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El desafío de la Amazonia

R. Samanez-Mercado

Roberto Samanez-Mercado es Profesor del Instituto de Forestas de la Universidad Rural de Río de Janeiro, Brasil.

Aceptar resueltamente el desafío de la Amazonia es un empeño erizado de dificultades. La enormidad de sus dimensiones geográficas, su estructura política multinacional, la diversidad biológica, la persistencia de generalizaciones y mitos, las amenazas a la ecología, la necesidad de aprovechar racionalmente la región, la exuberancia superficial y la pobreza subyacente, así como otros muchos factores, se combinan formando como un tapiz complejo y confuso. Este artículo (adaptación de un estudio más extenso preparado para la reunión que celebró en mayo de 1990, en Bogotá, Colombia, la Comisión Especial del Medio Ambiente del Tratado de Cooperación Amazónica) expone sucintamente la situación del medio ambiente en la región amazónica y describe las medidas tomadas para impulsar el empeño político de colaborar en cuanto al medio ambiente de los ocho países signatarios del Tratado de Cooperación Amazónica de 1978 (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname, Venezuela)

La subregión amazónica con su enorme superficie y complejidad es, a no dudarlo, una de las más importantes reservas biológicas existentes hoy día en el mundo. La región cubre 7,2 millones de km2, de los cuales 6,3 millones son de área forestal. Sus selvas representan el 56 por ciento del total mundial de bosques latifoliados y contienen algunos de los más complejos ecosistemas de la Tierra, con centenares de miles de especies de flora y fauna, muchas de las cuales no han sido aún identificadas. Conocer y conservar a perpetuidad este patrimonio natural constituye un aspecto fundamental para su desarrollo sostenible.

No obstante, en muchas partes de la subregión, la presión demográfica, el uso irracional y no planificado de los suelos y de la vegetación, las continuas migraciones hacia dentro y hacia fuera de la región, y la concentración en pocas manos de los derechos de propiedad y uso de la tierra, han desencadenado un progresivo deterioro. La colonización mal planificada y los esfuerzos por desarrollar cultivos de ciclo corto y una ganadería extensiva (fomentados muchas veces por incentivos económicos) están conduciendo al acelerado deterioro de algunas zonas de la región, especialmente la de la Ceja de Selva de Perú; Rondonia y Acre en Brasil; el nordeste ecuatoriano, y en el Ariari, Caquetá y el Putumayo en Colombia.

La deforestación hasta 1985 se estimaba en 79,6 millones de hectáreas (12,6 por ciento del área forestal) y desde 1980 se incrementa a razón de 4,1 millones de hectáreas anuales. La deforestación está dando lugar a graves desequilibrios ambientales, que incluyen cambios en el ciclo hidrológico, desagregación, lixiviación y compactación de los suelos; aceleración de la erosión; pérdida de diversidad de las especies; alteración de la calidad del agua y de todo el hábitat de la vida acuática e incremento de las emisiones de anhídrido carbónico causadas por las extensas quemas provocadas para desmontar selva. Desafortunadamente, no existen datos actuales para toda la región debido a la falta en casi todos los países, de programas de monitoreo y recursos técnicos. (NdR: la información está siendo actualizada con el Proyecto de Evaluación de los Recursos Forestales Tropicales 1990, de la FAO). La falta de conocimientos acerca de los recursos forestales y de la forma de aprovechar racional y sostenidamente la tierra de los trópicos húmedos, la lentitud con que se definen y se ponen bajo control y manejo las áreas de conservación y la falta de políticas que aseguren la reposición y manejo sostenible de los recursos naturales renovables están comprometiendo el desarrollo, la estabilidad del medio ambiente y hasta la paz social de la región.

Conviene mencionar que, de todos modos, en muchas partes de la región las actividades forestales son las más considerables desde el punto de vista económico, y que la renta que proporcionan reviste extraordinaria importancia dadas las escasas posibilidades alternativas. Por todo ello, es esencial asegurar la ordenación, conservación y uso sostenibles de los bosques de la subregión amazónica con base en un caudal apropiado de conocimientos científicos y socioeconómicos.

