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Los bosques y la salud humana en las zonas tropicales:algunas conexiones importantes

C.J.P. Colfer, D. Sheil, D. Kaimowitz y M. Kishi

Carol J. Pierce Colfer y Douglas Sheil son investigadores especializados en antropología y ecología, respectivamente, en el Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR), Bogor (Indonesia).
David Kaimowitz, economista, ha sido Director General del CIFOR hasta agosto de 2006 y actualmente se desempeña como Oficial del Programa para el Medio ambiente y Desarrollo en la Fundación Ford, México.
Misa Kishi, especialista en salud pública, es un Científico visitante y Especialista superior en salud ambiental en el Instituto de Capacitación e Investigación, JSI, Boston, Massachusetts (Estados Unidos).

Una visión general del estado de la salud humana en los bosques y sus proximidades y la relación causal entre los bosques y la salud humana.

¿Por qué los silvicultores deben ocuparse de los temas concer­nientes a la salud humana? Existen, por lo menos, dos respuestas importantes a esta pregunta. En primer término, y quizá la más importante, es que las actividades forestales afectan a la salud humana y la salud humana afecta a las actividades forestales. En segundo término, los objetivos de desarrollo del Milenio (ODM) de las Naciones Unidas (véase el recuadro), que los países del mundo se han comprometido a alcanzar hacia 2015, reflejan una creciente preocupación mundial acerca de la salud humana. Cuatro de los ODM (1, 4, 5, y 6) se refieren directamente a la salud. Asimismo, se puede sostener que las mejoras en la salud humana (como parte del bienestar del hombre) son un requisito previo para lograr el séptimo objetivo, que es el que se refiere a los silvicultores.

El segundo y tercer ODM hacen hincapié o implican la equidad de género. Estas metas también presentan consecuencias más bien directas para la salud humana, debido a la importante función que las mujeres desempeñan, por lo general, en el mantenimiento de la salud familiar. En la mayoría de los lugares, son las mujeres quienes proporcionan a sus familias las comidas nutritivas y mantienen los niveles de higiene apropiados. En las zonas boscosas, la función que desempeñan las mujeres también implica la interacción con los bosques y con otros recursos naturales (productos forestales no madereros [PFNM], agua limpia y abundante, agricultura forestal, etc.). Como principales guardianas de la salud familiar, cuando un miembro de la familia se enferma, las mujeres en las zonas forestales, a menudo, lo tratan con productos forestales. Por último, las mujeres son agentes fundamentales en las decisiones relativas al tamaño de la familia; las familias grandes pueden condicionar negativamente tanto la salud de la madre como la de sus hijos y, con frecuencia, afecta también negativamente a la salud de los bosques.

Aun la realización del octavo ODM, relacionado con las asociaciones mundiales, podría contribuir a mejorar la salud humana y salud forestal.

Como sucede con muchas estadísticas concernientes a los bosques, las estadísticas regionales y mundiales acerca de la salud de los habitantes de los bosques merecen ser sometidas a algunas preguntas. Pero el sentido de la magnitud de ambos problemas sanitarios para la población y la relación entre los bosques y la salud se puede comprender a partir de las siguientes referencias de estadísticas.

La presencia constante de los graves problemas sanitarios como el virus de la inmunodeficiencia humana y el síndrome de la inmunodeficiencia adquirida (VIH y SIDA), el virus Ébola y el paludismo se contrarrestan por el valor (algunas veces) reconocido del conocimiento tradicional y la utilización de las plantas medicinales como alternativas de la medicina moderna.

Dado que los bosques, casi por definición, cuentan con una densidad de población inferior que la de las zonas urbanas o paisajes agrícolas, sus habitantes tienden a ser olvidados por los sistemas formales de atención sanitaria y por la investigación. A menudo, es difícil ponerse en contacto con ellos y además, las zonas boscosas aisladas son poco atractivas para médicos, enfermeros o administradores del sistema sanitario.

Existen razones tanto éticas como prácticas para invertir esta tendencia. La justicia demanda una mayor atención para aquellas personas que no tienen un acceso equitativo a la buena salud; y los habitantes de los bosques tienen el conocimiento y las habilidades que pueden contribuir significativamente a la ordenación mejorada de los bosques. Este artículo identifica cuatro relaciones entre los bosques y la salud humana, centrándose en dos preguntas esenciales:

Por último, el artículo proporciona algunas recomendaciones sobre las políticas dirigidas a los actores específicos como los profesionales sanitarios y los silvicultores.

