En los años noventa, se apreció una disminución en el crecimiento del consumo mundial de cereales. Esto no fue debido a limitaciones de la capacidad de producción, sino más bien a un crecimiento más lento de la demanda causado por factores excepcionales y en su mayoría transitorios. Volverá a crecer el consumo, lo que dará lugar a una dependencia creciente de las importaciones de los países en desarrollo. Existe el potencial para que exportadores nuevos y tradicionales remedien este desequilibrio, pero será necesario resolver problemas de seguridad alimentaria y de degradación medioambiental. |
Los cereales siguen siendo con gran diferencia la fuente de alimentos más importante del mundo, tanto para el consumo humano directo como, de una manera indirecta, para los insumos de la producción pecuaria. Por tanto, lo que ocurra en el sector de los cereales será crucial para los suministros mundiales de alimentos.
Desde mediados de los años sesenta, el mundo ha conseguido aumentar la producción de cereales en casi mil millones de toneladas. A lo largo de los próximos treinta años tendrá que repetir la hazaña. ¿Está la tarea dentro de sus posibilidades?
La tasa de crecimiento de la demanda mundial de cereales disminuyó hasta un 1 por ciento anual en los años noventa, desde un 1,9 por ciento en los ochenta y un 2,5 por ciento en los setenta. El consumo mundial anual de cereales per cápita (incluidos los piensos) alcanzó su nivel máximo a mediados de los años ochenta en 334 kg y desde entonces ha descendido a 317 kg (media del período 1997-99).
Algunos pensaron que esta rápida disminución era el heraldo de una nueva crisis alimentaria mundial. Se interpretó como un síntoma de que el mundo estaba alcanzando los límites de su capacidad de producción de alimentos y que la seguridad alimentaria pronto sufriría serias amenazas.
De hecho, el consumo medio de cereales per cápita en los países en desarrollo ha ido aumentando continuamente a lo largo de los cuatro últimos decenios. La disminución del crecimiento del consumo mundial no fue debida a limitaciones de producción, sino a una serie de factores que limitaron la demanda. Entre estos factores, algunos siguen influyendo y están muy difundidos:
Sin embargo, otros factores son en gran medida transitorios. Estos incluyen los siguientes:
La influencia de estos factores transitorios ya está comenzando a desaparecer. A lo largo de los próximos quince años, dejarán gradualmente de deprimir el crecimiento de la demanda de cereales, cuya recuperación está prevista que crezca hasta alcanzar una tasa anual del 1,4 por ciento en el año 2015.
Mirando hacia un futuro a largo plazo, el menor crecimiento de la población y la estabilización del consumo de alimentos en muchos países seguirá frenando la demanda, cuyo crecimiento se espera que se reduzca al 1,2 por ciento anual a lo largo del período 2015 a 2030. No obstante, la tarea de producción que tiene ante sí la agricultura mundial es impresionante. Para el año 2030, se necesitarán cada año mil millones de toneladas más de cereales. Naturalmente, algunos sucesos imprevisibles como fuertes aumentos del precio del petróleo y espectaculares crisis o rachas de crecimiento pueden modificar la demanda efectiva durante breves períodos pero no cambiarán mucho el panorama total.
En los países en desarrollo, la demanda de cereales ha crecido con mucha mayor rapidez que la producción. Las importaciones netas de cereales de estos países aumentaron desde 39 millones de toneladas anuales a mediados de los años setenta hasta 103 millones de toneladas en 1997-99, lo que representó pasar del 4 por ciento de su consumo de cereales al 9 por ciento. En los próximos años, es probable que aumente esta dependencia de las importaciones. En el año 2030, los países en desarrollo podrían importar anualmente 265 millones de toneladas de cereales, es decir, el 14 por ciento de su consumo.
Aunque este incremento pueda parecer espectacular, representa una tasa de crecimiento más pequeña en los tres próximos decenios que desde mediados de los años setenta. Si no aumentan los precios reales de los alimentos, y la industria y los servicios crecen como lo han hecho anteriormente, la mayoría de los países podrán importar cereales para satisfacer sus necesidades. Sin embargo, los países más pobres con la peor seguridad alimentaria también tienden a ser los menos capaces de pagar sus importaciones.
Demanda mundial de cereales de 1965 a 2030 |
Fuente: datos y proyecciones de la FAO |
Los países en desarrollo se harán cada vez más dependientes de las importaciones de cereales. En el año 2030, podrían estar produciendo sólo el 86 por ciento de sus propias necesidades, siendo sus importaciones netas del orden de 265 millones de toneladas anuales, lo que representa casi tres veces los niveles actuales. |
¿Puede el resto del mundo producir los excedentes para la exportación necesarios para remediar el desequilibrio? Vale la pena examinar la experiencia del último cuarto de siglo. Entre mediados de los años setenta y 1997-99, las importaciones anuales netas de todos los países importadores de cereales casi se duplicaron, pasando de 89 millones de toneladas a 167 millones.
Los exportadores de cereales hicieron frente perfectamente al aumento de la demanda duplicando su nivel de exportaciones. Los exportadores tradicionales como América del Norte, Australia, Argentina y Uruguay desempeñaron bien su papel. Estos países tienen el potencial necesario para seguir haciéndolo. Pero la mitad aproximadamente del aumento total de las exportaciones provino de un nuevo participante, la UE. De ser un importador neto de 21 millones de toneladas de grano anuales a mediados de los años setenta, la UE pasó a ser un exportador neto de 24 millones de toneladas anuales en 1997-99. Inicialmente, una gran parte de este cambio fue el resultado de fuertes políticas proteccionistas y de apoyo a los precios. Diversas reformas políticas de la UE han hecho, desde entonces, que los precios internos se pongan en general al nivel de los precios internacionales, pero es probable que la UE siga siendo un exportador neto importante, incluso si se incrementa el grado de liberalización de su comercio.
Los países en transición se convirtieron en grandes importadores netos de cereales a lo largo de dos decenios hasta comienzos de los años noventa. Desde entonces se ha invertido esta tendencia y podrían ser exportadores netos de 10 millones de toneladas anuales en 2015 y de 25 millones de toneladas en 2030. |
Las economías en transición son otra posible fuente de exportaciones futuras. De hecho, ya están empezando a tener excedentes. La tierra no cultivada es abundante en ciertas partes de Europa oriental y Rusia, y el margen para aumentar la productividad mediante la reducción de las pérdidas y el aumento de los rendimientos es elevado. Las proyecciones de la FAO sugieren que los países en transición pueden convertirse en exportadores netos de 10 millones de toneladas de cereales anuales en el años 2015 y de 25 millones de toneladas en el año 2030.