El problema forestal

La ordenación sostenible es indispensable para la conservación de la selva amazónica y para el desarrollo a largo plazo de toda la región basado en el aprovechamiento racional de los recursos naturales renovables. No obstante, a pesar de que en Perú, Brasil, Venezuela, Suriname y Guyana Francesa se hacen significativos esfuerzos en ese sentido, y a pesar también de la información que documenta claramente sus múltiple' beneficios, todavía no se ha generalizado ni se practica sistemáticamente e] aprovechamiento sostenible de los bosques naturales.

La subregión amazónica

Hay que determinar concretamente tres cuestiones, a saber: ¿es posible manejar los bosques de la región amazónica económica y sosteniblemente de modo que proporcionen nadara y productos no maderables, sin degradar para siempre el recurso ni depauperar el ambiente?; ¿puede confiar la industria en que los bosques naturales bien manejados proporcionarán una provisión suficiente y sostenible de materia prima?; ¿es posible aplicar a la situación amazónica las formas tradicionales de fomento de la economía? I

Resultaría posible contestar afirmativamente a los dos primeros interrogantes si se adoptaran medidas apropiadas de ordenación y supervisión, si se dispusiera de suficientes datos sobre incremento y producción, si se extendieran en la medida que fuera necesaria la infraestructura y las instituciones, y si se estudiaran intensivamente un número suficiente de zonas experimentales cuyas características fisiobiológicas fueran representativas. Por lo que hace a la tercera pregunta, sería necesario tomar en cuenta tanto la | madera como los productos no maderables, así como los beneficios económicos y sociales con ellos relacionados; los costos de proteger el medio ambiente; los factores de que dependa la variación del recurso forestal a corto, medio y largo plazo.

Los programas que actualmente se desarrollan en la región son insuficientes por su número y contenido para garantizar respuestas positivas a las tres citadas preguntas. Es preciso asignar la máxima prioridad a un programa de ordenación forestal sostenible, basado en el principio de que valorizar los bosques es la única manera de asegurar su conservación y el disfrute de los correspondientes beneficios sociales y económicos a la población que dependa directa o indirectamente de ellos para su supervivencia económica.

Ecología de la región amazónica: mitos y realidades

Al igual que ocurre con otras piezas del rompecabezas amazónico, la ecología de la región es objeto de muchas generalizaciones y de un relativamente escaso conocimiento científico. Es cierto que la cubierta vegetal de la subregión amazónica ejerce un efecto local moderador del clima y que (al igual que todas las plantas) produce grandes cantidades de oxígeno y absorbe anhídrido carbónico de la atmósfera. No obstante, al contrario de lo que se suele creer, aunque no se alterase la selva amazónica, ésta quedaría en equilibrio, con pocas posibilidades de contrarrestar el efecto invernadero atribuible a la quema de combustibles fósiles. Por otra parte, si prosigue la deforestación practicada mediante quemas, se liberan grandes cantidades de anhídrido carbónico que pasan a la atmósfera.

Hasta hace poco tiempo se solía creer que la Amazonia ofrece fabulosas oportunidades de desarrollo agrícola si se convierte la superficie forestal a pastizales y plantaciones siguiendo técnicas de éxito probado en otras regiones. No obstante, la fertilidad de los suelos amazónicos es más mito que realidad. Aunque, en efecto, la considerable variedad biológica incluye zonas en que la tierra es apropiada para una agricultura y una ganadería sostenibles, ésas son excepción más bien que regla. En su mayor parte los suelos amazónicos son de mala calidad y se degradan con facilidad. Según investigaciones llevadas a cabo en varias partes de la cuenca del Amazonas, aproximadamente el 94 por ciento de su superficie no es apropiada para una agricultora normal debido a la escasa fertilidad del suelo, a un elevado contenido de tóxicos alumínicos o a su escasa profundidad.

