C13

Los bosques para el planeta: reflexiones a propósito de las grandes tempestades que se abatieron sobre Francia en 1999

Christian Barthod 1


Resumen:

Los extraordinarios daños producidos por las dos tempestades que se abatieron sobre Francia en diciembre de 1999 han hecho a los asociados del sector forestal reconsiderar algunas prioridades, con la intención de sacar conclusiones de esta importante crisis. Una situación de este tipo impone, en particular, examinar la índole de la información existente y del tipo de seguimiento que necesitan los responsables de tomar las decisiones y las autoridades de ordenación; comprobar la fragilidad del terreno respecto a la maquinaria pesada de explotación que intervino en la urgencia; y revalorar algunas opciones o estrategias relativas a una red de zonas protegidas. Por otra parte, deben analizarse y tomarse en serio todas las posibles consecuencias de un cambio climático, una de cuyas características sería el aumento de la intensidad y de la frecuencia de las tempestades, especialmente en el ámbito de la sanidad forestal, de la ordenación y la valoración del medio forestal, de las estrategias de restablecimiento, así como en el ámbito forestal urbano. La reflexión concluye con una perspectiva mundial de las repercusiones de las grandes catástrofes en las políticas forestales y en las estrategias de los participantes.


Introducción

Los días 26 y 27-28 de diciembre de 1999 recorrieron la mayor parte de Francia dos tempestades con una intensidad correspondiente a un tiempo de recurrencia superior a un siglo, que se abatieron sobre un terreno ya saturado de agua. Con ráfagas de viento desplazándose a una velocidad superior a los 140 km/h en promedio por vastos territorios, llegando en ocasiones a 198 km/h o más, ambas tempestades han causado más daños forestales de los que se tenga memoria en Europa. Este episodio climático excepcional también interesó una parte de Alemania y de Suiza.

Sólo en Francia, el volumen del bosque derribado o destruido fue de entre 150 y 170 millones de metros cúbicos, y cerca del 7 por ciento de la superficie boscosa del país sufrió daños superiores al 50 por ciento. A partir de los métodos tradicionales de cálculo económico forestal, el costo de los daños forestales en Francia se ha calculado en 6 000 millones de euros, o una tercera parte del total de los daños que ambas tempestades produjeron en el país.

De la constatación a nuevas interrogantes...

Más allá de la gestión compleja de una crisis aguda, esta dolorosa experiencia, además de traumatizante para numerosos propietarios y autoridades forestales, ha impulsado al conjunto de asociados interesados a interrogarse de nueva cuenta sobre cuestiones fundamentales a las que, a menudo, a falta de experiencia, se responde en forma convencional.

Ordenación forestal:

Razonar a partir de superficie forestal o de volumen de bosque es un sistema muy cómodo, muy aceptado por los silvicultores y por la opinión pública. Nuestros inventarios forestales se elaboran en gran medida sobre esas bases. Los ecologistas insisten enérgicamente en la complejidad de la mayor parte de los ecosistemas forestales, naturales o relativamente cultivados, y en la necesidad de caracterizar la calidad biológica de los distintos tipos de poblaciones, pero las autoridades que toman las decisiones y los responsables de la ordenación necesitan criterios simples para tomar sus decisiones. Desde 1993, el debate sobre los criterios y los indicadores de ordenación sostenible han revelado la gran dificultad de basar un razonamiento, aunque sólo sea cualitativo, en un número limitado de indicadores cuantificados que reúnan las condiciones de ser científicamente pertinentes, técnicamente mensurables y de un costo económicamente accesible. Después de los vendavales de la fuerza de los de 1999, la preocupación por los recursos forestales debe modificarse de nuevo: ¿cómo determinar y medir los parámetros que contribuyen, solos o más a menudo en complejas interacciones, a la fragilidad de los bosques? ¿Cómo describir los bosques para poder esclarecer las opciones que deben afrontar, individual y colectivamente, en el espacio y en el tiempo, los responsables de tomar las decisiones y las autoridades de ordenación forestal?

De nuevo se plantean los problemas referentes a la perennidad de los daños forestales y a la degradación de algunos ecosistemas boscosos. En algunos lugares puede ser legítimo aprovechar la ocasión para asignar algunos terrenos boscosos a otros usos distintos del forestal. Los daños producidos por las tempestades pueden ofrecer oportunamente la ocasión de reestructuración agraria y de examen de las opciones de ordenación mundial de algunos territorios agrícolas y forestales. En un país en el que la tasa de forestación puede llegar al 70 por ciento en grandes superficies, y en el que la superficie boscosa aumenta alrededor de 80 000 hectáreas al año ¿no es legítimo recuperar tierras en condiciones de reversibilidad, siempre que corresponda a un determinado interés de las poblaciones locales?