Trigo. El cultivo del cereal más importante del mundo representó el 31 por ciento del consumo mundial de cereales en 1997-99. En los países industriales, se utiliza para piensos una proporción creciente de trigo (el 45 por ciento del consumo total en la UE). El consumo de trigo per cápita en los países en desarrollo, en su inmensa mayoría para alimentos, ha seguido creciendo y la mayoría de estos países dependen cada vez más de las importaciones. Entre los importadores netos se encuentran algunos de los principales productores de trigo como el Brasil, Egipto, Irán y México . En los próximos años, se espera que aumente el consumo de trigo en todas las regiones, incluidos los países en transición, a medida que se reanime su consumo. En varios de los países consumidores de arroz, los aumentos en el consumo de trigo van de la mano con un consumo de arroz constante o en disminución. La dependencia de las importaciones de los países en desarrollo (excluidos los exportadores como Argentina y Uruguay) debe continuar creciendo, y se espera que las importaciones netas de trigo aumenten de 72 millones de toneladas anuales en 1997-99 a 160 millones de toneladas en el año 2030.
Arroz. Este cultivo se utiliza en su inmensa mayoría para consumo humano directo y representó el 21 por ciento del consumo mundial de cereales en peso en 1997-99. El consumo medio de arroz per cápita en los países en desarrollo se ha ido estabilizando desde mediados de los años ochenta, lo que evidencia el desarrollo económico y el crecimiento de la renta en los principales países de Asia oriental. Sin embargo, ha estado creciendo en algunas regiones, incluida Asia meridional, donde el consumo sigue siendo bajo. Se espera que el consumo crezca más lentamente en el futuro de lo que ha crecido en el pasado. De hecho, el consumo medio per cápita en los países en desarrollo puede muy bien comenzar a disminuir durante el período comprendido entre 2015 y 2030. Esto reducirá las presiones sobre la producción, pero dado el lento crecimiento del rendimiento de los últimos años, el mantenimiento de incrementos de producción, aunque sean modestos, será un difícil reto para la política de investigación y de regadíos.
Cereales secundarios. Éstos incluyen el maíz, el sorgo, la cebada, el centeno, la avena, el mijo y algunos granos de importancia regional como el tef (Etiopía) o la quinua (Bolivia y Ecuador). Aproximadamente, tres quintas partes del consumo mundial de cereales secundarios se utiliza para piensos pero en los lugares donde la inseguridad alimentaria es alta estos cultivos siguen siendo muy importantes para el consumo humano directo: en el África subsahariana, el 80 por ciento de la cosecha de grano se utiliza de esta manera. El consumo de cereales secundarios ha estado creciendo rápidamente, impulsado sobre todo por el uso creciente como piensos en los países en desarrollo. En el futuro, su consumo puede crecer con mayor rapidez que el del arroz o el trigo, en línea con el crecimiento del sector pecuario. Los países en desarrollo representarán una proporción en aumento de la producción mundial, pasando desde menos de la mitad en la actualidad hasta casi tres quintas partes en 2030.
Cultivos oleaginosos. Este sector ha sido uno de los más dinámicos en los últimos decenios, ha crecido casi dos veces más rápido que la agricultura mundial considerada en su conjunto. Abarca una amplia gama de cultivos que se utilizan no sólo como aceite, sino también para consumo directo, piensos y diversos usos industriales. El aceite de palma, de soja, de girasol y de colza representaron casi las tres cuartas partes de la producción mundial de semillas oleaginosas, si bien el aceite de oliva, de maní, de sésamo y de coco son también importantes. El rápido desarrollo de la producción ha supuesto que los cultivos oleaginosos representen una gran parte de la expansión de la tierra agrícola mundial, con un aumento neto de 75 millones de ha entre 1974-76 y 1997-99 (momento en el que las zonas destinadas a cultivos de cereales se redujeron a 28 millones de ha).
Dado su alto contenido energético, los cultivos oleaginosos desempeñan una función fundamental en la mejora de los suministros energéticos alimentarios de los países en desarrollo. En los dos últimos decenios, poco más de una de cada cinco kcal añadidas al consumo en los países en desarrollo pertenecían a este grupo de productos. Esta tendencia parece que continuará y, de hecho, se intensificará: en el período comprendido hasta el año 2030, 45 de cada 100 kcal adicionales pueden proceder de semillas oleaginosas. El rápido crecimiento del consumo en los últimos decenios ha ido acompañado de la aparición de varios países en desarrollo como principales importadores netos crecientes de aceites vegetales (entre ellos, China, India, México y Pakistán). Esto ha tenido como resultado que el excedente tradicional del complejo aceites vegetales/semillas oleaginosas de la balanza de pagos de los países en desarrollo se ha convertido en los últimos años en déficit. Esto se ha debido al espectacular aumento de las exportaciones de algunos países en desarrollo que han pasado a dominar la escena mundial de las exportaciones, a saber, Indonesia y Malasia para el aceite de palma, y Argentina y Brasil para el aceite de soja. En la mayoría de los países en desarrollo restantes se espera que continúe la tendencia al aumento de las importaciones.
Raíces, tubérculos y plátanos. El consumo mundial de estos cultivos como alimento humano ha estado disminuyendo, pero para 19 países (todos ellos africanos) sigue representando más de una quinta parte, y en ocasiones hasta la mitad, de toda la energía proporcionada por los alimentos. En el África central y occidental húmeda, en República Unida de Tanzania y Madagascar predomina la mandioca, mientras que en Rwanda son más importantes los plátanos y en África occidental y Burundi la mandioca y la batata. Dado que la mayoría de estos países tienen un consumo global de alimentos bajo (menos de 2 200 kcal/día) estos cultivos desempeñan un papel crucial en la seguridad alimentaria. En el período hasta 1997-99, Ghana y Nigeria hicieron avances considerables con respecto a la seguridad alimentaria mediante el incremento de la producción de esos cultivos, pero en la mayoría de los 17 países restantes el consumo per cápita se estancó o disminuyó. La disminución en el consumo mundial de raíces y tubérculos tradicionales ha ido acompañada de una desviación gradual hacia la patata en algunas zonas. Una gran parte de esta tendencia se explica por China, donde millones de agricultores y consumidores han cambiado el consumo de batata por patata.
Se prevé que la demanda media de raíces, tubérculos y plátanos aumente de nuevo en los países en desarrollo, en los que la batata y la patata adquirirán una importancia especial como piensos. En los años noventa, el uso como pienso de mandioca importada en la UE se disparó a consecuencia de los altos precios nacionales para los cereales, pero disminuyó tan pronto como la reforma de la Política Agrícola Común hizo bajar los precios de los cereales. La producción de mandioca para su exportación como pienso ha sido un factor importante para el aumento de la superficie cultivada en países como Tailandia, tendencia que se asocia con frecuencia a la deforestación.
