CFS:2005/2


COMITÉ DE SEGURIDAD ALIMENTARIA MUNDIAL

31º período de sesiones

Roma, 23-26 de mayo de 2005

EVALUACIÓN DE LA SITUACIÓN DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA MUNDIAL

Índice



I. INTRODUCCIÓN

1. Como quiera que la situación de la seguridad alimentaria mundial no ha cambiado mucho desde el último período de sesiones del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA), celebrado hace aproximadamente seis meses, el documento de evaluación de este año presta especial atención a cómo hacer frente a las crisis de mayor trascendencia de la seguridad alimentaria derivadas de conflictos, catástrofes naturales, plagas y enfermedades vegetales y animales, el VIH/SIDA, y las posibles repercusiones del cambio climático. Con esta desviación de los formatos anteriores se pretende dar respuesta a la petición de «aumentar la función analítica y estratégica del documento de evaluación». La convocación este mismo año de otros comités técnicos, como el Comité de Agricultura (COAG) y el Comité de Problemas de Productos Básicos (CPPB), significa también que las cuestiones relativas a la inocuidad, las existencias y el comercio alimentarios se abordarán de manera más adecuada en esas reuniones.

2. A medida que se acerca el ecuador del plazo para reducir a la mitad el número de personas subnutridas para 2015, objetivo establecido en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación en 1996 y reforzado gracias a los objetivos de desarrollo del Milenio (ODM) acordados en 2000, es casi seguro que, de persistir las tendencias actuales, este objetivo distará mucho de hacerse realidad. Sin embargo, el primer ODM –reducir el número de personas que padece el hambre y la pobreza- puede conseguirse en la mayoría de las regiones, con la excepción del África subsahariana.

3. Aunque el hambre crónica es consecuencia de las deficiencias estructurales, el hambre transitoria deriva principalmente de las crisis de la seguridad alimentaria. Con el tiempo, se están comprendiendo mejor la naturaleza y las conexiones de las principales fuentes de esas crisis. En el presente documento, se analizan las medidas preventivas y paliativas necesarias para cada uno de estos riesgos que afectan a la seguridad alimentaria. Cada vez es más evidente la importancia que revisten las redes de seguridad para prevenir que las personas que no padecen la pobreza, o que la padecen de manera transitoria, se suman en la pobreza y la inseguridad alimentaria crónicas.

4. Los pobres no poseen los medios para acceder a los alimentos necesarios para llevar una vida activa y saludable, ni para producirlos. Asimismo, son más vulnerables a la miseria que sigue a los fenómenos extremos, puesto que no pueden reconstituir los activos que constituyen la base de sus medios de subsistencia.

5. Para abordar la urgencia y sostenibilidad de la lucha contra el hambre se requiere un enfoque de doble componente, que combine a) intervenciones directas para atender las necesidades inmediatas de las personas aquejadas por la pobreza y el hambre mediante inversiones en redes de seguridad, transferencias de fondos condicionales o incondicionales y programas de alimentación y nutrición con b) programas de desarrollo a largo plazo para mejorar el rendimiento de los sectores productivos (en especial para fomentar la agricultura y el desarrollo rural), generar empleo e incrementar el valor de los activos de los pobres (físicos, humanos y financieros). Establecer una coherencia entre las políticas económicas y las sociales mejora su eficacia. La creación de trabajo digno (más y mejores puestos de trabajo, con sistemas adecuados de protección social) podría contribuir enormemente a reducir el hambre y la pobreza. La reducción de las desigualdades en los ingresos y el acceso a los activos aumenta los efectos positivos del crecimiento económico en la reducción de la pobreza.

II. SITUACIÓN ACTUAL DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA MUNDIAL

A. TIPOS DE HAMBRE

6. La FAO calcula que en 2000-2002 había en el mundo 852 millones de personas subnutridas: 815 millones en los países en desarrollo, 28 millones en los países en transición y 9 millones en los países industrializados (véase el Cuadro 1). Una aplastante mayoría de las personas que padecen hambre en el mundo vive en el Asia meridional y el África subsahariana. El número de personas subnutridas en los países en desarrollo descendió solamente en 9 millones durante el decenio posterior al período de referencia (1990-1992) de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación. Durante la segunda mitad del decenio, el número de personas aquejadas de hambre crónica en los países en desarrollo aumentó a un ritmo cercano a los 4 millones por año, malogrando dos terceras partes de la reducción de 27 millones lograda en los cinco años anteriores.

Cuadro 1. Porcentaje de la población subnutrida en las regiones en desarrollo

Región

Porcentaje de población subnutrida

 

1969-71

1979-81

1990-92

1996-98

2002-02

África subsahariana

34

37

35

34

33

Cercano Oriente y África del Norte

25

9

8

10

10

Asia oriental y sudoriental

43

29

17

13

13

Asia meridional

38

38

26

23

22

América Latina y el Caribe

19

13

13

11

10

Todas las regiones en desarrollo

37

29

20

18

17

Fuente: SOFI 2004

7. Las estimaciones presentadas supra se refieren a la subnutrición crónica. Sin embargo, las crisis debidas a colapsos económicos y las catástrofes de origen humano y natural crean una escasez de alimentos que afecta temporalmente a toda la población nacional, o a parte de ella. Aunque no se dispone de datos directos sobre el alcance del hambre transitoria, se presume que podría afectar cada año aproximadamente a una proporción de la población del mundo en desarrollo situada entre el 5 y el 10 por ciento.

8. La inseguridad alimentaria estructural o crónica supone por parte de los hogares una incapacidad persistente para procurarse los alimentos necesarios. Esta situación puede durar años e incluso vidas enteras. La inseguridad alimentaria crónica en general tiene su origen en el acceso insuficiente a los recursos, por lo que es de carácter estructural. La inseguridad alimentaria crónica y la transitoria pueden obedecer a causas distintas y precisar intervenciones o soluciones programáticas distintas. Con frecuencia los gobiernos tienen el cometido de prevenir que un problema transitorio se convierta en permanente porque los hogares no puedan reponer sus recursos.

