INTRODUCCIÓN
En muchos sistemas agrícolas de todo el mundo la competencia de las malezas es uno de los principales factores que reducen el rendimiento de los cultivos y los ingresos de los agricultores. En los países desarrollados, a pesar de la disponibilidad de soluciones de alta tecnología (p. ej., herbicidas selectivos y cultivos genéticamente modificados resistentes a los herbicidas) la proporción de las pérdidas de rendimiento de los cultivos no parece disminuir significativamente con el pasar del tiempo (Cousens y Mortimer, 1995). En los países en desarrollo, los herbicidas difícilmente están accesibles a un precio razonable, por lo tanto, los agricultores a menudo deben confiar en métodos alternativos para el manejo de las malezas.
En todo el mundo, el limitado éxito de los herbicidas se debe probablemente a la excesiva simplificación hecha cuando se enfrenta el problema. Se ha puesto demasiado énfasis en el desarrollo de las tácticas de control de malezas (especialmente de los herbicidas sintéticos) como «la» solución para cualquier problema relacionado con las mismas, mientras que la importancia de integrar diferentes tácticas (p. ej., métodos preventivos, culturales, mecánicos y químicos) basadas en las estrategias de manejo de las malezas en los sistemas de producción, han sido por largo tiempo escasamente consideradas.
El manejo integrado de las malezas está basado en el conocimiento de las características biológicas y ecológicas de las mismas para entender la forma en que su presencia puede ser modulada por las prácticas culturales. En base a este conocimiento, el agricultor debe primeramente construir una estrategia general de manejo de las malezas dentro de su secuencia de cultivos comerciales y después elegir el mejor método de control directo de las malezas durante los ciclos de cultivo. Además, es necesario recordar que el manejo de las malezas está siempre estrictamente vinculado al manejo del cultivo. Como tal, las interacciones entre el manejo de las malezas y otras prácticas culturales deben ser debidamente consideradas. Por ejemplo, la inclusión de cultivos de cobertura en una secuencia de cultivos es una forma interesante de integrar el manejo de las malezas con el manejo de los nutrientes y con beneficios adicionales para otras propiedades importantes del agrosistema (p. ej., fertilidad y retención de la humedad del suelo, biodiversidad).
COMO IMPLEMENTAR UNA ESTRATEGIA EFECTIVA DE CONTROL DE MALEZAS
Una estrategia efectiva de manejo de malezas a largo plazo está basada en la aplicación práctica del concepto ecológico de la máxima diversificación del disturbio, lo que significa diversificar los cultivos y las prácticas culturales tanto como sea posible dentro de un agroecosistema dado. Esto lleva a una completa disrupción de los nichos ecológicos de las malezas (Liebman y Davis, 2000) y, por lo tanto, a la minimización del riesgo de la evolución de la flora en el sentido de favorecer un número limitado de especies altamente competitivas. Además de esto, un sistema de producción altamente diversificado también reduce el riesgo del desarrollo de poblaciones de malezas resistentes a los herbicidas.
En la práctica, las estrategias de manejo de malezas deberían integrar métodos indirectos -preventivos- con métodos directos -culturales y curativos. La primera categoría incluye cualquier método usado antes de la siembra de un cultivo mientras que el segundo método abarca cualquier método aplicado durante el ciclo de crecimiento del mismo. Los métodos en ambas categorías pueden influenciar tanto la densidad de las malezas (p. ej., el número de individuos por unidad de superficie) y/o el desarrollo de las malezas (producción de biomasa y cobertura del suelo). Sin embargo, mientras que los métodos indirectos están dirigidos a reducir el número de plantas de malezas que emergen en un cultivo, los métodos directos también tienen como objetivo aumentar la capacidad competitiva del cultivo contra las malezas.
Los métodos preventivos incluyen rotación de los cultivos, cultivos de cobertura (usados como abonos verdes o cobertura muerta), sistemas de labranza, preparación de la cama de semillas, solarización del suelo, manejo del drenaje y de los sistemas de riego y de los residuos de los cultivos.
Los métodos culturales incluyen la época de siembra del cultivo y la ordenación espacial, la selección del genotipo del cultivo, los cultivos de cobertura (cuando se usan como cobertura viva), los cultivos intercalados y la fertilización.
Los métodos curativos incluyen cualquier método químico, físico (p. ej., mecánico o térmico) y biológico usado para el control directo de las malezas en cualquier cultivo establecido. Una lista de los principales métodos que pueden ser usados en la estrategia de manejo integrado de malezas se presenta en la Tabla 1.
A continuación se describen los principales efectos que la aplicación de los métodos preventivos y culturales causan sobre las malezas tratando de subrayar sus posibles interacciones las cuales no siempre son fáciles de predecir en el campo. Los métodos curativos no se discuten aquí; sin embargo, se debe señalar que su efectividad se puede incrementar si se aplican conjuntamente métodos preventivos y culturales.
