R.R. Thaman
R.R. Thaman
es profesor de geografía y Director de la Escuela de Desarrollo Social y Económico en la Universidad del Pacífico Sur, en Suva, Fiji.
· En las islas del Pacífico los árboles y la agrosilvicultura han sido siempre, y continuarán siendo, elementos centrales para el bienestar social, económico, nutricional, espiritual y ecológico. Aunque la urbanización está aumentando, los árboles dominan todavía el paisaje, y la «agrosilvicultura urbana» es una práctica corriente en todas las ciudades de las islas del Pacifico. En el presente articulo se pretende demostrar que los árboles son quizás tan importantes para la población urbana como para la rural, y que la conservación, promoción y mejora de la agrosilvicultura urbana podría ser uno de los medios más directos y apropiados desde los puntos de vista económico, social, ecológico y nutricional para lograr un crecimiento sostenido en las islas del Pacífico.
A los efectos del presente articulo, la agrosilvicultura urbana se define como la plantación, protección o conservación de los árboles por su valor económico, social y ecológico, como parte de sistemas agrícolas y hortícolas en zonas urbanas adyacentes a casas y otros edificios y en tierras no explotadas dentro de las zonas urbanas.
Por desgracia, la mayoría de la actual élite dirigente de las islas del Pacífico (políticos, encargados de la planificación y de las decisiones, especialistas en ciencias agrícolas, médicos y personal sanitario superior, educadores, etc.) no reconocen la importancia de la agrosilvicultura, especialmente en el contexto urbano, o la ignoran voluntariamente, a no ser que se trate de plantar especies madereras exóticas o cultivos arbóreos de exportación. Se considera que la silvicultura no ofrece las ventajas políticas ni atrae la misma atención a nivel nacional e internacional que las operaciones de socorro más espectaculares en casos de desastre, los programas de ayuda alimentaria o los proyectos «modernos» de desarrollo en gran escala financiados desde el extranjero. Asimismo, hay menos «empresarios con iniciativa» dispuestos a apoyar la agrosilvicultura urbana que los proyectos industriales y comerciales urbanos.
AGRICULTURA A LA PUERTA DE CASA EN SUVA, FIJI muy común en las jalas del Pacífico
Por último, debido a que actualmente se hace hincapié en la educación académica orientada hacia actividades urbanas y «de cuello blanco», pocas personas de la minoría urbana «educada» comprenden realmente la naturaleza y la importancia critica que tiene para el desarrollo la plantación de árboles, y ni siquiera conocen los nombres de las especies que han alimentado a su pueblo durante generaciones.
En realidad, podría afirmarse que, si no se concede más prioridad al fomento de la plantación y a la conservación de los árboles, así como a la agrosilvicultura, tanto en las zonas rurales como en las urbanas, aumentarán inevitablemente las tendencias actuales a un dualismo y una disparidad económica mayores, a un aumento de la dependencia en materia alimentaria, al empeoramiento de los sistemas alimentarios tradicionales, al aumento de la malnutrición y de las enfermedades degenerativas relacionadas con ella, y a la degradación ambiental. Algunas de las mayores tasas de dependencia alimentaria registradas, por ejemplo, se encuentran en países como Nauru, Kiribati, Tuvalu, Tonga, Samoa Americana, las Islas Cook y la Polinesia Francesa (Fairbairn, 1971; McGee, 1975; Thaman, 1979, 1982a); y algunos de los casos de incidencia mayor o más creciente de desórdenes nutricionales - malnutrición infantil, obesidad, anemia por falta de hierro, y enfermedades no comunicables relacionadas con la nutrición, como diabetes, afecciones cardiovasculares, hipertensión, gota y artritis, cáncer, alcoholismo y enfermedades dentales se encuentran también en las zonas urbanas de las islas del Pacífico (Coyne, Badcock y Taylor, 1984; Thaman, 1983, 1984a, 1985a).
VISTA AEREA DE UN SUBURBIO DE SUVA los patios están llenos de árboles productivos
PATIO EN PORT MORESBY, PAPUA NUEVA GUINEA los árboles representan una gran contribución económica
Pueden considerarse como agrosilvicultura urbana dos tipos principales de agricultura en las islas del Pacifico: 1) agrosilvicultura en zonas urbanas, y 2) agrosilvicultura en huertos domésticos adyacentes a residencias en zonas rurales, en las que puede o no haber una producción agrícola comercial «no doméstica» en grande o pequeña escala, a menudo a una cierta distancia de la casa. La agrosilvicultura en zonas urbanas puede además subdividirse en: 1) agrosilvicultura en huertos adyacentes a la residencia, y 2) agrosilvicultura en tierras incultas o no explotadas en zonas urbanas, pero generalmente algo alejadas de la residencia.
Cultivos alimentarios diversos (especies y variedades) indicados por las encuestas sobre sistema de agrosilvicultura
Tipos de cultivos |
Port Moresby, Papua Nueva Guinea |
Suva, Fiji |
Nuku'-alofa, Tonga |
South Tarawa, Kiribati |
Nauru |
Poblado |
Arboles productores de alimentos |
230 |
39 |
27 |
20 |
214 |
16 |
Alimentos básicos no procedentes de los árboles |
7 |
10 |
8 |
6 |
5 |
8 |
Cultivos complementarios distintos de los árboles |
48 |
65 |
44 |
35 |
14 |
41 |
Total |
85 |
114 |
79 |
61 |
33 |
65 |
1
Poblados do trabajadores contratados.
2 En los totales de Papua Nueva Guinea y Nauru, donde no se han diferenciado los clones de Musani, las especies de Citrus habrían sido ligeramente superiores en el caso de los cultivos arbóreos si se hubieran establecido esas diferencias.
