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Definición, interés y alcance del concepto


Foto 2. Pequeñas repoblaciones y setos rurales en Saint-Floret, Francia (© Bellefontaine/Cirad)

El concepto del árbol fuera del bosque es cada vez más objeto de reflexión y discusión. El enfoque dado al papel desempeñado por los árboles fuera del bosque, en la gestión sostenible de los recursos naturales y la ordenación del espacio urbano, se precisa cada día más. Los árboles fuera del bosque señalan su presencia en múltiples sistemas, tanto en los agroforestales y silvopastorales como en los que integran la silvicultura urbana, rural o comunitaria.

Definición y tipología

El término árbol fuera del bosque, neologismo aparecido en 1995, nos remite en su expresión al bosque y se determina por defecto de espacios forestales. Por consiguiente, la precisión de esta denominación pasa por una lectura de la definición de los bosques, sabiendo que varía de un país a otro, adaptándose a los fines ambientales, a los intereses económicos y a las situaciones locales. Por ejemplo, algunos países han adoptado posiciones diferentes sobre la integración o no de las plantaciones en la categoría de bosque (o tierras forestales)1 . En Zimbabwe, las grandes plantaciones establecidas con fines comerciales son consideradas como bosques, mientras se descartan las creadas en tierras previamente utilizadas por la agricultura (Moyo, 1999). La inclusión de las plantaciones en el recuento de las superficies forestales puede a veces enmascarar el desmonte. En ciertos países, como Brasil, Colombia, Haití, Honduras y Perú, no existe ninguna definición legal del bosque ni del árbol. Observemos, no obstante, que las leyes nacionales, o códigos distintos del código forestal, pueden dar una definición.

Los criterios de definición de los bosques se basan, frecuentemente, en la noción "de ocupación del suelo" o en la "de utilización de las tierras", o a veces en la combinación de ambas. La ocupación del suelo se refiere a las formas de cobertura física del suelo, observable mediante vistas aéreas o por satélite, y a su estructura; incluye la vegetación natural o plantada. La utilización de las tierras, dimensión compleja de tratar y más sensible que la ocupación del suelo, se refiere a la función y a los modos de utilización de las tierras, es decir, a actividades emprendidas para producir bienes y servicios. Así, una tierra, cuya ocupación del suelo es uniforme, puede tener varios usos (FAO, 1997a). Estas dos nociones, estrechamente vinculadas, pueden dar lugar a confusiones en las clasificaciones, puesto que cada una de ellas recurre a métodos diferentes y se inscribe en problemáticas especificas. Dado que la gestión del recurso arbóreo o de un territorio se basa en informaciones que tratan a la vez de la ocupación del suelo y de la utilización de las tierras, se hace necesario distinguir y armonizar estos dos conceptos.

El objetivo de la definición influye también en su contenido. Por ejemplo, las definiciones biológicas se basan generalmente en parámetros estructurales, mientras que las definiciones legales indican el estado jurídico de las tierras, dando siempre información sobre la vegetación y la cobertura del suelo (Cuadro 1). Numerosas tierras que dependen del régimen forestal están sin árboles, sin cambiar por ello de estado.

Debido a la variedad de formaciones boscosas encontradas, a la diversidad de formas de clasificación utilizadas y a la multiplicidad de objetivos que se pretenden (Recuadro 1), resulta una empresa difícil casi imposible definir el bosque de forma universal. La evaluación de los recursos forestales 2000 ha establecido, por primera vez, el consenso sobre una definición única del bosque con un mínimo del 10 por ciento de cubierta forestal.

Para definir los árboles fuera del bosque, es prudente referirse a una definición que cubra de forma similar y común los recursos forestales, como la propuesta por la FAO para realizar la evaluación de los recursos forestales. Esta definición y sus corolarios (FAO, 1998b) (Anexo 1), que permiten una cierta clasificación, constituyen unas normas para recoger datos estadísticos a escala mundial, teniendo claro que pueden existir diferencias con las definiciones empleadas por los países en el marco de sus políticas y actividades forestales. El primer objetivo de la evaluación de los recursos forestales es permitir una estimación normalizada y comparable de los bosques del mundo.