Aumento de la superficie cultivada por cultivos,1974-76 a 1997-99 |
Fuente: FAO |
Aparte de estos cultivos de alimentos básicos, la agricultura y con frecuencia toda la economía de numerosos países en desarrollo depende en gran medida de la producción de uno o unos pocos productos destinados principalmente a la exportación. En esta categoría se encuentran mercancías como el banano, el azúcar, el caucho natural y las bebidas tropicales (té, café y cacao).
La distinción entre cultivos para la exportación y cultivos para el mercado nacional no siempre está bien definida ni entre los países en desarrollo ni dentro de ellos mismos. Por ejemplo, el azúcar es el cultivo para la exportación por excelencia para Mauricio y Cuba y es en cambio una importación significativa para Egipto, Indonesia y algunos otros países. Los aceites vegetales y las semillas oleaginosas (especialmente el aceite de palma y el aceite de soja) son cultivos para la exportación importantes y en rápido aumento para varios países (incluidos Argentina, Brasil, Indonesia y Malasia) pero que se importan masivamente en países como la India y China. El café y el cacao comparten la característica de producirse exclusiva-mente en países en desarrollo y consumirse predominantemente en países industriales. El caucho natural solía pertenecer a esta categoría, pero, actualmente, su consumo ha aumentado en los países en desarrollo (desde la cuarta parte a mediados de los años setenta a la mitad del consumo mundial) a medida que se industrializan estos países. El algodón pertenece a la misma clase, pero más acusadamente, ya que los países en desarrollo se han convertido en grandes importadores netos a consecuencia del crecimiento de sus industrias textiles y exportaciones de tejidos.
Las economías de los países que dependen de las exportaciones de estos productos están sujetas a la evolución del mercado mundial. Un crecimiento lento de la demanda mundial, combinado con un aumento de los suministros de los principales países productores y exportadores, que compiten entre sí, ha provocado una disminución y amplia fluctuación de los precios en los mercados para varios de estos productos. Esto se ha acusado especialmente en el café en los últimos años: el consumo per cápita en los países industriales, que representa dos terceras partes del consumo mundial, ha sido casi constante durante dos decenios, estabilizado en 4,5 kg aproximadamente, mientras que la producción ha aumentado con la entrada en el mercado de varios países nuevos como, por ejemplo, Viet Nam. El resultado ha sido que el precio del café Robusta ha caído en picado, bajando hasta 0,50 dólares EE.UU. por kg en enero de 2002, lo que representa la quinta parte del precio que tenía a mediados de los años noventa.
Respecto al azúcar y otros productos que han experimentado un crecimiento más rápido del consumo, principalmente en los países en desarrollo, los beneficios de los exportadores de estos países se han visto reducidos a causa de políticas que limitan el acceso a los mercados, incluidas políticas que favorecen el uso de sustitutivos edulcorantes como el jarabe de maíz. Tales políticas son muy comunes en los principales países industriales que son, o solían ser hasta hace muy poco, grandes importadores. La UE implantó políticas de este tipo para pasar de ser gran importador neto, como era hasta la segunda mitad de los años setena, a gran exportador neto en la actualidad.
Los temores que desaparecieron |
Se temía que dos países, China y la India, pudieran conocer graves escaseces de alimentos ya que en ambos países se concentra más de una tercera parte de la población del mundo. Algunos analistas temían que China se convirtiese en un importador permanente a una escala cada vez mayor. Esto haría subir los precios de los alimentos del mercado mundial, lo que reduciría la capacidad de otros países pobres para comprar alimentos. China (sin incluir la provincia de Taiwán) siempre ha sido un gran importador de cereales hasta 1991, con importaciones netas típicas de 5 a 15 millones de toneladas anuales. Sin embargo, en los años noventa, el país dio la vuelta a esta situación. Todos los años desde 1992 hasta 1999, excepto dos, China se convirtió en un exportador neto de cereales a pesar de que el consumo doméstico había aumentado de 295 a 310 kg anuales per cápita. En los años sesenta y principios de los setenta, se empezó a advertir con frecuencia la inminente aparición del hambre en la India y en Asia meridional en su conjunto. A mediados de los años sesenta, la región importaba 10 millones de toneladas de cereales anuales (el 11 por ciento de su consumo), pero aun así, el consumo per cápita era bajo, sólo 146 kg anuales. Treinta y tres años más tarde, la población de la región se ha duplicado y el consumo de cereales ha aumentado a 163 kg anuales per cápita. No obstante, gracias a la revolución verde, las importaciones constituyeron sólo una tercera parte de los niveles alcanzados a mediados de los años sesenta, representando menos del 2 por ciento del consumo. La India se había convertido en un pequeño exportador neto en la mayoría de los años desde finales de los años setenta. Sin embargo, el consumo per cápita sigue siendo bajo en la región, lo que refleja, entre otras cosas, la persistencia de una pobreza muy difundida y el consumo muy bajo de cereales como pienso, dado el bajo consumo de carne. Si el consumo hubiese crecido con mayor rapidez, la posibilidad de mantener las importaciones en unos niveles tan bajos es una pregunta que no tiene respuesta. |
Mirando hacia el futuro, el margen de crecimiento de la demanda mundial y de las exportaciones de los países en desarrollo es mayor para los productos cuyo consumo está creciendo con bastante rapidez en los propios países en desarrollo, algunos de los cuales es probable que se conviertan en grandes importadores. A esta categoría pertenecen el azúcar y los aceites vegetales y, en menor medida, el caucho natural y el té. El banano y el cacao se están convirtiendo también en partidas importantes en varios países en desarrollo, tendencia que debería intensificarse en los próximos decenios. En relación con estos dos productos, pero también con otros como los cítricos y las frutas y hortalizas en general, hay todavía margen para un crecimiento del consumo y de las importaciones en los países industriales. En paralelo, las economías en transición desempeñarán un papel cada vez mayor como importadores de productos tropicales, proceso que ya se ha iniciado. En contraste, la alta concentración de los mercados de café en los países industriales, junto con un crecimiento casi imperceptible de la población y del consumo per cápita en estos países, no es un buen augurio para el aumento de la producción y de las exportaciones de este producto: una continuidad del reducido crecimiento actual, no superior al 1,2 por ciento anual, parece el resultado más probable.
