Debido a su incorporación en una economía de mercado, y a la introducción de equipo más eficiente (especialmente de redes de enmalle y de cerco), la mayoría de las pesquerías continentales tradicionales han experimentado en todo el mundo cambios fundamentales. Como los administradores de pesca deben ocuparse de estas pesquerías como son hoy día, es indispensable comprender las tendencias que ha habido y las consecuencias de las mismas para las estrategias de ordenación tradicionales y gubernamentales.
Las pesquerías tradicionales comercializadas son de alcance mundial en su distribución, pues constan de comunidades pequeñas y medianas (menos de 10 a más de 100 hogares) ubicadas estratégicamente a lo largo de las orillas de los ríos y de los lagos y en las escolleras e islas dentro de lagos y pantanos. Debido en parte a su dispersión y a unas políticas gubernamentales ya rancias y anticuadas, sólo raras veces han estado bien administradas en provecho no sólo de los recursos pesqueros, sino también del bienestar de las comunidades pesqueras.
Aunque las técnicas empleadas por unas pesquerías tradicionales relativamente invariadas son muy análogas en todas las zonas tropicales, la organización económica de las comunidades que pescan varían muchísimo. Las que pescan con dedicación completa a lo largo de todo el año constituyen una minoría. Pueden dividirse en varias categorías, que incluyen las comunidades tribales muy aisladas, las castas y los gremios pesqueros y los pescadores “profesionales”. Mientras aquellas suelen ser relativamente autárticas, con poco intercambio de pescado a lo largo de las fronteras comunitarias y étnicas, las dos últimas categorías de pescadores se hallan incorporadas dentro de sociedades multiétnicas más complejas, en las que su condición social puede variar considerablemente de una zona a otra. Africa constituye un ejemplo. En el Sudán meridional, la minoría de los Nuer y Dinka nilóticos que se dedican todo el tiempo a la pesca, son mal vistos por la mayoría que combinan la pesca estacional con la ganadería y con la agricultura de secano. En cambio, en el delta interior del Níger y a lo largo de las orillas de este río desde su cuenca alta hasta Nigeria, la condición de pescadores como los Sorko (subgrupo de los Songhei), los Sarkawa (ramas de los Sorkos asimilados por los Kebbawa o los Kebbi Hausa) y los Kyedyawa (subgrupo de los Nupe) tienen una condición social relativamente elevada y son famosos por sus conocimientos, competencia y control mágico de los peces, los barcos y el agua” (Jenness, 1968, pág. 51).
Las comunidades en las que la pesca constituye una actividad de tiempo parcial, concentran su pesquería durante algunas temporadas del año. A lo largo de ríos de curso libre, la principal estación de pesca suele seguir a las crecidas anuales, aunque toda una serie de técnicas permiten también pescar en otras épocas. En otras partes, la pesca suele intensificarse a media que avanza la temporada de estiaje, o se da durante temporadas de escasa actividad agrícola y de otro tipo. Muchas veces la pesca se combina con varias actividades, incluida la agricultura de secano y de riego, la ganadería, la recolección y la caza, el comercio y otras pequeñas empresas comerciales y trabajos manuales. A nivel de hogar, suelen diversificarse los sistemas para ganarse el sustento. Tienden también éstos a ser dinámicos, variando la importancia proporcional de las distintas actividades de una temporada a otra y de un año a otro en respuesta a las variables circunstancias ecológicas y de otro tipo. Aunque la pesca de tiempo parcial muchas veces va unida a la agricultura, también se dan pescadores/ ganaderos (que pueden también dedicarse a algunas faenas agrícolas de secano) y pescadores/comerciantes.
Aunque las pesquerías fluviales en las zonas tropicales siguen siendo, en línea general, bastante simples a juzgar por los patrones occidentales, muchas de ellas han sido objeto de una notable modernización en las últimas décadas. Su transformación no ha sido sólo técnica sino que al mismo tiempo ha tenido importantes ramificaciones económicas y sociales. En el plano técnico, muchas pesquerías antes consideradas “tradicionales” han adoptado ampliamente toda una serie de nuevos tipos de equipo (sobre todo redes de nailon y embarcaciones con motor), así como nuevas técnicas para la conservación del pescado (en salmuera, ahumado y en hielo).