Agrosilvicultura urbana en los huertos domésticos La agrosilvicultura urbana en los huertos domésticos es actualmente una característica común en los paisajes urbanos de las islas del Pacífico. Incluso en zonas que no tienen mucha diversidad agrícola, como Kiribati y Nauru, los huertos urbanos contienen una gran variedad de árboles y otras plantas que producen alimentos básicos y complementarios, así como innumerables plantas no alimentarias (véase cuadro).
Los huertos domésticos de Port Moresby
Una encuesta aleatoria en los huertos domésticos de Port Moresby (Papara Nueva Guinea), Suva (Fiji); Nuku'alofa (Tonga) y South Tarawa (Kiribati), y de los «poblados» de trabajadores contratados en la isla de Nauru, indica que al menos 85, 114, 79, 61, 33 y 65 especies o tipos de plantas productoras de alimentos, respectivamente, se cultivaban en esos huertos (Thaman, 1985b y Cuadro 1). Entre tales plantas figuraban: 1) una gran variedad de árboles productores de alimentos, entre ellos clones de Musa, cocotero, árbol del pan, pandán, cítricos, guayaba, aguacate, Annona, Ficus y especies de Syzygium, y el almendro de la India (Terminalia catappa); 2) cultivos alimentarios básicos de raíces como taro, yuca, tanaceto, batata, ñame, taro gigante común y de los pantanos; 3) una gran variedad de plantas no arbóreas productoras de alimentos complementarios, en particular cebolla, amaranto, piña, maní, col y una gran variedad de legumbres y «espinacas», cucurbitáceas, gombo, tomate, granadilla, caña de azúcar, berenjena y maíz; 4) especias como chile, jengibre, coriandro y menta, y 5) plantas para la producción de bebidas, estimulantes y deprimentes como nuez y pimienta de betel, kava (Piper methysticum), tabaco y hierba de limón. Se encontraron muchas de esas plantas en la mayoría de los huertos domésticos.
Además de las plantas mencionadas, en los huertos domésticos hay una variedad casi infinita de otras plantas no alimentarias que también son útiles. Entre esas figuran: plantas importantes para la artesanía como especies de Pandanus, usadas para artículos de pleita; la morera de papel (Broussonetia papyrifera), usada para producir paño de corteza o tapa; el achote (Bixa orellana) y la koka, Bischofia javanica (de las que se obtienen tintes); la Leucaena leucocephala, un importante recurso renovable para la producción de leña, una gran variedad de plantas medicinales y otras muchísimas de considerable valor técnico, económico, social, ecológico y ornamental.
Como han puesto de relieve Soemarwoto et al. (1985) en su estudio de los huertos domésticos de Java, la variedad real de las plantas es mucho mayor que la indicada por las diferencias de las especies, ya que muchas de ellas están representadas por numerosos cultivares, todos los cuales añaden estabilidad económica, ecológica y nutricional a los sistemas agroforestales urbanos. En los «huertos arbolados» de Yap, en los Estados Federados de Micronesia, se ha señalado la existencia, por ejemplo, de 21 cultivares de cocotero, 28 de árbol del pan, 37 de banano (Falanruw, 1985).
Hay también innumerables especies consideradas como «malezas» que son elementos importantes en la agrosilvicultura urbana. Soemarwoto et al. (1985) advierten que el término «maleza» debe usarse con sumo cuidado, pues quienes cultivan los huertos domésticos encuentran muchas aplicaciones para esas especies: usos medicinales, piensos, cubierta para otros cultivos, material para techar, venenos para la pesca, cepillos de dientes y consumo humano.
Cultivos básicos Entre las plantas más corrientes figuran los cultivos básicos de raíces que tienen una importancia tradicional como la yuca, el taro, la batata, el ñame y el tanaceto (especies de Xanthosoma); el taro gigante (Alocasia macrorhiza) es importante en Tonga y el taro gigante de los pantanos (Cytosperma chamissonis) tiene particular interés en los suelos calcáreos y salinos muy pobres de los atolones bajos de Kiribati, donde se planta en hoyos excavados hasta llegar a la capa freática.
El taro común (Colocasia esculenta) está particularmente bien adaptado a las condiciones urbanas porque puede crecer en pequeñas parcelas, en lugares húmedos junto a los desagües y cerca de grifos o lavaderos (Thaman, 1982b). La yuca y la batata ocupan generalmente grandes superficies y el tanaceto es cada vez más importante, pues parece muy resistente a las enfermedades, relativamente resistente a la sequía y crece bien en lugares sombríos; generalmente se los encuentra en zonas urbanas donde los árboles adultos dominan los terrenos circundantes.
Cultivo de alimentos complementarios Cultivos complementarios como el abelmosco (Abelmoschus manihot), especies de Amaranthus, piña, col, chile, taro (el taro y el tanaceto se cultivan especialmente por sus hojas), cucurbitáceas, tomate, caña de azúcar y una gran variedad de hortalizas comestibles, más una amplia gama de otros alimentos complementarios, constituyen recursos nutricionales importantes y económicos.
Arboles productores de alimentos Aunque los que más abundan son los cultivos básicos en la tierra, los árboles que producen alimentos, por ejemplo, cocotero, árbol del pan, papaya, especies de Citrus, mango, clones de Musa, guayaba, especies de Annona y Syzygium, aguacate, castaño de Tahití (Inocarpus fagiferus), jocote o ciruelo de citera (Spondias dulcis), lichi del Pacífico (Pometia pinnata) y especies de Terminalia son las plantas dominantes en la mayoría de los paisajes urbanos, especialmente en zonas con asentamientos más antiguos.