MÉTODOS PREVENTIVOS
Rotación de cultivos
La diferenciación en el tiempo de los cultivos sembrados en un mismo predio es un medio fundamental y bien conocido para el control preventivo de las malezas. Obviamente, los diferentes cultivos requieren distintas prácticas culturales las cuales son un factor de disrupción del ciclo de crecimiento de las malezas y, como tales, previenen la selección de la flora hacia una mayor abundancia de las especies problemáticas (Karlen, 1994). En contraste, el cultivo continuado selecciona la flora de las malezas favoreciendo aquellas especies que son más similares al cultivo y tolerantes a los distintos métodos usados para el control de malezas (p. ej., herbicidas) por medio de la aplicación reiterada de las mismas prácticas culturales año tras año.
Además, los cultivos repetidos pueden interactuar negativamente con los sistemas de labranza y modificar la flora de las malezas hacia una composición más dificultosa de combatir. Por ejemplo, en las zonas templadas en los cultivos continuos de cereales la labranza mínima puede causar después de unos pocos años la dominancia de las gramíneas con semillas de poca latencia tales como Alopecurus myosuroides y Bromus spp. (Froud-Williams, 1983). En estos casos, el consecuente mayor uso de graminicidas actúa como un factor adicional de selección de biotipos resistentes a las malezas. Para recuperar situaciones florísticas altamente degradadas como la citada, es imperativo rotar cereales con diferentes períodos de crecimiento y arar el suelo a ciertos intervalos para perjudicar a las gramíneas con semillas de poca latencia que normalmente no pueden emerger desde grandes profundidades. Si hubiera un largo período de barbecho entre el cultivo del cereal y el cultivo siguiente, este período podría ser explotado para cultivar el suelo y estimular la emergencia de las malezas problemáticas las cuales son destruídas por un cultivo adicional y por medio de herbicidas.
La rotación entre los cultivos que tienen el mismo período de crecimiento, si bien es preferible al cultivo continuado, no es tan exitosa como la rotación de cultivos con especies de diferentes ciclos para reducir el número de malezas que emergen en el campo. Comparado con la reducción de la densidad de las malezas, el efecto de la rotación de cultivos sobre la biomasa de las malezas es menos sistemático porque depende de factores tales como los siguientes:
la capacidad competitiva de los cultivos incluidos en la rotación;
la efectividad de los métodos de control directo de las malezas (p. ej., herbicidas);
la frecuencia de la labranza y los tratamientos culturales.
Cultivos de cobertura (usados como abono verde o cobertura muerta)
La inclusión de cultivos de cobertura en la rotación entre dos cultivos comerciales es un buen método preventivo que puede ser usado en una estrategia de manejo de malezas. Los cultivos de cobertura no producen un producto comercializable pero extendiendo el período en el cual el suelo permanece cubierto por la vegetación ejercitan una serie de efectos benéficos en el agrosistema tales como optimización del uso de los recursos naturales (radiación solar, agua, nutrientes del suelo), reducción de la escorrentía, de la lixiviación de nutrientes y de la erosión del suelo y, sobre todo, supresión de las malezas (Lal et al., 1991).
Los efectos de los cultivos de cobertura dependen en gran parte de las especies del cultivo de cobertura y su manejo después del cultivo comercial y de la composición de la comunidad de malezas (Bàrberi y Mazzoncini, 2001). La supresión de las malezas se efectúa en parte por la competencia por los recursos -luz, nutrientes y agua- durante el ciclo de crecimiento del cultivo de cobertura y en parte por los efectos físicos y químicos que ocurren cuando los residuos de los cultivos de cobertura se dejan sobre la superficie del suelo como cobertura muerta o son enterrados y usados como abono verde (Mohler y Teasdale, 1993; Teasdale y Mohler, 1993). La interferencia con las malezas, incluyendo la competencia, efectos físicos y alelopáticos, es por lo general mayor cuando se usan como cultivos de cobertura gramíneas y crucíferas que cuando se usan leguminosas (Blum et al., 1997). La interferencia de los cultivos de cobertura y sus residuos está relacionada con la ocupación de nichos ecológicos que de otra manera estarían disponibles para las malezas. Esto es consecuencia, básicamente, del resultado del secuestro de los nutrientes del suelo, especialmente nitrógeno, de la liberación de compuestos aleloquímicos (p. ej., glucosinatos de las crucíferas y sorgoleone de Sorghum spp.) y de modificaciones del microambiente del suelo (Galland et al., 1999). Algunos ejemplos de cultivos fuertemente supresores de malezas son el centeno (Lámina 1), sorgo, coles, roqueta, y mostaza. En sentido contrario, si bien la supresión de las malezas por parte de las leguminosas puede ser importante, su efecto residual es por lo general bajo en razón de la gran cantidad de nitrógeno liberado a partir de sus residuos después de la destrucción del cultivo de cobertura que estimula la emergencia de las malezas, especialmente cuando las leguminosas son utilizadas como abono verde (Blum et al., 1997).
Tabla 1. Clasificación de las prácticas culturales potencialmente aplicables en un sistema integrado de manejo de malezas, basada en su efecto prevalente.
