En América Latina, los territorios rurales y sus comunidades han enfrentado históricamente desafíos complejos que abarcan desde la pobreza y la exclusión social hasta la degradación ambiental y el acceso limitado a mercados. En este contexto, la agroecología ha surgido como una vía esperanzadora para transformar los sistemas agroalimentarios existentes hacia modelos más inclusivos, sostenibles y resilientes. Pero esa ruta no se da con un toque de magia, al revés, ¡es un largo y duro camino! Porque esa transición no solo busca promover prácticas agrícolas más armoniosas con el medio ambiente, sino que también se convierte en un motor para fortalecer la cohesión social, valorar la diversidad cultural y responder a las aspiraciones de quienes habitan y trabajan la tierra. Sin embargo, el éxito de estos procesos depende de múltiples factores, y uno de los más decisivos es el enfoque territorial, que permite analizar cómo interactúan los contextos locales y nacionales en la búsqueda de soluciones efectivas y duraderas.

Es en este marco que se presenta el estudio de Rimisp “Aprendizajes de América Latina sobre agroecología y desarrollo territorial para transitar hacía sistemas agroalimentarios inclusivos y resilientes”, que explora diez experiencias implementadas en ocho países latinoamericanos. El trabajo examina cómo comunidades de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, México y Perú han implementado procesos de agroecología, no solo en sus parcelas, sino también a través de sus territorios. La selección de los casos fue rigurosa: se eligieron iniciativas consolidadas a lo largo de al menos una década, con capacidad para conectar los procesos locales con desarrollos nacionales y con representatividad territorial. Al analizar y comparar estas experiencias, el estudio no solo identifica las lecciones aprendidas, sino que también ofrece recomendaciones aplicables a otros contextos, tanto en la región como a nivel global.