9. Además, incluso en ausencia de hambre crónica y transitoria, la población puede sufrir por la falta de micronutrientes esenciales, lo que a menudo recibe el nombre de hambre oculta. Según un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Iniciativa Micronutrientes, hasta una tercera parte de la población mundial ve su capacidad física e intelectual malograda por la carencia de vitaminas y minerales1 Aunque este problema no se analiza en el presente documento, su importancia no debe infravalorarse.

B. REGIONES AZOTADAS DE FORMA CRÍTICA POR EL HAMBRE2

10. En marzo de 2005, el número de países que padecía una grave escasez de alimentos en todo el mundo se cifraba en 36, de los cuales 23 en África, 7 en Asia y el Cercano Oriente, 5 en América Latina y 1 en Europa. Las causas son variadas, si bien predominan el desorden interno y las condiciones meteorológicas desfavorables. El brote de langosta del desierto en el África occidental y la reciente catástrofe del tsunami en el Asia meridional y sudoriental han tenido también graves consecuencias para la seguridad alimentaria.

11. Se calcula que el terremoto y los tsunamis que el 26 de diciembre de 2004 azotaron las áreas costeras de 12 países del Océano Índico se han cobrado la vida de más de 285 000 personas, han afectado negativamente a las condiciones y los medios de vida de unos cinco millones de personas y han producido cuantiosos daños a la infraestructura. La mayoría de las personas afectadas se dedicaba a la agricultura, la pesca o trabajaba en empresas asociadas. La pesca fue el sector más malparado, aunque las pérdidas de cosechas y ganado fueron también considerables.3

12. África tiene con mucho el mayor número y proporción de países en situación de urgencia alimentaria. En el África oriental, la situación alimentaria de Eritrea suscita particular preocupación. Tras varios años consecutivos de insuficientes lluvias, la producción agropecuaria se ha visto gravemente perjudicada. También se estima una cosecha inferior a la media en el Sudán como consecuencia de los conflictos y la sequía, y en Kenya la insuficiente cosecha de maíz de la segunda campaña agravará la escasez de alimentos en algunas partes del país.

13. En el África occidental, la situación alimentaria permanece crítica en Mauritania, mientras que en Côte d’Ivoire la inseguridad sigue alterando las actividades agrícolas y comerciales. Entre los países del África oriental, los que han padecido las crisis más devastadoras y persistentes son aquéllos en donde se han desencadenado conflictos. En muchos de estos países, la pandemia del VIH/SIDA es también un importante factor agravante.

14. Sólo en el África oriental, la situación de seguridad alimentaria de más de 13 millones de personas se vio amenazada por una combinación de lluvias irregulares y conflictos en marcha. Las causas de las emergencias alimentarias también han cambiado a lo largo de los años. Desde 1992, la proporción de emergencias que pueden atribuirse sobre todo a causas humanas, como conflictos o colapsos económicos, se ha más que duplicado, ascendiendo de aproximadamente el 15 por ciento a más del 35 por ciento.

15. En América Central, los cultivos de maíz y frijol de la primera y segunda campañas han sufrido daños como consecuencia del clima seco y se está suministrando ayuda alimentaria a las familias afectadas. En Guyana, las lluvias torrenciales han causado graves inundaciones y el desbordamiento de ríos. En Haití, se sigue suministrando ayuda alimentaria a las familias damnificadas por las recientes inundaciones y sequías.

16. La firma en enero de un acuerdo de paz entre el Gobierno del Sudán y el Ejército del Movimiento por la Liberación del Pueblo del Sudán ha propiciado un aumento del número de personas que ha regresado al Sudán meridional. Se prevé que hasta 500 000 personas regresarán a distintas partes del sur del país durante 2005, lo cual supondrá un reto para todos, puesto que la región carece de la infraestructura necesaria para dar cabida a un número elevado de repatriados.

17. En el Afganistán, un número considerable de hogares sigue siendo vulnerable a la inseguridad alimentaria tras años de conflicto y sequía, que han causado un aumento de los discapacitados por la guerra, la pérdida de miembros de la familia, desplazamientos, importantes pérdidas de ganado, la destrucción de los activos productivos y la acumulación de la deuda. En consecuencia, será esencial llevar a cabo intervenciones alimentarias y de otro tipo oportunas, apropiadas y eficaces para ayudar a los sectores más pobres de la población a reconstruir una base de activos que les permita subsistir. Un número considerable de hogares vulnerables se halla prácticamente en situación de inseguridad alimentaria y seguirá dependiendo de la asistencia humanitaria en 2005.

18. Pese a la aparente recuperación de la producción agrícola del Iraq, el fin de las principales operaciones militares y el levantamiento de las sanciones económicas, para millones de iraquíes el sistema de distribución público es el único medio de obtener alimentos. Los efectos de 24 años de conflicto y sanciones económicas, agravados por tres años consecutivos de sequía, han minado gravemente el poder adquisitivo de la población.

19. Con unos niveles crecientes de pobreza y desempleo, la situación de seguridad alimentaria en Palestina se ha deteriorado considerablemente en los últimos tres años, y actualmente cuatro de cada diez ciudadanos palestinos sufren inseguridad alimentaria. Esta situación afecta a 1,4 millones de personas (el 40 por ciento de la población) y es una causa constante de preocupación para otros 1,1 millones de personas (el 30 por ciento), en peligro de padecer inseguridad alimentaria si persisten las condiciones actuales. En general se dispone de alimentos, si bien el acceso está limitado por problemas físicos (toques de queda, cierres) y económicos (alto desempleo, terminación de los recursos, agotamiento de las estrategias de subsistencia y fuerte presión sobre las redes de apoyo social).

