3 |
Movilización de recursos para la agricultura en apoyo de la seguridad alimentaria |
3.1
Pese a los notables progresos logrados durante el último decenio por los países en desarrollo en el crecimiento económico general y la mejora de las condiciones de vida, la pobreza y la inseguridad alimentaria están todavía generalizadas y muestran pocos indicios de disminuir. La FAO estima que el número de personas que sufrían subnutrición1 en los países en desarrollo en 1997-99 era de 777 millones (17 por ciento de la población total de esos países). Aunque esta cifra representa un descenso con respecto a los 830 millones estimados para el período 1990-92 (20 por ciento de la población), el número de personas subnutridas sigue siendo elevado en términos absolutos. De persistir las tendencias actuales, se prevé que el número de personas subnutridas disminuirá a 580 millones en 2015, cifra muy inferior al objetivo de reducir el número de personas que padecen inseguridad alimentaria a 400 millones para ese año.
3.2
En el futuro, casi todo el aumento de la población se concentrará en los países en desarrollo, hacia donde es preciso orientar la mitigación de la pobreza extrema, y en particular del hambre. Aunque la inseguridad alimentaria se concentra en el mundo en desarrollo, unos 38 millones de personas que viven en otras partes están subnutridas, principalmente en los países en transición, y existen focos de hambre en países de ingresos más elevados. Deben adoptarse medidas inmediatas para movilizar y utilizar eficazmente recursos suplementarios destinados a mejorar el acceso a los alimentos, especialmente de los grupos pobres y vulnerables.
3.3
En los últimos años, la pobreza ha sido objeto de una renovada atención en el discurso sobre el desarrollo. El número de personas que vivían con menos de un dólar EE.UU. al día en las regiones en desarrollo2 ascendía a unos 1 200 millones en 19983, lo que significa que un cuarto de la población de ese grupo de países era pobre.
3.4
El hambre, o la falta de acceso a alimentos suficientes, es una de las características más terribles de la pobreza. Por ello la lucha contra el hambre debería representar una parte fundamental de cualquier estrategia para erradicar la pobreza. El concepto de seguridad alimentaria constituye un instrumento eficaz para orientar, proyectar y supervisar políticas e iniciativas encaminadas a reducir la pobreza. Existen ya los recursos necesarios para acabar con el hambre, y su precio es de hecho menor que los costos humanos y económicos de dejar que el hambre persista. Estos últimos incluyen los costos de la salud precaria que la subnutrición suele generar (gastos en atención sanitaria y asistencia social), la baja productividad de la mano de obra y, en último extremo, un crecimiento económico inferior. La investigación confirma de modo creciente que los niveles altos de subnutrición ponen en peligro el desarrollo general de los países, tanto de forma directa (mediante la reducción de la productividad de las personas subnutridas) como indirecta (mediante los efectos negativos de la subnutrición sobre la salud)4. Reducir el hambre es una condición necesaria para reducir la pobreza. Alcanzar la meta fijada en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación como objetivo intermedio hacia la erradicación total del hambre no sólo es un imperativo moral, sino que también es muy conveniente desde el punto de vista económico.
3.5
El objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación se puede conseguir mediante una acción coordinada en diversos frentes, lo que evidencia el carácter multidimensional de los factores que determinan el hambre, la inseguridad alimentaria y la subnutrición. Estos factores incluyen la pobreza y la distribución desigual de los bienes; los bajos niveles de capital humano; el estancamiento del crecimiento económico; la baja productividad y las limitaciones financieras en la agricultura; el sesgo del sistema financiero internacional; la discriminación por razón de sexo y de raza; la precariedad de las instituciones y los sistemas de gobierno; las enfermedades (en particular el VIH/SIDA); y los conflictos y las catástrofes naturales. La Cumbre Mundial sobre la Alimentación reconoció el carácter multidimensional de la seguridad alimentaria en sus siete compromisos, cada uno de los cuales se refiere a una esfera de acción y necesita por tanto recursos. Las esferas de acción indicadas son, entre otras, la creación de un entorno político, social y económico propicio, tanto en el plano nacional como en el internacional; la erradicación de la pobreza; esfuerzos para promover la agricultura sostenible; la prevención de catástrofes y situaciones de urgencia, y la preparación para afrontarlas; la inversión en la agricultura; y la vigilancia de los progresos realizados.
