Mientras tanto, otro grupo de mujeres prepara y limpia los estantes de secado hechos de fibra de vidrio e instalados por pescadores, que han sido capacitados por la FAO para construir embarcaciones más seguras y con menor consumo de combustible.
Luego los filetes se llevan a los estantes para el secado. Deben secarse durante un día completo. Pero no pueden dejarse solos. Las mujeres hacen guardia alrededor de los estantes, alejando las moscas que revolotean al principio cerca del pescado fresco, y le dan la vuelta para que ambos lados se sequen adecuadamente, y queden esterilizados por el sol.
Una vez secos, las mujeres empacan los filetes.
“Antes de dedicarme a esto, solía trabajar como porteadora en el mercado. Mi esposo todavía trabaja como porteador. Hay personas del campamento que se ganan la vida empujando carros de mano o vendiendo cosas pequeñas en el mercado. Con lo poco que ganamos, solo podemos comprar arroz y pasta. Principalmente arroz ... nos encantaría comer otros tipos de alimentos, pero no nos lo podemos permitir”, se lamenta Hawa.
Ahora, Hawa y su familia también pueden comer pescado. La mayoría del pescado secado al sol es consumido por los residentes en el campamento, proporcionándoles los nutrientes que tanto necesitan. El pescado secado al sol puede conservarse hasta seis meses sin necesidad de un refrigerador -un artículo de lujo en el campamento-, por lo que es una fuente fiable de alimentos a largo plazo.
Cualquier excedente de pescado se vende en el mercado o en comercios. El pescado lo compran comunidades sin acceso a las instalaciones de la cadena de frío. No solo proporciona una fuente de alimentos e ingresos para las mujeres en el campamento, sino que también permite acceder a alimentos muy necesarios a otras comunidades vulnerables y aisladas.
“Este trabajo me enseñó nuevas habilidades. Es algo positivo, ya que no creo que pueda vivir en otro lugar. Aquí es donde me casé. Aquí es donde nacieron mis hijos. Y aquí es donde ellos también se casarán”, añade Hawa.
Hambre en Somalia: ¿como está ahora la situación y qué está haciendo la FAO?
Enfrentados a la peor sequía que se recuerda, más de un millón de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares el año pasado al agravarse la inseguridad alimentaria, que llevó al país al borde de la hambruna.
Una masiva respuesta humanitaria ha logrado hasta ahora evitar lo peor, pero una cuarta parte de la población -más de 3 millones de somalíes-, continúa enfrentándose al hambre severa, y en las zonas más afectadas, aún no está descartada del todo la posibilidad de que se produzca una hambruna.
La FAO ha estado apoyando a la población más vulnerable, proporcionando transferencias de dinero en efectivo para compras de alimentos y agua, semillas y aperos para la agricultura, y atención veterinaria para mantener con vida a los animales.
Más información sobre la labor de la FAO en Somalia.