Además, al igual que en otros muchos ambientes de selva tropical húmeda, la exuberancia de la vegetación no se debe a la acumulación de nutrientes en el suelo, sino más bien al papel que desempeñan organismos (micorrizas) que crean un mecanismo de transmisión de nutrientes de ciclo corto, en virtud del cual la mayoría de las substancias nutritivas se mantiene en el interior de la propia biomasa. La selva tropical es renovable en el sentido de que, si no se la altera, o si se maneja como es debido, puede regenerarse espontáneamente con el paso del tiempo; pero es fácil que este equilibrio se rompa por la acción del hombre, en virtud, por ejemplo, de la corta y quema de extensas zonas para dedicarlas a la agricultura o a la ganadería.

La subregión amazónica por países

País

Superficie total

Amazonia

Superficie amazónica

% de la superficie del país

% de la superficie de la subregión

Brasil

8511,9

4982,0

58,5

63,4

Bolivia

1098,5

824,0

75,0

10,5

Perú

1285,2

651,0

51,0

8,3

Venezuela

912,0

419,0

46,0

5,3

Colombia

138,3

406,0

36,0

5,1

Guyana

214,9

214,9

100,0

2,7

Suriname

142,8

142,8

100,0

1,8

Ecuador

270,6

123,0

45,0

1,6

Guyana Francesa

91,0

91,0

100,0

1,2

Total

13665,2

7853,7

67,9

100,0

No obstante, como demuestran estudios concretos de numerosas prácticas tradicionales, la región tiene evidentes posibilidades para el desarrollo agroforestal, para la gestión sostenible de la fauna y de la flora y para la explotación integral de los recursos forestales. En la región en su conjunto hay por lo menos 4000 especies arbóreas cuya madera es utilizable; sin embargo, en la práctica se explotan menos de 300. Sólo tienen mercado nacional alrededor de 50 especies, y apenas una fracción de éstas entra en el comercio internacional; más del 80 por ciento en valor de las exportaciones de madera industrial de varios países de la región son de una sola especie: la caoba (Swietenia macrophylla). La mayoría de las especies estudiadas hasta la fecha son maderables; si no se usan es por la falta de mercado y, por consiguiente, por dificultades para competir con otras especies tropicales y de clima templado mejor conocidas.

Colonización espontánea en la región amazónica

Además de la producción de madera, entre los aspectos más salientes de los programas encaminados al manejo de la selva natural del Amazonas se cuentan la producción y aprovechamiento de recursos forestales no maderables como son frutos, látex, gomas, aceites, medicinas, productos de la fauna, artesanías, etc.

HACIA LA COOPERACION INTERNACIONAL PARA LA CONSERVACION Y EL FOMENTO DE LA AMAZONIA

Incumbe, por supuesto, a los países de la cuenca amazónica la responsabilidad de implantar la conservación y ordenación sostenibles en la región. Esos países necesitan reforzar su conciencia y sus actividades nacionales y regionales para incrementar su caudal de conocimientos científicos y para formular políticas individuales y conjuntas con respecto al debido aprovechamiento y colonización del Amazonas, teniendo en cuenta plenamente la conservación del ambiente y el mantenimiento de los recursos naturales y de la diversidad biológica por el bien de las generaciones futuras.

Con ese objeto, el 3 de julio de 1978 los presidentes de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela firmaron el Tratado de Cooperación Amazónica (TCA). La finalidad principal del Tratado, tal como la define su Artículo I, es promover el desarrollo armonioso de los correspondientes territorios amazónicos de modo que su acción conjunta produzca resultados equitativos y mutuamente beneficiosos y asegure también la preservación del ambiente y la conservación y aprovechamiento racional de los recursos naturales de esos territorios.

El Tratado hace hincapié en la conservación del ambiente de la región amazónica, insistiendo en la necesidad de asegurar el uso racional y sostenible de los recursos naturales de modo que eleve el nivel de vida de sus actuales habitantes y salvaguarde los derechos de las generaciones futuras.

