E.M. Mnzava
E.M. Mnzava es Jefe de la Dirección de Montes en el Ministerio de Tierras Recursos Naturales y Turismo de la República Unida de Tanzanía. El presente artículo se ha adaptado de un estudio que preparó para el Gobierno.
Una vez que se acepta y se tiene en cuenta en los planes oficiales la necesidad de plantar árboles para leña, alimentos, forraje, construcción, ingresos o simplemente para proteger el medio ambiente, deben encontrarse métodos para que ese esfuerzo tenga éxito. E.M. Mnzava examina lo que ha funcionado - y lo que no ha funcionado - en la República Unida de Tanzanía a este respecto. La experiencia de Tanzanía puede resumirse en una frase sencilla: es preciso escuchar atentamente lo que dicen los propios campesinos.
· Más del 87% de la población de Tanzanía, que es de unos 19 millones, vive en comunidades rurales. Estas comunidades dependen principalmente de la energía de la biomasa para los usos domésticos y las industrias rurales y artesanales. La leña (incluido el carbón vegetal) es la principal fuente de energía, pues representa aproximadamente el 96% del total. Cada vez es mayor el número de residentes urbanos
(especialmente en los grupos de bajos ingresos) que utilizan leña, y sobre todo carbón vegetal. Más del 85% de los residentes en las ciudades emplea sólo carbón vegetal o una «mezcla energética» con otras fuentes de energía (Nkonoki, 1981). Por ejemplo, entre 1978 y 1982, el consumo de carbón vegetal en Dar-es-Salaam aumentó de 120-150 kg a 315 kg por persona año.
Así pues, Tanzanía es el segundo consumidor de leña en Africa (después de Nigeria), con una cifra per cápita de alrededor de 2,5 m3 al año (Nkonoki, 1981). Al igual que muchos otros países en desarrollo, Tanzanía utiliza poca energía comercial para cocinar. El consumo actual de leña se estima en 35 millones de m3; se prevé que llegará a unos 62 millones de m3 para el año 2000, cuando la población casi se habrá duplicado hasta alcanzar una cifra de 35,7 millones de habitantes. Las formaciones forestales naturales, de las que se obtiene más del 98% de la leña, sólo pueden suministrar unos 19 millones de m3 sin llegar a una corta excesiva y perjudicial.
Costos directos de mano de obra para establecer una parcela forestal media de una hectárea (primer ano)
Actividad |
Número de días-hombre |
Costo ($EE.UU.) |
Semillas y viveros |
20 |
43,0 |
Preparación de las tierras |
25 |
53,8 |
Plantación |
12 |
25,8 |
Reposición de árboles secos |
3 |
6,5 |
Escarda (cuatro veces) |
35 |
75,3 |
Protección |
2 |
4,3 |
Total |
97 |
208,7 |
Nota: La mano de obra de los campesinos representa casi un 79,4% del total.
Para colmar esa diferencia entre la oferta y la demanda de energía, se necesita una plantación de árboles. El bosque natural se está reduciendo a un ritmo muy rápido y la mayor parte de las fuentes energéticas alternativas no han tenido un efecto importante hasta ahora. Tales fuentes no son físicas y/o económicamente viables, o bien la tecnología pertinente es todavía relativamente nueva y se necesita más tiempo para su ulterior desarrollo.
Especies de árboles
A pesar de que, sin duda alguna, la mayor parte de los campesinos conocen las especies que desean, la mayoría de los técnicos forestales emplean todavía su lista de criterios tradicionales para elegir especies - usos múltiples, crecimiento rápido, rebrote de la cepa, etc. - sin tener en cuenta las necesidades de la población rural. Por ejemplo, una de las principales razones por las que fracasa la plantación de árboles entre las comunidades Masai, es que a menudo se les proporcionan especies productoras de leña, como el eucalipto. Los Masai forman un grupo pastoral único. El ganado constituye su vida. Sus principales alimentos son la carne y la leche, y crían grandes cantidades de cabezas de ganado en un ambiente duro para la subsistencia familiar. Como han indicado una y otra vez, lo que necesitan son especies adecuadas para sus animales. Cuando se les dan eucaliptos, que es una especie inadecuada, ni los plantan ni los cuidan, y la culpa se atribuye al «conservadurismo pastoral».