Económicamente, en los últimos decenios se ha asistido a una rápida comercialización de muchas pesquerías tradicionales con respecto a la creciente demanda de una fuente barata de proteínas tanto por la gente del lugar como debido a la incipiente urbanización que se registra en la mayoría de los países en desarrollo. Al propio tiempo, el aumento de la demanda comercial de pescado de procedencia fluvial ha estimulado una intensificación acentuada de la explotación de las pesquerías al incrementar los pescadores locales sus esfuerzos y al andar los forasteros en busca de empleo, con un capital que trata de meterse en las pesquerías ya arraigadas o de comercializar las que siguen siendo tradicionales.
Socialmente, la comercialización de las pesquerías fluviales tradicionales ha tenido dos consecuencias importantes. La primera es que en la mayoría de los casos la función de la mujer ha pasado gradualmente de ser de participación, por lo menos parcial, en la captura de pescado a casi una exclusión completa. A no ser que las mujeres intervengan luego en otras actividades productivas, como la comercialización del pescado (como ocurre en casi todo el oeste de Africa) o en la confección de cerveza, su condición en el hogar y en la comunidad puede declinar.
Una segunda consecuencia social del desarrollo de muchas pesquerías continentales ha sido que ha aumentado el desnivel socioeconómico entre una mayoría de pescadores relativamente pequeños y una minoría de pescadores empresarios prósperos que han llegado a controlar la mayoría del equipo de capital cada vez más caro que hace falta actualmente para competir dentro de la industria pesquera comercial (situación que se exacerba con la falta general de crédito para el desarrollo de las pesquerías continentales). Son empresarios que pueden provenir de dentro o de fuera de la comunidad pesquera. En uno y otro caso, no suelen pescar ellos mismos, pues la pesquería comercial es sólo una de las muchas actividades económicas diversificadas en que intervienen. Lo que hacen más bien es contratar trabajadores “pagándoles con parte de la captura” o con salarios relativamente bajos, aunque la fuerza de trabajo se convierte a menudo en un proletariado rural cada vez más emarginado.
Basándonos en la obra de Goulding (1981), y teniendo presente el esquema seguido por Welcomme en 1979, para analizar la modificación de los ríos de crecida, hemos elaborado un esquema en cuatro faces para analizar la evolución de las pesquerías fluviales desde su estadio tradicional al comercial. Partiendo de una síntesis de más de 25 estudios monográficos tomados de las publicaciones sobre pesquerías continentales, hemos considerado que estas etapas son instrumentos útiles para mejorar nuestro conocimiento de un proceso dinámico y complejo, y de los problemas de ordenación que lleva consigo ese proceso. Sin embargo, estos esquemas deben utilizarse con cautela. Por el momento, algunas personas dentro de una pesquería determinada pueden mostrar un comportamiento de la fase l mientras que sus vecinos pescan con diversos fines de forma muy diferente. Es más, la misma persona puede manifestar diferentes formas de ver la pesquería en distintos momentos del año, avanzando o retrocediendo, por ejemplo, entre las modalidades productivas de subsistencia y comercial. No obstante, diríase que un número sorprendente de pesquerías tradicionales han alcanzado últimamente una situación de fase 4 después de un paso bastante rápido a través de las fases 2 y 3.
La fase uno comprende pequeñas pesquerías que son practicadas por poblaciones indígenas con la finalidad primaria del consumo o del intercambio local. No existe un gran mercado de exportación para el pescado si bien este puede canjearse en cantidades notables por otros productos, o incluso a veces venderse. Estas pesquerías de subsistencia se hallan ubicadas normalmente en zonas con una densidad demográfica baja y están aisladas de los grandes centros urbanos por falta de carreteras o de otras conexiones de transporte seguras. Aunque cada vez son menos, todavía pueden hallarse ejemplos actuales de este tipo de pesquería en zonas “fronterizas” remotas de los trópicos, como en las zonas tropicales bajas húmedas de América del Sur y las zonas más aisladas de Africa (véase Behrens, 1981; Bergman, 1974; Gilmore, 1978; Goulding, 1981; Stocks, 1983; White, 1956). Las poblaciones de especies se hallan infraaprovechadas y en algunas zonas, por lo menos, los sistemas tradicionales de explotación son muy flojos (véase Moran, 1981, pág. 52, para la Cuenca del Amazonas, por ejemplo).