El artículo se basa en la investigación reciente del Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR) (véase el recuadro). Gran parte de esta investigación se ocupa de los temas estudiados con detenimiento en los otros artículos de esta revista; este estudio se centra en los temas que se hallan menos desarrollados en otras partes en esta publicación. La mayor parte de los resultados del estudio se refieren a los bosques húmedos tropicales, con menor atención a los bosques secos, los márgenes forestales y las zonas forestadas previamente.

Objetivos de desarrollo
del Milenio

  1. Erradicar la pobreza extrema y el hambre.
  2. Lograr la enseñanza primaria universal.
  3. Promover la igualdad entre los
    géneros y la autonomía de la mujer.
  4. Reducir la mortalidad infantil.
  5. Mejorar la salud materna.
  6. Combatir el VIH/SIDA, el
    paludismo y otras enfermedades.
  7. Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
  8. Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.



Puede ser difícil para doctores, enfermeros y administradores del sistema sanitario llegar hasta las zonas forestales aisladas (una clínica en México)

FAO/18640/G. Bizzarri

VÍNCULOS ENTRE LOS BOSQUES Y LA SALUD HUMANA

Los bosques no tienen la misma importancia en la vida cotidiana de todas las personas que habitan en su interior o sus proximidades; su importancia varía a lo largo de un proceso continuo que va desde los cazadores recolectores a los agricultores que practican la agricultura de corta y quema, a los inmigrantes recientes, a los agricultores y a los habitantes de las ciudades (véase la figura).

Los cazadores recolectores y los trabajadores agrícolas de corta y quema dependen de los bosques sobre todo en lo que se refiere a la subsistencia, la salud, el ingreso y la cultura; su completo estilo de vida puede depender del bosque. Es posible que tengan útiles reservas de conocimientos autóctonos que puedan unificarse para mejorar la ordenación de los bosques. Los inmigrantes recientes también pueden depender igualmente del bosque para la subsistencia, pero es probable que carezcan tanto del conocimiento profundo de las especies locales, hábitats y comportamientos como de los lazos simbólicos y culturales asociados y de los valores que aún enriquecen las vidas de muchos habitantes del bosque. Los agricultores asentados y los habitantes de las ciudades pueden desear comprar los productos forestales o pueden depender del bosque para el combustible o la medicina, pero se hallan en gran medida menos comprometidos en su sostenibilidad o significación cultural.

El CIFOR y la investigación
sobre la salud humana

El Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR) reconoció la importancia de la salud humana en la ordenación de los bosques a mediados de la década de 1990. Unos 20 grupos interdisciplinarios de investigadores que trabajan en 10 países del mundo desarrollado y en desarrollo, que consideraron los bosques ordenados para la obtención de madera, plantaciones y uso comunitario, en su totalidad, llegaron a la conclusión de que la salud humana era un elemento importante en la ordenación forestal sostenible. Los profesionales de la salud también identificaron importantes vínculos entre el medio ambiente y la salud (Engelman, 1998; Gradner-Outlaw y Engelman, 1999; Walsh, Molyneux y Birley, 1993; Patz et al., 2000; Patz y Wolfe, 2002).

En 2003, el CIFOR inició una revisión de la literatura sobre la salud humana y los bosques que comprendió talleres especializados, entrevistas con expertos, continuas observaciones en el terreno y la recopilación de más de 600 estudios y análisis. Los resultados completos se comunican en Colfer, Sheil y Kishi (2006).

Se puede hallar mayor información sobre la labor del CIFOR acerca de la salud humana en: www.cifor.cgiar.org/Research/Livelihoods/MainActivities/ForestHealth

Para mejorar la salud humana y la sostenibilidad del bosque, es necesario considerar a qué categorías pertenecen las poblaciones locales y determinar cómo pueden contribuir los habitantes del bosque a la mejora de la ordenación forestal. Asimismo, es necesario tomar nota de las variaciones del conocimiento y utilización del bosque dentro de las comunidades forestales (edad, género, casta, etc.). Como indica este artículo, las intervenciones en los bosques, tanto las perjudiciales como las beneficiosas, tienen consecuencias para otras poblaciones como se ha demostrado drástica y negativamente en los últimos años con las enfermedades emergentes de los bosques, por ejemplo, el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS).