3.6
El presente capítulo se centra en el Compromiso sexto, relativo a la inversión en la agricultura o, más exactamente, a la movilización de recursos para aumentar la productividad y la capacidad productiva del sector agrícola. La contribución de la agricultura a la generación de los suministros alimentarios e ingresos adicionales que son necesarios para facilitar el acceso a los alimentos es primordial en los países en desarrollo, especialmente los países de bajos ingresos y con déficit de alimentos (PBIDA), donde la agricultura es el sector principal por lo que se refiere a los ingresos, el empleo y las exportaciones nacionales. La mayoría de las personas pobres (el 70 por ciento aproximadamente) viven en zonas rurales y obtienen sus medios de subsistencia en el sector agrícola, ya sea directamente como agricultores y jornaleros agrícolas o a través del empleo en actividades rurales no agrícolas. El sector rural no agrícola consiste en parte en actividades relacionadas con las fases iniciales o finales del proceso de producción primaria, por lo que depende en gran medida de las actividades e ingresos agrícolas para sobrevivir y crecer. Los efectos de un crecimiento económico impulsado por la agricultura sobre la mitigación de la pobreza, unidos a un crecimiento de los ingresos rurales no agrícolas, quedan atenuados por la extrema desigualdad en la propiedad de los bienes, y en particular de la tierra. Por otra parte, la falta de acceso a los mercados extranjeros y la inexistencia de un buen gobierno y unas instituciones apropiadas representarán probablemente una grave amenaza para la mayor parte de las inversiones.
3.7
La Declaración Ministerial del Quebec de 1995 empeñaba a la FAO y a sus Estados Miembros a «promover inversiones adecuadas en los sectores agropecuario, forestal y pesquero»5. En el contexto de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, la FAO6 estimó el volumen futuro de las inversiones en la agricultura y en infraestructura y servicios de apoyo necesario para alcanzar el objetivo de la CMA de reducir el número de personas subnutridas a 400 millones no más tarde del año 2015. Los niveles actuales de la inversión son inferiores en unos 30 000 millones de dólares EE.UU. a los 180 400 millones que se necesitan anualmente para alcanzar el objetivo de la Cumbre.
3.8
Los recursos para la inversión en la agricultura pueden proceder de fuentes privadas y públicas, tanto externas como internas. Aunque son los mismos agricultores quienes principalmente movilizan la mayoría de las inversiones, el sector público desempeña una función decisiva por medio del gasto público en los sectores agrícola, forestal y pesquero, proporcionando incentivos y creando un entorno favorable a esas inversiones, así como asegurando la disponibilidad suficiente de bienes públicos (infraestructura básica, estado de derecho, paz y seguridad). La asistencia oficial para el desarrollo (AOD) es un complemento importante de los recursos internos, especialmente para los países afectados por una elevada inseguridad alimentaria. En este capítulo, junto con los recursos específicamente asignados a la agricultura, se examinan también las necesidades de inversión estimadas para alcanzar el objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación (véase «Necesidades de recursos para alcanzar el objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación»).
3.9
Los países con una elevada prevalencia de la subnutrición tienen unos niveles de ingresos, unas relaciones entre el capital y la fuerza de trabajo y una productividad de la mano de obra agrícola inferiores a los existentes en los países donde la prevalencia de la subnutrición es baja. Con respecto a los recursos asignados a la agricultura, se espera que algunos países puedan movilizar más recursos internos a fin de sufragar los costos sustanciales necesarios para reducir la prevalencia de la subnutrición en sus poblaciones. Sin embargo, muchos otros, especialmente los PBIDA, necesitarán disponer de una corriente mayor de recursos externos. A este respecto, la asistencia exterior para el desarrollo destinada a la agricultura ha descendido a los niveles más bajos de todos los tiempos, si bien por lo que se refiere a los recursos totales ha habido cierta sustitución de fuentes públicas por privadas. Con todo, la inversión extranjera directa (IED) ha dejado de lado hasta ahora a la mayoría de los países pobres y, de toda la inversión privada que afluye a los países más pobres, es relativamente pequeña la parte destinada a los sectores alimentario y agrícola. Por consiguiente, cobra una importancia primordial la cuestión de movilizar recursos suficientes y utilizarlos de la mejor forma posible.