Para la FAO, la definición del bosque, o de las tierras forestales, se basa en la estructura de la formación (porcentaje de cubierta arbórea, altura de las especies leñosas) y su superficie. Las otras tierras boscosas reagrupan las formaciones arbustivas y los barbechos forestales. Los arbustos son "plantas perennes leñosas cuya altura en la madurez está generalmente comprendida entre 0,5 y 5 metros y que no tienen una copa definida". Los límites de altura de los árboles y arbustos deben ser interpretados con flexibilidad, especialmente en lo referente a la altura mínima de los árboles y a la altura máxima de los arbustos, que pueden variar aproximadamente entre 5 y 7 metros" (FAO, 1998b). Esta definición engloba, pues, al conjunto de las formaciones leñosas bajas. En cuanto a los sistemas de barbecho forestal, "se refieren a todos los complejos de vegetación leñosa que proceden del desmonte de bosques naturales para la agricultura sobre superficies quemadas. Consisten en un mosaico de diferentes fases de reconstitución forestal e incluyen bosquetes no desmontados y campos agrícolas que no pueden distinguirse, en particular a partir de imágenes del satélite. El sistema de barbecho forestal es una clase intermedia entre los bosques y las tierras no forestales. Una parte de esta superficie puede parecer como bosque secundario. Incluso la parte puesta en cultivo puede parecer a veces como bosque por la presencia de una cubierta arbórea. No siempre es posible una separación exacta entre el bosque y el barbecho forestal" (FAO, 1998b). Los barbechos "forestales" están incluidos en "otras tierras boscosas" y los barbechos "agrícolas" forman parte de las tierras agrícolas.

Recuadro 1 .

Diversidad de las definiciones de bosque

Según el uso principal del suelo: en Bolivia, un terreno forestal es una superficie cubierta de bosques naturales, cultivados y destinados a diferentes usos; son también terrenos sin árboles que pueden ser reforestados. Las praderas y pastizales, con árboles o arbustos dispersos, no constituyen terrenos forestales.

Según la cubierta boscosa: en Chile se considera como bosque toda zona cubierta por formaciones vegetales (siendo predominantes los árboles) de más de 5.000 m2 y 40 m de anchura, con una cobertura arbórea superior al 10 por ciento (zonas áridas y semiáridas), o al 25 por ciento de la superficie en zonas con condiciones más favorables.

Para los países que hacen referencia a la cobertura forestal en su definición, el umbral considerado para la cubierta es variable, yendo de menos del 10 por ciento, como Irán, al 70 por ciento, como Costa Rica, incluso más: 75 por ciento en Sudáfrica (Cuadro 1).

Según la ley: en Gabón, la ley nº 1/82 (llamada de orientación en materia de aguas y bosques) distingue dos categorías de bosques: los bosques protegidos y los bosques nacionales catalogados. Los bosques protegidos, parte del dominio privado del Estado, pueden ser enajenados y son lugar predilecto de los "derechos de uso consuetudinario". Los bosques nacionales comprenden los bosques de producción con vocación permanente, los perímetros de reforestación, los parques nacionales de vocación forestal, los bosques protectores, los bosques recreativos, los jardines botánicos, los arboretos y los santuarios de ciertas especies vegetales, las reservas integrales de especies vegetales y las áreas de explotación racional de la fauna. Además, la ley precisa que el ejercicio de derechos de uso consuetudinario está prohibido en los bosques nacionales catalogados.

Cuadro 1. Clasificación de los países según la referencia a la cubierta en la definición nacional del bosque.

Porcentaje de cubierta forestal

Menos de 10%

10%

20%

30%

30% ó más

España

Chile (zona seca)

Afganistán

Australia

Sudáfrica

Irán

Eritrea

Albania

Austria

Alemania

Suecia

Estados Unidos

Bélgica

Camboya

Costa Rica

Taiwan

Fidji

Chile (zona húmeda)

Estonia

Dinamarca

 

Francia

China

Japón

Etiopía

 

Gambia

Irlanda

Marruecos

Jamaica

 

Grecia

Italia

Rusia

Kenia

 

India

Kirguizistán

Vietnam

Malawi

 

Israel

Liechtenstein

 

Panamá

 

Luxemburgo

Lituania

 

Sudán

 

Malasia

Mozambique

 

Tanzania

 

México

Namibia

 

Ucrania

 

Papua Nueva Guinea

Nueva Zelanda

 

Zimbabwe

 

Portugal

Reino Unido

   
 

Turquía

Somalia

   
 

Yemen

Suiza

   

Fuente: FAO (1993)



Figura 1. Clasificación de las tierras emergidas e de las aguas


Figura 2. Clasificación de las tierras boscosas (FAO, 1998b).


