La seguridad e inocuidad de los alimentos ha sido una de las mayores preocupaciones de la humanidad y los antecedentes al respecto pueden rastrearse desde tiempos inmemoriales. Dentro de los intentos que mayor impacto han tenido en el ámbito mundial, debe citarse el Codex Alimentarius (en latín: Código o Ley de Alimentos), resultado del trabajo conjunto de la FAO y la OMS (Organización Mundial de la Salud), conocido desde 1962 luego de un largo tiempo de preparación. Con el tiempo, el Codex Alimentarius se ha convertido en una de las reglamentaciones más aceptadas, adoptadas o tomadas como referencia por la mayor parte de los países (Apéndice, Anexo 1) gracias a que posee una buena base científica y que la correcta aplicación de las normas de producción, procesamiento, empaque y traslado garantiza la seguridad e inocuidad de todos los alimentos, entre ellos las frutas y hortalizas.
El otro hecho que debe citarse es la Iniciativa de Seguridad Alimentaria (Food Safety Initiative) anunciada por el Presidente de los Estados Unidos en enero de 1997 y que desencadena una serie de acciones por parte de los organismos gubernamentales americanos y que para el caso de las frutas y hortalizas se materializan en octubre del mismo año en el plan titulado Iniciativa para asegurar la Seguridad de las Frutas y Hortalizas Nacionales e Importadas (Initiative to Ensure the Safety of Imported and Domestic Fruits and Vegetables). Dentro de esta iniciativa se impartieron instrucciones a los organismos competentes para que elaboren una serie de recomendaciones como guías para la elaboración de las Buenas Prácticas Agrícolas (Good Agricultural Practices, o GAPs), y Buenas Prácticas de Manufactura (Good Manufacturing Practices o GMPs), tendientes a garantizar que las frutas y hortalizas, ya sea producidas nacionalmente o importadas, cumplan con las más altas normas de calidad e seguridad alimentaria. Estas recomendaciones son de carácter voluntario, y con el objetivo de reducir los riesgos de origen microbiano por medio de la prevención de la contaminación además de mejorar la eficiencia de las medidas de control en caso de contaminación. Distintos países han tomado estas guías para elaborar las propias (Apéndice, Anexo 2).
Las distintas etapas que un producto debe pasar desde la cosecha hasta el consumo tanto en fresco como procesado, proveen innumerables oportunidades para incrementar el nivel de contaminación que naturalmente trae del campo. La presencia de materiales extraños dentro del envase o sobre el producto, tales como suciedades (tierra, deposiciones animales, grasas o aceites de maquinarias, cabellos humanos, etc.), insectos vivos o muertos, restos vegetales, de materiales de empaque, etc. es profundamente rechazada por los consumidores. Sin embargo, como normalmente se debe a descuidos o irresponsabilidades en la preparación o manipuleo, son fáciles de detectar y eliminar. Mucho más preocupante es la presencia de microorganismos perjudiciales para la salud, no visibles a simple vista ni detectables a través de cambios en la apariencia, sabor, color u otra característica externa. Se ha demostrado que determinados patógenos tienen la capacidad de persistir sobre el producto lo suficiente como para constituir un peligro para el ser humano y de hecho se han reportado numerosos casos de enfermedades asociadas al consumo de frutas y hortalizas (Tabla 12).
Esencialmente existen tres tipos de organismos que pueden ser transportados por las frutas y hortalizas y que representan un peligro para la salud humana: virus (hepatitis A, por ejemplo), bacterias (Salmonella spp., Escherichia coli, Shigella spp. y otras) y parásitos (Giardia spp., por ejemplo). Los hongos normalmente no representan un peligro en sí mismos, sino a través de las micotoxinas que producen. Para que esto ocurra, sin embargo, tiene que haber transcurrido el tiempo necesario para que se desarrolle. En un sistema bien manejado esto es poco probable que ocurra, pues normalmente es detectado y eliminado antes que llegue al consumidor. De todos estos organismos, las bacterias han sido responsables en la mayoría de los casos.