3.10
Aunque la proporción de personas subnutridas en la población total de los países en desarrollo ha disminuido en los últimos decenios, el número de personas subnutridas sigue siendo elevado. La insistencia en el hecho de que persiste un número elevado de personas subnutridas no debe considerarse como falta de reconocimiento de los notables progresos realizados por la agricultura mundial para proporcionar alimentos a una población mundial en aumento continuo. Desde 1969-71, la población de los países en desarrollo ha aumentado de 2 600 millones a 4 500 millones. La reducción de la incidencia relativa de la subnutrición (equivalente a la mitad del porcentaje de la población afectada) representa un logro importante.
3.11
Estos progresos se reflejan también en el aumento de la disponibilidad de alimentos per cápita para el consumo humano, que es una de las variables fundamentales utilizadas para medir el grado de inseguridad alimentaria en un país. Se expresa como suministro de energía alimentaria (SEA) en kcal per cápita al día7 (Cuadro 3.1).
CUADRO 3.1 Suministro de energía alimentaria per cápita | |||||
Región |
1969-71 |
1979-81 |
1990-92 |
1996-98 |
1997-99 |
(kcal/día) | |||||
Todo el mundo |
2 410 |
2 540 |
2 700 |
2 780 |
2 800 |
Países desarrollados |
3 130 |
3 220 |
3 270 |
3 240 |
3 230 |
Economías en transición |
3 320 |
3 390 |
3 160 |
2 890 |
2 910 |
Países en desarrollo |
2 110 |
2 300 |
2 520 |
2 650 |
2 680 |
América Latina y el Caribe |
2 470 |
2 700 |
2 710 |
2 810 |
2 820 |
Cercano Oriente y África del Norte |
2 360 |
2 820 |
2 980 |
2 970 |
3 010 |
África subsahariana |
2 100 |
2 070 |
2 120 |
2 200 |
2 190 |
Asia oriental y sudoriental |
2 010 |
2 320 |
2 640 |
2 850 |
2 920 |
Asia meridional |
2 060 |
2 070 |
2 310 |
2 420 |
2 400 |
Fuente: FAO. |
3.12
Como se muestra en el Cuadro, el incremento global del SEA mundial se debe sobre todo a los aumentos logrados por los países en desarrollo; en éstos, el SEA medio per cápita creció de 2 110 a 2 680 kcal (27 por ciento) entre 1969-71 y 1997-99. Sin embargo, los aumentos han sido desiguales entre los países. Los progresos en el conjunto de los países en desarrollo han dependido decisivamente de las notables mejoras logradas en aquellos con poblaciones más altas. De los siete países en desarrollo con una población de más de 100 millones, sólo uno se ha mantenido durante este período en niveles muy bajos de consumo de alimentos per cápita. Además, entre 1990-92 y 1997-99 sólo 32 países pudieron reducir el número de personas subnutridas (en un total de 116 millones), mientras que en los 67 países en desarrollo restantes para los que se dispone de datos, el número de personas subnutridas creció en unos 77 millones.
3.13
Es útil observar que el número de personas que no tienen acceso a un aporte mínimo de energía alimentaria, utilizado ampliamente como medida de la inseguridad alimentaria, no capta todas las dimensiones de la desnutrición (causada también por un estado de salud deficiente) y la malnutrición (en la que los desequilibrios alimen-tarios, especialmente de micronutrientes, pueden tener consecuencias dañinas para la salud). No obstante, la falta de alimentos suficientes es por sí misma causa de carencia de una variedad de nutrientes necesarios, y no sólo de un aporte insuficiente de energía. Además, como se ilustra más adelante en una comparación entre la alimentación de un adulto bien nutrido y de uno subnutrido (Figura 3.1), la variedad del régimen alimenticio tiende a ser menor cuanto más bajo es el nivel de ingestión de alimentos, lo que se suma a la insuficiencia nutricional de las personas subnutridas.
FIGURA 3.1 Ejemplo de relación entre la cantidad y calidad de los regímenes alimenticios |
3.14
Hay actualmente 32 países en desarrollo que tienen un consumo de alimentos per cápita inferior a 2 200 kcal y, por consiguiente, una prevalencia alta de inseguridad alimentaria. Reducir a la mitad para 2015 el número de personas subnutridas en cada uno de estos países sólo con los recursos nacionales exigiría unas tasas extraordinariamente elevadas de crecimiento de su demanda total de alimentos, junto con una distribución más equitativa de los ingresos. La combinación necesaria de un crecimiento de los ingresos8 y una mejor distribución exigiría grandes esfuerzos, si es que fuera posible. Sólo en raros casos algún país ha conseguido en el pasado tales tasas de crecimiento del consumo alimentario total durante períodos prolongados. Por consiguiente, es poco probable que los países más pobres puedan por sí solos movilizar recursos en la escala necesaria.