III. TEMA ESPECIAL: AFRONTAR LAS CRISIS DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA

20. El hambre que afecta de modo crítico a determinadas zonas es cada vez más consecuencia de conflictos o colapsos económicos. Las catástrofes naturales también ponen en peligro la seguridad alimentaria de las personas en diversas regiones del mundo. En muchos casos, los factores naturales y los humanos se refuerzan entre sí, dando origen a emergencias complejas y crisis prolongadas. Las plagas y las enfermedades complican todavía más el suministro de alimentos suficientes e inocuos a toda la población y ponen a prueba la capacidad de los países y la comunidad internacional para hacer frente a las crisis. A la larga, todos los países pueden verse afectados por cambios climáticos derivados del fenómeno del recalentamiento del planeta. Con el paso del tiempo, se están comprendiendo mejor el carácter y la gravedad de estas crisis y se están empezando a definir algunas medidas esenciales de carácter imperativo.

21. Para afrontar los riesgos cada vez más complejos para la seguridad alimentaria se necesitan más inversiones, programas, innovaciones y medidas normativas, así como una mejora de su orientación, impulsados por una mejor comprensión de la dinámica de los riesgos y los factores que afectan al acceso de las personas a los alimentos y a los vínculos con la nutrición. Un problema importante para organismos y gobiernos es si deben abordar la inseguridad alimentaria detectada a nivel local como un fenómeno estructural o transitorio. La respuesta a la inseguridad estructural debería facilitar los recursos para que con el tiempo los hogares puedan garantizar su propia seguridad alimentaria de manera sostenible. Abordar la inseguridad alimentaria transitoria, por otro lado, implica un mayor hincapié en la disponibilidad de alimentos a precios económicos y la implantación de redes de seguridad adecuadas mucho antes de que la crisis tenga lugar. La situación se vuelve más oscura cuando la fuente de la inseguridad «temporal» pasa a ser persistente y difícil de prever: por ejemplo, como consecuencia de una sequía o la agitación social persistentes.

22. Es cada vez más evidente que el enfoque de doble componente es vital para afrontar con garantías los riesgos nuevos y viejos para la seguridad alimentaria mediante políticas e inversiones activas y progresivas. Mientras no existan medidas de fomento de la productividad rural y agrícola acompañadas de redes de seguridad innovadoras que aseguren un mínimo acceso a los alimentos no se logrará reducir el número de personas que padece hambre.

A. CONFLICTOS

23. Hoy en día, los conflictos son la causa más común de la inseguridad alimentaria. El número y la magnitud de las emergencias alimentarias ligadas a conflictos van en aumento y en el último decenio ha crecido en importancia el papel de las catástrofes de origen humano en la transformación de las crisis naturales, como la sequía, en situaciones de urgencia alimentaria. En los últimos años ha crecido la proporción de emergencias alimentarias que pueden considerarse de origen humano. Según los datos, los conflictos y los problemas económicos fueron la principal causa de más del 35 por ciento de las emergencias alimentarias entre 1992 y 2003, frente a cerca del 15 por ciento durante el período de 1986 a 1991. Más de la mitad de los países en que la subnutrición está más extendida (más del 35 por ciento) sufrió conflictos en los años noventa.

Gráfico 1: Frecuencia y principales causas de las emergencias
alimentarias recurrentes de 1986 a 2004.

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24. Hoy en día, las guerras civiles en muchos países en desarrollo, en particular en el África subsahariana, representan la mayor amenaza a la seguridad alimentaria y el progreso económico a largo plazo. Las emergencias alimentarias recurrentes se concentran en el África subsahariana, donde la mayoría de los países afectados (el 61 por ciento) sufre una guerra civil.

25. Los efectos de los conflictos sobre la agricultura dependen de la naturaleza del propio conflicto. Si está confinado a una región geográfica específica, las pérdidas agrícolas podrán, en cierta medida, reducirse al mínimo. Este fue el caso de los países en desarrollo donde el conflicto estaba lo suficientemente localizado como para que el descenso de la producción (y las exportaciones) pudiera contenerse. La zona azotada por el conflicto, en contraposición, sufre un grave deterioro económico. La producción cesa casi inmediatamente, aunque la pérdida de producción puede aumentar a largo plazo si las estructuras económicas tienen por finalidad específica reducir los recursos económicos del adversario. Además, para asegurarse alimentos, los agricultores y trabajadores agrícolas están obligados a alejarse de la lucha.

Socorro y desarrollo

26. Los conflictos son perturbadores y tienen fuertes repercusiones en el desarrollo y el crecimiento rural y agrícola. Las intervenciones en situaciones de emergencia a corto plazo para atender las necesidades de las personas que sufren las consecuencias de un conflicto deben realizarse en el marco de una política alimentaria a más largo plazo encaminada a mejorar la capacidad de recuperación de las personas y los sistemas alimentarios.

27. Cada vez tiene mayor aceptación la tesis de que las respuestas a las crisis crónicas y prolongadas no deben limitarse a la reiterada movilización del apoyo de emergencia cuando las condiciones humanitarias se deterioran. Los proyectos de socorro y rehabilitación son mucho más efectivos si se construyen sobre los cimientos de la capacidad de recuperación, en lugar de depender exclusivamente de las inyecciones de insumos externos, de tecnología y de las instituciones.4 La experiencia creciente confirma la importancia de fortalecer la capacidad de recuperación de las sociedades y de los sistemas alimentarios antes de que irrumpan las crisis, así como de introducir esa capacidad de recuperación en las intervenciones posteriores a las crisis.