Práctica cultural |
Método |
Efecto prevalente |
Ejemplo |
Rotación de cultivos |
Preventivo |
Reducción de la emergencia de malezas |
Cultivos de verano e invierno alternados |
Cultivos de cobertura (como abono verde o cobertura muerta) |
Preventivo |
Reducción de la emergencia de malezas |
Cultivo de cobertura sembrado entre dos cultivos comerciales |
Labranza primaria |
Preventivo |
Reducción de la emergencia de malezas |
Arada profunda, alternancia de arada profunda con labranza limitada |
Preparación de la cama de semillas |
Preventivo |
Reducción de la emergencia de malezas |
Técnica de falsa preparación de cama de semillas |
Solarización del suelo |
Preventivo |
Reducción de la emergencia de malezas |
Uso de película negra o transparente (invernadero o campo) |
Sistema de riego y drenaje |
Preventivo |
Reducción de la emergencia de malezas |
Colocación de riego (micro/goteo), limpieza vegetación en canales |
Manejo de residuos de cultivos |
Preventivo |
Reducción de la emergencia de malezas |
Cultivo con residuos |
Época de siembra y ordenación espacial del cultivo |
Cultural |
Mejoramiento de la capacidad competitiva del cultivo |
Uso de trasplantes, mayor densidad de siembra, menor distancia entre surcos, anticipación/demora de fecha siembra o trasplante |
Elección genotipo del cultivo |
Cultural |
Mejoramiento de la capacidad competitiva del cultivo |
Uso de variedades de rápida emergencia, crecimiento alto y cobertura temprana del suelo |
Cultivos de cobertura (usados como cobertura viva) |
Cultural |
Mejoramiento de la capacidad competitiva del cultivo (dosel foliar) |
Cultivo de leguminosas sembrado entre surcos del cultivo |
Cultivos intercalados |
Cultural |
Reducción de la emergencia de malezas, mejoramiento de la capacidad competitiva del cultivo |
Cultivos comerciales intercalados |
Fertilización |
Cultural |
Reducción de la emergencia de malezas, mejoramiento de la capacidad competitiva del cultivo |
Uso de fertilizantes orgánicos de liberación lenta de nutrientes, enmiendas, colocación del fertilizante, anticipación o demora de fertilización con N de presiembra o complementaria |
Cultivo |
Curativo |
Muerte de la vegetación existente, reducción de la emergencia de malezas |
Rastreada postemergencia, aporcar |
Aplicación de herbicidas |
Curativo |
Muerte de la vegetación existente, reducción de la emergencia de malezas |
Aspersión pre- o postemergencia |
Control termal de malezas |
Curativo |
Muerte de la vegetación existente, reducción de la emergencia de malezas |
Quema de malezas preemergencia o postemergencia localizada |
Control biológico de malezas |
Curativo |
Muerte de la vegetación existente, reducción de la emergencia de malezas |
Uso de patógenos o plagas específicos para las malezas |
Cuando los cultivos de cobertura son utilizados como cobertura muerta (o sea, se dejan descomponer sobre la superficie del suelo), la supresión de las malezas parece ser más bien el resultado de los efectos físicos de la cobertura que aquellos causados por nutrientes o compuestos alelopáticos (Teasdale y Mohler, 2000). La supresión de las malezas parece estar particularmente relacionada con el índice de área de cobertura (área de cobertura dividida entre el área del suelo) la cual tiene influencia sobre la extinción de la luz por la cobertura y, consecuentemente, con la germinación de las semillas de las malezas. Las especies de malezas de semillas pequeñas parecen ser más sensibles que las de semillas grandes a los efectos físicos de la cobertura así como también a los compuestos alelopáticos (Liebman y Davis, 2000). La siembra oportuna de los cultivos de cobertura es sumamente importante para fortalecer la producción de biomasa y, por lo tanto, para incrementar su potencial de supresión de malezas.
Los cultivos de cobertura también pueden interactuar con otras biotas; por ejemplo, promueven el establecimiento de micorrizas vesiculares-arbusculares las cuales a su vez pueden cambiar la composición de la flora de las malezas favoreciendo especies de plantas relacionadas con las micorrizas en detrimento de especies no relacionadas con las mismas (Jordan et al., 2000).
Figura 1. Alta supresión de malezas a causa de un cultivo de cobertura de centeno (P. Bàrberi)
SISTEMAS DE LABRANZA
El principal efecto de la labranza sobre las malezas está relacionado principalmente con el tipo de implemento usado y con la profundidad de la labranza. Estos factores tienen considerable influencia sobre la distribución de las semillas y propágulos de las malezas en todo el perfil del suelo y, por lo tanto, afectan directamente al número de malezas que pueden emerger en un campo.
El arado de rejas es sumamente efectivo para reducir la densidad de las malezas y, por lo tanto, es un importante método preventivo cuando los agricultores están obligados a usar (o desean usar) métodos directos de control de malezas parcialmente supresivos (p. ej., control mecánico); además, reduce el trabajo necesario para la posterior remoción manual de las malezas. Al contrario, cuando la labranza no provoca la inversión del suelo (especialmente la labranza cero) las semillas de malezas son enterradas solo en forma parcial y, por lo tanto, están generalmente distribuídas en la capa superior del suelo desde donde pueden fácilmente germinar y dar origen a plantas vigorosas.