Esta elección impuesta «de arriba a abajo» se refleja también en la preferencia por especies importadas, en lugar de las indígenas. De las primeras, se dice que son de rápido crecimiento y ello es cierto en muchos casos. Pero el hecho de que algunas especies indígenas sean más adecuadas al medio y a las necesidades locales también merece una consideración seria. En la actualidad, han desaparecido muchos de los árboles que daban fruta a los agricultores, cuando éstos cultivaban los campos, recogían leña y cuidaban del ganado.
Por lo tanto, si se escogen las especies indígenas no es porque «lo indígeno es bello», sino porque tales especies probablemente sean más útiles para satisfacer las numerosas necesidades de los agricultores. Por ejemplo, existen algunas especies que los agricultores no cortan durante las actividades de labranza; los Gogo no talan el baobab, no porque sea demasiado grande, sino porque tiene muchos usos. Por el mismo motivo, los agricultores prefieren árboles que contribuyan a la fertilidad del suelo - fijadores de nitrógeno - aunque no comprendan necesariamente el mecanismo por el que se produce el aumento de la fertilidad.
Con un sistema de ganadería «trashumante» resulta difícil reducir al mínimo los daños ocasionados a los árboles y a las parcelas forestales, sobre todo considerando que, a menudo, los campesinos crían mas cabezas de ganado de las que corresponden a la capacidad de carga de las tierras.
Finalmente, los campesinos, especialmente las mujeres, saben cuál es el rendimiento energético de la mayor parte de las especies arbóreas. Conocen los árboles que tienen escaso valor calórico, los que arden demasiado rápidamente, los que producen mucho humo, o demasiada ceniza, e incluso los que despiden muchas chispas, por lo que representan un peligro real para casas con techo de hierba. Por ejemplo, un estudio efectuado por la Universidad de Dar-es-Salaam sobre la aceptabilidad del carbón vegetal procedente de coníferas por las comunidades locales, reveló que ese carbón tenía poca aceptación en el mercado a pesar de su valor térmico efectivo por unidad de peso - casi el mismo que el carbón vegetal preferido, procedente de frondosas - y a pesar de que el precio del carbón vegetal de coníferas era inferior en un 50%. El mayor problema parecía ser la combustión relativamente rápida de ese tipo de carbón vegetal, y el hecho de que produce más humo. Sin embargo, en situaciones de escasez aguda se aceptan fuentes energéticas de menor calidad.
Viveros
Más del 92% de todos los viveros que abastecen a las aldeas están todavía organizados a nivel regional y de distrito. Un porcentaje relativamente pequeño es propiedad de los campesinos. Una de las explicaciones que a menudo se dan de este fenómeno es que los campesinos no tienen conocimientos especializados en cuidado. De hecho, la mayor parte de los agricultores tienen pequeños viveros propios para cultivos agrícolas como el café, que es un árbol. ¿Son realmente tan distintos los árboles forestales?
En consecuencia, los plantines de los viveros deben transportarse a grandes distancias, a veces de más de 50 km. La falta de transportes adecuados es uno de los mayores obstáculos a la plantación de árboles, tanto en lo que se refiere a la disponibilidad como por el costo. La solución práctica es descentralizar los viveros en la medida de lo posible. Para lograr economías de escala, y dado que no todas las aldeas reúnen las condiciones necesarias para el establecimiento de viveros, como por ejemplo, el suministro adecuado de agua, varias aldeas podrían establecer conjuntamente un vivero, siempre que las circunstancias lo permitan. Los datos disponibles indican que el mejor lugar para esos viveros son las escuelas primarias (que normalmente están ubicadas en las aldeas), donde se dispone de mejores infraestructuras y conocimientos especializados.
Ni los viveros de propiedad del Gobierno, ni los de las aldeas producen plantines suficientes en el momento oportuno. La razón principal parece ser la insuficiencia de recursos y la falta de utilización de los materiales locales aprovechables. Un buen ejemplo es el empleo de tiestos de politeno para los plantines. Como el politeno es un producto derivado del petróleo, a menudo escasea. Así pues, los técnicos forestales esperan durante meses la llegada de estos tubos. No es de extrañar que del 70 al 90% de todas las demoras en la plantación de árboles entre 1970 y 1980, se atribuyeran a retrasos en la llegada del tubo de politeno a las regiones y distritos respectivos.
Existen otras posibilidades. Los campesinos han utilizado durante siglos la cáscara del banano en la producción de tiestos para plantines de caté. Por supuesto, los bananos no se encuentran en todo el país. En el Proyecto Forestal de Sao Hill, se han experimentado recipientes de barro (un tiesto en forma esférica, hecho de arcilla y otros tipos de tierra). Con ellos se ha registrado un índice razonable de supervivencia de los árboles, además de un bajo costo: casi dos tercios inferior al del tubo de politeno.