28. Una de las metas de las políticas alimentaria, agrícola, ambiental y de desarrollo económico debe ser desvincular el hambre de los conflictos. Para ello, la comunidad internacional tendrá que prestar mayor atención a la mitigación de la inseguridad alimentaria que pueda generar conflictos; a la prestación de ayuda para el desarrollo en maneras que no fomenten una competencia que pueda ocasionar conflictos; a la distribución de ayuda alimentaria básica en maneras que no prolonguen los conflictos, y deberá prestar especial atención a la asistencia para la reconstrucción.

Prevención

29. Es de suma importancia incluir la prevención de conflictos en los proyectos de seguridad alimentaria y desarrollo, así como vincular la seguridad alimentaria y el desarrollo económico a las actividades de socorro. Los recursos que se ahorran al evitar un conflicto deben calcularse como «rendimiento» de la ayuda. La asistencia humanitaria debe incluir componentes de desarrollo agrícola y rural que permitan garantizar los medios de vida y elaborar sistemas sociales y agrícolas sostenibles, como por ejemplo la ordenación eficiente de aguas, la diversidad genética sostenible y la participación de las comunidades.

B. CATÁSTROFES NATURALES

30. Las catástrofes naturales pueden tener importantes repercusiones para la economía y la seguridad alimentaria, especialmente en los hogares más pobres. En los últimos tres decenios, se ha producido un claro aumento del número de riesgos naturales, del tamaño de las poblaciones afectadas y del volumen de las pérdidas económicas. Gracias a la aplicación de medidas preventivas cada vez más eficaces, pese a que el número de catástrofes se ha más que triplicado desde los años setenta, el total de víctimas mortales comunicado se ha reducido prácticamente a la mitad.5 La presencia de los riesgos pone de manifiesto una considerable distribución geográfica (véase el Gráfico 2). Durante el período comprendido entre 1994 y 2003, el continente asiático sufrió de forma desproporcionada las catástrofes naturales. Aproximadamente la mitad de las 650 catástrofes naturales registradas en 2004 fueron tormentas de viento y fenómenos meteorológicos graves, mientras que 80 fueron ocasionados por riesgos geológicos (70 terremotos con daños y diez erupciones volcánicas).6

Gráfico 2: Número de catástrofes naturales
 

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Fuente: Emergency Disasters Data Base (EM-DAT) (http://www.em-dat.net).

31. En torno al 75 por ciento de la población mundial vive en zonas que, entre 1980 y 2000, sufrieron como mínimo un terremoto, ciclón tropical, inundación o sequía. Miles de millones de personas en más de 100 países se exponen periódicamente a, por lo menos, un caso de terremoto, ciclón tropical, inundación o sequía. Como consecuencia de las catástrofes provocadas por estos riesgos naturales, cada día se registran en distintas partes del mundo más de 184 muertes. El 11 por ciento de las personas expuestas a riesgos naturales vive en países con un bajo índice de desarrollo humano, y representa más del 53 por ciento de las muertes registradas en total.7 Para cada tipo de peligro, el riesgo de catástrofe es considerablemente menor en los países de ingresos altos que en los países de ingresos medianos y bajos.

Gráfico 3: Pérdidas económicas debidas a catástrofes naturales 1960-2000
(millones de $EE.UU.)

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Fuente: Emergency Disasters Data Base (EM-DAT)
(http://www.em-dat.net)

32. Las pérdidas económicas directas se quintuplicaron en los años noventa (véase el Gráfico 3) y se concentran en su mayoría en los países desarrollados. Estas cifras económicas representan no sólo la destrucción de los bienes productivos y de la infraestructura vital, así como la pérdida de medios de subsistencia, sino también las consecuencias para el desarrollo económico y el recrudecimiento de la pobreza. Cuando tienen lugar las catástrofes, los hogares pobres sufren mayores pérdidas de bienes físicos y sociales, agravando más su pobreza. Estas pérdidas de bienes pueden atrapar a las familias en la pobreza y la inseguridad alimentaria crónicas.

33. Los efectos de las catástrofes naturales deben examinarse en el marco más general del desarrollo económico, la pobreza y la inseguridad alimentaria, y ese análisis debería tener en cuenta la influencia recíproca con otros factores, y en particular la capacidad institucional, que determina cómo las personas, las comunidades y los países se ven afectados, afrontan los riesgos y subsisten. Deberían llevarse a cabo evaluaciones del impacto de las catástrofes naturales en la seguridad alimentaria en distintos niveles: del nivel mundial a los niveles nacional, subnacional, comunitario y doméstico; esas evaluaciones deberían aportar información sobre los efectos y las causas de las catástrofes naturales y maneras de repartir las responsabilidades y distribuir los riesgos. Las evaluaciones de la vulnerabilidad a nivel comunitario constituyen uno de los instrumentos para determinar de qué forma las instituciones y prácticas oficiales y oficiosas podrían respaldar las actividades de gestión de riesgos. Para que las intervenciones sean adecuadas, hacen falta inversiones cruciales en materia de información.

34. Una importante novedad de los sistemas de gestión de catástrofes en el último decenio ha sido la comprensión de su naturaleza cíclica. Si bien la fase de respuesta capta la mayor atención, gran parte de los intensos trabajos sobre gestión de los riesgos de catástrofes se realiza antes de que éstas se produzcan, mediante las evaluaciones, la prevención y la mitigación de riesgos y el establecimiento de sistemas de alerta rápida. Cuando ha pasado la crisis, se hace hincapié en la rehabilitación, la reconstrucción y el comienzo de un nuevo ciclo de evaluación, que incorpore las enseñanzas extraídas del ciclo anterior.