A escala mucho más amplia, la pesquería de fase uno caracteriza las actividades de mujeres y niños en otras muchas sociedades donde el hombre puede haber comercializado su pesca o ocuparse de empresas agrícolas y de otro tipo. El campo de esta pesquería es amplio ya que los que en ella participan utilizan todos los recursos hídricos, (incluidas las pequeñas corrientes) que sirven de sostenimiento a los peces. En todas las zonas tropicales y subtropicales puede verse en varias épocas del año a muchachos utilizando especialmente anzuelos y líneas, mientras que las mujeres pescan con cestos, paletas y manos, lo que se presta más como ocupación estacional.
Las técnicas pesqueras se limitan por lo general al empleo del arco y la flecha, el arpón, la línea de mano, las trampas, los cestos, los cebos envenenados, corrales pequeños, y redes simples como esperaveles y salabardos. Tradicionalmente, estos varios tipos de artes se fabricaban en el lugar aunque cada vez se confeccionan más redes de nailon que se compran de fuera.
Lo más común es que la pesquería constituya una importante actividad estacional que ofrece una gran fuente de proteínas aunque las fluctuaciones en el nivel de las aguas dan lugar a una prolongada estación muerta en la que la agricultura, la ganadería, la recolección y la caza así como el trabajo asalariado se convierten en las actividades predominantes de subsistencia. En algunos casos, los pescadores de subsistencia dependen en buena parte de los intercambios que hacen con los agricultores y/o pastores vecinos para atender muchas de las necesidades vitales. Los Unga del pantano de Bangweulu en Zambia, por ejemplo, al faltarles tierras de labor en su medio pantanoso, se vieron obligados a intercambiar una parte del pescado que capturan con los agricultores vecinos para así obtener mandioca y otros artículos esenciales para su alimentación (Brelsford, 1946). El intercambio resulta incluso más importante para la minoría de comunidades en que hay pescadores de dedicación completa. Aunque hemos encontrado pocos estudios que lo documenten, sospechamos que esta dedicación especializada guarda relación con una situación pesquera más segura durante todo el año, como sucede en las tierras pantanosas, en los lagos y embalses (incluidos los depósitos de riego relativamente pequeños de Asia meridional) y a lo largo de los ríos como en los tramos medio y bajo del Níger, que se caracterizan por un tipo modificado de “embalse” frente al régimen de “inundación” (Welcomme, 1980, pág. 1).
Tres informes del Amazonas estiman que el rendimiento que obtienen los pescadores de grupos amerindios que utilizan métodos tradicionales en los ríos y en los lagos está entre 0,48 y 2,12 kg de pescado por hora-hombre a lo largo del año, aunque naturalmente se da una notable variación estacional según el nivel de las aguas y otros elementos ambientales (Benhrens, 1981; Stocks, 1983; Beckerman, 1983). Stocks (1983, pág. 262) estima que la pesca en un lago de llanuras anegadizas por los indios Cocamillas producía por término medio 17,6 toneladas métricas por kilómetro cuadrado, o sea, 17 kilogramos por día-hombre, lo cual no es una cantidad demasiado baja respecto de los rendimientos actuales obtenidos en pesquerías de la cuarta fase muy explotadas.
De ordinario hombres, mujeres y niños (sobre todo, muchachos pequeños) se dedican a la pesca de subsistencia en las pesquerías que se hallan en la fase uno. Sin embargo, suele haber una división del trabajo según técnicas. Los hombres suelen utilizar el arco y la flecha, el arpón, la línea de mano, y otras técnicas que llevan consigo el tener que hacerlo desde una embarcación, sobre todo cuando para ello es necesario alejarse de la comunidad. La mujer, en cambio, suele emplear principalmente métodos como la pesca en cesto o trampa, en aguas someras o ayudar en faenas colectivas como la pesca en presas y la pesca con cebo envenenado. Los muchachos pequeños usan cada vez más líneas de mano.
En las comunidades pesqueras que se hallan en la fase uno existe escasísima diferenciación socioeconómica, si es que la hay. Como la mayor parte de la pesquería está abierta a todos los miembros de la comunidad y todos pueden confeccionar fácilmente los sencillos aparejos técnicos necesarios para capturar pescado, raras veces hay oportunidades de que se produzcan desigualdades. Aunque pueden existir notables diferencias en los resultados alcanzados por diferentes pescadores, la obligación de compartir lo capturado con los parientes, así como otros mecanismos redistributivos y la ausencia de un mercado comercial suelen atenuar cualquier ventaja que pudiera derivar para un particular, así como inhibir la acumulación de capital.