Plantación de árboles y de parcelas forestales
El modelo general de aprovechamiento de tierras supone un 43% de tierras forestales, un 50% de pastos naturales, un 4% de cultivos en pequeñas explotaciones, un 1% de explotaciones en gran escala y un 2% de zonas urbanas, pedregosas o pantanosas. La mayor parte de las plantaciones de árboles y de parcelas forestales se establece en las tierras dedicadas a pastos, a pequeñas explotaciones y a explotaciones a gran escala. Aquí es donde surge la mayor parte de los problemas.
En las tierras de pastos naturales, la cría del ganado es «libre». Entre los Masai, por ejemplo, los desplazamientos de temporada en busca del pasto pueden suponer recorridos de hasta 20 km (Morís, 1981). El 85% de los informantes en las 257 aldeas examinadas por el autor en Dodoma en 1971-72, respondieron que no disponían de tierras suficientes para el pastoreo. Esta cifra se elevó al 94% cuando el examen se actualizó en 1979-80. Por ello, con un sistema de ganadería «trashumante» resulta difícil reducir al mínimo los daños ocasionados a los árboles y parcelas forestales, sobre todo considerando que, a menudo, los campesinos crían más cabezas de ganado de las que corresponden a la capacidad de carga de las tierras.
Una de las principales razones por las que fracasa la plantación de árboles entre los Masai es que a menudo se les proporcionan sólo especies productoras de leña, como el eucalipto.
En las zonas agrícolas de pequeñas explotaciones, la situación no es mucho mejor. La mayor parte de la población humana y animal vive en esas zonas, y los problemas se agravan debido al sistema tradicional de tenencia de tierras vigente en ciertas partes de Tanzanía. En el Kilimanjaro, por ejemplo, según el «sistema Kihamba», por lo general los hijos heredan la tierra y las parcelas se subdividen continuamente con el paso de las generaciones. Hoy día, la tierra está tan fragmentada que algunos campesinos tienen que emigrar a otras regiones. De hecho, el Gobierno concede una cierta asistencia a ese tipo de migración. En tales circunstancias, la plantación de árboles, si es que se piensa en ella, se reduce a las zonas pedregosas, estériles y pantanosas.
Finalmente, gran parte de las tierras vecinas a las aldeas en muchas regiones densamente pobladas son bosques reservados legalmente, hábitat de fauna silvestre y parques nacionales. De este modo, la mayor parte de esas tierras queda fuera del alcance de las comunidades locales.
Siempre que las tierras escaseen, debería estimularse a los campesinos a «plantar árboles fuera de las parcelas forestales». No es necesario que los campesinos reserven una o varias zonas específicas; plantar árboles en zonas edificadas y en las linderas de las fincas son opciones racionales. En todo caso, la plantación de árboles a lo largo de las carreteras y fuera de las aldeas, como proponen muchos técnicos forestales, no debe ser tarea suya. En tal caso, ¿quién se ocupará de cuidarlos? Los gobiernos locales y las organizaciones no gubernamentales están en mejor situación para encargarse de esa tarea. Debe cambiar la idea estereotipada de que es preciso eliminar los árboles existentes a fin de liberar nuevas tierras para parcelas forestales. En las aldeas, se dan muchos casos en que sólo es necesario «enriquecer» las formaciones naturales de árboles cubriendo los huecos, posiblemente con especies indígenas. Ello se ha experimentado en Mbulo, Mpwapwa, y en ciertas regiones de Iringa y Mbeya, y funciona.
Actividades de plantación
El procedimiento actual es que la Dirección de Montes produzca plantines en los viveros y los distribuya a los campesinos, pero continúe prestando servicios de extensión hasta obtener los beneficios previstos. No es cierto, como afirman Douglas et al. (1982), que «la silvicultura social [plantación de árboles en este caso] termina en la etapa de distribución de plantines en... Tanzanía».
Sin embargo, el programa de Tanzanía no ofrece resultados tan favorables como los de la India, la República de Corea y China. Uno de los principales problemas que se registran en las labores de plantación de árboles, y especialmente de arboledas comunales, es la coincidencia de estas actividades con las plantaciones agrícolas y las subsiguientes tareas de conservación. ¿Cómo reconciliar estos dos programas de trabajo?