Enfoque de doble componente para gestionar las catástrofes naturales

35. El enfoque de doble componente puede servir de marco para reducir la vulnerabilidad a la inseguridad alimentaria ante las amenazas de catástrofe natural. Este enfoque parte de la premisa de que la reducción sostenible del hambre requiere dos conjuntos de intervenciones: a) proyectos en favor de la agricultura y el desarrollo rural sostenibles (como por ejemplo la agricultura de conservación en las laderas en Honduras) encaminados a respaldar y aumentar los medios de subsistencia de los grupos más pobres y vulnerables y b) intervenciones y programas específicos para aumentar el acceso inmediato y directo a los alimentos y la nutrición de los más necesitados. El primer componente aborda principalmente los factores estructurales y a más largo plazo que causan la vulnerabilidad y abarca la mayoría de las opciones para reducirla a priori mediante el fomento de la reducción y la gestión de riesgos. El segundo componente aborda sobre todo las necesidades más apremiantes en lo tocante a la inseguridad alimentaria y los factores a corto plazo, e incluye las opciones sobre políticas para hacer frente a posteriori a esos riesgos.

Incentivos financieros y medios de subsistencia

36. También es importante reconocer el papel de los incentivos financieros y los instrumentos normativos en la reducción de la inseguridad alimentaria causada por las catástrofes naturales. Entre estos instrumentos, cabe mencionar: los planes de seguro de las cosechas; el microfinanciamiento para la reconstitución de rebaños y la replantación de cultivos; y, a nivel nacional, la estructuración de los préstamos o donaciones para el desarrollo de tal manera que alienten a los gobiernos y comunidades a incorporar medidas de reducción de catástrofes y mitigación de riesgos en sus programas de intervención en caso de catástrofe y en sus planes de desarrollo nacional.

37. Las estrategias para reducir la vulnerabilidad a la sequía y otras catástrofes deberían basarse en una comprensión cabal de los medios de subsistencia y las estrategias de resistencia a nivel rural, pues el impacto de una catástrofe viene determinado por la vulnerabilidad subyacente a esas amenazas. Gran parte del consumo de las familias campesinas depende de los ingresos y las transferencias del sector no agrícola. No obstante, las poblaciones más vulnerables de las zonas rurales son aquéllas que dependen en mayor medida de la agricultura para ganarse la vida, produciendo para sí mismos y trabajando para otros. Estas estrategias de subsistencia fracasan cuando deben hacer frente a frecuentes catástrofes naturales, lo cual aumenta la vulnerabilidad. En las zonas propensas a la sequía, deberían consagrarse esfuerzos a la investigación y la extensión sobre producción, elaboración y almacenamiento de cereales resistentes a la sequía, como el sorgo y el mijo.

C. PLAGAS Y ENFERMEDADES

38. La propagación de enfermedades emergentes y especies invasoras ha aumentado drásticamente en los últimos años. Al mismo tiempo, numerosos acontecimientos (como los movimientos transfronterizos cada vez más rápidos de bienes y personas, la liberalización del comercio, las preocupaciones crecientes acerca de la inocuidad de los alimentos y el medio ambiente) han hecho más necesaria la cooperación internacional sobre control y gestión de plagas y enfermedades transfronterizas.

39. Algunas condiciones básicas que inciden en las probabilidades de que una plaga o enfermedad transfronteriza se radique y se propague en regiones o países incluyen: el clima; el aislamiento geográfico; los cultivos y el ganado producidos; los sistemas de producción aplicados; los huéspedes y vectores muy difundidos u oriundos del país; y los métodos de control usados como parte de la gestión agrícola rutinaria.

40. En los últimos tiempos, las cuestiones de inocuidad de los alimentos relacionadas con enfermedades como la encefalopatía espongiforme bovina y la peste aviar se han convertido en una fuente importante de preocupación para consumidores, agricultores, elaboradores de alimentos, minoristas alimentarios y gobiernos. Por añadidura, la contaminación de alimentos con aditivos alimentarios no autorizados, productos químicos como los hidrocarburos aromáticos policíclicos y la acrilamida, los patógenos microbiológicos (Salmonella, E. coli) y las micotoxinas, entre otros, han creado en todo el mundo una preocupación acerca de la inocuidad del suministro alimentario. Para abordar mejor los problemas nuevos y existentes, la FAO viene recomendando y aplicando un enfoque global de la inocuidad y calidad de los alimentos que reparte la responsabilidad del suministro de alimentos inocuos entre todos los agentes del sector agroalimentario, desde los productores y elaboradores de alimentos a los minoristas y las familias consumidoras. Se trata del «enfoque basado en la cadena alimentaria», que el Comité de Agricultura examinó en su 17º período de sesiones.8 Este enfoque sale reforzado asimismo gracias a la formulación de buenas prácticas agrícolas (BPA), que pueden ayudar a los agricultores a reducir al mínimo o eliminar las amenazas a la inocuidad de los alimentos en la fuente.

41. La FAO recomienda complementar la reglamentación y el control de los productos finales, que actualmente constituyen el principal interés de muchos programas de inocuidad de los alimentos, con medidas preventivas para controlar la introducción de peligros. Para ello hace falta adoptar buenas prácticas (en la producción primaria, la poscosecha, la elaboración y la manipulación) que reduzcan los riesgos de contaminación microbiológica y química. Los controles de las operaciones de elaboración de alimentos que se lleven a cabo dentro de las plantas deben basarse en las buenas prácticas de higiene (BPH), las buenas prácticas de fabricación (BPF) y el sistema de Análisis de peligros y de puntos críticos de control (APPC), que permite detectar y posteriormente supervisar los puntos más vulnerables de todo sistema de producción alimentaria.

D. VIH/SIDA

42. El VIH/SIDA ha agravado la inseguridad alimentaria de los hogares aumentando los índices de dependencia, dejando a millones de niños huérfanos, incrementando drásticamente los gastos médicos, agotando rápidamente los activos y desviando recursos fundamentales de las inversiones sostenibles en la seguridad alimentaria de los hogares. Además, el VIH/SIDA ha reducido la capacidad de los países para prevenir y mitigar las emergencias alimentarias, al cobrarse la vida de profesionales decisivos en los servicios sociales y el gobierno. Por añadidura, la pandemia se ve fortalecida y agravada por otras crisis (sobrecargas climáticas, conflictos, pobreza y degradación de los recursos).

