de Talamanca, Provincia de Limón, Sureste de la Zona Atlántica de Costa Rica. El clima es caliente-húmedo, la temperatura promedio es de 25,1 ºC y la precipitación de 250 mm mensuales. El período más seco del año se extiende de marzo a mayo. Los suelos presentan pendientes entre 7 y 15º y profundidad efectiva promedio de 60 cm. En Gavilán Canta residen aproximadamente 26 familias, con promedio de 5 individuos, dedicadas principalmente al cultivo del plátano, cacao y maíz. El dinero circula activamente en la zona, producto de la venta diaria del plátano; y conflictos sociales, como el alcoholismo y la criminalidad son lugar común en la zona.

Parcelas de reforestación

La implantación de los árboles y evaluación de las parcelas se dio durante un período de capacitación participativa en la comunidad, utilizando técnicas del DRP. A partir de un vivero comunal se produjeron especies frutales y maderables para ser sembradas en las fincas. La observación de los árboles se efectuó a través de visitas a las fincas, donde todos los miembros del grupo llegaban a medir los árboles, aprender de los demás y evaluar el progreso de la plantación. La tasa de sobrevivencia de los arbolitos fue estimada a través de muestro aleatorio simples de un 10 por ciento de la población en cada una de las fincas, a los 6 meses después del transplante al campo. Se determinó el desarrollo de los árboles a través de la altura, diámetro a los 15 cm del suelo, tomado con calibrador y número de hojas de una especie maderable indicadora, el laurel (Cordia alliodora).

Resultados

La capacitación agroforestal participativa en Gavilán Canta se extendió a 17 familias; de éstas, 10 manejadas por mujeres. Se propagaron 9 079 almácigos durante 12 meses de trabajo en campo, seleccionados por los productores durante los talleres de planeamiento. Entre éstos, 19 especies frutales, 5 maderables, 4 forrajeras y ornamentales diversos.

Los almácigos fueron transplantados al campo a medida que alcanzaban el desarrollo necesario; los maderables a los tacotales, distantes de la casa; los frutales en el terreno del huerto casero, cercano a la casa. Las forrajeras constituyeron cercas alrededor de la casa, así como los cultivos anuales y ornamentales enriquecieron la zona del jardín (Cuadro 1).

Los tacotales, tenían aproximadamente 7 años, con uso anterior como potrero para caballos. Se determinó vegetación de sotobosque muy densa, compuesta por gramíneas y leguminosas trepadoras diversas, con altura mínima de 100 cm. Las invasoras se presentaban en arreglo multiestrato con arboles maderables, frutales y cultivos anuales manejados por los productores. Los maderables presentaban diferentes estadios de desarrollo, frecuentemente se encontró individuos listos para la cosecha.

Las especies más frecuentes fueron pilón (Hieronyma alchorneoides), laurel (Cordia alliodora) y caobilla (Carapa guianensis), y los frutales guaba (Inga vera), cítricos (Citrus spp.) y musáceas (Musa spp.). La yuca (Manihot esculenta), malanga (Xantosoma sp.) y otros tubérculos son frecuentemente cultivados en los tacotales.

Los maderables fueron transplantados a los tacotales en pseudo estacas cuando la base de su tallo alcanzó un diámetro de 2 cm.

Los huertos caseros estaban constituidos por diversas especies frutales entre ellas musáceas, aguacate (Persea americana), cítricos, guaba, maderables, medicinales y cultivos anuales, maíz (Zea mais), sorgo (Sorghum sp.) y diversos tubérculos; asimismo la vegetación de sotobosque no era tan abundante como en los tacotales. Los almácigos frutales fueran transplantados en bolsas, con diámetro de 2 cm en su base.

En los tacotales, el terreno destinado a recibir la pseudo estaca fue preparado manualmente, a través de la limpieza manual de una área con 70 cm de diámetro, se removió la cobertura vegetal y descompactó el suelo.

CUADRO 1
Especies en vivero comunal, Gavilán Canta, Talamanca, Costa Rica.