Las personas que residen en los bosques y en sus proximidades por lo general obtienen de ellos una considerable, aunque variable, cantidad de alimentos nutritivos; los pobladores pobres normalmente dependen más de tales alimentos (niños comiendo frutos de Borassus aethiopium, en Senegal)
FAO/CFU000146/R.Faidutti

Alimentación y nutrición

Si bien el potencial de los bosques para mejorar los medios de subsistencia puede ser pequeño, los bosques actúan como importantes redes de seguridad. Los que habitan en ellos y en sus proximidades, por lo general, obtienen de los bosques una considerable, aunque variable, cantidad de alimentos nutritivos (véase Dounias y Froment; y Johns y Maundu, en esta publicación). La población pobre depende de tales alimentos en forma muy destacada. La suficiencia del acceso de los que cazan y recogen los nutrientes derivados del bosque y el valor nutritivo de muchos alimentos forestales aún se están estudiando. Parece que en la actualidad no hay poblaciones en el planeta que dependan enteramente de la recolección de productos forestales silvestres para su alimentación; todos cultivan, truecan o comercian en alguna medida. Sin embargo, los alimentos silvestres siguen suministrando la mayor parte de la grasa animal, las proteínas y los minerales en el régimen alimentario de millones de personas.

Bennett y Robinson (2000) informan que en 62 países en desarrollo la población obtiene más del 20 por ciento de su proteína de peces y carne silvestre. Sólo las poblaciones de la cuenca del Congo consumen más de 1 millón de toneladas de carne silvestre por año (equivalente a 4 millones de cabezas de ganado) (Wilkie, 2001), mientras que las poblaciones de la cuenca del Amazonas consumen de 67 000 a 164 000 toneladas por año (Bennett, Robinson y Eves, 2002). La fauna silvestre de los bosques representa, sin embargo, un beneficio mitigado por sus incursiones de cultivos que contrarrestan la facilidad de la caza.

Los hábitats forestales restantes tienden a caracterizarse por suelos y plantas relativamente pobres cuyas defensas las hacen inadecuadas para la alimentación. Sin embargo, los bosques son también importantes reservorios de recursos genéticos, y proporcionan algunos alimentos en el presente y mantienen un potencial para nutrir a una población mayor en el futuro. Los parientes silvestres de muchos cultivos comunes representan un importante patrimonio mundial. Los bosques también suministran numerosos bienes, por ejemplo, estacas, colmenas y forraje, (y servicios) que indirectamente complementan la provisión de alimentos.

La comercialización a menudo afecta negativamente a la sostenibilidad de las poblaciones de la fauna y flora silvestres, estimulada por el crecimiento de los mercados en las ciudades, el ingreso de obreros de apeo y saca y otros a las zonas forestales, y el uso de armas y transporte mejorado (véase Johns y Maundu, en esta publicación). La venta de las especies silvestres y de otros productos forestales no madereros representa una fuente de ingresos para las familias, pero, a veces, priva a los hogares de alimentos. Los cambios estacionales ocasionan serios períodos de hambre en algunas zonas.

La modificación del paisaje a menudo está motivada por la necesidad de alimentos. Algunos procedimientos mantienen la cubierta forestal y aumentan la producción de alimentos al mismo tiempo. Las alteraciones producidas a la composición forestal causadas por el troceado y extracción, la caza y las especies invasivas tienen efectos diversos en la disponibilidad de alimentos. Las diferentes etapas de la regeneración forestal varían en la productividad de alimentos.

La distribución de alimentos en las familias de zonas forestales puede ser desigual, con las mujeres y niñas especialmente en riesgo. Las enfermedades forestales (y otras) pueden afectar negativamente al acceso de las personas a la alimentación. La enfermedad y muerte a causa del VIH que produce el SIDA, así como las responsabilidades de cuidado reducen la población adulta trabajadora efectiva –y, como consecuencia, el suministro de alimentos a la familia (véase Holding et al.,en esta publicación). Los problemas sanitarios relacionados con la alimentación que afectan a los habitantes de las zonas forestales comprenden deficiencia de vitamina A y yodo, micotoxinas y otras toxinas presentes en los alimentos, y enfermedades virales propagadas por el contacto con las especies silvestres. La leña se utiliza comúnmente para cocinar en las zonas boscosas, lo cual significa un grave peligro para la salud de las vías respiratorias, especialmente en las mujeres y niños.