Figura 3. Ensayo de clasificación de los árboles fuera del bosque.

Recuadro 2 .

Definición de los árboles fuera del bosque

Los árboles fuera del bosque se refieren a los árboles* que se encuentran en tierras que no pertenecen a la categoría de tierras forestales (o bosques) y otras tierras boscosas. Pueden, encontrarse, por tanto, en tierras agrícolas (incluído praderas y pastizales), en tierras construidas (que incluyen establecimientos humanos e infraestructuras) y en tierras desnudas (que incluyen dunas de arena y afloramientos rocosos). Comprenden igualmente los árboles en tierras que tienen las características de bosques y otras tierras boscosas, pero i) cuya superficie es inferior a 0,5 hectáreas; ii) los árboles pueden alcanzar in situ una altura mínima de 5 metros cuando son adultos, pero cuyo material en pie es inferior al 5 por ciento; iii) los árboles no alcanzan in situ 5 metros cuando son adultos, pero su material en pie es inferior al 10 por ciento; y iv) los árboles forman pantallas de abrigo y ripisilvas de menos de 20 metros de anchura y cubren una superficie de 0,5 hectáreas.


Foto 3. ¿Árboles fuera del bosque o bosque de sabina albar? Tizi Bou Zabel, 2.400 m, Marruecos.
(© Bellefontaine/Cirad)

Recuadro 3 .

Ejemplos de ambigüedades en la definición de los árboles fuera del bosque

En Asia, los campesinos desmontan el bosque y plantan a continuación especies leñosas productivas que vuelven a formar con rapidez una cubierta densa. En Sri Lanka, los huertos caseros, a pesar de su escasa superficie (0,1 a 0,4 hectáreas), presentan una gran diversidad de especies; en los sectores húmedos, se observan 46 especies por unidad y 180 por hectárea (Sharma, 2000). Su cubierta o la de los agro-bosques de Indonesia no permite un cultivo en el suelo. Los productos explotados (resina de árboles, frutos, madera, etc.), gracias a una larga experiencia campesina, pueden ser calificados como agrícolas, o al contrario como forestales según la estructura del sistema. Además, si se considera la cubierta del suelo o el uso de la tierra, los sistemas agroforestales complejos pueden ser integrados en las estadísticas forestales o, por el contrario, ser descartados de las mismas.

*Árbol: la expresión "árboles fuera del bosque" comprende árboles y arbustos.


Fuente:FAO, 2001b

Siendo bastante precisa la definición de "bosque" establecida por la FAO se puede intentar definir la noción de árbol fuera del bosque. Se trata de "aquellos árboles que están en tierras que no pertenecen a la categoría de bosques (o tierras forestales) ni a la de otras tierras boscosas" (Figura 1 y 2). Los árboles fuera del bosque comprenden los árboles y arbustos existentes en tierras agrícolas, en tierras construidas y en tierras desnudas (Recuadro 2). Constituyen los sistemas agroforestales, huertos, bosquetes de escasa superficie y se encuentran en praderas, espacios pastorales, explotaciones agrícolas y zonas urbanas y periurbanas. Pueden estar diseminados a lo largo de los ríos, canales, carreteras o en jardines, parques y ciudades (Figura 3).

Recuadro 4 .

Idea resumida de las múltiples facetas de los árboles fuera del bosque

Entre otras características, los árboles fuera del bosque satisfacen muchas necesidades familiares y están integrados en las estrategias de producción, consumo y obtención de rentas de las poblaciones. Proporcionan productos de primera importancia a nivel alimentario, tanto para el hombre como para el ganado (frutos, semillas, nueces, forraje, etc.) o no alimentario (farmacopea, madera de construcción, de trituración, de leña y para uso doméstico, fibras, hojas, etc.) Además, los árboles fuera del bosque, al igual que los árboles de los sistemas forestales, prestan múltiples servicios directos (calidad del medio ambiente, conservación de los ecosistemas, sombra, etc.) e indirectos, como la creación de empleo, el desarrollo de sectores industriales y artesanales y la apertura de mercados.