Los árboles representan un recurso económico y nutricional de particular importancia en las islas de poca elevación como los atolones de Kiribati, donde, aparte del taro gigante de las tierras pantanosas que se reserva en general para ocasiones especiales, los principales alimentos básicos proceden todos de los árboles: cocotero, árbol del pan, clones de Musa, pandán e higuera nativa o te bero (Ficus tinctoria). Asimismo, como señala Falanruw (1985), en las Islas High, en Yap, sólo en los «huertos arbolados» cerca de los hogares, había «unas 50 especies de árboles productores de alimentos». Entre los árboles de particular importancia para la población india de Fiji (en su mayoría descendientes de trabajadores contratados que actualmente forman aproximadamente el 50 por ciento de los habitantes del archipiélago) figuran el jaquero, el marango (Moringa oleifera), el laurel indio (Murraya koenigii) y el tamarindo.
Plantas para usos no alimentarios
Plantas para usos no alimentarios Son también componentes importantes de los sistemas agroforestales urbanos una gran variedad de plantas usadas para artesanía, combustible, medicinas, fibras, tintura de tejidos, ornamentación, perfumes y desodorantes, forrajes, sombra y materiales de construcción.
Las plantas medicinales, por ejemplo, son un recurso económico y cultural de suma importancia, dados los costos elevados y en rápido aumento de algunas medicinas importadas, para no hablar de su escasa disponibilidad, el uso incorrecto y la dudosa eficacia. En Fiji, donde sigue habiendo amplias zonas de bosque higrofítico tropical, zonas arboladas costeras y bosques de manglares, el 40 por ciento (73) de las 183 especies vegetales que, según las informaciones disponibles, usan los nativos de Fiji para fines medicinales (Weiner, 1984), se encuentran en los huertos domésticos, cultivadas y protegidas, o como malezas. En las islas menores y más pobladas de Tonga y Kiribati, donde sólo queda muy poca vegetación nativa como reserva o depósito de genes para plantas medicinales en peligro, aproximadamente el 75 por ciento de todas las plantas medicinales de las que hay noticias (56 de 77 y 33 de 44, respectivamente) se encuentran cultivadas o protegidas en los huertos domésticos (Weiner, 1971; Luomala, 1953; Thaman, 1976). En Nauru, donde más de 70 años de extracción de fosfatos a cielo abierto y bombardeos generalizados durante la segunda guerra mundial han devastado la mayoría de la vegetación natural y mucha de la cultivada tradicionalmente, 28 de las 33 plantas medicinales señaladas (85 por ciento) se encuentran ahora en los huertos familiares en la franja costera.
De las 93 especies medicinales que se encuentran en los huertos urbanos en esos cuatro países, 51 (el 55 por ciento) son árboles y otras 10, arbustos leñosos. Conviene observar que el número de plantas medicinales en los huertos urbanos de Fiji seria indudablemente mucho mayor si se dispusiera de datos sobre las cultivadas por la comunidad india.
La importancia de las plantas que se consideran sagradas o se usan para perfumes es también grande en la agrosilvicultura urbana. En una encuesta realizada en la capital de Tonga, Nuku'alofa, de las 49 especies que los habitantes consideran sagradas ('akau kakala) 36 se encontraron en los huertos domésticos. De las 36, 23 (el 64 por ciento) son árboles y otras cinco arbustos leñosos. Además de ser sagradas, esas plantas constituyen un recurso económico muy importante. Sus flores, hojas, frutos y cortezas se usan en guirnaldas y ornamentos para la industria turística, que está en expansión, además de ser los principales elementos usados para dar fragancia al aceite (de coco) aplicado sobre el cuerpo, y para perfumes y desodorantes cuyos sustitutos importados son muy caros y a menudo no tienen la misma aceptación cultural. Los datos de Fiji, Kiribati y Nauru indican que en esas islas las plantas sagradas y las destinadas a perfumes tienen una importancia similar.
Si se realizara un análisis similar de los sistemas de agrosilvicultura urbana en el caso de otras plantas que producen leña, tintes, forrajes, repelentes de insectos, materiales para la artesanía, veneno para la pesca, etc., se obtendrían también sin duda listas impresionantes de plantas y de sus usos. En un estudio reciente de la importancia de los árboles para las sociedades de las islas del Pacifico (Thaman y Clarke, 1983), por ejemplo, se enumeraban al menos 56 (!) funciones o usos culturales y ecológicos de los árboles.
Naturaleza de los cultivos Las plantas más comunes en los sistemas agroforestales urbanos del Pacífico tienden a ser especies nativas tradicionales o introducidas antes de la llegada de los europeos, excepto en los huertos de las poblaciones inmigrantes. Por ejemplo, la población india de Fiji prefiere hortalizas como berenjenas, gombo, especies de Amaranthus, una gran variedad de legumbres, frijoles y cucurbitáceas y productos de árboles como cocotero, jaquero, tamarindo, mango, especies de Citrus. laurel indio (Murraya koenigii), Cordia dichotoma, marango (Moringa oleifera) y neem (Azadirachta indica), que es importante para usos rituales y medicinales.
La mayoría del personal encargado de la planificación y la política en el sector no comprenden bien la importancia de la agrosilvicultura urbana y sus consecuencias para la planificación.
A pesar del predominio de esos cultivos tradicionalmente favoritos, hay también una gran variedad de otros introducidos más recientemente, como las hortalizas de los climas templados, la piña, la papaya, el aguacate, la guayaba y cultivares mejorados de Citrus y de banano, así como la yuca, que es un alimento básico local generalizado y de gran importancia en la mayoría de las ciudades de las islas del Pacifico (Thaman y Thomas, 1985). En realidad, los huertos domésticos del Pacífico parecen haber sido, y probablemente continuarán siendo, uno de los medios más importantes para la introducción y aceptación de nuevas especies vegetales.