3.15
En conjunto, alrededor del 70 por ciento de la población pobre de los países en desarrollo vive en zonas rurales. Esto sucede especialmente en los países con elevados niveles de subnutrición (Cuadro 1 del Anexo). La mayoría de la mano de obra de esos países depende de la agricultura, ya sea directamente o mediante actividades conexas, y el sector representa una proporción elevada de su producto económico y de sus ingresos de exportación. Como promedio, en 1999 el 56 por ciento de la mano de obra de los países en desarrollo estaba empleada en la agricultura. Por ejemplo, en el África subsahariana, donde el 34 por ciento de la población estaba subnutrida en 1997-99, hasta el 66 por ciento de la fuerza de trabajo total se dedicaba a la agricultura en el año 2000 (Cuadro 3.2).
CUADRO 3.2 Las dimensiones de la agricultura en los países en desarrollo | ||||||
Población rural como |
Mano de obra agrícola |
Proporción de la | ||||
1990 |
2000 |
1990 |
2000 |
1990 |
2000 | |
(Porcentaje) | ||||||
Países en desarrollo |
65 |
60 |
61 |
55 |
15 |
14 |
América Latina y el Caribe |
29 |
25 |
25 |
20 |
8 |
7 |
Cercano Oriente y África del Norte |
46 |
40 |
39 |
33 |
14 |
12 |
África subsahariana |
74 |
67 |
72 |
66 |
26 |
31 |
Asia oriental y sudoriental |
70 |
65 |
68 |
62 |
18 |
18 |
Asia meridional |
75 |
71 |
63 |
59 |
28 |
26 |
Fuente: FAO. |
3.16
La población rural pobre depende de la agricultura para producir los alimentos que consume o para generar ingresos. Los hogares rurales obtienen ingresos de las actividades agrícolas (en forma de ganancias derivadas de la venta de productos agrícolas o de empleo remunerado en la agricultura) y/o del empleo en actividades rurales no agrícolas. El sector rural no agrícola incluye un gran número de bienes y servicios que en la mayoría de los casos están vinculados al sector agrícola, entre ellos la producción de insumos, la reparación de aperos agrícolas y la elaboración de productos. Además, los ingresos obtenidos de actividades agrícolas se gastan en bienes de producción local y esta demanda es esencial para la supervivencia del sector rural no agrícola. Teniendo en cuenta el grado en que los medios de subsistencia de la población pobre depende de la agricultura, el crecimiento de este sector es un componente esencial de las estrategias de reducción de la pobreza y de seguridad alimentaria. El papel de la movilización de recursos para la agricultura-asunto del que trata este capítulo- es decisivo porque se considera que estas inversiones son esenciales para incrementar la capacidad productiva y por consiguiente la creación de empleo e ingresos en las zonas donde vive la mayor parte de la población pobre y con inseguridad alimentaria.
3.17
La movilización de recursos para la agricultura es fundamental, pero debe complementarse con inversiones en infraestructura, salud y educación9. La reducción de conflictos, la democracia y el buen gobierno, la educación y la salud, la inocuidad del agua y la apertura de los mercados son objetivos esenciales para la AOD y para una acción encaminada a reducir el hambre. Otros sectores esenciales para la movilización de recursos son la transferencia de tecnología agrícola, la investigación, la extensión y la infraestructura rural. La demostración de los grandes beneficios que produce la inversión en mejora del capital humano ha sido una importante contribución a la comprensión del desarrollo económico y de su relación con el desarrollo humano. La función de esa inversión se halla en la base de las estrategias de desarrollo que han sido objeto del reconocimiento de la comunidad internacional, por ejemplo en la Cumbre Social de Copenhague de 1995, en las orientaciones estratégicas sobre cooperación en el desarrollo del Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD) de la OCDE de 199610, en el Informe sobre el desarrollo mundial, 200011 y en la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas.
3.18
El fomento de la agricultura para luchar contra el hambre debería formar parte de una estrategia multidimensional de los gobiernos nacionales, los donantes internacionales, las instituciones multilaterales de préstamo y el sector privado. A este respecto, la función de las organizaciones de la sociedad civil (OSC) en la promoción y en el establecimiento del programa de políticas ha adquirido creciente importancia en los últimos años. Por otra parte, la lucha contra el hambre y el fomento del desarrollo agrícola deberían integrarse en instrumentos coordinados de desarrollo como los documentos de estrategia de reducción de la pobreza, el Marco de Asistencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Red del CAC sobre Desarrollo Rural y Seguridad Alimentaria.
