Ex Director General  José Graziano da Silva
Artículo de opinion del Director General de la FAO José Graziano da Silva

La revolución de la agricultura familiar

Cada época tiene sus desafíos. Y cada desafío requiere respuestas específicas.

En la década de 1960, el hambre amenazaba el sur de Asia. Nuevas variedades de trigo y arroz de alto rendimiento que respondían bien a altos niveles de fertilización y un amplia disponibilidad de agua aumentaron significativamente la producción de alimentos. Desarrollados bajo la dirección de Norman Borlaug, ayudaron a poner en marcha la Revolución Verde, que salvó la vida de cientos de millones de personas. Fue la respuesta adecuada a la crisis alimentaria que se avecinaba y a la que el mundo se enfrentó hace medio siglo.

Hoy no estamos ante una hambruna, pero estamos en una encrucijada.
Alrededor de 842 millones de personas sufren hambre crónica porque no pueden permitirse comer adecuadamente, a pesar de que no hay escasez de alimentos en el mundo. Y cuando miramos hacia 2050 tenemos el reto adicional de alimentar a una población que come más - y, a veces, dietas mejores y más saludables- y que se espera que supere los 9000 millones de personas.

Al mismo tiempo, los campesinos - y la humanidad en su conjunto - ya se enfrentan a los nuevos retos que plantea el cambio climático. Y la degradación de los recursos de tierra y agua así como otros impactos ambientales negativos nos muestra los límites de los sistemas de cultivo intensivo.

Necesitamos una manera de avanzar que suponga la misma novedad que la Revolución Verde, pero que responda a las necesidades de hoy en día: no podemos usar la misma herramienta para responder a un reto diferente.

Así las cosas, la búsqueda actual es la de sistemas agrícolas verdaderamente sostenibles que puedan satisfacer las necesidades futuras de alimentos del mundo. Y nada se acerca más al paradigma de la producción sostenible de alimentos que la agricultura familiar.

Es oportuno, por tanto, que Naciones Unidas hayan designado 2014 como Año Internacional de la Agricultura Familiar. Es una oportunidad perfecta para destacar el papel que juegan los agricultores familiares en la erradicación del hambre y la conservación de los recursos naturales, elementos centrales del futuro sostenible que queremos.

El apoyo a la agricultura familiar no debería hacerse en oposición a la agricultura especializada de gran escala, que también juega un papel importante para garantizar el suministro mundial de alimentos y que se enfrenta a sus propios retos, incluida la adopción de enfoques sostenibles.

Pero tenemos mucho que aprender sobre prácticas sostenibles de las familias de agricultores, grupo que incluye a pequeños y medianos agricultores, campesinos, pueblos indígenas, comunidades tradicionales, pescadores, pastores, recolectores y muchos otros.

Gran parte de la experiencia mundial en sistemas de agricultura sostenible ha sido adquirida por la agricultura familiar. De generación en generación, los agricultores familiares han transmitido conocimientos y habilidades, preservando y mejorando muchas de las prácticas y tecnologías que pueden apoyar la sostenibilidad agrícola. Usando técnicas innovadoras como la construcción de terrazas y la adopción de prácticas de labranza cero, los agricultores familiares han logrado mantener la producción en tierras a menudo marginales.

La conservación y el uso sostenible de los recursos naturales tienen sus raíces en la lógica productiva de la agricultura familiar y eso la diferencia de la agricultura especializada a gran escala. La naturaleza altamente diversificada de sus actividades agrícolas les dota de un papel central en la promoción de la sostenibilidad ambiental y la protección de la biodiversidad , y contribuye a una dieta más sana y más equilibrada.
Los agricultores familiares también juegan un papel fundamental en los circuitos locales de producción, comercialización y consumo, que son importantes no sólo en la lucha contra el hambre sino también en la creación de empleo, generación de ingresos y en el fomento y diversificación de las economías locales.

A nivel mundial, se estima que hay 500 millones de explotaciones familiares. En una encuesta de la FAO en 93 países, los agricultores familiares representan en promedio más del 80 por ciento de todas las explotaciones. Tanto en los países desarrollados como en aquellos en desarrollo, son los principales productores de alimentos de consumo local y los ‘administradores’ principales de la seguridad alimentaria.

La experiencia en muchos países muestra que los agricultores familiares responden bien con mayor producción si se crea efectivamente un entorno político apropiado.

Sin embargo, al mismo tiempo, más del 70 por ciento de la población que sufre inseguridad alimentaria vive en zonas rurales en países en desarrollo. Muchos de ellos son productores de subsistencia que no cultivan siquiera lo suficiente como para satisfacer las necesidades de sus familias. Por lo general solo tienen acceso a recursos naturales limitados y muchas veces degradados y son particularmente vulnerables a las crisis externas, incluyendo las inducidas por el cambio climático.
En el pasado, con demasiada frecuencia los agricultores familiares eran considerados un problema a solucionar y el objeto de políticas sociales con un potencial limitado.
Esa es la mentalidad que tenemos que cambiar. Los agricultores familiares no son parte del problema. Al contrario, son parte de la solución para la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible.

Pero hay un límite a lo que los agricultores familiares pueden lograr por sí solos. Los gobiernos, las organizaciones internacionales, los organismos regionales, las organizaciones de la sociedad civil, el sector privado y las instituciones de investigación tienen un papel que desempeñar prestándoles ese apoyo y creando el entorno propicio que necesitan para prosperar.

Lo que los agricultores familiares necesitan es similar en todo el mundo: asistencia técnica y políticas basadas en sus conocimientos que refuercen el aumento sostenible de la productividad; tecnologías apropiadas; insumos de calidad que respondan a sus necesidades y respeten su cultura y tradiciones; especial atención a las mujeres y los agricultores jóvenes; fortalecimiento de las organizaciones y cooperativas de productores; mejor acceso a la tierra, al agua, al crédito y a los mercados, y esfuerzos para mejorar su participación en las cadenas de valor.

El Año Internacional de la Agricultura Familiar 2014 nos brinda la oportunidad de revitalizar este sector crítico. Al elegir honrar a los agricultores familiares, reconocemos que deben ser protagonistas en la respuesta al doble desafío al que el mundo actual se enfrenta: mejorar la seguridad alimentaria preservando recursos naturales cruciales.

Esta será la gran prueba de nuestra era. Dando a los agricultores familiares la atención y el apoyo que merecen, podríamos superarla.

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