Cuando se produce un conflicto, la plantación agrícola es naturalmente la que prevalece. Las precipitaciones registradas en muchas partes de las zonas semiáridas (distritos de Dodoma, Maswa, Ngugu, Magu, etc.) son tan imprevisibles y tan poco fiables que perder un día adecuado para la plantación puede significar reducir todos los cultivos de la temporada. Por ello, ateniéndose al principio de «la seguridad ante todo» los campesinos plantan cultivos alimentarios antes que árboles. Los entrevistados por Scutsch (1982) indicaron que no escaseaba la mano de obra para la plantación o el mantenimiento de los árboles. Como se verá más adelante, la falta de mano de obra adecuada cuando se necesita, constituye uno de los motivos del fracaso de las parcelas forestales en varias aldeas.
En ciertos casos, los objetivos fijados a las actividades de plantación para el establecimiento de parcelas forestales no son realísticos. Por ejemplo, el proyecto del Banco Mundial para reforestación en Tabora que se proponía producir leña para la cura del tabaco no ha tenido éxito completo, en parte debido a que los objetivos previstos eran excesivamente ambiciosos. Se prevé que cada aldea plante 25 ha al año, además de las tareas de cultivo y elaboración del tabaco (que llevan mucho tiempo). Sin embargo, la experiencia indica que una aldea sólo puede plantar de 2 a 5 ha al año.
Participación de la población
La participación de la población es una frase mágica que aparece en cada proyecto o programa de desarrollo rural. Se utiliza tan a menudo que muchos autores no se dignan siquiera explicar quién participa, a qué nivel ni para qué. En ciertos casos, los burócratas emplean la participación a manera de un cosmético para popularizar los proyectos o para lograr su rápida aprobación por los políticos o los donantes. Frecuentemente, la participación consiste en reunirse con los campesinos y establecer comités que raramente se convocan. A través de esos comités y reuniones se sancionan decisiones burocráticas adoptadas «de arriba a abajo».
Sin embargo, en general, esa actitud no está arraigada en el sector rural de Tanzanía. El programa descentralizado de reforestación se inició oficialmente en 1967-68. Las aldeas representan los núcleos del programa, aunque las organizaciones privadas y los particulares intervienen también en él de manera activa. Según el programa, el gobierno central y los locales producen plantines de árboles forestales y frutales, y distribuyen semillas. También proporcionan servicios de extensión, incluida la concesión ocasional de préstamos y créditos del Banco del Desarrollo Rural de Tanzanía y otros organismos. Las comunidades locales participan en la preparación de los terrenos, en la plantación de los árboles y en su mantenimiento. Cuando los árboles son adultos, los campesinos los cortan. Luego se reparten la leña o la venden, en cuyo caso el dinero obtenido se deposita a menudo en un fondo común y se destina a otras actividades comunitarias.
Los gobiernos locales, especialmente los consejos de distrito, desempeñan asimismo una función decisiva en la reforestación para la producción de energía y la rehabilitación del medio. Son propietarios de plantaciones, además de encargarse de distribuir plantines a los aldeanos. Recientemente, los organismos no gubernamentales, especialmente las iglesias, han desplegado gran actividad en la distribución de plantines, estableciendo plantaciones para leña y enseñando a la población la manera de cuidar los árboles. Las escuelas primarias han sido especialmente eficaces. Por último, participan también algunos donantes extranjeros. Son dignas de mención, la Oficina Central Sueca para la Ayuda Internacional (SIDA), la Agencia para el Desarrollo Internacional, y el Comité de Oxford para el Socorro en Casos de Hambre (OXFAM).
Las ventajas de la intervención de las organizaciones locales, especialmente de las aldeas, son obvias. Además de promover la conciencia popular sobre los problemas de la energía y el medio ambiente, este planteamiento contribuye a que la población se ayude a si misma. De ese modo, el país ahorra mano de obra y dinero. que pueden dedicarse a otros sectores (véase cuadro).
Sin embargo, la participación local no deja de tener sus limitaciones. En primer lugar, una autoridad poco enérgica en la aldea contribuye directamente a que se registren retrasos en la decisión de plantar árboles o no; luego, incluso si se plantan, esa falta de energía puede retrasar o descuidar el mantenimiento.
