FAO en El Salvador

El Proyecto Reclima, en coordinación con CCNIS, promueve la participación de hombres, mujeres y jóvenes Nahua para la restauración de ecosistemas degradados

13/09/2021

Septiembre, 2021. Familias de la Comunidad Indígena Nahua-Pipil del cantón El Chayal perteneciente al Consejo Coordinador Nacional Indígena Salvadoreño (CCNIS) del municipio de Atiquizaya, han unido esfuerzos para la instalación de un vivero forestal, que contribuya a restaurar los bienes naturales, dentro de ellas una fuente de agua de la cual se abastecen las familias de la comunidad. Para Ángela Zepeda, integrante de la comunidad, la experiencia le ha servido para tomar conciencia de lo que se puede lograr al trabajar como comunidad.

 El vivero “Mujeres y Hombres Unidos por la Madre Tierra” es una iniciativa implementada en coordinación con CCNIS y el proyecto “Aumento de las medidas de resiliencia climática en los agroecosistemas del corredor seco de El Salvador” (Reclima). 

 Reclima es administrado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el acompañamiento del Fondo de la Iniciativa de las Américas (FIAES), el Gobierno de El Salvador a través del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y el Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal "Enrique Álvarez Córdova" (CENTA), con el apoyo financiero del Fondo Verde del Clima (GCF, por sus siglas en inglés). 

 La contribución del Proyecto Reclima ha estado orientada a la dotación de semillas de especies nativas, como la leucaena, conacaste negro y madrecacao. Además de insumos, como tierra, bolsas, abonos y foliar. Así como el acompañamiento técnico para el fortalecimiento organizativo y capacidades para el buen manejo del vivero. 

 Para los integrantes de la comunidad es importante el trabajo colectivo en el vivero, pues han observado mucha tala de árboles en la zona y ven urgente sembrar para compensar el daño causado al ecosistema por personas ajenas a la comunidad. Ante esto, Ángela Zepeda manifiesta que “Se pondría muy crítica la situación si dejamos que solo se talen árboles y no se siembren más, quedaría todo muy desolado y se secarían las fuentes de agua y sin el agua no somos nada. El agua hace falta todo el día”. 

 Quedarse en su hogar como medida de contención frente a la pandemia de la Covid-19 no ha sido fácil, sin embargo, también ha visto otro beneficio directo de participar en el vivero. Uno de los principales alivios que ha sentido al colaborar en el vivero, fue poder “olvidar el encierro” y poder estrechar lazos con las demás familias en la comunidad. 

 “Este proyecto nos ha venido a levantar el ánimo, porque aparte de algún mandado que hacíamos donde la vecina, siempre nos habíamos mantenido cada quien ocupado en su hogar, pero esta convivencia que hemos tenido con el proyecto ha sido muy feliz. Yo me siento bien motivada de estar ahí”, explicó Ángela. 

 Participar en el vivero le ha servido también para asumir nuevos roles a nivel comunitario involucrándose de manera directa en actividades de producción y manejo de plantas forestales, las cuales utilizarán para acciones de reforestación en su municipio, poniendo en práctica sus conocimientos y saberes Indígenas sobre el manejo de las semillas nativas, que ahora pueden compartir con otras personas de la comunidad. 

 Con su esposo tienen una pequeña parcela donde siembran granos básicos. Además de atenderla, Ángela ha sembrado otros cultivos como maíz, ocra, arroz y café. Sin embargo, es hasta ahora que siente que está capitalizando esa experiencia. Espera poder ver crecer las plantas que han producido colectivamente en el vivero y sembrar hortalizas en su parcela para el consumo familiar, junto a su esposo y compartir con sus hijos. 

 Así como Ángela, los Pueblos Indígenas están realizando iniciativas comunitarias para preservar los sistemas alimentarios basados en sus conocimientos y saberes para generar acciones en los territorios para la restauración de zonas degradadas y afectadas por las industrias y los efectos negativos del cambio climático, así mismo para hacer frente al aumento en la inseguridad alimentaria que provocó la pandemia de la Covid-19. 

  En el marco del proyecto, FAO y el CENTA desarrollan procesos inclusivos de consulta, que incluyen a mujeres, jóvenes, pueblos indígenas y afrodescendientes en los municipios de incidencia. Reclima además trabaja en la gestión de conocimiento sobre las prácticas ancestrales para la adaptación al cambio climático y el aporte de las mujeres indígenas en la conservación de la biodiversidad.  

 Reclima también ha promovido un vivero comunitario en San Miguel y está estudiando otras ubicaciones para sumar cinco más en 2022. El proyecto se ejecuta en 114 municipios de El Salvador y tiene una meta de restauración de 17,333 hectáreas de ecosistemas degradados para la prestación de servicios ambientales.

 Además de las actividades de restauración, el proyecto espera beneficiar a 50 mil productores y productoras con sus familias a través de la mejora de sus sistemas de producción. Junto a los técnicos del CENTA y la formación de extensionistas comunitarios se trabaja en la mejora continua de los suelos y recursos hídricos a través de la aplicación de prácticas de agricultura sostenibles.