Nombre común

Nombre científico

Número de almácigos

Maderables


2 182

Caobilla

Carapa guianensis

164

Cedro

Cedrela odorata

403

Eucalipto

Eucalyptus deglupta

560

Laurel

Cordia alliodora

860

Guanacaste

Enterolobium cyclocarpum

195

Frutales


1 902

Guanábana

Anona muricata

104

Pejibaye

Bactris gasipaes

300

Araza

Eugenia stipitata

110

Papaya

Carica papaya

75

Castaña

Artocarpus artilis

86

Guaba

Inga vera

113

Mamey

Calocarpus mammosum

29

Caimito

Crisofilum cainito

12

Coyol

Scheelea macrocarpa

8

Cas

Psidium friedrichthalankm

10

Mandarina

Citrus reticulata

10

Zapote

Pouteria zapota

10

Marañon

Anacardium occidentale

8

Carambola

Averroa carambola

85

Aguacate

Persea americana

10

Mamón chino

Mefelium laphasum

240

Quepel

Sandoricum koejape

72

Pan de vida

Pouteria hipoglauca

70

Café

Coffea arabica

550

Cultivos anuales


285

Yuca

Manihot esculenta

250

Tomate

Lycopersicon esculentum

35

Forrajeras


4 650

Morera

Morus alba

1 400

Nacedero

Trichanthera gigantea

50

Guandul

Cajanus cajan

3 000

Poró

Erythrina spp.

200

Ornamentales


60

Total


9 079

Los maderables fueron sembrados sistemáticamente en hileras, con distancia aproximada, de 10 x 10 m entre almácigos, con diferentes niveles de sombra, entre 0-70 por ciento, debido a la presencia de arboles maderables. Alrededor de los almácigos, los productores mantenían la vegetación de sotobosque intacta, dificultando la localización de los arboles cuando se llegaba a las parcelas, aunque estos siempre presentaban una estaca, de aproximadamente 1,5 m, con su bolsa de transplante en la punta, en forma de banderola. Por otro lado, el productor recordaba exactamente donde había sembrado cada individuo frutal en su huerto casero y planeaba donde establecer las cercas con las forrajeras.

Los productores seleccionaron cuidadosamente donde transplantar cada almácigo. Entre los maderables, la caobilla siempre fue sembrada bajo la sombra de otros arboles, mientras que el laurel en terrenos de sombra intermedia, el eucalipto (Eucalyptus deglupta) y guanacaste (Enterolobium cyclocarpum) a pleno sol. Una selección adecuada del terreno también sucedió al transplantar los frutales, la papaya (Carica papaya) y guanábana (Annona muricata) siempre a pleno sol, mientras que el arazá (Eugenia stipitata), mamey (Calocarpum mammosum), caimito (Crisofilum cainito), castaña (Artocarpus artilis), fueron sometidos a condiciones de sombra y humedad elevada, además se determinó que las especies eran sembradas más cerca de la casa en función de su importancia para el productor y abundancia. En general, frutales difíciles de obtener en la zona, como el mamey, tienden a ser muy valoradas en la comunidad. Así, los productores lograron establecer los almácigos como se fueran parte de la regeneración natural en sus tierras.

Durante tres meses después del transplante de los almácigos, el manejo consistió en mantener la rodaja limpia alrededor de los almácigos, limpieza que fue repetida una vez al mes, aun así era común encontrar arbolitos enredados por las trepadoras invasoras, siendo que no se determinó defectos en el crecimiento del árbol debido al comportamiento de la mala hierba. Durante esta fase la mano de obra promedio fue de 8 h/ha/mes. A medida que el árbol crecía y aumentaba su número de hojas, el área de la rodaja incrementaba, asimismo la fuerza del arbolito en sobreponerse a la vegetación invasora, disminuyendo así la frecuencia de limpiezas y visitas del productor al terreno.

Seis meses después del transplante de los almácigos a campo se determinó tasas de sobrevivencia del 86 por ciento para los frutales y 81 por ciento para los maderables. La caobilla fue la especie con mayor tasa de sobrevivencia entre los maderables. Mientras que entre los frutales, la guanábana se presentó muy susceptible a las enfermedades y condiciones de humedad de la zona. Por otro lado, frutales adaptados a la zona como el mamey y el caimito, presentaron tasas de sobrevivencia elevadas (Cuadro 2). El laurel, utilizado como especie indicadora, alcanzó en promedio 107,4 cm (s = ± 10,9) de altura, con 10 (s = ± 2,3) hojas y diámetro de 45 mm (s = ± 3,8).