En conclusión, la agricultura, la economía y la seguridad alimentaria global de varios países en desarrollo seguirán dependiendo de varios cultivos para los que las condiciones del mercado mundial no solamente son volátiles sino que además, en conjunto, muestran una tendencia descendente respecto a los precios reales. Estas características del mercado pueden ser altamente perjudiciales para las perspectivas de desarrollo de estos países. Los países que no han sido capaces en el pasado de diversificar sus economías y reducir su dependencia de estos cultivos para la exportación tradicionales, tienen un historial de crecimiento que está muy por debajo de la media. Su reto es cambiar este panorama en el futuro. Las experiencias de países como Malasia sugieren que se puede conseguir.
China: de importador neto a exportador neto de cereales |
Fuente: FAO |
Una preocupación que se plantea con frecuencia es que la producción extra necesaria para satisfacer la demanda mundial no será sostenible ya que implica niveles cada vez mayores de daños al medio ambiente que socavarán la base de recursos naturales.
En los países desarrollados, esta preocupación se refiere principalmente al aumento del uso de fertilizantes y otros productos químicos. Los aumentos del pasado han tenido como resultado graves problemas de contaminación del agua y del aire, y lo mismo ocurrirá con los futuros a menos que se adopten contramedidas.
Aunque el uso abusivo de plaguicidas y otros productos químicos constituye un problema en algunas zonas de gran potencial, el aumento de la producción en el mundo en desarrollo entraña, en su mayor parte, riesgos medioambientales de distinta clase:
En algunas zonas, ya se conocen y practican algunos métodos para aumentar y mantener la producción de cultivos, minimizando los daños al mismo tiempo. Tales métodos tienen que ser objeto de investigación para extenderlos a todos los entornos, con políticas adecuadas que favorezcan su rápida difusión.
Aunque la futura demanda de alimentos y cultivos comerciales crecerá más lentamente que en el pasado, la satisfacción de esta demanda seguirá exigiendo la expansión continua de tierras de labrantío, junto con mejoras de rendimiento basadas en nuevas variedades vegetales y tecnologías de cultivo.
Se han hecho preguntas acerca de todos estos factores. ¿Hay agua y tierras idóneas en cantidad suficiente para ampliar las superficies de secano y regadío todo lo que se necesita o están escaseando en el mundo estos recursos vitales? ¿Hay margen para que se puedan obtener los rendimientos más altos necesarios o se están aproximando los rendimientos a límites que no se pueden sobrepasar? ¿Puede proporcionar la biotecnología una nueva generación de cultivos de mayor rendimiento adecuados para sus entornos? Y, ¿hay planes para la agricultura capaces de aumentar y mantener la producción mejorando la conservación? En las secciones siguientes se examinan estas preguntas.
Los aumentos de la producción de cultivos provienen de tres fuentes principales: expansión de la superficie de labranza, aumento de la intensidad de los cultivos (la frecuencia a la que se cosechan los cultivos de una superficie determinada) y mejoras de rendimiento.
Desde principios de los años sesenta, las mejoras de los rendimientos han sido, con mucho, la principal fuente de incremento de la producción de cultivos en el mundo, representaron casi cuatro quintos (o el 78 por ciento) del incremento entre 1961 y 1999. Otro 7 por ciento del incremento provino de la mayor intensidad de los cultivos, mientras que un único 15 por ciento provino de la expansión de la superficie de labranza.
La mejora de los rendimientos fue, con mucho, el factor más importante no sólo en el mundo desarrollado sino también en los países en desarrollo, donde representó el 70 por ciento del aumento de la producción. La expansión de la superficie cultivada representó algo menos de una cuarta parte del aumento de la producción en estos países. Sin embargo, en zonas con más abundancia de tierras, la expansión de la superficie fue un factor que contribuyó en mayor medida. Esto ocurrió especialmente en el África subsahariana donde representó el 35 por ciento y América Latina donde la cifra alcanzó el 46 por ciento.
Las proyecciones sugieren que estas tendencias globales para los países en desarrollo se mantendrán al menos hasta el año 2030: se espera que la expansión de la tierra represente el 20 por ciento del aumento de la producción, las mejoras de rendimiento el 70 por ciento aproximadamente y una mayor intensidad de cultivos el resto. En el África subsahariana y en América Latina, la expansión de las tierras seguirá siendo importante, pero es probable que sea superada cada vez más por incrementos de los rendimientos.
En el futuro, el 80 por ciento del aumento de la producción de los cultivos en los países en desarrollo tendrá que proceder de la intensificación: mayores rendimientos, incremento de cosechas múltiples y períodos de barbecho más cortos. |
El estudio de la FAO indica que, para el mundo en su conjunto, hay suficiente potencial productivo sin utilizar, en términos de tierra, agua y mejora de los rendimientos, para satisfacer el crecimiento previsto de la demanda efectiva. Sin embargo, se trata de una conclusión global y hay varias reservas muy importantes que es preciso tener en cuenta:
Fuentes del crecimiento de la producción, 1961 a 1999 |
Fuente: FAO |
Se sugiere con frecuencia que el mundo puede estar caminando hacia la escasez de tierras agrícolas adecuadas. Los estudios de la FAO sugieren que esto no ocurrirá a nivel mundial, aunque en algunas regiones y zonas ya hay una grave escasez, que puede agravarse.
Se pondrá en cultivo menos tierra agrícola nueva que en el pasado. A lo largo del período entre 1961-63 y 1997-99, la expansión de la superficie de labranza en los países en desarrollo alcanzó un total de 172 millones de ha, lo que representa un incremento del 25 por ciento. En los próximos treinta años sólo se necesitará un incremento de 120 millones de ha, es decir, el 13 por ciento. Añadir 3,75 millones de ha anuales puede parecer una tarea desalentadora, pero es una cifra inferior a la tasa de 4,8 millones de ha anuales que se logró realmente en el período de 1961-63 a 1997-99. Se espera una disminución de la expansión en todas las regiones, pero esto evidencia principalmente el menor crecimiento de la demanda de cultivos.
Los temores de un choque inminente entre el crecimiento de la población y la disponibilidad de tierras no están justificados. La mayoría del crecimiento futuro de la producción de cultivos procederá de mejores rendimientos. Sin embargo, en algunos países, la escasez de tierras puede ser un problema. |
Todavía hay tierra agrícola potencial que aún no se ha utilizado. En la actualidad, 1 500 millones de ha de tierra se utilizan para tierras de labranza y cultivos permanentes, lo que representa aproximadamente el 11 por ciento de la superficie del mundo. Una nueva evaluación realizada por la FAO y por el Instituto Internacional de Análisis Aplicado de Sistemas (IIAAS) sugiere que, comparados los suelos, terrenos y climas con las necesidades de los cultivos principales, otros 2 800 millones de ha son hasta cierto punto idóneas para la producción de secano. Esto representa casi el doble de lo que se cultiva actualmente.