Para alcanzar las metas del TCA se concibieron también varias estructuras y mecanismos, entre ellos:

· reuniones de los Ministros de Relaciones Exteriores de los signatarios para formular directivas comunes de política, evaluar el progreso y tomar las decisiones concretas que puedan ser necesarias;

· un Consejo de Cooperación Amazónica con la responsabilidad de aplicar las decisiones tomadas en las reuniones de los Ministros de Relaciones Exteriores y de monitorear cómo se alcanzan las metas y objetivos del TCA;

· una secretaría pro tempore, a cargo por rotación de cada uno de los países participantes;

· comisiones nacionales permanentes;

· una serie de comisiones con el mandato de «estudiar problemas concretos o asuntos relacionados con las finalidades de este Tratado».

Aunque el TCA significaba un sólido cimiento teórico para la colaboración, en el curso del primer decenio subsiguiente a su firma hubo relativamente poca cooperación práctica de los signatarios. En cambio, se adelantó significativamente a nivel de cada país por lo que hace a revisar las políticas y prácticas ambientales. Por ejemplo, en Colombia, el Sistema de Parques Amazónicos ha aumentado en tamaño de 590000 hectáreas a más del 5 millones de ha y se introdujo en la I región una nueva institución jurídica (Distritos de Ordenación Integrada) para que contribuya a incorporar el concepto de desarrollo sostenible. La Política Ambiental del Territorio Amazónico se caracteriza por la falta de actividades que fomenten la minería en gran escala, y por la insistencia en la conservación de los ecosistemas regionales. Recientemente, el Brasil ha eliminado los incentivos financieros para el desmonte de la selva amazónica, prohibiendo la exportación de madera rolliza, y ha realizado varias campañas de sensibilización ecológica.

Estos preparativos hechos a nivel nacional, combinados con una avalancha de presión popular y política que conmina a resolver el problema de la deforestación, convencieron a los países de la región de que era indispensable reconfirmar su empeño de hacer realidad los principios del Tratado de Cooperación Amazónica.

Posteriormente, en marzo de 1989, los Ministros de Relaciones Exteriores de los signatarios del TCA, reunidos en Quito, Ecuador, decidieron «constituir una Comisión Especial del Medio Ambiente de la Amazonia (CEMAA) para que ... cada país miembro pueda ... estimular las investigaciones ambientales para averiguar cuáles son los peligros presentes y potenciales con que se enfrenta la región, prevenir el deterioro de los recursos naturales de la Amazonia, en particular la deforestación y degradación del suelo, estudiar metodologías comunes para evaluar los efectos sobre el ambiente, preparar programas y proyectos, estudiar los ofrecimientos de cooperación en materia ambiental y examinar la compatibilidad posible de la legislación sobre el medio ambiente».

Siguiendo muy de cerca este compromiso para la gestión del ambiente, en mayo de 1989, reunidos en Manaos, Brasil, con el propósito de realizar una reflexión conjunta sobre los intereses comunes en la región amazónica y, en particular, sobre el futuro de la cooperación para el desarrollo y la protección del rico patrimonio de sus respectivos territorios amazónicos, los presidentes de los países signatarios del TCA adoptaron la Declaración de la Amazonia. Entre otras cosas, la Declaración de la Amazonia afirma la disposición de los países «de dar todo impulso político ... al esfuerzo ... en el marco del Tratado de Cooperación Amazónica», y expresa concretamente su apoyo para poner en actividad la Comisión Especial del Ambiente.

Con apoyo económico de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se celebró en Brasilia del 22 al 24 de noviembre de 1989 la primera reunión de la Comisión Especial para el Medio Ambiente, con la finalidad esencial de dar nuevo y decisivo ímpetu no sólo a la investigación, evaluación y análisis de los recursos naturales, sino también de concretar medidas encaminadas a detener el rápido deterioro de la calidad del medio ambiente.

Las actividades de la Comisión se dividen en ocho áreas prioritarias:

· evaluación de los recursos naturales renovables, zonificación agroecológica y monitoreo de las alteraciones en el uso de la tierra;

· ecología, biodiversidad y dinámica de las poblaciones;

· fauna silvestre;

· recursos hidrobiológicos;

· defensa y aprovechamiento de los recursos forestales;

· planificación y manejo de áreas protegidas;

· unificación y/o interrelación de metodologías para la evaluación de impactos ambientales, compatibilización de las legislaciones ambientales e intercambio de informaciones sobre programas nacionales de protección del medio ambiente en la región amazónica;

· investigación ambiental.