En segundo lugar, en la organización de las aldeas, al igual que en ciertas familias, las mujeres intervienen poco en las decisiones sobre plantación de árboles y sobre otras actividades. Ello ocurre asimismo en reuniones en las que todos pueden intervenir. Por ejemplo, de las 257 aldeas examinadas en Dodoma en 1971-72, aproximadamente en un 89% las mujeres asistían a las reuniones, pero sólo un 7% de ellas intervenía en los debates. A menudo, el trabajo de la mujer es tan absorbente que apenas tiene tiempo para descansar y mucho menos para plantar árboles.
En tercer lugar, la organización femenina nacional Umoja wa Wanawake Tanzanía (UWT) es bastante activa en la organización de las mujeres en el plano local para la realización de diversos proyectos, pero apenas si participa en algún tipo de tarea de plantación de árboles y/o de producción de leña.
En cuarto lugar, en la organización de las aldeas no parece haber ninguna persona encargada de coordinar las actividades de plantación de árboles. Aunque quizás no sea viable crear un comité responsable de la plantación de árboles, al menos debería pensarse en el establecimiento de un subcomité.
PLANTINES DE EUCALIPTO LISTOS PARA LA PLANTACION ¿son mejores las especies locales? (E.H. SÉNE)
Por último es preciso reforzar la vinculación y coordinación entre las aldeas. Si, por ejemplo, una aldea dispone de un vivero, deberá compartir los plantines con las aldeas vecinas en las condiciones que se convengan.
Fuera de Tanzanía
Al igual que muchos países en desarrollo, Tanzanía se enfrenta con una grave disminución de los recursos forestales que, a su vez, ha causado escasez de leña y sus derivados. La mayor parte de la población es conciente de este problema. En Malawi, según se informa, muchos agricultores están actualmente plantando árboles. Lo mismo se ha señalado en el Sudán y en otros países sahelianos, en la India (Gujarat), Indonesia, Tailandia, República de Corea, China y el Perú, para mencionar sólo algunos ejemplos. Un denominador común en esos países es que los agricultores intervienen en las reuniones. De hacho, en la mayor parte de los casos son sobre todo ellos quienes toman las decisiones.
Además, de la experiencia de esos países resulta evidente que la plantación de árboles no es una cuestión tan técnica como se cree. Más bien, se trata de un problema socioeconómico. Y la experiencia indica que el trinomio alimentos-leña-ingresos es la mayor preocupación del decenio de 1980. Por lo tanto, la «crisis» de la leña deberá resolverse en el contexto de un planteamiento más amplio. Uno de los principales puntos focales seria la satisfacción de las necesidades alimentarias y agrícolas por conducto de la silvicultura.
La Misión conjunta FAO/SIDA sobre contribución forestal al desarrollo de las comunidades locales, que visitó algunas partes de Tanzanía en 1982, indicó que evidentemente «en los medios políticos y técnicos del gobierno de la zona existía una sincera aceptación oficial... y una conciencia real de las necesidades de la población». Un compromiso similar se ha observado en Malí, Níger, el Senegal, la República de Corea y China.
Sin embargo, una diferencia fundamental entre Tanzanía y los otros países es que, en Tanzanía, una vez distribuidos los plantines el Gobierno se interesa poco en las actividades de los campesinos. Ello no quiere decir que no proporcione servicios de extensión. Pero, por ejemplo, no se encarga de plantar árboles en lugar de los campesinos, denominando con todo el resultado «parcela forestal de la aldea».
Además, la organización aldeana ujamaa ofrece una base única para la participación popular, si se utiliza debidamente. Representa un ataque bifronte al problema de la escasez de árboles, pues de un lado estimula la plantación por parte de las familias, y de otro las actividades colectivas de la aldea.
Recomendaciones
¿Qué esperan los agricultores de nosotros los técnicos forestales? Confían en que respetemos sus «políticas familiares», sobre las que se basa, o debería basarse, la política del Gobierno. En este caso, nuestra función principal debería ser explorar oportunidades para ayudarles, más que buscar garantías de que la plantación de árboles tendrá siempre éxito. Y el verdadero problema para los técnicos forestales es ayudar a los agricultores hasta que finalmente asuman la plena gestión de todas las actividades.
Para lograr este objetivo final, se recomiendan las siguientes medidas:
· Deberá hacerse todo lo posible para descentralizar los viveros, en la medida en que las condiciones lo permitan. Debe perseguirse el objetivo de que los campesinos sean los propietarios y encargados de los viveros con el asesoramiento del Gobierno, de las instituciones no gubernamentales y de los plantadores «modelo» como los que ya actúan en el distrito de Mbulu.· Siempre que sea posible, deberá estimularse a las aldeas a vender los excedentes de plantines de los viveros, a los poblados vecinos. Ello afectará en primer lugar a los plantines de frutales, pues la mayor parte de los otros tipos se entregan gratuitamente.