Naturalmente, gran parte de esta tierra potencial no está disponible en la práctica o está bloqueada por estar destinada a otros usos valiosos. Un 45 por ciento aproximadamente está cubierta por bosques, el 12 por ciento corresponde a zonas protegidas y el 3 por ciento está ocupada por infraestructuras y asentamientos humanos. Además, una gran parte de la reserva de tierras puede tener características que hagan difícil la agricultura, como baja fertilidad del suelo, alta toxicidad del suelo, alta incidencia de enfermedades humanas y animales, infraestructuras deficientes y terreno accidentado o difícil por otras razones.
Tierra de cultivo utilizada y tierra idónea total (millones de ha) |
Fuentes: FAO y Fischer et al. (2000) |
El conjunto de tierra de cultivo idónea no utilizada está muy desigualmente distribuido. A finales del siglo XX, el África subsahariana y América Latina seguían cultivando sólo una quinta parte, aproximadamente, de sus tierras de cultivo potencialmente idóneas. Más de la mitad del resto de tierras a escala mundial se encontraba en sólo siete países de estas dos regiones: Angola, Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, República Democrática del Congo y Sudán. En el otro extremo, en el Cercano Oriente y África del Norte, el 87 por ciento de la tierra adecuada ya se estaba cultivando, mientras que en el Asia meridional esa cifra no era inferior al 94 por ciento. En unos cuantos países del Cercano Oriente y África del Norte, el balance de tierras es negativo, es decir, se cultiva más tierra de la que es idónea para cultivos de secano. Esto puede ocurrir donde, por ejemplo, tierras que tienen demasiada pendiente o son demasiado secas para cultivos de secano se han puesto en producción mediante sistemas de bancales o de regadío.
Se espera que más del 80 por ciento de la expansión de la superficie de labranza se produzca en el África subsahariana y América Latina. Aunque hay todavía excedentes de tierras en estas regiones, la expansión puede implicar la reducción de largos períodos de rotación y barbecho. Si no aumenta el uso de fertilizantes para compensar, esto puede dar por resultado un empobrecimiento del suelo y un estancamiento o disminución de los rendimientos.
Las proyecciones sugieren que la superficie de labranza en los países en desarrollo aumentará casi un 13 por ciento o 120 millones de ha en el período comprendido entre 1997-99 y 2030. |
En contraste, en Asia meridional y en el Cercano Oriente y África del Norte, donde casi todas las tierras adecuadas ya están en uso, casi no se producirá expansión. En 2030, la región del Cercano Oriente y África del Norte estará utilizando el 94 por ciento de sus tierras de cultivo idóneas, con sólo un excedente de 6 millones de ha. En Asia meridional, la situación será todavía más apurada con el 98 por ciento ya en cultivo. En Asia meridional y oriental, más del 80 por ciento del aumento de producción tendrá que proceder de aumentos de rendimiento, ya que sólo un 5 ó 6 por ciento puede proceder de la expansión de la superficie de labranza.
La intensidad en los cultivos aumentará en todas las regiones en desarrollo, pasando en promedio del 93 al 99 por ciento. Esto ocurrirá mediante el acortamiento de los períodos de barbecho y el aumento de las cosechas múltiples, que en parte será posible gracias al crecimiento de las superficies de regadío.
Existe una preocupación generalizada de que se esté agotando la tierra agrícola en el mundo. La tendencia hacia la escasez asociada con el crecimiento de la población se agrava por la conversión de tierra agrícola en urbana, por la degradación de la tierra y por otros factores.
Ciertamente, gran parte de tierra agrícola se está destinando a usos no agrícolas. Suponiendo unas necesidades de alojamiento y otras infraestructuras de 40 ha por cada 1 000 personas, el crecimiento de la población mundial entre 1995 y 2030 implica la necesidad de 100 millones de ha adicionales de dicha tierra no agrícola. Puesto que la mayoría de los centros urbanos están situados en tierra agrícola fértil, en llanuras costeras o valles de ríos, cuando se expansionen ocuparán más de esta tierra de gran calidad. Sólo en China, más de 2 millones de ha dejaron de utilizarse para la agricultura en el período de diez años hasta 1995.
A pesar de estas pérdidas, hay pocas pruebas que sugieran que vaya a haber en el futuro escasez de tierras a nivel mundial. Entre principios de los años sesenta y finales de los noventa, la tierra de cultivo en el mundo sólo creció el 11 por ciento mientras que la población mundial casi se duplicó. Como resultado de esto, la tierra de cultivo per cápita disminuyó el 40 por ciento, pasando de 0,43 ha a sólo 0,26 ha. No obstante, a lo largo de este mismo período, los niveles de nutrición mejoraron considerablemente y disminuyó el precio real de los alimentos.
La explicación de esta paradoja es que el crecimiento de la productividad redujo la cantidad de tierra necesaria para producir una cantidad dada de alimentos en un 56 por ciento aproximadamente a lo largo de ese mismo período. Esta reducción, posibilitada por aumentos de los rendimientos y de las intensidades de cultivo, compensó sobradamente la disminución de superficie per cápita, lo que permitió un incremento de la producción de alimentos.
La escasez de tierra y los problemas asociados con ella existen, por supuesto, tanto en los países como a nivel local, con graves consecuencias para la pobreza y la seguridad alimentaria. En muchos lugares, es probable que empeore esta situación si no se aplican medidas adecuadas.
La degradación de la tierra es el proceso mediante el que la capacidad actual o futura del suelo para producir disminuye por efecto de cambios químicos, físicos o biológicos. Algunos analistas sostienen que la degradación acelerada de la tierra anulará las mejoras de productividad, mientras que otros opinan que la gravedad de este problema se ha exagerado mucho.
La verdad es que no se conoce con mucha precisión la superficie de tierra degradada. Su evaluación está basada con frecuencia en el juicio de expertos más que en medidas objetivas. Sólo en la India, las estimaciones hechas por distintas autoridades públicas varían desde 53 millones de ha hasta 239 millones.
Degradación del suelo provocada por el hombre a nivel mundial |
Fuente: Oldeman et al. (1991) |
La investigación más exhaustiva realizada hasta la fecha, la Evaluación Mundial de la Degradación de los Suelos (GLASOD), tiene ahora más de diez años de antigüedad. GLASOD calculó que un total de 1 964 millones de ha estaban degradadas, 910 millones de ha lo estaban al menos hasta un grado moderado (con una reducción importante de la productividad) y 305 millones de ha estaba muy degradadas o hasta un punto extremo (no siendo ya adecuadas para la agricultura). La erosión por el agua era el problema más corriente, que afectaba a casi 1 100 millones de ha, seguida por la erosión eólica que afectaba a casi 600 millones de ha.