43. Hay constancia de que el VIH/SIDA ha disminuido la producción agrícola a nivel familiar. Los hogares afectados por el VIH/SIDA sufren la pérdida de ingresos, la pérdida de activos que deben venderse para sufragar los costos de la enfermedad y la pérdida de conocimientos y aptitudes a medida que los miembros de las familias con conocimientos de los productos agrícolas y silvestres sucumben a la enfermedad. El descenso de la mano de obra de los hogares en razón de la mortalidad y morbilidad por causa del SIDA tiene un impacto significativo en la productividad agrícola de los hogares.

44. La epidemia puede también conducir a un círculo vicioso de malnutrición y VIH. La enfermedad, si se combina con la inseguridad alimentaria y nutricional, puede provocar una grave malnutrición y un aumento de la pobreza, lo que a su vez puede incitar a las personas a recurrir a estrategias de subsistencia que aumentan el riesgo de contraer el VIH/SIDA. En consecuencia, la generación de ingresos suficientes, en su mayoría derivados de la agricultura, y el acceso a una alimentación y nutrición suficientes y saludables son componentes esenciales para luchar contra el VIH/SIDA y ayudar a las víctimas a tener una vida más saludable, duradera y productiva.

45. La infección por el VIH, unida a una ingestión dietética inadecuada, provoca o agrava la malnutrición. Por ello, para reducir la prevalencia y frenar el inicio de la enfermedad harán falta medidas normativas de peso encaminadas a garantizar la disponibilidad de alimentos y el acceso a una nutrición adecuada para aquellas personas en riesgo de infección o que estén ya afectadas por la enfermedad. La política agrícola en el África subsahariana debe formularse con miras a superar los problemas que plantea el VIH/SIDA, en sinergia con otras políticas, en concreto las relativas al trabajo, la salud, la educación y la nutrición. Al aumentar la productividad agrícola y la seguridad alimentaria y nutricional, la política agrícola puede contribuir de forma significativa a frenar y mitigar la propagación del VIH/SIDA en la región.

46. Es necesario que las tecnologías agrícolas ayuden a las familias pobres a subsanar la falta de mano de obra impuesta por el VIH/SIDA y a aumentar los niveles de productividad, toda vez que la producción diversificada y los alimentos enriquecidos pueden mejorar la nutrición de los hogares afectados. Para detener e invertir la tendencia del hambre y la malnutrición en aumento en la región, será fundamental poner la agricultura al servicio de las personas en riesgo y afectadas por el VIH/SIDA.

47. En definitiva, la seguridad alimentaria y nutricional reviste una importancia fundamental para la prevención, el cuidado y el apoyo, el tratamiento y la mitigación del impacto de los hogares afectados por el VIH/SIDA. Si se logra una mejor comprensión de los efectos recíprocos entre el VIH/SIDA y la seguridad alimentaria, podrán mejorarse las intervenciones mediante políticas y programas encaminados a fortalecer la capacidad de reacción existente y complementarla con redes de seguridad adecuadas para las personas que no tengan otra forma de protección.

E. CAMBIO CLIMÁTICO

48. El ritmo del cambio climático previsto para los próximos 100 años no tiene precedentes en la historia humana. A lo largo de toda la era geológica, la temperatura media mundial ha variado normalmente en 5ºC durante intervalos de millones de años. Actualmente, los científicos estiman que la temperatura de la superficie del planeta –que ya ha subido 0,6ºC desde finales del siglo XIX– probablemente subirá de 1,4ºC a 5,8ºC durante el siglo XXI.

49. A pesar de la gran incertidumbre, pueden extraerse algunas conclusiones coherentes de las distintas previsiones de los efectos futuros del cambio climático en la producción agrícola. La agricultura mundial se enfrentará a numerosos retos a lo largo de los próximos decenios en razón de la degradación de los suelos y los recursos hídricos, que podrá empeorar con el cambio climático. Todo ello dificultará enormemente la consecución de la seguridad alimentaria para poblaciones crecientes.

Producción agrícola y seguridad alimentaria: ganadores y perdedores

50. Los estudios indican que la producción agrícola mundial podría mantenerse en los niveles de referencia previstos durante los próximos 100 años si se produce un cambio climático moderado (recalentamiento inferior a 2,5ºC). Sin embargo, los efectos regionales variarán enormemente y algunos países, incluso tomando medidas para adaptarse a los cambios, pueden sufrir una reducción de su producción. Esta conclusión tiene en cuenta los efectos beneficiosos de la fertilización por CO2, y no contempla ningún otro posible efecto del cambio climático, ni siquiera los cambios de las plagas y suelos agrícolas.

51. Los países en desarrollo de ingresos bajos son más vulnerables a las reducciones de la producción agrícola porque cuentan con: i) un alto porcentaje de su producto interno bruto (PIB) procedente de la agricultura; ii) fuertes lazos entre la producción agrícola y los ingresos; iii) una alta dependencia de la diversidad autóctona, y iv) una capacidad limitada para adaptarse o responder a los cambios. En consecuencia, los países en desarrollo de ingresos bajos tienen más probabilidades de sufrir un aumento importante de la inseguridad alimentaria y el hambre como consecuencia del cambio climático, que puede afectar a: la disponibilidad física de la producción alimentaria, por los cambios en la temperatura y la pluviosidad; al acceso de las personas a los alimentos, por la reducción de los ingresos de la pesca costera debido al aumento del nivel del mar; y a los ingresos en divisas de un país por la destrucción de sus exportaciones de cultivos por la mayor frecuencia e intensidad de los ciclones tropicales.