Pero este problema suele plantearse, con sentido práctico y a menudo sin pericia, en torno a la reversibilidad o irreversibilidad, a la vuelta de uno o dos ciclos forestales, de cierta degradación debida al asentamiento de los suelos a causa de explotaciones apresuradas o de obras intempestivas en los hábitat relictuales de las especies amenazadas. El peso de la maquinaria forestal moderna que interviene en los casos de urgencia en terrenos saturados de agua plantea, en efecto, problemas inquietantes relacionados con la degradación material de los suelos, en esencia, con la degradación de su estructura, más que por la erosión, menor en los climas templados. El capital suelo es uno de los factores de mayor interés y más amenazados en la gestión de las consecuencias de tempestades descomunales. ¿Lo comprenden cabalmente las autoridades forestales?

En los bosques gravemente dañados las opciones de los planes de gestión han debido revisarse profundamente, con interés en encontrar un nuevo equilibrio entre las parcelas que están en curso de regeneración, las que están en mejoramiento y las que están en condiciones de explotación. En esta ocasión, se estimuló mucho el debate sobre las modalidades de tratamiento (bosque alto regular, bosque alto irregular, mezclas de bosque bajo y bosque alto). Pero ¿hay de veras los medios para apreciar todas las consecuencias para la industria del daño producido en los recursos? ¿en cada grupo de especies forestales? ¿y las opciones forestales que tomaron individualmente decenas de miles de propietarios? ¿Cómo repercutirá el discurso general a favor de silviculturas más próximas a la naturaleza y de procesos de restablecimiento lo más naturales que sea posible en la necesidad de incrementar la competitividad de los sectores de la producción, la movilización y la transformación del bosque?

El grupo de expertos científicos independientes -al que el ministerio de montes han encomendado determinar, en vista de los daños constatados y a la luz de los conocimientos científicos, los factores de sensibilidad o de resistencia de los bosques ante el riesgo climático que representan las tempestades- no ha puesto en evidencia una superioridad intrínseca de alguna silvicultura respecto a otra, independientemente de los objetivos y limitaciones de los propietarios y de las características de las poblaciones preexistentes. No obstante, este grupo de expertos ha podido elaborar un cuadro para comparar las ventajas comparativas, desde el punto de vista de la estabilidad de los tratamientos utilizados en los bosques altos regulares y en los bosques altos cultivados. La comparación para determinado propietario específico dependerá siempre de la superficie de su propiedad, del estado de las poblaciones y de la parte del bosque que sea su patrimonio privado. ¿Cómo permitir la expresión, en el desarrollo forestal, de una verdadera pluralidad de opciones silvícolas, basada en el tipo de riesgo que puede aceptar un administrador particular y tomando en cuenta todos los conocimientos científicos y empíricos disponibles sobre la vulnerabilidad y la resistencia de los ecosistemas forestales?

Otra dificultad adicional se debe a que algunas estrategias silvícolas no son pertinentes sino para un bosque completo, mientras que entre muchos de los propietarios privados sigue prevaleciendo el individualismo. La experiencia muestra, de todas formas, que la memoria colectiva es corta, y que el regreso a una situación "normal" a menudo hace olvidar rápidamente las buenas intenciones colectivas. ¿Cómo crear, sobre las bases de semejantes crisis, un contexto favorable a una evolución profunda, colectiva y durable de la organización forestal, por una parte entre los propietarios públicos y privados, y por otra entre las autoridades de gestión y las industrias forestales?

Se ha impuesto recurrir a la regeneración natural y a la valorización pragmática de los bosques naturales como modalidad preferida de reconstitución, por lo menos en los bosques públicos. Cuando la opción de regeneración natural no se tome en cuenta, la reconstitución por forestación debe ser la ocasión de someter de nuevo a examen la opción de especies que no estén presentes, estar muy atentos a la procedencia y promover la utilización de un material forestal mejorado para que el proyecto de gestión sea coherente con la expresión de superioridad genética de este material vegetal. La voluntad de los responsables de la gestión, psicológicamente muy comprensible, de tomar cuanto antes la iniciativa ¿no puede conducir a subestimar algunos problemas actuales, y a suscitarlos otra vez dentro de algunos decenios?