3.19
La Cumbre Mundial sobre la Alimentación consideró que la reducción limitada del hambre en el mundo que preveían las proyecciones disponibles a la sazón no era aceptable12, por lo que estableció el objetivo más ambicioso de r.educir el número de personas subnutridas a 400 millones no más tarde de 2015. Las estimaciones más recientes de la FAO del número de personas subnutridas en el mundo indican que, en un escenario «como hasta ahora», no se alcanzaría ese objetivo (Figura 3.2).
FIGURA 3.2 Prevalencia de la subnutrición y perspectivas de reducción |
3.20
La mayoría de los países con niveles altos de subnutrición se caracterizan por niveles bajos y estancados de ingresos per cápita. Esto implica una baja capacidad de ahorro, acompañada frecuentemente de una elevada carga de la deuda que absorbe una cantidad considerable de recursos que, de lo contrario, podrían utilizarse para desarrollar sectores productivos. El resultado es que los países con elevada incidencia de subnutrición carecen de recursos suficientes para fomentar el crecimiento de los sectores productivos. Estas cuestiones se examinan en las secciones siguientes.
3.21
Donde más bajos son los ingresos nacionales (medidos por el PNB per cápita) es en los países que tienen altos niveles de subnutrición (Categorías 4 y 5 definidas en el Recuadro 3.1). Además, las tendencias del último decenio muestran que en esas categorías los ingresos per cápita no han mejorado sensiblemente. En tales condiciones, las tasas de ahorro e inversión no pueden ser sino bajas. Por otra parte, es probable que los ahorros de los grupos vulnerables y con inseguridad alimentaria se encaucen hacia bienes que reduzcan su vulnerabilidad a las crisis, y no hacia inversiones que podrían incrementar la productividad de sus recursos.
RECUADRO 3.1 Nota metodológica sobre la clasificación de los países |
Para exponer las características distintivas de los países según la prevalencia de la subnutrición, es decir la proporción de personas subnutridas en su población total, se ha agrupado a los países en desarrollo en cinco categorías1. La proporción de la población nacional subnutrida, por categorías de prevalencia, es la siguiente: <2,5 por ciento (Categoría 1), de 2,5 a <5 por ciento (Categoría 2), de 5 a <20 por ciento (Categoría 3), de 20 a <35 por ciento (Categoría 4) y 35 por ciento (Categoría 5). En el Cuadro 2 del Anexo se muestra el porcentaje de la población subnutrida por países, regiones geográficas y categorías de prevalencia2. La subnutrición se caracteriza como «baja» en las Categorías 1 y 2, «intermedia» en la Categoría 3 y «alta» en las Categorías 4 y 5. La distribución geográfica de la subnutrición en los países desarrollados y en desarrollo se ofrece en la Figura 3.3, que revela una concentración de la subnutrición en el Asia meridional y sudoriental, África y América Latina. Hay 23 países en la Categoría 5, 18 de los cuales se hallan en el África subsahariana; hay 27 países en la Categoría 4 y 34 en la Categoría 3. La Categoría 1 comprende países desarrollados. Hay que señalar que puede haber variaciones en los valores de los indicadores económicos para los países pertenecientes a una determinada categoría de prevalencia. 1 La prevalencia de la subnutrición cambia de año en año. Los grupos a que aquí se hace referencia se basan en la prevalencia de la subnutrición en 1997-99. |
FIGURA 3.3 Prevalencia de la subnutrición en países en desarrollo y países desarrollados (1997-99) |
3.22
La pesada carga de la deuda de los países con una alta prevalencia de la subnutrición constituye un drenaje adicional de recursos que podrían invertirse en sectores productivos. En la Figura 3.4 se muestra que, dentro de los PBIDA, el elevado endeudamiento está más difundido entre los países que tienen una prevalencia relativamente más alta de subnutrición. Entre los 23 PBIDA con la más alta prevalencia de la subnutrición, 17 pertenecen al grupo de países pobres muy endeudados (PPME). Las perspectivas son mucho más favorables para los países con una prevalencia inferior al 20 por ciento; en este subgrupo de PBIDA, sólo seis de los 21 países se hallan muy endeudados.