52. Algunos grupos son especialmente vulnerables al cambio climático: los grupos de ingresos bajos de las zonas propensas a la sequía con una infraestructura y sistemas de distribución comercial deficientes; los grupos de ingresos bajos a medianos en las zonas propensas a inundaciones; agricultores cuyas tierras pueden verse dañas o sumergidas como consecuencia de un aumento del nivel del mar; y los pescadores que pueden perder sus capturas por culpa de un cambio de las corrientes de agua o de la inundación de las áreas de puesta.

Recursos hídricos

53. El aumento del nivel del mar afectará asimismo a la calidad del agua. El agua más salada penetrará en los acuíferos y estuarios costeros, convirtiendo el agua dulce en salobre y posteriormente en no apta para el consumo. Este fenómeno tendrá efectos graves en algunas zonas, de manera particular en las islas de poca altitud y los atolones que dependen de las aguas subterráneas para su suministro de agua dulce. La infiltración de agua de mar afectará también a la superficie que abastece el agua dulce, las pautas meteorológicas y las tormentas en los océanos y regiones costeras. Dado que una tercera parte de la población mundial vive en países que ya carecen del agua suficiente y que las previsiones indican que la población y la demanda crecerán drásticamente, el suministro de agua dulce puede plantear uno de los mayores problemas en un mundo afectado por el cambio climático.

Crear capacidad de adaptación

54. El cambio climático posiblemente agrave de manera particular la inseguridad alimentaria de los pobres a medida que aumenta la probabilidad de que se produzcan fenómenos extremos. Las inversiones en favor de la capacidad de adaptación de los países en desarrollo, y de modo particular de los grupos vulnerables, a los riesgos climáticos actuales pueden producir altos índices de rentabilidad al evitar daños futuros. El costo del aumento de la inseguridad alimentaria es uno de los factores determinantes que debe tenerse en cuenta al formular una política sobre el cambio climático.

55. El sector de seguros puede contribuir mediante soluciones creativas para distribuir los riesgos, garantizando de este modo la disponibilidad y accesibilidad de la cobertura del seguro. Los países en desarrollo necesitarán un acceso más amplio a los seguros. Asimismo, la transferencia de tecnología y la introducción generalizada de sistemas de microfinanciamiento y servicios bancarios para el desarrollo podrían ayudar a asegurar la protección de los más vulnerables.

56. Las estrategias coordinadas relativas a la utilización de tierras, los valores paisajísticos y el abastecimiento de agua pueden favorecer simultáneamente las necesidades humanas y las metas de conservación. De modo análogo, la ordenación integrada de las pesquerías costeras podría reducir la presión ejercida sobre algunas pesquerías costeras. Los esfuerzos por fomentar la agricultura y el desarrollo rural sostenibles podrían mejorar la capacidad de recuperación de la biodiversidad. La conservación de la leña, por ejemplo mediante la introducción de cocinas eficientes, biogás y otras formas de energía renovable, podría reducir la presión sobre los bosques y, de ese modo, proteger la biodiversidad.

57. En las regiones templadas, las iniciativas de los distintos agricultores para adaptarse deberían ser suficiente para prevenir las pérdidas de cultivos y ganado y podrían incluso generar ganancias. En los trópicos, los esfuerzos de los agricultores evitarán algunas pérdidas, aunque no todas. Los agricultores pueden adaptarse modificando, cuando convenga, las fechas de plantación, la selección de los cultivares y las estrategias de control de plagas y enfermedades. Pueden también prevenirse ulteriores pérdidas debidas al clima mediante esfuerzos costosos y organizados, como la modificación de los usos de las tierras y la inversión en infraestructura de riego. La supervisión del clima y de los cambios previstos daría un mayor plazo para preparar soluciones.

IV. REPERCUSIONES NORMATIVAS Y CONCLUSIONES

A. CRISIS Y REDES DE SEGURIDAD

58. En la sección precedente se han resumido las principales fuentes de las crisis de la seguridad alimentaria y las repercusiones para los esfuerzos de preparación, intervención y mitigación. En definitiva, una catástrofe natural o de otro tipo que destruya o mine los bienes y, en consecuencia, sume a los hogares en la miseria podría tener efectos permanentes en la seguridad alimentaria. En ausencia de proyectos de socorro o intervención, lo normal sería que la situación de esos hogares se deteriorara todavía más después de la crisis, quedando atrapados en la trampa de la pobreza. Las repercusiones para los plazos, la selección de objetivos y la duración de la asistencia de emergencia podrían ser importantes. Los enfoques basados en los bienes dan prioridad a los esfuerzos por rectificar los mecanismos de exclusión financiera sobre los que descansan las trampas de la pobreza.

59. Las crisis pueden tener efectos persistentes solamente si existen trampas de la pobreza. La nutrición y la salud revisten una importancia vital para los pobres que poseen poco más que su fuerza de trabajo. La irreversibilidad de algunos problemas de salud relacionados con la nutrición, como pueden ser la ceguera por la carencia de vitamina A, el daño cerebral por la carencia de yodo, el retraso del crecimiento derivado de la malnutrición proteinocalórica prolongada, convierte la garantía de la seguridad alimentaria en un asunto especialmente importante. Por ello, las redes de seguridad respecto de la alimentación, la nutrición y la salud son fundamentales para prevenir que las personas vulnerables padezcan la pobreza y la inseguridad alimentaria crónicas después de las crisis, ya sea que esta afecte específicamente a la familia como al conjunto de la región.

60. Las redes de seguridad son también fundamentales para asegurar que las personas que no son pobres, o que lo son temporalmente, no sufran la pobreza y la inseguridad alimentaria crónicas. Los programas en favor de los campesinos pobres que se diseñan y ejecutan óptimamente pueden permitir a las personas escapar a la pobreza crónica. Para que sean eficaces, las intervenciones en apoyo del desarrollo agrícola y rural deben centrarse en las personas que padecen la pobreza crónica, lo mismo que las redes de seguridad deben proteger a los que sufren la pobreza transitoria. Esto significa que la eficaz evaluación y selección de los beneficiarios deberá desempeñar una función central para que se apliquen las políticas acertadas a las subpoblaciones adecuadas.