Las consecuencias de la degradación sobre la productividad también son difíciles de evaluar. Su gravedad varía ampliamente de un lugar a otro, incluso a cortas distancias y en el mismo lugar, en función de la meteorología, vegetación y técnicas de cultivo locales. La degradación es un proceso lento que puede enmascararse aplicando otros fertilizantes o cambiando los cultivos. En 1991, GLASOD informó de que casi toda la tierra cultivada en China estaba degradada y, sin embargo, entre comienzos de los años sesenta y mediados de los noventa, China triplicó su producción de arroz y multiplicó por siete su producción de trigo. Algunos estudios sugieren que las pérdidas medias anuales de productividad de las tierras cultivadas pueden ser bastante pequeñas, alcanzando como media sólo del 0,2 al 0,4 por ciento.
La degradación también tiene costos colaterales, tales como el entarquinamiento de lechos fluviales y pantanos, daños por inundaciones, pérdida de pesca y eutrofización de lagos y aguas costeras. Estos costos son con frecuencia superiores a los costos locales. Sin embargo, no todos los efectos colaterales de la degradación son negativos: las pérdidas en un lugar pueden producir ganancias en otro, como ocurre cuando el suelo erosionado en las tierras altas aumenta la productividad en las llanuras aluviales donde se deposita.
Tipos principales de degradación de la tierra |
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Debido a la dificultad para cuantificarlo, no se ha tenido en cuenta en las proyecciones hechas para este estudio el futuro avance de la degradación de las tierras. Sin embargo, algunas tendencias previstas o previsibles, impulsadas fundamentalmente por fuerzas económicas, tenderán a reducir su extensión y sus efectos:
Es probable que aparezcan otras tendencias para reducir la degradación de la tierra, pero su alcance e intensidad dependerá en gran medida de la difusión de procedimientos mejorados de cultivo y conservación, sin los que la degradación de la tierra puede empeorar en muchas zonas. Los principales procedimientos y sus efectos potenciales son los siguientes:
Una gran parte de los cultivos mundiales ya son de regadío. En 1997-99, la tierra de regadío sólo era la quinta parte de la superficie de labranza total de los países en desarrollo. Sin embargo, debido a los mayores rendimientos y a las cosechas más frecuentes, representaba dos quintas partes de la producción de todos los cultivos y cerca de tres quintos de la producción de cereales.
Se espera que esta proporción aumente todavía más en los tres próximos decenios. Sobre la base del potencial para regadío, los planes nacionales para el sector y las necesidades de humedad de los cultivos, puede esperarse que los países en desarrollo en conjunto aumenten su superficie de regadío de 202 millones de ha en 1997-99 a 242 millones de ha en 2030. Esto es una previsión neta, es decir, está basada en la hipótesis de que la tierra perdida debido, por ejemplo, a la salinización y a la escasez de agua será compensada por rehabilitación o sustitución por nuevas zonas.
En conjunto, no habrá escasez de tierra o agua para regadío, pero persistirán graves problemas en algunos países y regiones. |
La mayor parte de esta expansión se producirá en zonas con escasez de tierras en las que el regadío ya es crucial: Asia oriental y meridional, por ejemplo, añadirán 14 millones de ha cada una. En el Cercano Oriente y África del Norte también se producirá una expansión importante. En el África subsahariana y América Latina, donde la tierra es abundante y hay menor necesidad de regadíos, así como menos potencial, se espera que el incremento sea mucho más modesto: 2 millones y 4 millones de ha respectivamente.
Aunque la expansión prevista es ambiciosa, es mucho menos imponente que la que ya se ha conseguido. Desde principios de los años sesenta, se han creado no menos de 100 millones de ha de nuevas tierras de regadío. El incremento neto previsto para los tres próximos decenios representa solamente el 40 por ciento de esa cifra. La tasa de crecimiento anual esperada del 0,6 por ciento es menos de una tercera parte de la tasa conseguida a lo largo de los últimos treinta años.
El estudio de la FAO no incluía ninguna previsión para regadío en los países desarrollados, que representan aproximadamente la cuarta parte de la superficie de regadío del mundo. Los regadíos en este grupo de países crecieron muy rápidamente en los años setenta, pero en los noventa la tasa de crecimiento se ha reducido a sólo el 0,3 por ciento anual.
Al igual que con la tierra en general, se ha sugerido que pronto habrá escasez en el mundo de tierras adecuadas para regadío. También existe preocupación porque vastas zonas de tierras de regadío actualmente puedan sufrir graves daños a causa de la salinización. Una vez más, parecen exagerados estos temores a nivel mundial, aunque pueden producirse graves problemas a nivel local.
Estudios realizados por la FAO sugieren que todavía hay margen para extender los regadíos para satisfacer las necesidades futuras. Sin embargo, es difícil estimar con precisión el potencial de regadíos, ya que depende de datos complejos sobre suelos, pluviosidad y terrenos. Por consiguiente, las cifras deben considerarse solamente como una guía aproximada. El potencial total de regadío en los países en desarrollo se estima no obstante en 402 millones de ha aproximadamente. De ésta superficie, la mitad aproximadamente estaba en uso en 1997-99, lo que dejaba un potencial sin utilizar 200 millones de ha. El aumento previsto hasta 2030 supondría utilizar solamente el 20 por ciento de este potencial no utilizado.
Sin embargo, en algunas regiones, el regadío se acercará mucho más a su pleno potencial: en 2030, en el Cercano Oriente y África del Norte y Asia oriental se utilizarán tres cuartas partes de su superficie de regadío y en Asia meridional (excluida la India) casi el 90 por ciento.
Otra preocupación que se plantea con frecuencia es que gran parte del mundo se dirige hacia la escasez de agua. Puesto que a la agricultura se destina el 70 por ciento aproximadamente de toda el agua utilizada para uso humano, se teme que esto pueda afectar al futuro de la producción de alimentos. Una vez más, no parece que haya razón para alarmarse a nivel mundial, pero a nivel de algunas localidades, países y regiones, es muy probable que surjan graves escaseces de agua.
La evaluación de la tierra de regadío potencial utilizada en este informe ya tiene en cuenta las limitaciones impuestas por la disponibilidad de agua. Los recursos renovables de agua disponibles en una zona dada consisten en la cantidad añadida por las precipitaciones y el caudal fluvial entrante menos la cantidad perdida por evapotranspiración. Esto puede variar considerablemente de una región a otra. Por ejemplo, en una región árida como la del Cercano Oriente y África del Norte, sólo el 18 por ciento de las precipitaciones y de los caudales entrantes permanece después de la evapotranspiración, mientras que en la zona húmeda del Asia oriental la proporción llega a alcanzar el 50 por ciento.