Importancia de los bosques para los diferentes grupos de habitantes que viven en ellos o en sus proximidades

Enfermedades

La deforestación, el crecimiento demográfico, los desplazamientos humanos, la economía, el poder y la enfermedad están íntimamente interconectados, pero la predicción del impacto de las alteraciones a la cubierta vegetal sobre la salud humana requiere el análisis de las condiciones locales. Las enfermedades virales emergentes determinan importantes amenazas a las poblaciones humanas y a las especies silvestres (véase Wilcox y Ellis, en esta publicación). Es posible, en particular, que las enfermedades transmitidas por vectores estén presentes en las zonas boscosas. Estas enfermedades tienen diversas relaciones con la deforestación, pero en la mayoría de los casos, parece que la deforestación aumenta la carga de enfermedades en las poblaciones locales.

El manipuleo y consumo de la carne de caza aumentan la exposición a muchos virus y pueden ser la razón de la aparición de diversas enfermedades incluyendo el VIH y el virus Ébola. Los animales e insectos del bosque actúan como huéspedes y vectores de varias enfermedades importantes como la fiebre amarilla, la leishmaniasis y la enfermedad de Chagas, entre otras. Las alteraciones al uso de la tierra afectan a diversos huéspedes y vectores de modo diferente influyendo de tal manera en la incidencia de la enfermedad humana. La amenaza de las enfermedades emergentes como la enfermedad de Lyme en los Estados Unidos o el virus Ébola en África central aumenta debido a su capacidad de propagarse más allá de los bosques (véase Wilcox y Ellis, en esta publicación).

El VIH y el SIDA, los conflictos, la nutrición y la poca consideración de las mujeres se interconectan con los bosques de África central y oriental. En el mundo, los hogares afectados por el VIH y SIDA tienden a ingresar en una espiral descendente de desigualdades de género, nutrición deficiente, colapso cultural y más pobreza y enfermedad (véase Holding et al.,en esta publicación). Las desigualdades sociales en el acceso a los recursos, el trabajo estacional y la separación de las familias aumentan la vulnerabilidad al SIDA dentro (y en el exterior) de las zonas boscosas. Los pasos prácticos que podrían mejorar la situación comprenden el reconocimiento de la función de las plantas medicinales y los alimentos forestales para el cuidado del paciente, el mayor acceso a la leña (disminución de las exigencias laborales), el desarrollo de actividades generadoras de ingresos relacionadas con los bosques y la participación en los ingresos forestales para apoyar las iniciativas de la comunidad local destinadas a tratar el VIH y el SIDA (Anyonge, 2004). El conocimiento de la población autóctona representa un elemento importante en estos esfuerzos (Lengkeek, 2005).

El paludismo es otro importante ani­quilador y factor en la carga de enfermedades dentro de las zonas boscosas o en sus proximidades, especialmente en África. Las relaciones causales entre la deforestación y la incidencia del paludismo son difíciles de apreciar. Algunos procesos de explotación maderera pueden causar la estancación de las aguas y el aumento de sitios para la reproducción de mosquitos. En algunos lugares, como en Panamá y la región de Terai en Nepal, el desmonte de bosques ha permitido a las poblaciones ingresar en zonas que el paludismo anteriormente había vuelto inhabitables. (En cambio, véase en la pág. 19 un ejemplo para advertir cómo la forestación se utilizó en Italia para ayudar a controlar el paludismo, a principios del siglo XX). Sin embargo, en otras zonas, el desplazamiento de personas no inmunes a zonas de paludismo donde la población local tenía alguna inmunidad se ha asociado con el aumento de la frecuencia de la enfermedad. La enorme variabilidad y adaptabilidad de los mosquitos contribuye notablemente a la dificultad que existe para distinguir los factores causales y para la elaboración de estrategias eficaces de mantenimiento de la salud.

El envenenamiento por mercurio causado por el consumo de pescados contaminados es común en algunas zonas boscosas. En el Amazonas, la minería del oro y la erosión de los suelos (exacerbada por el desbroce de bosques) con elevados niveles de mercurio han determinado elevados niveles de mercurio en las aguas del curso inferior. La exposición al mercurio puede causar una menor resistencia a la enfermedad, demencia, retardo mental y una serie de problemas menos graves. Los investigadores y los miembros de la comunidad han trabajado en conjunto en algunos lugares para reducir la exposición al mercurio alterando los regímenes alimentarios locales.