FIGURA 3.4 Países pobres muy endeudados dentro del grupo de los PBIDA |
3.23
No es sorprendente que la combinación de baja capacidad de ahorro y elevado endeudamiento dé como resultado una baja capacidad de inversión en el sector agrícola, especialmente en los países donde más se necesitan las inversiones agrícolas para elevar los ingresos de los pobres y mejorar así la seguridad alimentaria.
3.24
Se reconoce ahora que el concepto de inversión para aumentar la capacidad productiva de la agricultura entraña no sólo bienes físicos, sino también difusión de la ciencia y la tecnología y mejora del capital humano y social. La creación de un entorno favorable a la inversión para aumentar los niveles de productividad y realizar los cambios estructurales necesarios se convierte en uno de los principales desafíos de política. Es necesario que todo el entorno normativo e institucional sea favorable para que los agentes privados, en particular los agricultores, efectúen inversiones.
3.25
Durante los dos últimos decenios, muchos gobiernos han tratado de subsanar los sesgos antiagrícolas del pasado adoptando políticas para quitar los controles de los mercados agrícolas, reducir las distorsiones de precios y permitir que los actores privados desempeñen un papel más importante en la actividad económica. Tales medidas, aunque necesarias, no siempre son suficientes para inducir inversiones que permitan lograr aumentos sostenidos de la productividad y la producción. Para incentivar la inversión hacen falta también políticas que creen las instituciones agrarias que se necesitan. Estas incluyen mercados que funcionen y sean transparentes, acceso a la financiación y la extensión y marcos jurídicos y reglamentarios adecuados. A nivel más general, la estabilidad política y un marco institucional bien definido y aplicado son imprescindibles para garantizar inversiones privadas suficientes. Hace falta también una sólida complementariedad entre la inversión pública y privada para sostener el crecimiento agrícola, mediante la cual los gobiernos invierten en sectores importantes para los bienes públicos (investigación, extensión, e infraestructura, especialmente control del agua, carreteras, instalaciones de almacenamiento, servicios de mercadeo, enseñanza, normas y reglamentos).
3.26
La FAO ha elaborado una amplia base de datos sobre inversiones y bienes de capital agrícolas, utilizando datos de FAOSTAT que se complementan con datos de cuentas nacionales de los distintos países. Estos datos incluyen los bienes de capital (entre ellos tierras, riego, tractores, ganado, plantaciones y estructuras) para la agricultura primaria en las principales regiones en desarrollo.
3.27
Para tener en cuenta las variaciones en la intensidad de capital y los niveles de tecnología entre los sectores agrícolas de los distintos grupos de países, en el Cuadro 3.3 los datos sobre bienes de capital por trabajador agrícola se presentan por regiones y categorías de prevalencia. Las dos regiones con la menor incidencia de subnutrición, América Latina y el Cercano Oriente y África del Norte, muestran un capital agrícola por agricultor superior al de otras regiones. Al cabo del tiempo, las dos mismas regiones han experimentado también un incremento sustancial de la relación entre capital y fuerza de trabajo, en comparación con el estancamiento de las otras regiones.
3.28
En cuanto a las agrupaciones de países por prevalencia de la subnutrición, hay un claro contraste en la intensidad de capital de las dos primeras categorías (baja incidencia de la subnutrición) y las otras tres. Existen también diferencias en cuanto a los cambios en el curso del tiempo: los países con menor prevalencia de la subnutrición muestran un incremento más sostenido (período de base 1986-90) en la inversión por trabajador, mientras que los cambios en las demás categorías han sido muy escasos o incluso negativos. Durante el período considerado, la relación entre capital y fuerza de trabajo de la categoría con la prevalencia más baja ha aumentado relativamente de seis a nueve veces más que la registrada en la categoría de prevalencia más alta (Cuadro 3.3). No sólo los países de la categoría de prevalencia más alta partieron de los niveles más bajos de bienes de capital en 1975, sino que, precisamente en los países donde el capital es más necesario para generar crecimiento agrícola y reducir la subnutrición, los bienes de capital por trabajador han ido disminuyendo.