A medida que aumenta la densidad demográfica y se multiplican los contactos con los mercados locales o regionales, muchos pescadores que en un tiempo eran de simple subsistencia, comienzan a intercambiar una parte de su producción por dinero u otros productos. Esta transición a la pesca comercial a tiempo parcial va acompañada muchas veces de una intensificación del esfuerzo pesquero y de la introducción de nuevos artes de pesca, lo que permite una mayor recolección de pescado por hora de trabajo empleada. En esa fase comienza muchas veces la intervención del Gobierno para la ordenación de la industria pesquera. En la literatura del ramo se han analizado varias pesquerías antiguas y contemporáneas en esta fase dos (por ejemplo, Awachie y Walson, 1978; Goulding, 1981; Lawson, 1972, 1974 y 1983; Leynseele, 1979; Smith, 1981; Welcomme, 1971; Whitehead, 1959, 1960; Williams, 1960; Willoughby, 1978).
Unos aparejos de pesca más modernos es lo común en las pesquerías de la fase dos, especialmente, la compra o fabricación de redes de nailon, que son más duraderas que las fabricadas con materiales tradicionales. En esta fase muchos pescadores adoptan también comúnmente nuevos tipos de redes, especialmente de enmalle y de cerco porque permiten una captura más eficaz de grandes cantidades de pescado. Sin embargo, puede que sigan utilizándose técnicas y aparejos tradicionales de pesca, especialmente en la pesca de subsistencia.
La intensificación del esfuerzo pesquero que lleva consigo una comercialización incipiente da lugar muchas veces a un notable aumento inicial en el rendimiento por superficie de pesca. Aunque el pescado obtenido puede ser comercializado por los propios pescadores o por sus esposas, en esta fase pueden ya llegarse a establecer intermediarios, especialmente cuando los mercados se hallan ubicados a una cierta distancia de las pesquerías. Aunque aumente el esfuerzo de pesca, debido a las fluctuaciones estacionales de la productividad de la pesquería, el trabajo agrícola y asalariado sigue siendo una fuente importante de sostén en muchas pesquerías de la fase dos.
Casi sin excepción, las mujeres no se ocupan de la pesquería continental comercial. (Pero véase Lawson, 1972, sobre buceadoras de almejas en el río Volta, Ghana). Sin embargo, las mujeres pueden seguir ocupándose de la pesca para el consumo de los hogares en muchas pesquerías de esta fase, empleando por lo general técnicas tradicionales (los hijos también siguen capturando pescado para el consumo hogareño). En algunos casos, las mujeres se encargan de comercializar el pescado, especialmente, si tiene que venderse fuera de la comunidad local. Debido al costo de un equipo más moderno y a las diferencias en los resultados obtenidos por los distintos pescadores, en las pesquerías de la fase dos pueden comenzar a aparecer diferencias en la condición socioeconómica, pero por lo general no son muy marcadas.
Las pesquerías de la fase 3 suelen desarrollarse a lo largo de los principales ríos, en grandes zonas de llanuras anegadizas o en zonas de vastos pantanos que se hallan en sectores de alta densidad demográfica o en sus proximidades. Suelen también desarrollarse rápidamente en lagos artificiales que se forman detrás de grandes presas. En estos casos, las conexiones de transporte con ciudades u otros grandes mercados (por ejemplo, el cinturón del cobre en Zambia) se hallan bien desarrolladas y suelen ser bastante seguras. Las pesquerías están explotadas intensivamente para el mercado local y regional y puede exportarse pescado a zonas urbanas distantes o fuera del país como sucede con los pescadores antes tradicionales de Kenya (lago Turkana) y el Sudán (el Sudd) que exportan pescado seco a Uganda y Zaire. La explotación de la pesquería suele correr a cargo muchas veces no sólo de los pobladores del lugar sino también de gente de fuera que se dedica a la pesca con la esperanza de aprovechar la oportunidad comercial que se le ofrece. Pueden encontrarse descripciones de pesquerías fundamentalmente comerciales en Goulding, 1981; Hayward, 1981, Smith; 1981; Willoughby, 1978).