En lo que se refiere a la superficie ocupada por los cultivos alimentarios y a su distribución espacial, hay también gran diversidad. Si bien hay hogares que tienen sólo algunos árboles frutales y hortalizas dispersos, un número considerable tiene cultivos alimentarios en más del 50 por ciento de sus parcelas. Las plantas ornamentales se sitúan generalmente cerca de los hogares, a menudo en los patios delanteros, y las plantas medicinales, sagradas o fragantes y otras plantas culturalmente valiosas, que normalmente tienen usos múltiples, están dispersas entre los cultivos alimentarios.
Agrosilvicultura urbana en tierras no explotadas El cultivo y/o la protección de los árboles y de las demás plantas en tierras urbanas o periurbanas incultas o no explotadas es general y constituye una fuente importante de alimentos y productos arbóreos como madera, estacas para vallas, leña, medicinas, hojas, flores, frutos y nueces (Thaman, 1977a y b, 1984b, 1985b). Esas zonas incluyen tierras adyacentes a las carreteras, parcelas vacantes, orillas de los ríos y valles fluviales, tierras de paso dedicadas a senderos y caminos propuestos o existentes, y tierras rasas en general, incluidas laderas, tierras pantanosas. etc.
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En Port Moresby, una tercera parte de todas las casas tenían huertos en tierras vacantes además de los jardines domésticos. Los aldeanos de Kilakila, como habitantes originales de la zona, tenían sobre todo grandes superficies urbanas sin explotar del tipo sabana. Además, aparte de los huertos domésticos, todos los hogares tenían de uno a cuatro huertos en zonas arbustivas, de unos 1135 m2 como término medio, situados en tierras urbanas a una distancia máxima de tres km de la «aldea urbana» de Kilakila.
En Suva, un 20 por ciento aproximadamente de todos los hogares cultivaban tierras abiertas «sin explotar», y se estimaba que en los 30 km2 de la península de Suva, de la superficie que no estaba ocupada por pantanos o manglares, aproximadamente cinco km2 (más del 70 por ciento) de la zona «inculta» se dedicaba a este tipo de cultivo. Un 20 por ciento de las familias tenía también plantaciones a lo largo de las carreteras, a pesar de las disposiciones municipales que prohibían esas prácticas.
En Tonga, Kiribati y Nauru hay pocas tierras «urbanas» abiertas, o ninguna, aunque en varios casos los habitantes de Tonga plantan en parcelas sin ocupar adyacentes a las ciudades cultivos alimentarios, generalmente cocoteros, bananos y otros árboles. En las zonas urbanas de Kiribati no hay prácticamente tierras abiertas, pero en Nauru los trabajadores contratados mantienen huertos cerca de las instalaciones de la Nauru Phosphate Corporation en las tierras altas de la meseta central, rica en fosfatos, y en la zona pantanosa alrededor de la laguna interior de Buada.
Las especies más corrientes en las «zonas no explotadas» son también en este caso los cultivos básicos de raíces, en particular yuca, batata, taro, ñame y tanaceto. Entre los árboles importantes figuran especies de Musa, papaya, mango, guayaba, árbol del pan, cocotero, especies de Citrus y Sizygium, Pometia pinnata, Terminalia catappa y otras plantas originarias no alimentarias como Hibiscus tiliaceus, especies de Macaranga, Morinda citrifolia, Bischofia javanica (introducida por los aborígenes, que quizás es un vestigio de una actividad agrícola migratoria «preurbana»), y Leucaena leucocephala, más especies roble blanco (Citharexylum spinosum) y el jambolón (Syzygium cumini) en Fiji y especies nativas de Eucalyptus en Port Moresby.
Hay también innumerables especies consideradas como «malezas»que son elementos importantes en la agrosilvicultura urbana.
TIERRA URBANA SIN EXPLOTAR EN FIJI un lagar ideal para la agrosilvicultura urbana
A lo largo de las carreteras son corrientes árboles como el mango y el cocotero, pero predominan los dedicados a fines ornamentales y a sombra como especies de Plumeria, fambloyant (Delonix regia), especies de Cassia, samán (Samanea saman), y el banglang (Lagerstroemia speciosa). También hay setos vivos de frutales y otras plantas útiles como especies de Polyscias, Leucaena leucocephala, Erythrina variegata, Hibiscus tiliaceus, Hibiscus rosa-sinensis, guayaba y la madre del cacao (Gliricidia sepium) de reciente introducción, que se podan, desmochan o ramonean y constituyen importantes fuentes de alimentos, forrajes, leña, medicinas y flores, además de su considerable importancia ecológica. El resto del paisaje agroforestal urbano incluye las reservas de los jardines botánicos, los bosques urbanos o los parques públicos, y la plantación institucionalizada de árboles en las ciudades.
Sin embargo, conviene señalar que, a pesar de la importancia actualmente concedida a la agrosilvicultura en tierras urbanas y periurbanas no explotadas, son esas zonas, debido a una tenencia insegura y a una propiedad mal definida, las más gravemente afectadas por una deforestación desenfrenada para obtener leña y tierras agrícolas, caso clásico de «tragedia de la gente común» que señala Garret Hardin (1968).