Los árboles fuera del bosque pueden responder a funciones de producción (huertos, árboles de campo y otros sistemas agroforestales), a funciones de protección (paisajísticas y ecológicas) o a fines ornamentales (árboles en la proximidad de viviendas, parques, ciudades). Pueden obedecer a una dinámica natural y entonces no son conservados: bosquetes, galerías forestales, ripisilvas estrechas. En cuanto a organización espacial, pueden estar dispersos sin continuidad (árboles situados en tierras agrícolas y pastorales), en alineación con continuidad lineal (bordes de parcelas, carreteras, canales, a lo largo de cursos de agua, alrededor de lagos, en ciudades), o bien en conjuntos de dimensiones reducidas que presentan un continuo espacial (árboles agrupados en bosquetes, bosques sagrados, parques urbanos) (Alexandre et al., 1999).

Aunque, este intento de definición del árbol fuera del bosque, parece en principio claro, muestra ciertas limitaciones cuando se trata de aplicarlo en la práctica. En primer lugar, requiere un buen dominio de las definiciones de los bosques y las otras tierras boscosas, cuyas fronteras, según los contextos, no son siempre claras. Por ejemplo, surgen dificultades de interpretación para formaciones vegetales tales como los bosques-galería, los oasis, las sabanas atigradas, ciertas plantaciones como los cafetales o los palmerales, los barbechos agrícolas, ciertos sistemas agroforestales complejos y plantaciones de especies forestales en explotaciones agrícolas (Recuadro 3).

También es delicada la clasificación de los huertos. Su objetivo principal es la producción alimentaria (aceitunas, manzanas, dátiles, hojas de baobab, etc.). Generalmente son considerados como cultivos agrícolas y sus productos entran en las estadísticas agrícolas. En cuanto a los huertos empradizados2 , reúnen las ventajas de los huertos y los pastizales.

Por otra parte, en América Latina, cuando se hacen los inventarios, se plantean problemas de delimitación entre el ámbito forestal y el sistema arbóreo fuera del bosque, en: i) los sectores con sabanas como los cerrados en Brasil; ii) las plantaciones de cacao bajo cubierta arbórea; iii) las plantaciones de café (en Costa Rica, el café crece bajo una cubierta clara, mientras que en Honduras las plantaciones tienen más árboles y mayores); iv) las tierras de pastos con árboles cuya densidad, variable, puede aproximarse a la de un bosque, y v) los huertos tienen a veces apariencia similar a las plantaciones forestales en las imágenes satélite (Klein, 1999).


Foto 4: Estabilización de una duna con Prosopis spp. y Leptadenia pyrotechnica en Mauritania, (© Cossalter/Cirad)

Todos estos interrogantes parecen importantes cuando se trata de inventariar formaciones leñosas con fines de planificación, cualquiera que sea el nivel, desde el local al internacional. Y el ejercicio es todavía más complejo y las ambigüedades más numerosas para un recurso como los árboles fuera del bosque, caracterizado por su "uso múltiple", su diversidad de formaciones boscosas y su gama de especies con disposiciones variadas en ambientes urbanos y rurales.

Discutir las definiciones no carece, por tanto, de interés: incluir o no tierras en tal o cual categoría tiene sus consecuencias en los campos de competencia de las instituciones y de las estructuras correspondientes, sobre los mandatos y facultades de gestión de los agentes afectados, y sobre las modalidades de acceso, tipos de uso y formas de apropiación de los recursos arbóreos. No es posible todavía una definición de los árboles fuera del bosque que integre todas sus características, pero sí es factible su jerarquización a partir de criterios de clasificación (superficie, altura, tasa de cubierta arbórea, utilización de las tierras, ocupación del suelo), y también es posible su clasificación en función de sus usos y de su organización espacial. Las denominaciones "árboles fuera del bosque" o "sistemas leñosos fuera del bosque" no abarcan totalmente su diversidad y riqueza, la una porque está ligada por defecto a los bosques, y la otra porque oculta una parte de la gama de sus productos. ¿Hay que optar por otra denominación?, o ¿hay que mantenerla y precisar su alcance? Ya se ha usado ampliamente el término; las confusiones sólo aparecen en casos límite (esto es válido en todos los campos). Está establecida por tanto para durar y ayudar a clarificar los conceptos y las políticas sobre conservación, ordenación y desarrollo de los recursos leñosos en su conjunto.