La contaminación microbiana es un problema complejo para resolver (Figura 61). La única estrategia posible es prevenir la contaminación del alimento a lo largo de toda la cadena de producción y distribución, conjuntamente con la ejecución de determinados tratamientos sanitarios y el mantenimiento del producto en condiciones (particularmente temperatura) desfavorables para el desarrollo de los microorganismos. Este enfoque es conocido como «Enfoque de sistemas» («systems approach», Bracket, 1998) en donde las distintas etapas desde la producción hasta el consumo deben ser consideradas como parte de un sistema integrado y no separadas entre sí. Un aspecto importante es el registro y/o documentación de todas las acciones para poder montar un sistema de rastreabilidad que permita detectar los puntos débiles del sistema y establecer medidas (BPA) y de manufactura (BPM) (Apéndice, Anexo 2) son elementos claves que en muchos casos deben ser complementados con métodos objetivos como el HACCP (Análisis de Peligros y Control de Puntos Críticos) para la determinación de los puntos críticos en donde la seguridad alimentaria puede ser amenazada.
Tabla 12: Patógenos aislados sobre frutas y hortalizas causantes de enfermedades de origen alimentario. correctivas. La redacción y cumplimiento estricto de manuales de buenas prácticas agrícolas
Aeromonas spp. |
Brotes de alfalfa, espárrago, brócoli, coliflor, lechuga, pimiento. |
Bacillus cereus |
Brotes de distintas especies |
Escherichia coli 0157:H7 |
Repollo, apio, cilantro, lechuga(*), ananá, sidra de manzanas(*), brotes de alfalfa(*) |
Listeria monocytogenes |
Brotes de poroto, repollo, pepino, repollo cortado(*), papa, rabanito, hongos comestibles (*), ensaladas(*), tomates y otras hortalizas |
Salmonella spp. |
Alcaucil, brotes de poroto(*), tomate(*), brotes de alfalfa("), sidra de manzanas(*), coliflor, apio, berenjena, endivias, pimiento, melón cantalupo(*), sandía(*), lechuga, rabanito y diversas hortalizas |
Clostridium botulinum |
Repollo cortado(*) |
Shigella spp. |
Perejil, hortalizas de hoja, lechuga cortada(*) |
Cryptosporidium spp. |
Sidra de manzana(*) |
Cyclospora spp. |
Frambuesa(*), albahaca(*), lechuga(*) |
Hepatitis A |
Lechuga(*), frutilla(*), frutilla congelada(*) |
(*) Enfermedades reportadas. Adaptado de Brackett (1998) y Harris (1998).
En este capítulo se describirá brevemente los principales puntos de la cadena de producción y distribución en donde existe riesgo de contaminaciones microbianas que puedan afectar la salud humana, las principales medidas preventivas que deben ser tomadas y recomendaciones que puedan servir de base para la redacción de manuales de BPA y BPM específicos para cada región y cultivo.
Figura 61: Mecanismos mediante los cuales las frutas y hortalizas se pueden contaminar con microorganismos patógenos (Adaptado de Harris, 1998).
Si bien algunos microorganismos peligrosos forman parte de la flora natural del suelo o del ambiente, la vía fecal o urinaria (humanos, animales de producción, domésticos o salvajes) es la principal fuente de contaminación y que llega a las frutas y hortalizas fundamentalmente a través del agua usada en riegos o lavados. La presencia de microorganismos en el agua de superficie (ríos, arroyos, lagos) puede provenir del volcado de aguas servidas por parte de las poblaciones ribereñas ubicadas aguas arriba. Las napas subterráneas tampoco son garantía de inocuidad ya que muchas veces son contaminadas por pozos ciegos, cámaras sépticas o depósitos de residuos domiciliarios. En caso de disponerse solamente de aguas con algún grado de contaminación, se ha demostrado que el riego por goteo enterrado (no en superficie) es el aconsejable evitando mojar el follaje o partes comestibles (Tabla 13).