Ganadería y actividades agrosilvopastorales urbanas La ganadería en pequeña escala, aunque tiene una función menor en comparación con la producción de alimentos, es también una actividad importante. En Port Moresby la cría de animales era mínima: en 11 de 79 hogares habla cerdos, pollos o patos y en algunos vacas y cabras, que se mantenían atadas. En Suva no se criaban cerdos. En Tonga, más de la mitad de todos los hogares incluidos en la muestra tenían cerdos atados o en pocilgas y casi dos tercios, pollos o patos. En la mayoría de los casos se encerraba a las aves en gallineros o se las ataba durante la noche y se les permitía que buscaran el alimento durante el día; los cerdos y otros animales grandes estaban generalmente atados o estabulados todo el tiempo. En Kiribati y Nauru también se criaban cerdos y pollos en las parcelas familiares.
En lo que se refiere a las actividades agrosilvopastorales en el contexto más amplio de las zonas urbanas, conviene subrayar que los animales dependen mucho de los árboles para sombra y alimento y también se usan los árboles para atarlos. Aparte de los desechos de la alimentación humana, los cerdos y pollos se alimentan sobre todo de coco en la mayoría de las zonas. En Tonga, las cabras y los cerdos comen generalmente las hojas de las especies Leucaena leucocephala, Pisonia grandis y Erythrina variegata; además, para las aves de corral y los cerdos se plantan «setos vivos comestibles» de esas mismas especies, más otras como Hibiscus tiliaceus y Polyscias, todas las cuales pueden podarse o des mocharse fácilmente para obtener forraje. Un aspecto negativo es que los animales que ramonean y los cerdos parecen acelerar la deforestación en las zonas urbanas al consumir o destruir los brinzales y las plantas jóvenes. Sin embargo, una vez establecidos, los árboles parecen coexistir bien con los animales, excepto en los casos en que las cabras comen el follaje y la corteza de los árboles.
A pesar de la considerable importancia de la agrosilvicultura urbana en las islas del Pacifico, hay varios problemas: un clima desfavorable, unos suelos pobres, el costo y la disponibilidad de tierras y aguas, la falta de tiempo y de mano de obra, los daños ocasionados por las plagas, los robos y la falta de asistencia de los gobiernos son los problemas que se mencionan con más frecuencia.
En cuanto al clima seco, poco puede hacerse, excepto un mayor uso del agua. Hay numerosos problemas de suelos: éstos son pedregosos y mal explotados en Port Moresby; muy someros sobre un substrato de marga en Suva; hidromórficos en las zonas bajas; calcimórficos y estériles en Kiribati; agotados por el cultivo continuo en los pequeños huertos urbanos. La única solución es el uso de fertilizantes, estiércol animal, pajote y composte, u otras medidas de conservación. Sin embargo, tanto la escasez de agua como los suelos pobres hacen a menudo que los árboles tengan más interés que los cultivos de periodo corto, los cuales requieren habitualmente más agua y una mayor fertilidad del suelo.
La falta de tierras y la inseguridad de la tenencia son problemas en la mayoría de las zonas y constituyen desincentivos importantes para la agrosilvicultura urbana y la plantación y protección de árboles y otros cultivos a largo plazo. Otros problemas son enfermedades, insectos, aves, ratas, perros, mangostas y malas hierbas; robo y cosecha prematura, especialmente de los racimos de banano y los árboles frutales, como los mangos; tiempo insuficiente para la plantación y mantenimiento; costo elevado de los piensos para las aves de corral y de los fertilizantes; robo de leña y deforestación de las tierras urbanas y periurbanas sin explotar, donde la mayoría de las familias de bajos ingresos siguen dependiendo de la leña para cocinar sus alimentos (Thaman y Ba, 1979); problemas de limites en el caso de la propiedad de los cultivos; reacciones negativas de los vecinos al cultivo de huertos o a la cría de animales, y apatía del gobierno.
Importancia de la agrosilvicultura urbana
Importancia de la agrosilvicultura urbana
La mayoría del personal encargado de la planificación y la política en el sector no comprende bien la importancia de la agrosilvicultura urbana y sus consecuencias para la planificación. La falta de datos cuantitativos sobre su naturaleza, extensión e importancia cultural y ecológica, es un problema fundamental. Sin embargo, algunos encargados de la planificación y administración de las ciudades han mostrado recientemente más interés al respecto.
El Comité de Suministros Alimentarios de las Islas Salomón (1974), por ejemplo, realizó estudios sobre la producción de alimentos en Honiara y subrayó la necesidad de aumentar la producción per cápita, tanto en las zonas rurales como en las urbanas, y Fitzroy (1981) señaló la correlación entre deficiencia de vitaminas de la población «urbanizada» y la falta de huertos en Honiara. Desde mediados del decenio de 1970 se han realizado otros estudios en los que se pone de relieve la importancia de los huertos domésticos urbanos en el Pacífico (Basha et al., 1974; Ali, 1976; Thaman, 1977a y b; 1982b, 1984b, 1985b; Harris, 1977; Fleckenstein, 1978; Kesavan, 1979; Vasey, 1985). Se ha realizado también un estudio sobre la importancia de la producción doméstica de alimentos para los cultivadores de pequeñas parcelas de caña de azúcar en las zonas rurales de Fiji, concediendo especial importancia al inventario de los árboles usados para sombra, alimentos, leña, forraje, medicinas y fines religiosos (Ali, 1986).
Han habido campañas para fomentar los cultivos alimentarios en Port Moresby; en Fiji, el Comité Nacional de Alimentación y Nutrición (NFNC) y el Fiji Times, mediante la campaña titulada «Prioridad de los alimentos en Fiji», han patrocinado competiciones en barrios pobres o proyectos de viviendas del Gobierno, escuelas y planes de reasentamiento agrícola.