Teóricamente, si el control directo de las malezas ha sido suficientemente efectivo como para reducir las caída de las semillas de las malezas (S), los sistemas sin inversión del suelo, con el correr del tiempo, deberían reducir la densidad de las malezas en mayor medida que los sistemas basados en las aradas. Esto debería ocurrir en los suelos no invertidos a causa del mayor agotamiento del banco de semillas (D) debido a altas tasas de emergencia y condiciones ambientales (relacionadas con menos semillas enterradas) que conducen a una latencia secundaria y a una mayor depredación de semillas por parte de la fauna del suelo. En términos de la dinámica de la población de las malezas, ocurre una reducción en el tamaño de la población si D>S, una situación que raramente se encuentra con la labranza sin inversión ya que el control de las malezas en el campo difícilmente es completo y, por lo tanto, las malezas tienen buenas oportunidades de formar semillas y reabastecer el banco de semillas del suelo. Por esta razón, las densidades de las malezas en los sistemas de labranza mínima o labranza cero son invariablemente más altos que en los sistemas basados en la labranza (Froud-Williams, 1988; Cardina et al., 1991; Spandl et al., 1999).
Los datos de bancos de semillas de malezas tomados en un experimento a largo plazo en cuatro sistemas de labranza fueron usados por 12 años consecutivos en una rotación continua de trigo de invierno o una rotación de guandul y trigo de invierno; mostraron que la densidad total de las malezas fue mayor en el tratamiento sin labranza, labranza mínima (p.ej., rastra rotatoria a 15 cm de profundidad) y arado cincel (a 45 cm profundidad) en las capas de suelo 0-15, 15-30 y 30-45 cm, respectivamente (Bàrberi y Lo Cascio, 2001). La densidad en el total del suelo (0-45 cm) no difirió significativamente entre los sistemas de labranza, pero en el caso sin labranza más del 60 por ciento del total de las plántulas emergieron de la capa superior comparadas con un promedio de 43 por ciento en los otros sistemas de labranza (Figura 1). La rotación de cultivos no tuvo influencia sobre el tamaño del banco de semillas o sobre la distribución de las plántulas en las capas de suelo y tuvo una influencia limitada sobre la abundancia de las principales especies. El banco de semillas fue dominado (>66 % de la densidad total) por Conyza canadensis y Amaranthus retroflexus que prosperaron con arado de cincel y sin labranza, respectivamente. Entre las otras especies importantes, Bilderdykia convolvulus y Chenopodium album estuvieron asociadas principalmente con la arada con rejas, Papaver rhoeas y Portulaca oleracea con la labranza mínima y Lolium multiflorum y Veronica spp. con la labranza cero. Los resultados sugieren que si bien la sustitución de la arada con rejas por la labranza sin inversión (especialmente en el caso de labranza mínima) puede no resultar, a largo plazo, en mayores problemas de malezas, es probable que el uso de la labranza cero incremente las infestaciones de malezas a causa de la mayor concentración de semillas de la capa superior causando, consecuentemente, un mayor requerimiento de aplicación de herbicidas. El uso de labranza cero puede ser deseable en los trópicos a causa de las condiciones que podrían exacerbar los problemas de control de malezas.
Figura 2. Porcentaje de distribución de plántulas en las distintas capas de suelo con arado de rejas a 45 cm de profundidad (P 45), arado de cincel a 45 cm profundidad (CP 45), rastra rotatoria a 15 cm profundidad (RH 15) y labranza cero (NT) después de 12 años consecutivos de aplicación de los distintos sistemas de labranza (según Bàrberi y Lo Cascio, 2001, modificado; los datos son medias de dos rotaciones de cultivos). En cada capa de suelo las barras con la misma letra no son significativamente diferentes a P £ 0,05 (prueba LSD).
El disturbio causado a las malezas por la labranza depende más del tipo de implemento que de la profundidad de la labranza. Las herramientas que no invierten el suelo (p. ej., arado de cincel) aumentan la densidad de las malezas y cambian la composición de la flora de malezas hacia una mayor presencia de bianuales, perennes y anuales no estacionales. La mayoría de estas especies se caracterizan por tener semillas dispersadas por el viento, de poca longevidad y latencia y son incapaces de emerger de las capas profundas (Zanin et al., 1997). Algunas especies que por lo general no son favorecidas por la inversión de la labranza o la labranza cero son las perennes Agropyron repens, Calystegia sepium, Lolium perenne y Plantago spp. y las anuales Digitaria sanguinalis, Lolium multiflorum, Setaria viridis y Thlaspi arvense.
La relativa abundancia de especies perennes en una comunidad de malezas también es favorecida por una reducción de la frecuencia de la labranza dentro de la secuencia de los cultivos. Por ejemplo, la inclusión de una cobertura perenne en una rotación de cultivos significa que el suelo no es labrado todos los años. La falta de disturbio del suelo unida a un mayor control de las malezas anuales por medio de repetidos cortes puede cambiar la composición de la comunidad de malezas en el sentido de una mayor presencia de bianuales y perennes. Al contrario, los sistemas que se basan en la labranza parecen favorecer a algunas dicotiledóneas anuales como Chenopodium album, Papaver rhoeas y Polygonum spp., si bien este efecto siempre está modulado por la efectividad de los métodos de control de malezas -por ejemplo, herbicidas- usados en la rotación (Légère et al., 1993; Liebman et al., 1996).