Muchos productos farmacéuticos occidentales derivan de especies de bosques tropicales; en la foto, corteza de Prunus africana destinada a los mercados europeos
EcoPort (www.ecoport.org)/3169/A.B. Cunningham

Productos medicinales derivados de los bosques

Muchas plantas y animales del bosque producen venenos, fungicidas, antibióticos y otros compuestos biológicamente activos como mecanismos de defensa; muchos de ellos tienen propiedades medicinales. Los compuestos que tienen usos medicinales comunes como la nuez de cola, la cafeína, el chocolate, los ajíes chile y la cocaína también se encuentran en las zonas
boscosas. Muchos productos farmacéuticos occidentales derivan de especies de bosques tropicales, por ejemplo, la quinina de la Cinchona spp.; los medicamentos para el tratamiento del cáncer del bígaro rosado (Catharanthus roseus); los tratamientos para la glándula prostática agrandada de la Prunus africana; la forscolina, que tiene una variedad de propiedades medicinales, de la raíz de Coleus forskohlii; el medicamento para el tratamiento de la diabetes de la Dioscorea dumetorum y Harungana vismia; y varios medicamentos a base de hojas de las plantas suculentas de la familia de las Mesembriantemáceas. Actualmente, algunos de estos productos se encuentran sintetizados, pero otros aún se recogen silvestres. El valor económico de los medicamentos tradicionales es considerable; Achieng (1999), por ejemplo, informó que sólo la corteza de la Prunus africana tenía un valor de 200 millones de dólares EE.UU. para la industria farmacéutica.

Los sistemas tradicionales de atención sanitaria se basan en el conocimiento local de las plantas medicinales en todas las principales zonas tropicales. Estos sistemas sanitarios son importantes, especialmente donde estos servicios asistenciales formales se hallan ausentes (véase Dounias y Froment, en esta publicación). El mercado para los medicamentos tradicionales es vasto y está en expansión, y gran parte del mismo se halla en manos de las mujeres, en particular el que integra plantas medicinales comercialmente menos costosas. También existen crecientes pruebas científicas acerca de la eficacia de algunos de estos medicamentos tradicionales ampliamente usados.

Al mismo tiempo, las plantas medicinales están amenazadas a nivel mundial por vía de los mismos mecanismos expuestos para los alimentos forestales (véase Johns y Maundu, en esta publicación). Algunas de las amenazas comprenden los modelos de lento crecimiento de especies apreciadas, la pérdida de mecanismos tradicionales que contribuyeron al uso sostenible, y los usos competitivos de las mismas especies paralelamente a la comercialización creciente y a los mercados mundiales. La certificación de las plantas medicinales y las mejores técnicas de ordenación forestal ofrecen dos soluciones posibles parciales.

En ocasiones se ha acusado a las compañías farmacéuticas de obtener excesivos beneficios del conocimiento de los habitantes de los bosques considerando la extendida pobreza de esas zonas. Las cuestiones relativas a los derechos de propiedad intelectual, las consecuencias para la integridad cultural, y las cantidades y receptores de los beneficios son complejas. El Convenio sobre la Diversidad Diológica (CDB) tiene como objeto proteger los derechos de la distribución de beneficios, pero los mecanismos adecuados para hacerlo no funcionan como deberían, especialmente en muchos países en desarrollo. Los intentos para establecer una cola­boración entre la industria farmacéutica y las comunidades locales en la prospección biológica han arrojados diferentes resultados (Kate y Laird, 1999).

El cambio cultural y las consecuencias del desarrollo

Los sentidos de identidad y comunidad son esenciales para la calidad de la vida humana. Se reconoce cada vez más que la cultura ejerce gran influencia en la calidad de vida de las poblaciones, su bienestar y salud. Entre los cazadores recolectores y muchos trabajadores de corta y quema, los vínculos entre el bosque y la salud son fundamentales. Entre los importantes asuntos para aquellas personas que se ocupan de la asistencia sanitaria de los habitantes de los bosques se incluyen el grado en que las creencias sobre la salud y sus prácticas se integran a otras partes de los sistemas culturales, así como también las filosofías divergentes acerca de la salud y sus cuidados. Así también ocurre con la variedad de enfoques sobre la salud y la enfermedad que existen en los bosques del mundo. La preocupación por mantener la salud humana requiere prestar atención a la interconexión entre los habitantes de los bosques, sus culturas y los bosques. Si el alimento de los habitantes del bosque, los rituales, la asistencia, el refugio y los sistemas económicos y políticos siempre se han entrelazado con el bosque, su pérdida tiene consecuencias negativas no sólo para la situación socioeconómica sino también para la salud mental.