Perturbaciones y cambios climáticos:

Todos saben que a través de la iniciación de nuevos ciclos de mejoramiento forestal las tempestades son motores de diversificación, en estructura, especies y hábitat. Una catástrofe económica, por lo tanto, no es por necesidad una catástrofe ecológica, en el ámbito de la biodiversidad puede resultar, a largo plazo, positiva en algunas zonas. Las perturbaciones a veces determinan lo esencial de la dinámica natural de las poblaciones, pero, más a menudo, no son sino uno de los factores de evolución del ecosistema, en interacción con el suelo, la composición específica del bosque, su estado en el momento de la crisis y, claro está, las intervenciones del responsable de la gestión en las parcelas damnificadas.

Las repercusiones de tempestades de semejante magnitud no pueden, por lo tanto, analizarse sin tomar en cuenta la gestión forestal anterior y las opciones referentes a la intervención en las parcelas damnificadas, para la explotación y la reconstitución. Por otra parte, el plazo de recurrencia de las perturbaciones más grandes, así como la probabilidad de otras perturbaciones sucesivas (por ejemplo, una tempestad seguida de una infestación de barrenillos de la corteza en las poblaciones de coníferas, o una tempestad seguida de un incendio alimentado del material vegetal caído al suelo) de por sí van a modificar profundamente la estructura y la fisonomía de los ecosistemas que surgirán a falta de una intensa intervención humana. Por último, no hay que subestimar las repercusiones de una presión demasiado fuerte de los grandes mamíferos herbívoros, capaces de introducir en el bosque un ciclo regresivo cuando la tempestad ha creado un gran claro en la superficie. ¿Cómo liberarse un poco de la presión de la urgencia para imaginar el bosque cuando se haya repuesto después de algunos decenios, es más, un siglo, y a la vez comenzar a llevar a cabo las opciones coherentes a largo plazo?

En Europa, los datos bibliográficos disponibles revelan una tendencia neta al aumento del volumen de las tempestades desde 1865 (período en el que se instalaron los primeros sistemas de medición meteorológica en Europa). Pero a la vez no debe olvidarse la evolución de las características de las poblaciones (proporción creciente de coníferas, aumento de la altura dominante debido al tratamiento de bosque alto, aumento del volumen por hectárea, envejecimiento de las poblaciones y silvicultura insuficientemente dinámica...). ¿Cómo estar seguros, entonces, de la falta de precedente de esos acontecimientos climáticos extremos?

Después de tan fuertes tempestades se ha planteado a los asociados la cuestión de los cambios climáticos desde tres perspectivas. Primero que nada está la conciencia del riesgo de que se presenten fuertes tempestades y de la capacidad de promover una silvicultura que reduzca al mínimo los efectos de esas tormentas. Aunque los científicos no tienen elementos que les permitan asegurar que tempestades como las de diciembre de 1999 sean una manifestación palpable del cambio climático, con todo, los modelos climáticos actuales permiten pensar en un aumento de acontecimientos extremos y, por lo tanto, de grandes tempestades. De esta manera, es razonable tomar en cuenta ese riesgo.

A continuación está la cuestión de la evolución de las reservas de carbono que están en los bosques y la entrada en vigor del protocolo de Kyoto. ¿Cómo tratar la contradicción entre, por una parte, el deseo de algunos de incrementar las reservas de carbono en los bosques, en el marco de una política de acumulación de reservas o para mantener (y restablecer, si fuera el caso) la biodiversidad forestal, y por otra parte, la necesidad invocada por otros de dinamizar la silvicultura y reducir los volúmenes por hectárea a fin de reducir al mínimo los peligros de que las tormentas abatan los árboles, pero también por ciertos intereses industriales?

Y, a fin de cuentas, respecto a la reconstitución de 400 a 700 000 hectáreas se plantea la pregunta sobre la capacidad del sector forestal de favorecer la creación de poblaciones capaces de soportar los cambios climáticos significativos (aumento de la temperatura media, evolución previsible del régimen higrométrico, probabilidad de acontecimientos extremos más frecuentes, etc.). Los modelos climáticos hoy disponibles no guardan proporción con lo que están pensando los responsables de gestión forestal. Pocos países, como Suiza, se han arriesgado a levantar una cartografía de las poblaciones más sensibles al cambio climático. Más allá de la firma del Convenio de 1992 y el Protocolo de 1997, nuestras sociedades parecen estar bajo presión para poner en obra una estrategia basada en el principio de la precaución, pero los bosques ¿pueden esperar a que se generalice finalmente la voluntad de intervenir?