En un sistema dado de cultivo la densidad de las malezas puede ser reducida en forma sensible cuando los métodos de labranza cambian, más que cuando el mismo sistema de labranza es usado año tras año. Un ensayo a largo plazo llevado a cabo en Pisa, Italia, en una rotación de dos años de soja-trigo de invierno mostró que alternando el arado con rejas a 50 cm de profundidad con labranza mínima (rastra rotatoria a 15 cm profundidad) fue posible reducir la densidad de las malezas en el trigo, comparadas con el arado de cincel (a 50 cm de profundidad), labranza mínima o arada superficial (a 25 cm profundidad) aplicadas cada año. (Bàrberi et al., 2001, Tabla 2). El uso de labranza mínima para el trigo de invierno y de la arada profunda para la soja fue mejor que el sistema opuesto ya que en el primer caso la comunidad de malezas estaba compuesta principalmente por especies menos competitivas (Anagallis arvensis y Papaver rhoeas vs. Lolium spp., Polygonum aviculare y Veronica spp. en el segundo caso). Una forma simple de diversificar el sistema de labranza es incluir en la rotación cultivos que requieren diferentes operaciones de labranza, por ejemplo, cereales y raíces.
PREPARACIÓN DE LA CAMA DE SEMILLAS
La labranza para la preparación de la cama de semillas tiene dos efectos contrastantes: (i) elimina la vegetación emergida después de la primera labranza y, (ii) estimula la germinación de las semillas de malezas y la consecuente emergencia de las plántulas gracias a la mezcla del suelo y la reubicación de las semillas en capas menos profundas. Estos dos efectos pueden ser explotados en forma conjunta por medio de la aplicación de la técnica de la falsa cama de semillas, un método preventivo que tiene el objetivo específico de reducir la emergencia de las malezas en el ciclo de cultivo siguiente.
La técnica de la falsa cama de semillas consiste en el laboreo anticipado para la preparación de la cama de semillas de modo de estimular tanto como sea posible la emergencia de las malezas antes de la siembra. Las malezas emergidas son entonces destruídas por una pasada sucesiva de cultivador o por la aplicación de un herbicida total (p. ej., glifosato), siendo este último particularmente útil cuando hay malezas perennes. En el momento de la siembra, el banco de semillas de aquellas especies que son capaces de emerger junto con el cultivo se ha parcialmente agotado y su emergencia con el cultivo será reducida. El laboreo puede ser hecho con cualquier herramienta pero las rastras de dientes elásticos (Figura 3) son preferibles en razón de su alta capacidad de trabajo y su costo relativamente bajo. La aplicación de la técnica de la falsa cama de semillas puede reducir la emergencia de las malezas en más del 80 por ciento comparado con la preparación común (van der Weide et al., 2002). Obviamente, la aplicación de esta técnica implica que haya suficiente tiempo -por lo menos 2-3 meses en los climas templados- entre la cosecha del cultivo anterior y la siembra del cultivo siguiente para permitir la emergencia de las malezas. Para que este método sea efectivo el suelo debe tener un buen contenido de humedad y favorecer la germinación de las semillas de malezas o, dicho de otra manera, este método puede ser inútil cuando la disponibilidad de agua del suelo es limitada. En los casos en que los agricultores esperan fuertes lluvias entre la primera labranza y la siembra del cultivo, deben evaluar si la preparación anticipada de la cama de semillas puede aumentar el riesgo de dañar la estructura del suelo o de demorar la siembra ya que no puede ser trabajado en forma adecuada: ambos efectos pueden contrastar los beneficios de la técnica de la falsa preparación de la cama de semillas y, por lo tanto, requieren una cuidadosa evaluación.
Tabla 2. Densidad relativa (porcentaje) de las principales especies de malezas y densidad total de malezas (plantas m2) observadas en trigo de invierno inmediatamente antes de la aplicación de herbicida de postemergencia (datos promedio de dos años y tres dosis de nitrógeno). Los datos se presentan con una transformación arco-seno (densidad relativa) o transformación de raíz cuadrada (densidad total de malezas) de la media para permitir una interpretación directa de SED. DP = arada profunda (50 cm); SP = arada superficial (25 cm); TLP = arada en dos capas (arada superficial + subsolado a 50 cm); CP = arado de cincel (50 cm); MT = labranza mínima (rastra rotatoria a 15 cm). Significado de la prueba de F tests (indicado como superescrito): *,**,***, ns = P £ 0,05, 0,01, 0,001 y no significativo, respectivamente. Según Bàrberi et al. (2001), modificado.