En las pesquerías plenamente comerciales, las redes de cerco y de enmalle hechas de nailon suelen ser el aparejo más importante, empleándose raramente las técnicas tradicionales de pesca que se describieron para la fase uno. En muchas pesquerías, dichas redes se introdujeron por primera vez en los años cincuenta, aumentando rápidamente su número a continuación. Cuando es ambientalmente posible, se emplean a veces flotas pesqueras con grandes embarcaciones de motor (por ejemplo en el Amazonas y en sus afluentes principales). Son embarcaciones que pueden disponer de instalaciones con recipientes de hielo destinados a conservar el pescado, especialmente si los caladeros se hallan distantes del punto de origen de los pescadores. Cuando los pescadores desembarcan sus capturas de pescado fresco directamente, muchas veces ya hay en el lugar un gran número de comerciantes, mientras que otros se desplazan a las comunidades y campamentos de pesca más aislados para comprar el pescado seco o también pescado fresco que luego ellos secan.
Debido a la falta de una ordenación apropiada, las pesquerías de la fase tres se hallan casi siempre caracterizadas por dos subfases, la segunda de las cuales hemos considerado aparte como una fase cuatro para su análisis más a fondo en el apartado 5.3.4. Durante la primera subfase, la productividad total suele aumentar más bién espectacularmente, con unas capturas relativamente altas por esfuerzo unitario. Muchas veces se acumulan ahorros sustanciales que permiten a algunos pescadores diversificar su base de ocupación y que pueden desempeñar una importante función desarrollista en la zona. Pero ese éxito suele atraer a un número cada vez mayor de pescadores desde dentro de la comunidad y de fuera de ella; algunos incluso atraviesan los límites internacionales para llegar a la pesquería (pescadores malienses, por ejemplo, que llegan hasta el lago Kossou, en Côte d'Ivoire). Como resultado de ello baja la captura por esfuerzo unitario, como también los ingresos netos, reduciéndose un gran número de pescadores a un tipo de producción de subsistencia. Los pescados mayores en las clases de edad más viejas se agotan, como también las especies explotadas más intensamente (por ejemplo, Goulding, 1981; Rao y Rajyalakshmi, 1977). En los tramos más intensamente aprovechados de la cuenca del Amazonas, por ejemplo, los estudiosos estiman que las pesquerías comerciales rinden actualmente de 20 a 30 kg de pescado por día-hombre, es decir, aproximadamente la mitad de las capturas anteriores, lo que Goulding estima “como el nivel mínimo al que pueden funcionar económicamente las pesquerías comerciales (véase Welcomme, 1980, pág. 211 y para un resumen más general de los rendimientos en las pesquerías fluviales). Aunque pueden también reducirse los desembarques totales, en la mayoría de los casos se desconoce la importancia relativa de factores ecológicos (especialmente, variaciones en la profundidad y duración de las inundaciones) respecto de una pesca excesiva y de la modificación y contaminación fluvial. Independientemente de ello, las capturas son bastante bajas por pescador como para que zozobren las oportunidades de incrementar sus niveles de vida.
El mercadeo del pescado procedente de esas pesquerías comerciales está a menudo dominado por comerciantes intermediarios, algunos de los cuales son muy ricos y comienzan a invertir en importantes equipos de pesca como redes de cerco y mayores embarcaciones de motor. Otros efectos expansivos de importancia son el desarrollo de la construcción de barcos y de la industria de reparación, junto con fábricas de hielo e instalaciones de elaboración o conservación del pescado (Comte, 1982; Goulding, 1981; Hayward, 1981; Smith, 1981). Los servicios que proporciona el Gobierno (estaciones de policía y administrativas, escuelas dispensarios, etc.) pueden también prestarse junto con otros servicios patrocinados por donantes como centros comunitarios de pesca.
Siguiendo la tendencia ya arraigada en las pesquerías comerciales incipientes, las mujeres raras veces participan en la captura de pescado en las pesquerías de la fase tres. Aunque pueden desempeñar una función importante en el mercadeo del mismo, nuestra impresión - que requiere mucha más investigación - es que las mujeres participan menos en el comercio que lo que ocurre con las pesquerías costeras (por lo menos en Africa occidental). Al igual que con otros tipos de desarrollo rural rápido, las desigualdades socioeconómicas se vuelven cada vez más evidentes en las pesquerías plenamente comerciales.