Las repercusiones de las dos tormentas en el patrimonio forestal y en la vitalidad de las poblaciones arbóreas siguen vigentes y están lejos de ser insignificantes, aunque las condiciones climáticas tan frías y lluviosas de los dos años siguientes a las tempestades han limitado considerablemente los riesgos fitosanitarios de origen entomológico, así como el debilitamiento debido a las sequías. No obstante, los sistemas radiculares a menudo han sufrido serias perturbaciones, se ha favorecido la podredumbre de las raíces, los árboles o grupos de árboles han quedado brutalmente aislados, y el estado fisiológico promedio de cierto número de árboles es y permanecerá deficiente durante mucho tiempo. Es inevitable cosechar después de las tempestades o en los grupos debilitados un volumen complementario de madera, que en algunas zonas muy precisas de coníferas ha podido alcanzar del 30 por ciento al 50 por ciento del volumen inicialmente abatido. ¿Cómo anticipar los problemas y elaborar estrategias apropiadas de reacción?

Zonas protegidas y silvicultura urbana:

Las repercusiones de las dos grandes tempestades de diciembre de 1999 han exigido reconsiderar ciertas opciones anteriores en materia de redes de zonas protegidas, y sobre todo de reservas integrales. También se ha decidido incorporar a esta red poblaciones muy dañadas, permitiendo una libre expresión de la dinámica natural de los ciclos de la genética forestal. Por otra parte para algunos tipos de hábitat será necesario sustituir en el conjunto algunas zonas protegidas, a fin de garantizar que se mantenga una representatividad previamente decidida. Será necesario asimismo estudiar la situación producida por la desaparición de cierto número de corredores entre bosques (parcelas forestales damnificadas o vallas de árboles destruidos). En fin, hay que reconocer que no siempre han sido adecuadas algunas de las decisiones tomadas durante la urgencia en el ámbito de las reservas dirigidas, a falta de una perspectiva de conjunto y de un reconocimiento anticipado. ¿No sería conveniente elaborar por prevención una reflexión prospectiva de las opciones de intervención o de no intervención en una red de zonas protegidas que sufrieran cuantiosos daños?

Estas grandes tempestades también cambiaron radicalmente la imagen de la silvicultura urbana. Tradicionalmente el público urbano se opone mucho a los programas de renovación continua de los parques y bosques que utilizan como lugar de esparcimiento semanal. Tras numerosos intentos, los responsables de la gestión de estos espacios tuvieron que renunciar a proyectos técnicamente justificados, lo que condujo a un envejecimiento excesivo de las poblaciones originarias de programas del siglo XIX. De esta manera, muy cerca de París los bosques periurbanos de la Boulogne y Vincennes, así como el parque del castillo de Versalles, han sufrido enormemente a causa de estas tempestades literalmente devastadores a causa de sus poblaciones demasiado envejecidas, y cuya renovación no había dejado de postergarse. Lo que se había negado durante decenios resultó ineludible, y los paseantes se han tenido que acostumbrar gradualmente a paisajes radicalmente diferentes de los que antes disfrutaban, y en ocasiones han encontrado ambientes más adecuados a los proyectos originales de mejoramiento de estos parques y bosques periurbanos. ¿Cómo hacer más visible y más creíble para los ciudadanos la necesidad de renovar las poblaciones que acogen al público?

Perspectiva mundial

En el transcurso de los últimos 30 años, en todo el mundo, como continuación de la labor de algunos iniciadores, los científicos le han prestado cierta atención a las perturbaciones en la dinámica natural de los ecosistemas forestales. Las reflexiones europeas de los últimos 20 años sobre las ventajas del tratamiento de bosque alto irregular se han nutrido de algunos de esos análisis, valorando la posible consideración de la resistencia de los ecosistemas forestales relativamente poco cultivados en la estrategia de ordenación forestal.

Pero mucho más allá de la antigua Europa conviene destacar el interés cada vez mayor de los responsables de las decisiones en materia de política forestal y de las autoridades de ordenación forestal de todo el mundo en el nexo entre las perturbaciones, las dinámicas naturales y los proyectos silvícolas.

