Las pequeñas y pequeños productores de la Zona Sur de Honduras no recuerdan una sequía similar a la de 2014. Los mayores la comparan con una ocurrida en 1965, cuando bajaron de las montañas, en busca de alimentos. 

Camino a sus aldeas, el paisaje es desolador: a casi 600 pies sobre el Golfo de Fonseca, de las milpas malogradas por la falta de agua solo quedan matas enanas y amarillas del maíz que no floreció.

Hileras de arbustos de papaya, sembradas en asocio con el maíz en algunas parcelas, se muestran arrogantes en su verdor, como si fueran el único trofeo llevado a casa.

La culpa la tiene el cambio climático, el Fenómeno del Niño, la Oscilación del Sur, o a “una canícula pasada de tiempo” –como los productores y productoras lo explican.

“Es como si hubiéramos tenido dos veranos y ningún invierno en un solo año… no vimos una mazorca, primero fue la gallina ciega, y cuando las plantas estaban soltando flor, el agua nos falló”, sostuvo un labrador del Portillo El Higo.