|
Método de labranza |
|||||||
DP |
SP |
TLP |
CP |
MT |
MT |
DP |
SED |
|
Especies |
||||||||
Anagallis arvensis** |
26,3 |
15,8 |
26,7 |
18,0 |
15,2 |
25,8 |
21,5 |
3,09 |
Cerastium arvense ns |
0,0 |
0,0 |
0,0 |
0,0 |
2,7 |
3,3 |
0,0 |
2,65 |
Lolium spp.* |
16,0 |
8,0 |
11,9 |
12,5 |
18,7 |
7,2 |
15,6 |
3,18 |
Matricaria chamomilla ns |
2,4 |
2,6 |
0,0 |
9,6 |
0,9 |
4,7 |
9,2 |
5,64 |
Papaver spp.* |
6,8 |
20,5 |
7,9 |
13,9 |
26,2 |
12,0 |
19,1 |
4,93 |
Polygonum aviculare ns |
25,9 |
15,3 |
18,1 |
21,8 |
17,4 |
25,1 |
20,5 |
4,55 |
Rumex spp.*** |
14,1 |
7,5 |
10,3 |
18,3 |
7,5 |
8,1 |
3,7 |
1,88 |
Veronica spp.ns |
28,2 |
53,3 |
40,9 |
29,0 |
40,3 |
30,2 |
36,7 |
9,49 |
Vicia spp.* |
15,6 |
0,0 |
0,0 |
0,0 |
0,0 |
00 |
3,9 |
4,35 |
Densidad total malezas** |
5,1 |
7,6 |
5,0 |
8,1 |
9,7 |
5,8 |
6,7 |
1,02 |
Figura 3. Rastra de dientes elásticos con cuatro marcos modulares de 1,5 m de ancho cada uno de ajuste independiente (P. Bàrberi).
SOLARIZACIÓN DEL SUELO
La solarización del suelo es un método preventivo que explota el calentamiento solar para eliminar las malezas y reducir así su emergencia. Este método es citado brevemente ya que es motivo de otro capítulo de esta publicación.
La alta temperatura del suelo, si dura lo suficiente, puede matar las estructuras reproductivas de las plagas, las enfermedades y las malezas. La solarización puede ser definida como una desinfección del suelo que explota la energía solar disponible durante el período más cálido del año. Para incrementar el efecto de la solarización la superficie del suelo debe ser uniforme y contener suficiente agua para favorecer la transferencia de calor hacia las capas más profundas del perfil y hacer que las estructuras reproductivas de las plagas, las enfermedades y las malezas sean más sensitivas al daño del calor. Por esta razón, antes de la solarización, el suelo generalmente es regado y posteriormente cubierto con una película de plástico para incrementar su calentamiento y evitar la disipación del calor hacia la atmósfera.
El éxito de la solarización del suelo como método de control de malezas no depende de la temperatura máxima alcanzada en el suelo sino de la duración de la temperatura por encima de cierto umbral (45 °C), todos los días (Horowitz et al., 1983). Obviamente, la solarización del suelo puede ser usada solamente en climas cálidos o bajo condiciones de invernadero en regiones templado cálidas y del Mar Mediterráneo. Por ejemplo, una importante reducción de la emergencia de las malezas se observó en los 12 meses siguientes a la solarización en un invernadero túnel usado para la producción de hortalizas en la zona central de Italia (Temperini et al., 1998). Para retener el máximo del efecto de la solarización del suelo este no debe ser subsecuentemente cultivado porque de lo contrario las malezas presentes en las capas profundas, menos afectadas por el calentamiento, son traídas hacia la superficie del suelo y pueden germinar.
MANEJO DE LOS SISTEMAS DE RIEGO Y DRENAJE
Una elección correcta de los sistemas de riego y drenaje y su mantenimiento son importantes medidas preventivas para reducir la infestación de malezas. Una limpieza periódica de las malezas establecidas a lo largo de los canales evita su invasión al campo. En los casos en que es económicamente posible, la sustitución de canales por tuberías subterráneas de drenaje elimina una fuente potencial de infestación con malezas. El uso de sistemas de riego localizados, como el riego por goteo, favorecen el desarrollo de los cultivos en detrimento de las malezas (Berkowitz, 1988). Al contrario, los sistemas de riego por aspersión favorecen las malezas ya que muchas de ellas tienen una mayor eficiencia en el uso del agua (producción de biomasa por unidad de agua usada para la evapotraspiración) que los cultivos.
MANEJO DE LOS RESIDUOS DE LOS CULTIVOS
La labranza de los residuos de los cultivos estimula la germinación de las semillas de las malezas y su emergencia, por lo tanto, es un hecho favorable ya que agota el banco de semillas. Sin embargo, se debe evitar que las malezas que surgen lleguen a formar semillas volviendo de esa manera a restablecer las reservas de semillas en el suelo. La labranza de los residuos puede ser considerada negativamente en algunos ambientes caracterizados por la alta tasa de mineralización de la materia orgánica del suelo. En estos casos es preferible no disturbar el suelo sino cortar los residuos y distribuirlos tan uniformemente como sea posible sobre su superficie para ahogar a las malezas que germinan debajo de los mismos. Este es realmente el mismo efecto que puede ser esperado de los cultivos de cobertura cuando son usados como una cobertura muerta.
Si bien las semillas de muchas especies de malezas pueden ser «devitalizadas» quemando los residuos, esta técnica es siempre desalentada ya que produce un efecto negativo sobre el contenido de materia orgánica del suelo.