El uso de estiércoles o residuos cloacales como enmiendas o fertilizantes orgánicos así como la presencia de animales en el lote de producción es otra fuente de contaminación. Los estiércoles deben ser compostados aeróbicamente permitiendo que la temperatura se eleve a 60-80 °C por al menos 15 días. Las pilas estáticas y el compostaje con lombrices no otorgan garantías de que los microorganismos sean eliminados. Las aguas servidas y residuos municipales sólo deberían usarse si se dispone de un método efectivo de esterilización.
La producción frutihortícola es altamente demandante de mano de obra, y las condiciones higiénicas a las que los operarios y trabajadores rurales están expuestos constituyen otra posible fuente de contaminación. En primer lugar, normalmente los lotes de producción están alejados de los baños o instalaciones para el aseo personal. Además, cuando se contrata mano de obra migratoria, ésta se radica en el lugar en condiciones precarias hasta terminar el trabajo. Aparte de la instalación de baños portátiles, es necesario que toda persona que manipule alimentos comprenda la importancia de una estricta higiene personal.
El tipo de producto también tiene influencia. Por ser más ácidas, las frutas tienden a ser colonizadas por hongos, mientras que en las hortalizas predominan las bacterias. Las plantas bajas o rastreras como la frutilla y hortalizas de hoja en general, están más expuestas a la contaminación por el suelo, agua de riego y animales que las de alto porte, por ejemplo árboles frutales. Por último, en los jugos celulares de muchas especies existen compuestos con cierta acción antimicrobiana, como por ejemplo, ácidos orgánicos, aceites esenciales, pigmentos, fitoalexinas, etc. que le otorgan cierta protección.
Tabla 13: Riesgos potenciales de contaminación microbiológica y medidas preventivas.
Etapa |
Riesgo |
Prevención |
Lote de producción |
Contaminación fecal por animales |
Evitar el acceso de animales de producción, domésticos o salvajes |
Fertilizantes |
Bacterias patógenas en orgánicos |
Usar fertilizantes inorgánicos Compostar adecuadamente |
Riego |
Patógenos |
Riego posicionado Evaluación microbiológica de agua |
Cosecha |
Contaminación fecal Patógenos en contenedores y herramientas |
Higiene personal. Instalaciones portátiles para el aseo. Concientización Usar bins plásticos. Limpieza y desinfección de herramientas y contenedores |
Galpón de empaque |
Contaminación fecal Contaminación por agua |
Higiene del personal. Instalaciones sanitarias. Evitar el acceso de animales. Eliminar lugares de albergue de roedores Métodos alternativos de preenfriado. Usar agua potable. Filtrado y clorado del agua recirculada. Lavados múltiples |
Almacenamiento y transporte |
Desarrollo patógenos sobre el producto |
Adecuada temperatura y humedad relativa. Especial cuidado de las condiciones dentro del envase. Limpieza y desinfección de instalaciones. Evitar reempaque. Higiene personal. No almacenar ni transportar con otros productos. Usar envases nuevos |
Venta |
Contaminación producto |
Higiene personal. Evitar ingreso animales. Evitar fraccionar. Limpieza y desinfección de instalaciones y elementos de venta. Eliminar basura |
La cosecha, al igual que todas las operaciones en que el producto es manipulado, provee numerosas oportunidades para la contaminación a través de las lesiones que exponen los tejidos internos liberando látex y otros jugos vegetales sobre el resto, condición necesaria para que los microorganismos presentes en las manos y ropa de los operarios, herramientas de cosecha o envases tengan la oportunidad de establecerse. La contaminación en cualquier punto de la cadena se exacerba por un inadecuado manejo de las condiciones, particularmente temperatura, a la que el producto es expuesto hasta el consumo.
Las consideraciones hechas en la sección anterior referidas a las lesiones en el producto e higiene de los operarios y equipamientos son también válidas aquí, con algunas recomendaciones adicionales:
En un galpón de empaque o línea de procesamiento no se debe permitir trabajar a personas enfermas o con heridas abiertas. El personal en contacto con el producto debe usar redes protectoras de cabello y delantales o uniformes limpios. La ropa de calle y los efectos personales deben permanecer fuera del ambiente en que se procesa el alimento. Tampoco se debe permitir comer o beber allí. Los operarios deben lavarse las manos al iniciar la labor diaria y cada vez que reingresen a la línea de trabajo, particularmente luego de ir al baño.
