FAO, Fome Zero y #HambreCero
Lanzado en 2003, Fome Zero nació con el propósito de alcanzar la completa erradicación del hambre y la malnutrición en Brasil abordando sus causas subyacentes, entre las que se destacan la pobreza, y la pobreza rural, en particular.
Se creó el sistema de transferencia de efectivo más grande jamás desplegado en el mundo y se ayudó a salir del hambre y la pobreza extrema a aproximadamente una cuarta parte de la población brasileña. Fome Zero aprovechó un conjunto de 31 programas interrelacionados, coordinados y reforzados mutuamente para lograr sus objetivos, una combinación de iniciativas a corto, mediano y largo plazo.
Reconociendo el potencial de Fome Zero desde el principio, la FAO ofreció un respaldo continuo al programa. Dos semanas después de su lanzamiento el 30 de enero de 2003, la Organización anunció que contribuiría con apoyo financiero y técnico. Esto, seguido de un informe positivo por parte de un equipo de la FAO que trabajó junto con el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y expertos brasileños en la revisión del diseño y los componentes individuales del proyecto.
El apoyo inicial de la FAO se centró en tres proyectos de cooperación técnica, destinados a adaptar programas ya en curso de las instituciones financieras internacionales a las necesidades de Fome Zero; diseñar y realizar cursos de capacitación en técnicas para contrarrestar los efectos de la sequía y reforzar la rentabilidad y la productividad de las poblaciones rurales del noreste de Brasil; y ofrecer consulta técnica sobre la agricultura urbana y peri-urbana, la agricultura familiar rural, asentamientos y procesos de reforma agraria.
Fome Zero llegó a decenas de millones de brasileños que vieron aumentar su ingreso promedio en un 20 por ciento a través de las transferencias en efectivo, mientras que este incremento para los agricultores familiares fue de un 33 por ciento. Hoy en día, Fome Zero sigue resonando en el mundo, con unos 100 gobiernos manifestando su interés en utilizar un enfoque similar para terminar con el hambre y la pobreza en sus propios países.
La experiencia desarrollada por Brasil, y sus logros contra el hambre, se han convertido en un punto de referencia para otras naciones, generando una alta demanda en la cooperación bilateral y multilateral. La FAO está orgullosa de haber acompañado este programa y los proyectos en curso diseñados para replicar su éxito fuera del país suramericano.
En efecto, las raíces de Fome Zero están en el enfoque de "doble vía", promovido por la FAO desde hace muchos años, y en una mezcla de acciones de corto y largo plazo para lograr la seguridad alimentaria. Asimismo, es crucial la visión de la alimentación como un derecho humano universal, un derecho primero reconocido por las Naciones Unidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DDHH) de 1948, consagrado en la Declaración de Roma sobre la Seguridad Alimentaria Mundial emitida en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación organizada por la FAO en 1996, y en las propias Directrices Voluntarias sobre el derecho a la Alimentación de la FAO, aprobadas por 187 países en 2004.
En las asociaciones exitosas, las partes interesadas aprenden unas de otras, y se complementan entre sí en conseguir objetivos comunes. La historia de cómo se convirtió Fome Zero en “Hambre Cero” ilustra bien el punto.
En octubre de 2005, Brasil y Guatemala propusieron que Fome Zero podría servir como modelo para una iniciativa innovadora, liberar a toda América Latina y el Caribe del hambre y la malnutrición. La propuesta fue aprobada posteriormente por los 29 países de la región y al mismo tiempo se fijó la meta de 2025 para la completa erradicación del hambre en la región.
La erradicación total del hambre era un objetivo mucho más ambicioso que el perseguido oficialmente por las Naciones Unidas en su momento. El primero de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas, adoptados en septiembre 2000, era reducir a la mitad la proporción de personas que padecen hambre en el mundo en 2015.
La iniciativa latinoamericana inspiró a Jacques Diouf, el entonces Director General de la FAO, quien adoptó inmediatamente la idea asegurando: "reducir el hambre a la mitad no es suficiente, deja todavía a la otra mitad con hambre". En la Cumbre Mundial de 2009 sobre Seguridad Alimentaria en Roma, la FAO pidió un compromiso internacional para erradicar totalmente el hambre de la faz de la tierra en 2025.
En el evento, la declaración final de la Cumbre sólo hablaba de acabar con el hambre “a la mayor brevedad”. Sin embargo, tres años más tarde, en 2012, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, adoptó el reto dirigiéndose a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20), y lanzó cinco puntos urgentes para el “Reto de Hambre Cero” para poner fin al hambre y la malnutrición en todas sus formas. Específicamente citó a Brasil como un ejemplo a seguir por otros.
Otros tres años transcurrieron, era 2015, y el Hambre Cero se convirtió en el segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS), aprobados por unanimidad en septiembre de ese año. El Objetivo 2 tiene la finalidad de “erradicar el hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”, mientras que el Objetivo 1 pretende “el fin de la pobreza, en todas sus formas, en todas partes”.
En definitiva, es cómo la visión Fome Zero, nacida en Brasil y fuertemente defendida por la FAO, llegó a reflejarse en los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, ayudando así a motivar el compromiso global y los esfuerzos en la erradicación del hambre y la pobreza a lo largo de los próximos 15 años.