MÉTODOS CULTURALES
Época de siembra y ordenación espacial
En algunos casos la modificación de la fecha de siembra, de la densidad del cultivo y de la forma de su establecimiento pueden reducir la emergencia de las malezas y/o incrementar la capacidad competitiva del cultivo (Mohler, 1996), si bien este efecto es dependiente en alto grado de las especies cultivadas y del ambiente. Spandl et al. (1998) observaron que comparando la siembra de trigo en otoño con aquella de primavera, en esta última estación la maleza Setaria viridis emergió en un solo flujo, lo cual la hizo más vulnerable a los métodos de control de malezas (herbicidas o culturales). En casos como estos, la fecha de siembra del cultivo puede ser usada por el agricultor como un método de manejo cultural. En otros cultivos como los guisantes de enrame o las papas, un aumento de la densidad de siembra puede conducir a una mayor habilidad competitiva del cultivo frente a las malezas pero con un cierto detrimento sobre los rendimientos en razón de la mayor competencia intraespecífica entre las plantas de guisantes (Lawson y Topham, 1985) o a una menor calidad de los tubérculos de papa o a una mayor susceptibidad de este cultivo a las enfermedades (Litterick et al., 1999).
Por el contrario, en los cultivos que muestran una mayor plasticidad fenotípica la modificación de la densidad de siembra y/o de la forma de siembra puede ofrecer mejores oportunidades de ser explotada en las estrategias de manejo de las malezas. Este es el caso de la Vicia faba var. minor, una leguminosa adaptada a los ambientes del Mediterráneo que es a la vez una fuente de proteínas para los animales y una especie que mejora la fertilidad del suelo; este cultivo puede ser sembrado en surcos poco distanciados (15 cm) o más espaciados (40-70 cm). En el primer caso el número de vainas y el rendimiento de grano por planta disminuyen y la altura de inserción de la vaina en el tallo aumenta (lo que reduce las pérdidas en la cosecha mecánica) pero el rendimiento de grano por unidad de superficie y el contenido de proteína cruda son aún aceptables (Bonari y Macchia, 1975). Gracias a esta plasticidad fenotípica es probable que la ordenación espacial de esta especie pueda ser aún optimizada, por ejemplo, sembrando en pares de surcos y usando una distancia entre surcos (40-50 cm) que permite los trabajos culturales entre los surcos, obteniendo así, probablemente, un mayor control de las malezas.
El uso de trasplantes en vez de semillas, como ocurre en el caso de muchas hortalizas, también aumenta la capacidad competitiva del cultivo al incrementar la diferencia de desarrollo entre los cultivos y las malezas con ventaja para los primeros. Más aún, el uso de trasplantes puede aumentar la selectividad (o sea, la relación entre el daño a las malezas y al cultivo) de las desmalezadoras de torsión (Figura 4) que son herramientas simples y poco costosas para el control de malezas entre los surcos (Melander, 2000). Por ejemplo, en la remolacha azucarera el control mecánico de las malezas puede ser hecho cinco días después del trasplante pero puede tener el efecto negativo de causar raíces bifurcadas que pueden disminuir su calidad. El uso de trasplantes, comparado con la siembra directa, a menudo aumenta los costos de producción de los cultivos y las necesidades de mano de obra.
Figura 4. Desmalezadora de torsión: dientes elásticos que pueden ser acoplados con herramientas para carpir y permitir el control de las malezas entre los surcos (P. Bàrberi).
Elección del genotipo del cultivo
Diferentes genotipos del mismo cultivo poseen características que pueden resultar en una mayor o menor capacidad competitiva frente a las malezas. Estas características son, típicamente, aquellas relacionadas con una mayor velocidad de emergencia de las plántulas, un rápido establecimiento del dosel foliar (Rasmussen y Rasmussen, 2000) y mayores tasas de crecimiento en las primeras etapas del cultivo. El uso de estos genotipos puede, por lo tanto, reducir la necesidad de aplicar medidas de control directo de las malezas como herbicidas o métodos culturales.
El potencial para seleccionar genotipos de cultivos con características competitivas ha sido demostrado en varias muestras de trigos australianos si bien la expresión de la ventaja de la competitividad en el campo está fuertemente influenciada por las condiciones ambientales (Lemerle et al., 2001).
No todas las características que dan a los cultivos la ventaja de la competitividad sobre las malezas pueden ser explotadas; por ejemplo, la altura de la planta que está generalmente correlacionada con la supresión de las malezas (Benvenuti y Macchia, 2000), presenta a menudo una correlación negativa con el rendimiento del cultivo y una correlación positiva con la posibilidad de vuelco.
La mayor habilidad competitiva de un genotipo también puede estar relacionada con la producción y liberación de compuestos aleloquímicos que inhiben la emergencia de las malezas y su crecimiento. Olofsdotter (2001) demostró que algunas variedades de arroz pueden ejercer un considerable efecto alelopático contra las malezas; por lo tanto, existe un cierto potencial para usar la selección del genotipo como un método cultural para el manejo de las malezas en el cultivo.
Cultivos de cobertura usados como cobertura viva
Los cultivos de cobertura también pueden ser utilizados como coberturas vivas, o sea que pueden crecer juntamente con un cultivo comercial, por lo general en surcos alternados. En este caso los beneficios del cultivo de cobertura están relacionados principalmente con la mayor supresión de las malezas y con la conservación de la humedad del suelo. Sin embargo, es muy importante evitar la competencia entre el cultivo comercial y la cobertura viva. Para ello, el crecimiento de la cobertura viva debe estar constantemente bajo control por medio de cortes o con dosis sub-letales de herbicidas a fin de evitar que domine al cultivo comercial (Figura 5). En este caso, el manejo de la cobertura viva no es simple y la conveniencia de este método es dudosa en aquellos ambientes en que la competencia por la luz y el agua pueden ser fundamentales.