De no mediar una buena ordenación, el propio éxito de las pesquerías en fase tres desencadena toda una serie de fenómenos que casi inevitablemente producen la marginalización de la mayoría de los pescadores procedentes de comunidades pesqueras tradicionales. Es más, según Crutchfield, el descenso que se experimenta es una característica propia de toda pesquería comercial madura: “a un período próspero de desarrollo rápido y de buenos beneficios sigue una baja en la productividad, unos rendimientos muy reducidos de todos los factores de producción y - con demasiada frecuencia - el ago-tamiento material e incluso la extinción del recurso mismo” (1982, pág. 9).
Resultan afectadas con especial dureza las comunidades antes tradicionales de pescadores tanto marinos como continentales. Un problema importante para esta gente, aunque menos significativo para algunas pesquerías continentales, es el de la capitalización excesiva (Marr, 1976). La afirmación de Johannes para Oceanía se aplica también a muchas pesquerías continentales: “Al resultar cada vez más complejo el equipo, su precio acaba aumentando por encima de las posibilidades del pescador medio… Las oportunidades de empleo disminuyen a medida que barcos modernos más eficientes van eliminando a las embarcaciones indígenas. Los pescadores se empobrecen aún más y los beneficios, pocos o muchos, acaban mayormente en los bolsillos de unos pocos empresarios. Esta pauta es ya sobradamente conocida en las pesquerías artesanas tropicales” (1978, págs. 356–7). (Para un ejemplo latinoamericano, véase Cordell, 1980a, y para otro ejemplo africano véase Hayward, 1981.)
El empeoramiento de los niveles de vida en las comunidades pesqueras locales no obedece a deficiencias o inaptitudes propias de sus miembros a la hora de luchar en un marco de “mercado libre”. Se debe más bien a un conjunto de factores históricos, sobre los que las comunidades locales han tenido escaso poder. Hay tres que revisten especial importancia. Son los que se refieren a la tenencia de aguas, las políticas de crédito y las estrategias de ordenación. Mientras los regímenes coloniales reconocían los derechos legales de las comunidades, parentelas y particulares aparte, por lo menos, de sus recursos consuetudinarios de tierras, esos mismos regímenes casi ignoraron siempre o se opusieron activamente a los derechos consuetudinarios sobre grandes masas de agua, con el resultado de que las comunidades tradicionales carecían de base jurídica para excluir a los extraños. Por lo que respecta a las políticas crediticias, los pŕestamos a pescadores per cápita parecen ser proporcionalmente menos que a los agricultores, aunque hace falta estudiar más este punto. Por otro lado, como los pescadores suelen ser más pobres y no disponen de garantías que equivalgan a las tierras para asegurar sus préstamos, los que se otorgan van a parar muchas veces a “pescadores selectos”, aumentando así el grado de estratificación social. En cuanto a las estrategias de ordenación, además de no funcionar, suelen penalizar a los pequeños operadores reduciendo el tipo de artes que pueden todavía permitirse y utilizar eficazmente (es decir, redes de enmalle, que muchas veces también se restringen en lo tocante a su número y al tamaño de la malla).
Dada la diferente aptitud de los individuos a la hora de investir en el equipo cada vez más costoso que hace falta para competir con unas pesquerías supercapitalizadas, cada vez nos encontramos con más hombres que no poseen grandes aparejos de pesca trabajando como trípulantes en barcos que pertenecen a una minoría de pescadores o de empresarios más desahogados. En algunos casos, el equipo que requiere mucho capital es propiedad de comerciantes no locales que invierten en la pesca como empresa comercial, contratando a pescadores necesitados del lugar como auxiliares de cubierta pagándoles un salario. En esos casos, la mayor estratificación social va acompañada de desigualdades muy marcadas. Es más, muchos pescadores tal vez no estén en condiciones de ganar lo suficiente para su sustento y el de sus familias.
Aunque esa mayor marginalización no es una secuela necesaria de la comercialización, para evitarla en el caso de las pesquerías continentales se requerirán nuevos enfoques de ordenación que vinculen la ayuda gubernamental a una fuerte participación local para el aprovechamiento de las pesquerías a las que el acceso es limitado.