En una escala más global, la protección de la diversidad cultural puede actuar como seguro contra la excesiva dominación de los modelos culturales occidentales, que a menudo se han caracterizado por el estrés y la insalubridad tanto en lo físico como en lo mental (véase O’Brien, en esta publicación). El conocimiento de la población autóctona acerca de los alimentos y los medicamentos puede determinarse por su posible valor para otras culturas. Puede contribuir también para favorecer la confianza en sí mismos de los habitantes del bosque, lo cual comportará consecuencias positivas para la salud mental.

A menudo, los proyectos de desarrollo han tenido tanto efectos negativos como beneficiosos en lo que se refiere a la salud de las poblaciones, por ejemplo, reduciendo el acceso para la subsistencia a las tierras forestales y los alimentos y poniendo a la población nativa en contacto con nuevas enfermedades y culturas. Los aumentos en la leishmaniasis, por ejemplo, se han vinculado con la deforestación, la migración y el desarrollo agrícola en las regiones del Amazonas y el Nilo (Patz et al.,2000); se observó un notable aumento de esquistosomiasis en Ghana inmediatamente después de la construcción de 164 represas (Hunter, 2003); la exposición al VIH aumentó a lo largo del sistema de autopistas en Nigeria (Orubuloye, Caldwell y Caldwell, 1993); y se notificaron preocupantes niveles de mercurio en los niños que habitan cerca de una zona minera de extracción de oro en Filipinas (Akagi et al.,2000). La situación de la nutrición en Kalimantan oriental (Indonesia) empeoró repetida­mente con la llegada del «desarrollo» (Colfer, 1981; Dounias y Froment, en esta publicación). La exposición a culturas extrañas algunas veces ha determinado problemas sociales como la prostitución, el alcoholismo, el estrés y las afecciones dietéticas (Natsuhara y Ohtsuka, 1999; Gracey, 2000).

Los sistemas tradicionales de atención sanitaria se basan en el importante conocimiento local de las plantas medicinales; en la foto, un herbolario preparando un medicamento a partir del fruto de Kigelia africana, en Uganda
FAO/CFU000270/R. Faidutti

LAS CONCLUSIONES Y EL CAMINO POR RECORRER

La publicación del CIFOR ha producido muchas recomendaciones específicas para quienes se ocupan de este ámbito: profesionales de la salud, silvicultores, personal para el desarrollo, especialistas de los recursos naturales, admi­nistradores, industria (especialmente de la explotación forestal, farmacéutica y minería) y la sociedad civil (Colfer, Sheil y Kishi, 2006). Se presentan aquí conclusiones más amplias.

¿Qué se ha aprendido específicamente acerca de las dos cuestiones abordadas: el estado de la salud de la población en los bosques y sus proximidades y las relaciones causales entre los bosques y la salud humana? Al examinar la condición de la salud de la población en los bosques y sus alrededores, apreciaremos algunos ejemplos significativos de crecientes amenazas a la salud provenientes de los bosques como el virus Ébola. Pero los bosques tropicales también suministran alimentos esenciales, medicamentos, atención sanitaria y beneficios para la salud mental de personas en todo el mundo. La cantidad de estos beneficios generalmente aumenta cuanto más próximo se está del bosque. Sin embargo, las comunidades forestales y quienes habitan en las adyacencias del bosque no son prioridades en los programas de las instituciones gubernamentales encargadas de la asistencia sanitaria, a menudo porque las poblaciones de referencia son pequeñas y la logística necesaria para proporcionarles servicios es excesiva. Aunque indicios acerca de que una parte de los pobladores más dependiente de los bosques (cazadores recolectores) pueden tener una salud mejor que otros pobladores rurales (Melnyk, 1995; Santos y Coimbra, 1996; Koppert et al., 1993), muchos pobladores de los bosques y adyacencias padecen una variedad de enfermedades debilitantes y mortales, entre ellas, muchas de las que aquejan a los habitantes que no viven en los bosques en los países en desarrollo. Asimismo, existen numerosas pruebas acerca de que en muchos casos las actividades dirigidas a promover el desarrollo económico, como la construcción de represas, carreteras y minas y otras actividades que pueden determinar la deforestación, han empeorado la salud de los habitantes de los bosques.