Las proyecciones para los países en desarrollo implican un incremento del 14 por ciento de la extracción de agua para regadío para 2030. Uno de cada cinco países en desarrollo padecerá escasez de agua. |
El agua utilizada para regadío incluye, además de la realmente transpirada por el cultivo que crece, toda el agua aplicada al mismo, que puede ser considerable en el caso de cultivos acuáticos, como el arroz. Por otra parte, se producen pérdidas por fugas y evaporación en el camino del agua hacia los campos y por el agua drenada de los campos sin ser utilizada por el cultivo. La relación entre la cantidad de agua realmente utilizada para el crecimiento del cultivo y la cantidad extraída de los recursos hídricos se denomina rendimiento del uso del agua.
Hay grandes diferencias entre regiones en el rendimiento del uso del agua. Generalmente, el rendimiento es mayor donde la disponibilidad de agua es menor: Por ejemplo, en América Latina es sólo del 25 por ciento en comparación con el 40 por ciento en el Cercano Oriente y África del Norte y el 44 por ciento en Asia meridional.
En 1997-99, en el conjunto de los países en desarrollo, sólo se extrajeron el 7 por ciento aproximadamente de los recursos hídricos renovables para regadío. Pero a causa de diferencias en el rendimiento y la disponibilidad de agua, algunas regiones utilizaron una proporción mucho más alta que otras. En el África sub-sahariana, donde el regadío está menos difundido, sólo se utilizó el 2 por ciento y en América Latina, rica en agua, un simple 1 por ciento. En contraste, la cifra correspondiente Asia meridional fue del 36 por ciento y en el Cercano Oriente y África del Norte no inferior al 53 por ciento.
Las proyecciones para los países en desarrollo implican un incremento del 14 por ciento de la extracción de agua para regadío en 2030. Incluso entonces, estarán utilizando solamente el 8 por ciento de sus recursos hídricos renovables para regadío. Las proporciones en el África subsahariana y en América Latina seguirán siendo muy pequeñas.
Regadío y recursos hídricos, 1997-99 a 2030 |
Fuente: datos y proyecciones de la FAO |
La disponibilidad de agua se considera que se convierte en un problema crítico sólo cuando se utiliza para regadío el 40 por ciento o más de los recursos hídricos renovables. Este es el nivel al que los países se ven obligados a hacer difíciles elecciones entre los sectores de abastecimiento de agua para usos agropecuarios y para uso urbano. En 2030, el Asia meridional se encontrará a este nivel y el Cercano Oriente y África del Norte a no menos del 58 por ciento.
De los 93 países en desarrollo estudiados en este informe, 10 ya utilizaban más del 40 por ciento en 1997-99 y otros 8 utilizaban más del 20 por ciento, umbral considerado como indicador de escasez de agua inminente. En 2030, dos países más habrán atravesado este umbral inferior y uno de cada cinco países en desarrollo sufrirá escasez de agua o será inminente su aparición.
Dos países, Jamahiriya Arabe Libia y Arabia Saudita, ya utilizan agua para regadíos por encima de sus recursos renovables anuales, mediante la extracción de reservas de agua subterránea fósil. El empobrecimiento de aguas subterráneas también se produce a niveles locales en otros países del Cercano Oriente y África del Norte, Asia meridional y oriental. En extensas zonas de la India y China, los niveles de las aguas subterráneas están descendiendo de 1 a 3 m/año, lo que provoca desplomes de edificios, infiltración de agua de mar en los acuíferos y costos de bombeo más elevados.
En estos países y zonas, se necesitarán cambios de política e inversiones para mejorar el rendimiento del uso de agua, junto con innovaciones para mejorar la captación e infiltración de agua, así como recolección de agua, plantación de árboles, etc.
La mayor parte del crecimiento futuro de la producción de cultivos se logrará mediante mejores rendimientos. Los avances en rendimientos han sido desiguales a lo largo de los tres últimos decenios.
Los rendimientos mundiales de cereales crecieron rápidamente entre 1961 y 1999, y alcanzaron un crecimiento medio del 2,1 por ciento anual. Gracias a la revolución verde, crecieron incluso más deprisa en países en desarrollo con una tasa media del 2,5 por ciento anual. Las tasas de crecimiento más rápidas se consiguieron para el trigo, el arroz y el maíz que, considerados los alimentos básicos más importantes del mundo, han sido el centro de la atención de los esfuerzos internacionales para su mejoramiento. Los rendimientos de los principales cultivos comerciales, soja y algodón, también crecieron rápidamente.
El crecimiento de los rendimientos del trigo y arroz disminuyó acusadamente en los años noventa. Los rendimientos del arroz aumentaron a una media anual del 2,3 por ciento entre 1961 y 1989, pero entre 1989 y 1999 esta cifra se redujo a menos de la mitad, 1,1 por ciento. |
En el otro extremo de la escala, los rendimientos del mijo, sorgo y leguminosas sólo experimentaron un lento crecimiento. Estos cultivos, explotados principalmente en zonas semiáridas por agricultores pobres en recursos, son aquellos para los que la investigación internacional no ha conseguido hasta ahora desarrollar variedades capaces de proporcionar grandes aumentos de rendimiento en las condiciones de las explotaciones agrícolas. No obstante, se han conseguido útiles mejoras y los rendimientos de los agricultores son más estables de lo que solían, gracias a la introducción de características como una maduración temprana.
El crecimiento global de los rendimientos de cereales se hizo más lento en los años noventa. Los rendimientos del maíz en los países en desarrollo mantuvieron su impulso ascendente pero las mejoras en trigo y arroz se hicieron mucho más lentas. Por ejemplo, los rendimientos del trigo crecieron a una tasa media del 3,8 por ciento anual entre 1961 y 1989, pero sólo al 2 por ciento anual entre 1989 y 1999. Para el arroz, las tasas de crecimiento respectivas disminuyeron a menos de la mitad, pasando del 2,3 al 1,1 por ciento. Esto refleja en gran parte el crecimiento más lento de la demanda para estos productos.
El crecimiento más lento de la producción previsto para los próximos treinta años significa que los rendimientos no tendrán que crecer con tanta rapidez como en el pasado. Está previsto que el aumento de los rendimientos del trigo disminuya al 1,1 por ciento anual en los próximos treinta años, mientras que se espera que los rendimientos del arroz aumenten solamente el 0,9 por ciento anual.
