Un sobrino le dio la idea y sumó un cultivo que sobrevivió a la sequía: logra hasta 5.000 kilos de materia seca por hectárea
Nativa del sur de África, es una especie de gramínea que crece en la época de primavera-verano; se adapta muy bien al clima y al suelo
Nada mejor que los números para ilustrar una situación de forma contundente: hace 10 años el productor Jorge Rosière comenzó con 30 hectáreas de mijo perenne-Panicum coloratum- y hoy ya tiene 600 hectáreas, razón para comprobar que esta gramínea le ha otorgado buenos resultados para alimentar animales, sobre todo en verano.
Experiencia con el mijo en La Pampa
“Empecé a producirlo porque un sobrino mío que es agrónomo me dio la idea”, cuenta Rosière, quien produce vacas Angus coloradas y negras en Realicó, provincia de La Pampa. “A medida que lo fui probando me gustó cada vez más y si lo comparo con el pasto llorón, el mijo es superior en palatabilidad, se nota que a los animales les gusta”.
Al mismo tiempo, Rosière explica que no solo utiliza al Panicum coloratum como pastura para sus vacas, sino que también cosecha semillas que vende a productores de la zona de Bahía Blanca, Pringles y Pigüé. “Los rindes de semilla varían con las lluvias y van de 60 a 120 kilos por hectárea”, grafica.
El llamado “mijo perenne” es una especie de gramínea que crece en la época de primavera-verano, es nativa del sur de África y fue introducida como pastura en Australia, Estados Unidos, México, Sudamérica y Japón. A la Argentina llegó en la década de 1990, principalmente a la región pampeana semiárida.
Algunas de las ventajas del Panicum coloratum es que resiste muy bien la falta de agua y que las heladas no lo afectan de forma grave. Además, crece en el verano, lo cual garantiza alimento para los animales durante esa época. En cuanto a los rindes de materia seca, presenta un promedio de 3.500 kilos por hectárea y puede llegar hasta 5.000 kilos, con niveles de proteína variable entre 7-12% en plena producción y registros de 4-6% en invierno.
“Este mijo presenta una muy buena respuesta a la fertilización nitrogenada aumentando su rendimiento de materia seca y mejorando su calidad. Otra alternativa de fertilización son las intersiembras con leguminosas como la vicia”, comenta Rosière.
Por sus numerosas cualidades, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) declaró al 2023 como el Año Internacional del Mijo. El objetivo es fomentar la producción sostenible de este cultivo y destacar su potencial para ofrecer nuevas oportunidades de mercado para productores. El mijo puede crecer en tierras áridas con una cantidad mínima de insumos (necesita la mitad de agua que el trigo, por ejemplo) y es resiliente a crisis climáticas como la sequía que ha afectado a la Argentina.
Planificar es la clave
Según Susana Paredes, ingeniera en Producción Agropecuaria y perteneciente a la Agencia de Extensión Rural INTA de Guatraché, La Pampa, en los últimos años la superficie de mijo perenne en el sudeste pampeano ha aumentado gracias a que se adapta muy bien al clima y al suelo de la región.
Además, la especialista destaca otras ventajas del mijo perenne: desde lo estrictamente productivo, incorporar estas especies permitiría disminuir el uso de la suplementación en el invierno y reducir los costos de alimentación. A la vez, contribuye a la estabilidad de los suelos, mejorando los parámetros físicos (estructura, porosidad, aireación, infiltración), químicos y biológicos por el incremento de materia orgánica.
“La siembra de Panicum coloratum, como cualquier otra forrajera perenne, debe ser planeada con suficiente antelación porque en general, el desarrollo de las pasturas perennes estivales es más lento que el de las invernales y puede llevar dos o más años llegar a un buen tamaño de plantas”, remarca Paredes y explica que, en consecuencia, la alimentación de los animales debe ser planeada teniendo en cuenta esta característica para permitir un adecuado establecimiento de la nueva pastura.
“La preparación del potrero debería comenzar con unos meses de anticipación a la fecha de siembra y se recomienda realizar un análisis del suelo para elegir un potrero de mediana fertilidad”, agrega la ingeniera.
Otro aspecto importante para atender, según la especialista, es atender el control de malezas en su zona, sembrar en forma directa para conservar la humedad del suelo, controlar malezas y evitar problemas de erosión por el viento o la lluvia. “Es mejor evitar lotes con especies gramíneas difíciles de controlar en altas densidades tales como sorgo de alepo, gramón o roseta, y si hay presencia de malezas de hoja ancha, el control con herbicidas hormonales se debe hacer 30 días antes de la siembra”, amplía.
La densidad recomendada es de 5 a 10 kilos de semilla pura por hectárea para asegurar una buena implantación desde el inicio. Es de crucial importancia utilizar material de buena calidad dado que, a menudo, las fallas de crecimiento son atribuidas a condiciones climáticas adversas, cuando en realidad el problema radica en una semilla de bajo poder germinativo. También es de vital importancia la profundidad de siembra que debe ser superficial, a no más de un centímetro como máximo.
“La incorporación de mijo perenne y/o de otras especies megatérmicas en sistemas de pastoreo complementarios en la región semiárida (conformado por pastizal natural y pasto llorón) mejorarían la distribución estacional de la oferta forrajera, tanto en calidad como en cantidad”, dice Paredes, y adiciona que durante el verano, tanto los terneros al destete como los animales de descarte, lograrían un mejor peso y estado nutricional, en comparación con los sistemas que utilizan solo pasto llorón y pastizal natural.
“En el campo trabajamos con pastoreo rotativo en parcelas de entre 3 y 4 hectáreas donde los animales comen el mijo hasta la altura del puño y luego se cambian”, expone Rosière. “Para asegurarme la producción de esta forrajera en marzo siembro vicia, que aporta nitrógeno, y así al año siguiente el mijo me da una producción excelente”, concluye.
La nota se publicó el 17/8/2023 en Agrofy