Foto 5. Parque agroforestal de Faidherbia albida cerca de Ségou, Mali. (© Faiduti/FAO)

Interés prestado a los árboles fuera del bosque

El árbol forma parte de numerosos ambientes no forestales: árboles de campo, árboles de ciudad, árboles agarrados a las pendientes de las montañas o formando alineaciones o pequeños bosquetes. Hasta ahora, los sistemas forestales han sido objeto de más atención que los árboles fuera del bosque, aunque sean tan familiares y estén bien integrados en nuestros paisajes. La legislación y la política no consideran todavía a los árboles fuera del bosque como una entidad de pleno derecho, a pesar de su importancia ecológica, económica y social (Recuadro 4). Recientemente, los puntos de vista sobre este recurso leñoso han cambiado, incluso se han invertido. Un interés creciente, que proviene entre otros de instituciones internacionales, sitúa a los árboles fuera del bosque en el campo de las discusiones científicas, económicas y políticas, inscribiéndolos así en la historia del medio ambiente y el desarrollo.

En los años 70, la degradación climática en los diversos continentes ha motivado la afluencia de ayuda internacional hacia los países golpeados por la sequía y la desertificación. Se han realizado numerosas reforestaciones. En los años 80, las investigaciones agroforestales se han multiplicado. Estos trabajos han dado prioridad al papel desempeñado por el árbol en la fertilidad de los suelos y en el desarrollo rural. En junio de 1992, en Río de Janeiro, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD) ha marcado un giro en los enfoques del desarrollo: las nociones sobre el medio ambiente, el desarrollo sostenible y la diversidad biológica han sido objeto de debate. Los bosques tropicales húmedos, considerados como una reserva de diversidad biológica extremadamente amenazada por la explotación de la madera y la expansión de las tierras agrícolas, han logrado un interés sin precedentes. Se han fomentado las plantaciones de árboles, especialmente para el almacenamiento del carbono. En consecuencia, desde los años 80, se ha prestado una atención cada vez mayor a los productos forestales no leñosos, relegados hasta entonces a la situación de productos secundarios con relación a la madera, atención que viene a sumarse a las necesidades de información cada vez mayores sobre el conjunto de los recursos arbóreos.

El árbol, y en particular el árbol fuera del bosque, será considerado en lo sucesivo por su contribución al bienestar de las poblaciones, a la economía y al medio ambiente. Además, el desarrollo sostenible, popularizado desde 1987, da a los árboles fuera del bosque una nueva amplitud que sobrepasa los enfoques sectoriales, como la agrosilvicultura que ha resaltado los aspectos de producción y fertilidad de los suelos, o la silvicultura urbana, que subraya las funciones ornamentales y paisajísticas. Por su papel productivo, ecológico y social, los árboles de los espacios rurales y urbanos se encuentran en una misma entidad y representan un medio en favor del desarrollo sostenible y un instrumento de primer orden para un enfoque multisectorial integrado.

Disciplinas y campos interesados

Los árboles fuera del bosque crecen en diferentes espacios con vocaciones diversificadas y cubren una gama de formaciones arbóreas y arbustivas con un gran número de especies. En consecuencia, interesan a numerosas disciplinas, que van de la agronomía al urbanismo, de la sociología a la biología y entran en el campo de competencias de sectores tan variados como la agricultura, el medio ambiente y la ganadería, siendo objeto de estudios en numerosos campos como arboricultura frutal, sistemas de explotación y apicultura. Son un recurso fundamental de los sistemas agroforestales, crucial para el silvopastoreo y centro de la silvicultura rural, urbana y comunitaria.