En la preparación para mercado, sin embargo, la principal fuente de contaminación probablemente sea el agua, la que es esencial tanto para la limpieza de las instalaciones y envases, la higiene del personal así como en las operaciones de vaciado, lavado, hidroenfriado además de ser el soporte de los agroquímicos, ceras y otros compuestos.
El agua de la red domiciliaria ya ha sido tratada (normalmente con bajas concentraciones de cloro) por los organismos públicos pertinentes para asegurar que cumple con los requisitos en términos microbiológicos y químicos para ser usada en alimentos. Este agua se define como potable, esto es, segura para ser bebida así como apta para cocinar y para estar en contacto con los alimentos. Si se utiliza agua de otras fuentes, es importante que sea filtrada y potabilizada previamente. Las impurezas más frecuentes son materiales en suspensión, microorganismos, materia orgánica, color, sabor y olores extraños así como minerales y gases disueltos.
Aún en el caso de que se use agua de la red domiciliaria, es necesario realizar tratamientos germicidas adicionales. Esto es así porque al recircularse el agua, se va ensuciando con tierra y restos vegetales que neutralizan la capacidad germicida inicial, por lo que se incrementa la carga microbiana y se convierte de esta manera en un medio contaminante para las unidades sanas. El tratamiento de aguas puede realizarse en forma química, térmica, mediante ultrasonido o radiaciones, pero el método más económico es el tratamiento químico con cloro y sus derivados y cuyo propósito es destruir las bacterias y hongos presentes en el agua así como las transportadas sobre la superficie del fruto.
El cloro es un gas irritante, de olor fuerte y penetrante y muy reactivo químicamente. Para su uso en postcosecha, se comercializa en tres formas: como gas a presión en cilindros de metal, como hipoclorito de calcio (sólido) en polvo granulado o tabletas y líquido y como hipoclorito de sodio, comúnmente usado como blanqueador y desinfectante general de uso doméstico.
El cloro gaseoso es muy difícil dosificarlo y su manipuleo es peligroso por lo que normalmente se utiliza en grandes operaciones como el tratamiento de aguas municipales. La forma sólida (65 por ciento de hipoclorito de calcio) es ampliamente usada pero se disuelve con dificultad en agua fría por lo que la primer dilución hay que hacerla con agua tibia para luego volcarla al recipiente de tratamiento. La forma líquida (distintas concentraciones de hipoclorito de sodio) es más cara que la anterior en términos de unidades de cloro pero por ser de muy fácil dosificación, se adapta bien a operaciones de menor envergadura.
En solución acuosa, el cloro existe en forma de ácido hipocloroso, como ión hipoclorito o como una mezcla de ambos, dependiendo del pH de la solución. En soluciones ácidas predomina el ácido hipocloroso, mientras que en las alcalinas el ión hipoclorito. Debido a que la acción germicida se debe fundamentalmente a la acción del primero (50-80 veces más potente), el pH de la solución influye en la acción sobre los microorganismos. Para maximizar el efecto de la solución, debe mantenerse entre 6.5 y 7.5. Por debajo de primer valor, la forma hipoclorosa es muy inestable y tiende a gasificarse, siendo muy irritativa para los operarios además de ser muy corrosiva para el equipamiento. La predominancia del ión hipoclorito hace que se reduzca la efectividad por arriba de 7,5. Para mantener el pH de la solución en esos valores se puede usar vinagre para acidificar o hidróxido de sodio para alcalinizar. Papeles que cambian de color con el pH o los reactivos para el mantenimiento de piscinas de natación se pueden usar para monitorear el valor deseado. Es necesario tener en cuenta, además, que el hipoclorito tanto de sodio como de calcio elevan el pH de la solución, mientras que el gas lo disminuye.
