En muchos países, la agricultura es la principal forma de uso del suelo y los hábitats en tierras cultivadas representan un importante porcentaje de los hábitats naturales. Las zonas protegidas resultan insuficientes para la conservación de la naturaleza, especialmente para las especies migratorias (por ejemplo, los pájaros) porque los hábitats circundantes son tierras cultivadas que con frecuencia generan un efecto negativo. La agricultura, especialmente en su forma más extrema de monocultivo industrializado, altera el paisaje y daña los productos y servicios del ecosistema, incluyendo la biodiversidad en todos sus niveles. Tanto la invasión agrícola de los territorios, como la contaminación y la intensificación contribuyen a la degradación de los suelos y las aguas y también a la extinción de la biodiversidad.
Los enfoques actuales de la agricultura ecológica, como por ejemplo el manejo integrado de plagas, los sistemas integrados de nutrición de las plantas y los cultivos conservacionistas, contemplan un solo aspecto de los componentes de los sistemas de explotación agropecuaria: la ecología de las plagas, la ecología de las plantas y la ecología del suelo, respectivamente. La agricultura orgánica define estrategias que combinan estos elementos en un enfoque único. El manejo orgánico se concentra en las relaciones en la cadena alimentaria y en los ciclos de los elementos y busca maximizar la estabilidad y la homeostasis del agroecosistema.
Con un enfoque sistémico y sin el uso de agroquímicos, la agricultura orgánica impide que se degraden los recursos naturales y se pierdan tierras y potencial productivo. Para ella, la naturaleza es a la vez un instrumento y un objetivo. Al no utilizar sustancias sintéticas (por ejemplo, fertilizantes, plaguicidas, productos farmacéuticos), los agricultores orgánicos se ven obligados a restaurar el equilibrio ecológico natural porque las funciones del ecosistema son su principal «insumo» productivo. Por ejemplo:
En muchos cultivos es posible mantener por debajo del nivel de daño económico una cantidad de plagas no específicas, que son económicamente perjudicia les para éstos, como por ejemplo el pulgón, el piojillo, la mosca blanca o los ácaros, mediante el uso de predadores y parasitoides que aparecen de manera natural o son introducidos intencionalmente. Los que aparecen naturalmente son productos y servicios directos de cercos vivos, de perímetros botánicamente diversos, de cultivos combinados o de malezas naturales; los segundos funcionan mejor cuando se introducen en hábitats enriquecidos botánica y ecológicamente.
La única forma de combatir las plagas y enfermeda des del suelo en la agricultura orgánica es mediante una amplia rotación de los cultivos, combinando plantaciones botánicamente diferentes. Es de primordial importancia respetar dichas rotaciones y así lograr la diversidad del agroecosistema.
Las rotaciones diversificadas y los sistemas agroforestales, garantizan una mejor absorción de los nutrientes del suelo y el uso eficaz del agua y la luz, gracias a las diferencias de crecimiento espacial y temporal de las raíces y la dispersión de las hojas.
Los suelos con alta diversidad funcional de microorganismos, muy frecuentes tras décadas de agricultura orgánica[15], desarrollan propiedades que suprimen las enfermedades y permiten crear resistencia en las plantas.
La restricción en el uso de insumos agropecuarios obliga a los agricultores a implementar técnicas preventivas apropiadamente. La prohibición de los herbicidas, por ejemplo, hace imposible ignorar los principios de la buena rotación de cultivos, ya que ello resultaría a largo plazo desastroso para los rendimientos y crearía problemas con las malezas. Debido a la prohibición del uso de fertilizantes comerciales solubles, resulta económicamente conveniente rotar cultivos que preserven los nutrientes y hacer un uso limitado de fertilizantes orgánicos para reducir pérdidas.
Al no utilizar sustancias sintéticas (por ejemplo, fertilizantes, plaguicidas, productos farmacéuticos), los agricultores orgánicos se ven obligados a restaurar el equilibrio ecológico natural porque las funciones del ecosistema son su principal «insumo» productivo.