CUADRO 3.3 Bienes de capital por trabajador agrícola | ||||||
Región |
1975 |
1976-80 |
1981-85 |
1986-90 |
1991-95 |
1996-99 |
(Dólares EE.UU. constantes de 1995) | ||||||
América Latina y el Caribe |
6 537 |
6 841 |
7 202 |
7 751 |
8 407 |
8 711 |
Cercano Oriente y África del Norte |
5 444 |
5 516 |
5 790 |
6 320 |
6 548 |
6 431 |
África subsahariana |
1 412 |
1 408 |
1 391 |
1 310 |
1 290 |
1 286 |
Asia oriental y sudoriental |
1 120 |
1 142 |
1 140 |
1 134 |
1 167 |
1 225 |
Asia meridional |
1 207 |
1 204 |
1 215 |
1 226 |
1 244 |
1 252 |
Categoría de prevalencia |
||||||
Categoría 1 |
5 688 |
6 037 |
6 591 |
7 328 |
8 080 |
8 463 |
Categoría 2 |
5 169 |
4 713 |
4 652 |
5 122 |
5 816 |
6 024 |
Categoría 3 |
1 621 |
1 649 |
1 642 |
1 638 |
1 687 |
1 737 |
Categoría 4 |
1 309 |
1 309 |
1 333 |
1 330 |
1 376 |
1 386 |
Categoría 5 |
1 189 |
1 192 |
1 165 |
1 114 |
1 027 |
953 |
Fuente: FAO. |
3.29
La escasez de bienes de capital por trabajador se refleja en una baja productividad por trabajador agrícola en la agricultura, como se muestra en el Cuadro 3.4 para las distintas categorías de prevalencia de la subnutrición. Por otra parte, la gran divergencia en las relaciones capital-fuerza de trabajo entre las distintas categorías se amplía aún más en lo que respecta a la productividad de la mano de obra, al igual que las tendencias divergentes a lo largo del tiempo. Como en el caso de la relación entre capital y fuerza de trabajo, es evidente una división neta entre las categorías inferiores y superiores de prevalencia. El valor añadido por trabajador en la categoría de prevalencia más baja fue de 18 a 22 veces superior al registrado en la categoría de prevalencia más alta en el período comprendido entre 1990 y 1999. Es probable que estas diferencias sean en parte el resultado de un mayor uso de otros insumos variables en la producción agrícola. También es probable que, dada la estructura de la relación entre productividad y estado nutricional, las diferencias en la eficiencia puedan a su vez explicarse en parte por las diferencias en la prevalencia de la subnutrición. Puede darse el caso de que los países con una elevada incidencia de la subnutrición caigan en el círculo vicioso del hambre: la incidencia elevada de la subnutrición causa pérdidas de eficiencia y limita la capacidad del país para afrontar la subnutrición.
CUADRO 3.4 Valor añadido por trabajador agrícola por categorías de prevalencia de la subnutrición | ||||||||||
Categoría de prevalencia |
1990 |
1991 |
1992 |
1993 |
1994 |
1995 |
1996 |
1997 |
1998 |
1999 |
(Dólares EE.UU. constantes de 1995) | ||||||||||
Categoría 1 |
3 846 |
3 919 |
4 160 |
4 100 |
4 164 |
4 277 |
4 458 |
4 502 |
4 576 |
4 619 |
Categoría 2 |
1 601 |
1 611 |
1 695 |
1 623 |
1 698 |
1 752 |
1 793 |
1 782 |
1 836 |
1 843 |
Categoría 3 |
508 |
514 |
533 |
535 |
563 |
585 |
610 |
614 |
632 |
646 |
Categoría 4 |
420 |
414 |
427 |
432 |
444 |
443 |
468 |
464 |
475 |
482 |
Categoría 5 |
212 |
213 |
200 |
202 |
193 |
200 |
209 |
209 |
208 |
209 |
Países desarrollados* |
20 658 |
20 613 |
22 424 |
21 978 |
23 821 |
24 328 |
26 351 |
27 825 |
28 865 |
29 996 |
*Nota: No se incluyen Israel, Luxemburgo, Malta y Suecia durante todo el período, ni Alemania en 1990. |
3.30
De estas observaciones se desprenden tres conclusiones. En primer lugar, se necesitan recursos adicionales para fomentar el crecimiento agrícola especialmente en los países con mayor prevalencia de la subnutrición. En segundo lugar, hay amplio margen para mejorar la productividad de los bienes de capital y fuerza de trabajo en los países con prevalencia elevada de la subnutrición. En tercer lugar, la mitigación de la subnutrición puede ser un paso decisivo para romper el círculo vicioso de subnutrición y baja productividad con que se enfrentan muchos países del mundo en desarrollo.