La concentración de cloro activo normalmente es expresada en partes por millón (ppm). Se denomina cloro libre, residual, activo o disponible a aquel que está presente para reaccionar con los microorganismos luego de que una determinada cantidad ha sido neutralizada por las impurezas orgánicas e inorgánicas del agua. Si bien concentraciones de 0,2 a 5 ppm de cloro activo controlan la mayor parte de las bacterias y hongos presentes en el agua, en las operaciones de lavado e hidroenfriado de productos vegetales se utilizan concentraciones mucho mayores (100-200 ppm). Un litro de blanqueador y desinfectante doméstico (80 g cloro activo/dm3) disuelto en 400 litros de agua equivale a 200 ppm, mientras que disuelto en 800 y 1600 litros equivale a 100 y 50 ppm, respectivamente. Conviene comenzar las operaciones diarias con concentraciones bajas (100-150 ppm) para aumentar la cantidad de cloro en solución, a medida que el agua se va ensuciando con restos vegetales y por el incremento de la cantidad de esporas suspendidas en el agua.
Una exposición de unos pocos minutos (3-5) es necesaria para lograr una adecuada desinfección, pero además del pH y cantidad de impurezas, también es importante la temperatura de la solución ya que el frío disminuye la eficacia. El grado de desarrollo de los microorganismos también influye ya que las esporas son de 10 a 1000 veces más difíciles de matar que las formas vegetativas.
Algunos países no permiten el uso de cloro para el lavado de frutas y hortalizas. Una de las principales razones es que puede reaccionar con la materia orgánica generando hidrocarbonos clorados y trihalometanos, compuestos sospechados de ser carcinogénicos. Esta situación ha determinado la búsqueda de desinfectantes de agua alternativos.
El ozono es un gas con una poderosa acción oxidante en concentraciones de 0,5-2 ppm. Su uso está aprobado para potabilizar agua pero su aplicación es dificultosa pues no existen métodos confiables para monitorear su concentración en agua, sólo es efectivo en un rango de pH reducido (6-8) y debe ser generado en el lugar de aplicación. En concentraciones mayores de 4 ppm es peligroso para el ser humano y en algunos tejidos vegetales provoca lesiones. Aún así, es uno de los compuestos más promisorios para reemplazar al cloro. La luz ultravioleta también puede ser utilizada en longitudes de onda de 250-275 nm. Tiene como ventaja el no ser afectada por la temperatura ni el pH del agua, pero pierde efectividad si presenta alguna turbidez, por lo que debe ser filtrada previamente.
El manejo general del agua es importante: lavados secuenciales son más efectivos que uno solo. Por ejemplo, con un lavado inicial para eliminar la tierra, suciedades y restos vegetales, seguido de una desinfección para terminar luego con un enjuague, se consigue un alto grado de limpieza. La agitación o cepillado contribuye a un mejor trabajo. La recirculación del agua debe hacerse en sentido inverso al avance del producto. Esto es, el agua de enjuague final debe reutilizarse en el lavado inicial. El hidroenfriado es el método más eficiente de preenfriado, pero el que mayor riesgo de contaminación acarrea, incluyendo la posibilidad del acceso del agua al interior del fruto. Se debe considerar alguno de los métodos alternativos descritos, como por ejemplo el aire forzado.
A diferencia con las plantas de procesamiento industrial en donde se conducen rigurosos planes sanitarios, en la preparación para el mercado en fresco normalmente se presta poca atención a la higiene de las instalaciones, particularmente si el lugar para el acondicionamiento y empaque es de construcción precaria.
Además de los aspectos mencionados en capítulos anteriores sobre la disposición y diseño general de un galpón de empaque, es necesario que permita una adecuada limpieza. El área de recepción debe estar separada de la de despacho del producto terminado. Deben separarse las «áreas sucias» de las «limpias». Las primeras son aquellas donde se trabaja con el producto tal como viene del campo y se eliminan las partes no comercializables tales como tallos, hojas, podridas, tierra, etc. Las limpias, en cambio, son aquellas en donde está siendo acondicionado. Es necesario que los operarios tengan una área limpia para lavarse, cambiarse y comer con razonable comodidad. Se debería contar con duchas, agua caliente y baños higiénicos para crear un ambiente de limpieza y agrado.