No obstante, se necesitarán mayores rendimientos, por lo que la pregunta es la siguiente: ¿será factible el incremento previsto? Una forma de juzgarlo es examinar la diferencia de comportamiento entre grupos de países. Algunos países en desarrollo han alcanzado rendimientos de cultivos muy altos. Por ejemplo, en 1997-99, el 10 por ciento que obtuvo mejores resultados consiguió rendimientos medios del trigo más de seis veces superiores a los del 10 por ciento que obtuvo peores resultados y duplicó la media de los principales productores, China, India y Turquía. En el caso del arroz, las diferencias fueron aproximadamente similares.
Diferencias nacionales de rendimientos como éstas son debidas a dos conjuntos principales de causas:
Rendimientos de los cultivos en países en desarrollo, 1961 a 2030 |
Fuente: datos y proyecciones de la FAO |
Para averiguar el posible avance en cuanto a los rendimientos, es necesario distinguir entre las diferencias que se pueden reducir y las que no se pueden reducir. Un estudio detallado de la FAO/IIAAS basado en zonas agroecológicas ha tenido en cuenta la cantidad de tierra adecuada, en diversos grados, para distintos cultivos en cada país. Con estos datos, es posible calcular un rendimiento máximo que se puede obtener a escala nacional para cada cultivo.
El crecimiento más lento de la producción previsto para los próximos treinta años significa que los rendimientos no tendrán que crecer con tanta rapidez como en el pasado. Está previsto que los rendimientos del trigo se reduzcan al 1,1 por ciento y los rendimientos del arroz a sólo el 0,9 por ciento anual, en los países en desarrollo. |
Para calcular este máximo se supone que se utilizan para cada zona altos niveles de insumos y las variedades de cultivos más adecuadas, y que cada cultivo se hace en una gama de calidades de tierras que refleja la mezcla nacional. Es una cifra realista porque está basada en tecnologías ya conocidas y no supone que se produzca ningún avance importante en fitogenética. En todo caso, es probable que subestime los rendimientos máximos obtenibles porque, en la práctica, se tiende a destinar a los cultivos la tierra más adecuada para ellos.
El rendimiento máximo alcanzable se puede comparar entonces con rendimientos medios nacionales reales para tener una idea de las diferencias de rendimientos que se tienen que reducir. El estudio demostró que incluso un país tecnológicamente progresivo como Francia no está todavía cerca de alcanzar su máximo rendimiento alcanzable. Francia podría obtener un rendimiento medio del trigo de 8,7 toneladas por ha, que aumentaría hasta 11,6 toneladas por ha en sus mejores tierras para trigo, pero su rendimiento medio real en la actualidad es sólo de 7,2 toneladas por ha.
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Para la mayoría de los países estudiados de esta manera existen diferencias de rendimientos similares. Sólo unos pocos países consiguen realmente su máximo rendimiento alcanzable. Cuando aumenten los precios reales, hay todas las razones para creer que los agricultores se esforzarán en reducir las diferencias de rendimientos. En el pasado, los agricultores con buen acceso a tecnologías, insumos y mercados han respondido con gran rapidez a precios más altos. Argentina, por ejemplo, aumentó su producción de trigo no menos del 68 por ciento en un solo año (1996), después de producirse aumentos de precios, aunque esto se consiguió principalmente ampliando la superficie cultivada con trigo. Cuando la tierra es más escasa, los agricultores responden cambiando a variedades de mayor rendimiento y aumentando el uso de otros insumos para conseguir rendimientos más altos.
Parece evidente que, incluso si no aparecen más tecnologías nuevas, hay todavía margen para aumentar los rendimientos de los cultivos en línea con las necesidades. De hecho, si sólo once de los países que producen trigo, y que representan menos de dos quintas partes de la producción mundial, fuesen capaces de cubrir sólo mitad de la diferencia entre sus rendimientos máximos alcanzables y sus rendimientos reales, la producción mundial de trigo aumentaría casi en una cuarta parte.
El resultado de la investigación sigue siendo incierto, especialmente si es de naturaleza estratégica o básica. Sin embargo, si se llega a disponer de nuevas tecnologías a través de investigaciones genéticas y de otra naturaleza actualmente en curso, se podrían aumentar aún más los límites del rendimiento y posiblemente reducir los costos medioambientales de la producción de cultivos.
Dados unos incentivos económicos adecuados, la agricultura mundial responderá a la demanda del mercado, de la misma manera que lo ha hecho en el pasado. Por supuesto, muchos agricultores pobres en entornos marginales sólo estarán en condiciones de responder si consiguen acceder a insumos, mercados y tecnologías, y si el marco político es favorable. Además, la investigación tiene que desarrollar las variedades y técnicas necesarias para aumentar los rendimientos en entornos difíciles. Estas medidas son esenciales para que los agricultores pobres y sus familias no queden atrapados en la pobreza.
Fertilizantes: su uso continuará aumentando, pero lentamente |
Uno de los medios principales que tienen los agricultores para aumentar los rendimientos es la aplicación de más fertilizantes. Una tercera parte del incremento de la producción mundial de cereales en los años setenta y ochenta se ha atribuido al aumento del uso de fertilizantes. En la India esta cifra aumenta hasta la mitad. El nivel de uso de fertilizantes varía enormemente entre unas regiones y otras. América del Norte, Europa occidental y Asia oriental y meridional representaron cuatro quintas partes del uso de fertilizantes en el mundo en 1997-99. Los valores más altos, una media de 194 kg de nutrientes por ha, se aplicaron en Asia oriental, seguido por los países industriales con 117 kg por ha. En el otro extremo de la escala, los agricultores del África subsahariana sólo aplicaron 5 kg por ha. El consumo mundial de fertilizantes creció rápidamente en los años sesenta, setenta y ochenta, pero se hizo considerablemente más lento en los noventa. La desaceleración en los países industriales se debió principalmente a la reducción del apoyo gubernamental a la agricultura y a una mayor preocupación por sus efectos medioambientales. En los países en transición, el consumo de fertilizantes también disminuyó rápidamente aunque por razones distintas, concretamente la recesión y la reestructuración. Incluso en los países en desarrollo, la tasa de crecimiento del uso de fertilizantes en los años noventa fue menos de la mitad de la tasa registrada en decenios anteriores. Se prevé que continúe este crecimiento más lento. Se espera que el consumo mundial de fertilizantes crezca a razón de un 1 por ciento anual a lo largo de los tres próximos decenios (un poco más rápidamente en los países en desarrollo y un poco más lentamente en los desarrollados). Se espera que las tasas de crecimiento más altas se den en el África subsahariana. En esta región el uso de fertilizantes es actualmente muy bajo, por lo que unas tasas de crecimiento muy elevadas pueden seguir significando sólo pequeños incrementos absolutos. |