Figura 5. Cultivo de cobertura vivo entre remolacha azucarera y trébol subterráneo (Trifolium subterraneum). Arriba: buen desarrollo del cultivo de cobertura; debajo: excesivo desarrollo del cultivo de cobertura (P. Bárberi)
Cultivos intercalados
Otro método cultural adecuado para aumentar la capacidad competitiva de los cultivos frente a las malezas es la siembra de cultivos intercalados. Como cultivos de cobertura, los cultivos intercalados aumentan la diversidad ecológica en un campo. Más aún, incrementan el uso de los recursos naturales por el dosel foliar y, comparados con los cultivos puros, a menudo compiten mejor con las malezas por la luz, el agua y los nutrientes (Liebman y Dyck, 1993). Por ejemplo, comparado con un cultivo puro, un cultivo intercalado de puerro y apio sembrado en un diseño en surcos redujo la cobertura relativa del suelo por parte de las malezas en 41 por ciento, redujo la densidad y la biomasa de Senecio vulgaris en 58 y 98 por ciento, respectivamente, y aumentó el rendimiento total del cultivo en 10 por ciento (Baumann et al., 2000).
Una mayor supresión de las malezas y un incremento del rendimiento de los cultivos ha sido demostrado en muchos ambientes para los cultivos intercalados de cereales y leguminosas (Ofori y Stern, 1987). Como en el caso de la cobertura viva, el éxito de los cultivos intercalados radica en la mejor combinación entre los requerimientos de las especies componentes por la luz, el agua y los nutrientes, lo cual aumenta la complementariedad del uso de los recursos y reduce la competencia entre los cultivos intercalados. En la práctica, esto significa optimizar la ordenación espacial de los cultivos intercalados, las densidades relativas de las plantas y su crecimiento relativo en el tiempo en cualquier ambiente dado (Ofori y Stern, 1987).
Fertilización
La fertilización nitrogenada de presiembra puede aumentar la capacidad competitiva del cultivo frente a las malezas en aquellos cultivos que en las primeras etapas tienen altas tasas de crecimiento; sin embargo, este efecto es modulado por el tipo de malezas que prevalecen en el campo. Por ejemplo, en girasol cultivado en las condiciones del Mediterráneo, una aplicación de fertilizante nitrogenado sintético incrementó la supresión de las malezas de emergencia tardía como Chenopodium album, Solanum nigrum y Xanthium strumarium, en comparación con una aplicación fraccionada de 50 por ciento en presiembra y 50 por ciento en cobertura (Paolini et al., 1998). Al contrario, la misma técnica dio lugar a una ventaja competitiva para malezas de emergencia temprana como Sinapis arvensis. Del mismo modo, la anticipación o la demora de la aplicación en cobertura del nitrógeno en el cultivo de remolacha azucarera incrementó la capacidad competitiva con dominancia de malezas de emergencia tardía o temprana, respectivamente (Paolini et al., 1999).
La modulación de las interacciones competitivas cultivos-malezas por medio de la fertilización del cultivo es difícil de realizar cuando se usan fertilizantes orgánicos (p. ej., estiércol) o enmiendas a causa de la baja liberación de los nutrientes de esas fuentes. Sin embargo, la aplicación de fertilizantes sintéticos u orgánicos junto con o próximos al surco del cultivo, pueden mejorar el manejo de las malezas ya que aumentan las posibilidades relativas de que el cultivo capture nutrientes, especialmente nitrógeno, en detrimento de las malezas (Rasmussen, 2000).
CONCLUSIONES
Los agricultores tienen varios métodos preventivos y culturales entre los recursos disponibles para construir una buena estrategia de control de malezas. La conveniencia de usar un método u otro depende las actitudes locales y de las limitaciones tales como la disponibilidad financiera y de mano de obra, el acceso a los insumos técnicos (semillas, fertilizantes, herbicidas), características ambientales, sociales y económicas que pueden limitar el rango de las elecciones agronómicas posibles (p. ej., duración de la época de crecimiento, tipos de lluvia y temperatura, tasa de mineralización del suelo, estructura de la finca y del mercado, patrimonio cultural, existencia de servicios de asesoramiento, etc.). Sin embargo, la mayor diversificación del sistema de producción (o sea, secuencia de cultivos y prácticas culturales asociadas) basada en principios agroecológicos es la clave para un manejo efectivo a largo plazo de las malezas en cualquier situación. Al respecto, siempre se debe insistir sobre la inclusión sistemática de métodos preventivos y culturales para el control de malezas. Esto obviamente implica que los agricultores deben ser educados para adquirir un mayor nivel de conocimientos y capacidad técnica. Las soluciones simples tales como la monocultura y la confianza en los herbicidas como único método de control de las malezas puede ser exitoso a corto plazo pero nunca cuando se consideran los problemas a largo plazo.
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