Recuadro 1: El enfoque ecosistémico El enfoque ecosistémico es una estrategia para el manejo integral de la tierra, el agua y los recursos vivos, que promueve la conservación y el uso sostenible de manera equitativa. Se basa en la aplicación de metodologías científicas adecuadas, centradas en niveles de organización biológica, que abarcan la estructura, los procesos, las funciones y las interacciones esenciales entre los organismos y su entorno. Es un hecho aceptado que los seres humanos, con su diversidad cultural, son un componente integral de muchos ecosistemas. Este enfoque requiere de un manejo flexible para adecuarse al carácter complejo y dinámico de los ecosistemas y a la falta de conocimiento o comprensión de su funcionamiento total. En general, los procesos de los ecosistemas no son lineales y el resultado es que muchas veces muestran desfasajes. Los siguientes 12 principios del enfoque ecosistémico son complementarios y están interrelacionados: Principio 1: Los objetivos del manejo de la tierra, del agua y de los recursos vivos son una cuestión de elección social. Principio 2: El manejo debe estar descentralizado al nivel más bajo posible. Principio 3: Quienes manejan el ecosistema deben contemplar los efectos (reales y potenciales) que sus actividades tienen sobre otros ecosistemas. Principio 4: Al reconocer los beneficios potenciales del manejo, resulta necesario comprender y administrar el ecosistema en un contexto económico. Los programas de manejo de tales ecosistemas deben: a) reducir aquellas distorsiones de mercado que afectan negativamente a la diversidad biológica; b) adaptar los incentivos para fomentar la conservación de la biodiversidad y la práctica sostenible; c) dentro de lo posible, incorporar los costos y beneficios a ese ecosistema específico. Principio 5: Conservar la estructura y funcionamiento del ecosistema y mantener sus servicios debe ser un objetivo prioritario del enfoque ecosistémico. Principio 6: El manejo de los ecosistemas debe mantenerse dentro de los límites de su funcionamiento. Principio 7: El enfoque ecosistémico debe emprenderse dentro de una escala espacial y temporal apropiada. Principio 8: Al reconocer la variabilidad de las escalas temporales y los efectos de retardo que caracterizan a los procesos del ecosistema, se deben establecer objetivos de manejo a largo plazo. Principio 9: El manejo debe contemplar la inevitabilidad del cambio. Principio 10: El enfoque ecosistémico debe buscar la integración y el equilibrio adecuados entre la conservación y el uso de la diversidad biológica. Principio 11: El enfoque ecosistémico debe contemplar todas las fuentes de información relevantes, incluyendo los conocimientos científicos, indígenas y locales, las innovaciones y las prácticas usuales. Principio 12: El enfoque ecosistémico debe convocar a todos los sectores relevantes de la sociedad y las disciplinas científicas.
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El valor económico directo que las funciones del ecosistema brindan a los agricultores orgánicos es un buen ejemplo del «beneficio compartido». Es primordial realizar un manejo flexible para lograr el dominio de las funciones del ecosistema y obtener rendimientos razonables de excelente calidad. Las condiciones de desarrollo en la agricultura orgánica no son óptimas, ni estáticas, ni previsibles. Los agricultores deben ser excelentes observadores y estar entrenados para reaccionar de manera flexible, actuando con intuición y de acuerdo con el contexto local. Por el contrario, otros sistemas de producción tratan de condicionar el medio ambiente de las plantas mediante el uso de una variedad de insumos para lograr un crecimiento óptimo. Además, la mayoría de las recomendaciones para agricultores convencionales y los programas de fertilización y fumigación están muy estandarizados y no son específicos para cada zona.
El enfoque de la agricultura orgánica no se limita únicamente a la producción. La cooperación intersectorial entre productores, ambientalistas, industriales, comerciantes, inspectores de calidad y consumidores es una característica muy común de esta actividad.
Doherty et al. (2000) describen a la agricultura sostenible como «las soluciones de ingeniería ecológica que tratan de manipular y explotar lo menos posible el ecosistema para el beneficio de la naturaleza y de la humanidad». En la actualidad no existe otro sistema de producción ecológica que haya logrado proporcionar funciones ecosistémicas y resultados socioeconómicos comparables a los de la producción orgánica.
[15] Fliessbach et al.,
2001. |