Si bien la comprensión técnica de la patología, nutrición, farmacología y epidemiología es fundamental para hacer que las vinculaciones sean positivas, y que por tanto deban ser estimuladas, pero ello no es suficiente. Existe una urgente necesidad de crear soluciones innovadoras a las necesidades de la asistencia sanitaria de los pobladores fo­restales. La experiencia de la ordenación en colaboración y de adaptación con las comunidades (por ejemplo, Colfer, 2005) indica que el modo más directo y económico de hacerlo es recurriendo a métodos participativos e interdisciplinarios. En las comunidades del mundo, las poblaciones se han manifestado prontas y voluntariosas para trabajar con el CIFOR en las cuestiones de salud –por ejemplo, en plantas medicinales en Filipinas (Hartanto et al., 2003), Indonesia y Brasil (Shanley y Luz, 2003) y en el seguimiento de la situación sanitaria en diversos contextos (Dounias et al., 2004)–; pero hasta el momento la financiación ha sido insuficiente para implementar estas ideas completamente.

Los métodos participativos permiten aprovechar la diversidad biológica y cultural de los bosques y sus pobladores. Estos métodos le permiten al mundo hacer un uso benigno y apropiadamente compensado del conocimiento autóctono de los pobladores locales y de los recursos naturales; además, toman en cuenta los problemas logísticos de los sistemas formales de prestación de asistencia sanitaria, que no pueden suministrar los médicos capacitados ni el personal de la sanidad pública para cada población. La meta fundamental más amplia debe ser un sistema mundial más equitativo en el cual los habitantes de los bosques no paguen los costos del estilo de vida de las personas que viven en mejor situación económica.

Al considerar el impacto que producen estos vínculos, los efectos de la desa­parición de los bosques en la salud de quienes los habitan y de quienes viven en sus proximidades varían, pero con frecuencia son negativos. A menudo, la situación de la nutrición disminuyó con la llegada del «desarrollo»; se presentaron nuevas enfermedades y las viejas se volvieron más virulentas; la exposición a culturas extranjeras algunas veces generó problemas sociales como el alcoholismo y el estrés. Las enfermedades que se originan en los bosques pueden propagarse a los hábitats vecinos y aun recorrer el mundo. La diversidad de tipos de bosques, especies silvestres, vectores de enfermedad, poblaciones humanas y culturas y las interacciones entre estos factores, todos, afectan la salud humana. Se ha anticipado que con los cambios de climas puede aumentar la incidencia de las enfermedades en las zonas forestales y en otros sitios (Chivian, 1997; Patz y Wolfe, 2002).

Más allá de una ocasional referencia a la propagación de enfermedades humanas a la fauna forestal, ha habido un escaso análisis explícito acerca de los efectos de la salud humana o sus enfermedades en los bosques. El SIDA ha causado una disminución en el número de los profesionales forestales capacitados en partes de África, con probables consecuencias negativas para los bosques. Las causas de la degradación forestal, en algunos casos, pueden documentarse en el elevado crecimiento demográfico, que es parte de un complejo conjunto de factores interconectados que probablemente comprende la escasa consideración de las mujeres, la desigualdad social, la alta mortalidad infantil, los bajos niveles de nutrición, las altas cargas de enfermedades y la salud deficiente en general.

La publicación del CIFOR indicó que existe un conjunto significativo, si bien disperso, de conocimiento sobre este tema para uso de los silvicultores y otros. Sin embargo, la comunicación de este conocimiento necesita ser fortalecida:

La conclusión fundamental para quienes se ocupan de mejorar la salud humana y la ordenación forestal es la necesidad de que varios grupos trabajen mejor en colaboración. Los silvicultores, los profesionales de la salud y las comunidades necesitan trabajar conjuntamente en la identificación de las oportunidades y en la detección de problemas; pero también necesitan la ayuda de los organismos gubernamentales cuyas políticas y procedimientos repercuten en la vida de los habitantes de los bosques. Un impedimento al progreso ha sido la opinión general de que los asuntos expresados en esta publicación eran problemas de algún otro. Se exige que todos los grupos con actividades, responsabilidades y recursos en las zonas forestales se hagan cargo de los difíciles pero importantes desafíos para promover la buena salud en las zonas forestales.

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