Los árboles fuera del bosque, presentes en la mayoría de los paisajes rurales, integran una gran parte de los sistemas agroforestales. El Centro Internacional de investigación agroforestal (ICRAF) define la agrosilvicultura como un sistema dinámico, con fines ecológicos y de gestión de los recursos naturales (vegetales y animales) que, mediante la integración de los árboles en las explotaciones y los espacios agrícolas, diversifica y contribuye a la producción, aumentando así los beneficios sociales, económicos y ambientales en favor de todos los usuarios. Desde finales de los años 70 y del informe de Béné et al. (1977) que ha despertado un interés mundial por la agrosilvicultura, se han llevado a cabo numerosas investigaciones, que tratan de la asociación árboles-cultivos-animales, en casi todos los países en desarrollo y en ciertos países industrializados. A pesar de algunos fracasos subrayados por Budowski (1981) o Lundgren (1980), se han propuesto frecuentemente soluciones agroforestales para fomentar el desarrollo agrícola en las zonas tropicales. Los recientes trabajos sobre la valorización de los árboles de uso múltiple y la domesticación de los árboles para producciones distintas de la madera (Leakey et al., 1996), han permitido medir mejor y promover las potencialidades de utilización de los árboles en situaciones no forestales. Aunque se comprende que la agrosilvicultura es una práctica antigua, el interés otorgado al árbol y su valorización han provocado en parte, sin ninguna duda, la conciencia existente en la actualidad sobre los árboles fuera del bosque.

En los sistemas ganaderos, los árboles desempeñan un papel preciso, constante u ocasional, principal o accesorio; su presencia y sus disposiciones no son nunca resultado del azar, sino que, pueden ser por el contrario, intencionales. Así, en función de la presencia o disposición de ciertas especies, los árboles fuera del bosque pueden marcar sin duda la huella de la ganadería en un paisaje. Los sistemas silvopastorales se caracterizan muchas veces por una yuxtaposición de parcelas de bosque no pastadas y de pastizales arbolados. Las especies leñosas presentes son unas veces espontáneas y preservadas, y otras veces plantadas y asociadas a especies locales o introducidas. Los setos y bosquetes que sirven de abrigo y los cortavientos están con bastante frecuencia combinados con los pastizales. Cada paisaje agrosilvopastoral tiene su propia originalidad, que se caracteriza por los usos de producción y las especies favorecidas o instaladas.

La silvicultura, rural o urbana, privada o comunitaria, integra igualmente los árboles fuera del bosque, que dependen, tanto de las demandas de los ciudadanos como de los usos campesinos. La silvicultura urbana (y periurbana) comprende la gestión de árboles aislados o agrupados, plantados o espontáneos en lugares urbanos (Besse et al, 1998). Este término abarca la arboricultura, los espacios verdes y las repoblaciones forestales periurbanas. La calidad de vida en un ambiente de construcciones e inerte, y la estética del paisaje, dependen de esta vegetación que debe adaptarse a un gran número de limitaciones: poco espacio y suelo, aire contaminado, agresiones de hombres y animales, podas repetidas, etc. La silvicultura urbana y periurbana se interesa cada vez más por los aspectos ecológicos y paisajísticos. Si en la mayoría de las grandes ciudades de los países en desarrollo no existe ningún presupuesto ni plan de gestión de los árboles urbanos, en las ciudades de los países industrializados los árboles forman parte de un plan de ordenación integrado del territorio urbano. Por su parte, la silvicultura social ha conocido progresos significativos en los años 80, principalmente para responder al problema del aprovisionamiento de leña de las comunidades rurales. Paralelamente, la silvicultura rural está con frecuencia asociada al desarrollo rural (Sharma, 1993), como en la India, donde la política forestal desde 1961 había considerado este tipo de silvicultura con el fin de repoblar las tierras comunitarias y nacionales no utilizadas. Ocurre lo mismo con la silvicultura comunitaria, que hace hincapié además en la responsabilidad de las poblaciones para que sean las verdaderas gestoras de los recursos arbóreos y, por tanto, las verdaderas promotoras de su desarrollo (Thompson, 1994).

El árbol fuera del bosque es un recurso cuyos límites, en cuanto a campos de intervención y dominios de competencia, son casi inexistentes, debido a la diversidad de los sectores y agentes implicados. Esta particularidad hace del árbol fuera del bosque un verdadero desafío para una gestión integrada y sostenible de los recursos en su conjunto.


1 La categoría de bosque, denominada igualmente terrenos forestales, incluye las plantaciones forestales definidas como poblaciones de árboles establecidas por plantación o siembra mediante un proceso de forestación o reforestación, y compuestas tanto de especies introducidas como de especies locales (una o dos especies en plantación, de la misma clase, siguiendo un espaciamiento regular) (FAO, 1998b); ver también el anexo 1.

2 Huertos con prados o empradizados. Son superficies que tienen siempre hierba, asociada con árboles frutales, cuya densidad es inferior a 100 por hectárea. La producción de hierba es predominante (Pointereau y Bazile, 1995).

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