Las trampas de la pobreza y de las actividades de socorro

61. Mientras más tiempo padezcan los individuos la pobreza, más vulnerables serán a las crisis. A medida que aumenta la frecuencia y magnitud de los distintos tipos de crisis, la asistencia oficial para el desarrollo se canaliza en la forma de actividades de socorro. Ello impide que los escasos recursos se dirijan a las causas estructurales de la pobreza crónica. Si no se dispone de redes de seguridad eficaces, las personas entran en un círculo vicioso y quedan atrapadas en las trampas de la pobreza. Además, a medida que crece la población cautiva en las trampas de la pobreza, la asistencia internacional para el desarrollo a largo plazo en ámbitos que no revisten carácter de urgencia, como la educación, la salud, la agricultura y la infraestructura tiende a decrecer. La reducción de las inversiones en el fomento de la productividad y el desarrollo a largo plazo aumenta la probabilidad de futuras emergencias, creando de este modo un círculo vicioso en el que los donantes financian cada vez más y de modo más exclusivo operaciones de socorro, y sólo ocasionalmente y con fondos insuficientes inversiones estructurales.9 Es necesario recuperar urgentemente las corrientes mundiales de asistencia para el desarrollo y crear un círculo virtuoso gracias al cual las inversiones adecuadas en el desarrollo a largo plazo permitan a muchas personas escapar a la pobreza e incluso dar prueba de resistencia ante las crisis temporales de su seguridad alimentaria.

Enfoque de doble componente: combinación de redes de seguridad con programas de desarrollo a largo plazo

62. Además de hacer frente a las crisis mediante programas de fomento de las redes de seguridad, es fundamental ejecutar programas complementarios para socorrer a las personas que caen por debajo de los umbrales críticos y ayudarles a superar la pobreza y la inseguridad alimentaria crónicas. Entre los ejemplos familiares y demostrados, cabe mencionar la reforma agraria, programas de alimentación escolar específicos, iniciativas de enseñanza y formación profesional, determinados proyectos subvencionados de microfinanciamiento o de subvención de insumos agrícolas.

63. Las inversiones en desarrollo rural, salud, educación e investigación y desarrollo son esenciales para lograr una reducción drástica del hambre y la inseguridad alimentaria. Habida cuenta de que la mayoría de los pobres vive en zonas rurales, para reducir el hambre hace falta desarrollar y difundir tecnología mejorada, mejor infraestructura, y aumentar la producción y el rendimiento de los cultivos. La mejora de la productividad agrícola para la seguridad alimentaria a largo plazo de la mayoría de los pobres del mundo es fundamental, dados los vínculos con los trabajos, la generación de ingresos, el nivel de precios y el bienestar nutricional. En consecuencia, existe una clara necesidad de renovar y aumentar considerablemente los compromisos de mejorar la tecnología agrícola y la sostenibilidad de los recursos naturales mediante un aumento de las inversiones en investigación y desarrollo agrícolas que se centren en las necesidades de los hogares vulnerables y empobrecidos. Los costos, aun siendo cuantiosos, serían muy inferiores a los beneficios.

Concentración de las políticas y las inversiones en las zonas rurales y la agricultura

64. La lucha por conseguir el primer objetivo de desarrollo del Milenio se ganará o perderá en las zonas rurales de los países en desarrollo, donde vive el 75 por ciento de las personas azotadas por el hambre y la pobreza, cuyos medios de subsistencia se basan en la agricultura y actividades afines. Para fomentar el crecimiento del empleo y los ingresos en las zonas rurales hace falta ampliar las medidas tendentes a mejorar la productividad de la agricultura de pequeñas explotaciones, fomentar el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales, mejorar la infraestructura, las investigaciones y las comunicaciones rurales, facilitar el funcionamiento de los mercados e impulsar las instituciones rurales. El crecimiento agrícola inducido por la productividad tiene un mayor impacto en las zonas rurales si se fortalecen las actividades no agrícolas y se aumentan el empleo y los salarios rurales.

65. La mejora de la seguridad alimentaria y nutricional mundial dependerá de la consecución de varios otros ODM. En concreto, la situación económica, sanitaria, social, ambiental y de salud, además del rendimiento económico y físico de los sectores agrícola y rural, determinará el logro de la seguridad nutricional a nivel de los hogares. Pese a ello, se prevé que la contribución más importante provenga de la mejora de la productividad agrícola en beneficio de los pequeños agricultores. Debe reconocerse también que la reducción de la pobreza mediante el desarrollo agrícola y rural y la mejora de la seguridad alimentaria y la nutrición desempeñarán un papel fundamental también para alcanzar varios otros ODM.

V. OPINIONES Y RECOMENDACIONES DEL CSA

66. A tenor de todo lo anterior, el CSA tal vez desee:

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1 http://www.micronutrient.org/reports/default.asp.

2 Véase http://www.fao.org/docrep/007/J4273s/J4273s02.htm para obtener información actualizada.

3 Véase http://www.fao.org/tsunami para obtener información actualizada.

4 Véase SOFI 2004, págs. 26 y 27.

5 Living with Risk: A global review of disaster reduction initiatives (www.unisdr.org).

6 Véase www.munichre.com.

7 Véase el «Informe mundial: La reducción de riesgos de desastres: Un desafío para el desarrollo» (www.undp.org/bcpr).

8 Véase http://www.fao.org/DOCREP/MEETING/006/Y8350S.HTM para obtener el documento completo.

9 Véase C.B. Barrett y D.G. Maxwell (2005), Edging Towards a Recipient-Oriented Food Aid System, capítulo 6 del libro de próxima publicación sobre Food Aid After Fifty Years: Recasting its Role.