· Deben proseguir los intentos, ya en marcha, de concentrar las actividades de plantación de árboles en vez de pretender realizarlas en todas partes.
· Hasta ahora, las actividades de plantación de árboles no han utilizado los créditos y préstamos ofrecidos por diversas instituciones, como el Banco de Desarrollo Rural de Tanzanía. Posiblemente, estos créditos/préstamos podrían aliviar el problema de la competencia por la mano de obra (por ejemplo, entre la silvicultura y la agricultura).
· La Ley de Aldeas de Tanzanía de 1978 autorizó a los campesinos a retener los derechos de las explotaciones forestales, siempre que éstas se efectuaran en la aldea respectiva. Pero ese dinero no se reinvierte en actividades forestales. Ello debería ser una condición necesaria para retener tales derechos.
· Actualmente, los extensionistas, especialmente los que actúan a un nivel inferior al de distrito, no están bien motivados; carecen en absoluto de incentivos. Seria útil un estudio para hallar medios prácticos a fin de motivarlos. Mientras tanto, deberían concedérseles préstamos para bicicletas y motocicletas, pues la mayor parte de las actividades del servicio de extensión se ven gravemente obstaculizadas por la falta de transporte.
· Para atender mejor a los campesinos debería descentralizarse más la Dirección de Montes, atribuyendo mayores responsabilidades a los niveles de división y de distrito.
· Las actividades de capacitación no han logrado mantener el ritmo de las necesidades de extensión de los agricultores. Entre 1971 -72 y 1982-83, sólo se ha capacitado a 858 candidatos con certificado de estudio, a 691 con diploma y a 150 sin titulo. El aumento de las actividades de capacitación y enseñanza debe recibir una atención urgente.
· Por último, Nkonoki (1981) sugiere el establecimiento de Comités permanentes de Energía Rural para planificar en líneas generales las actividades relativas a la energía rural, desde los niveles de aldea, distrito y división hasta los regionales, y para asesorar al respecto. La experiencia indica que los comités tienen un gran entusiasmo al comienzo, y más tarde pierden interés. Como quizás algunos miembros del Comité no comprenden los aspectos complejos de la energía rural, tales comités pueden transformarse en foros para discusiones innecesarias, en vez de constituir grupos prácticos de trabajo para resolver los problemas de la población. Cuanto más especifico se sea a la hora de asignar responsabilidades, más positivo será el resultado.
Es más fácil hablar de soluciones que llevarlas a la práctica, pero una noción clara de lo que es posible y de lo que no lo es, constituye ya un primer paso. Tanzanía ha dado ahora ese paso.
Bibliografía
DOUGLAS, BARNES F. et al. |
Social forestry in developing nations. Resources for the Future Discussion paper D-73 F. Wáshington, D.C. |
FAO. |
Village afforestation: lessons of experience in Tanzanía, por Elifandhili M. Mnzava. Roma. |
FAO. |
Support to village afforestation in Tanzanía, por David Brokensha. Survey of Wood Fuels Supply Needs, informe final del consultor. Roma. |
MORIS, JON R. |
A system perspective. En Managing induced rural development, págs. 57-58. International Development Institute, Indiana. |
NKONOKI, SIMON R. |
The poor man's energy crisis. En A report of the Tanzanía rural energy consumption survey. |
OFICINA CENTRAL SUECA PARA LA AYUDA INTERNACIONAL (conjuntamente con la Ethiopian Forestry and Wildlife Conservation Development Authority). |
International Seminar on Community Development report, p. 1. Estocolmo. |
SCUTSCH, MARGARET. |
Why people don't plant trees, a case study of social forestry in Tanzanía (informe borrador), págs. 1-10. Resources for the Future. Wáshington, D.C. |
THOMSON, J.T. |
Public choice analysis of institutional constraints on fuelwood production in the West African Sahel. En Public choice and rural development. Documento de investigación R-21 de Resources for the Future. Washington, D.C. |
WINTERBOTTOM, ROBERT T. |
Reforestation in the Sahel: problems and strategies, p. 22. Documento presentado a la Asamblea Anual de la Asociación de Estudios Africanos. Filadelfia. |