Evidentemente, esos programas tendrán que estar interrelacionados si se quiere que contribuyan efectivamente a la solución de los conflictos en el uso y manejo de los recursos naturales, y en la remoción de las causas de deterioro ambiental y de destrucción de la base productiva de los recursos naturales.

En su primera reunión, de acuerdo con la decisión de la reunión en Quito de los Ministros de Relaciones Exteriores, la CEMAA examinó las posibilidades de cooperación y de asistencia técnica y financiera en asuntos relacionados con el medio ambiente, en el marco de las ocho áreas prioritarias. La Comisión observó que todos los países de la región amazónica estaban a punto de adoptar los principios del Plan de Acción Forestal en los Trópicos, al que calificaron de «mejor mecanismo para integrar y armonizar políticas y programas que estimulen las inversiones y la cooperación». La Comisión hizo notar la conveniencia de elaborar un Plan de Acción Forestal subregional dedicado específicamente a la región amazónica.

A pesar de su aparente exuberancia, la mayor parte de la región amazónica no es apropiada para una agricultura sostenible

Finalmente, en lo que hay que considerar como más enérgica manifestación de empeño político de colaboración entre los países del Amazonas, la cuarta reunión del Consejo de Cooperación de la Amazonia, celebrada en Bogotá, Colombia, en mayo de 1990, aprobó una resolución sobre coordinación política de los debates multilaterales sobre el ambiente. En ella los países convienen en coordinar su posición con vistas a participar en reuniones internacionales sobre, entre otras cosas: alteraciones del clima, incluida la protección de la capa de ozono; la protección de la diversidad biológica del planeta, y los preparativos para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, que se celebrará en 1992.

Paralelamente a los esfuerzos de los propios países del Amazonas, se ha acentuado significativamente el interés internacional por esta región y se habla de su situación en términos cada vez más dramáticos. Las selvas del Amazonas no están necesariamente condenadas a desaparecer o a quedar reducidas a manchas aisladas como, con el tiempo, le ha ocurrido a las selvas de otras partes del mundo. Pero evidentemente los problemas de ocupación, deforestación y degradación ambiental de la subregión son graves y requieren una aportación internacional proporcional a la percepción que se tenga de sus consecuencias globales.

Lo que hace falta es un esfuerzo concertado con base en una cooperación genuina, que reconozca no sólo la autoridad soberana de los países del Amazonas sobre sus territorios, sino también que la conservación y el desarrollo están indisolublemente ligados. Partiendo de ahí, hay muchas formas posibles de colaboración internacional, intra y extrarregional, que se orienten a un mismo tiempo al desarrollo sostenible y a la preservación del medio ambiente.

No obstante, en la práctica, la actuación de los países desarrollados con respecto al reto que plantea la Amazonia, ha sido hasta la fecha de alcance limitado y de modesta intensidad. Se han ejecutado varios interesantes y muy apreciados programas de capacitación, investigación y reforestación, pero a un nivel que está muy lejos de ser señal en las condiciones socioeconómicas de la subregión amazónica y de los países que comparten este recurso.

Nunca como hoy ha sido objeto de tanta atención la conservación y el uso racional de los recursos naturales, y los países signatarios del Tratado de Cooperación Amazónica nunca han estado tan concientes de lo imperativo que es dar pleno apoyo a la conservación de los recursos naturales renovables en sus respectivos países y en la totalidad de la región. Todos los gobiernos han tomado medidas. concretas y convincentes para demostrar su firme resolución de empeñar todo el apoyo político, técnico y financiero que sean necesarios para garantizar la conservación y el desarrollo sostenible de la cuenca del Amazonas. Con ocasión de la Segunda Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre el Ambiente, que se reunirá en el Brasil en 1992, podrán todas las naciones del planeta demostrar un empeño paralelo de ayudar a los países del Amazonas a enfrentarse eficazmente con el desafío que se les plantea.


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