Adicionalmente a la eliminación de polvo e incrustaciones, es necesario el uso de desinfectantes líquidos para las instalaciones y maquinarias, particularmente aquellas partes que tienen contacto con el producto. Los desinfectantes basados en cloro anteriormente mencionados son los más frecuentemente utilizados, aunque la elección depende del tipo de equipamiento, dureza del agua, pH y costo. Existen algunos basados en iodo (iodophors), son menos corrosivos a los metales que el cloro y sus derivados, no son afectados por la materia orgánica pero el rango de pH en que son efectivos es muy reducido (2,5-3,5) y pueden teñir las superficies que tocan. Los derivados del amonio cuaternario son ampliamente usados para pisos, paredes y equipos de aluminio. Efectivos en un amplio rango de pH, no son afectados por la materia orgánica ni son corrosivos, pero son costosos y dejan residuos. Otros compuestos que también pueden ser usados en la limpieza de las instalaciones también están disponibles en el mercado.
Todos los animales, incluyendo los mamíferos, pájaros, reptiles e insectos son capaces de diseminar microorganismos patógenos con sus deyecciones. Se debe evitar su entrada, incluyendo a los domésticos, manteniendo puertas y ventanas cerradas y bloqueando las rendijas en las paredes, puertas, suelo, y tomas de aire, que puedan permitirles acceso a las instalaciones. Es necesario, además, establecer un sistema de control de insectos y roedores mediante trampas y cebos aprobados. Se debe también mantener las instalaciones y sus alrededores en condiciones limpias e higiénicas para no atraer otras plagas. El mantenimiento del terreno en las inmediaciones con el césped cortado es para que no sirva de cobijo y alimento a roedores, reptiles y otras plagas. Es imprescindible eliminar diariamente la basura.
A este nivel existen dos riesgos principales: las contaminaciones y el desarrollo de las mismas. Para el primer caso es válido lo mencionado anteriormente en lo que respecta a la higiene del personal así como de las instalaciones. El uso de envases nuevos y la eliminación del reempaque son también precauciones importantes a tomar. Se debe evitar el almacenamiento y/o transporte con otros productos para evitar la contaminación cruzada.
El mantenimiento del producto en condiciones de almacenamiento adecuadas, particularmente la temperatura, es la mejor herramienta para evitar el desarrollo microbiano. Los microorganismos patógenos se agrupan principalmente en tres grandes categorías: a) psicrotrofos, aquellos capaces de prosperar bajo refrigeración, si bien lo óptimo para su desarrollo es la temperatura ambiente (20-30 °C); b) mesófilos, los que desarrollan mejor a temperaturas ambiente (20-40 °C) pero no en condiciones de refrigeración y c) termófilos, aquellos que necesitan temperaturas superiores a los 40 °C. Estos últimos no son preocupantes para el mercado en fresco, pero pueden estar presentes en procesos industriales deficientes o con inadecuados tratamientos térmicos. Bajo condiciones refrigeradas se inhibe el desarrollo de microorganismos aunque los psicrotrofos pueden desarrollarse si el almacenamiento es prolongado.
La atmósfera en que el producto está almacenado también tiene influencia en el desarrollo microbiano. Clostridium botulinum, por ejemplo, es una bacteria anaeróbica capaz de desarrollarse sobre productos con un pH superior a 4,6 si se dan las condiciones. Es un problema asociado a una industrialización deficiente y prácticamente inexistente en productos para el mercado en fresco. Sin embargo, es capaz de desarrollarse en determinadas condiciones de atmósfera modificada y de hecho se han reportados trastornos debido a la ingestión de productos contaminados por esta bacteria (Tabla 12).