CUADRO 2
Tasa de sobrevivencia de maderables y frutales 6 meses después del transplante al campo en Gavilán Canta, Talamanca, Costa Rica

Especie

Sobrevivencia (%)

Especie

Sobrevivencia (%)

Promedio (%)

Maderables




81

Caobilla

87

Cedro

78


Eucalipto

76

Laurel

84


Guanacaste

78




Frutales




86

Guanábana

72

Pejibaye

96


Araza

94

Papaya

84


Guaba

89

Mamey

96


Caimito

98

Coyol

97


Cas

86

Mandarina

89


Zapote

96

Marañon

76


Carambola

78

Aguacate

82


Mamón chino

82

Quepel

78


Pan de vida

74

Café

85


Discusión

Durante la fase de selección de las especies a cultivar, trabajo en el vivero y repartición de los almácigos, se percibió un gran interés de los productores en conservar y aumentar la biodiversidad en sus fincas, incluso el interés en conocer técnicas de manejo en vivero, como fertilización, transplantes, acodo, poda y preparación de pseudo estacas. El productor tiene interés en reforestar; no obstante, cuando el nivel de manejo y requerimientos en insumos y mano de obra se incrementan, el proceso tiende a tornarse prohibitivo para el mismo, causando a corto y medio plazo el abandono de los cultivos.

Considerando que los primeros 6 meses después del transplante son los más críticos, se puede decir que los productores fueron exitosos en el manejo de sus arboles, empleando de forma inteligente una pequeña cantidad de mano de obra y sin utilizar insumos comerciales, además de una pala y machete. Desde el principio adoptaron densidad más baja de arbolitos, de lo recomendado por los silvicultores, prácticamente la densidad definitiva. Por otro lado, alteraron únicamente la zona donde el arbolito fue sembrado, esto además de representar un gran ahorro de mano de obra, significa menos abertura y exposición de los suelos, lo que evita la erosión y se presenta como una estrategia, más antigua de lo que se puede imaginar en el manejo de éstas tierras frágiles, ya que el productor cultiva otras especies en estos mismos tacotales sin chapear, quemar o utilizar agroquímicos. Por otro lado, tener la vegetación alta alrededor de los arboles evita el asedio de predadores al cultivo; los productores creen que si no fuera así, los cerdos, caballos, gallinas e incluso animales silvestres que forrajean por la zona depredarían fácilmente los arbolitos.

Cuando se dejó los productores libres para adoptar el nivel de manejo e insumos en el proceso de reforestación de sus tacotales y enriquecimiento del huerto casero se logró la sobrevivencia de estas especies en el campo bajo condiciones de mano de obra y uso de insumos aceptables para el productor; hecho que tal ves puede representar el eslabón fundamental en la sostenibilidad de prácticas agroforestales con pequeños productores indígenas, pues la sobrecarga del trabajo hace con que un único individuo, comúnmente mujeres, sean responsables por el manejo de 8 a 17 ha de terreno, incluyendo sus 1 a 4 ha hectáreas de plátano.

Aunque el tiempo no nos ha permitido tener datos más conclusivos del proceso, se prevé buen término para los cultivos, como prueba se determinó la existencia de arboles desarrollados, incluso a punto de cosecha dentro de los mismos terrenos reforestados, los cuales los productores señalan haber sido manejados de la misma forma que los actuales. Los resultados de este estudio indican que es posible manejar la reforestación en tacotales, como parte de la regeneración natural en si misma, conformando un complejo que puede ser definido como "reforestación-regeneración dirigida". Además, apunta hacia la necesidad de conocer, sistemáticamente, las técnicas locales en el manejo de los cultivos y realizar análisis de costos de producción coincidentes con la realidad de la finca de pequeños productores, en forma de apoyo a los proyectos de reforestación, que así tendrán bases reales para optar por el nivel de mano de obra e insumos comerciales a utilizar en forma sostenible para los productores; así permitir la introducción de nuevos cultivos, principalmente árboles.

Bibliografía

Camero, L.A. 1994. Bases de datos de proyectos agroforestales en la América Central y República Dominicana. Agroforestería en las Américas. 1(4):10-17.

Current, D.; Lutz, E. y Scherr, S. 1995. Costs, benefits, and farmer adoption of Agroforestry: project experience in Central America and the Caribbean. Word Bank environment paper. No. 14. The Word Bank, Washington, USA.

De León, E. 1990. Análisis financiero de una plantación de Caesalpinia velutina en la Costa Sur de Guatemala. Silvoenergía, 33:1-4.

Geifus, F. 1997/1998. Desde "arboridestetadores" a arboricultores: promoción de la explotación silvoagrícola en la República Dominicana. Red forestal para el desarrollo rural, Londres. Portland House. 24p.

Nascimento de Almeida, E. 1998. Analisis de adopción y adaptación campesina de sistemas agroforestales con cultivos anuales en cuatro comunidades del Municipio de San Juan Opico en El Salvador. Tesis MSc. CATIE, Turrialba, Costa Rica. 98p.


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