También se ha mostrado recientemente interés por la silvicultura urbana en Vanuatu, Tonga, Kiribati, los Estados Federados de Micronesia y las Islas Marshall, donde la dependencia de los alimentos urbanos y la incidencia cada vez mayor de las perturbaciones nutricionales han llegado a ser graves. Esos países, junto con Papua Nueva Guinea, las Islas Salomón, Fiji y Samoa Occidental, participan ahora en un proyecto regional patrocinado por UNICEF sobre producción familiar de alimentos y nutrición en las islas del Pacífico. Por último, un importante elemento evaluable de un curso sobre «Agricultura, alimentación y nutrición en el mundo en desarrollo», en la Universidad del Pacífico Sur en Suva, que tiene un ámbito regional y sirve a 11 países miembros, es el establecimiento y mantenimiento de huertos domésticos mixtos. Tonga y Fiji han promovido la plantación de árboles en las ciudades como parte integrante de sus programas dedicados, respectivamente, a la Semana Mundial del Medio Ambiente, y al Día del Arbol.
Importancia del factor nutricional
Potencial para la planificación y consecuencias de las decisiones El potencial para la planificación y las consecuencias de las decisiones al respecto que afectan a la agrosilvicultura urbana son considerables y deben examinarse en conjunto. En vez de basar las decisiones en materia de planificación sólo en criterios económicos y políticos, debe darse más peso a otros factores, como los nutricionales, médicos, técnicos, sociales, estéticos y espirituales, así como a la importancia ecológica de la silvicultura urbana.
Importancia del factor nutricional
Importancia del factor nutricional El empeoramiento de la situación nutricional, como consecuencia del abandono de unos alimentos tradicionales nutritivos en favor de productos importados de calidad nutricional inferior es un problema grave en las zonas urbanas de las islas del Pacifico (Coyne, Badcock y Taylor, 1984; Thaman, 1982a, 1983, 1984a, 1985a). Sin embargo, estudios realizados en Hawai (Yang, 1976) indican que, con una selección correcta de cultivo de hortalizas en una parcela de 42 m2 (4,6 x 9,1 m), una familia de cinco personas puede producir más del 100 por ciento de las vitaminas A y C que necesita, más del 50 por ciento del hierro y el 18 por ciento de las proteínas, y ahorrar de 1 a 20 dólares EE.UU. diarios en alimentos. Kesavan (1979) sugiere asimismo que una superficie de 150 m2 puede producir suficientes hortalizas frescas para una familia de dos adultos y dos niños en Papua Nueva Guinea, pero Fleckenstein (1978) sostiene que para producir todos los alimentos que necesita una familia media se necesitarían 3100 m2. «No es razonable» - escribe - «esperar que los huertos domésticos satisfagan todas las necesidades de energía o de proteínas... aunque podrían producir todos los alimentos que contienen vitaminas y minerales para proteger al cuerpo contra diversas enfermedades», y que «se necesitan en cantidades mucho menores». Fitzroy (1981) apoya esa opinión alegando datos según los cuales la población de Honiara, capital de las Islas Salomón, que carecía de huertos, tenía una ingesta inferior de hierro y de vitaminas A y C.
En zonas de Kiribati y de los Estados Federados de Micronesia, donde existe poca tierra para huertos domésticos, hay graves deficiencias de micronutrientes. Ultimamente se han detectado entre los niños de las zonas urbanas de Tarawa casos de nictalopía que parecían depender de la escasa ingesta de papaya, pandán, rima y pescado (fuentes tradicionales de vitamina A) más que de lesiones mecánicas o traumas (Pargeter et al., 1984). Recientes campañas en Kiribati para promover los huertos domésticos y el consumo de alimentos locales o tradicionales y de varias hojas raramente consumidas, ricas en hierro y en vitamina A, de especies de te non (Morinda citrifolia), te buka (Pisonia grandis) y te toara (Polyscias) han producido, según se informa, una disminución de la anemia y la deficiencia de vitamina A.
Es importante subrayar que frutos como el mango, la guayaba, la papaya, el guanábano, el aguacate, el pandán, el coco y la rima son una excelente fuente de fibras, vitaminas C, A y complejo B, y otros micronutrientes, muchos de los cuales faltan en las dietas urbanas muy refinadas (Miller, Bazore y Bartow, 1965). Asimismo, las hojas de árboles como el marango (Moringa oleifera), el laurel indio (Murraya koenigii) y la «espinaca», de hibisco (Abelmoschus manihot), que tiene aspecto arbóreo, son excelentes fuentes vegetales de hierro, vitaminas C y A, proteínas vegetales, fibras dietéticas y otros micronutrientes (Omen y Grubben, 1978).
Importancia técnica Si hay acceso a la tierra, la agrosilvicultura urbana está técnicamente al alcance de todas las familias, incluso las más pobres. Depende de tecnologías, especies, materiales de plantación y prácticas de cultivo locales, baratas, fáciles de obtener y probadas con el tiempo, y no de tecnologías desconocidas, a menudo caras y ecológicamente sospechosas, como las semillas híbridas, los fertilizantes inorgánicos, los plaguicidas, el equipo mecanizado, los combustibles fósiles y los alimentos y recetas importados. Los únicos aperos necesarios son herramientas manuales baratas y a menudo de producción local. Se usan residuos de alimentos, estiércol animal, ceniza y composte, así como el control mecánico de las plagas y los cultivos mixtos, en vez de fertilizantes inorgánicos y plaguicidas importados.
Por último, los sistemas agroforestales producen alimentos frescos, nutritivos y libres de residuos de plaguicidas, que pasan directamente del huerto a la cocina, así como forrajes, medicinas, perfumes, leña y otros muchos productos. Ello elimina la necesidad del transporte costoso, la elaboración, el almacenamiento y la refrigeración.