La venta y la preparación hogareña de las frutas y verduras son las últimas etapas en donde un producto puede contaminarse. Se reitera aquí todo lo mencionado referido a la higiene personal y la necesidad de evitar la entrada de animales domésticos a los locales de venta. Se debe evitar la práctica frecuente en la venta al menudeo y que consiste en el porcionado de frutos grandes (zapallos, sandías, melones, etc.). Los productos más perecederos deberían mantenerse refrigerados.
Desde el punto de vista microbiológico, las frutas y hortalizas son comparativamente más sanas que carnes, leche aves y otros alimentos. Sin embargo, al ser consumidas sin ningún tipo de cocción, son potencialmente peligrosas en caso de que exista contaminación. Es muy difícil tener una idea de la magnitud de este tipo de problemas, pues normalmente no son reportados a menos que sean graves. Además, cuando ocurren problemas de salud debido a la ingestión de alimentos, la imagen de alimento «sano» de las frutas y hortalizas las excluye de toda sospecha y normalmente las culpas recaen en algún otro alimento ingerido ese mismo día. Sin embargo, la información disponible hace pensar que es un problema que crece en importancia. Se puede atribuir a dos causas principales: por un lado a un incremento en el uso de fertilizantes o enmiendas orgánicas, particularmente en las hortalizas, lo que está asociado a un mayor riesgo de contaminación y por otro a la tendencia a la concentración de la oferta. En años recientes han aparecido grandes productores proveedores de cadenas de supermercados que distribuyen producto de un mismo origen a una gran cantidad de sucursales en todo el país. Un solo caso de contaminación puede tener un enorme impacto.
Comprender la complejidad del problema de la contaminación microbiana y tomar conciencia de su importancia es el primer paso hacia lograr una alta calidad minimizando el riesgo. Es posible que los ejemplos de buenas prácticas agrícolas y de manufactura que se presentan aquí no sean aplicables a todo tipo de frutas y vegetales frescos, por lo que se sugiere que sean aplicados donde se lo considere pertinente. Al nivel actual de la tecnología no es posible eliminar el riesgo en forma total, por lo que hay que establecer un sistema para reducirlo. Es preferible, más efectivo y económico prevenir la contaminación microbiana de frutas y vegetales que combatirla una vez que tiene lugar. Para que el programa de seguridad alimentaria dé buenos resultados, es importante que exista una actuación responsable a todos los niveles de la cadena de producción y comercialización. Hay que contar con personal preparado y un eficaz control para asegurar que todos los elementos del programa funcionen correctamente y se pueda rastrear el origen del producto a través de diversos canales de distribución.
Existen métodos de laboratorio como por ejemplo, el número total de colonias que crecen en un medio de cultivo (Figura 62) que dan una idea del grado de contaminación microbiana o la higiene con la que ha sido producido, pero tiene poco valor para determinar la inocuidad como alimento. Sobre la superficie de las frutas y hortalizas existe un número importante de microorganismos que pertenecen a la flora natural y colonizan un medio de cultivo si son puestos en él, pero no indica que sean peligrosos. Estos métodos son útiles para monitorear el sistema o evaluar la eficacia de determinadas medidas sanitarias. Para la detección de Salmonella spp., coliformes fecales, E. coli, etc., existen métodos específicos, aunque la falta de detección no indica que estén libres de otros organismos peligrosos para el ser humano. Por esto, la mejor estrategia es minimizar el riesgo y prevenir la contaminación.
Un sistema de rastreabilidad es un complemento importante en un esquema de Buenas Prácticas Agrícolas y de Manufactura ya que permite la identificación precisa y rápida del origen del problema y ayuda a tomar las medidas correctivas necesarias. La rapidez con que las frutas y hortalizas son comercializadas, determina que, en muchos casos, cuando se recibe la notificación del brote, ya han sido consumidas. Aún así sigue siendo importante disponer un sistema de información para reducir la población en riesgo, pero de ninguna manera debe substituir a un esquema de prevención como el que se ha analizado en esta sección.
Figura 62: El número total de colonias aeróbicas que crecen sobre un medio de cultivo da una idea del grado de contaminación microbiana.