Esto se ha manifestado a menudo a favor de experiencias que se apartan de las pautas forestales de costumbre, o por acontecimientos imprevistos tan grandes que han obligado a los responsables de tomar las decisiones a razonar a escalas espaciales y temporales que no habían previsto tener que afrontar sino en teoría. Los silvicultores franceses estaban tan convencidos de que la situación geográfica de su país, por una parte, y los tipos de poblaciones y la silvicultura tan diversa en Francia de las que caracterizan a la Europa central, por otra parte, los protegían relativamente de las tempestades catastróficas, aunque ya hubieran conocido numerosas tormentas que produjeran varios millones de metros cúbicos de árboles derribados. El gran incendio de Yellowstone de 1988, visto al inicio como una catástrofe que reducía a cero más de un siglo de actividades de protección, posteriormente reveló ser una oportunidad de adoptar un enfoque renovado y dinámico de los grandes paisajes forestales norteamericanos. Los grandes incendios de Borneo (1983) o del Yucatán (1989) permitieron extender el bosque tropical, cuya evolución parecía largamente dominada por microperturbaciones, enfoques que parecían exclusivos de los bosques boreales.

Pero, más allá de estos acontecimientos que se salen del marco conceptual a priori de los responsables de la gestión forestal, y que ponen en tela de juicio las "certezas", hay otros hechos que obligan a comprender el funcionamiento de un ecosistema complejo, a fin de poder elaborar un proyecto forestal pertinente. En América del Norte, después de una importante labor científica se pudo entender que las grandes infestaciones del gusano de las yemas de la picea desempeñan una función decisiva en la composición específica y en la heterogeneidad de las poblaciones del bosque natural. En Europa, el degrado de vastas zonas forestales a fines del decenio de 1970 e inicios del de 1980 obligó a la comunidad científica forestal a hacer un gigantesco esfuerzo de investigación sobre las disfunciones de los ecosistemas forestales templados, que permitió poner en perspectiva las interacciones complejas entre las presiones climáticas, las características de los suelos y de las poblaciones, y en ciertos casos una gran variedad de tipos de contaminación.

En cada uno de estos casos, el avance del conocimiento científico permite entender mejor los límites de los planes forestales inspirados en el paradigma agrícola, en una redefinición de las capacidades y modalidades de intervención humana, y en una valoración del fundamento teórico e histórico de la escuela francesa de silvicultura del siglo XIX, en ocasiones olvidada o convertida en una consigna sin contenido real: "imitar la naturaleza, acelerar su obra". No obstante estos grandes acontecimientos que causan crisis a la vez hacen destacar la dimensión cultural de toda política forestal, porque ponen en cuestión lo que los profesionales aceptan o no considerar como "normal" y "aceptable", y lo que hace patente la irrupción incontrolable de fuerzas de la naturaleza que desfavorece las prácticas y los proyectos

Cuando el bosque pertenece en su mayor parte a numerosas familias de propietarios, como en Francia, se añade un parámetro impalpable de confianza en las orientaciones de la política forestal pública y en su capacidad de intervenir en caso de siniestro catastrófico superior a lo que puede atender el sector de la aseguración, es decir a priori muy poco en materia forestal. Para invertir a largo plazo, para crear poblaciones, se necesita estar íntimamente convencidos de que se puede intervenir y que vale la pena, que el resultado obtenido vale mucho más que los medios y el esfuerzo invertidos en la acción, y que el futuro es previsible. Ahora bien, los grandes acontecimientos catastróficos pueden poner en cuestión los fundamentos de esta convicción y desestabilizar los valores que orientan las opciones estratégicas. Por eso las políticas forestales necesitan redescubrir sus bases culturales ocultas, y argumentar sobre esta base las opciones que aceptan frente a las que se niegan a sobre las que se condenan a no controlar completamente.

Conclusión

Las grandes catástrofes, desde el punto de vista de la política forestal y de los interesados, como las grandes tempestades de diciembre de 1999 en Francia, son muy ambivalentes. Por una parte están al origen de una profunda crisis económica y técnica, pero también de un prolongado desaliento de los propietarios y de los encargados de la gestión forestal si no se encuentran respuestas convincentes, individual y colectivamente, a los problemas y preguntas determinados. Pero obligan también a los asociados públicos y privados a examinar de nuevo algunas opciones o prácticas forestales, explicables en gran parte por el legado histórico y, sobre todo, por un contexto científico, técnico, social, económico y cultural algunas veces superado. Aquí podrían fortalecer e impartir nuevo dinamismo a una política forestal, de la que emane una perspectiva común de los intereses y las principales limitaciones. La impresión de los paisajes forestales devastados creó en especial una conciencia general de los valores utilitario, ético y estético comprendidos en la conservación, la protección y el restablecimiento del patrimonio forestal.


1 Subdirector de Espacios Naturales, Dirección de la Naturaleza y los Paisajes. Ministerio de Ecología y Desarrollo Sostenible. 20, avenue de Ségur, 75007 París, Francia. [email protected]