Importancia económica Aunque hay pocos datos cuantitativos sobre la agrosilvicultura urbana, su importancia económica parece realmente grande, ya que los ingresos en efectivo de los habitantes urbanos del Pacífico, especialmente de los trabajadores no especializados y de los emigrantes recientes, son muy bajos. En Papua Nueva Guinea, por ejemplo, el 80% de las familias no podían pagar en 1971 la renta de las viviendas más baratas (Comisión de la Vivienda de Papua Nueva Guinea, 1975); en Suva, muchas familias alojadas en viviendas del Gobierno no habrían podido pagar la renta si no hubiera sido por los ahorros, estimados en 8-12 dólares EE.UU. semanales por familia, que obtenían cultivando taro, yuca, productos arbóreos y otros alimentos para su propio consumo, y recogiendo leña en tierras urbanas desocupadas (Ali, 1976). En breve, los «ingresos reales», o el poder adquisitivo de las poblaciones urbanas con huertos aumentan considerablemente gracias a las actividades agroforestales.
También se obtienen considerables beneficios económicos mediante el cultivo de árboles no destinados a alimentos como especies de Pandanus, morera de papel (Broussonetia papyrifera) y flores para fines rituales o para perfumes, que son importantes para la artesanía destinada a una industria turística en aumento, así como para la producción destinada al consumo propio de artículos de pleita y esteras finas, paño de tapa, aceites para el cuerpo, perfumes y desodorantes, cuyos sustitutos importados son muy caros.
La importancia económica de la producción urbana de alimentos parece incluso más decisiva en momentos de inflación, cuando asegura contra el aumento de los precios de los alimentos, especialmente a las familias que viven casi a nivel de subsistencia. De hecho, el Comité de Suministros Alimentarios de las Islas Salomón (1974) señaló: «Creemos que los denominados ingresos de subsistencia no percibidos en efectivo son más importantes en las ciudades, y los ingresos en efectivo más importantes en las zonas rurales, de lo que se ha considerado generalmente».
Beneficios sociales Los beneficios sociales de la agrosilvicultura son muchos. Entre los más importantes figuran: el mantenimiento de vínculos sociales mediante la distribución de productos hortícolas y la disponibilidad de alimentos para las fiestas; el valor para el esparcimiento y el ejercicio físico, y la importancia educativa para los habitantes de las ciudades y sus hijos, que a menudo tienen un conocimiento o una apreciación limitados de la agricultura y las plantas culturalmente importantes.
Un ejemplo de la importancia espiritual de la agrosilvicultura urbana es el gran valor religioso que la comunidad hindú asigna a árboles como el cocotero, el tamarindo, el mango y el neem (Azadirachta indica) que son corrientes en los huertos, tanto de las zonas urbanas como de las rurales. Además, a menudo se encuentran altares denominados sthan en los huertos, y éstos mismos tienen un considerable valor religioso. Del mismo modo, las sociedades melanesias son conocidas por los rituales en los huertos, y puede darse por supuesto que la agrosilvicultura y la horticultura tienen una importancia mágico-religiosa generalizada en las ciudades de Melanesia. En el resto del Pacífico son también comunes las plantas sagradas, como demuestra la existencia de más de 35 especies de esas plantas ('akau kakala) en huertos urbanos en Tonga.
Por último, si se promoviera la agrosilvicultura comunitaria urbana, podrían obtenerse otros beneficios, como el de contar con un centro social de actividades, obtener alimentos para los que carecen de tierras, crear oportunidades de educación ecológica o tener un lugar de reunión para mejorar el espíritu comunitario y reducir la alienación entre los diferentes grupos sociales, étnicos o raciales.
Beneficios ecológicos La importancia ecológica de la agrosilvicultura urbana es evidente. Los árboles sirven para contener el viento, dar sombra, producir oxigeno para la renovación del aire, reciclar los nutrientes del suelo, impedir la erosión y ofrecer alimentos y hábitat a animales salvajes y domésticos beneficiosos. La considerable diversidad de especies que hay en los huertos domésticos ofrece una base para la estabilidad y protección contra desastres naturales y plagas. Como señalan Soemarwoto et al. (1985), el huerto doméstico es «un agroecosistema integrado en el cual la energía solar pasa a través de las plantas a los animales y al hombre, y la materia sigue primero su ciclo y luego se recicla. Ese proceso, junto con las diversas capas de plantas, protege el suelo de los huertos y evita el agotamiento, la lixiviación y la erosión».
En vista de lo que parecen ser unas considerables ventajas nutricionales, tecnológicas, sociales y ecológicas de la agrosilvicultura urbana, se considera que, a pesar de algunos problemas, su promoción sistemática podría ser uno de los medios más directos para fomentar un desarrollo nutricional, económico, cultural y ecológico racional y sostenido.
Para promover la agrosilvicultura urbana, los gobiernos, los organismos no gubernamentales y las organizaciones locales, aldeanas o comunitarias, deberían fomentar activamente y con carácter prioritario la diversificación de cultivos y la plantación de árboles. Los servicios de extensión agrícola podrían ampliarse o reorientarse para ofrecer asesoramiento técnico sobre la arboricultura en pequeña escala en las zonas urbanas, en vez de concentrarse predominantemente en los cultivos, las actividades forestales y las empresas ganaderas en gran escala y/o comerciales, sobre todo en las zonas rurales.
Podrían realizarse proyectos experimentales de investigación para identificar los sistemas óptimos de cultivos en estaciones agrícolas y huertos modelos establecidos por grupos institucionales apropiados como, por ejemplo, escuelas y universidades, municipios, comisiones de vivienda y departamentos agrícolas y forestales. También deberían realizarse investigaciones para determinar la verdadera importancia nutricional, tecnológica, económica, social y ecológica (y los posibles inconvenientes) de la agrosilvicultura urbana y de los huertos domésticos mixtos. Los medios de comunicación deberían poner de relieve los resultados de esas investigaciones.
Los gobiernos podrían promulgar legislación para legalizar y fomentar, en vez de dificultar, la plantación y protección de los árboles y los cultivos en tierras incultas o sin explotar en las zonas urbanas y rurales, y para reducir los robos en los huertos, allí donde ello sea un problema.
Las comisiones de vivienda y los organismos de planificación podrían estudiar la posibilidad de incluir tierras para actividades agroforestales en todos los proyectos de vivienda. Podrían establecerse huertos comunitarios o reservas urbanas para el cultivo en zonas residenciales de gran densidad demográfica y edificios con varias viviendas, donde la población no tiene acceso a tierras cultivables. Las instituciones como prisiones, hospitales, residencias de ancianos, internados, cuarteles del ejército y de la policía, proyectos de vivienda por mano de obra, etc., podrían establecer reservas para huertos y programas de horticultura doméstica mixta dando prioridad a la plantación de árboles. Los huertos para los trabajadores de fábricas o empleados de las grandes compañías, los departamentos oficiales e incluso las pequeñas empresas comerciales deberían promover la plantación de árboles.
Las residencias, las comunidades, las escuelas, los hospitales y clínicas de asistencia materno-infantil, etc., deberían establecer huertos o colecciones de hierbas medicinales para mantener esas plantas y otras importantes desde el punto de vista ritual o cultural (muchas de las cuales son árboles), así como los conocimientos médicos sobre tales hierbas. imponerse a todas las escuelas, desde el nivel primario al terciario, la obligación de establecer huertos y reservas hortícolas mixtas/laboratorios para enseñanza al aire libre, que incluyan cultivos arbóreos a largo plazo y perennes, así como a corto plazo.
Los ministerios y departamentos que se ocupen de las actividades de recreo, de la juventud y de los deportes deberían estudiar seriamente la posibilidad de fomentar la plantación de árboles y la horticultura mixta como parte de sus programas, especialmente para los que no participan directamente en los deportes competitivos; los estudiantes y los grupos de servicios comunitarios podrían preparar programas de agrosilvicultura para obtener alimentos, combustible y otros productos con destino a los hospitales y a otros grupos necesitados.
Convendría realizar un esfuerzo concertado para incitar a quienes cultivan huertos domésticos a plantar o replantar árboles, sobre todo frutales y especies para la leña. Las generaciones jóvenes parecen haber abandonado las sabias prácticas del pasado y siguen dependiendo de árboles seniles poco productivos, a menudo plantados por sus padres o abuelos. Donde la superficie lo permita podrían plantarse especies frutales o forrajeras útiles, árboles nodriza para las plantas alimentarias trepadoras, etc., sobre todo a lo largo de los caminos, sendas y linderas, de manera que se obtenga la máxima productividad por unidad de superficie.
Deberían establecerse redes para la multiplicación y distribución de materiales de plantación apropiados a diferentes condiciones ambientales. Ello tendría sobre todo una gran importancia en el caso de cultivos y árboles poco utilizados pero muy productivos como algunas especies de Musa, cocotero, árbol del pan, pandano, aguacate, especies de Citrus y Annona, Moringa oleifera, varias plantas foliáceas, hortalizas y cucurbitáceas trepadoras, plantas medicinales, especies de crecimiento rápido para leña y plantas sagradas en peligro.
Indudablemente, podrían añadirse otras recomendaciones a la lista. No obstante, si los gobiernos de las islas del Pacifico, los encargados de la planificación y la política y los dirigentes de las comunidades intentaran aplicar todas esas recomendaciones sistemáticamente, el desarrollo nutricional, tecnológico, económico, social y ecológico a corto y largo plazo que podría conseguirse seria probablemente mayor del logrado aplicando sólo algunos de los planes de desarrollo agrícola, industrial, pesquero y turístico en gran escala que ahora promueve la élite administrativa de las islas del Pacifico.
La promoción sistemática de la agrosilvicultura urbana parecería satisfacer todos los objetivos que normalmente se asignan al desarrollo: aumento de la producción, crecimiento económico, creación de empleo, generación y redistribución de ingresos, satisfacción de las necesidades básicas, promoción máxima de la autosuficiencia, responsabilidad social, formación de la juventud, asistencia a los ancianos, igualdad de las mujeres, tecnología apropiada, diversificación, descentralización, conservación cultural, «salud para todos en el año 2000» y, en la mayoría de los casos, incluso protección ambiental. Además, parecería que son pocos o ninguno los métodos que permiten por si solos lograr simultáneamente todos esos objetivos, en beneficio de casi toda la población de una sociedad mejor, que la promoción y difusión de la silvicultura, tanto urbana como rural.
La agrosilvicultura ha sido siempre un elemento central en la vida de las islas del Pacifico, y ahora es parte integrante de la vida urbana de esas islas. Debe considerarse como la «raíz» del desarrollo de las islas del Pacifico, basado en un rendimiento sostenido. Debe promoverse e intensificarse sistemáticamente si se quiere que las naciones insulares del Pacífico resuelvan eficazmente los problemas que plantea el rápido aumento de sus poblaciones y de la malnutrición y las enfermedades no comunicables de origen nutricional en una situación de dependencia financiera, tecnológica, alimentaria y energética cada vez mayor del extranjero, y con una disparidad cada vez mayor entre los sectores prósperos y los desheredados. En realidad, la opción puede polarizarse entre el subdesarrollo y la pobreza extrema en las islas del Pacifico, en apariencia paradisiacas, o un empeño firme en pro de la agrosilvicultura «urbana» y la plantación de árboles como actividad autónoma y como parte de todos los proyectos de desarrollo.
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